Apología y anacronismo apofático - El Viejo Vega - E-Book

Apología y anacronismo apofático E-Book

El Viejo Vega

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Beschreibung

Este libro reúne una serie de ensayos desparejos pero con tres rasgos característicos posibles. Una excusa, que podría reducirse a cuestiones de género. El modo de abordar aquel tema, desde la filosofía y el psicoanálisis. Y finalmente, lo principal, el problema del lenguaje, evidente en la forma de destruir y reconstruir ciertos cánones de uso académico. Aquí se puede encontrar un comentario contra Facebook, una lectura igualmente injusta con Foucault y el Feminismo, un dialogo sordo entre la tabla de sexuación de Lacan y la ontológica de Heidegger, un repaso por "lo negativo" de Žižek, una teoría sobre como leer y escribir según Gombrowicz, algo peor que un cuento, un descargo encarnizado contra la flexibilización-académica o el comentario sobre los zombis de la película "I Am Legend" y el anime "Gakuen Mokushiroku" entre otras traiciones, como la clase de Oury, que hacen de APOLOGIA y ANACRONISMO APOFATICO una ficción académica provocadora y difícil de leer: no apta para menores de edad ni para militantes de ningún tipo. No solo porque apela casi por igual al lenguaje soez, la ironía o la burla y la nota erudita con signos de lógica formal o caracteres especiales, sino porque atenta contra toda susceptibilidad del yo, aunque fracase en su intento y termine exponiéndose y exponiéndonos a la difícil tarea de pensar, o incluso, de sentir, de otRo modo. que hacen de APOLOGIA y ANACRONISMO APOFATICO una ficción académica provocadora y difícil de leer: no apta para menores de edad ni para militantes de ningún tipo. No solo porque apela casi por igual al lenguaje soez, la ironía o la burla y la nota erudita con signos de lógica formal o caracteres especiales, sino porque atenta contra toda susceptibilidad del yo, aunque fracase en su intento y termine exponiéndose y exponiéndonos a la difícil tarea de pensar, o incluso, de sentir, de otRo modo.

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Seitenzahl: 246

Veröffentlichungsjahr: 2019

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El Viejo Vega

Apología y anacronismo apofático / El Viejo Vega. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2019.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: online

ISBN 978-987-761-821-1

1. Ensayo Filosófico. I. Título.

CDD A864

Editorial Autores de Argentina

www.autoresdeargentina.com

Mail: [email protected]

Diseño de portada: Justo Echeverría

Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723

Impreso en Argentina –Printed in Argentina

Para La Tachy, Daniel Vera y Luciano García

de y contra quienes intento leer, escribir y polemizar

APOLOGIA Y ANACRONISMO APOFATICO

Políticas de Género. Filosofía, psicoanálisis y educación.

Todo por dos pesos

Prohibida su venta a menores de edad. Y a militantes

ADVERTENCIAS

“La fuerza de la negación no es lógica ni ontológica. Es estética, y no entraña exclusión ni aniquilamiento. […] Cuando una forma se deshace no queda el vacío, queda otra forma.”

[Daniel Vera]

“[L]a “modernidad” más instruida y mejor equipada [nos] esperaría montando guardia con su panoplia de “todo-es-sexual-y-todo-es-político-y-recíprocamente”.”

[Jacques Derrida]

“[S]i alguien me hiciera tal objeción: que esta concepción mía no es [...] sino una mofa, chanza, fisga y engaño, y que yo en vez de ajustarme a las severas reglas y cánones del Arte, estoy intentando burlarlas por medio de irresponsables chungas, zumbas y muecas, contestaría que [sí].”

