Aferrados - Vladimir Polanco - E-Book

Aferrados E-Book

Vladimir Polanco

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Beschreibung

Aferrados nos invita a comenzar el día reflexionando en una vigorizante y maravillosa promesa bíblica que alegrará nuestra vida y enriquecerá nuestra experiencia espiritual. Las promesas del Señor iluminarán nuestra vida cotidiana y llenarán nuestro corazón de gozo. La lectura de este devocional nos ofrece un horizonte lleno de seguridad y consuelo, y fortalecerá nuestra confianza en un Dios que siempre cumple lo que ha prometido.

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Aferrados

Promesas para cada situación

Vladimir Polanco

Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires, Rep. Argentina.

Tabla de contenidos
Tapa
Dedicatoria
Agradecimientos
Prólogo
1º de enero
2 de enero
3 de enero
4 de enero
5 de enero
6 de enero
7 de enero
8 de enero
9 de enero
10 de enero
11 de enero
12 de enero
13 de enero
14 de enero
15 de enero
16 de enero
17 de enero
18 de enero
19 de enero
20 de enero
21 de enero
22 de enero
23 de enero
24 de enero
25 de enero
26 de enero
27 de enero
28 de enero
29 de enero
30 de enero
31 de enero
1º de febrero
2 de febrero
3 de febrero
4 de febrero
5 de febrero
6 de febrero
7 de febrero
8 de febrero
9 de febrero
10 de febrero
11 de febrero
12 de febrero
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28 de febrero
1º de marzo
2 de marzo
3 de marzo
4 de marzo
5 de marzo
6 de marzo
7 de marzo
8 de marzo
9 de marzo
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31 de marzo
1º de abril
2 de abril
3 de abril
4 de abril
5 de abril
6 de abril
7 de abril
8 de abril
9 de abril
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1º de mayo
2 de mayo
3 de mayo
4 de mayo
5 de mayo
6 de mayo
7 de mayo
8 de mayo
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31 de mayo
1º de junio
2 de junio
3 de junio
4 de junio
5 de junio
6 de junio
7 de junio
8 de junio
9 de junio
10 de junio
11 de junio
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30 de junio
1º de julio
2 de julio
3 de julio
4 de julio
5 de julio
6 de julio
7 de julio
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2 de septiembre
3 de septiembre
4 de septiembre
5 de septiembre
6 de septiembre
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2 de octubre
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5 de octubre
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2 de diciembre
3 de diciembre
4 de diciembre
5 de diciembre
6 de diciembre
7 de diciembre
8 de diciembre
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31 de diciembre

Aferrados

Promesas para cada situación

Vladimir Polanco

Dirección: Jael Jerez

Diseño de tapa: Carlos Schefer

Diseño del interior: Giannina Osorio

IMPRESO EN LA ARGENTINA

Printed in Argentina

Primera edición e - Book

MMXXII

Es propiedad. © Pacific Press Publ. Assn, 2022. © Asociación Casa Editora Sudamericana, 2022.

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.

ISBN 978-987-798-706-5

Polanco, J. Vladimir

Aferrados: Promesas para cada situación / J. Vladimir Polanco / Dirigido por Jael Jerez. - 1ª ed. - Florida: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2022.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: online

ISBN 978-987-798-706-5

1. Devocionario. I. Jerez, Jael, dir. II. Título.

CDD 242.8

Publicado el 22 de septiembre de 2022 por la Asociación Casa Editora Sudamericana (Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires).

Tel. (54-11) 5544-4848 (Opción 1) / Fax (54) 0800-122-ACES (2237)

E-mail: [email protected]

Web site: editorialaces.com

Prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación (texto, imágenes y diseño), su manipulación informática y transmisión ya sea electrónica, mecánica,por fotocopia u otros medios, sin permiso previo del editor.

DEDICATORIA

A don Pablo y a Robert,

dos amigos que Dios usó para decirme:

“Vladi, yo estoy contigo”.

Agradecimientos

Aunque tengo la bendición de que mi nombre aparezca en la portada, soy consciente de que Aferrados es la suma del trabajo, la oración y la ayuda de mucha gente.

No hay espacio para mencionar a todas las personas que han contribuido en la escritura de este libro, pero no puedo dejar de expresar mi gratitud a:

Dale E. Galusha, presidente, y Ricardo Bentancur, director de Publicaciones Internacionales de Pacific Press, por haber confiado en mí para la elaboración de este proyecto.

El pastor Saúl Ortiz, presidente de IADPA, que en todo momento me dio su apoyo para la producción de esta obra.

El trabajo habría sido mucho más difícil si no hubiera contado con las habilidades editoriales de Mónica Díaz y Raquel Rodríguez, dos amigas que en sus momentos de descanso contribuyeron para mejorar cada párrafo de este libro.

Moisés, Jorge, Ismael, Yoaly, Radhamés, amigos que compartieron ideas e información que quedaron plasmadas a lo largo de estas páginas, gracias por su ayuda.

Kathy, Liz, Hasel y Marian, mis primeros y más importantes lectores, gracias por su apoyo y por haber asumido algunas de mis responsabilidades hogareñas durante los últimos seis meses.

A mi buen Dios y Salvador. Señor, te agradezco porque en cada paso de mi vida, sin importar las circunstancias, siempre me has dicho: “Yo estoy contigo”.

Prólogo

Hay momentos en los que un sufrimiento enorme nos golpea tan fuertemente, que puede incluso matarnos. Pero también puede hacer algo por nosotros: disipar la niebla de la falsa seguridad en la que vivimos, para que podamos ver el abrupto precipicio de la eternidad a solo un paso.

El dolor siempre trae consigo un frío estremecimiento que recorre todo nuestro cuerpo, pero también con él, y en un instante, nuestro corazón ve lo que no veía nuestra mente. Nos cambia la vida. Estos son los mejores momentos para la fe. ¡Qué vacíos nos autopercibimos cuando el sufrimiento nos llama!

Hoy vivimos tiempos de incertidumbre y peligro. Quizá como nunca antes en la historia. Tiempos desafiantes. Tiempos extraordinarios que ponen a prueba nuestra fe. La humanidad parece correr hacia el precipicio. Hoy, el ambiente político y religioso del mundo está convulsionado. Parece un huracán que destroza todo lo que está a su paso, sin tregua. Pero si tenemos “oídos para oír” buscaremos hundirnos en el ojo mismo del huracán, ese centro donde, paradójicamente, el huracán no nos puede tocar. Ese es el lugar de la fe, de la oración y de las promesas de Dios para nuestra vida.

Cuando hablamos de promesa, puede que venga a nuestra mente una palabra devaluada. Porque la hipocresía humana puede permitirse el lujo de ser magnífica en sus promesas, porque nunca pretende ir más allá de las palabras prometedoras. Los que nos prometen el paraíso en la tierra nunca trajeron más que infierno. Estas son las promesas humanas. No hay nada tan amargo y decepcionante que estar largo tiempo pendiente de una promesa. Pero las promesas divinas son diferentes.

El poder de este libro que estoy prologando descansa en el tema de los temas, para todo momento y circunstancia de tu vida: las promesas de Dios para ti. Una para cada día del año.

