Andrés y la bruja lingüista - Mario Campos Pérez - E-Book

Andrés y la bruja lingüista E-Book

Mario Campos Pérez

0,0
9,99 €

oder
-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Marcos ha desaparecido. Tras la aventura en el Castillo de las matemáticas, ni Berto -el Dragón Matemático- ni Andrés saben dónde está. Puede que se haya escapado de casa para solucionar un terrible problema. ¿Estará Marcos en el Planeta del Lenguaje? Un misterio que nos llevará, junto a sus amigos, a una peligrosa aventura poblada de Duendes, Hadas, Sueños y Pesadillas, Dioses Mitológicos, Payasos Diábolicos, Jueces, Magos y Hechiceras, que intentarán evitar que rescaten a su amigo. Tras 53.000 ejemplares vendidos de Andrés y el dragón matemático, sale a la luz la esperada segunda parte de las aventuras de la pandilla que crece aprendiendo. La afición del autor al Lenguaje, y su interés por la Naturaleza Humana le han llevado a escribir este libro con un gran objetivo: Que quienes lo lean consigan ser más felices, gracias a aplicar recetas que se describen en Andrés y la Bruja Lingüista de un modo natural.

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Mario Campos Pérez

Andrés y la Bruja Lingüística

I El abismo

La situación era desesperada. Andrés intentaba alcanzar la mano de Lucía; ella se aferraba a la rama que la salvaba de una caída en el profundo abismo donde se encontraban. Andrés hubiera querido ser un superhéroe de esos que en los cómics siempre salvan a la chica en el último momento, pero se sentía más débil que nunca y mientras intentaba coger la mano de su amiga no podía evitar pensar cómo había comenzado todo y lo arrepentido que estaba de haber aceptado participar en esta aventura. Sólo una semana antes...

—Andrés, creo que debes considerar lo peligroso que es participar en esta aventura.

—Ya lo he pensado, Berto, ya sé que es muy peligrosa. Cuando salimos del asalto al Castillo de las Matemáticas, pensé que nunca volvería a involucrarme en una aventura donde mi vida corriera peligro. Marcos ha desaparecido y en parte es culpa tuya.

—¡Tienes razón! Aunque sólo en parte, Andrés. Marcos me hizo prometer que no diría nada a nadie. Además, me dijo que nunca iría él solo hasta el Planeta del Lenguaje. Yo sólo le puse en contacto con la bruja Marga.

—¿Para qué quería hablar Marcos con Marga, la Bruja Lingüista?

—¡No me lo dijo! Me contó que tenía problemas con la asignatura de lengua y que ella podría ayudarle.

—Pero, Berto, tú también podías haberle ayudado; aunque seas un dragón matemático, también dominas otros temas.

—Es verdad, pero Marcos rechazó mi ayuda. Coincidió, además, que tenía que ver a Marga para el famoso Congreso Anual de Hadas, Brujas y Dragones. Creí que era una buena idea que hablaran, al igual que hemos hecho tú y yo un montón de veces. Aprovecho esta ocasión para criticar tu actitud.

—¿Mi actitud? ¿Qué le ocurre?

—Andrés, ahora no estamos tan unidos como antes. Me visitas cada vez menos y te has distanciado de mí. Ya te dije que cuando los humanos crecen pierden la magia que habita en sus corazones y dejan de creer en nosotros. Es entonces cuando empezamos a formar parte de las leyendas.

—¡Vaya, se trata de eso! ¡Lo siento! Berto, tú eres mi gran amigo, pero últimamente he estado muy liado: los estudios, las tareas que me manda mi padre, el...

—No hace falta que te justifiques. Sólo constato un hecho: en seis meses sólo nos hemos visto una vez.

—¿Sólo?

—¡Sólo!

—Mientras que Marcos ha venido muchas veces a verme al bosque, incluso varias veces por semana.

—¡Varias veces! ¿Y de qué hablabais?

—Marcos se quedó muy impresionado con la aventura en el Castillo de las Matemáticas. Según él, siempre se había sentido inferior a los demás, su autoestima era muy baja, había renunciado a tener verdaderos amigos e incluso a su gran sueño: ser un líder.

—¿Un líder? ¿De qué?

—Daba igual: de un grupo de amigos, de la clase, delegado de deportes, lo que fuera. se sentía muy contento porque Carmen, tú y él, para asaltar el Castillo de las Matemáticas, habíais formado un grupo para estudiar juntos.

—Ahora que lo dices, se lo tomaba muy en serio. Empezó a estudiar duro y siempre venía a las reuniones. Bueno, no siempre, cuando tenía sus dolores de estómago no podía venir. Ya sabes que le incapacitaban. ¡Espera, a lo mejor es eso! ¡Se ha ido solo al Planeta del Lenguaje para solucionar sus problemas de estómago!

—Pero, Andrés, Marcos tenía mucho miedo del asalto al Castillo de las Matemáticas, todos lo teníamos. ¿Recuerdas que dijimos que nunca más volveríamos a asaltarlo?