[Witold Gombrowicz]

INTRODUCIÓN

Ante lo que parece nombrarse y antes de lo que aparece borrándose, por perecer o por pereza, nada sería más apropiado que comenzar con una introducción. Pues aquello que por antonomasia se introduce, y antecede, siempre que el ceder se imponga, aunque se ponga de revés, como un post-scriptum, y aun cuando se manda a introducir, o se invita a introducir, se da; en otro y por otro, siempre según el antojo, que sería precisamente de lo que se trata, aunque las introducciones, caprichosas o no, no son necesariamente principio de nada y bien puede acabar allí lo que empezó en otra parte y es posible enumerar cantidad de casos en los que todo empieza y termina sin introducción, en los márgenes, en el preámbulo o en una nota al pie. En efecto, debido a la ambigüedad de la palabra y a la inescrutabilidad de la referencia, es difícil, y acaso imposible, precisar de qué trata el tratado, si es que trata o es tratado, por lo que se puede dar en presumir tanto una obra de autor anónimo, como el apellido o apelativo de un autor desconocido, pero no anónimo, o anónima, de una obra sin título, o ante uno y lo otro, o ante el sublime exhibicionismo de quien, con perdón de Foucault, ostenta la palabra para no mostrar la cosa y a la vez esconderse tras ella, de acuerdo a la presunta tentación. Mostrar la cosa puede ser impúdico u obsceno, pero no mostrarla puede ser cobardía o falta de respeto, todo depende de las ponderables e imponderables circunstancias en tensión. La palabra, en cambio, por su misma versatilidad semántica es más fácil de traer a cuento y a nadie se podría reprochar el tenerla en la boca, lo que no sería universalmente irreprochable en el caso de la cosa. Que podría dejarnos sin palabras. No obstante, antes que se advierta que “en boca cerrada no entran moscas”, y por consiguiente, cosa alguna, cabe señalar que siempre que se trata de introducir, la cosa de la palabra, cediendo o no a la tentación de ostentación alguna, se reclama una obertura. Para introducirla, la cosa, o para que salga, la palabra, deberemos, por caso, devenir abribocas, al menos un poco, tampoco demasiado.

Es de tal suerte, o bien por el contrario, que quienes dicen conocer, atentamente o boquiabiertos, y viceversa, lo expresado en las inverosímiles páginas que suceden a la ¿enhiesta o flácida? palabra, traductores o trujamanes del desconocido idioma o meros bromistas abusadores de la buena fe del curioso, sostienen que en toda la obra no aparece una sola vez el intrigante vocablo, acaso en analogía con su referencia, que no es recomendable ni tolerado andar luciendo en público, aunque se permita multitud de símbolos. Queda pues la tarea de conjeturar, mejor dicho: de adivinar lo que se oculta tras los susodichos dichos y, si cabe, allí donde quepa, traerlo a la luz, o a la media luz y así adivinar a tientas la obertura del tratado que nos urge, entrando, en la órbita de la ciudad, que no es sino por su opacidad, otra que Babel o la casa de Asterión. Quizá se trate, de las huellas de un animal, del paso de una estrella o de la bifurcación que deviene duplicidad. Quién sabe.