Tú sabes en quién has creído. Sabes que una promesa es tan fuerte como la Persona que la da. Cada promesa de Dios para tu vida descansa en el jadeante, sufrido, sangrante y crucificado Dios-hombre, Jesucristo. “Él es Fiel y Verdadero” (Apoc. 19:11). Todas sus promesas se han cumplido y se cumplirán (ver Jos. 21:45).

En esta hora, el mundo se está despertando del ensueño de que ser cristiano es vivir una vida segura y normal. Hoy es tu día para conocer a Cristo en cada una de sus promesas para ti.

Mi deseo es que te aferres a la mano de Jesús para recorrer con él cada uno de los días que este nuevo año te depara. Este devocional te ayudará a conocer y confiar más en Cristo, porque él te dice: “Yo estoy contigo” (ver Mat. 28:20).

Ricardo Bentancur,

Director del Departamento Internacional de

Pacific Press Publishing Association

1º de enero

“Mis planes se realizarán”

“Yo anuncio el fin desde el principio; anuncio el futuro desde mucho antes. Yo digo: Mis planes se realizarán; yo haré todo lo que me propongo” (Isaías 46:10, DHH).

En la antigua Roma, el día de año nuevo constituía una espléndida celebración en honor a Jano, uno de los dioses más importantes de su panteón. De acuerdo con la mitología romana, Jano era considerado el creador del mundo, el dios que abría y cerraba puertas, el que tenía dominio de los inicios y los finales. Todo proyecto, bien fuera nacional o personal, comenzaba y concluía con él. La iconografía romana solía representarlo bajo la figura de un ser con dos caras: con una, miraba hacia atrás; con la otra, hacia delante. En honor a Jano, el primer mes del año se llamaba Januarius, y de ese nombre latino surge nuestro vocablo “enero”.

Efectivamente, enero es el mes de las puertas abiertas, de los nuevos inicios, de mirar hacia delante, de soñar en grande y trazarse metas... es el mes de la esperanza. Pero no es Jano el que abre esas puertas, el que planta esos sueños en nuestro corazón, el que nos presenta metas elevadas ni el que nos da razones sólidas para la esperanza. La Biblia dice que es Cristo quien pone “delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar” (Apoc. 3:8, RV60).

¿Qué puertas se abrirán? ¿Qué nuevos inicios experimentarás? ¿Qué sueños nuevos tendrás y elevadas metas alcanzarás? El Dios de esperanza lo sabe, y te acompañará en cada uno. Hoy, el Dios de la Biblia, el único Dios verdadero, el que conoce tu pasado y sabe lo que te depara el futuro, te asegura: “Yo anuncio el fin desde el principio; anuncio el futuro desde mucho antes” (Isa. 46:10, DHH). De momento, hoy, al iniciar este nuevo año, tiene para ti esta promesa: “Mis planes se realizarán; yo haré todo lo que me propongo” (Isa. 46:10, DHH). Entonces no se trata de pensar en lo que tú quieres, sino en lo que Dios tiene para ti. Tu meta no debe ser abrir tus propias puertas, fabricadas a tu medida, sino cruzar las que el Señor ya ha abierto para ti.

Puedes mirar hacia el año pasado y, con fe, extender tu mirada hacia este nuevo año, con la certeza de que Dios concluirá todo lo que se ha propuesto iniciar contigo.

2 de enero

“¡Voy a hacer algo nuevo!”

“Olviden las cosas de antaño; ya no vivan en el pasado. ¡Voy a hacer algo nuevo! Ya está sucediendo” (Isaías 43:18, 19, NVI).

Cada año, las autoridades del Condado de Miami-Dade, donde yo vivo, envían a sus residentes un manual titulado Are you ready? [¿Estás preparado?], que es una guía oficial para que cada persona tome todas las medidas de seguridad contra los huracanes. Y, aunque la temporada de huracanes oficialmente comienza el 1º de junio, la guía especifica que “cuanto antes comiences a prepararte, mejor”. Una de las recomendaciones clave es preparar un kit para emergencias. Entre otras cosas, el kit debe tener un galón de agua por persona para cada día, alimentos enlatados, abridor de latas, medicamentos, linterna, radio, baterías, desinfectantes... En fin, como uno no sabe si recibirá la visita del inesperado huésped, es mejor estar preparado.

El inicio del nuevo año trae consigo muchas ilusiones; pero también recuerdos de fracasos, de sufrimientos, de pérdidas, de experiencias que nos ensombrecen la vida y nos arrebatan los sueños. De ahí que cabe preguntarnos: ¿Estamos preparados para iniciar 2023 con todo lo que ello conlleva? Creo que vamos a necesitar un kit que nos ayude a salir bien librados, ¡y la Biblia nos dice todo lo que debe tener dicho kit!

El profeta Isaías comparte dos cosas indispensables para los que queremos estar preparados contra los desafíos que nos traerá el nuevo año: “Ya no vivan en el pasado. ¡Voy a hacer algo nuevo! Ya está sucediendo, ¿no se dan cuenta?” (Isa. 43:18, 19, NVI). La primera es esta: “Ya no vivan en el pasado”. Obsesionados con el pasado, dejamos de disfrutar el presente y caemos en cuadros depresivos. El comienzo de un nuevo año nos invita a olvidar ese pasado que aviva el deseo de quejarnos por lo que hemos perdido. La segunda es creer esta maravillosa promesa: “¡Voy a hacer algo nuevo!” Dejando el pasado atrás, comencemos a disfrutar de lo nuevo que Dios tiene para cada uno de nosotros. Nuestro Dios pondrá en acción toda su creatividad para hacer cosas nuevas y maravillosas este año. Agreguemos esos dos elementos a nuestro kit, y estaremos preparados no solo para salir bien librados de 2023, sino para que de él salga algo bueno en términos de nuestro crecimiento personal y nuestra fe en Dios; es decir, para que Dios haga algo nuevo también con nosotros.

3 de enero

“Aumentarán los años de tu vida”

“Atiende a mis palabras, hijo mío, hazlas tuyas y aumentarán los años de tu vida” (Proverbios 4:10, DHH).

Hace unos años, la Universidad de Yale sacó a la luz una información que ya muchos presentíamos, pero que no nos atrevíamos a ratificar invocando un estudio científico: leer prolonga la vida. De acuerdo con el estudio publicado en la revista Social Science and Medicine, las personas que tienen buenos hábitos de lectura viven por lo menos dos años más que aquellos que no leen nada.1 El estudio, que se prolongó durante doce años y que abarcó a más de tres mil personas, sugiere que el proceso cognitivo que se pone en marcha durante la lectura permite que los lectores tengan ventajas sobre los que no leen. Los datos arrojados en la investigación plantean que la lectura mejora la concentración, fomenta el pensamiento crítico, y fortalece la empatía, la percepción social y la inteligencia emocional. ¡Leer nos da vida! Literalmente.

