Bajo el mismo techo - Camila Tinjacá - E-Book

Bajo el mismo techo E-Book

Camila Tinjacá

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Beschreibung

¡Hay un nuevo inquilino en el hogar de los Smith!  Amy es una adolescente introvertida que prefiere escuchar K-pop y ver K-dramas todo el día que salir de fiesta. Su vida transcurre tranquilamente entre las clases en la universidad y el tiempo que comparte con sus amigas, hasta que un nuevo habitante llega a su casa: el misterioso e irritante Hyung, un chico que desde el primer momento la molesta con su arrogancia y comentarios odiosos. Lo que ellos no saben es que ese será el punto de partida para revelar la verdad oculta detrás de una serie de hechos extraños que acechan a su pueblo. Una adorable, misteriosa y divertida historia sobre dos polos opuestos y los sentimientos que se esconden como un eclipse en el corazón. 

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©️2023 Camila Tinjacá

Reservados todos los derechos

Calixta Editores S.A.S

Primera Edición Marzo 2024

Bogotá, Colombia

 

Editado por: ©️Calixta Editores S.A.S 

E-mail: [email protected]

Teléfono: (571) 3476648

Web: www.calixtaeditores.com

ISBN: 978-628-7631-82-3

Editor en jefe: María Fernanda Medrano Prado

Edición: Ana M. Sánchez Gutiérrez

Corrección de estilo: Laura Puentes

Corrección de planchas: Jimena Torres Archila

Maquetación e ilustración de cubierta: Martín López

Diagramación: David Avendaño

Impreso en Colombia – Printed in Colombia 

Primera edición Colombia 2024

Impreso por Panamericana formas e impresos

Todos los derechos reservados:

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño e ilustración de la cubierta ni las ilustraciones internas, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin previo aviso del editor.

Para Ale, quien creyó en mí y le encantan las historias de amor.

Para Xiommy y Lau, quienes la oyeron primero.

Y para ti, que estás a punto de conocerla.

1

Al despertar abrí la cortina de mi habitación como de costumbre, la misma en la que he dormido desde que tengo memoria. Sonreí al notar como todos los pósters de mis bandas favoritas brillaban gracias a la poca luz que se lograba filtrar. Vi con mal humor desde mi ventana el viejo estudio de la casa. No entendía por qué de todas las vistas de la casa tenía ese viejo apartamento que ocupar todo mi campo visual, mis padres se negaban a demolerlo, decían que entre más espacios tuviera la casa, era mejor. Aun así, para mí solo era una molestia que bloqueaba el sol.

Nunca pensé que este día mi vida cambiaría para siempre y todo empezaría por ese lugar.

Para empezar a arreglarme, puse en el parlante la playlist de mi grupo de K-pop favorito. Me encontraba de muy buen ánimo, hoy iba a salir con mis mejores amigas al nuevo restaurante de comida china que recién se había inaugurado en Moonville. Salí de la ducha y por primera vez en meses noté el silencio que había en casa desde que mi hermano mayor, Dan, se había ido a la universidad en Floraville, el pueblo vecino. Con algo de nostalgia terminé de vestirme con mi falda de prenses rosa favorita y un Hoddie blanco con el estampado de BT21. Cepillé mi cabello castaño, hidraté mi rostro y lo maquillé sutilmente. El azul de mis ojos resaltaba por el maquillaje. Mientras bajaba las escaleras Kiko, mi perrito, pasó corriendo por mi lado y robó la pelota de tennis que mi padre había olvidado cuando salió esta mañana al club. El peludo corrió emocionado a esconderla en el jardín. Sonreí al ver a Kiko disfrutar del enorme espacio que tenía para jugar. Guardo recuerdos de las innumerables aventuras que viví junto a Dan en este lugar y en el resto de la casa.

Mi casa tiene cinco habitaciones, cuatro baños, una agradable sala de estar, un amplio comedor, un bellísimo jardín lleno de rosas y árboles que mi abuela adora, un patio de lavado, un cuarto de herramientas, la oficina de mi padre, además del molesto estudio que mis padres construyeron apenas compraron la casa. El estudio es un apartamento independiente de dos pisos que conecta con la casa principal gracias a la cocina, es el mismo que bloquea la vista de mi ventana.

Durante un tiempo Dan y yo solíamos jugar a las escondidas y hacer nuestra tarea allá pero, cuando Dan entró a la secundaria, empezamos a hacerla en nuestras respectivas habitaciones. Desde entonces, durante los últimos siete años, el estudio ha estado inhabitado. Recuerdo que la última vez que entré había libros regados por todo el lugar, las paredes estaban desteñidas, el techo estaba agrietado y todo estaba cubierto de polvo. En pocas palabras, todo el sitio era un desastre.

Hace tres años Dan se graduó del instituto, siempre quiso estudiar medicina al igual que mamá, por eso puso todo el esfuerzo posible por entrar a la universidad de Moonville y lo logró. El año pasado fue transferido a la universidad de Floraville, que queda en el pueblo vecino y es reconocida por tener el hospital más grande de toda la región, ganó una beca y ahora está a mitad de la especialización.

Cuando mi hermano se fue de Moonville me costó hacer amigos nuevos, pues Dan siempre ha sido muy popular, era temido y respetado por todos en el pueblo, también era buen alumno, tenía excelentes calificaciones, era el líder del equipo de fútbol y todas las chicas morían por salir con él. Siempre ha sido el orgullo de mis padres y su tema favorito de conversación. Sin Dan me sentía desprotegida y bastante abandonada.

Y ni hablar de lo que tuve que soportar en casa. Mis padres desaprobaban cualquier cosa que hiciera diferente a Dan. Mamá insistía en que debía salir más de casa, tener una vida social activa, ir de fiesta, subir historias a las redes sociales bailando en alguna discoteca los fines de semana, arreglarme con ropa de mujer, no de la niña pequeña que ella asegura me aferro a ser. En pocas palabras, quiere que sea una copia de las adolescentes que viven en Moonville.

Mamá siempre ha querido verme con novio. Todo el tiempo hacía énfasis en que a mi edad ya había conocido a papá y que se había casado en su último año de universidad. Pero no me sentía parte de ese mundo. Siempre preferí la comodidad y seguridad que mi hogar me brindaba; desde pequeña no me gustaban los deportes bruscos, ni los sitios ruidosos. He sido tímida desde siempre, por lo que hacer nuevas amistades en sitios hostiles, para mi gusto, me pone el doble de nerviosa. Si me habían gustado varios chicos, pero todo ha sido platónico. Nunca fui correspondida y admito que disfrutaba de la agonía de no serlo. Era como si estuviera esquivando la experiencia de salir con alguien.