—¡Claro que me acuerdo! Pasamos mucho miedo enfrentándonos a los habitantes del castillo: Nahúr, Max, la Bruja Mancia, Boris, Skrik, Gorg, Áxel, Gnorr, el Grifo, los Zombis...

—No te olvides de los peores: Cronos, El Amo del Tiempo y La Muerte que se nos presentó bajo el nombre de Nigrum.

—¡Nunca los olvidaré! Pero los peores para mí fueron: Tupol, Yusorf y Lenlo, los Payasos del Averno.

—Te lo pusieron muy difícil: tres payasos implican tres preguntas, ya me acuerdo.

—Berto, creo que nos estamos desviando de la urgencia de la situación. Debemos focalizar lo importante: la desaparició n de Marcos. Tendremos que llamar a los demás. ¿O ya los has avisado?

—No les he podido avisar, sólo recordaba tu dirección y envié a Psigil para que te dijera que necesitábamos vernos.

—Marcos llevaba dos días sin ir a clase, pensábamos que estaba malo, pero cuando el hada Psigil me despertó en medio de la noche para decirme que había desaparecido, que creíais que estaba en el Planeta del Lenguaje y que querías verme. casi me orino encima.

—¿Y qué te contuvo?

—¡Bueno! Eso lo hubiera hecho Luis, no yo.

—¡Eres muy malo, Andrés! Sigues enamorado de Lucía.

—¡No! No es eso. Siento el comentario, no ha sido muy amable.

—Recuerda el dicho: «Si no tienes nada amable que decir, no digas nada.» El silencio, a veces, puede ser la mejor forma de comunicación.

—Berto, ¿llamo a los demás?

—No lo sé, ¿crees que debemos implicarlos?

—Somos amigos, ya estamos implicados. Debemos ayudarle. Si estuvieras perdido en el Planeta del Lenguaje, ¿no querrías que fueran a rescatarte?

—Sí, Andrés, pero esta vez no va a ser como en el Castillo de las Matemáticas, donde yo me ofrecí para que cualquier castigo recayera sobre mí. Esta vez el que vaya se arriesga por sí mismo. Lo sé porque Marga me lo contó. El Planeta del Lenguaje tiene que ver con el Castillo de las Matemáticas en tanto en cuanto las Matemáticas son el lenguaje que explica la Naturaleza, pero por lo demás, existen numerosas diferencias. Técnicamente no es lo mismo el Reino de lo Probable, en cuyo centro geométrico se halla el Castillo de las Matemáticas, que el Planeta del Lenguaje, que se encuentra en la galaxia Galimatías.

—¿Cuáles son las diferencias?

—Las desconozco, Andrés. Ten en cuenta que soy un dragón matemático. Tendremos que localizar a Marga para que ella nos oriente. Pero he intentado buscarla y no la encuentro.

—¿Cómo se localiza a una bruja lingüista? ¿Tiene teléfono?

—No, Andrés, no tiene teléfono. Para comunicarnos usamos a las hadas. Éstas emiten frecuencias de ultrasonidos, como las que detectan los perros, y se comunican a distancias considerables. Yo le dije a Psigil que necesitaba ver a Marga. Psigil, batiendo sus alas, llamó a otra hada y esta otra hada a otra..., trasmitiendo el mensaje íntegro hasta Marga. Pero este sistema presenta un fallo: aunque las hadas cubren toda la tierra, se necesita que Marga esté físicamente en este Mundo para poder oír el mensaje.

—¿Quieres decir que Marga podría estar en el Planeta del Lenguaje?

—Marga mora en el bosque de Flavis. Hasta allí han llegado los sonidos de las hadas, pero no he obtenido respuesta. Sé que Marga está, a veces, en la galaxia Galimatías, donde habitan las brujas lingüistas. Ella vino hasta el bosque de Flavis para enseñar a hablar correctamente a los hijos de los gnomos que allí habitan.

—¿Una especie de profesora particular?

—Sí, creo recordar que os dije que en el bosque de Flavis no había carencias y sus habitantes vivían muy organizados.

—Berto, en el sistema de comunicación de las hadas, entiendo la trasmisión de una a otra, pero ¿cómo logras comunicarte con la primera para enviar el mensaje?

—No te lo puedo decir, debo guardar el secreto de las comunicaciones. Tras nuestra aventura en el Reino de lo Probable, cundió el pánico entre los habitantes del bosque, hubo una gran reunión y aunque fui como invitado, parecía que me estaban juzgando. No entendían que mis amigos fueran humanos, que hubiera involucrado a Tarot y a Psigil, y lo peor de todo: que hubiera puesto en peligro la seguridad del bosque y la de sus moradores.

—¿En peligro?

—Desde su punto de vista, lo que he hecho puede traer como consecuencia que más y más humanos vuelvan a creer en nosotros, que despierten de su letargo y nos consigan ver, y cuando eso suceda... vengan para capturarnos y matarnos. Yo no lo creo así, pero me ven como un Prometeo.