Aunque el estudio de estos investigadores de Yale tiene que ver con la lectura en sentido general, me parece que esa investigación confirma fehacientemente lo que ya había dicho Proverbios 4:10: “Atiende a mis palabras, hijo mío, hazlas tuyas y aumentarán los años de tu vida”. Ahora bien, los “años” que aumentarán con la lectura de la Biblia se prologarán hasta la eternidad. Pablo le explicó al joven Timoteo que leer la Palabra de Dios nos guiará a la vida eterna: “Recuerda que desde niño conoces las sagradas Escrituras, que pueden instruirte y llevarte a la salvación por medio de la fe en Cristo Jesús” (2 Tim. 3:15, DHH). En otras palabras, pasar tiempo leyendo las Escrituras nos permitirá conocer al que sí puede darnos vida eterna: Cristo Jesús.

El Señor les dijo a sus discípulos: “El Espíritu da vida; la carne no vale para nada. Las palabras que les he hablado son espíritu y son vida” (Juan 6:63, NVI). Y más adelante, Pedro lo reconoció al decir: “Tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6:68, RV60). Así que si queremos vivir muchos, muchísimos años, lo mejor que podríamos hacer es convertirnos en asiduos lectores de la Palabra de Dios. El consejo dado al rey de Israel bien pudiéramos aplicarlo diariamente a nuestra cotidianidad. ¿Y cuál fue el consejo? Que leyera las Escrituras “todos los días de su vida” (Deut. 17:19, RV60). ¿Acaso no sería un excelente reto que podríamos proponernos para este año?

1 Avni Bavishi, Martin D. Slade, Becca R. Levy, “A chapter a day: Association of book reading with longevity”, Social Science and Medicine (septiembre de 2016), vol. 164, pp. 44-48.

4 de enero

“Para que sigamos sus pasos”

“Cristo sufrió por ustedes, dándoles un ejemplo para que sigan sus pasos” (1 Pedro 2:21, DHH).

El día que Bridger, de apenas seis años de edad, se enfrentó a un feroz pastor alemán, le colgaron la etiqueta de “héroe”. Y bien merecida la tiene. En julio de 2020, se encontraba jugando en la parte exterior de su casa cuando, de pronto, vio a un perro corriendo hacia su hermanita, de solo cuatro años. Sin pensarlo, se enfrentó al animal y logró proteger la vida de la pequeña. Las huellas del enfrentamiento quedaron marcadas en el rostro de Bridger, quien recibió noventa puntos de sutura a causa de las profundas mordidas que le infligió el canino. “Pensé que si alguien tenía que morir, debía ser yo”, afirmó el niño cuando le preguntaron por qué lo había hecho. Y con respecto a sus cicatrices, comentó: “No quiero que desaparezcan, porque me recuerdan que mi hermana está bien”.2

Nada hay más heroico que estar dispuesto a dar la vida por otra persona; Jesús lo afirmó: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:13, RV60). Eso fue lo que hizo Bridger: estuvo dispuesto a poner su vida por su hermana. Podríamos presumir de que semejante ejemplo de sacrificio forma parte de la cotidianidad del ser humano; pero no es así. Nuestro mundo glorifica el egoísmo y soslaya a quienes aún conservan (y viven de acuerdo a) valores como el altruismo, la bondad, la generosidad y todo lo que pone a otros en primer lugar. Estos son precisamente los valores no solo que Cristo, nuestro hermano mayor, nos enseñó, sino que lo movieron a él mismo a dar su vida por nosotros.

El apóstol Pablo dijo que “Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom. 5:8, RV60). Y Pedro añade: “Cristo sufrió por ustedes, dándoles un ejemplo para que sigan sus pasos” (1 Ped. 2:21, DHH). Qué llamado tan elevado, ¿no crees?

Jesús vino a esta tierra porque pensó: “Si alguien tiene que morir, debo ser yo”; por eso es nuestro Héroe con mayúsculas, y de ese modo nos ha trazado una senda por la cual caminar en esta vida. Y mientras intercede por nosotros ante el Padre, sus cicatrices le recuerdan que un día estaremos bien, junto a él, disfrutando por la eternidad del bienestar que siempre quiso para nosotros.

2 https://people.com/human-interest/wyoming-boy-bridger-walker-who-saved-sister-in-dog-attack-feels-proud-of-scar-says-dad/

5 de enero

“Correrán y no se fatigarán”

“Pero los que confían en el Señor [...] correrán y no se fatigarán” (Isaías 40:31, NVI).

La cubanoamericana Rosie Ruiz “ganó” el maratón de Boston de 1980 en un tiempo récord de dos horas, treinta y un minutos, y cincuenta y seis segundos. Hubo una gran algarabía por la victoria de Rosie. Sin embargo, pocos días después, las preguntas comenzaron a surgir: ¿Quién la conoce como corredora? Si es atleta, ¿por qué sus piernas no reflejan la dura preparación que antecede a un maratón? ¿Por qué solo aparece al final de la carrera?

En su libro Run with the Horses,3 Eugene H. Peterson cuenta que estas dudas suscitaron una investigación que demostró que Rosie Ruiz era una impostora y que se había incorporado a la carrera cuando faltaba menos de una milla para el final.

En varios pasajes, la Biblia describe la experiencia cristiana como una carrera. En Hebreos se dice lo siguiente: “Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante” (Heb. 12:1, RV60). Correr con paciencia, ¿acaso no parece algo contradictorio? Pero aquí Pablo no está hablando de la virtud que nos hace saber esperar, sino de la paciencia que nos mueve a perseverar, a estar firmes cuando las circunstancias parecen completamente desfavorables. Esa “paciencia” que llega después de la tribulación y que produce en nosotros una sensación de esperanza (ver Rom. 5:3, 4) es la que nos motiva a esperar “lo que no vemos” (Rom. 8:25), la que necesitamos para recibir lo que Dios “ha prometido” (Heb. 10:36, DHH).

La carrera cristiana no conoce atajos, no hay manera en la que podamos aparecer al final y reclamar el premio sin haber participado de ella. En la carrera de la fe, solo llegará a la meta el que haya corrido con paciencia. Hemos de reconocer que la carrera es ardua, desafiante, que los caminos son angostos y áridos, y que puede que más de una vez estemos tentados a renunciar; pero cuando esos pensamientos de renuncia intenten dominarnos, fortalezcámonos con esta promesa: “Él fortalece al cansado y acrecienta las fuerzas del débil. [...] Pero los que confían en el Señor renovarán sus fuerzas; volarán como las águilas: correrán y no se fatigarán, caminarán y no se cansarán” (Isa. 40:29, 31, NVI). Con semejante poder a nuestra disposición, muy pronto podremos decir: “He acabado la carrera” (2 Tim. 4:7).

3 Eugene H. Peterson, Run with the Horses: The Quest for Life at Its Best (Illinois: IVP Books, 2009), pp. 104, 105.

6 de enero

“Esta es la herencia”

“Esta es la herencia de los siervos de Jehová: su salvación de mí vendrá” (Isaías 54:17).