No obstante. En las bifurcaciones, se dice, gusta y busca apaciguarse, y en la anfibología de los conceptos en su uso trascendental, puesto que se habla de una palabra que se muestra en lugar de una cosa y de una palabra que no se muestra en ninguna parte aparte de aquella parte que está entre las partes que no deben mostrarse. Y esto es así porque no hay determinaciones externas (o hasta ahora no se ha dicho nada sobre tales determinaciones o relaciones), por lo cual algún cosmólogo ha sugerido que se trata de una adivinanza cuyo tema es el universo, ya que por su falta de relación con algo ajeno a él queda absolutamente indeterminado, lo mismo que ocurre u ocurriría con cualquier cosa o con cualquier palabra, y a fortiori con la palabra y la cosa que son objeto de erudita reflexión. La introducción y las bifurcaciones generan, o degeneran en otro orden de cuestiones: ¿dónde se introduciría el universo? ¿En qué bifurcación se aplacaría su furia? La respuesta teológica, sospechada de existencialismo sartreano, es que la creación del universo supone una precedente creación de la nada, porque si no, no habría dónde introducir el universo: en antiguas cosmogonías se afirma que Eva esperaba a Adán, que tal vez él era una costilla de ella. Y no es que ella, la primera mujer creada, no exista, como insiste el psicoanálisis, sino que, más bien, ella, estaba ya ahí desde antes, indeterminada y universal, más allá de toda bifurcación encarnada, latente o palpitante, como una parte maldita, o poética ante los ojos de Bataille, que sabría ver en tanto pretérito vaciamiento, falta o determinación de página en blanco, un futuro destellante en destrozos de vocablos y cosas. Exuberante y tentadora, Eva trae en su palabra un exceso, otra versión, que en su discurrir, se sustrae de las medidas del Verbo, por su falta, que es también falta de relación, diversión diabólica quizá, que resulta inmedible e inconmensurable, y por eso su opacidad es, si de esto se trata la cosa, el origen y el destino del cual Adán no es más que un fragmento particular, según se cree, o se crea. No hay autor, sin obra, y sin que ella, Eva, obre, una obertura de símbolos donde lo que se nos muestra no es más que la determinación de lo indeterminable, la posibilidad de lo imposible, la voz de la mujer y la cosa inefable con que Adán fantasea o ficciona conjugar la furia del universo. Fantasma que nos aparta y que nos liga, en un corte que anuda, permitiéndonos continuar a pesar de, conservar, nuestra discontinuidad, según nuestra ficción parafrasee a Bataille, al psicoanálisis de Lacan o al mercado editorial. Con o sin trinche. En todo caso la distancia que hay entre un autor y su obra quizá no sea otra cosa que la que se encuentra entre esta introducción y sus múltiples bifurcaciones, o peor aún, siempre que distancia y encuentro no sean más que fantasmas, aunque no lo sean del todo, ni palabra, o cosa, sino más bien su duplicidad, metafórica al menos, ya que introducción y tratado, obertura y bifurcación, incluso palabra y cosa o Adán y Eva, se dan, cuando sucede, uno en otro, y por otro, ya que son o serían: heterónomos que se despliegan abandonándose de sí mismos. Uno por uno.

ii

Que lo parió. Que la paró. ¿Quién me manda a leer esto? Digo yo, ¿me habré caído a un pozo? De pronto todo se obscureció. Llegó la noche en que todas las negras son rubias, o coloradas. De cualquier color, y seguramente cualquiera de ellas, negra o no, le hubiera tenido a mano una explicación más clara, surgida de la familiaridad con la cosa, del trato cotidiano por así decirlo: la práctica. Falta decheno,yecaybareca, como baten en Buenos Aires. Aunque estemos donde aún no atardece. Mire que hacerse un mundo por eso, que además cualquiera que hace πde parado le cuenta y le recuenta las mil y una, la mayoría de las veces un boletazo, pero por lo menos la ha sacudido y da fe de algunas sensaciones cuando no de algunos sentimientos, quizás de una emoción. Porque a veces el corazón tiene esas razones y empuja por abajo, desde la base. Da la impresión de que tengo que hablar con el guaso, mandarle un mensajito, qué se yo, que incline un poco la mirada y busque más cerca del suelo, ni tan bajo de profundo ni tan alto de sublime, eso son pendejadas ilustres con poco caracú, le huyen al meollo del asunto. El meollo: meo yo, mea culpa. Ni que se tratara de pecado, déjele esos temas a los curas o los locólogos. Lo que ahora jode no es precisamente la palabra ausente, él mismo lo dice, no sé por qué carajo no se lee… Ahí está, carajo es otra palabra, más o menos un sinónimo, aunque poca gente sabe lo que quiere decir. Es como la cancha de la Dora, todos o casi todos y quizás algunas quieren jugar en esa cancha y se imaginan o invaginan muchas pelotudeces y se alejan de la solución por encamotarse con el problema. Un poco de superficie no viene mal, así entendemos los cortos de vista. En lo profundo no se ve una sota y en lo alto el sol te deja ciego, está bien subir y bajar, es de lo más divertido, pero dentro de un límite, si te tirás de muy arriba por ahí te rompés la cucuza, y si saltás de muy abajo seguro que no llegás. Y si no llegás es como si no hubiera pasado nada, esos saltos no se cuentan. Por eso digo, yo no entiendo mucho, pero me gustaría un poco más de claridad, de acuerdo a mi nivel. ¿De qué habla este coso? ¿De lo mismo que yo? ¿El meollo del caracú? Pero: ¿de qué cosa huyó hablando a la carrera? Con la palabra entre las piernas y la cosa enmudecida y húmeda. Entumecida quizá. ¿Hay que salir al mar? Para navegar. ¿O viceversa? Entrar y salir hasta que nos abrace la suerte, la rubia o la negra, y podamos entrar a nivel, entre las sábanas y la piel. ¿Superficie y horizonte? ¡Qué carajo! ¿Se trata de escoger? ¿De escribir? ¿Hay que ser directo o discreto? ¿Hay que ser? ¿Qué habíamos leído antes? ¿Hay un después? ¿Errante?

