Amor en Escocia - Alexandra Granados - E-Book

Amor en Escocia E-Book

Alexandra Granados

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Beschreibung

Payton Taylor es una joven periodista a la que se le ofrece el trabajo de sus sueños: ser la ayudante de un famoso escritor, que además la ayudará con su última novela. Evidentemente todo es una tapadera para que Payton descubra los trapos sucios del matrimonio fallido de Jhon Riley con la actriz más famosa del momento, Ashley Walker. Todo sería sencillo, si no fuera porque John, no es otro que el niño que le destrozó el corazón años atrás y que ahora se ha convertido en un atractivo escritor de éxito con una preciosa hija de cinco años, Faith. Llegados a este punto, ¿podrá seguir adelante con el artículo que sabe que destrozara el corazón a Jhon y la pequeña Faith? ¿Debería dejar atrás sus planes y darle una oportunidad al amor?

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Amor en Escocia

Alexandra Granados

Para mi familia, y sobre todo para ti, mi John.

Edición en Formato digital:

Febrero 2016

Título Original: Amor en Escocia

©Alexandra Granados, 2016

©Editorial Romantic Ediciones, 2016

www.romantic–ediciones.com

Imagen de portada © Alberto Zornetta, Michalakis Ppalis.

Diseño de portada y maquetación: Olalla Pons

ISBN: 978-84-944875-4-5

Prohibida la reproducción total o parcial, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, en cualquier medio o procedimiento, bajo las sanciones establecidas por las leyes.

Índice

Prólogo

1

2

3

4

5

6

7

8

9

10

11

12

13

14

15

EPÍLOGO

Agradecimientos

Prólogo

Payton se encontraba escondida en un rincón de la estancia observando con impaciencia a cada niño que entraba en el aula. Se sentía emocionada ante la idea de poder encontrarse de nuevo con John. Llevaba semanas fuera de viaje con sus padres y ya le echaba de menos.

Era increíble lo rápido que se pasaba el tiempo cuando estaba entretenida jugando con él, y lo lento que se hacía cuando se iba de su lado.

–Pero ya está aquí y todo será como antes.

Contenta consigo misma, se miró en el espejo acariciando su lindo vestido con inocencia. Su tía se lo había regalado por su cumpleaños el mes pasado y aunque era algo aniñado con todos sus volantes y lacitos rosas, a ella le gustaba. Para una niña que no había tenido muchas cosas en su corta de vida, un vestido nuevo era algo que festejar.

Contuvo la respiración al oír la voz de John a pocos pasos de ella. Dio un pequeño salto dispuesta a lanzarse sobre él como siempre hacía, para que la cogiera en vilo y diera vueltas a su alrededor. Era un juego que ambos adoraban, y que hacían desde que se conocían.

–¡John! – Chilló emocionada corriendo a sus brazos.

Gimió un poco al chocarse contra su pecho y ver que no la cogía en brazos. Su corazón comenzó a latir de forma frenética al elevar la mirada y observar la frialdad que había en los ojos azules de su amigo.

–¿John?

Bruscamente él la soltó, mientras se giraba a tomar la mano de una niñita de cabellos dorados, pelo rizado y recogido en un moño perfecto. Un vestido de temporada moderno, sin lazos ni colores cursis.

–¿Sucede algo?

Payton abrió la boca para preguntarle a su amigo que le pasaba, cuando él bruscamente al ver que la recién llegada le miraba con un mohín, la apartó de un empujón, llevándola a darse casi con la pared de enfrente.

–¡John!

–Esa pueblerina te llama.

–No la conozco, ¿no ves cómo va vestida?. No tengo nada que ver con ella.

La rubia sonrió alegre mientras tomaba su mano de allí y se iban en dirección al patio, dejando atrás a una llorosa Payton sin entender nada de lo que había pasado.

–Eh, coletas, no llores como una niña pequeña –se burló uno de los niños más gamberros de la escuela.

–¡Su novio la ha dejado por otra! –Increpó otro sacándole la lengua– ¡Todo el mundo abandona a la huérfana, nadie la quiere!.

Payton dolida por oír aquellos insultos tan horribles, salió corriendo del aula, sin rumbo fijo. Sólo quería esconderse en un hueco profundo y llorar a moco tendido hasta que no le quedasen más lágrimas.