Su nombre era Cathy Boone, y parecía ser el cadáver de una desamparada más de los tantos que deambulan por los grandes centros urbanos estadounidenses, batallando contra el consumo de drogas. Durante mucho tiempo, Cathy recorrió las calles de Astoria, Oregón, viviendo en la más abyecta pobreza, a pesar de ser la heredera de una fortuna. Murió sin haber reclamado casi un millón de dólares que su madre le había dejado como herencia. Los abogados habían intentado comunicarse con Cathy mediante llamadas telefónicas y correos electrónicos, pero no pudieron dar con su paradero.

Aunque resulta lamentable que una mujer de 49 años haya muerto de esa manera, las palabras de su padre, Jack Spithill, han revoloteado una y otra vez en mi cabeza: “Como era incapaz de comprender sus problemas de salud, me di por vencido con ella debido a su consumo de drogas. No debí haberlo hecho”.

¿Cuántos nos hemos dado por vencidos al lidiar con otras personas? Ya sea en el ámbito familiar, laboral, social o eclesiástico, cuando de las personas se trata, rendirnos no debería ser una opción. Lo mejor que podríamos hacer es ponernos en el lugar del otro, puesto que así estaríamos más dispuestos a solidarizarnos con la tragedia ajena. Pablo escribió a los gálatas: “Hermanos, si alguno es sorprendido en alguna falta, ustedes, que son espirituales, restáurenlo con espíritu de mansedumbre. Piensa en ti mismo” (Gál. 6:1, RVC). Son muchos los que viven sumergidos en la indigencia espiritual porque no hemos sabido tratarlos con “mansedumbre”. La palabra griega usada por el apóstol y que ha sido traducida como “mansedumbre”, “denota lo que es dulce y agradable”.4

¿Por qué se nos hace tan difícil tratar a la gente con esa mansedumbre? Porque muchas veces confundimos dicha virtud con un mero acto de cortesía, que suele colindar con lo hipócrita. Pero la mansedumbre que necesitamos para seguir tratando de que la gente conozca la herencia que tiene en Cristo viene de arriba, es uno de los frutos del Espíritu Santo (ver Gál. 5:23). Por eso, seamos espirituales.

Al iniciar este día, pidámosle a Dios la capacidad de no rendirnos, que no quede en nosotros ese sentimiento de culpa que nubla al padre de Cathy. Digámosles a los demás: “Esta es la herencia de los siervos de Jehová: su salvación de mí vendrá” (Isa. 54:17).

4 Friedrich Hauck y Seigfried Schulz, “Praus, prautes”, eds. Gerhard Kittel, Geoffrey W. Bromiley y Gerhard Friedrich, Theological Dictionary of the New Testament (Grand Rapids, Míchigan: Eerdmans, 1964), p. 645.

7 de enero

“El Señor lo sostiene”

“Si el hombre cae, no se queda en el suelo porque el Señor lo sostiene de la mano” (Salmo 37:24, RVC).

John N. Andrews (1829-1883) es considerado uno de los pioneros adventistas cuya vida fue una fascinante aventura de fe. Una prueba de ello es cómo enfrentó la enfermedad y la posterior muerte de su hija Mary.

En cierta ocasión, mientras estaba impartiendo una campaña de evangelización en Europa, Andrews recibió un telegrama que le informaba que su hija Mary estaba muy enferma. Por ello, decidió volver a Estados Unidos para llevarla al Sanatorio Adventista de Battle Creek, Míchigan. A pesar de que la jovencita recibió las mejores atenciones médicas bajo la dirección del doctor John H. Kellogg, la enfermedad le arrebató la vida.

La muerte de su hija fue un terrible golpe para John N. Andrews. En una conversación con su amigo, el hermano Kinne, admitió que el fallecimiento de Mary le entristeció mucho, y agregó: “Hermano Kinne, me parece estar tomado de Dios con una mano adormecida, que no siente nada”. En otras palabras, es como si Andrews hubiera dicho: “Estoy insensibilizado, el dolor ha adormecido mi vida, pero sigo creyendo que el Señor me sostiene”.

Las palabras de John N. Andrews evocan en mí las palabras del apóstol Pablo: “Estamos atribulados en todo, pero no angustiados; en apuros, pero no desesperados; perseguidos, pero no desamparados; derribados, pero no destruidos” (2 Cor. 4:8, 9). Estas cuatro antítesis ponen de manifiesto que, aunque somos frágiles vasos de barro, la excelencia del poder divino actúa poderosamente en nuestra vida y nos hace salir vencedores incluso en las circunstancias más adversas. Y es que la vida no es un episodio, es un proceso que va más allá de lo que estamos viviendo hoy. Aunque la llama del dolor haya puesto al límite nuestra fe, aunque Satanás haya llenado de nubes grises el paisaje de nuestra existencia, nunca podrá destruirnos, porque el Señor nos sostendrá de la mano y persistiremos como si estuviéramos “viendo al Invisible” (Heb. 11:27).

Quizá sintamos que estamos solos, que nadie nos sostiene. Si ese es nuestro caso, aferrémonos a la promesa divina: “Si el hombre cae, no se queda en el suelo porque el Señor lo sostiene de la mano” (Sal. 37:24, RVC). A lo mejor nuestra alma adormecida no lo sienta, pero el Dios que sostiene el universo también sigue sosteniendo nuestra vida.

8 de enero

“Transformados de gloria en gloria”

“Somos transformados de gloria en gloria en su misma imagen, por la acción del Espíritu del Señor” (2 Corintios 3:18).

La psicóloga Olga Chelnokova afirma que nosotros “sentimos curiosidad por los rostros de los demás, porque en ellos leemos sus historias y evaluamos su valor estético”. De acuerdo con su investigación doctoral, el sistema visual humano es capaz de dirigir toda la atención a los aspectos más sobresalientes de un rostro (los ojos, la nariz, las mejillas...). “La importancia de los ojos en nuestra evaluación de los demás –agrega– está bien documentada. Por ejemplo, es difícil reconocer a alguien si sus ojos están ocultos, mientras que si alguien nos está mintiendo, a menudo podemos verlo en sus ojos”.5 El estudio también reveló que mirar un rostro hermoso produce cambios en nosotros y nos proporciona una grata sensación de placer.

El salmista dijo: “Una sola cosa le pido al Señor, y es lo único que persigo: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor y recrearme en su templo” (Sal. 27:4, NVI). David era consciente del poder que ejerce sobre nosotros mirar un rostro hermoso, por eso su mayor empeño era mirar el rostro más hermoso del universo: el de Dios.

Quizá te preguntes: “¿Cómo puedo contemplar la hermosura del Señor?” Cabe destacar que el vocablo hebreo nóam, traducido como “hermosura” en el Salmo 27:4, también significa “luz” (ver Sal. 90:17), “gracia” (ver Zac. 11:7), “limpio” (ver Prov. 15:26) y “suave” (ver Prov. 16:24). En todos los pasajes, nóam alude a cualidades propias del Señor y de sus seguidores. Es decir, la hermosura del Señor radica en sus rasgos de carácter. Su belleza lo hace “distinguido entre diez mil” (Cant. 5:10). Como el salmista, podemos mirar a Cristo y decirle: “Eres el más hermoso” (Sal. 45:2).