—¿Qué es eso?

—Prometeo robó el fuego a los dioses y se lo dio a los hombres. No tuvo un final feliz...

—Es una metáfora, ¿no? Tú no has robado ningún fuego.

—¡Quizá! Pero he despertado la llama de la curiosidad en los humanos. No en los adultos, pero sí en los niños; Marcos me ha dicho que en tu escuela todo el mundo conoce nuestra historia. He visto algunos chavales rondando por el bosque. Por ahora, tengo... Prohibido dejarme ver.

—¡Vaya historia! Quien lo contó todo, ya sabes quién fue.

—Sí, Andrés, pero no le culpo, era algo demasiado molón para callárselo.

—No le disculpes, Berto. Todo el mundo tiene que ser capaz de guardar un secreto. Luis hizo mal y sé que está arrepentido. Los que le creyeron, los menos, están fabulando demasiado y se inventan hechos que no ocurrieron. Y los que no le han creído se ríen de nosotros por infantiles. Y ya sabes cómo es de orgulloso Luis. Que se rían de él es bastante castigo.

—¡Sí, pobre!

—Creo que debemos movilizarnos. Esperando a que pase el tiempo no se solucionan los problemas. ¡Vamos a afrontarlos!

—Una vez más, Andrés, me sorprende tu madurez. Yo me quedo paralizado cuando el problema es de otro y encima ha sido por mi culpa. Mira mi color rosado, siento vergüenza. Por un lado debería organizar el rescate, si es que Marcos está en el Planeta del Lenguaje, pero no sé cómo actuar. Me viene una idea a la cabeza, creo que es estupenda y empiezo a darle vueltas. Al cabo de un rato, ya no me parece tan buena y la intuyo llena de fallos. Pienso entonces en otra idea y el proceso se repite hasta el infinito.

—Ya s é lo que te ocurre, Berto. Después del entrenamiento que recibimos del hada Psigil, a Carmen y a mí nos empezó a interesar la psicología. Padeces el síndrome de la Intelectualización Excesiva: entras en un círculo vicioso del cual no puedes escapar porque no consigues romperlo. Es fácil que te ocurra a ti, que eres un dragón matemático y posees una lógica aplastante y profundos conocimientos. Una rama del saber te lleva a otra, un camino te conduce a dos más y a su vez estos se desdoblan en otros caminos y tus pensamientos se diluyen por ellos. El resultado es el bloqueo. Ninguna idea te parecerá nunca lo suficientemente buena, siempre encontrarás un resquicio, una fisura y empezará de nuevo todo el proceso.

—Intelectualización Excesiva. ¡Tienes razón, es eso! Ahora que me lo has revelado, ya puedo combatirlo. Sabía que era algo así, sólo que se presentaba de un modo vago en mi mente, pero al nombrarlo, has hecho que entienda perfectamente lo que me ocurre y pueda ponerle un remedio. La nominación ha hecho posible el que me diera cuenta. Marga, la Bruja Lingüista, estaría orgullosa de ti.

—Menos cobas y orgullos. ¿Ya sabes lo que te pasa? ¡Soluciónalo, dragón bobo! ¡Si es que tanto pensar no es bueno!

—¡Tarot, qué alegría de verte!

Tarot vestía su clásico jubón y medias de color azul, una casaca roja de botones dorados, botas negras acabadas en punta y el gorro tocado con una esmeralda de color verde y en el centro de la esmeralda, grabado su nombre.

—Vine en cuanto supe que tenías un problema.

—¡Gracias, Tarot!

—No me las des, vine a reírme un rato. Luego, si puedo ayudar ayudo, pero, para empezar, me he reído un montón. ¿Qué ocurre, si te presentan dos pasteles y te gustan ambos? ¿Te quedas mirándolos hasta el infinito, dirigiendo la vista de uno a otro sin decidir cuál comer? Es muy gracioso. ¡Ja, ja, ja!

—¡Rí ete, Tarot, viejo amigo! Só lo soy un pobre dragó n bobo.

—¡Basta de compadecerse! ¡No lo soporto! Andrés, perdona por no haberte saludado.

—No pasa nada, me alegro de verte.

Ambos se dieron la mano con gran dolor para Andrés.

—¡Vaya! Hace tiempo que no te veía, estás creciendo muy deprisa. ¡Ojalá pudiera decir yo lo mismo!

—Tarot, tú tienes la altura ideal.

—¡Eso digo yo! Berto, tienes que hacer lo que dice Andrés, pasar a la acción. Tenéis que tomar una decisión basada en las premisas del problema: Marcos ha desaparecido y nadie sabe dónde está. Berto, ¿qué se hace cuando alguien desaparece?

—Se le busca.

—¡Exacto, dragón! ¡No me extraña que consiguierais salir del Castillo de las Matemáticas con esa perspicacia tuya! Ahora te pregunto, ¿antes de empezar a buscar se hace algo?

