Al lado de la tentación - Maisey Yates - E-Book

Al lado de la tentación E-Book

Maisey Yates

0,0
2,99 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Deseo 2177 No era un hombre con el que se podía jugar. Al menos… sin consecuencias. Durante cinco años Levi Tucker, encerrado por un crimen que no había cometido, había perdido el control de su vida. Nunca más una mujer, o cualquier otro tipo de deseo, le arrebataría el sentido común a ese vaquero. Pero entonces llegó Faith Grayson, la sexy y brillante arquitecta que había contratado para diseñarle su nueva casa, y le puso a prueba. Faith era demasiado joven. Demasiado inocente. Tal vez demasiado tentadora.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 176

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



 

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Avenida de Burgos, 8B - Planta 18

28036 Madrid

 

© 2019 Maisey Yates

© 2023 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Al lado de la tentación, n.º 2177 - noviembre 2023

Título original: Need Me, Cowboy

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 9788411805001

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Prólogo

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Once

Capítulo Doce

Capítulo Trece

Capítulo Catorce

Capítulo Quince

Capítulo Dieciséis

Capítulo Diecisiete

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Prólogo

 

 

 

 

 

Levi Tucker

Penitenciaria del estado de Oregón.

2605 State St., Salem, OR 97310

 

Estimada señorita Grayson:

Debido a determinadas circunstancias, mi condena llegará a su fin antes de lo programado en un principio. He estado siguiendo su trabajo y me gustaría contratarla para que diseñe la casa que quiero construir.

Atentamente,

Levi Tucker

 

Estimado señor Tucker:

Me alegro de que vaya a salir pronto de la cárcel. Imagino que será un gran alivio. Como podrá imaginar, mi trabajo está muy demandado, y dudo que pueda aceptar un proyecto con tan poca antelación.

Lo lamento.

Faith Grayson

 

Estimada señorita Grayson:

Sea cual sea su tarifa habitual, puedo doblarla.

Atentamente,

Levi Tucker

Estimado señor Tucker:

Para serle sincera del todo, le diré que le he buscado en Google. Mis hermanos me mirarían con malos ojos si aceptara este trabajo.

Con todos mis respetos,

Faith Grayson

 

 

Estimada señorita Grayson:

Repita la búsqueda y verá que estoy en proceso de ser absuelto. Además, no pasará nada si sus hermanos no se enteran.

Le triplico la tarifa.

Atentamente,

Levi Tucker

 

 

Estimado señor Tucker:

Si necesita ponerse en contacto conmigo, asegúrese de llamarme a mi número personal, que aparece al final de esta página.

Confío en que estemos en contacto tras su puesta en libertad.

Faith

Capítulo Uno

 

 

 

 

 

Levi Tucker no era un asesino.

Era un hecho ya reconocido oficialmente por la ley.

No había sabido qué esperarse tras la puesta en libertad. Alivio, tal vez. Imaginaba que era lo que sentían la mayoría de los hombres. Sin embargo, en cuanto las puertas de la cárcel se habían cerrado tras él, había sentido otra cosa.

Pura rabia; una rabia terrible que lo quemaba por dentro.

La cuestión era que Levi Tucker siempre había sabido que no era un asesino.

Lo único que había tenido el estado de Oregón había sido un indicio de sospecha. Joder, si ni siquiera habían tenido un cadáver.

Principalmente porque Alicia no estaba muerta.

Y era el colmo, porque aún tenía que divorciarse de la mujer que se había marchado haciendo parecer que él la había matado. Seguían casados. Por supuesto, en cuanto había podido, había solicitado el divorcio y todo estaba camino de solucionarse.

Dudaba que ella impugnara, pero a saber…

Había creído conocer a esa mujer. Y aunque había sido muy consciente de que su matrimonio no era perfecto, no se había esperado que su esposa desapareciera una tórrida noche de verano sembrando la duda sobre él.

Si no había sido intencionado, Alicia podría haber reaparecido en algún momento después de desaparecer. Cuando le estaban interrogando, por ejemplo. Cuando le arrestaron.

Pero no.

Le había obligado a creer que su objetivo había sido que lo arrestaran además de deshonrarlo y humillarlo de un modo deplorable.

Ahora se preguntaba si su relación había sido un juego todo el tiempo.