Esa contemplación de la belleza divina surtirá un efecto transformador en nosotros: “Por tanto, nosotros todos, mirando con el rostro descubierto y reflejando como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en su misma imagen, por la acción del Espíritu del Señor” (2 Cor. 3:18).

Que “contemplar la hermosura del Señor” sea nuestro mayor deleite, para que él pueda ir transformándonos en su misma imagen. ¿No te parecería glorioso tener rasgos de carácter similares a los suyos?

5 “Why we look at pretty faces” [¿Por qué miramos rostros hermosos?], Departamento de Psicología de la Universdad de Oslo (UiO SV, 4 de noviembre de 2015).

9 de enero

“Te haré entender”

“Te haré entender y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos” (Salmo 32:8).

Nicolás Copérnico (1473-1543), considerado el precursor de la astronomía moderna, desafió los postulados de la ciencia aristotélica y ptolemaica al proponer que la Tierra no era el centro del universo, y que esta giraba alrededor del Sol. Por ello, durante la época del Renacimiento, llegó a ser considerado un enemigo tanto por los católicos como por los protestantes. La Iglesia Católica lo tildó de hereje y prohibió sus enseñanzas, así como la circulación de sus libros.

En sus Charlas de sobremesa, Martín Lutero consideró a Copérnico como “un astrólogo advenedizo que pretende probar que es la Tierra la que gira, y no el cielo, el firmamento, el Sol o la Luna” (4 de junio de 1539). De acuerdo con Lutero y con otros miembros de la jerarquía protestante, la visión copernicana era un vehemente desafío a las Sagradas Escrituras, según las cuales Josué ordenó al Sol que se detuviera y no a la Tierra. Adelantándose a sus detractores, Copérnico dijo en Sobre las revoluciones que los que negaban su revolución científica basándose en las Escrituras habían “malignamente distorsionado el sentido” de los textos bíblicos.6

Los creyentes, tanto católicos como protestantes, se empecinaron en que la Biblia les daba la razón y en que Copérnico era un hereje más; sin embargo, el paso inexorable del tiempo se encargaría de demostrar que ellos malinterpretaron las Escrituras y que Copérnico tenía razón. ¿Será que los “creyentes” nos sentimos los dueños de la razón y creemos que los demás están equivocados? Con bastante frecuencia solemos desestimar la opinión de los demás en busca de imponer la nuestra, ¡y casi siempre lo hacemos en nombre de la Palabra de Dios!, como los cristianos de la época de Copérnico. Esa actitud nos lleva a actuar con insensatez y a caer en las redes del error.

Como bien dijo el Sabio, “a cada uno le parece correcto su proceder” (Prov. 21:2, NVI). En lugar de sentirnos con el derecho de imponer nuestro punto de vista, lo ideal es que aprendamos a confiar “de todo corazón en el Señor y no en [nuestra] propia inteligencia” (Prov. 3:5, DHH). Si lo hacemos, veremos el cumplimiento de esta promesa: “Te haré entender y te enseñaré el camino en que debes andar” (Sal. 32:8). Y habrá ocasiones en que ese camino nos llevará a darle la razón a algún “Copérnico”.

6Sobre las revoluciones (Barcelona: Ediciones Altaya, 1997), p. 11.

10 de enero

“Yo iré delante de ti”

“Yo iré delante de ti y enderezaré los lugares torcidos; quebrantaré puertas de bronce y haré pedazos cerrojos de hierro” (Isaías 45:2).

Juan 4:9 dice: “Como los judíos no tienen trato con los samaritanos, la mujer le respondió: ‘¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides agua a mí, que soy samaritana?’ ” ¿Por qué los judíos no tenían trato con los samaritanos? Este conflicto se remonta a muchos años antes de este encuentro de Jesús con la samaritana. Los judíos consideraban que los samaritanos eran racialmente impuros. Por su parte, los samaritanos solo aceptaban los primeros cinco libros escritos por Moisés y no tenían respeto por el templo de Jerusalén. Poco antes del año 9 d.C., siendo Coponio procurador de Judea, durante las fiestas de los panes sin levadura, los sacerdotes decidieron abrir las puertas del templo a medianoche y algunos samaritanos entraron en el recinto sagrado y esparcieron huesos humanos en él. Desde ese momento se les prohibió entrar en el templo.7

En el libro apócrifo Eclesiástico vemos la discordia entre judíos y samaritanos: “Hay dos naciones que aborrezco, y otra más que ni siquiera merece el nombre de nación” (50:25, DHH). ¿Sabes cuáles eran esas naciones? “Los filisteos, en la costa del mar; los edomitas, en las montañas del sur; y los samaritanos, en Siquem” (50:26, TLA). Otras fuentes refieren que comer el pan de los samaritanos era similar a comer cerdo. Definitivamente, la relación entre judíos y samaritanos era de mutuo rechazo. A pesar de ello, Jesús consideraba “necesario pasar por Samaria” (Juan 4:4).

Aunque se conocían tres rutas de Jerusalén a Galilea, y dos de ellas evitaban tener que pasar por Samaria, para Jesús era indispensable entrar en la ciudad. ¿Por qué? Porque para él no hay fronteras ni enemigos. Él vino “para salvar lo que se había perdido” (Mat. 18:11). Y si los samaritanos estaban perdidos, era necesario que el Salvador los visitara con el mensaje de salvación. El movimiento de Jesús no es geográfico, sino salvífico.

Nosotros somos “samaritanos” también; para Dios es “necesario” llegar y transformar nuestra vida. Él nos promete: “Yo iré delante de ti y enderezaré los lugares torcidos; quebrantaré puertas de bronce y haré pedazos cerrojos de hierro” (Isa. 45:2). No hay lugar ni corazón tan cerrado que Dios no pueda abrir.

7 Flavio Josefo y William Whiston, The Works of Josephus (Peabody, Massachussetts: Hendrickson, 1987), p. 478.

11 de enero

“El justo volverá a levantarse”

“Aunque siete veces caiga el justo, volverá a levantarse” (Proverbios 24:16).

Casi siempre el equipo económico del gobierno de un país está compuesto por gente muy preparada. Recuerdo muy bien la terrible crisis financiera que afectó a los Estados Unidos al final de la década de 2000. Los mejores economistas del mundo no pudieron asesorar adecuadamente al presidente George W. Bush. ¿Acaso eran necios? ¡Claro que no! Eran hombres y mujeres formados en las mejores universidades del mundo. Simplemente hemos de reconocer que aun los personajes más brillantes se equivocan.

Tratando de que las nuevas generaciones aprendan de los errores del pasado, se abrió en Escocia la Biblioteca de los Errores. El eslogan de la biblioteca es: “Mundum mutatu errore singillatim”; es decir, “cambiar el mundo un error a la vez”. La idea es que la gente obtenga el material bibliográfico que le permitirá sacar provecho de la debacle financiera de los demás. Cuando no se corrigen los errores del pasado, se abre la posibilidad a que nuestros yerros futuros sean mayores.