—Sí, se avisa a la gente.

—Pues avisa a todo el mundo y el que quiera ir que vaya a buscarle, y el que no, que se quede. Le encontréis o no, por lo menos tendréis claro quién era su amigo.

—Opino lo mismo que Tarot, Berto. Voy a avisar a los demás, y el que quiera ir al Planeta del Lenguaje que vaya.

—¡Vale, Andrés! Yo voy a seguir intentando localizar a Marga.

—¿Veis qué fácil? Si es que en esta vida cualquier problema tiene solución si hay un gnomo de por medio.

—Más si se llama Tarot —dijo Andrés.

—¡No lo dudes, chaval!

Tarot dio un mortal hacia delante, dos hacia atrás, se giró y salió corriendo mientras gritaba: «¡Sueeeeerte!»

Andrés y Berto se despidieron, cada uno con una misión: Andrés avisaría al resto del grupo y Berto seguiría intentando encontrar a Marga.

Pasaron dos días más y los padres de Marcos estaban desesperados, habían avisado a la policía y rastreado todo el bosque. Nadie pudo ver a Berto, nadie pudo encontrar a Marcos.

II Reunión en el viejo Roble

Andrés reunió a sus amigos en el viejo Roble.

—Muy bien, Andrés. ¿Qué quieres? ¿Sabes dónde está Marcos?

—Luis, no lo sé. Puede que esté en cualquier sitio, incluso en el Planeta del Lenguaje —dijo Andrés.

—¡En el Planeta del Lenguaje! ¿Qué va a hacer Marcos en ese sitio?

—No lo sé, Lucía, sólo sé que los indicios apuntan a que puede estar en el Planeta del Lenguaje con Marga, la Bruja Lingüista, intentando solucionar sus problemas de estómago.

—¿De verdad, Andrés? No puedo imaginarme que Marcos se haya ido solo a ese lugar tan horrible.

—¡Créetelo, Carmen! Nadie sabe dónde está. No afirmo que esté en el Planeta del Lenguaje, pero sabemos que ha estado en comunicación con Marga; que ha visitado muchas veces a Berto y que aunque llegó a manejar un poco mejor sus problemas de estómago, no se los había quitado del todo.

—¡Da miedo! ¡Sí que le debe de doler, para haber ido solo hasta allí! —dijo Lucía.

—Puede que no esté allí. Puede que le hayan raptado, le han ocultado unos secuestradores antes de pedir un importante rescate por él. Entonces, Marcos ha escapado y está intentando...

—¡Basta ya, Miguel! ¿Qué película viste ayer?

—Lo siento, Luis. ¡Vale! Imaginemos que es cierta la suposición de que Marcos ha ido hasta el Planeta del Lenguaje. ¿Cómo vamos hasta allí?

—Creo, Miguel, que esa es la segunda cuestión que nos tenemos que plantear. La primera es: ¿vamos a intentar rescatar a Marcos? ¿Quiénes vamos a ir hasta donde esté? Si no vamos, la segunda cuestión sobra.

—Andrés, se nota que estuviste en el Castillo de las Matemáticas.

—¿Por qué lo dices, Luis?

—Porque has simplificado la cuestión, es un buen punto de partida. Ahora bien, yo creo en las virtudes de simplificar en esta vida, pero no podemos simplificar con la vida de un amigo.

—Luis tiene razón —dijo Lucía.

—Tenemos que rescatar a Marcos. Somos guerreros matemáticos y vamos a luchar hasta el final.

—Muy bien, Carmen. Somos guerreros, aunque creo que habrá que cambiar el eslogan y llamarnos guerreros de la lengua, o algo así. De todos modos, no sabemos si Marcos tiene que ser rescatado, nadie sabe dónde está. Lo mismo está tomándose zumos de sandía con Marga y viendo extrañas puestas de sol de otros planetas.

—Sí, Miguel, y comiendo regaliz. ¡No te lo crees ni tú! ¿No recuerdas el viaje al Castillo de las Matemáticas? Cada instante era un peligro que teníamos que sortear, cada pregunta podía habernos quitado la vida. ¡NO TE ACUERDAS DE QUE LUCHAMOS CONTRA LA MUERTE!

—¡Vale, vale, Luis! ¡No ME GRITES! Ya me acuerdo de Nigrum, se me ponen los pelos de gallina.

—Miguel, será la piel de gallina. Si vamos a ir al Planeta del Lenguaje, será mejor que empieces a cuidar tu modo de expresarte —dijo Lucía.

—¡Vale! ¡Dejadlo ya, no nos vayamos por las ramas! Intentemos concretar. Tenemos que clarificar la primera de las cuestiones. ¿Vamos a ayudar a Marcos? Esté perdido en el bosque, en el Planeta del Lenguaje, secuestrado por dinero o incluso si ha sido abducido por un ovni —preguntó Andrés.

—Yo voy si ha sido abducido por un ovni.

