Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
«Hay algo en su mirada y en su voz, como un destello de acero o una firme expectativa en ser obedecido, que agita la sangre de Verónica por todas sus venas. Quizá la noche no sea aún una causa perdida.» Verónica vive presa de su trabajo, por eso cuando su cita se cancela en el último momento y todo apunta a que deberá regresar a casa, se siente decepcionada. Justo en ese instante aparece un hombre misterioso que la llama por su nombre. ¿Se conocen? Todo parece fruto de una confusión, y Verónica está dispuesta a sacarle el máximo partido.
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 49
Veröffentlichungsjahr: 2020
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
Christina Tempest
LUST
Chica de compañía por una noche
Original title:
Callgirl for en aften
Translated by Javier Orozco
Copyright © 2019 Christina Tempest, 2020 LUST, Copenhagen.
All rights reserved ISBN 9788726390254
1st ebook edition, 2020. Format: Epub 2.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
Verónica se ajusta ligeramente el abrigo observando la calle transitada. Típico. Se vistió con su atuendo más candente, condujo el trayecto de casa hasta el centro de la ciudad, desperdició veinte minutos buscando estacionamiento y entonces él simplemente cancela. La decepción pesa en su estómago. Llevaban semanas escribiéndose, los mensajes gradualmente se tornaron más y más atrevidos. Finalmente había llegado el día del encuentro. Tenían una mesa reservada en un afamado restaurante, ella incluso alquiló una habitación en un hotel en caso de que la cita resultara exitosa. Claramente, ese no es el caso.
Hacía unos minutos había recibido un mensaje donde él le decía que un imprevisto había surgido: su ex apareció repentinamente por su piso pidiéndole otra oportunidad y por ende salir con otras personas ya no figura en su lista de intereses.
No podría haber ocurrido en un peor momento. Recientemente, Verónica fue ascendida a directora de un departamento incluso más numeroso que el anterior. Son tantos los trabajadores bajo su supervisión que por primera vez se le hace difícil recordar sus nombres. Trabaja arduamente el día entero, y el único placer para el que tenía tiempo era ese intercambio de mensajes cachondos con un hombre desconocido. A decir verdad, se había hecho ilusiones sobre la cita, le entusiasmaba la idea de tener a un hombre desnudo junto a ella, tocar su piel sin la necesidad de enredarse en sentimientos complicados o expectativas incumplidas. Simplemente disfrutar de su compañía y de sus cuerpos.
Pasa junto a un pequeño bar, parece un lugar agradable que seduce con su iluminación acogedora y la música suave. Podría beber algo e investigar si hay algún hombre. A pesar de todo, la suerte podría estar de su lado. Pero no, no es su estilo. Además, le parece improbable que el tipo de hombre que suele gustarle esté sentado en ese lugar, al menos no tan temprano. No, no hay nada por hacer, simplemente debe tragarse la decepción y manejar de vuelta a casa.
Justo al girarse para dirigirse hacia su auto, un hombre vestido en traje llega corriendo hacia ella.
—¿Verónica? —dice agitado por la carrera mientras la mira a los ojos.
Es guapo, alto, con una cabellera oscura y rizada. Debe de rondar los cuarenta y cinco. Va recién afeitado y su camisa es blanca como la nieve. Lleva una corbata delgada azul marino y un traje a la medida de su complexión musculosa. Va calzado con un modelo que no es ni zapato ni tenis, más bien algo a mitad, es como una pequeña y discreta rebeldía entre toda esa pulcritud y arreglo. En otros términos: justo su tipo de hombre.
—¿Sí? —pronuncia sorprendida.
—Gracias por venir a pesar de la notificación tan precipitada —mientras habla se gira para detener un taxi y abre la puerta, sosteniéndola para Verónica—. No estés nerviosa, luces perfecta para la ocasión. Te lo explicaré por el camino.
Hay algo en su mirada y en su voz, como un destello de acero o una firme expectativa en ser obedecido, que agita la sangre de Verónica por todas sus venas. Quizá la noche no sea aún una causa perdida. Claramente, el hombre ha contratado a una persona desconocida para que realice un servicio, siendo requisito ser mujer e ir bien vestida. El tipo de servicio en cuestión es bastante obvio. ¿Qué detiene a Verónica? Si algo sale mal, siempre puede disculparse y marcharse rápidamente.
Aunque sus piernas tiemblan, toma una decisión impulsiva y entra al taxi.
El hombre se sube por el otro lado del auto y le comunica el destino al conductor. Es un domicilio fuera de la ciudad, hacia el norte. Verónica calcula que el viaje tomará unos treinta minutos. Cuenta con ese lapso para entender la situación y decidir si tiene ganas de participar. De lo contrario, simplemente puede decir que no y tomar el mismo taxi de regreso a la ciudad, sin siquiera salir del auto.
—Como acordé con tu jefe, tu única obligación es ser parte de la cena, yo me encargaré de tu transporte de regreso —el hombre habla mientras revisa su correo electrónico en el teléfono. Parece un tipo efectivo y consistente. Rasgos que normalmente vuelven loca a Verónica.—. No necesitas decir gran cosa a menos que te hagan alguna pregunta directa. Mantén una charla trivial, dentro de lo normal, eso bastará.
—Comprendido —responde Verónica.
Es justo lo que le parecía. El hombre ha contratado una escort de lujo para que lo acompañe a una especie de cena. La velada ha cobrado un cariz totalmente distinto y se pone un nuevo objetivo. Un objetivo capaz de acelerar su pulso y producir mariposas en su estómago, justo como cuando está por presentar una estrategia de negocios frente a cientos de personas o al persuadir a la mesa directiva sobre una propuesta alternativa. Antes de que la noche termine, ella debe lograr que el hombre levante la mirada de su teléfono y le preste atención a ella. «Que empiece el juego», piensa Verónica sonriendo. Le encanta jugar y siempre sale ganando.
—Ah, disculpa —el hombre sube la mirada rápidamente y le tiende la mano—. Mi nombre es Carl.
—Verónica — responde ella estrechando su mano.
Sorprendido, levanta la ceja.
—¿Tu nombre es también Verónica?