Creo que la Biblia se le adelantó a la gente de Escocia, porque las Escrituras son una biblioteca llena de episodios erráticos: Adán y Eva, creados buenos en gran manera, fallaron; Noé, hombre perfecto que caminaba con Dios, se emborrachó; David, varón conforme al corazón del Señor, cometió adulterio; Elías, el que hizo que descendiera fuego del cielo, tuvo miedo y se escondió; Pedro, el que caminó sobre las aguas, negó al Señor... En fin, la lista es interminable.

La Palabra de Dios no oculta que los hombres y las mujeres de Dios son proclives a equivocarse, a dar pasos en dirección al camino equivocado. Incluso, si alguien se cree que no forma parte de los que se equivocan, le convendría orar como lo hacía David: “¿Quién puede discernir sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos” (Sal. 19:12). Los errores son los pecados cometidos por ignorancia, esas culpas y fracasos que no siempre solemos comprender. Por eso es que Juan dice: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros” (1 Juan 1:8).

¿Y por qué la Biblia registró los errores de esa gente? Para que aprendamos de ellos, para que no caigamos en los mismos deslices y para que siempre tengamos en cuenta que “aunque siete veces caiga el justo, volverá a levantarse” (Prov. 24:16). Porque las Escrituras no solo son una biblioteca de gente errática, sino también de gente restaurada.

12 de enero

“La gloria venidera en nosotros ha de manifestarse”

“Tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18).

Durante años he sido un fiel admirador del grupo Gaither Vocal Band. En una de sus canciones8 mencionan esos momentos que nos impelen a buscar al Señor con toda nuestra alma. El estribillo repite que a veces nos hace falta una montaña, un mar embravecido o un desierto, para que permitamos a Dios tomar el control de nuestra vida y para que aprendamos a confiar y creer en él. Todo parece indicar que cada momento de dolor se puede convertir en una experiencia que nos ayude a robustecer nuestra fe. Elena de White dijo que “todos los que en este mundo prestan verdadero servicio a Dios o al hombre, reciben una educación preparatoria en la escuela del dolor” (La educación, p. 151). José constituye un buen ejemplo de lo que estamos hablando.

Impulsados por la envidia, los hermanos de José lo vendieron a unos madianitas por “veinte siclos de plata” (Gén. 37:28, LPH). El precio denota que lo consideraban una baratija. En ese instante su vida dio un giro de ciento ochenta grados, y aquel día se convirtió en el peor de su existencia. Algún tiempo después fue vendido como esclavo en Egipto; y allí, en la casa de Potifar, comenzó una enfurecida tormenta, que finalmente lo llevaría a la cárcel. Mientras todo eso transcurría, José “aprendió en pocas horas lo que de otra manera le hubiera requerido muchos años” (Patriarcas y profetas, p. 214). Aproximadamente dos décadas después, al mirar atrás, José comprendió que el que había sido el peor día de su vida había llegado a ser su mayor bendición. Entre llantos, dijo a sus hermanos: “Por favor no se aflijan más ni se reprochen el haberme vendido, pues en realidad fue Dios quien me mandó delante de ustedes para salvar vidas” (Gén. 45:5, NVI).

A veces nos hace falta una tormenta, una montaña, un mar embravecido o un desierto para que por fin logremos comprender el plan de Dios para nosotros. En las manos del Señor, nuestras más duras experiencias acabarán siendo la antesala de nuestra más grande bendición.

En José se cumple lo dicho por Pablo: “Las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Rom. 8:18).

8Sometimes it takes a mountain [A veces hace falta una montaña].

13 de enero

“Les daré un nombre nuevo”

“Al que salga vencedor le daré del maná escondido, y le daré también una piedrecita blanca en la que está escrito un nombre nuevo que solo conoce el que lo recibe” (Apocalipsis 2:17, NVI).

Mi nombre resultó ser todo un desafío durante los primeros años de mi infancia. Mis compañeritos de la escuela eran incapaces de pronunciarlo correctamente. En lugar de decir “Vladimir”, los más inteligentes me llamaban “Gladimir”; y otros lo reducían a “Gladi”. El problema era que “Gladi” resultaba confuso, puesto que en mi mismo grado había una niña que se llamaba Gladys; y eso hacía que, en más de una ocasión, se burlaran de mí porque, según ellos, tenía nombre de niña.

Un día, cansado de la situación, llegué a mi casa muy molesto y, con toda la autoridad de un niño de seis años, le pregunté a mi mamá: “¿Por qué me pusieron un nombre de mujer? ¿Por qué no buscaron otro nombre?” Sin parar de reírse, mi tía Angelita me preguntó: “¿Y qué nombre sugieres que te pongamos?” Como un rayo respondí: “¡Enrique!” Por ello, hasta el día de hoy, dos de mis tíos me llaman Enrique. Con el tiempo, los niños de la escuela aprendieron a pronunciar “Vladimir”; pero en mi familia me siguen llamando Enrique, un nombre que, paradójicamente, nunca me ha gustado.

Según el versículo que encabeza la reflexión de hoy, Dios ha prometido darnos un nombre nuevo. El profeta Isaías ya había declarado: “Entonces verán las naciones tu justicia y todos los reyes tu gloria; y te será puesto un nombre nuevo, que la boca de Jehová te pondrá” (Isa. 62:2). Muchos siglos después, en Apocalipsis, Juan dirá que ese nombre nuevo es “el nombre de mi Dios” (Apoc. 3:12), es decir, el nombre del Cordero y del Padre será escrito en nuestra “frente” (Apoc. 14:1; 22:4).9 ¡Qué privilegio! Seremos llamados con el nombre de Dios. Maravillado por esta nueva experiencia, el apóstol Pablo declaró: “Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo (de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra)” (Efe. 3:14, 15). Gracias a Jesucristo, todos podemos disfrutar de una experiencia íntima y genuina con Dios.

Hoy podemos comenzar a recibir en nuestra vida el nombre de Jesucristo, “el nombre que es sobre todo nombre” (Fil. 2:9, RVA-2015). ¡Estoy seguro de que ese nombre nos gustará a todos!

9 Craig R. Koester, Revelation: A New Translation with Introduction and Commentary [Apocalipsis: Una nueva traducción con introducción y comentarios], ed. John J. Collins, The Anchor Yale Bible Commentaries (New Haven, Londres: Yale University Press, 2014), vol. 38A, p. 290.

14 de enero

“Y los tuyos edificarán las ruinas antiguas”

“Los tuyos edificarán las ruinas antiguas; los cimientos de generación y generación levantarás, y serás llamado ‘reparador de portillos’, ‘restaurador de viviendas en ruinas’ ” (Isaías 58:12).

El Museo de Arte Moderno de Nueva York es uno de los más importantes del mundo. Desde su fundación en 1929 su objetivo ha sido fomentar el desarrollo de las artes visuales. El MOMA, como se le suele llamar, es famoso por abrigar en su interior obras de Van Gogh, Picasso, Dalí, Frida Kahlo y otros artistas de gran calibre. Sin embargo, también es conocido por haber cometido uno de los más graves errores en la historia de las exhibiciones de arte.