El invierno pasado, no mucho después de que Dan se mudara a Floraville, acababa de llegar del instituto. Mi madre había llegado temprano del trabajo. Me llamó a su habitación, esa noche se iba a realizar la gala benéfica de navidad, era algo que la élite del pueblo organizaba de forma anual. Vi cómo mamá terminaba de pintarse los labios y traía puesto su vestido de gala. 

En cuanto me vio, se apuró a preguntarme si algún joven me había invitado a ir a la gala como su acompañante. Agaché la mirada y negué con la cabeza. Mamá me lanzó una mirada de desaprobación, tenía los labios apretados y la nariz arrugada, gesto que suele hacer al estar molesta. Me dio un sermón que duró más de una hora, en la que solo me recriminó ser una asocial y la vergüenza que tendría que pasar esa noche ante los demás invitados por tener una hija incapaz de siquiera llevar un acompañante. Señaló que Dan jamás la habría decepcionado de esta manera. Me dijo que debía tener novio, que debía ser popular y tener la imagen pública que el apellido de la familia Smith demanda.

Entre angustia y enfado trató de calmarse, me preguntó si acaso no me gustaban los hombres y, que de ser así, debía replantear mis valores. Aquello fue la gota que derramó el vaso. Le dije que, si fuera el caso, ella sería quién debería replantear sus valores y dejarse de prejuicios. Mamá, enfadada, me envió a mi habitación, dijo que por nada del mundo saliera de la casa esa noche, que le diría a todos que había cogido un resfriado, de esa manera no pasaría vergüenzas justificando mi soltería. Era abrumador estar en casa tratando de cumplir la lista de requisitos de mis padres para ser perfecta, aunque papá nunca se pronunció, siempre estaba de acuerdo con todo lo que mamá decía. La única persona que no me juzgaba o intentaba cambiarme era mi abuela, quien siempre ha estado de mi lado. Y claro, Kiko.

Al inicio de mi último año escolar estaba bastante sola, comía en una esquina a la hora del almuerzo, hacía los proyectos por mi cuenta y apenas cruzaba palabra con alguien durante el día. Pero todo fue diferente cuando conocí a dos chicas impresionantes en la clase de química. Alex Berd y Jade Davies, mis mejores amigas. Me enseñaron su banda favorita, era de Corea del sur. Me mostraron un video y quedé impresionada por el talento que tenían aquellos artistas, no tardé en introducirme al mundo del K-pop. Se puede decir que me obsesioné por ese país. Empecé a ver los K-dramas coreanos que Jade me recomendaba, iba a casa de Alex a practicar coreografías, me enamoré de los actores coreanos, llené la pared de mi habitación con pósters y empecé a comprar mercancía de ellos. Tenía photocards, cuadernos, llaveros, peluches, álbumes y hasta mascarillas faciales. La vida me había cambiado.

Me estaba terminando de arreglar para salir al restaurante, hemos leído maravillosas reseñas del lugar, no solo por la excelente comida, sino también por el atractivo personal que atiende las mesas.

—Amy, cariño. ¿Vas a salir? —preguntó de manera dulce mi abuela, llevaba un gran sombrero y unos guantes color rosa de jardinería, al parecer había sembrado algunas flores nuevas.

—Así es, abuela. Voy a ir al restaurante chino con Jade y Alex —contesté mientras alisaba mi falda.

—¡Magnífico!, ¿podrías traerme algunos panes chinos? —pidió muy alegre, se quitó el sombrero y dejó a la vista sus plateados cabellos—. Sabes lo mucho que me gustan —añadió y me enseñó una tierna sonrisa.

—Claro que sí, prometo no olvidar los panes —dije mientras acomodaba mi pequeño bolso color rojo alrededor de mi hombro, lo dejé caer a un lado de mi cadera—. No me tardo, te quiero —dije y salí rápido por la gran puerta de madera de la entrada.

—Mamá, ¿a dónde va Amy? —intervino Rebecca, mi hija, quien salió de la cocina en cuanto oyó la puerta cerrar.

—Va al restaurante chino con sus amigas —dije con ilusión al imaginar los deliciosos panes chinos que más tarde iba a degustar. Se me hizo agua la boca.

—Esa niña sigue con su obsesión por los asiáticos. Solo sale para ir al restaurante chino y nada más. Estamos en América, no en Asia —dijo malhumorada.

—Déjala, todavía es joven — la contradije. Siempre ha sido muy severa con Amy—. No veo nada de malo en que le fascine esa cultura.

—¿Joven?, mamá ya tiene dieciocho años y nunca ha tenido novio. Todos los chicos de su edad salen al centro de Moonville para divertirse y ella muy rara vez sale de esta casa —observó y soltó un largo suspiro—. Me preocupa, lo único que hace es ver su celular, ver vídeos, y cantar canciones en un idioma extraño —añadió con inquietud, posando ambas manos en su cintura.

—En coreano, hija, ese es el idioma en que le gusta cantar —corregí con suavidad.

—¡Sea el idioma que sea, pareciera que estuviera invocando a un demonio! —se quejó. No demoré en echarme la bendición ante sus poco religiosas palabras.

—¿Pero qué cosas dices? —reprendí en tono maternal. Ese tipo de temas fantasmales me estremecen, nada más el Halloween pasado vimos El resplandor, que coadaptó Kubrick del libro de Stephen King; no llevábamos ni quince minutos cuando ya tenía la tensión por las nubes.

—Aún no ha querido empezar su vida —expresó Rebecca, con cansancio—. Eso me preocupa, ¿qué pensará la gente de una chica tan poco sociable? —Esas últimas palabras la llevaron a una profunda reflexión.

—¿No te da olor a quemado? —pregunté al notar que había humo por todo el lugar.

—¡Oh, no! ¡La comida! —gritó mi hija y corrió hacia la cocina en búsqueda de algo que pudiera rescatar del horno.

—¿Vieron la cara que puso cuando nos entregó los platos? —resaltó Jade entre risas. Veníamos de regreso a casa después de haber ido al restaurante. La noche ya había caído en Moonville y todo parecía muy tranquilo. Era muy agradable pasar la tarde con mis amigas, en especial cuando comíamos los deliciosos fideos del restaurante.

—Cómo olvidarla —dijo Alex mientras se limpiaba las lágrimas que habían salido debido a nuestra fuerte sesión de risas.