iii

Desde el principio, y tal vez antes de que alcanzara su dimensión metafísica o cosmológica, se pensó, por puro prejuicio o prepucio, que la cosa tenía que ser larga (acaso la influencia cinematográfica de Howard Hawks:The thingfrom another world,1951 y toda la serie seguramente inconclusa de secuelas y remakes), nada menos que una cosa de otro mundo, es decir grande, pero oblonga o apaisada, notoriamente longitudinal en una dirección, la dirección que va al frente, pero que puede venir de atrás. La megalomanía y su siamesa, la grandilocuencia, se afanan en hipérboles y exageraciones, porque saben que el tamaño importa y entienden con Aristóteles que sólo lo magno puede ser hermoso. ¡A tempranas épocas en las que ni siquiera se sospechaba la dinámica de la nanotecnología! ¡Y mucho menos su apabullante actualidad! ¿Qué tendrá el petiso?, se pregunta la popular intrigada por la cantidad de aplicaciones que admite una miniatura y los aplausos que desata en la platea. Ya Gracián, como advierten desprevenidos retóricos, había advertido que lo bueno, si breve, dos veces bueno, y cuya máxima en favor de lo mínimo se había atribuido por lo general a un egocéntrico elogio de laejaculatio praecox, experiencia tenida por frustrante en la mayoría de los tratados, salvo en aquellos que la consideran inseparable de la repetición y de imaginativos tránsitos hacia actividades manuales y lingüísticas, en el sentido hidrostático y muscular de este último término; de ahí que algunos exagerados cultores del minimalismo hayan llegado a afirmar que lo breve, si breve es más de una vez bueno, aunque para el sentido común sólo sea un poco más breve. Pero una cosa es la función y otra cosa es la estructura, y si bien esta puede estar en alguna medida determinada por aquella, porque el fin inspira el diseño de los medios, resulta por lo menos una escasez de cortesía no considerarla un fin en sí misma, a la que ni ebrio ni dormido se debería tratar como mero instrumento quién sabe para qué, y aunque se sepa el para qué del instrumento, no debería ser mero o sí, ictiológica- y metafórica mente hablando: porque el pez por la boca muere, si bien como supo Jonás y no pudo aprender Ahab la ballena no es pez y se puede morir por su boca: Ahí estáMoby Dick, y tal vez se diga así en inglés o en slang, y se gire otra vez hacia lo grande, las magnitudes extensivas extendidas por las intensidades. ¿No será algo pequeño que aumenta súbitamente de tamaño?

VERGA

(Apócope entre Daniel Vera yel viejo vega.)

Córdoba-Trelew. 2016.

APÓCRIFOS

“No tengo que sorprenderme por el fracaso de mis esfuerzos para desanudar

la detención del pensamiento”

[Lacan]

APOLOGÍA DE LA SALIVA

Facebook es un fenómeno contemporáneo. Una segunda naturaleza para los pocos que se erigen en totalidad. Una práctica de escisión. Donde se articulan lo individual y lo colectivo o lo subjetivo y lo objetivo, lo público y lo privado en sus distintas formas. Un lugar donde llegar y partir o en el cual habitar y circular; como una Estación, del subterráneo, del año. Fijación y costura. Un coágulo de efectos de poder o de economías del deseo, según se parafrasee a Foucault o Bataille. Donde nosotros, los usuarios, nos elegimos y nos construimos. Nos hacemos algo y hacemos algo a los demás y al mundo. Según Sartre “El hacer sostiene el ser”.

