Admirable Creación - Pedro Urbano - E-Book

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Pedro Urbano

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Beschreibung

El mundo que contemplamos, la naturaleza, la "creación", es divinizado por algunos, entusiasmados por la actividad ecológica. Otros, llevados por su avaricia, lo explotan, amparados por hábitos consumistas que amplifica aún más nuestra era tecnológica. La Biblia ensalza la Creación, y ofrece varias claves fundamentales: el ser humano y lo que le rodea es fruto del amor; alcanza su plenitud cuando trabaja y sirve a los demás en el mundo; y ese mundo, también el natural, será el escenario habitual de encuentro con su Creador. La verdadera ecología o "cuidado de la Tierra" se orienta hacia esa meta, y así lo explica el autor acudiendo a la encíclica Laudato si' del papa Francisco y a diversos documentos precedentes.

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PEDRO URBANO L. DE MENESES

ADMIRABLE CREACIÓN

Religión y ecología sin ecolatrías

EDICIONES RIALP

MADRID

© 2022 by PEDRO URBANO L. DE MENESES

© 2022 byEdiciones Rialp, S. A.,

Manuel Uribe 13-15, 28033 Madrid

(www.rialp.com)

Preimpresión y realización eBook: produccioneditorial.com

ISBN (versión impresa): 978-84-321-6273-2

ISBN (versión digital): 978-84-321-6274-9

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

A todos los que admiran y aman las obras de la Creación

ÍNDICE

PORTADA

PORTADA INTERIOR

CRÉDITOS

DEDICATORIA

INTRODUCCIÓN

I. ACTUALIDAD DE LA CREACIÓN

II. HACIA UNA VERDADERA CONCIENCIA ECOLÓGICA

III. LA CREACIÓN EN LA PALABRA REVELADA

IV. LAS RELIGIONES, SALVAGUARDIA DE LO CREADO

V. ECOLATRÍA Y OTRAS DESVIACIONES

VI. ADMIRABLE CREACIÓN

VII. EL CUIDADO DE LA “CASA COMÚN”

VIII. CUIDAR, AMAR Y SANTIFICAR EL MUNDO

CONCLUSIONES

BIBLIOGRAFÍA

AUTOR

INTRODUCCIÓN

CRISIS Y ECOLOGÍA SON dos palabras que van unidas en muchas de las imágenes actuales del medioambiente. Pero, a decir verdad, el problema viene de lejos.

Eran los años 70 del siglo pasado, en un contexto cultural de gran efervescencia, los artistas plásticos J. Beuys y W. Vostell supieron aprovechar el potencial comunicador de sus montajes para llamar la atención sobre las llagas sociales del momento. Una de esas llagas, a su entender, era precisamente el maltrato generalizado a los bienes de la naturaleza por parte de un mundo industrial poco atento a la belleza natural.

Esto dio paso a un movimiento contracultural llamado Fluxus, con grandes expectativas de cambio en las relaciones con el medioambiente. Venía abanderado por estos dos autores, y en especial por Vostell. Según sus premisas estéticas, el arte estaba llamado, en esas circunstancias y para siempre, a levantar una voz combativa que frenara la degradación de la Creación.

Quien todavía hoy visita el museo construido por este artista alemán y contempla la belleza del paisaje que enmarca las instalaciones —un rincón de Extremadura, bastante alejado de lo que podríamos llamar el “mundanal ruido”—, se queda sorprendido ante la radicalidad del mensaje. Imposible no pensar allí, contemplando esos contrastes, en la herida abierta en la Naturaleza por una sociedad expoliadora y sin sensibilidad para lo delicado y hermoso[1].

Debemos ser conscientes de que los planteamientos de nuestros activistas en el mundo del arte o en otros campos de la revolución social no siempre son puros, ni rectos o buenos en sí mismos. Y debemos tomarlos en cada una de sus intervenciones dentro de un contexto más general, que abarca el ámbito cultural y llega hasta lo específicamente espiritual de la vida humana, si se quiere señalar dónde están las raíces de estos problemas.

Muchas de esas propuestas de cambio proceden de la revolución en los años 60 del siglo XX, con sus dificultades sociales, y han lastrado seriamente una cultura que no quiere ser verdaderamente humana y que se somete a los espejismos de lo pasajero o a otras tendencias desfiguradoras de lo real.

Aún así, admitamos —para empezar a hablar de ecología— que, con la fuerza de aquellos inicios, estas propuestas ayudaron a muchas personas a descubrir la “nueva sensibilidad” por el medioambiente, por lo creado, por las cosas bellas que nos rodean, y por eso mismo, aunque sea en un grado no pleno, han contribuido a que toda esta manera de ver la Tierra haya calado más en la conciencia de nuestra época.

Aquel grito inicial de denuncia a veces se quedó en eso: una forma de atraer la atención hacia problemas que se agudizaban. No fue desarrollado con coherencia, ni recibió una fundamentación ética a la medida de la gravedad del desafío. Tampoco percibió su relación con el orden religioso de la vida humana. Y buena parte de los movimientos ecologistas actuales, por desgracia, siguen padeciendo el mismo defecto: se lanzan —como hicieron aquellos— a levantar la voz, pero sin pensar propiamente en qué consiste el reto de esta crisis, ya patente en muchos terrenos de nuestra civilización.