—Jade, parece que le agradas. ¿No has pensado en salir con él? —pregunté sonriente.

—Amy tiene toda la razón. ¿Has visto cómo te mira? —comentó Alex con mucha emoción.

—¿Cómo me mira? —respondió divertida.

—Te mira como si tuvieras diamantes en las cejas —afirmé en su mismo tono, entre carcajadas.

—Es cierto —contestó sonrojándose.

—¿Qué tal seas la primera en tener un Oppa? —gritó Alex mientras abrazaba a Jade y saltaba de la emoción.

—¡Sería genial! —añadió con una enorme sonrisa. Era más que evidente lo mucho que a Jade le atraía Bao, el hijo de los dueños del restaurante de comidas asiáticas más concurrido de la región—. Puede que no sea G-Dragon, pero no está nada mal.

—¿Vieron su abdomen en las pruebas de natación? —preguntó Alex exaltada—. Parecía una deliciosa barra de chocolate —Las palabras de Alex provocaron sonrojos y risas entre nosotras. No pudimos evitar concordar con su honesta observación.

—¡Yo también quiero un Oppa! —dije divertida con un puchero y ojitos de cachorro.

—¡Y yo! —añadió Alex al imitarme.

—Hay más chicos trabajando en el restaurante, ¿no les gusta ninguno? —interrogó al tiempo que acomodaba su largo y oscuro cabello detrás de sus hombros.

—¡Bromeas, Jade! —intervino Alex—. Bao es el único chico aceptable de todo Moonville —comentó con sinceridad.

—Es verdad... —La oración de Jade fue interrumpida por un fuerte sonido proveniente de la casa de enfrente. Paramos en seco al ver cómo todos los estudiantes de nuestro grado hacían una fiesta en honor a la graduación. Estaban bastante embriagados; unos bailaban con mucha energía al ritmo de la fuerte música, algunas parejas se besaban con desespero, y otros saltaban como locos hacia la piscina. La razón por la que todo nuestro curso hizo una fiesta y no fuimos, es porque siempre invitan a Jade y a Alex, pero nunca a mí. Jessica Miller había amenazado a todos con dejar de seguirlos en Instagram si me llegaba a ver en una fiesta, dicha advertencia también iba para mis amigas. Mis dos amigas eran muy populares en el instituto, pero son de esa clase de personas que prefieren la amistad y los verdaderos sentimientos, antes que la superficialidad que la popularidad conlleva.

—Miren nada más —dijo Alex cruzando los brazos en frente de su pecho.

—Les gusta perder el tiempo —observó Jade al imitar su acción. Se puede decir que casi todos nuestros compañeros celebraban su graduación y el inicio de primer curso de universidad en la casa de Jessica Miller, a excepción de nosotras. Para ser honesta, me sentía muy incómoda al pasar enfrente de la casa de Jessica. Algo que odio de Moonville es que la mayoría de mis compañeros de la escuela van a entrar a la misma universidad, me aburre compartir siempre con la misma gente, nunca logré entenderme bien con todos.

—¿Podemos darnos prisa? Se están enfriando los panes de mi abuela —dije mientras intentaba apretar nuestro paso.

—Amy, ¿todavía le temes a Jessica Miller? —preguntó Alex con curiosidad al notar mi afán.

—Es verdad, ya ha pasado más de un año desde que la viste besuqueándose con Adam Hummel —Jessica Miller es la chica más popular de la región. Estábamos en el mismo curso. Ella solía salir con Dan, es hija del alcalde y tiene muchos privilegios. Fue contratada como modelo para ser la cara del pueblo en los festivales y ha ganado el primer puesto en el concurso de belleza de señorita Moonville por dos años consecutivos, no cabe duda de que sabe aprovechar sus muchos atractivos físicos.

Su cabello color rojo la hace muy llamativa, tiene una figura envidiable y no me sorprende, pues solía ser la capitana de porristas en el instituto. Además, siempre viste a la última moda y se unta la cara con las marcas más costosas de cosméticos. Ojalá fuera así de hermosa por dentro.Era lo más parecido a una Influencer en el pueblo, todos querían tener su vida, visitar los lugares que ella recorría, comer en los restaurantes a los que ella iba, vestir como ella, e incluso maquillarse de la misma manera en que ella lo hacía.

Jessica Miller solía ser novia de Dan, pero terminaron antes de la graduación de mi hermano. Antes de que comenzara su noviazgo con Dan, Jessica solía ser mi amiga. En la primaria éramos inseparables, nos divertíamos acampando en el jardín de mi casa, y jugando a las escondidas en la escuela. Todo iba bien, hasta que en octavo grado Sam Evans, quien hasta ese momento había sido el amor platónico de Jessica, me invitó a salir. Era obvio que no iba a traicionar mi amistad por un chico que ni siquiera me llegaba a gustar; pero Jessica insistió en que debía ir a la cita y construir un puente entre ella y Sam. Luego de un accidente que incluyó un primer beso fallido y vómito en la rueda de la fortuna, Sam Evans difundió el rumor de que habíamos tenido sexo. Nada pasó entre nosotros, todo fue una vil mentira por parte de Evans, mentira que me costó mi amistad con Jessica, quien desde ese día dejó de hablarme, y dado el crecimiento de su popularidad y mi escasez de la misma, Jessica aprovechó la situación para marginarme y hacerme pagar por algo que nunca hice. Traté de explicarle en más de una ocasión lo que de verdad sucedió, pero ella no quería verme ni en pintura.

El tiempo pasó y Jessica comenzó a salir con Dan, estaba segura de que lo hacía para torturarme. Durante un año solo escuché a mis padres compararme con la perfecta Jessica Miller, la novia ideal de mi hermano. Llevaba poco más de un año saliendo con Dan, cuando un día la descubrí besándose con Adam Hummel debajo de las gradas de la escuela, no dudé en contarle a mi hermano y es obvio que Dan puso fin a su relación con ella. Desde entonces Jessica Miller me ha odiado, siempre me atormentaba en la escuela e intentaba hacerme sentir inferior pero, para su desdicha, nunca me importó lo que decía, me dediqué a ignorarla. Lo cual la enloquecía aún más. Aun así, Jessica me aterraba, tiene un carácter muy fuerte y es demasiado malcriada e impredecible.

—No me aterra... es solo que prefiero evitarla —dije al intentar disimular mi incomodidad.

—Es una estúpida al haber engañado a tu hermano con el cabeza hueca de Adam Hummel —comentó Alex como si estuviera pensando en voz alta. Jade y yo no dudamos en intercambiar miradas.