—¡Eres idiota, Miguel! —insultó Carmen.

—Era una broma, aunque siempre he querido visitar un platillo volante, su tecnología debe de ser de lo más puntera. ¡Vale, jolín, no me miréis así! Responderé seriamente. Yo voy donde haga falta.

—Yo estoy con Miguel —dijo Andrés.

—Yo también —añadió Carmen.

—¡Contad conmigo! —dijo Luis.

—¡Vamos todos, menos Lucía! —dijo pesaroso Andrés.

—¿Por qué no vienes?

—¡Tengo miedo! Casi me matan en el Castillo de las Matemáticas... Yo lo siento... por Marcos.

Lucía se abrazó a sí misma intentándose proteger de la mirada de sus amigos. Su miedo era real. Todavía recordaba la pregunta sobre los números irracionales que le había hecho el espejo y el fuerte dolor que sufrió cuando el rayo la golpeó en el estómago. No podía arriesgarse de nuevo, no quería sufrir... No quería morir.

—Yo... te entiendo —dijo Miguel.

—Yo también —añadió Andrés.

—Todos te entendemos —sentenció Carmen.

—¡Pues yo no te entiendo! —se desmarcó Luis.

Lucía no dijo nada, siguió aferrada a sí misma y se encogió un poco más. El miedo la estaba comiendo por dentro. Hubiera querido gritar. Abrió la boca, pero sólo surgió un balbuceo inaudible. Si alguna vez había sentido algo por Luis, había sido hace mucho tiempo, pero aunque ya no fuera lo mismo, no le gustaba la idea de aparecer como una cobarde delante de él.

—¿Por qué no entiendes la postura de Lucía?

—Andrés, estamos juntos en esto. Marcos es nuestro amigo y tenemos la obligación de ayudarle.

—Sí, es cierto, pero ¿hasta dónde debe llegar esa ayuda? Ser altruista está bien, pero cuando ayudamos a Berto, al menos, teníamos cierta seguridad de que si fallábamos alguna pregunta sería él quien recibiría el castigo y no nosotros —dijo Miguel.

—Yo también pienso lo que dice Miguel, pero se supone que no nos jugamos la vida. ¿No? No había pensado en ello hasta ahora.

—Carmen, no estamos jugando. Todos vimos a Nigrum, todos sentimos de cerca la sombra fría de La Muerte. El camino al castillo era peligroso y la estancia en él podía ser mortal. ¡Recordad a Rist!

—¡Es cierto, Andrés! ¡Pobre Rist! Falló ante quien no podía fallar. Pero ¿es peligroso el Planeta del Lenguaje?

—No lo sé, Luis. Seguro que no es un inocente paseo. ¡Tampoco sé si nos jugamos la vida! Lo único que tengo claro es que Marcos no nos puede ayudar. Sólo Marga, si se encuentra con Berto, nos podrá decir algo. Pero Marga está desaparecida y Berto no la localiza. Para poder ir al Planeta del Lenguaje necesitaremos un mapa o al menos las indicaciones que nos dio Berto para ir al Reino de lo Probable.

—¿Qué indicaciones? Que yo sepa, Luis, no tuvimos ninguna indicación, simplemente deseábamos ir al castillo y surgieron los siete caminos ante nuestros pies.

—No sé si funcionará de la misma manera. De todos modos, propongo hablar con Berto. No podemos ir al Planeta del Lenguaje así como así. Necesitamos entrenarnos —dijo Miguel.

—Tarot y Psigil —recordó Luis.

Lucía sollozaba levemente y acertó a despedirse con un breve pestañeo que volvió a encandilar a Andrés y a rememorar tiempos pasados. Nunca había habido nada entre ellos y ese recuerdo de vacío le torturaba a veces. Nadie dijo nada. Lucía se fue corriendo del viejo Roble y los chavales se quedaron mudos sin mirarse a la cara. Tres mil metros más arriba una nube decidió descargar sus aguas sobre los guerreros de las matemáticas. Cuando llegaron a sus casas todos estaban empapados. Todos excepto Lucía.

III La oscura gruta del volcán de Ángor

Psigil hablaba con Berto. Llevaba un precioso jubón de color azul marino y un nuevo tocado de pelo bajo su gorro de hada.

—Berto, el Planeta del Lenguaje encierra tantos peligros como el Reino de lo Probable. Es más, no sabes cómo se llega hasta allí. Nadie sabe dónde está Marcos y Marga no nos responde; hemos agitado las alas en múltiples frecuencias distintas durante todas las horas del día y no hemos obtenido respuesta.

—¿Qué podemos hacer? La espera me consume. Tengo que rescatar a ese cachorro de humano, se lo debo.

—No creo que le debas nada a Marcos. Cierto es que se arriesgó yendo al castillo y que al caer en el reloj de arena pudo morir, pero tú fuiste a rescatarle y estáis en paz.

