5,99 €
Canción para una sonrisa, es un libro de relatos que mezcla testimonios y ficción narrativa para niños y jóvenes, en una obra sobre Camilo Cienfuegos en la batalla de Yaguajay, contada desde la visión de sus protagonistas combatientes rebeldes que lucharon junto al héroe y escolares adolescentes que reviven la hazaña.
Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:
Seitenzahl: 57
Veröffentlichungsjahr: 2025
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España. Este y otros ebook los puede adquirir en http://ruthtienda.com
Edición:Ana Luisa Acevedo Hernández
Diseño de cubierta e interior:Bárbara Valdés Carballido
Corrección:Magda Dot Rodríguez
Cuidado de la edición:Tte. cor. Ana Dayamín Montero Díaz
Fotos:Internet y cortesía del autor
Conversión a ebook: Madeline Martí del Sol
© Julio M. Llanes, 2023
© Sobre la presente edición
Casa Editorial Verde Olivo, 2024
Primera edición, Casa Editora Abril, 1988
Segunda edición, Editorial Luminarias, 2012
ISBN EPUB:9789592247109
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, en ningún soporte sin la autorización por escrito
de la editorial.
Casa Editorial Verde Olivo
Avenida Independencia y San Pedro
Apartado 6916. CP 10600
Plaza de la Revolución, La Habana
www.verdeolivo.co.cu
Para mi hijo Alexander
y para todos los muchachos, que no tuvieron
la oportunidad de conocer al hombre de la sonrisa
amplia y su sombrero alón.
Deseo agradecer a Ramón Simanca y Julián Martin, colaboradores de Camilo en el Frente Norte; al historiador Osiris Quintero; a Gerónimo Bezanqui, director del museo nacional Camilo Cienfuegos; al museo municipal de Historia de Yaguajay, y a todos los que han hecho posible este libro.
¿Qué es la memoria?
La memoria es lo más hermoso
que existe en el mundo.
Allí viven los que nunca van a morir.
Julio M. LLanes López
El ómnibus corre mucho, entonces, parece que la carretera vuela hacia nosotros. Los postes de teléfono se acercan y se alejan; van y vienen tan veloces que casi no se les puede ver, pero cuando se acercan los veo estiraditos como soldados en atención, sin mirar a los lados ni decir siquiera adiós.
Dicen que decir adiós siempre es triste. Debe ser por eso que vi a muchos padres levantar la mano y despedirse con cara de tristeza. Mamá también estaba seria, aunque lo disimulaba.
―Cambia esa cara ―le dije―, que nosotros no vamos al fin del mundo.
Anoche ella me ayudó a preparar la mochila y parecía estar muy contenta. Me la llenó de tantas cosas raras, ¡hasta de pomadas para las picadas de los mosquitos!
―¿Y para qué tantas cosas?
―Tú verás que las vas a necesitar ―me dijo con mucha seguridad como si hubiera estado en la guerra y conociera lo que debe llevar un guerrillero.
Si por ella fuera metería la cocina y también la farmacia de la esquina dentro de mi mochila, pero yo no iba a dejar que mis compañeros vieran el mochilón inflado porque empezarían con sonrisitas, y hasta preguntarían: «¿de dónde sacaron este burrito de carga?»
Sin que ella se diera cuenta fui sacando muchas de las cosas que puso. La mochila de un guerrillero tiene que ser ligera. Con mochilas grandes los rebeldes no hubieran podido atravesar los ríos crecidos ni subir las lomas de la sierra y mucho menos hubiera podido hacer la invasión de Oriente hasta Las Villas.
Cuando entramos a Santa Clara, Pepitón, el gordito de Artemisa dio varias palmadas; puso las manos como una bocina grande y gritó con voz de música:
―¿Y esos quiénes son? ―pregunta la gente.
Nadie lo siguió, pero él continuó:
―¿Y ésos quiénes son? ―pregunta la gente.
Y como nadie lo seguía, cambió la voz por otra más gruesa:
―¡Y yo como prudente, le voy a contestar! ¡Y yo como prudente, le voy a contestar!
Entonces unos cuantos le hicimos coro:
―¡Somos los pioneros, óiganlo bien! ¡Somos los pioneros, óiganlo bien!
Y después todos gritamos, fuerte y seguido:
―¡Que venimos a tomar el cuartel de Yaguajay! ¡Que venimos a tomar el cuartel de Yaguajay!
Tan fuerte y seguido gritamos que pensé que el ómnibus reventaría.
Todavía no hemos llegado, pero ya no canto. Ahora miro por el cristal de la ventanilla. La abro un poquito y el aire me da en la cara. Oigo los postes con sus¡zzz!, y comienzo a recordar a mamá… Me da pena con ella. Se quedó allá sin mí y sin papá, muy sola. Papá se marchó hace meses y no sabemos nada de él. Mamá no habla de eso, pero a ratos, de noche, se queda muy callada mirando por la ventana. Cuando eso sucede yo sé que no está ahí, sino lejos, flotando en los recuerdos, soñando despierta con los chistes y la risa de papá. Y en estos días, sé que va a estar muy triste, aunque ella diga que no.
Recuerdo que antes de montar en el ómnibus, me besó y me miró a los ojos, como buscando algo:
―¡Pórtate bien!
Y luego, en medio del vocerío de mis compañeros, me dijo bajito:
―Pregunta mucho. Recuerda que llevas la grabadora de tu papá. Úsala para que al regreso tú y ella me lo cuenten todo, ¿de acuerdo?
Le dije que sí. Me abrazó muy fuerte.
De pronto sentí que algo me crujía en los bolsillos, era la carta. Yo digo que esta es la carta más misteriosa del mundo. Dice mamá que antes de irse papá me la dejó. Ella me la acaba de dar, pero con un compromiso.
―No la puedes abrir hasta que no regreses de Yaguajay, entonces entenderás el amor de tu padre hacia ti.
Papá siempre quiso volver a Yaguajay. Prometía que, algún día, me iba a traer para que la memoria se le fuera refrescando según viera las cosas, pero nunca pudimos hacer el viaje.
De tanto tocar el bolsillo donde tengo el sobre cerrado, me parece estar oyendo la voz de papá. Imagino que pone su brazo en mis hombros, me mira fijamente y con los ojos chiquitos por la alegría,me dice con voz de orgullo: «¡Quién lo iba a decir! ¡Mi hijo,guerrillero, igual que yo!».