—Alex, no me digas que te gusta Dan —dijo Jade y levantó una ceja provocando en Alex una sorpresiva expresión.

—¡¿Qué?, ¿pero qué cosas están diciendo?! —negó sonrojada. No dudamos en soltar una fuerte carcajada y continuar nuestro camino a casa, ahora con un nuevo tema de conversación.

Al llegar a casa me llamó la atención ver un camión de mudanza estacionado enfrente, mi abuela estaba hablando con el encargado. No dudé en acercarme a preguntar, pues Moonville era un pueblo pequeño y con muy poca frecuencia se veían este tipo de mudanzas.

—Muchas gracias por su servicio —agradeció mi abuela mientras que firmaba una hoja, momentos después el encargado y el camión se fueron.

—Abuela, ¿qué es todo esto? —pregunté curiosa al señalar el lejano camión de mudanzas.

—Cariño, ¿recuerdas que mandamos a remodelar el estudio hace poco? —preguntó de manera dulce mientras me llevaba de la mano hacia el interior de la casa.

—Sí, recuerdo que hasta mandaron instalar una ducha —contesté sintiendo el calor de sus arrugadas y amorosas manos.

—Pues verás, con tus padres pensábamos que sería bueno aprovechar ese espacio para ayudar a los extranjeros que vienen a Moonville. Así que lo arrendamos como una habitación para estudiantes universitarios—Las palabras de mi abuela me hicieron abrir los ojos como platos.

No puede ser.

—¿La arrendaron?, ¿a quién? —pregunté impaciente. Al parecer la noticia de que ahora compartiría la casa con un extraño no era del todo fácil de digerir, había muchas cosas que ya no podría hacer con tranquilidad, como caminar en pijama por todo el lugar hasta la tarde o comerme toda la comida de la alacena a escondidas, incluso discutir con mis padres o hablar con mi abuela, ya no iban a ser conversaciones de carácter privado.

—Te va a gustar, la arrendamos a un chico de ascendencia coreana. Dijo que iba a ser temporal, en lo que encontraba un apartamento propio —contestó dándome unas palmaditas de felicidad en el brazo. No creía lo que estaba pasando.

¡Un coreano, va a vivir bajo el mismo techo que yo!

—¿Un coreano? —pregunté mientras trataba de evitar a toda costa gritar de la emoción, no podía creer lo que acababa de escuchar. Podría ser tan guapo como Lee Jong Suk o Cha Eun Woo o Jeon Jungkook.

—Así es, cariño. Tiene la edad de Dan, viene de Floraville. Va a terminar la universidad aquí. Es un joven muy especial para mí —dijo muy emocionada mientras miraba con atención la caja de panes chinos que traía en mis manos.

—Así que iremos a la misma universidad —apunté muy alegre, imaginé mis días universitarios en compañía de un adorable chico asiático...

—Amy, tesoro. ¿Podrías darme la caja de panes, por favor? —pidió estirando sus manos con muchas ansias de recibir lo que me encargó.

—¡Oh, por poco lo olvido! —dije al tiempo que le entregaba la caja—. Abuela, ¿cuándo se presentará? —pregunté temblando de la emoción, no podía esperar por conocerlo.

—Hoy llegó muy cansado y tus padres llegarán hasta las horas de la tarde, así que le dije que mañana haríamos las presentaciones —No lo podía creer, ¡un coreano viviría bajo el mismo techo que yo! Iríamos a la misma universidad juntos. ¿Qué tal mis oraciones hayan funcionado y fuera el Oppa de mis sueños?

¡Muero por conocerlo!

2

Mi madre tenía turno nocturno esta noche en el hospital, y mi padre dijo que llegaría tarde de la fiscalía porque se encontraba en medio de la investigación de un caso muy alarmante. Ya pasaban las doce, mi abuela se encontraba dormida en su cama luego de andar toda la tarde tramitando la mudanza de nuestro nuevo inquilino. Todo estaba en silencio y en una aparente paz. Kiko estaba dormido encima de mi cama, lo adoro. Es un perro pequeño con pelaje esponjoso de color rubio y castaño. Lo encontramos hace unos años atrás en una caja cuando era un cachorro, cerca del río Sweetwater. Tuve que rogarle a mi madre para que me dejara conservarlo y gracias a la intervención divina de Dan y mi abuela, logramos convencerla. Kiko es el amigo más leal que jamás he tenido y es el consentido de la casa. Me quedé despierta hasta tarde viendo vídeos de mi grupo favorito, podría mirar todo el día entretenidas grabaciones de mis brillantes idols, pero el hambre invadió mi estómago. Moría de ganas por tomar mi batido de moras, así que decidí ir por él.

Bajé en silencio hasta la cocina, pues no quería despertar a mi abuela porque había tenido un día agotador. En cuanto entré me percaté de la presencia de alguien en el refrigerador. Era él, nuestro nuevo inquilino oriental. Frené en seco al ver lo que hacía sin nada de decencia. Se tomaba mi batido y lo saboreaba con tal gloria que pude sentir la rabia recorrer mi cuerpo. En cuanto advirtió mi presencia, abrió sus ojos y volteo a verme.

—Hola —saludé cruzando los brazos por encima de mi pecho, estaba algo molesta por verlo beber mi batido, pero iba a ser nuestra primera charla y no quería ser maleducada.

—Tú debes ser Amy —observó mientras me señalaba con la misma mano en la que tenía mi delicioso batido de moras.

—Así es, ¿tú debes ser nuestro nuevo inquilino? —pregunté con algo de seriedad. No me agradaba su tono.

—Me llamo Min Tae Hyung, pero todos me dicen Hyung —dijo con aire de superioridad, a la par en que dibujaba una felina sonrisa en su rostro.

—Gusto en conocerte —dije posando mis ojos sobre él.

Era inevitable analizar su figura. La primera impresión que me dio fue la de un joven cautivador. Era alto, de piel blanca y cuidada; su rostro tenía rasgos armoniosos, poseía una mandíbula esculpida que le daba un aire de valentía y determinación. Su cabello caía en suaves ondas que enmarcaban su rostro, dándole un aire romántico y algo melancólico. Tenía muy buena contextura física, a primera vista se veía delgado, pero tenía una bonita musculatura formada alrededor de sus extremidades, lo que me hizo suponer que también la tendría en su abdomen. Era la perfecta combinación de misterio, ternura y pasión. Comencé a pensar que tranquilamente podía aparecer en un K-drama como el protagonista.