—No lo veo así, Psigil. Ese humano fue allí por una estupidez mía, se demostró y así lo reconocí: que sólo necesitaba entrenamiento para llamarar.

—¡Es cierto que ahora llameas de maravilla!

—Sí, aunque al final la historia con Celia no me saliera bien. Pero me siento en deuda con ese chico, con toda su panda. si analizo mi corazón de dragón, no podría volver a dar clase a ningún chico si le ocurriera algo malo, creo que no me lo podría perdonar.

—Es un sentimiento de autocastigo, es una idea irracional. Tú no eres responsable de lo que le pase a Marcos. No le estás condicionando para que vaya a ningún lugar. Tú le has enseñado mucho, le has ayudado a ver la vida de un modo más racional, más optimista, mejor..., no te puedes culpar porque él elija su destino. ¿Y si fuera al revés? ¿Y si le tocara la lotería?... ¿Le reclamarías parte porque tú le enseñaste a vivir y a disfrutar?

—Seguro que tienes razón, Psigil. No puedo pensar matemáticamente cuando veo a alguien en peligro. No puedo. ¡Quiero ir a buscarle!

—No sé d ónde acaba en ti la tenacidad y empieza la testarudez. Se me ocurre... ¿No tenía Marga una prima que era bruja lingüista?

—¡Minerva!

—¡Eso, Minerva!

—Pero Minerva no tenía poderes y además no era una bruja lingüista.

—Da igual que tenga o no poderes, a lo mejor sabe dónde está.

—Vale, pero no sé dónde vive Minerva.

—Berto, a veces pareces tonto, soy un hada y puedo encontrar a cualquiera. Si no fueras tan solitario, te darías cuenta de la importancia de la comunicación social. Si quieres conseguir algo, es más fácil si tienes muchos amigos.

—Siempre descubres mis puntos débiles, ya sabes que me encierro en mí mismo, pero no porque tenga un carácter huraño, sino porque soy un alma solitaria.

—Pues hasta las almas solitarias necesitan amigos.

—Y yo tengo a un amigo perdido.

Pasó un día más y nada ocurrió, las lágrimas de lluvia que azotaban la región sólo se podían comparar con las de la madre de Marcos y su dolor infinito.

Berto y los chavales estaban en la cueva del dragón, cada uno exponía sus ideas sobre cómo buscar y rescatar a Marcos y por el tono emocional de la conversación no todas eran coherentes.

—¿Y si no le buscamos? —dijo Miguel.

—¿Qué tipo de idea es esa?

—Luis, ¿no te ha pasado que buscabas algo y no lo encontrabas y cuando has dejado de buscarlo lo has hallado?

—¡Tonterías! ¡Que yo sepa, Marcos no es un objeto!

—Yo no he dicho que lo fuera.

—No lo es, Miguel, y sé que no le tratas así. He investigado en un montón de libros buscando la solución y no he encontrado una respuesta satisfactoria... pero... la semana pasada encontré un libro llamado La oscura gruta del volcán de Angor que podría darnos una pista.

—Berto, ¿el volcán de Ángor?

—Es un volcán que no se halla en los mapas. En la tierra hay algunos caminos que conducen a puertas que llevan a otras dimensiones. Cuando deseamos ir al Castillo de las Matemáticas los caminos se materializaron ante nosotros, pero no funciona así para ir hasta el Planeta del Lenguaje. Hemos de buscar otro modo. Conozco varias rutas, y la del volcán de Ángor es la menos... peligrosa.

—¿La menos peligrosa? ¡No quiero conocer las otras!

—Sí, Miguel, la menos peligrosa. El volcán de Ángor se encuentra en la isla de la Serpiente. En su base se halla una pequeña gruta, la cual te lleva a un oráculo y allí puedes preguntar cómo ir hasta el Planeta del Lenguaje. El oráculo está obligado a responderte si contestas bien a una pregunta que él te ha hecho previamente.

—¿Y si fallas? —preguntó Luis.

—Si fallas no te responde a la pregunta y como castigo te tendrás que quedar prisionero en el volcán hasta que otro incauto falle su pregunta.

—¡Pueden ser años!

—Pueden ser, Andrés, pero el volcán de Ángor es un sitio visitado por muchos seres que necesitan respuestas que no encuentran en su mundo.

—¡Menos mal que esa era la respuesta fácil! No quiero conocer el resto de posibilidades.

—No te las contaré, Miguel.

Todos se quedaron reflexionando sobre las consecuencias de fallar la pregunta ante el oráculo de Ángor.

—Si fallamos la pregunta, seré yo el que se quede en el volcán hasta que otro ser me releve. Ya lo he pensado y los dragones matemáticos podemos superar los trescientos años de vida. Para mí sería mucho menos pérdida de tiempo comparativamente hablando que para vosotros.

—Muy amable, Berto. Pero si te quedas tú prisionero del oráculo de Ángor, perdemos un peso pesado para asaltar el Planeta del Lenguaje, ninguno de nosotros tiene ni siquiera una fracción de tus conocimientos.