La profesora de guardia al verla correr con tanta angustia, la siguió, ordenando al resto de los compañeros que se quedaran sentados en la clase sin armar escándalo.

–Querida niña…

–¡Quiero irme a casa!

–Cariño, tu tía te trajo aquí para que estudiaras y te convirtieras en una señorita bien formada y preparada para la vida. Estás interna, no puedes irte.

–¡Quiero ir con mi mamá!

La niña miró a la maestra con lágrimas en los ojos, mientras hipaba convulsivamente. El desprecio de John la había hecho recordar el abandono un año atrás de su mamá.

–Querida, tu mamá ahora está en el cielo, te observa todo lo que haces. Si lloras se pondrá triste.

–Todos me dejan –musitó quejumbrosa encogiéndose en el suelo mientras se llevaba las piernecitas al pecho.

–Cariño, apenas tienes ocho años, eres joven para decir algo así.

–John me quería hace dos meses, y ahora ya ni me recuerda.

–Tuvo un accidente en Escocia, su familia…

–¡No me importa!

Furiosa por volver a ser débil, Payton se lanzó a los brazos de la profesora, llamando a gritos a su mamá. Sentir el desprecio de la rubia por su vestido le había afectado más de lo que quería mostrar. Perder a su mejor amigo era difícil, pero que fuera a manos de una niña rubia tan altiva, la molestaba, porqué su tía era así con ella, y no le gustaba nada cada vez que tenía que verla por vacaciones o Navidad.

–Sólo quiero irme a casa, maestra. Allí me querían.

–Querida algún día tendrás a alguien que te ame por quién seas, no por lo que aparentes –murmuró ella abrazándola con fuerza–. Te prometo que todo irá bien.

La niña sorbió un poco de sus mocos mientras recordaba la mirada de desdén de John al apartarla de aquella forma tan brusca de sus brazos. Ella que se había puesto su vestido nuevo para sorprenderle, terminaba tirada en el barro del suelo abrazada a la profesora por tener roto el corazón.

Algún día tendrás a alguien que te ame por quién seas.

Las palabras de su profesora resonaban en su cabeza, pero para ella no tenían significado alguno.

Su mamá la había dejado, dejándose vencer por la enfermedad.

Su papá estaba en paradero desconocido.

Su tía no soportaba su presencia, y la internaba en el colegio el año lectivo para no tener que verla a menudo.

Y John… para ella su mejor amigo había muerto también.

Todos a quiénes quería terminaban dejándola. Por ello se hizo una promesa que no pensaba olvidar mientras viviese.

Nunca jamás le volvería a entregar su corazón a nadie.

1

Mirando a los ojos de Andrew Richards se podían encontrar miles de cosas, y eso Payton Taylor lo sabía a la perfección. Por algo llevaba trabajando a su lado como periodista y escritora en ciernes más de cinco años. Ya sabía reconocer su estado de ánimo con sólo ver el moteado de sus ojos negros crecer y brillar.

Ahora mismo su jefe estaba frustrado y eso no le gustaba nada.

–¿Vas a decirme por qué me has llamado? –Preguntó ella quitándose las gafas con gesto nervioso–. Quiero continuar con mi artículo. Tengo muchas cosas que hacer en casa todavía.

Gruñó interiormente al ver el moteado de los ojos de Andrew pasar a convertirse en finas rendijas de pena al oírla. Quiso decirle que no tenía que darle condolencias por el fallecimiento de su tía semanas atrás. Ella no la echaba de menos, y no porque fuera cruel con la mujer.

Durante los últimos años, tras pasar por varios internados, escuelas y la propia Universidad de Periodismo a la que había ido, había tenido muy poco tiempo para visitar a su tía y cogerle cariño.

Amanda Taylor no era cariñosa, y eso se lo había hecho ver desde muy pequeñita. La hermana de su padre nunca había tenido niños, ni amor por ellos y por eso cuando se encontró sola para cuidarla a su tierna edad de siete años, la había tratado lo mejor que había sabido.

Al menos no le había faltado comida, ni sustento.

¿Quién quería el amor?