La chica que lo había amado a pesar de la reputación que tenía su familia en Copper Ridge. La misma que había jurado permanecer a su lado pasara lo que pasara, tanto si él hacía fortuna como si no. Al final la había hecho y le había jurado a Alicia que le construiría una casa en lo alto de una colina en Copper Ridge para poder mirar desde arriba a todos los que alguna vez los habían mirado a ellos por encima del hombro.

Pero hasta entonces había disfrutado en el trabajo, alejado del pueblo donde había crecido. Alicia, por su parte, se había sumergido cada vez más en la faceta glamurosa de su nuevo estilo de vida; al contrario que él, que había querido sencillez. Su propio rancho. Sus propios caballos.

Alicia había querido más. Y, al parecer, al final, había llegado a la conclusión de que podía tenerlo todo sin él.

Por suerte, el dinero había acabado siendo su perdición. Durante los años previos a su marcha, había estado desviándolo a su propia cuenta sin que él se enterara, y cuando se había quedado sin fondos, había ido detrás del dinero que a Levi le quedaba en las suyas.

Y así la habían pillado.

Se había pasado años viviendo del dinero que tanto le había costado ganar a él.

Cinco años.

Cinco años infernales que Levi había pasado encerrado como asesino de una mujer. De su esposa.

En definitiva, una situación estupenda.

Pero había sobrevivido. Al igual que había sobrevivido a todas las mierdas que le habían pasado antes.

Suponía que, al final, el dinero le había protegido en muchos sentidos.

Joder, tal vez no habría podido salir de esa celda y recuperar su sombrero Stetson y su vida de no ser porque tenía un buen equipo de abogados que había logrado que se reabriera el caso… por muy fácil que pareciera, teniendo en cuenta que habían encontrado viva a su esposa.

El chico que había sido por entonces…

Dudaba que ese chico hubiera podido conseguir justicia.

Pero el hombre que era ahora…

Ese hombre se encontraba en un gran solar de su propiedad y situado bastante cerca de la casa que tenía alquilada, mientras esperaba a que llegara la arquitecta. La arquitecta que diseñaría la casa que se merecía después de haber pasado cinco años entre rejas.

No habría rejas en esa casa, en la casa que tanto había querido Alicia para demostrarle a todo el pueblo que ellos dos eran mejores de lo que habían sido al nacer.

La diferencia era que ella no lo era.

Sin él, ella no era nada. Y Levi se lo demostraría.

No, su casa no tendría rejas. Solo tendría ventanas.

Ventanas con vistas a las montañas que dominaban Copper Ridge, Oregón; el pueblo donde había crecido. Por aquel entonces a él y a su familia los habían considerado malas influencias.

Era la clase de chico al que los padres no querían que se acercasen sus hijas.

Una semilla mala caída de un árbol podrido.

Y tenía la sensación de que esa opinión pública no habría cambiado.

Desde luego, esa reputación no había ayudado mucho cuando lo habían procesado y condenado cinco años atrás.

«Patrones de repetición». Era un término que se había comentado muchas veces. Había muchas probabilidades de que un padre maltratador hubiera criado a un hijo maltratador que luego se había convertido en asesino.

Era la progresión natural, ¿no?

La progresión natural de hombres como él.

Alicia lo había sabido, ¡cómo no! Lo conocía mejor que cualquier otra persona en el mundo.

Y, en cambio, había resultado que él no la conocía en absoluto.

En fin, la cuestión era que había acabado en prisión, tal como ella había pretendido, pero había logrado salir de allí y ahora estaría en la montaña, en su casa superlujosa, y mirando desde arriba a todos los que habían pensado que la cárcel sería su final.

La mejor casa del pueblo y en la ubicación más privilegiada. Ese era su objetivo.

Ahora solo tenía que esperar a que llegara Faith Grayson. Según decían, era la arquitecta del momento, lo mejorcito en diseño de hogares a medida.

Sus casas eran más que simples construcciones. Eran obras de arte. Y él estaba decidido a ser el propietario de una de ellas.

Tenía la misión de recuperar todo lo que había perdido; de vivir lo mejor que pudiera mientras su esposa se veía obligada a asumir que se quedaría sin nada.

En realidad, era imposible demostrar que Alicia hubiera cometido un crimen. Después de todo, no había llamado a la policía, y eso podría servir como argumento de que no había tenido intención de que lo arrestaran. Y también podría resultar convincente que negara haber sabido que él había entrado en la cárcel.