—Ya había pensado en ello y le he pedido a Tarot que os acompañara.

—¿Qué ha dicho? —preguntó Luis.

—¡Que ni lo sueñe!

—Propio de Tarot.

—Carmen, debemos ser comprensivos con él. Primero, porque el ser humano fue el culpable de la muerte de un cuarto de su pueblo, sin entrar en el tema de la esclavitud... Por otro lado, no podéis comprender la mente de Tarot; él es generoso, pero a su modo. Es un gnomo, está programado para acumular riqueza y optimizar su vida personal. Digamos que si algo entra en conflicto con su felicidad, no duda en cercenarlo.

—¿Cercenarlo?

—¡Cortarlo, Miguel!

—¡Ah! ¡Pues qué bien! Eso en mi mundo se llama egoísmo.

—Sí, con el baremo de tu mundo se podría considerar una conducta egoísta, pero no puedes analizar la mente de un gnomo porque es muy diferente a la tuya...

—¡Eso es verdad!

Psigil había entrado volando en la cueva del dragón y le acompañaba una anciana de blancos cabellos. Continuó volando mientras hablaba.

—¡Es cierto, la mente de un gnomo no es como la tuya, Miguel! Para empezar, no tienen cuerpo calloso que divida su cerebro en dos partes como el de los humanos, y el área emocional está restringida en favor del área racional, aunque depende del tipo de gnomo...

IV Minerva

—Psigil, perdona que te interrumpa, pero ¿quién es esta señora que te acompaña?

—Berto, te presento a una nueva amiga, se llama Minerva.

—¡Minerva! ¡Es sensacional! ¿Cómo diste con ella?

—Un hada amiga mía entró volando por la ventana de mi casa para comunicarme que tenía un mensaje del dragón matemático conocido como Berto, que venía desde el otro lado del orbe. Súbitamente me sentí presta para escuchar lo que entroncaba con mi ser.

—¡Qué raro habla! —susurró Miguel a Carmen.

—¡Encantado de conocerte! —saludó Berto—. Minerva, veo caras de extrañeza entre nuestros amigos, quizá no entiendan tu modo de hablar. Yo haré de traductor. Entiendo que vives muy lejos, quizá al otro lado geográfico de la Tierra y que hasta allí llegó el mensaje de las hadas que tú escuchaste.

—Positivo —respondió Minerva.

—Minerva, sabrás que estamos intentando localizar a tu prima Marga, necesitamos saber cómo ir hasta el Planeta del Lenguaje y rescatar a nuestro amigo Marcos. Tenemos sospechas fundadas de que está allí.

—Marga estará donde resida su psique, no entra en confluencia con mis pensamientos desde hace tiempo. Mi deseo sería satisfacer vuestra curiosidad en aras del rescate referenciado. Mi respuesta es negativa.

—Chicos, Minerva quiere decir que no ve a su prima desde hace tiempo.

—Podéis interactuar con Marga con el desconocimiento de su localización. ¡Partid si el valor os consume!

—¡Madre del cielo! ¿Qué dice usted?

Minerva miró con desprecio a Luis y pronunció dos palabras.

—Necio intelecto.

—Luis, no molestes a Minerva. Os he dicho que yo sería vuestro intérprete. Lo que ha querido decir es que podemos encontrarnos con Marga, pese a que no sabemos dónde está, lo único que necesitamos es valor.

—Lo siento, señora. No pretendía ofenderla. De valor andamos sobrados.

Todos rieron y Minerva sonrió un poco, se alisó el vestido y esperó alguna pregunta sin hacer mención de ello.

—Minerva, creo entender que es bastante probable que Marga esté en el Planeta del Lenguaje y que si reunimos el valor suficiente podemos intentar ir hasta allí. Pero la paradoja está en que necesitamos a Marga para ir al Planeta del Lenguaje.

—La dificultad es salvable por mentes paralelas que poseen similitudes en el conocimiento. Yo puedo explicitarlo.

—¿Quieres decir que sabes cómo ir al Planeta del Lenguaje? ¡Que lo sabes porque Marga es tu prima y tenéis conocimientos parecidos! Es decir: os lo contáis todo —dijo Berto.

—Más o menos lúcido.

—Eso lo he entendido —dijo Luis—. Quiere decir que sí.

—No tan necio —sentenció Minerva.

Luis lo tomó como un piropo y se ruborizó.

—Minerva, ¿cómo podemos ir hasta el Planeta del Lenguaje?

—Berto, llegaos hasta el volcán de Ángor, introdúcete con tus camaradas entre su espesura hasta que no haya hojas, encuentra la montaña pelada y escala hasta su cráter, busca una inscripción Meya, poned vuestras extremidades superiores tapándola y estad prestos en la espera.

—Ya sabemos cómo ir. Muchas gracias, Minerva. Ahora tendremos que planearlo todo. ¡Gracias a ti, Psigil!

—De nada, Berto. Acompañaré a Minerva hasta el inicio de su vuelta.