Carraspeó un poco para quitarse de encima esos molestos pensamientos, mientras volvía a clavar su mirada en Andrew. Estaba poniéndola nerviosa que no hablara con claridad y le dijera de una vez porqué necesitaba verla con tanta urgencia.

–Querida Payton, sabes que te he cogido mucho cariño desde que estás trabajando para mí. Llevas años en este periódico y cada día me siento más orgulloso de mi mismo por haberte dado una oportunidad recién salida de la universidad como becaria para…

–Andrew ve al grano por favor. Te conozco.

–Quiero que escribas para mí un artículo de investigación sobre la familia de una actriz del momento: Ashley Walker.

Payton alzó una ceja sorprendida.

–¿Qué? Yo soy periodista de literatura, obras, teatro y documentación. Yo nunca he escrito un artículo de investigación.

–Eres la única que puede acceder a la vida normal de la familia de la actriz sin que nadie sospeche.

–¿Qué quieres decir con eso?

–Poca gente sabe que la señorita Walker está casada, y tiene una niña pequeña. Al parecer a la actriz no le gusta que se sepa que es esposa y tiene a su cargo a una niña pequeña.

–Eso no explica por qué quieres que sea yo quien escriba el artículo.

Andrew sonrió con ternura mientras la miraba con cariño en los ojos.

–Necesito una persona cariñosa como tú que sepa acercarse a la niña y al marido y descubra la razón por la cual Ashley reniega de ellos.

Ella se levantó de la mesa enfadada.

–No. Encárgaselo a otro. Yo ya tengo bastante con mis artículos pendientes, mi libro y el fallecimiento de mi tía. No tengo tiempo.

Cogió sus gafas y poniéndoselas en la cabeza se dirigió a la salida queriendo no saber más del tema.

–Quizá te convenga que me escuches –susurró Andrew con voz sugerente–. Hay algo más que desconoces y que te hará desear tener este trabajo.

–No me interesa estar cerca de una actriz.

–¿Y de un escritor?

Payton se giró de golpe con la mano apoyada en el pomo de la puerta. Alzó una ceja con la duda grabada en la mirada tras oírle. ¿Un escritor?

–¿Quieres decir que Ashley Walker, la gran actriz del momento, está casada con un escritor y tú quieres que yo vaya a escribir un artículo de investigación a su casa?

–Sí, querida niña. Quiero que vayas allí, descubras los trapos sucios de esa familia y escribas un buen artículo que nos haga ganar millones.

–Yo no me gano la vida destrozando la vida de alguien, aunque quiera conocer en persona a un escritor.

–¿Y si te digo que ese escritor está buscando a una becaria que sepa escribir, para relanzarla y ayudarla a publicar un libro, mientras le ayuda a terminar su última gran obra?

Ahora sí que se quedó ella sin palabras.

Ayudarla a publicar un libro.

Su cara se tiñó de rojo escarlata al pensar durante un segundo en aceptar el trabajo sólo por eso. Su primera y única creación de novela literaria no había tenido el éxito que había ansiado obtener. Quizá aquello sería la ayuda que necesitaba para lanzar su carrera.

–¿Quién es y a dónde tendría que ir?

–Una mansión en Escocia, vive allí con su hija de cinco años. Tu trabajo sería sencillo. Aceptarías el trabajo de secretaria del escritor. Mecanografiarás lo que él te pida de su libro, y descubrirás lo que ocultan. No es normal que Ashley tenga tan oculta su vida privada. Ni siquiera vive ella allí.

–Ser detective no se me da muy bien.

–Ser periodista sí, querida mía. Piénsalo de esta forma. Yo gano un artículo que puede ponernos en los periódicos más de moda del momento, y tú ganas la oportunidad de que una estrella lance tu carrera a lo más alto. Nadie pierde.

Las palabras de Andrew comenzaron a grabarse en su mente, haciéndola sentir incómoda e interesada. Ella nunca había tenido que mentir o engañar para escribir un artículo. Su trabajo era sencillo, legal y cómodo. Si aceptaba aquél trabajo… estaría renunciando a todo por lo que había luchado los últimos años.

–Andrew, me tienta mucho la oferta, pero sinceramente no creo que yo sea la persona adecuada para…

–¿Ni siquiera quieres saber quién es el escritor? –Comenzó a decir su jefe interrumpiéndola sin compasión.

