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El humor es más que un mero pasatiempo: detrás de todo chiste se esconden agudos apuntes acerca de nuestros hábitos y costumbres. Esto es lo que probó, hace ya algunos años, un judío llamado Sigmund Freud, confirmando la clásica máxima latina Castigat ridendo mores, o sea, la educación moral se logra por medio del humor. La serie de chistes y cuentos breves que aquí ofrecemos habla de la capacidad autocrítica de un pueblo, pero también de una pasión por mantener viva una práctica oral constitutiva de la cotidianidad familiar. Como huellas de generaciones pasadas, estos pequeños cuadros humorísticos llegan hoy hasta nosotros, gracias a la puntillosa labor de salvaguarda realizada por Abrasha Rotenberg, trovador moderno de la cultura judaica.
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Seitenzahl: 79
Veröffentlichungsjahr: 2021
Abrasha Rotenberg
Chistes judíos
que me contó mi padre
Rotenberg, Abrasha
Chistes judíos que me contó mi padre. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Libros del Zorzal, 2015. - (Entretiempo. En el país del ídish; 0)
E-Book.
ISBN 978-987-599-354-9
1. Humorismo. I. Título
CDD 867
Imagen de tapa
Marc Chagall, La Vie paysanne, 1925.
© Room of Contemporary Art Fund.
© Libros del Zorzal, 2007
Buenos Aires, Argentina
Printed in Argentina
Hecho el depósito que previene la ley 11.723
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Índice
Palabras preliminares | 9
Antes de reír | 11
El valor de una mujer | 13
A Dios, lo que es de Dios | 13
Algunos hijos de Dios tienen alas | 14
Una larga, aunque no triste, historia de amor | 14
Un padre que da consejos… | 16
Un padre que pregunta | 17
Recuerde el alma dormida | 17
Como decía Einstein, todo es relativo | 18
Más relatividad | 19
El misterio del espía | 19
Más vale prevenir | 21
El bufón del rey | 21
Una solución inteligente y tierna | 22
Un loro judío | 24
Nada más que un corazón solitario | 25
Un regalo inesperado | 26
Todos los tambores no son de hojalata | 27
El enigma del loro | 28
Aunque la mona se vista de seda… | 29
Haz el bien sin mirar a quién | 30
Errar es humano | 31
Obedecerás a tu padre | 32
El protocolo lo exige | 33
Una caperucita roja judía | 34
Maldición judía | 35
Cincuenta es la mitad de cien | 35
Virtudes insospechadas | 36
Un judío orgulloso | 37
Un cuento chino | 38
Sobre héroes y tumbas | 39
Amistades particulares | 40
Y el sábado descansarás | 40
La historia se repite | 41
En boca cerrada… | 41
Gozar en la eternidad | 42
Libertad de acción | 42
Problemas de identidad | 43
Tú me quieres blanca | 43
Finanzas | 43
Nadie es perfecto | 44
Violines sin trompetas | 45
Todo depende del cristal… | 46
Madre no hay más que una | 46
Una imagen vale más que cien palabras | 47
Que los niños vengan a mí | 47
Nunca es tarde si… | 48
Cuentas claras | 49
Desde que te fuiste… | 49
Un judío diplomático | 50
Galopando | 51
La ley de la oferta | 51
Ser o no ser | 52
Vive como quieras | 52
Todas las virtudes | 53
El movimiento se demuestra… | 54
Demóstenes | 54
Business | 54
Hay razones de la razón… | 55
Higiene | 56
El saber no ocupa sitio | 56
Cada cosa en su lugar | 57
Telón | 58
Las apariencias engañan | 58
Antisemitismo felino | 59
Reloj que marcas las horas… | 60
Aprendí filosofía | 62
Carné de baile | 63
Un caso clínico | 64
Juventud divino tesoro | 65
Resistencia de materiales | 65
Sherlock Holmes era judío | 67
El gato sobre el tejado de zinc | 70
El cartero no llama dos veces | 71
Hay que ayudar a la suerte | 72
Hay ojos que no siempre ven | 73
Sólo los ricos pueden ser pobres | 75
La casada (judía) infiel | 77
La viuda alegre y la otra | 78
Resurrección obligatoria | 79
No toquen a la suegra | 82
Para Dina Rot, compañera de risas.
Palabras preliminares
En el año 1979 yo había caído en una ciénaga de la cual no podía liberarme. En esa época no abundaban, como hoy, los extraordinarios libros de autoayuda que en cuatro páginas te arrancan de la depresión y en dos días te convierten en el hombre más feliz del universo. Tampoco podía recurrir a mi psicoanalista. En primer lugar, porque carecía de suficientes medios como para mantenerlo; además, porque me enteré que tampoco él transitaba por el mejor de los mundos posibles, acuciado por una crisis que permanentemente cuestionaba la eficacia terapéutica de su actividad profesional. Después de treinta años de análisis, sus pacientes todavía tenían dudas acerca de si habían optado por el pecho bueno o malo de sus madres. Con semejante duda no se puede vivir.