Minerva se fue sin despedirse, acompañada por el hada Psigil.

—Berto, ¿cómo viaja Minerva?

—No te lo puedo decir, Miguel. Pesa sobre mí el castigo del silencio.

—¡Vaya, empezamos con secretos!

—Si pudiera os lo diría. Creo que tenemos que centrarnos. Vamos a decidir si vamos a por Marcos. ¿Quién viene conmigo a buscarle? Ya os prevengo de que no sé qué peligros nos aguardan.

Todas las manos se alzaron para ir.

—¡Bien, entonces somos seis! Seis guerreros matemáticos que van a la conquista del Planeta del Lenguaje.

—¡Cuenta siete!

Lucía estaba desafiante en medio de la cueva con los brazos en jarras y mirada de fuego.

—Quiero ser la primera en darle dos tortas al memo de Marcos por fugarse de casa sin permiso.

Todos rieron la ocurrencia y se fundieron en un abrazo que llevaba por nombre: Amistad.

V Enclavios, el Filólogo

Transcurrieron tres días sin noticias de Marcos, y mientras en la ciudad se habían movilizado y batido el bosque intentando encontrarle, ningún adulto le vio, al igual que no vieron a Berto ni a ninguno de sus amigos.

—Berto, seguimos sin encontrar a Marcos y sabemos que nadie ha llamado para pedir un rescate. ¡No es broma! —dijo Miguel.

—Creo que podemos descartar el móvil económico. He intentado buscar ayuda para ir al Planeta del Lenguaje, pero no la he encontrado en ningún gnomo ni hada que no sean Psigil o Tarot. Y a estos ya los conocéis y poco entrenamiento nuevo pueden aportarnos. Aunque siempre es bueno refrescar las ideas que no por fáciles quiere decirse que se apliquen. Hemos quedado mañana a las siete para entrenarnos y pasado conoceremos a un duende muy especial llamado Enclavios. Es la única ayuda que he podido conseguir después del boicot al que estoy sometido por haberos llevado al Castillo de las Matemáticas y que se hablara luego de ello fuera del bosque.

—¡Siento eso, Berto, metí la pata hasta el fondo! ¡Yo y mi maldita lengua afilada! Me moló mucho hablar del tema, al principio era el centro de atención, pero luego se empezaron a reír de mí y de todos nosotros. Supe entonces que no nos habían creído, al menos no la mayoría, y entendí la necesidad de guardar un secreto.

—No es la mayoría lo que preocupa a las criaturas que habitan el bosque, es esa minoría que sí te creyó y puede descubrirnos a todos a los ojos de los adultos, con todo lo que eso conlleva.

—Berto, ¿por qué Enclavios sí accede a hablar con nosotros?

—No lo sé, no lo conozco ni es amigo mío. Lo trajo Tarot el otro día, es su forma de ayudarnos. Tarot no vendrá con nosotros en nuestro viaje, pero ha preguntado a muchos habitantes del bosque sí querían ayudarnos. Nadie se ofreció excepto Enclavios. Por lo que sé, es un renegado, está amargado de estar en el bosque y no le dejan salir. Si por él fuera, viviría con los humanos, los admira como raza y colecciona elementos suyos, sobre todo, sus palabras; por eso le llaman el Filólogo. Enclavios es un rebelde y tiene buen carácter, pero lo mezcla con un genio impulsivo y diabólico que rivaliza con el de Tarot. Quizá por eso, Tarot y él son amigos.

—¿Quedaremos con Enclavios el jueves? —preguntó Lucía.

—Sí, y el viernes partiremos para la batalla.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de todos. Otra batalla, otro mundo, pero los mismos soldados. El miedo ancestral retorna al presente. Las pesadillas vuelven a ser sus compañeras. Nuevas noches llenas de viejos insomnios.

 

 

 

VI El reencuentro

—¡Parece que Tarot se retrasa!

—No es propio de él, Psigil, suele ser muy puntual... Mira.

Una flecha de color verde se dirigía corriendo hacia donde estaban nuestros amigos en el claro del bosque. Era Tarot con el gorro en la mano y la lengua fuera.

—¡Llego tarde, llego tarde!

—No te apures, Tarot, no podríamos empezar sin ti —dijo Psigil.

—Lo siento, estaba discutiendo con Enclavios para que mañana no viniera.

—¡Vaya, mala noticia! Enclavios se echa para atrás y no vendrá a entrenarnos —dijo Luis.

—No, Luis, no lo entiendes. Sí que vendrá, lo que ocurre es que he estado intentando convencerle para que no lo hiciera.

—¿Cómo? Pero ¿de qué lado estás?

—Del vuestro, bocazas, pero como siempre tu lengua va dos pasos por delante de tu cerebro. Enclavios ha sido amenazado, si mañana viene a ayudaros se le condenará al ostracismo, Luis.

—¡Ostracismo! ¿Qué es eso? —preguntó Carmen.