–Agradezco que hayas pensado en mí, pero yo no…

–John Riley, el creador de la saga policiaca más vendida del momento.

Payton se quedó sin respiración al oír aquel nombre. Durante un segundo su mente ideó la posibilidad de que no fuera el John que ella conocía de pequeña. Hacía años que no sabía de él. Quizá era casualidad que se llamara igual que la persona que ya de niña la traicionó jugando con su corazón infantil.

–¿La mansión está en Escocia? –Preguntó con un hilo de voz–. ¿Y viven sólo ellos?

–John y Faith Riley. Los padres de él murieron cuando era pequeño y no le gusta tener a gente desconocida en su casa.

–¿Y por qué ahora quiere que alguien le ayude con su libro?

–Esa es una de las cosas que quiero que averigües –sonrió él–. Necesito saber qué ha podido pasar para que dejen el anonimato. Tú eres la persona indicada para descubrir lo que pasa y sacarlo a la luz. Es imperioso descubrir lo que ocultan Ashley Walker y John Riley.

Payton asintió casi sin escucharle, convencida ya del todo que el marido de la actriz que vivía en Escocia, y su mejor amigo de la infancia era la misma persona. No podía ser posible tanta casualidad.

–Así que terminó siendo escritor…

–Pensé que habrías oído hablar de él, es famoso en la actualidad con sus libros.

–Las novelas policíacas no son lo mío, jefe.

Sin saber qué pensar o qué sentir, se quedó un rato mirando fijamente a Andrew Richards, queriéndose inventar alguna excusa que la eximiera de aceptar aquél trabajo, pero desde que sabía que se trataba de John, su John, no quería dejar pasar la ocasión.

–Quiero tener los gastos pagados para el viaje –comenzó a decir con seriedad–. Espero que no tenga que estar mucho rato en Escocia. Hace condenadamente frío en esta época del año.

–En un par de días, recibirás el sobre con todos los datos que tenemos hasta ahora, incluidos los billetes de avión, y dinero efectivo que necesites para ir a la mansión Riley. La duración allí sólo dependerá de ti. Una vez descubras el secreto de esa familia, podrás regresar a casa.

Payton asintió. Se giró, ahora sí, lista para irse, pensando en cómo hacer para aplazar todas las cosas que tenía pendientes en su casa para prepararse para el viaje rumbo a Escocia.

Puede que estuviera mal lo que iban a hacer, pero le daba igual. John le había destrozado el corazón años atrás jugando con sus sentimientos infantiles y ella pensaba vengarse ahora descubriendo el secreto que tan celosamente guardaba para publicarlo en su periódico a la primera oportunidad.

No hay nada mejor como la ira de una mujer despechada.

2

Un par de días después sentada en el avión que despegaría en breve rumbo a Escocia, se encontraba Payton leyendo con atención todo lo que había podido averiguar acerca de Ashley y John Riley.

Ashley Walker, pensó ella satisfecha al haber leído que hacía poco había solicitado el divorcio en los juzgados de primera instancia de Reino Unido. Por lo visto la felicidad conyugal no era algo que primase en ese matrimonio.

–No me das pena… –Musitó mirando una foto sonriente de Ashley sacada de semanas atrás, en el estreno de su última película.

Para su desgracia, desde el momento en el que aceptara realizar aquél trabajo, había rebuscado información sobre el pasado de la actriz por Internet.

La flamante señora Walker procedía de una madre actriz y un padre político, provenientes de América latina. Sin lugar a dudas, la actuación y el drama lo llevaban en la sangre. Curiosamente ella fue una de las actrices que había actuado en la primera película basada en un libro del famoso escritor John Riley. Allí se habían conocido y al parecer enamorado, cinco años atrás.

Del noviazgo de la pareja y del futuro matrimonio nunca se llegó a saber nada más, hasta ahora que los rumores habían salpicado a la actriz.

–Razón por la cual voy a cruzar al aire un par de kilómetros para escribir un reportaje sobre ellos… –Murmuró Payton en voz alta recostándose en su asiento.