Ella decía que se había alejado de su vida y no había mirado atrás. El hecho de haber estado accediendo al dinero había sido una necesidad y una prueba de que no había intentado esconderse.

Levi no se lo creía. No la creía y por eso la había dejado sin ningún acceso a su dinero. Se había visto obligada a acudir a sus padres arrastrándose para que le dieran una asignación. Y él se alegraba.

Decían que la mejor venganza era vivir bien.

Y eso era justo lo que Levi Tucker pretendía hacer.

 

 

Faith Grayson sabía que reunirse con un exconvicto en lo alto de una montaña aislada podía considerarse una estupidez.

Sin embargo, Levi Tucker era un exconvicto porque lo habían condenado por equivocación desde un principio. Al menos, eso era lo que decía el comunicado oficial de la Oficina del Fiscal del Estado de Oregón. Además, era obvio, porque su esposa no estaba muerta.

Lo habían condenado por el asesinato de alguien que estaba vivo. Y aunque se especulaba mucho sobre el hecho de que esa mujer jamás se habría alejado de él si no fuera un hombre peligroso y aterrador, la realidad era que no era un asesino.

Punto.

Sabía muy bien lo que Isaiah y Joshua, dos de sus hermanos, dirían sobre esa reunión. Y sería algo subidito de tono.

Pero a Faith la fascinaba ese hombre que estaba dispuesto a pagar tanto por conseguir uno de sus diseños. Y, sí, a lo mejor todo eso también le había inflado un poco el ego. No podía negarlo.

Al fin y al cabo era humana.

Una humana que había trabajado muchísimo para mantenerse como figura destacada en el mundo de la arquitectura.

Había diseñado edificios que habían cambiado los perfiles de distintas ciudades y había hecho casas para ricos y famosos.

No tenía nada que ver con Levi Tucker, el millonario hecho a sí mismo cuyo mundo se había desmoronado con la desaparición de su esposa más de cinco años atrás. El hombre al que habían juzgado y condenado por asesinato aun sin que hubiera un cadáver.

El que se había pasado los últimos cinco años en prisión y que ahora intentaba recuperar su vida…

Y la quería a ella. Así que, desde luego, a Faith le resultaba muy interesante.

Aun a riesgo de parecer desagradecida, estaba empezando a aburrirse mucho. Su destreza para el diseño la había hecho famosa siendo jovencísima, aunque, claro, habían sido sus hermanos mayores, y la agudeza empresarial de estos, los que la habían ayudado a encontrar el éxito tan rápido.

Joshua era un mago de la relaciones públicas e Isaiah, un genio de las finanzas. Ella era la que tenía imaginación; la que veía edificios creciendo del suelo como árboles y buscaba el modo de darles nuevas formas, de dibujar líneas nuevas en el paisaje artificial y mezclarlo todo con la naturaleza.

Siempre había sido una artista, pero su fascinación por los edificios había nacido en un viaje que había hecho con su familia cuando era pequeña. Habían conducido desde Copper Ridge hasta Portland, Oregón, y se había quedado impactada con la belleza que rodeaba a la ciudad.

Al llegar a la habitación del hotel, había empezado a dibujar intentando encontrar el modo de combinar forma y funcionalidad con la belleza natural ya existente.

Y aquello se había convertido en una obsesión.

Era duro ser una persona obsesionada; una persona ensimismada en sus sueños y fantasías.

Complicaba las relaciones con los demás.

Por suerte, había encontrado a una buena amiga, Mia, que la había entendido por completo, con sus peculiaridades.

Ahora Mia era su cuñada porque se había casado con su hermano mayor.

Era algo que Faith no se había visto venir. Devlin le sacaba más de diez años y ella no había tenido ni idea de que su amiga hubiera sentido algo por él.

Por supuesto, se alegraba por los dos, aunque a veces la hacía sentirse aislada que ahora su amiga tuviera «eso» que ella no había tenido nunca y que «eso» fuera su hermano precisamente.

Incluso Joshua e Isaiah habían encontrado el amor y estaban casados.

Tal vez fuera su familia la que la había llevado hasta lo alto de esa montaña hoy.