Tenía el físico y la apariencia ideal para ser mi Oppa. Era tan guapo que por poco olvidaba lo que había venido a hacer. Estaba embelesada por su imagen; no podía creer que un chico así de atractivo viviera bajo mi mismo techo, esto era un milagro. Continué hipnotizada por su tentador físico hasta que una molesta risa por parte de él me sacó de mis pensamientos.

¿Pero de qué se está riendo?

—Tu abuela... la señora Nancy, me dijo lo obsesionada que estabas por los coreanos. Veo que no estaba mintiendo —dijo de forma burlesca en medio de un fuerte ataque de risa, me hizo sentir demasiado incómoda—. Mira nada más, como te me quedaste viendo.

—¿Qué dices? —pregunté algo confundida. Este chico estaba…

¿Se está burlando de mí?

—No te preocupes, preciosa, ya he conocido demasiadas chicas como tú. Puedes mirar más, adelante —dijo levantando sus brazos. Mis ojos se abrieron como platos, este chico me estaba haciendo enfurecer. Podía tener la imagen de un Oppa ideal, pero su actitud era todo lo opuesto, ¿cómo puede ser así de cretino? Apreté mis puños con fuerza, de la ira que crecía en mi interior.

—¿Siempre has sido así de estúpido o cuándo eras bebé te golpeaste la cabeza? —respondí muy enojada.

—¿Qué te pasa, preciosa?, ¿acaso no morías de ganas por conocer a un Oppa como yo? —habló de forma arrogante, soltó otra risa burlona y se inclinó para quedar a mí misma altura. Fruncí el ceño ante sus odiosas palabras.

—No me llames así y ya dame mi batido —advertí e intenté arrebatarlo de sus egocéntricas manos.

—¡¿Tú qué sabes?! —Su cómica expresión se tornó de inmediato en una muy seria y atemorizante.

Ahora con qué va a salir.

—¿A qué te refieres? —pregunté tímida, hice un segundo intento por quitarle mi batido, pero él me observó con desprecio. Su expresión me hizo temer por mi vida.

—Las chicas como tú hacen que todo el mundo tenga un concepto muy superficial de mi país, eso de verdad es insoportable. Siempre hablan de sus idols y grupos favoritos. ¡Es bastante molesto! —escupió con impertinencia. Sus palabras revolvieron algo en mi interior, yo nunca he buscado faltar al respeto a esa cultura con mis acciones. ¿Estaré interpretando mal las cosas?

—¡Eres un...! —No pude terminar mi oración porque mi molesto inquilino me interrumpió.

—¿Sabes qué es lo peor?, que chicas feas como tú se la pasen detrás de un Oppa —añadió con arrogancia—. Guárdate una cosa en la cabeza, niña. ¡No voy a ser tu Oppa! —enfatizó sin ninguna delicadeza.

Sus palabras me lastimaron. Hice mi mayor esfuerzo por estar lo más calmada posible para no hacer una locura con ese imbécil. Decidí ignorar su ensordecedor silencio de victoria que invadía el lugar y preferí salir de la cocina, pero su último comentario fue la gota que derramó el vaso.

—Bonita pijama de Hello Kitty —dijo burlesco mientras que llevaba mi batido a su boca. A mí me encantaba ese pijama. Era un vestido con mangas cortas de color rosa que llegaba por encima de mis rodillas y tenía la imagen de Hello Kitty estampada. Era bastante cómodo.

¿Cómo puede burlarse de un personaje icónico?

Apreté mis puños y rápidamente corrí hacia él para tumbar mi batido que estaba en sus labios. Revolqué todo su contenido para que se regara encima de su camisa y lo dejara todo sucio. No me di el lujo de enfrentarlo después de eso, así que corrí hacia mi habitación, temía por mi vida. Pude escuchar a lo lejos su fuerte voz.

—¡Ya verás! —gritó. No sabía si debía sentir temor por su reciente amenaza o satisfacción por haberme vengado de sus hirientes palabras.

Cerré rápido, puse el seguro la puerta de mi cuarto y me escondí entre las cobijas. No podía creer lo que había acabado de pasar. Pensé que Hyung iba a ser una persona dulce y amable como los chicos en las series que había visto en la televisión, pero resultó ser un completo cretino. No podía creer que tuviera que soportar vivir bajo el mismo techo que él. Y, lo peor de todo, la ventana de mi habitación quedaba justo en frente de donde él iba a dormir.

Dios, por favor, no dejes que Hyung me mate.

Entre numerosos pensamientos, mi mente comenzó a necesitar descanso. Caí en un profundo sueño.

Cuando me percaté de que había amanecido, salté rápidamente de la cama y bajé corriendo las escaleras, no me importó olvidar mis pantuflas. Tenía que decirles a mis padres la clase de persona que era Hyung, pero me encontré con una escena bastante interesante cuando llegué al comedor. Mis padres y mi abuela estaban sentados desayunando junto al susodicho. Al parecer tenían una agradable conversación… había risas por todo el lugar y sonrisas dibujadas en sus rostros. Tan pronto me acerqué mi madre no tardó en saludarme.

—Buenos días, mi cielo —saludó y dio un largo sorbo a su café matutino.

—Buenos días —saludé confundida.

—¿Dormiste bien, hija? —preguntó mi padre, se encontraba untando mantequilla a su waffle.

—Así es —En cuanto respondí desvié mi mirada hacia el rostro de Hyung, el cual me observaba de manera desafiante mientras bebía de su humeante café.

—Cielo, siéntate a desayunar —comentó mi madre sonriente. Me indicó que tomara asiento al lado de ella, iba a quedar justo en frente de Hyung.

Qué suerte la mía.

—Hay algo que debo decirles —anuncié, lo miré de forma amenazadora.

—Primero tienes que probar los deliciosos waffles que preparó Hyung —dijo mi madre, ignoró por completo mis palabras y me pasó un plato—. Por cierto, ¿ya se presentaron? —intervino, nos miraba muy emocionada.

—Aún no he tenido el placer, señora Smith —mintió y me lanzó una mirada de victoria y mucha manipulación.

—¡Oh! Permítanme presentarlos —dijo mi inocente abuela—. Amy, cariño. Él es Hyung, nuestro nuevo inquilino. Hyung, ella es Amy, mi nieta —Nos presentó de forma amable, sin darse cuenta de la tensión que yacía ante nuestro desafiante cruce de miradas.

—Mucho gusto en conocerte —Otra vez fingió y me extendió la mano con una falsa sonrisa dibujada en su rostro.