Facebook corporal

Facebook es un cuerpo. Desmembrado. Quizá. Pero. Funcional. Un práctico inerte. Donde. Dentro y fuera. Se esfuminan. En Moebius. Como cuerpo. Es el más objetivo y deseado de todos. Y. También soy yo. Estrechándote entre mis brazos pero sin brazos y sin cuerpo. Sin vos. Sin voz. Allí, en internet o en un blog, en la vídeo llamada del “guasap”, no hay rastros de nosotros sino cada vez más un “tú” y un “yo” que tampoco llegamos a ser. Ha/cer. La mayor parte del tiempo yo no soy como la foto lo muestra o como mis palabras me ocultan. Soy otro. Más un agujero que una fijación si pensamos en el para-sí y en el en-sí de Sartre.

Tampoco hay una no-relación entre nosotros como quería Lacan porque no hay nosotros sino imaginario. No hay un hiato. Hiancia. Ni nudos ni pliegues. Ni diferencia. En todo caso se impone cierta homofonía entre el se-impersonal y un significante-amo. Imperan. Indiferenciables[Heidegger y Lacan].

“Elno hay relación sexualno implica que no haya relación con el sexo. Es precisamente lo que la castración demuestra [y] más: a saber, que esta relación con el sexo no es distinta en cada mitad” (OEL: 488pág.).

De género

Junto con la Srta. Lario [Sandra] en torno a la diferencia genérica decretamos que la feminidad y la masculinidad se problematizan y se resuelven en cuestiones de espacio-tiempo. Categorías kantianas. Feminidad es sinónimo de “tetas” y masculinidad de “aguante”. O capacidad de sostener una acción cuyo final siempre es precoz. El. No aguanta tanto. Y a ella le falta. Ellos. Están en deuda, con la norma, con el otro y con sí mismos.

[a]¿Habrá que subsidiarlos o despedirlos? Los intereses crecen según la inercia.

Cinco

Cinco. Centímetros o kilos más de tetas marcan la diferencia y nos afirman como mujer. Es por esto, que las niñas como los putos reclaman el derecho de tetas y escote que nos permite entrar al boliche o detener el colectivo y que nos posibilita salir exitosos cuando enfrentamos a alguien, cuya habilidad, técnica y dedicaciónes igual o mejor que la nuestra. Basta confrontar la televisión o cualquier esquina. Esos “cinco más” es algo que le falta a mi cuerpo. Y es la materia o el espacio con lo cual intento completarme. Saturar y suturar.

No encontramos un análogo a la teta para la masculinidad, aunque “cinco más” de pene, espalda o auto sea algo que nos favorezca. Quizá porque la teta es de pública exhibición sin dejar de ser una propiedad privada. Gozar su contemplación es tan trivial como censurable su tacto en público que es donde se privatiza. La teta no es para todos. Tiene un dueño. Parecería que la teta se encuentra entre el pene y la espalda. El pene tiene una menor exposición pública que la espalda y un goce visual restringido. Su tacto es punible. Mientras que el tacto y el goce de la espalda se vuelve trivial. Parecería tanto que el pene como la espalda no acceden a la faceta pública y privada de manera dual como lo hace la teta, sino que se resuelven y problematizan solo por una vía. En su privacidad o en su publicidad. Esto es particularmente claro en relación con nuestros prejuicios y el funcionamiento de las instituciones.

Cuando enfrentamos a alguien, cuya habilidad, técnica y dedicación es igual o mejor que la nuestra, nosotros, los machos de la especie, no encontramos teta que nos ampare. El éxito es una cuestión de tiempo. De. Aguante. Eficacia y eficiencia en clave empresarial. Tanto en la cancha de fútbol como en nuestra formación académica, o en el sexo, será exitoso aquel que tenga lo necesario para permanecer más tiempo en pie. Erguido. Erecto. Cinco minutos más marcan la diferencia que nos afirma como hombres. Los demás son negros, putos, o nenas. Elija usted un prejuicio de su agrado. Es por esto que desde temprana edad, hombres, mujeres y putos, vamos al gimnasio, tomamos viagra y estudiamos arquitectura. Cinco minutos más de aguante es lo que me falta y no solamente para tener mejores abdominales sino también un mejor rendimiento en todo. Para ser mejor. ¿Más autónomo? Esos “cinco más” son el tiempo en el cual, o con el cual, intento superarme. Aunque la superación no cancele la falta y la sutura solo la invisibilice o nos imbecilice. Un poco. Más.