Se presentan en este libro ciertas consideraciones sobre la crisis ecológica con una perspectiva más humanista, que tratará de ahondar en las causas, orientándola así hacia el bien de la razón ética y espiritual de la persona. Concederemos importancia a la religión, porque se trata en primer lugar de una crisis de tipo moral, que afecta a todos los que vivimos en esta “casa común”.

El cuidado de la Tierra es una tarea de todos, pues somos creados en ella. Ese cuidado debe abordarse desde el horizonte moral y religioso del trabajo, de las actividades personales, sorteando los riesgos de la politización y de la ideología, que tantas veces lo reducen al interés del momento, o dan lugar a “curiosas idolatrías” de la Tierra, ecolatrías, que germinan cuando se elude la verdad de la Creación.

Hablaremos de ecología usando un lenguaje multidisciplinar, abierto, y con las armas de la ética y de la religión pues, en el fondo, en este debate se está dilucidando no solo quién es el hombre, sino cuál es su relación con lo creado y en última instancia con el Creador.

Agradecemos, sinceramente, a todos los que nos hicieron sugerencias para mejorar el texto, en especial a Santiago Herraiz y a José Manuel Martín Quemada, porque captaron bien el sentido de este combate antropológico que hay detrás del cuidado de la Creación.

[1] Esta sensibilidad ante las obras de la Creación se trasluce en algunos movimientos artísticos recientes, sin que falte tampoco el eco del llanto de la Tierra que sufre por el maltrato humano. La fotografía de Salgado, con un fuerte dramatismo en blanco y negro, o los montajes de Olafur Eliasson, con cuyas instalaciones hace vibrar a los participantes con el ritmo y la armonía de lo creado, están sirviendo como revulsivo ante la falta de amor a lo natural. La percepción a través del hielo de sensaciones desconocidas para muchos, en In Ice Watch, la instalación de este último artista, mostraba a las claras el daño infligido al planeta. En esta misma línea se puede citar otra exposición, que tuvo lugar en el Museo de Princeton y fue comisariada por Kusserow en el año 2018, ya que entonces se ponía de relieve el cambio de sensibilidad hacia lo natural producido en el último siglo. La pintura de una catarata del parque americano de Yosemite era reproducida en la clave actual de acción contra la naturaleza, que es moneda común para muchos. El romanticismo del siglo XIX que tendía en efecto a rodear de un aura mística la catarata natural daba paso, por desgracia, a una imagen deforme y horripilante causada por la contaminación y el deterioro de ese mismo lugar durante el siglo XX y hasta hoy. En estas obras culturales, como en otras muchas que ya son una realidad constante en nuestros museos, podemos oír el lamento de una Tierra que espera su redención.

I. ACTUALIDAD DE LA CREACIÓN

UNA EFEMÉRIDES PARA COMENZAR

Para muchos fue una gran oportunidad de reflexionar sobre la Creación el hecho de que, cinco años después de la publicación de la Laudato si’,diera comienzo en 2020 un año entero dedicado a esta verdad. Buena parte de la humanidad, haciendo oídos sordos, permanecía encerrada en sí misma ante los problemas del medioambiente.

La convocatoria del papa Francisco se podía escuchar en muchos medios de comunicación:

Dios amoroso, Creador del Cielo,

de la Tierra y de todo lo que contienen.

Abre nuestras mentes y toca nuestros corazones,

para que podamos ser parte de la Creación, tu regalo.

(Oración del papa Francisco en el 2020, Año de la Creación)

En nuestra memoria pueden resonar tantas otras oraciones e himnos, que parten de lo creado y levantan, como el incienso, un clamor silencioso a Dios, humildemente, en armonía con lo creado. Son, claro está, testimonios de vida espiritual, en la tradición de personas religiosas, acostumbradas a partir de las cosas creadas para ir a Dios Creador.

Para muchos caminos religiosos, contemplar el mundo creado es un motivo de elevar el espíritu y rezar.

El profeta Isaías, hace muchos siglos, alababa a Dios por la grandeza y esplendor de la Naturaleza. Y se preguntaba, retóricamente, si alguien podría emular ese poder:

¿Habrá alguien

que haya medido las aguas con su puño

y haya puesto en su palma los cielos?

(Libro del profeta Isaías, 40, 12)

Este gran profeta continúa, en sus consideraciones espirituales, con la enumeración de las obras naturales que le rodean por todas partes, y lo hace con la intención de provocarles a mejorar, a ser más contemplativos, tratando de animar a los oyentes, en nuestro caso a los lectores, a que mediten en el maravilloso poder de Dios que lo ha hecho todo tan grande e impresionante.

Cita, por ejemplo, los montes de la Tierra, que «no caben en ninguna de las balanzas de los hombres», como también se acuerda de las colinas de su tierra, tan grandes que no «habrá nadie en todo el mundo que las pueda pesar, por más que quiera»,dice en ese mismo lugar del texto.

En efecto, ante la grandeza de la Creación, que es la obra de un Dios todopoderoso, el ser humano se siente pequeño, una parte ínfima en comparación con todo lo creado; la propia vida de cada uno es “un soplo”, es decir, nada, dentro de esos panoramas imponentes del Universo que recuerdan constantemente la propia limitación.

Preguntas pertinentes como las del profeta no son raras en la ciencia actual, si bien suelen ser reformuladas. De hecho, en una cultura como la nuestra, a tantos siglos de distancia respecto a aquellos textos venerables de la tradición religiosa, las preguntas por el poder de Dios podrían sonar de un modo más directo: