Aprendiendo a amar a tu lado - Maricel Casimiro - E-Book

Aprendiendo a amar a tu lado E-Book

Maricel Casimiro

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Beschreibung

Tomás es un chico inmerso en su profesión, rodeado de amigos y familia. Ha pasado por muchas cosas, como todos. Una lesión, un amor caótico y el dolor por la pérdida de un ser amado lo llevan a transitar momentos delicados e inesperados que son apaciguados por las matemáticas, por el poder crear sabores con la comida y los clásicos partidos de fútbol compartido con sus amigos. ¿Por cuánto tiempo podrá ignorar lo que verdaderamente le duele? En un momento inesperado, conoce a Lina, una chica dulce, soñadora y dispuesta a cumplir sus sueños. Ninguno de los dos se imagina que, con el tiempo, serán tan importantes el uno para el otro. Sin duda el amor es un sentimiento base en la vida de muchos, ¿ellos lo experimentarán? Aprendiendo a amar a tu lado te invita a disfrutar de la amistad, las charlas entre amigos y del amor.

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Producción editorial: Tinta Libre Ediciones

Córdoba, Argentina

Coordinación editorial: Gastón Barrionuevo

Corrección: María Laura Cerrella

Diseño de tapa: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Diseño de interior: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Casimiro, Maricel Sabrina

Aprendiendo a amar a tu lado / Maricel Sabrina Casimiro. - 1a ed. - Córdoba : Tinta Libre, 2024.

208 p. ; 21 x 15 cm.

ISBN 978-987-824-931-5

1. Narrativa Argentina. 2. Novelas. 3. Novelas Románticas. I. Título.

CDD A863

Prohibida su reproducción, almacenamiento, y distribución por cualquier medio,total o parcial sin el permiso previo y por escrito de los autores y/o editor.

Está también totalmente prohibido su tratamiento informático y distribución por internet o por cualquier otra red.

La recopilación de fotografías y los contenidos son de absoluta responsabilidadde/l los autor/es. La Editorial no se responsabiliza por la información de este libro.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina - Printed in Argentina

© 2024. Casimiro, Maricel Sabrina

© 2024. Tinta Libre Ediciones

Para mi mamá y mi papá, quienes me dieron la vida, y gracias a eso puedo disfrutar del arte de escribir.

Para mi hermana, quien me inculcó el amor hacia la lectura.

Para mis abuelos: Desi, Mari, Manuel y Luci, y mi tía Emi, que siempre están a mi lado.

Para Amby, mi pequeño ser de luz.

Para Mechi, Cata, Naty, Taty, Nico y Charly,quienes me recordaron el significado de la valentía y de creer en los sueños.

Para mis infinitos (amigos y familiares),que me apoyan y me ayudan a brillar.

Aprendiendo a amar a tu lado es una novela argentina que se basa en las emociones confusas, pero que al fin son aclaradas por diferentes sucesos que demuestran, una vez más, que el amor y la amistad existen en cualquier lado.

Anónimo

Hermosa y atrapante historia de la vida cotidiana sobre cómo el amor y la amistad nos atraviesan y nos ayudan a evolucionar y a ser mejores personas. Novela llena de dulzura que traslada al lector a la adolescencia y a los grandes vínculos que se crean durante la misma.

Belén Vietti

Aprendiendo amar a tu lado, una historia que refleja la importancia del amor en nuestras vidas y cómo este nos ayuda en el aprendizaje continuo del día a día. Personajes e historias que nos representan en algún punto, sintiendo empatía por los mismos. Con una redacción atrapante que te invita a continuar leyendo.

Agostina Tinnirello

Aprendiendo a amar a tu lado

En la vida hay personas y personas, algunas se van y otras se quedan en el corazón, pero hay algo que es seguro: te enseñan. Somos grandes maestros y muchas veces ni nos damos cuenta.

Tomás Greco

CAPÍTULO 1

Yo

Todos tenemos una historia, nuestra impronta en esta vida, y cada uno es quien es de acuerdo a lo que le tocó vivir. Me costó mucho entender mi vida, mi forma de ver las cosas; lo bueno es que fui encontrando gente en el camino que me ayudó y me dio ese empujón para no tenerle miedo a mi pasado y a mi futuro. Me enseñó y me enseña a vivir y a disfrutar el hoy.

Mi nombre es Tomás Greco, tengo veinticinco años y soy profesor de Matemáticas. Desde chico siempre me han gustado los números, ellos me han dado una mano durante un buen tiempo. Ellos no se equivocan, son exactos hasta para tener comas. Son tantos que ni te sientes solo cuando estás concentrado en ellos; te hacen pensar, razonar y te desafían a que seas mejor, porque para ellos no existen límites. Hasta me han ayudado en un momento de vida y no vida, pero, bueno, ese es un pasado oscuro que no me interesa razonar en este instante. Hoy en día pienso en cómo mejorar mis habilidades, es por eso que comencé un curso de gastronomía. La cocina, además de tener relación con los números, es como mi cable a tierra, una forma de relajarme y compartir algo que me gusta con amigos y familia.

Aparte de todo eso, me gusta correr y jugar al fútbol. No me llama la atención ningún club en particular. El simple hecho de ver rodar la pelota en cualquier cancha ya es un disfrute. Eso sí, con lo único que soy meticuloso o jodido es con todas mis camisetas: sean del club que sean, tiene que estar el número 3. Cosas mías que en algún momento contaré.

Mi familia siempre me ha acompañado en cada situaciónen que me tocó enfrentar la vida. Me bancaron y ¡cuánto! También están los amigos, esos incondicionales que no te sueltan las manos hasta que te ven levantado. Te acompañan y cuidan. Son esos cracks que te brindan su tiempo las veinticuatro horas del día. Y bueno…, también tuve mis novias; no fueron muchas, pero aprendí de ellas lo bueno y lo no tan bueno. No soy un ganador con las chicas, me han gustado muchas y varias me han rechazado porque dicen que buscan a alguien que sepa expresar lo que siente y no lo que piensa. Pero, bueno, sé que tienen razón. Siempre di lo que podía dar, y por eso me han dejado y yo también he dejado. Hasta que llega alguien que te acomoda y desacomoda los números de una forma para nada racional y para todo emocional…

CAPÍTULO 2

Los pibes

Kevin

Con Kevin nos conocemos desde el jardín de infantes, éramos vecinos hasta que sus papás compraron una casa a cinco cuadras de la mía. Me acuerdo de que, cuando le tocó mudarse, fue algo muy trágico para nosotros. Teníamos siete años y pensábamos que ya no íbamos a ser más amigos, que no íbamos a poder hacer pijamadas o jugar a la pelota. Hasta que, unos días antes de mudarse, mi abuela nos llevó desde mi casa hasta la nueva casa de Kevin.

Las cuadras son largas por mi barrio, no era tan difícil el camino. Pero, en ese entonces, a Kevin y a mí nos gustaba juntarnos hasta para hacer la tarea; así que, cada vez que íbamos de una casa a otra, dejábamos marcado el camino con unas piedras de diferentes colores. Era divertido, nos sentíamos unos exploradores. Hasta que crecimos y ya no necesitábamos señalarel camino.

Kevin siempre fue mucho más expresivo que yo en cuanto a lo sentimental. Recuerdo que, cuando tomamos conciencia de que no estábamos tan lejos de nuestras casas, él me abrazó y me dijo que íbamos a seguir siendo amigos; yo solo me quedé quieto y me reí, pero sinceramente, también, estaba emocionado. Hasta el día de hoy, somos un gran dúo, grandes compañeros, siempre estamos el uno para el otro. Fuimos dos hasta que llegó Javi.

Javier

Con Javi nos conocimos en tercer grado. Era el primer día de clases y, como es costumbre, en el colegio siempre presentan a los chicos nuevos en la formación antes de entrar al aula. Y entre ellos había unoque lloraba mientras estaba abrazado a su mamá; Kevin y yo no entendíamos muy bien qué le pasaba. Nosotros nunca fuimos de llorar en el colegio, pero hoy en día pienso que eso fue así porque sabíamos que ambos nos acompañábamos.

Cuando entramos al aula, la seño presentó a dos niñas y a dos niños, pero cada tanto salía fuera del salón y no entendíamos el motivo. En un momento, nos pidió su atención y nos dijo que teníamos un compañero más al que le costaba integrarse. En eso apareció Javi de la mano de su mamá, se notaba que había llorado mucho. La seño tomó su mano y lo invitó a pasar. Mientras miraba dónde se podía sentar, Kevin levantó la mano y le dijo que detrás de nosotros había un asiento libre junto a otro compañero y que, si Javier quería, él podía mostrarle el colegio, así se sentía más cómodo.

Siempre admiré ese compañerismo de Kevin, siempre fue muy humano y servicial con todos; no le gusta ver mal a los demás y siempre busca la forma de poder solucionar los problemas. No es para menos: muchas veces salió como mejor compañero y mejor alumno, siempre fue aplicado y dedicado con sus estudios. Para mí es un crack.

Volviendo a Javi, estuvo unos días con problemas para integrarse por el hecho de que lloraba mucho. Hubo veces en que lo llevaron al equipo de psicólogos y psicopedagogos del colegio. Hasta que un día la seño llamó a mis papás y a los de Kevin. Nosotros nos rompimos la cabeza pensando qué macana nos habíamos mandado; la verdad es que estábamos muy asustados.

Cuando nos avisaronque pasáramos al aula, no sabíamos qué nos esperaba; mi mamá nos miró a ambos y nos dijo que la seño le había contado sobre la situación de Javi. Resulta que Javi se había mudado al barrio unos días antes de comenzar el colegio y que, por cuestiones de trabajo, su papá había tenido que irse fuera del país; eso lo tenía muy triste y, por ende, le costaba dejar ir a su mamá porque tenía miedo de que no volviera. La seño nos preguntó si teníamos problema con que Javi formara parte de nuestro dúo; nos reímos porque, para nosotros, Javi ya era nuestro amigo, solo que no nos animábamos a invitarlo a nuestras casas porque pensábamos que no iba a querer ir.

Así que, desde ese día, pasamos a ser tres amigos y, con el tiempo, tres hermanos.

Noelia

Cuando pasamos al secundario, teníamos una materia que se llamaba: “Expresa lo que sientas”. Yo no era muy bueno en eso, así que agradecía tener a Javi y a Kevin, quienes les daban un toque de sentimiento a nuestros escritos. Pero hubo una vez en que teníamos que ser un grupo de cuatro personas y no sabíamos a quién íbamos a integrar. Javi se llevaba muy bien con la mayoría de los chicos del curso —sí, Javi, el que en tercer grado no se animaba a hablar con otros, con los años y con la ayuda de muchos, se había ido integrando y logrando una gran convivencia con todos— y era muy amigo de una chica llamada Noelia. Nos comentó que le coparía que formara parte del grupo, que era piola y tranquila. A Kevin y a mí no nos molestaba, así que le dijimos que no había problema.

Ese día, en la clase, Noelia se sentó con nosotros, y la verdad es que demostró ser una persona muy agradable, con grandes ideas y motivaciones. Me copaba su energía y su forma de aceptar y adaptar las ideas de otros. A partir de ese día, Noelia pasó a ser Noe, y lo más copado para nosotros era que le encantaba jugar al fútbol. Hasta la invitamos a participar de los partidos de los sábados en la cancha del barrio. Al principio, a los demás chicos les parecía una locura que una chica jugara con nosotros, pero Noe era tan buena que los dejó boca abierta, y eso dio lugar a que más chicas se nos unieran a jugar. Noe siempre tuvo eso de ser revolucionaria y de abrirles la cabeza a los demás.

Tatiana

Cuando íbamos a noveno grado, que hoy en día es el segundo año de secundaria, nos llevaban de excursión a distintas partes de la ciudad. Una vez nos tocó ir con el profesor de Biología y teníamos que formar grupos de cinco personas. Con los chicos no sabíamos con quién trabajar y, mientras pensábamos, Noe nos dijo que ella era amiga de una chica llamada Tatiana, que podría invitarla a que se uniera a nosotros.

Tatiana había ingresado el año anterior, junto con otros chicos, al colegio. No había tenido relación con ella hasta ese momento. Noe fue a hablar con ella para ver qué onda y, cuando volvió, nos dijo que estaba todo bien, solo que si podíamos hablar con el profe para ser seis en vez de cinco. Le preguntamos por qué y Noe nos dijo que Tati tenía a su amiga que estaba de viaje y que volvía dentro de unos días, y no quería que se quedara sin grupo. Con los chicos nos miramos dándonos a entender que estaba todo OK.

Kevin habló con el profesor, quien nos aceptó la idea de tener un integrante más en el grupo. Ese día Tatiana compartió la excursión con nosotros y la pasamos rebién. Era graciosa, divertida, con sus ideas locas y no tan locas; tenía esa particularidad de analizar y buscar el porqué a todo.

Cuando volvimos de la excursión, durante esa semana, nos juntamos en su casa; era un lugar muy agradable, estudiábamos y nos reíamos. En un momento, a Kevin se le ocurrió preguntarles a Noe y a Tatiana de dónde se conocían. Resulta que ambas iban al mismo club de fútbol, así que, como se imaginarán, Tati, además de ir con nosotros al cole de lunes a viernes, pasó también a juntarse con nosotros los sábados.

Unos días antes de presentar el trabajo de Biología, su amiga Macarena volvió de viaje. Pero, bueno, de ella les contaré más adelante…

CAPÍTULO 3

El clásico de los sábados

Después del clásico partido de los sábados con las chicas y los chicos, nos gusta organizar un tipo de fiesta o buscar ser invitados a alguna por el barrio y ver en qué podemos ayudar. Es nuestra forma de distraernos y disfrutar del fin de semana. Somos como veinte pibes y pibas cuya relación es directamente proporcional al gusto por la pelota. De todos ellos, como saben, Javi, Kevin, Noe y Tati son mis amigos que fui reuniendo durante diferentes etapas de mi infancia y adolescencia. Son cuatro pibes que valen más que cualquier otro número que pueda existir. Juntos formamos un quinteto que, como dice el refrán, se acompaña en las buenas, y en las malas mucho más.

Cuando terminamos de jugar con los chicos, dejamos la cancha ordenada. Yo siempre me encargaba deacomodar las pelotas en el vestuario y, como de costumbre, después de cada partido, al ver que estaba solo, le di las tres clásicas caricias y las gracias a mi rodilla derecha, hasta que entró Kevin:

—Perdón, ¿interrumpo algo? —preguntó Kevin tosiendo.

—No jodas, pasá. Me ves haciendo esto hace años y seguís haciendo el mismo chiste o intento de chiste —contesté.

—Ja, ja, ja, ja, tranqui, Tomás, nadie se va a enterar de tu romance con tu rodilla, ¿Cuánto llevan?, ¿siete u ocho años? —respondió Kevin.

—El próximo mes cumplimos nueve años —contesté.

—Fuaaaa, es la que más te duró. Si trataras a las chicas con los mismos sentimientos que a tu rodilla, seguro no te acusarían de ser “tan racional”. Ja, ja —contestó Kevin.

—Mi rodilla es mi rodilla, las chicas son las chicas. Por ahora no quiero nada con nadie, con mi rodilla estoy bien.

—Ja, ja. Sí, Tomás, todos decimos eso. Che, hablando en serio, ¿qué hacemos hoy? ¿Nos armamos una juntada con guitarras, birras y sándwiches en lo del abuelo de Toto o pinta ir a bailar…? —consultó Kevin.

—No sé, podríamos…

En ese momento apareció Javi.

—¡¡Pibes!! ¿Ya ordenaron todo? ¡¡Vamos!! Ya organizamos algo —dijo Javi muy contento.

—¿Qué vamos a hacer? —preguntó Kevin.

—A Toto y a Euge les avisaron de un asado en casa del Pupi. Quedamos en poner parte del asado, así que vamos. Nos pegamos un baño, y ¡¡a la joda!! —respondió Javi.

Pupi es uno de los chicos del barrio. En su casa siempre se arman grandes fiestas y se la pasa rebién, es el único lugar donde nos juntamos varios exalumnos del Colegio Nacional N.° 823. Así que cerramos la cancha y cada uno se fue a alistar en su casa, y quedamos en encontrarnos en la esquina de la vivienda de Javi.

Cuando se armaban estas juntadas, siempre caíamos los tres: Javi, Kevin y yo. Noe y Tati iban después porque tardaban un poco más en alistarse…

—Qué buen partido el de hoy, el gol que metió Sonia de media cancha estuvo espectacular —comentó Kevin.

—¡¡Estuvo de diez!! Sonia se tendría que haber dedicado al fútbol. ¿Vos qué pensás, Tomás? —preguntó Javi.

—El gol estuvo bueno y, por lo otro, creo que Sonia está bien con lo que estudia. Siempre dijo que el fútbol no es su gran pasión, lo hace de hobby—respondí.

—Ajam, ¿qué te pasa? Te noto medio decaído —preguntó Javi.

—Ya saben, a veces me siento así —contesté.

—Embolante. Ja, ja —agregó Kevin.

—Ja, ja, ja, ponele, solo quiero ir a dar una mano con el asado y despejarme un rato—comenté.

—Si vas a estar en la parrilla, entonces voy a comer de diez —dijo Kevin muy convencido.

—Yo también, y quiero tomar un rato y bailar —respondió Javi.

—Vos querés ir y ver si está Malena. Ja, ja —comentó Kevin de forma irónica.

—Uhhhhh, Malena. Esa chica es un fuego, no puede estar más buena. Hace dos años que vengo mirándola y ni el número de cel puedo conseguir —contestó Javi.

—Lo conseguirías si te acercaras a ella y se lo pidieras —le respondí a Javi de forma muy directa.

—Oh, como si fuera fácil. Casi nadie se le quiere acercar, aparte te mira con esos ojos de cielo y te deja bobo. Pero, bueno, quién sabe, tal vez hoy es mi noche. Ja, ja, ja —contestó Javi.

Malena es una piba un año menor que nosotros, iba a nuestro mismo colegio. Es la típica chica linda, popular que más de una vez salió reina de su curso. Y, siendo sincero, es una chica impactante, simpática. Nunca he visto que haya tenido problemas con nadie y, aparte de eso, para mí no es para nada creída, aunque algunos piensan que sí y que por eso no sale con ninguno del barrio.

A Javi le gusta desde hace dos años, cuando nos reencontramos los exalumnos en la fiesta que realiza el colegio todos los años, la cual es dentro de una semana. Y, en cada celebración, dice que le va a hablar, pero la realidad es que no lo hace, así que con Kevin siempre tratamos de darle una mano, aunque Malena nunca se detiene a conversar con nosotros.

Llegamos a la fiesta, había luces y música a todo lo que daba. Es un ambiente muy familiar y nos reciben con la mejor onda. Claro está, Pupi siempre me pide que vaya a dar una mano con la comida; según él, el mejor asado lo hago yo.

Cuando entramos nos encontramos con la sorpresa de que Noe y Tati estaban en la fiesta, así que tomamos algo con ellas y luego cada uno se fue a su zona de confort.

En la parrilla siempre estaban don Robert —papá del Pupi—, Dani, Rafa y Tito, chicos del barrio.

—¡¡Eh, Tomás!! ¿Cómo estás, hijo? Ya te estaba extrañando por acá, me hace falta la mano de un maestro —dijo don Robert muy contento al verme.

—Ja, ja, ja, ja. ¡Qué dice, don Robert! Si usted es el capo del asado —respondí de forma halagadora.

—Puede ser, pero siempre es bueno la mirada de alguien un poco más joven. Además, mis ayudantes se la pasan comiendo ja, ja —dijo don Robert mientras miraba a los chicos.

—Eh, don Robert, ¿por qué así? Por lo menos, no lo dejamos aburrirse—respondió Rafa riéndose.

—Eso sí, es verdad. Bueno, muchachos, ahora que llegó Tomás, me voy a dar una vuelta por la cocina para ver cómo van las ensaladas —respondió don Robert.

—¡De una! Vaya tranquilo, que acá queda el mejor de nosotros: yo. Ohhhh, nada que ver ja, ja, ja, ja. Conmigo comemos mañana ja, ja, ja, ja —respondió Dani.

—¿Cómo andás, Tomás? Alto partido el de hoy, ¿no? —preguntó Tito.

—¡Ni hablar! El gol de Sonia estuvo espectacular, quedará para la historia —respondí.

—¡Viste, hermano! ¡¡Qué golazo!! Me casaría con Sonia solo por sus goles, cada tanto se manda cada uno —dijo Tito emocionado.

—Ja, ja, ja, ja, ja, vos no te casás ni aunque te paguen —comentó Rafa.

—Bueeee, tampoco así. Sonia es buena mina, aunque a veces es medio antipática —respondió Tito.

—Hablando de antipáticas, llegó la reina de ellas —comentó Dani señalando con el dedo la entrada al patio de la casa.

Los cuatro miramos hacia la entrada y estaba Malena junto con su grupo de amigos. Inmediatamente, busqué a Javier y a Kevin. Pero ambos estaban entretenidos con los chicos que tocaban la guitarra, así que Malena podía esperar.

—A mí no me parece antipática. Las veces que la crucé, siempre me saludó de diez —comenté muy convencido.

—Capaz que quiere algo con vos, ¿te imaginás? Tom, ganándose a la mina más mirada del cole —respondió Dani mirándome a los ojos.

—Ja, ja, ja, ja, na, ni ahí saldría con ella —respondí.

—¿Por qué? Me llega a tirar onda ¿y sabes cómo levanto vuelo? ¿O es por códigos con Javier? —preguntó Tito.

—Ja, ja, ja, ja, más allá de que a Javier le mueve el piso, no saldría con ella porque… no sé, no es mi tipo —contesté.

—Ja, ja, no es mi tipo, está buena esa. Es el tipo de todos, ¿qué pibe no quiere una mina como ella? Aparte a Javier no le mueve el piso, le mueve hasta los huesos ja, ja —agregó Rafa.

—No te voy a negar que está buena, pero me parece reantipática y creída. No la vi con ningún vago de acá y, supuestamente, dicen que sale con uno de zona norte. Como dicen, los chetos con los chetos —comentó Rafa mientras se cruzaba de brazos.

—Bue, hablando de minas, quiero hablar con Lina —agregó Tito.

—¿Te la querés levantar? —preguntó Rafa.

—¿Quién es Lina? —consulté pensativo.

—Na, no me la quiero levantar. Ella tiene mucha cabeza para la nuez de cerebro que tengo yo ja, ja. Lina es una amiga de Malena. Hace unas semanas estuvo en Europa y tengo ganas de preguntarle qué lugares están buenos para ir a visitar —respondió Tito.

—Miralo vos, Tito se va de viaje por el mundo —contestó Dani moviendo la cabeza.

—Y sí, hermano, en el laburo me van a dar un plus y un gustito me quiero dar —respondío Tito.

—Me parece genial. ¿Y por qué no la llamás, así le consultás? —pregunté.

—Tranqui, hermano, Lina es media tímida y recién llega a la fiesta. Que se acomode un toque y después hablo con ella —respondió Tito mientras se tomaba una cerveza.

Con los chicos nos quedamos conversando de mil cosas, hasta que estuvo el asado. Luego de eso, servimos la comida, todos quedaron satisfechos. Y, como es de costumbre, siempre dan un aplauso al asador, que en este caso fui yo. No es un momento que me agrade mucho, pero, bueno, siempre dibujo una sonrisa en mi cara como para agradecer. La fiesta sigue: cantan, bailan, se ríen, pasamos un buen rato. Después, con Tati, nos juntamos en la parrilla para limpiarla…

—Espectacular el asado de hoy, Tomás, ¡eh! ¡Te luciste! —comentó Tati mientras se limpiaba las manos con una servilleta.

—Es el que hago siempre, tampoco es para tanto —respondí.

—Ohh, ¡dale! A veces, está bueno reconocer que hacemos cosas geniales —contestó Tati.

—Hago las cosas porque las tengo que hacer, tampoco es para tanto —respondí sonrojado.

—Ja, ja, ja, ja, está bien, está bien, tampoco te emboles —agregó Tati.

En ese momento, sentí que se me cayó el tenedor con el que había hecho el asado y, cuando me di vuelta, estaba Malena. Me quedé un poco duro cuando me miró; tiene esos ojos que te dejan quieto un rato, pero por suerte estaba Tati.

—¡Eh! Male, ¿qué onda? ¿Cómo la estás pasando en la fiesta? Hace una semana que no te veo por el barrio, ¿te fuiste de viaje? —preguntó Tati.

—Ahora que estoy acá, la estoy pasando de diez ja, ja. Na, de vacaciones no, me fui estos días a zona norte a ver a mis parientes. —En ese momento, volvió la mirada hacia mí y me dijo—: Tomás, se te cayó el tenedor. Quise llegar antes que se cayera al piso, pero no llegué, ja, ja —respondió Malena.

—Ah. —Estaba como tonto—. ¡Gracias! No te hubieras molestado.

—¡De nada! ¿Y por dónde anda Tito? Lina lo está buscando para hablar un poco del viaje —respondió Malena.

—Ahora le mando un wasap para que se acerque a la parrilla. Por lo menos, en este lugar nos podemos escuchar —contestó Tati mientras buscaba su celular en su bolsillo del pantalón.