Hasta aquí usamos la palabra goce sin aludir a Lacan. Aprovechamos para puntualizar que tetas, pene y espalda o el aguante mismo, tienen en común funcionar como un rasgo fálico, ese cinco más, pero nuestra aproximación no es una descripción lacaniana sino una descripción fenomenológica.

La tensión que se da entre espacio y tiempo nos permite advertir cómo, cada vez más, la mujer se comporta como una cosa y el hombre como un trabajador. Alienado o enajenado por la inercia de lo inerte. Al extremo de hacer que las discusiones de género tan en boga en la actualidad sean de lo más sencillo de resolver. Según los prejuicios de nuestro texto. Ya que: si ella es aguantadora y trabaja desesperadamente es un hombre, y si él es hermoso, aunque sea inútil, o por eso mismo, es una mujer.

[a]Los “adornitos” son mujeres y las “herramientas” son hombres. Los “libros”: no catalogan ni como adorno ni como herramienta. No son ni una figura de porcelana ni una pala surcando la tierra. Libros: Putos.

Es por esto que ella se jacta de su carrera profesional y de trabajar. Y aun así de tener tiempo para maquillarse y amamantar a sus hijos. Él, en cambio, le cede su tiempo, y lugar, al color de su indumentaria y al ocio. Incluso podría pretenderse artista por el afán de engendrar. Pero. Hay quienes producen más que él, que son más fecundos y viriles, y por eso; ellos o nosotros, ya no somos buenos ni para el matrimonio, ni para engendrar o copular. Y no hablaré de probetas ni de vibradores.

[z]Ya no hay falta que no sea de dinero. O bien; que el mercado no enmascare.

Entre el carácter de cosa de ella y el de trabajador de él; hay cierto parecido de familia con las lecturas griegas que caracterizan lo masculino como activo y lo femenino como pasivo. Es esa lectura la que deriva en la caracterización política de los géneros pero que en su simplificación y traspolación deja de lado el problema ético del reconocimiento. Lo pasivo deviene cosa y lo activo totalizador. Violento. Foucault recupera estas cuestiones en su historia de la sexualidad, pero sin hacer una descripción acorde a nuestro tiempo.

Matemáticas putas

He bautizado “puto” al tercer género o a los géneros restantes y alternativos a la tradicional y perimida distinción entre masculino y femenino, sin entrar en mayores especificaciones. He bautizado “matemáticas” a esa zona fronteriza que determina lo masculino y lo femenino; los “cinco más” espaciales o temporales donde uno y otro, por un lado, nos construimos como sujetos de un género diferenciado y especifico y, por otro lado; nos constituimos como objetos dándonos a conocer a través de los efectos económicos de aquello que hacemos [Foucault, Bataille, Sartre].

Es curioso advertir que el componente matemático desplaza la tensión entre los géneros a lugares donde prima la individuación. No a partir del reconocimiento intersubjetivo sino a partir del número mismo. Individuación y separación que terminarán cerrándose sobre un yo monádico y solipcista. Ideal o imaginario. El número incrementa la insatisfacción del individuo. Imposibilita el goce, en tanto se suturaría la falta, o mejor dicho, lacanianamente ladrando, donde se fija el goce en una serie lineal, unilateral y constante. Fordista. Fort da. Pero sinSein.Mit-. Aísla. Hay una explotación del síntoma sin que haya pase al sinthome. Si se admite un grotesco así de taxativo. Ahora bien: ¿para qué cinco más? o ¿pedidos por quién? Si de todos modos ni tengo tantas tetas ni aguanto tanto.

[a]Eso esun trauma suave. Seductor antes que violento [esto que sucedería en Facebook].