Frustrada consigo misma y con el trabajito que tenía que realizar en las próximas semanas, guardó en su bolso la información que estaba leyendo y cerrando los ojos deseó pasar las horas de vuelo dormida para no notar el despegue ni el aterrizaje del monstruo alado.

Nunca le había gustado especialmente volar.

–Perdona, creo que ese asiento dónde tiene sus cosas es el mío… –Musitó una voz dulce a su lado.

Rápidamente abrió los ojos para reflejarlos en la mirada cálida y acogedora del hombre más atractivo y fuerte que había visto en su vida.

–Perdone, no pretendía ocupar su asiento –se disculpó rápidamente desabrochándose el cinturón para ir a coger su bolso y su chaqueta que estaban en el compartimento de arriba del avión.

–No se preocupe, llego tarde, es normal que piense que ya no tendría compañero de viaje– sonrió él amablemente, cogiendo en un rápido movimiento sus cosas y dejándolas en su lugar correcto–. Listo. No tiene por qué levantarse.

Payton le devolvió la sonrisa agradecida mientras volvía a recostarse en su asiento, tras dejar pasar a su acompañante a su sitio.

–La verdad es que odio volar y nunca me fijo por dónde voy, ni lo que hago. Algún día me meteré en problemas por mis despistes.

–Siempre habrá algún dulce caballero que la rescate, señorita…

–Payton Taylor.

–Robert Campbell, encantado de conocerla.

Ella asintió tímida clavando su mirada en el respaldo del asiento delantero, sin querer ponerse en ridículo frente a él. Se notaba que era educado y parecía además buena persona. Lástima que ella ya no creyese en el amor, ni en las relaciones duraderas.

Podía haber sido un buen partido.

–Puede agarrarme la mano si lo desea, Payton, el despegue según dicen es aterrador si no estás acostumbrada a volar.

–Prefiero no molestarle –adujo con educación mirando su maletín–. Seguro que tiene mucho en lo que trabajar.

–Realmente hasta que no llegue a casa con mi hija y mi jefe no empezaré a trabajar de nuevo. Aún puedo disfrutar de mis vacaciones sin tener que abrir el maletín.

Así que está casado, ella suspiró con melancolía cerrando los ojos de nuevo mientras oía como el altavoz del avión anunciaba que el despegue iba a realizarse en pocos instantes. Cerró su mano en un puño, pensando que aquella sería la última vez que viajaría en avión. Prefería pasar el tiempo conduciendo su coche por carretera, que soportar más de una hora en el aire.

Empezó a enumerar el listado de cosas que tendría que hacer cuando regresara a casa tras finalizar el trabajo que Andrew le acababa de encargar con la esperanza de que la relajara, pero al percibir que el avión comenzaba a caminar, los nervios se apoderaron de ella.

No pienses en el despegue, no va a pasar nada. Tranquila, repetía una y otra vez inquieta, en menos de una hora y media estaré en Escocia y podré devolverle a Jhon el daño que me hizo. No tengo que sentir pánico por un pequeño viaje en avión.

De pronto un tacto cálido y acogedor en su puño cerrado la hizo abrir los ojos de forma automática.

–¿Qué?

–Tranquila, no pasa nada –murmuró Robert sonriente–. Yo estoy contigo.

Payton asintió abriendo su mano para agarrarse a la fuerza de su compañero de viaje. Era cierto que no creía en el amor, ni en los demás, pero si alguien le prestaba su ayuda, no era tan tonta como para rechazarla.

Al menos no ese día.

–Gracias.

Volvió a cerrar los ojos, esta vez bien cogida de la mano por Robert y, ahora sí, comenzó a pensar en una lista de lo primero que tendría que hacer cuando llegase a la mansión Riley. La venganza era su misión principal, pero no iba a pasar por alto la oportunidad de su vida con respecto a su libro.

“Secreto de Perfume” su única creación literaria hasta el momento no había obtenido el éxito que ella habría deseado tener, porque aún no era una escritora de renombre. Usar a John Riley para conseguir relanzar su carrera de escritora era una muy buena idea. Quizá su plan pudiera ser algo malvado pero el día que él se olvidó de ella, le rompió el corazón y la convirtió en lo que era ahora.

–Ya puedes respirar de nuevo –murmuro Robert tranquilo–. Ya estamos en el aire.