Tal vez su insatisfacción con su vida personal fuera el motivo por el que le resultaba tan interesante y novedoso hacer algo con Levi Tucker.

Todo lo que había logrado lo había hecho con el permiso y la ayuda de otros.

Aunque solo fuese por una vez, quería hacer algo siguiendo sus propias reglas. Quería que dejaran de verla como una niña prodigio, que por cierto, resultaba ridículo, porque con veinticinco años, de niña no tenía nada, y que la vieran como alguien que de verdad era genial en lo que hacía. Quería que su edad quedara al margen, al igual que sus hermanos mayores, que a veces parecían más sus canguros que otra cosa.

Soltó un largo y lento suspiro mientras tomaba la última curva del camino de montaña y veía el solar. Sin embargo, no fueron ni el solar ni el paisaje que lo rodeaba los que destacaron en esa imagen. No, lo que destacó fue el hombre que estaba allí de pie con unas botas de vaquero desgastadas y las manos metidas en los bolsillos de sus tejanos estropeados. Llevaba una camiseta negra, a pesar de que la mañana era fresca, y un sombrero vaquero negro.

Tenía las manos cubiertas de tinta, aunque desde donde estaba no podía distinguir los tatuajes que le pintaban la piel.

Aun así, y por raro que pareciera, le recordaban a la arquitectura. Los tatuajes parecían resaltarle los músculos y la piel aun estando cubierta por ellos.

Aparcó y se quedó sentada dentro un momento, completamente impactada por la imagen.

Por supuesto, lo había buscado en Internet y sabía qué aspecto tenía, pero suponía que no se había hecho una idea de su… escala.

Cosa rara, porque se le daba muy bien calcular esos detalles en las fotos. Tenía un ojo matemático que se fundía con su sensibilidad artística de forma innata.

Y, aun así, no había podido formarse una imagen precisa del hombre.

Al bajar del coche se impresionó al ver que, por sí solo, parecía llenar todo ese extenso espacio vacío.

Sin embargo, eso no tenía ningún sentido.

Era un hombre grande. Pasaría del metro ochenta y cinco y tenía los hombros anchos, aunque desde luego no llenaba ese espacio. No literalmente.

Pero Faith sintió su presencia como un roce cuando el frío aire la envolvió.

Y cuando los ojos azul hielo de él conectaron con los de ella, respiró hondo, segura de que él también le había llenado los pulmones.

Porque ese aire ya no era frío. Era caliente.

Porque esos ojos azules ardían de algo.

De rabia. De ira.

No dirigidas a ella; de hecho, su expresión casi resultaba simpática.

Pero había algo bullendo bajo la superficie que ya la había atrapado y no la soltaría.

–Señorita Grayson –dijo envolviéndola con una voz igual de caliente–. Un placer conocerla.

Él le tendió la mano y ella se acercó apresuradamente y se estremeció justo antes de que se tocaran porque sabía que quemaría.

Y quemó.

–Señor Tucker –respondió asegurándose de mantener un tono neutro.

–Este es el terreno. Espero que lo vea factible.

–Sí –dijo estupefacta. Tenía que mirar a su alrededor, mirar las vistas y dónde iría situada la casa. Ese solar era mucho más que aprovechable. Era inspirador–. ¿Qué tiene pensado? Creo que es mejor empezar por las expectativas del cliente –dijo, asegurándose de llevar la conversación por la dirección correcta. No podía seguir pensando en ese hombre.

El hombre no importaba.

Importaba la casa.

–Quiero que sea todo lo contrario a una cárcel –respondió él con rotundidad y decisión.

Faith no podía imaginarse a ese hombre, tan salvaje e inmenso como los árboles y las cumbres que los rodeaban, encerrado en una celda. Aislado.

De pronto se sintió obligada a ser la respuesta a esa oscuridad. A asegurarse de que los muros que le construyera no parecieran muros.

–Ventanas –dijo. Era lo más sencillo y lo más obvio. Sensación de libertad. Empezó a maquinar la forma de poder construir una casa sin puertas, donde todo estuviera oculto por ángulos y curvas–. ¿Sin puertas?

–Vivo solo. No hay necesidad de puertas.

–¿Y no tiene pensado vivir con nadie en un futuro?

–Jamás. Imagino que no le sorprenderá que se me hayan quitado las ganas de matrimonio.