Encontrándome en mi despacho, cierta mañana sucumbí a un prodigio similar al de aquel personaje de Cortázar que expelía de su boca –sin poder contenerse– una sorprendente cantidad de conejitos. De pronto se agolparon en mi boca, en lugar de conejitos, una muchedumbre de chistes judíos que pugnaban por salir. Por pura casualidad se encontraba en la oficina mi colaboradora habitual, la hoy profesora Alicia Perris quien, testigo del inusual fenómeno, lo registró, disponiendo los relatos de manera lógica, hecho que vuelvo a agradecer una vez más.
Sin darme cuenta había nacido un libro que denominé Chistes judíos que me contó mi padre, pues de eso se trataba, si bien mi padre me contó un único chiste a lo largo de su vida, que registré, con minuciosidad de relojero, 698 veces. Los demás se los robé a otros autores, como es habitual en este oficio. La Editorial Altalena, de Madrid –de la cual casualmente yo era socio, como también lo era mi amigo Manuel Aguilar–, pese a cierto escepticismo inicial, y tras una intensa discusión, decidió publicar la obra. En esa oportunidad, los sombríos vaticinios de mi socio no se cumplieron y la publicación fue un éxito: vendimos catorce ejemplares en la primera edición. Por algún motivo que no recuerdo, nunca se hizo una reimpresión.
La obra fue traducida a ochenta y tres idiomas y, veinticinco años más tarde, la reeditó la Editorial Hebraica de Madrid. De inmediato, la Esfera dos Livros hizo lo propio en Portugal. De las otras ochenta y dos traducciones aún no hay noticias.
Tras la publicación portuguesa se produjo un terremoto cultural. Desde todos los países miembros de las Naciones Unidas me llegaron ofertas que barajaban cifras millonarias por el privilegio de editarla. Tras considerar más de cien propuestas, opté por la editorial Libros del Zorzal, cuyo director fue el único que tuvo la delicadeza de no pedirme dinero para financiar sus vacaciones en la isla de Fuji. Deseo a esta editorial argentina mucha suerte y aprovecho para anunciar que en el futuro próximo desarrollaré un nuevo proyecto literario: un libro de autoayuda. Mis editores y lectores lo van a necesitar. Y yo también.
Mientras tanto, disfruten de este ejemplar y no se depriman.
A.R.,agosto de 2008.
Antes de reír
¿Vale la pena hacer un libro con chistes judíos? ¿Vale la pena hacerlo, en general, con chistes y cuentos de humor? ¿No pierden estas narraciones, al ser escritas, lo que tienen de humorístico? Un chiste no es un soneto, una joya del lenguaje. Necesita entonaciones de voz, pausas de intriga, gestos elocuentes que acompañen la acción contada, alguna sonrisa de complicidad que prepare el buen humor del oyente.
El primer interés de una recopilación como la que sigue –a pesar de las limitaciones mencionadas– reside en que los cuentos se suceden sin ningún orden preestablecido, acaso con una leve asociación de ideas, como suelen ser contados en una sobremesa. Además, el lector puede enterarse de cómo termina el cuento, sin ser interrumpido, como ocurre generalmente en cualquier reunión. Por otro lado, estas recopilaciones salvan del olvido muchas historias que, por no estar escritas, corren el riesgo de disolverse en el desuso.
El humor judío también merece rescatarse porque salvaguarda uno de los caracteres más profundos de eso que suele denominarse “alma hebrea”, a veces con admiración y otras con desprecio. Nadie como los judíos ha sabido satirizar sus propias características y defectos, como una manera constante de rememorar quiénes eran y cómo se veían a sí mismos. Desde luego, este humor fue explotado –y lo sigue siendo– por los antisemitas, que exponen estos caracteres ridiculizados como si fuesen los únicos del “alma judía”, sus componentes exclusivos. Y, desde luego, la realidad del judío es otra. Éste, como todo ser humano, es universal; se parece y se distingue de los demás pueblos como éstos entre sí. Los antisemitas desdeñan todo aquello que los judíos tienen en común con el resto de la humanidad y el “alma judía” se convierte, así, en una caricatura.
Por fin, la pequeña remembranza que ofrecemos al lector es, en un tono leve y divertido, un ejemplo de la literatura judía que se da en la propia Biblia: el héroe judío como antihéroe, como paladín que siempre es sorprendido por el narrador de los Libros Sagrados en alguna debilidad humana.
El humor no es un mero pasatiempo: en todo chiste hay un contenido bastante serio. Esto lo dijo y trató de demostrarlo un judío llamado Sigmund Freud. Más acá de tales complicaciones, también está el clásico castigat ridendo mores, o sea, el educar moralmente por medio del humor.
Tal vez mis futuros críticos tengan razón: algunos de estos relatos tienen la edad de nuestros abuelos (por eso me los contó mi padre), pero la esencia del chiste reside en su presto olvido y por lo tanto los mismos chistes, cuando se repiten, hacen reír nuevamente al mismo lector u oyente. (De todas formas, para no correr riesgos, lo más seguro es cambiar de oyentes). Lector: si nada de lo antedicho te convence, no importa. Ríete lo mismo, de buena gana, con y a expensas de los judíos, es decir, a expensas de la naturaleza humana.
El valor de una mujer
–¿Cuánto darías por mi mujer? –pregunta Moisés a Jacobo.
–¿Por tu mujer? Nada.
–Es tuya.