En 2020, el MOMA reinauguró sus instalaciones, y como parte de las nuevas atracciones incluía la obra El barco, de Henri Matisse. Tanto los especialistas como el público se entusiasmaron con la idea de ver la famosa obra. Durante cuarenta y siete días, más de cien mil personas, incluyendo el hijo de Matisse, desfilaron ante la magnífica obra y quedaron impresionados por su belleza. Pero un día, un señor llamado Genevieve Habert contactó con el museo para informar que el cuadro de Matisse había sido colocado al revés. Miles de personas lo habían visto sin percatarse del grave error.

A muchos les pasa lo mismo al leer la Biblia. Por ejemplo, la mayoría del mundo cristiano ha decidido aceptar el primer día de la semana, el domingo, como día de reposo. Leen la Biblia desde Génesis hasta Apocalipsis y no se percatan de que siguen observando un mandato que no es bíblico. Durante años han estado viendo el cuadro al revés y no se han dado cuenta porque, tal vez, nadie ha compartido con ellos la información pertinente.

Coloquemos el “cuadro” bíblico de forma correcta y veremos que el único día de reposo autorizado en la Palabra de Dios es el séptimo día, el sábado. Dios descansó el séptimo día (ver Gén. 2:1-3), dijo que guardemos el séptimo día (ver Éxo. 20:8-11), y Jesús y los apóstoles asistían a la iglesia cada sábado (ver Luc. 4:16; Hech. 13:14). Por ir contra la corriente, los que han aceptado el sábado como día de reposo, los que enseñan a la gente a ver el cuadro correcto, son descritos en las Escrituras con estas palabras: “Los tuyos edificarán las ruinas antiguas; los cimientos de generación y generación levantarás, y serás llamado ‘reparador de portillos’, ‘restaurador de viviendas en ruinas’ ” (Isa. 58:12). Digamos al mundo cómo colocar el cuadro en la posición correcta.

15 de enero

“El poder de Cristo”

“Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo” (2 Corintios 12:9).

Uno de los libros más inspiradores que he leído en los últimos años es Mil caerán [A Thousand Shall Fall]. Se trata de un relato fascinante sobre la vida de Franz Hasel, un soldado adventista alemán que exaltó su fe en Dios dentro de las filas del ejército de Hitler (en el cual sirvió por obligación). Aunque se narran muchos momentos milagrosos que ponen en evidencia la grandeza espiritual de Franz, uno de los aspectos más relevantes de la lectura de este libro es descubrir que ese valiente cristiano seguía siendo un simple mortal.

La autora, Susi Hasel Mundy, relata que un soldado llamado Leo solía tener una actitud burlesca hacia la vida religiosa de Franz. Se mofaba de que era creacionista, vegetariano, de que leía la Biblia... Un día Franz se cansó de tantas burlas, y con mucha firmeza le dijo: “¡Si te burlas de mí otra vez, te daré una paliza!” Leo no lo tomó en serio, y Franz, “con un poderoso golpe”, “lo dejó inconsciente, tirado en el suelo”. Luego, con un aire triunfante, agregó: “Ahí tienes”.10

Susi Hasel Mundy, que es la hija de Franz Hasel, pudo haber obviado este triste episodio de la vida de su padre, pero decidió compartirlo en su libro. La misma Biblia no oculta los errores de los grandes personajes que aparecen en ella. No se encubre la embriaguez de Noé, ni el engaño de Jacob, ni la simulación de Pedro. ¿Por qué? Porque no debemos olvidar que todos ellos eran personas “con limitaciones semejantes a las nuestras” (Sant. 5:17, RVC). Y es que nuestra humanidad nos empuja a quedar dominados por las pasiones que luchan a sangre y fuego en nuestro interior; pasiones que muchas veces nos llevarán, como a Franz Hasel, a cometer actos indebidos. Nuestra gran lucha es hacer morir esas “pasiones desordenadas” (Col. 3:5).

Nos frustramos cuando el derrumbe de nuestra ética hace visible los aspectos más deplorables de nuestro ser. Para los que nos sentimos así, aquí está la promesa divina: “Mi poder [dice Dios] se perfecciona en la debilidad” (2 Cor. 12:9). Cada vez que la debilidad salga a flote, tendremos una preciosa oportunidad para permitir que el poder de Dios se perfeccione en nuestra vida. Así lo hizo Franz, ¿lo haremos nosotros?

10 Susi Hasel Mundy, Mil caerán (Buenos Aires, Argentina: ACES, 2004), pp. 115, 116.

16 de enero

“Te afirmaré y te cimentaré”

“¡Mira tú, ciudad afligida, atormentada y sin consuelo! ¡Te afirmaré con turquesas, y te cimentaré con zafiros!” (Isaías 54:11, NVI).

Hasta ese momento había conocido Seattle, una hermosa metrópoli situada en la costa noroeste del Pacífico estadounidense, como un lugar innovador y como el centro de operaciones de dos gigantes de nuestro tiempo: Microsoft y Amazon. Sin embargo, mi perspectiva de esa hermosa ciudad cambió cuando leí un artículo publicado en American Way, una revista que siempre se encuentra frente al asiento de cada pasajero de American Airlines. En el artículo se mencionaban diferentes aspectos que caracterizan a la ciudad, lugares imprescindibles para cualquier visitante, su diversidad gastronómica y, además, que se la denomina la Ciudad Esmeralda. Cuando comencé a leer pensé que este apelativo se debía a que la ciudad tenía algún yacimiento importante de esa preciosa piedra, como lo tiene Colombia, que es el principal productor de esmeraldas del mundo; pero la llaman así porque cuando uno la observa desde el aire, percibe que la ciudad es como una alfombra de color verde esmeralda, gracias a su gran vegetación.

En la Biblia, la esmeralda aparece en varias ocasiones. Esta piedra preciosa ocupaba el primer puesto en la segunda hilera del pectoral del sumo sacerdote (ver Éxo. 28:18; 39:11). Hablando del rey de Tiro como un representante de Lucifer, el profeta Ezequiel lo describe como vestido de esmeralda (ver Eze. 28:13). También el arcoíris que rodea el trono de Dios es “semejante en su apariencia a la esmeralda” (Apoc. 4:3). Juan agrega que la nueva Jerusalén tendrá un cimiento de esmeralda (ver Apoc. 21:19). ¡Esta sí que será la Ciudad Esmeralda!

El origen de esta imagen, la de una ciudad cimentada sobre piedras preciosas, se remonta a la promesa que aparece en el libro de Isaías: “¡Mira tú, ciudad afligida, atormentada y sin consuelo! ¡Te afirmaré con turquesas, y te cimentaré con zafiros!” (Isa. 54:11, NVI). Las turquesas aluden a piedras que eran verdes como la esmeralda, y en la antigüedad los términos eran intercambiables (de hecho, en las diversas traducciones de la Biblia se usan ambas palabras para traducir el mismo término original).

Lo maravilloso de esta promesa de Isaías es que nos garantiza que si uno de nosotros se siente abatido, zarandeado, desconsolado... ¡Dios mismo nos afirmará sobre un fundamento sólido y precioso!

Quizás alguno de nosotros no tenga la posibilidad de visitar Seattle; sin embargo, todos tenemos la oportunidad de pasar el resto de la eternidad en la nueva Jerusalén, una metrópoli que verdaderamente será la Ciudad Esmeralda.