–Ventanas. Iluminación –dijo Faith girándose al este–. El sol saldrá por aquí temprano y podemos intentar capturar la luz por la mañana cuando se despierte y… –se giró hacia el otro lado– asegurarnos de que luego pueda ver la luz irse por aquí. Cocina. Salón. ¿Despacho?

Moviendo los dedos nerviosa, sacó un bloc de su gran bolsa de piel, tomó notas y trazó unas líneas rápidamente. Al sentir un hormigueo en la piel de la cara se detuvo y levantó la mirada.

Levi estaba mirándola. Ella carraspeó.

–¿Puedo preguntarle… qué lo animó a ponerse en contacto conmigo? ¿Cuál de mis edificios?

–Todos. En la cárcel tuve tiempo de sobra. Aunque hice lo que pude por gestionar algunos de mis negocios mientras estuve entre rejas, tuve mucho tiempo para leer. Me llamó la atención un artículo sobre usted y me fascinó su trabajo. No voy a mentirle, estoy deseando tener algo suyo.

Hubo algo en esas palabras que la emocionó. Ahora estaba sudando.

–¿Mío?

–Su marca. Tener una casa diseñada por usted es un premio de lo más codiciado.

Faith sintió calor en las mejillas y no supo por qué. Carecía de falsa modestia. Los últimos años de su vida habían sido extraordinarios. Aceptaba su éxito y no se disculpaba por ello. No agachaba la cabeza ni se colocaba el pelo detrás de la oreja con mirada tímida, como estaba haciendo ahora.

–Supongo.

–Sabe que es verdad.

–Sí –respondió ella aclarándose la voz–. Lo sé.

–Digan lo que digan los medios de comunicación y lo que crean las fuerzas de seguridad, mi mujer intentó destruirme la vida, y no voy a permitir que se atribuya esa victoria. No soy un ave fénix resurgiendo de las cenizas. Solo soy un hombre furioso y dispuesto a prenderle fuego a algo y verlo arder. Voy a demostrarles al mundo y a ella que no se me puede destruir. No voy a escabullirme entre las sombras. Voy a reconstruirlo todo hasta que todo lo que he hecho importe más que lo que ella me hizo a mí. No voy a permitir que se me recuerde por su nombre y por lo que hizo. Seguro que usted puede entenderlo.

Y podía. Por raro que pareciera, podía. Lo que le había pasado a ese hombre era inaceptable.

Ella no estaba enfadada con nadie, y tampoco tenía motivos para estarlo, pero sabía lo que suponía alcanzar tus propios logros. ¿No era eso en lo que había estado pensando durante el camino hacia allí?

–Mire –dijo guardando el bloc–, lo que dije sobre que a mis hermanos no les haría ninguna gracia que acepte este trabajo era verdad.

–¿Y qué tienen que ver sus hermanos en esto?

–Si ha leído algo sobre mí, sabrá que trabajo con ellos. Sabrá que nos hemos fusionado con la constructora que lleva la gran mayoría de nuestros edificios y que mis hermanos dirigen una parte significativa de nuestro negocio.

–Sí, lo sé. Pero usted podría llevarlo sin ellos. Ellos, en cambio, no pueden llevar el negocio sin usted.

Levi dijo las mismas palabras que ella había pensado más de una vez mientras escuchaba a Joshua y a Isaiah hablando sobre distintos temas. Joshua era encantador e intentaba evitar resultar dictatorial. Isaiah jamás se molestaba en hacerlo. La única persona con la que era amable era su esposa, Poppy, que le tenía robado el corazón. Un corazón que muchos habían dudado que tuviera.

–Bueno, lo que quería decir es que tenemos que mantener este proyecto en secreto, al menos hasta que esté bien avanzado. Jonathan Bear se encargará de la construcción. Es el mejor.

–Conozco a Jonathan Bear.

–¿Sí? –preguntó sorprendida.

–Soy un par de años mayor que él, pero los dos crecimos aquí en el pueblo, en el mismo lado de las vías. O sea, el lado malo.

–Ah. No lo sabía.

Sabía que Levi era de allí, pero él se había marchado del pueblo hacía tanto tiempo y sus círculos de amigos eran tan distintos que no se habrían cruzado nunca.

Además, si Levi era mayor que Jonathan Bear, entonces debía de sacarle a ella unos trece años.