Esos “cinco” de espacio-tiempo de los que carece el cuerpo ahora los encontramos en Facebook. Cinco fotos, contactos o comentarios recientes son los que nos permiten afirmarnos como individuos. Como objetos. Ahí el espacio y el tiempo que antes nos daba la posibilidad de encontrarnos o interactuar subjetivamente nos distancia a través de escisiones y fantasmagorías. La mediación del mundo virtual. Donde. La absolutización de lo imaginario y la idealización se impone en detrimento de lo real y lo simbólico si pensamos en el RSI de Lacan.

Los encuentros donde nos poníamos en juego [básamosen el último Foucault] dejando incluso huella en nuestro cuerpo se desplazan y nos desplazan a una zona donde el encuentro, todo hacer, y hasta el cuerpo mismo, son virtua-less.

[b]Encuesta: ¿Qué prefiere usted: sexo o sexo-virtual? ¿Celibato?

La intraducibilidad de la iteración y otros ex-sexos

Es trivial explicarlo. Pero. Soy mi cuerpo y sus huellas son mis huellas. El cuerpo es algo que no puedo poseer por completo. Ni es absolutamente mío ni puedo[yo] permanecer indiferente frente al cuerpo, propio o ajeno. Tanto mi dolor de muelas como el tuyo o un cuerpo desnudándose por la acción de otro cuerpo son algo que nos sobra y que nos falta respectivamente; pero que, según el caso, es susceptible de constituirse en un acontecimiento.Bise. Uno por uno. Antes : después.

Adicción vs a-dicción

Lejos de ser un reclamo feminista sostener “Es mi cuerpo. Y. Hago. Lo que quiero”, ese es el grito mudo del capitalismo. Resonado en todo consumidor. Consumado. Ya que. No hay semejante distancia entre “mi” y “cuerpo” aunque no-todo mi cuerpo sea para mí. Ni por eso todo, mi cuerpo, sea para otro. Su dueño o dueña. O 5u cinco-más. Es decir. La tensión en-sí/para-sí aunque sea concomitante con la distinción mundo y conciencia no supone separación. En filosofía, no va de suyo que una distinción sea una separación. Ni en el existencialismo de Sartre, por caso, hay un mundo que no sea para una conciencia, o una conciencia que no sea del mundo. Son extremos del mismo recorrido. De ahí el énfasis en hablar de conciencia(de)mundo y mundo(para-la)conciencia. Y algo similar ocurre entre libertad y situación cuando son puestas en tensión por la mirada. No hay libertad que no sea robada por la mirada ni objetividad en libertad. Sucede como en los nudos de Moebius lacanianos. En el caso de Sartre se ve en la acción que me compromete con todos porque se postula como ejemplar, eso mismo sucede con el cuerpo, que es justamente quien actúa. Y su acción nos interpela a todos. Es en este sentido que un cuerpo nos compete a todos. Que. El cuerpo es nuestros. Que mi cuerpo también fue o puede ser tuyo. Y que aparece como una dulce condena tanto en Sartre como en Lacan.

Dicción

Nuestro cuerpo habla. Y hay en él una bifurcación. Cierta bifídez. O bien el deseo habla. O bien el habla es suprimida, enmascarada, emplazada, por cierta inercia. Goce.

Fragmentado

Ahora bien, en Facebook esta distancia entre el cuerpo y el yo se incrementa exponencialmente. El yo encarnado se fractura y se fragmenta. Se difumina en una multiplicidad de fragmentos, primero por imágenes, en la foto del perfil [ni en ese detalle podemos estar de frente uno contra el otro] o aquellas fotos que configuran un álbum, segundo en relación con la escritura, lo que estoy “pensando” o “sintiendo” o lo que comento sobre los demás o ellos sobre mí y tercero según el grado de accesibilidad donde privacidad y publicidad son cosas inversamente proporcionales.