—Debe ser una broma —dije ignorando su saludo.

¿Cómo es posible este suceso?

—¡Amy!, ¡no seas mal educada y devuelve el saludo! —dijo mi padre con desaprobación.

—Pero... —Mi objeción fue interrumpida por la peligrosa mirada de mi madre.

—¡Amy! —reprendió en tono maternal—. Perdónala, Hyung. Ya sabes cómo son las chicas estos días, solo quieren llamar la atención —Intentó bromear sobre el asunto. Soltó una corta risa junto a Hyung, al parecer se congraciaban de mí.

—No se preocupe, señora Smith. Tengo una hermana pequeña, creo entender la situación —Su comentario y agradable sonrisa hicieron a mi madre olvidar que estaba enojada conmigo.

—Amy, tienes que probar el delicioso desayuno que preparó Hyung, ya había cocinado todo esto cuando desperté —sugirió mi abuela, muy contenta por las atenciones de Hyung. Casi siempre es ella quien se encarga del desayuno y mi madre del almuerzo, veo que la hizo muy feliz ver que alguien la había dejado descansar un día.

—Solo espero que no haya envenenado mi comida —susurré luego de notar que era imposible luchar contra la buena impresión que Hyung había dejado en mi familia.

—Entonces, Hyung, ¿cuántos años llevas viviendo aquí? —preguntó mi padre retomando la conversación.

—Me mudé hace doce años debido al trabajo de mis padres, señor Smith —contestó Hyung con amabilidad.

—¿Has vivido todo este tiempo aquí?, ¿en Moonville? —interrogó mi madre sorprendida de lo mucho que había residido Hyung lejos de su país natal.

—No, señora Smith, vivía en Floraville, junto a mi familia —aclaró con educación.

—Ya veo, debes extrañarlos —observó mi dulce abuela con mucho pesar. Para ella la familia era algo muy importante.

—No se imagina cuánto —dijo Hyung con un poco de tristeza reflejada en sus rasgados ojos.

—Por Dios, voy tarde al hospital —anunció mi madre con afán mientras recogía los platos.

—Yo también estoy un poco apretado de tiempo —manifestó mi padre al mirar su reloj y ayudó a mamá a recoger.

—No se preocupen por la loza, yo me encargaré de lavarla —dijo Hyung. Esa atención causó un gran destello de felicidad en los rostros de mis padres.

—¡Vaya joven tan amable! —agradeció mi padre. Si tan solo supiera la forma en que me trató anoche.

Esto es en verdad irritante.

—Amy, ayuda a Hyung a lavar los platos —añadió mi madre mientras salía por la puerta.

—Nos vemos esta noche —Se despidió papá y le pasó a mamá su bolso.

—Amy, recuerda ser buena con Hyung —recomendó mi madre segundos antes de subir al auto con papá.

—Conduzcan con cuidado —sugirió mi abuela con una dulce sonrisa—. Muchachos, conózcanse mejor mientras lavan los platos. Si me necesitan, estaré en el jardín regando las plantas —No tardé en lanzarle una mirada retadora a Hyung cuando salió mi abuela. Él ya estaba lavando los platos en la cocina con mucha tranquilidad.

—¿Qué se siente saber que perdiste? —comentó con una gran sonrisa mientras restregaba los platos con la esponja y me miraba por encima del hombro.

—¿Este era tu plan? —pregunté seria—. Ahora mi familia confía en ti —expuse con poca satisfacción—. Más que en mí —añadí en un amargo susurro.

—Preciosa, ahora con tu familia de mi lado tengo poder sobre muchas cosas —afirmó con una sonrisa de victoria. Terminó de lavar los platos y se quitó los guantes.

—¡Odio que me llames así! —reproché, traté de no salir de mi buen juicio—. No es justo, cegaste a mi familia con tu actuación de chico bueno, ahora no sabrán la clase de persona que en realidad eres —musité enojada.

—No te metas en mi vida. Creo que, con esto, ahora estamos a mano, ¿no crees? —dijo de forma seca y pasó por mi lado.

—No me entrometeré, como si me importara —afirmé rodando los ojos.

—Por cierto, seca los platos, preciosa —Hizo énfasis en la última palabra, me hizo hervir la sangre y se retiró.

¡Cómo odio a este imbécil!

Hyung no era para nada amable, no conmigo. Nos llevábamos muy mal. Era una lástima, pero no me arrepiento, lo mejor era mantenerse lejos de ese idiota. Los días pasaron y pronto inició el nuevo semestre en la universidad. Mis padres estaban cada vez más ocupados en sus trabajos y mi abuela no dejaba de hablarle a sus amigas de lo maravilloso que era Hyung. A veces pienso que lo ve como si fuera su propio nieto. El único integrante de mi familia que estaba de mi lado era Kiko, espero no se deje engañar por las falsas actuaciones de él.

Entrar a la universidad me ayudó a despejar un poco mi mente, ya casi no me veía con Hyung, él siempre llegaba muy tarde y se iba muy temprano. Las cosas eran mucho mejor así. El inicio de mi vida universitaria me llenó de emoción; entré a la facultad de comunicación social, tenía el deseo de ser periodista, como mi abuela. Las clases eran exigentes, estaba reventada de lecturas y ensayos. Una ventaja de haber entrado a la universidad local era que no debía cambiar de residencia, dado que vivía a solo quince minutos de caminata. A pesar de todo, cuando me cruzaba con Hyung en la casa, era como si nos quisiéramos arrancar los ojos.

Era sábado en la noche, el día en el que toda la juventud de Moonville salía a fiestas y bares para divertirse. Hyung le dijo a mi abuela que llegaría tarde porque iría a un grupo de estudio, era más que obvio que se iba de fiesta. En su corta estadía en Moonville, Hyung se volvió muy conocido, pues se juntaba con los chicos más populares de la universidad y era obvio que Jessica Miller estaba interesada en él. No perdió la oportunidad para entrar a su círculo social. Debo admitir lo mucho que me molestaba ver a Jessica y a Hyung juntos, era como si se hubieran unido para formar un club de odio hacia mí.

Eran las once de la noche pasadas y mis padres salieron a Floraville, dijeron que pasarían el fin de semana donde ahora vivía Dan. Mi abuela se había quedado dormida en la sala frente al televisor y Kiko, como todo perro guardián, se había quedado dormido junto a ella en el sofá. La universidad me había dado la opción de estudiar un idioma, así que no dudé en elegir coreano. Vaya que era un idioma complejo, se me dificultaba un poco aprenderlo. Ya llevaba toda la noche estudiando. Mi cuerpo estaba entumido debido a las últimas cinco horas que pasé sentada en el escritorio, por lo que me levanté del asiento para ver por la ventana de mi habitación, la noche estaba realmente hermosa, el cielo rebosaba de estrellas, parecía una pintura.