17 de enero

“Los ha llamado a recibir bendición”

“Dios los ha llamado a recibir bendición” (1 Pedro 3:9, DHH).

Leamos algunos textos bíblicos: “La experiencia me ha enseñado que los que siembran maldad cosechan desventura” (Job 4:8, NVI); “Si tus hijos pecaron contra Dios, él les dio lo que su pecado merecía” (Job 8:4, NVI); “¡Quién diera que Dios hablara, que abriera para ti sus labios y te declarara los secretos de la sabiduría, que son de doble valor que las riquezas! Sabrías entonces que Dios te ha castigado menos de lo que tu iniquidad merece” (Job 11:5, 6). Estas son algunas de las declaraciones esgrimidas por Elifaz, Bildad y Zofar, los tres amigos de Job.

Durante casi treinta capítulos, estos personajes defendieron con vehemencia su postura: Dios estaba castigando a Job por sus pecados. Razonaban que si Job hubiera sido inocente, nada malo le habría ocurrido. Sin embargo, al final del libro aparece Dios y le dice a Elifaz: “Estoy muy enojado contigo y con tus dos amigos, porque no dijeron la verdad acerca de mí, como lo hizo mi siervo Job” (Job 42:7, DHH). Los abanderados de la ortodoxia religiosa estaban equivocados, y Job era el único que estaba en lo correcto. En el versículo siguiente, el Señor agrega: “Mi siervo Job orará por ustedes, y yo aceptaré su oración y no les haré ningún daño, aunque se lo merecen por no haber dicho la verdad acerca de mí” (Job 42:8, DHH). De hecho, si leemos Job 42:8 veremos que tres veces Dios identifica a Job como “mi siervo”. ¡Job era diferente! Y como siervo de Dios era su responsabilidad orar por quienes lo habían tratado con crueldad. Esa oración produciría un cambio de estatus en Job, puesto que tras haber orado por sus detractores, fue liberado de su aflicción y Dios le multiplicó todo lo que había tenido. La oración por sus adversarios no solo les trajo bendición a ellos, sino que también acabó siendo una gran bendición para Job.

La experiencia del patriarca nos enseña que, cuando nos sintamos tentados a tratar mal a quienes nos han herido, hemos de detenernos y recordar este pasaje: “No devuelvan mal por mal ni insulto por insulto. Al contrario, devuelvan bendición, pues Dios los ha llamado a recibir bendición” (1 Ped. 3:9, DHH). Y recibiremos bendición cuando, como hizo Job, dediquemos tiempo para bendecir incluso a quienes nos han juzgado mal o nos han tratado con crueldad.

18 de enero

“Cubrirá multitud de pecados”

“Sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma y cubrirá multitud de pecados” (Santiago 5:20).

Dice Eusebio de Cesarea, el célebre historiador cristiano, que si nos gusta “oír cosas hermosas y de algún provecho” entonces nos vendría bien conocer la siguiente historia. Tras la muerte del emperador Domiciano, el apóstol Juan salió de la isla de Patmos y se trasladó a la ciudad de Éfeso. Aunque ya rondaba los cien años, Juan constantemente recorría las iglesias de la zona. En cierta ocasión llegó a una ciudad cercana y conoció a un “joven alto, de aspecto agradable y muy entusiasta”. Entonces llamó al obispo y le dijo: “Te entrego a este joven con toda diligencia ante la iglesia y con Cristo como testigo”.

El apóstol regresó a Éfeso, y el obispo comenzó su trabajo con el joven: lo hospedó en su casa, lo instruyó, lo cuidó y finalmente lo bautizó. Poco después, el joven se rodeó de malas compañías, se pervirtió y comenzó a robar. “Se extravió del camino recto como caballo desbocado y robusto, cayendo al abismo con gran velocidad”, dice Eusebio. Pasado un tiempo, Juan regresó y le dijo al obispo: “Devuélvame mi tesoro”. ¿Qué tesoro? ¡El joven! El obispo se echó a llorar y le dijo: “Está muerto. Muerto para Dios. Es el cabecilla de una banda de ladrones”.

Con lágrimas en los ojos, Juan pidió un caballo y se dirigió hacia donde operaba la banda de ladrones. Cuando fue prendido por los maleantes, pidió que lo llevaran delante de su jefe. Entonces el joven, tras reconocer a Juan, huyó lleno de vergüenza, mientras el apóstol vociferaba: “¿Por qué huyes de mí, hijo, de tu padre indefenso y viejo? Yo daré cuenta de ti ante Cristo... Detente, me ha enviado Cristo”. El relato concluye con lágrimas y abrazos. El apóstol Juan llevó de nuevo al muchacho a la iglesia y no se fue de allí hasta que lo dejó establecido en la fe.11

En el ministerio del apóstol Juan se cumplió esta promesa: “Sepa que el que haga volver al pecador [al joven] del error de su camino, salvará de muerte un alma y cubrirá multitud de pecados” (Sant. 5:20). El ejemplo de Juan debería ser un modelo a seguir para nosotros. Nuestra obra no consiste en atacar, juzgar ni condenar al pecador que claramente se ha alejado del camino, sino en salvar su alma de la muerte.

11 Eusebius of Caesaria, “The Church History of Eusebius”, eds. Philip Schaff y Henry Wace, trad. Arthur Cushman McGiffert, vol. 1, A Select Library of the Nicene and Post-Nicene Fathers of the Christian Church, Second Series (Nueva York: Christian Literature Company, 1890), pp. 150-152.

19 de enero

“Si ustedes me buscan, vivirán”

“Pero también así ha dicho el Señor al pueblo de Israel: ‘Si ustedes me buscan, vivirán’ ” (Amós 5:4, RVC).

En Cuentos jasídicos, Martin Buber cuenta que el rabí Aizik, hijo del rabí Iekel, tuvo un sueño en el que le pedían que fuera a Praga a buscar un tesoro que se hallaba debajo del puente que llevaba al palacio del rey. Tras haber tenido el mismo sueño tres veces, Aizik decidió ir a Praga. Llegó al lugar que se le había mostrado, pero como estaba muy vigilado no se atrevió a cavar. Y lo mismo le sucedió todos los días siguientes: cada día iba al puente, y daba vueltas y vueltas hasta que anochecía.

En cierta ocasión, el capitán a cargo de la seguridad del lugar le preguntó si buscaba algo, y Aizik le comentó que en sueños se le había indicado que allí había un tesoro. El capitán se rio de que Aizik tuviera tanta fe en los sueños, y luego agregó: “Yo soñé una vez que debía ir a Cracovia y cavar en busca de un tesoro debajo de la estufa del cuarto de un judío. ¡Aizik, hijo de Iekel! Así se llamaba. ¡Aizik, hijo de Iekel!” Entonces Aizik, hijo de Iekel, regresó a su casa, “cavó debajo de la estufa y encontró el tesoro, con el que construyó una Casa de Oración”. El relato concluye con la siguiente declaración: “Hay algo que no puedes encontrar en ninguna parte del mundo... Y hay, sin embargo, un lugar en el que puedes hallarlo”.12