Todos estos fragmentos que se conservan entretejidos por la red solo descubren y encubren uno de los aspectos de la fractura, es decir, describen el yo-virtual, pero sólo desde ciertos aspectos que podríamos llamar espaciales o femeninos. Falta entonces el aspecto temporal o masculino el cual está en ser cronometrado. Cronometrar y seriar constantemente las últimas actualizaciones del yo-virtual. Se debe atender a la fecha en que se creó el espacioy cada fragmento del mismo, al instante preciso de las últimas modificaciones u operaciones propias y ajenas. Esta línea se escribió hace 0.23 segundos. Esto nos obliga de algún modo a permanecer lo más posible navegando. Aguantando. Ya que es inconcebible que estando por ingresar a octubre no hayamos publicado nada sobre el día de la primavera o el brusco cambio de clima de ayer, o de nuestro ánimo, y lo mucho que maduramos tras el almuerzo. Somos únicos. Igual que cinco millones de usuarios más.

Detrás de este enjambre espacio temporal la ley de los “cinco más” se impone implacable. Siempre nos faltan cinco pa’l peso, es decir, no tenemos las tetas suficientes y nos hemos retirado precozmente del mundo virtual. El mundo virtual, como el literario, incrementa exponencialmente nuestra impotencia ya que detrás o más allá del mundo virtual encontramos la densidad del yo-encarnado. Los efectos de poder, o la circulación del deseo, quedan restringidos a la red. Debe primero modificarnos a nosotros y a los demás en el mundo virtual para luego incidir, intervenir, acontecer en el mundo no virtual. Hay una suerte de tensión, una fisura fantasmal, entre el yo-encarnado y el yo-virtual. Una nueva forma de esquizofrenia o histeria. La dificultad de armonizarnos connuestras publicaciones de Facebook. Tras el trauma suave que nos mantiene separados. Lo seductor de esta situación es que nos da la ventaja de no estar en ninguna parte, o de estar parapetados en la ausencia, sin tener que poner el cuerpo, sin hacer nada más que disimularse o disimularnos, de toda violencia, en la web. En Facebook. Quedamos atrincherados en el mayor número posible de objetos. Soy mis fotos, los contactos que tengo y los comentarios recientes. Así me individualizo. En un manojo de cosas inertes. Me abandono y te abrazo.

Habrázo

Deseo. Reconocerme en la mirada de tus ojos, no en tus ojos, no en escritos-especulares o espejos de escritorio. No en fantasmas o escisión. Reconocernos. No virtualmente. Con la piel. En la saliva. En el sudor por imperceptible y tenue que sea. Deseo. Condensarnos en un beso. Desgárranos el “yo” y el “tú” para ser nosotros, tomando mate o copulando, no importa. En ambos casos hay que defender la saliva. No renuncio al más esporádico o rutinario, y al más respetuoso o tendencioso de los abrazos, ni por las “cinco” fotos, contactos o comentarios recientes que me acaban de llegar y me obligan a deja...

Salyvación

¿Dónde está el placer? En la saliva. El placer es. Quizá junto con el deseo. Si no son lo mismo. Un elemento salvífico y vivificante; en consecuencia, es quizá la principal huella que se desprende de todo acontecimiento pleno. En la salivación. Deseo y salvación se concurren. Del mismo modo o en tanto que. Aquello que deseamos nos hace salivar cf. dibujos animados y otros estereotipos; viejo baboso, etc.

De la salivación a la salvación no hay más que una “i” de distancia; que, aunque comporte cierta semejanza fonética con la sajona “e” de la red no es más que el palote donde encontramos otro hombre en su corporalidad de yo-encarnado y por eso mismo, no es “i” sino es griega, es la “Y” del hombre que extiende sus brazos y que espera estrecharlos en otros.

La “y” es la conectiva por excelencia donde dos se enlazan y se confunden. Tomando mate o copulando. Como lo sugiere el recorrido o el nudo de sus tres extremidades.

Es curioso sospechar que el “yo” está antecedido por la “y”, por una huella de interacción subjetiva, y que concluye con la marca del aniversario, la “o”, signo de compromiso en repetición y diferencia -¿espacio temporal?-. Un conjunto más o menos vacío. Y. Por ser. Incluso a destajo de Aristófanes.

En el caso de Facebook quizá debamos pensar que el placer no se encuentra en la forma viscosa y húmeda de la salivasino bajo la forma que le dieron los utilitaristas [ingleses americanizados y globalizantes] para quienes el placer se identifica también con la ausencia de dolor.