Me llamó la atención ver que la oscura habitación de Hyung fue iluminada por su lámpara de escritorio, intenté aclarar más mi mirada. Mi corazón se aceleró en cuanto vi lo que estaba sucediendo. Hyung se encontraba sentado en la silla de su escritorio sin camisa y Jessica Miller se subió a su regazo, la cual tenía el torso completamente desnudo. Agradecí que estuviera de espaldas, con eso evitaba ver algo que no quería. Se besaban de forma salvaje y Hyung pasaba sus manos de manera apresurada por todo el cuerpo de Jessica, no tardé en ruborizarme al ver tal acto.

—¡Por Dios, Hyung! —gimió en voz muy alta mientras mandaba su cabeza hacia atrás para que su cuello quedara visible y Hyung lo pudiera besar.

En ese momento me di cuenta de que había visto demasiado, cerré las cortinas de mi ventana y me envolví entre las cobijas. Estaba dispuesta a dormirme e intentar olvidar lo que acababa de ver, cuando de repente una excelente idea llegó a mi mente. Con afán, me levanté de la cama y tomé mi teléfono entre mis temblorosas manos. Y, sin dudar un minuto más, tomé numerosas fotos de aquella carnal e inapropiada situación.

—Prepárate, Hyung —dije con una sonrisa de victoria en mis labios.

Solo espera para ver lo que tengo preparado.

Era domingo en la mañana, no había dormido nada bien. Los gemidos de esos dos me mantuvieron despierta toda la noche. Tenía unas profundas ojeras, mi rostro estaba hecho un desastre, necesitaba dormir. Pero de algo sirvió desvelarme, porque ahora tenía material suficiente para chantajear a Hyung. Me encontraba sentada en el comedor, intentaba comer de mi plato de avena, me sorprendió ver a mi abuela bajar con su gabán blanco. Todo lo opuesto a mí, ella estaba impecable y perfectamente arreglada para salir.

—Buenos días, Amy. ¿Dormiste bien, amor? —preguntó muy animada. Por lo visto, no se percató de la presencia de Jessica anoche en la habitación de Hyung.

—No muy bien que digamos —dije cansada—. ¿Y tú, abuela?

—De maravilla, el té que me preparó Hyung anoche me dejó profunda —comentó con tranquilidad mientras se servía un vaso de jugo de naranja.

Eso explica por qué mi abuela no se dio cuenta de lo de Jessica.

—Buenos días —saludó Hyung de muy buen humor.

—Buenos días, Hyung. ¿Dormiste bien? —saludó mi abuela con mucho afecto.

—De maravilla —dijo sonriente.

Lo odio.

—Me alegra oírlo, querido —dijo enseñándole una dulce sonrisa—. Me tengo que ir. Tengo cita en el salón de belleza, pórtense bien. Hyung, quedas a cargo —indicó al tomar su bolso color rosa favorito y salir.

No puedo creer que mi abuela me haya dejado sola con él. Es cierto que se ha ganado la confianza de mi familia, pero cualquier adulto en sus cabales no permitiría eso.

—¿Así que te divertiste anoche? —pregunté de forma ordinaria.

—No te imaginas cuánto —respondió para luego darle un largo sorbo a su jugo de naranja.

—Me pregunto, ¿qué pensarán mis padres y mi abuela, al saber que anoche trajiste a Jessica Miller a tu habitación y te acostaste con ella? —espeté con tranquilidad y me levanté de la mesa. Los ojos de Hyung se abrieron como platos y por poco se atora con su bebida. Tuve que morderme el labio inferior para no soltar una fuerte carcajada ante su cómica reacción.

—Sabes que no te van a creer, tu familia me tiene en un pedestal. Además, no tienes ninguna prueba —aseguró impaciente. Se levantó de su asiento y haló de manera brusca mi brazo.

—Creo que no lo harán más cuando les muestre esto—puntualicé y le mostré las fotos en mi teléfono. Hyung sujetó con ambas manos mi celular y empezó a pasar las fotos con desesperación. Su cara no tenía precio, estaba bastante preocupado—. Al parecer, trajiste a una chica a tu habitación. Si no me equivoco, la primera regla que te dieron mis padres fue... ¡No llevar chicas a tu habitación! —señalé cruzando los brazos por encima de mi pecho.

—¡¿Me estuviste espiando?! —manifestó enojado. Estaba desesperado, pasaba las manos por su cabello, el cual ya estaba desordenado. Hyung estaba muy nervioso, jamás pensé que mi plan funcionaría a la perfección.

Debería ganar un premio por lo bien que salió.

—No a propósito —espeté—. Debiste haber sido más cuidadoso y haberme dado del té con el que dormiste a mi abuela—dije malhumorada.

—¡Ya no tienes pruebas! —exclamó, mientras borraba las fotos con afán.

—Sabía que harías eso, por eso hice varias copias —dije mientras me soltaba de su agarre de un jalón, para acomodar mi plato en la cocina.

—¿Qué es lo que quieres? —interrogó serio y me siguió hasta la cocina.

—¿En verdad no quieres que te echen de la casa? —dudé. Me giré para quedar frente a él.

—¡Habla ahora, no tengo todo el día! —gruñó con muy poca paciencia.

En ese momento el silencio se hizo presente en el lugar. Hyung sabía que no le convenía hacerme enojar, tenía poder sobre él con esas fotos. Al notar mi falta de palabras, de inmediato me tomó de la cintura y me sentó encima de la mesa de la cocina, posando ambas manos alrededor de mí. Me acorraló. Me sorprendí ante su tacto, pero hice mi mayor esfuerzo por no demostrarlo, pues nunca había estado sola en esas condiciones con alguien.

—Mi abuela me dijo que… —señalé tragando saliva, jamás había estado tan cerca de un chico.

El corazón me comenzó a latir como un tambor, y mi respiración se aceleró. Rogué al cielo, esperando que no lo notara.

—¿Y? —preguntó insistente y encontré mi mirada con la suya. Sus ojos eran del color de la miel, parecían un profundo y largo otoño.

¿Qué me pasa? ¿Por qué estoy pensando eso?