—¡De diez! Ahora le digo a Lina que venga para acá —respondió Malena.

Por un momento dirigí la mirada hacia donde estaban los chicos. Javi me saludaba con las manos junto a Kevin, los dos se reían, y obviamente Javi me hizo señas para ver si podía conseguir el celular de Malena.

—¿Y a quiénes tenés en zona norte? —le pregunté a Malena.

Pregunta media tonta, pero necesitaba tener una charla con ella.

—A unos tíos —contestó mientras esperaba a que llegara su amiga, supongo; mucha bola no me daba y era cortante, pero tenía que encontrar la forma de que la conversación fuera más fluida.

—Mirá vos, ¡qué bueno! ¿Y qué tal estos años después del colegio? —pregunté.

—¡Genial!, me faltan pocas materias para recibirme. Esperá, bancame un toque, ahí vengo. —Se fue entre los que bailaban, tomó de la mano a una chica y volvió con nosotros—. Chicos, les presento a Lina.

Tanto Tati como yo la saludamos. Malena la miraba con mucho aprecio, la presentó de una forma muy cálida y hasta con cierto orgullo.

—Lina, ellos iban a un grado más que nosotras en el colegio, y Tomás es el que hizo el asado, que por cierto estaba riquísimo —comentó Malena.

—Hola, chicos, es un gusto saludarlos. Tengo un leve recuerdo de ustedes por el colegio. No sé si se acuerdan de mí porque, por lo general, me la pasaba en el aula —respondió Lina.

—Obvio que sí, vos te ganaste una beca para la facultad. A veces, me preguntaba qué tal te estaba yendo porque la verdad es que siempre los comentarios eran que ¡eras un bocho! —respondió Tati.

—¡Es un bocho! Y, aparte, es la mejor de todas para mí —agregó Malena muy contenta.

“Sí, Malena tiene una cierta admiración por su amiga”, pensé mientras las observaba.

—¿Y qué estudiaste? —pregunté.

—Bioquímica y ahora tengo pensado hacer algún máster —respondió Lina.

—¡¡Genial! ¿Acá o fuera del país? —preguntó Tati.

—Por ahora por acá, quiero disfrutar un tiempo más de mis seres queridos. Ah, por cierto, ¡gran asado, Tomás! ¿Y vos qué hiciste de tu vida? —indagó Lina.

—¡Gracias! Yo soy profesor de Matemáticas y doy clases en la primaria del colegio y, además, estoy haciendo un curso de gastronomía —contesté.

En ese momento, llegó Tito un poco mareado o demasiado como para tener una conversación con Lina. Ella se dio cuenta, así que le dijo que le pasara su número para poder enviarle unas páginas y que mirara tranquilo los lugares que podía ir a visitar, y que siguiera disfrutando de la fiesta. Obviamente, Tito se lo reagradeció y se fue con los chicos.

Yo, por un lado, necesitaba conseguir el celular de Malena, así que tenía que pensar rápido porque la fiesta se acababa y las chicas ya se querían ir a su casa.

—Lina, ¿te molestaría ayudarme a llevar unas cosas a la cocina? —pregunté.

Me sentí raro porque las chicas podían pensar que me la quería levantar. Pero, bueno, era por mi amigo.

—Eh, sí, claro, no tengo problema. Male, bancame, ya vengo y nos vamos a casa —contestó Lina.

Miré a Tati para que revisara su celu, ya que le había mandado un wasap explicándole lo que necesitaba.

—Buenísimo, ¡gracias! —respondí.

Mientras ordenábamos las cosas de la cocina, pude charlar un poco con Lina. Era muy agradable y simpática, no parecía tan tímida como había dicho Tito. La verdad es que nuestra conversación fue bastante fluida y ni siquiera me di cuenta de que había pasado como una hora hasta que entraron Tati y Malena a la cocina.

—¿Tanto van a tardar para ordenar las cosas? Ja, ja —preguntó Malena.

—Ni me di cuenta de que pasó el tiempo. Bueno, Tomás, fue un gusto haber conversado con vos. ¡Ah!, una cosa: ¿la ves a la seño Peñalba? —consultó Lina.

—Síí, sigue en el cole, la mejor seño ja, ja —respondí.

—Ja, ja, ¡es verdad! ¿En qué horario está? Me gustaría pasar a visitarla —