—Ayúdame a estudiar para el examen. Si lo haces, prometo borrar todas las fotos y guardar silencio —propuse mientras le sostenía la mirada.

No me había dado cuenta de lo exóticos que eran sus ojos; eran rasgados, pero transmitían una expresión única.

—Es un trato —dijo al retirar sus brazos y salió de la cocina—. Jueves después de las cinco de la tarde —indicó y desapareció del lugar. Mi plan había funcionado a la perfección. Celebré dando un silencioso brinco de victoria.

3

Vamos, Amy! Di que sí —rogó Alex, quien había tomado asiento junto a mí y sujetaba el extremo de mi suéter color celeste—. Esta fiesta marca el inicio de nuestra semana libre —insistió mientras halaba de este de forma dramática.

—No lo sé, chicas. Me sentiré muy incómoda —negué algo abrumada por nuestra conversación—. Además, nunca he ido a una fiesta —añadí con honestidad. Estábamos en casa de Jade para llevar a cabo nuestra noche de películas.

—¡Con mayor razón! —intervino Jade—. Vamos a divertirnos un rato —comentó empeñada en hacerme cambiar de opinión.

—No lo sé —Estaba mareada de solo hablar de la fiesta. Las chicas querían que fuéramos este fin de semana, era en casa de Luke Dylan, quien es famoso por ser el anfitrión de grandes fiestas donde casi siempre todos pierden la cabeza. Jamás he asistido a una fiesta y, ahora que estamos en la universidad, muchas de las infantiles reglas del instituto cambiaron, en especial la advertencia que hizo Jessica de dejar de seguir en redes sociales a quienes me invitaran a una fiesta. Motivo por el cual Jade y Alex insisten en que vaya.

—Alex, Bao y yo estaremos contigo. No vas a estar sola —agregó Jade en un último esfuerzo por sonar convincente. Ahora que Jade había comenzado a salir con Bao, el famoso chico que siempre le coqueteaba cuando íbamos al restaurante chino, era un poco más cómodo. Se puede decir que todo el pueblo admira a Bao, pues ganó la medalla de oro en la competencia de natación de Moonville, así que tiene mucha relevancia en el pueblo y eso aseguraba, en cierta medida, que nadie se metería con nosotros.

—Está bien, iré —dije soltando un largo suspiro.

Quise no haber dicho nunca esas palabras.

—¡Sí! —gritaron con emoción casi en coro.

—¿Qué día dicen que es? —pregunté, tenía que organizar mi horario para poder asistir sin atrasarme con los deberes.

—Es el sábado, en casa de Luke —respondió Alex, cuyos ojos brillaban como estrellas. Desde hace mucho que mis amigas no asistían a una fiesta y me senti algo responsable de ello. Habíamos hecho un juramento de ir a los eventos juntas. Y como nunca me habían invitado a una fiesta, ellas cumplieron su palabra.

—Prometo no olvidarlo —aseguré y me levanté del cómodo sofá.

—¿Ya te vas? —interrogó Jade extrañada—. Hoy es jueves, nuestra noche de películas.

—Lo lamento, olvidé mencionarlo antes —dije recordando que no le había nombrado los detalles de mi amargo fin de semana con Hyung—. Logré conseguir que Hyung me ayude a estudiar para el examen de coreano —dije excusándome.

—¿Por qué no lo mencionaste antes? —consultó Jade con un fuerte brillo en sus ojos y mucha, pero mucha curiosidad.

Al parecer la emoción invadió el juicio de mis amigas. De repente la película que estaban a punto de ver en Netflix perdió por completo toda la atención.

—No es lo que piensan —intenté aclarar a la par en que negaba con ambas manos—. Saben bien que él está saliendo con Jessica.

—No creo que su relación con Jessica sea algo serio —observó Alex.

—Es verdad, dudo mucho que lo sea —concordó Jade.

—Solo son ‘amigos con derechos’ —puntualizó Alex y asintió con la cabeza—. No pienso que Hyung quiera algo serio, nada más lleva un par de meses en Moonville.

Alex tenía razón, analizándolo bien y a juzgar por la actitud que tenía Hyung, no podría estar más de acuerdo con tal aclaración.

—Créanme, les puedo asegurar que no podría tener novia —intervine con humor—. Dudo que haya alguien en el planeta capaz de soportarlo —Provoqué unas cuantas risas en la sala.

—¿Cómo es posible que vivan juntos y que no te atraiga, Amy? —dudó Alex mientras se recompuso del fuerte ataque de risa mientras limpiaba unas cuantas lágrimas de sus ojos.

—Es cierto, ¿acaso estás mal de la vista? ¿No has notado lo atractivo que es? —concordó Jade. Una parte de mí sabía que era inevitable derretirme ante su sugestiva apariencia, pero sabía que, en cuanto abríese la boca, todos sus encantos físicos se perdían.

Un imbécil.

—Créanme, Hyung no tiene nada que aportar aparte de su físico. Ni siquiera le gusta el K-pop y solo me habla para pedirme bajar el volumen de la música —comenté y puse los ojos en blanco. Recordé lo frío que se vuelve su trato cuando está conmigo—. Se me hace tarde, diviértanse sin mí —dije al observar la hora en la pantalla de mi celular. Salí a toda prisa de la casa de Jade, se me estaba haciendo tarde para la ‘clase’ que Hyung me iba a dar.

En cuanto llegué a casa, me sorprendí al encontrar a Hyung sentado en el comedor. Al parecer me estaba esperando mientras tomaba una taza de té y leía un artículo en el periódico sobre accidentes en la carretera. Se veía más maduro concentrado en la lectura, no se percató de mi presencia hasta que Kiko, quien bajó de las escaleras, soltó un entusiasta ladrido para saludarme.

—Llegas tarde —reprendió.

—¿Lo… siento? —interrogué con discordia al mirar el reloj. Solo había llegado tres minutos tarde.

Vaya que es exigente con la puntualidad.

—Siéntate, no tengo todo el día —Sacó la silla para que pudiera sentarme. Yo me limité a seguir sus órdenes y tomar asiento junto a él.

Hyung comenzó a explicarme acerca del orden gramatical, las sílabas y demás factores básicos en el idioma coreano. Me indicó todo de forma tan sencilla que por un momento me convencí de que aprendería el idioma en menos de un mes, vaya imaginación la mía.

Me di cuenta de que no era tan cretino como creía. Se le daba muy bien enseñar. Sería un buen profesor en la escuela de idiomas del pueblo. Además, era bastante atractivo y eso le daría buena clientela de estudiantes.