Cómo cura la miel y otros productos del panal - Patricia Conti - E-Book

Cómo cura la miel y otros productos del panal E-Book

Patricia Conti

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Beschreibung

El conocimiento del hombre sobre la miel se remonta al período Paleolítico (es decir, hace 35.000 años) encontrándose el máximo testimonio de ello en España, en la cueva de la Araña en Bicorp, Valencia, donde se representa  a un hombre colgado de unas cuerdas con una cesta a la espalda introduciendo la mano en una colmena mientras las abejas revolotean en su derredor. Por su parte, las primeras colmenas fabricadas por el hombre (lo que significa el inicio de la apicultura) parecen datar del período Neolítico, esto es, de entre 7000 y 8000 años atrás. Continuemos, a lo largo de este primer capítulo, con este fascinante viaje que supone rastrear la historia de la miel y del aprecio que el hombre le tuvo.

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CÓMO CURA LA MIEL

y otros productos del panal

Patricia Conti y Equipo

Pampia Grupo Editor
Buenos Aires, Argentina

Conti, Patricia

Cómo curan la miel y otros productos del panal. - 1a ed. - Buenos Aires : Pluma y Papel, 2012.

E-Book.

ISBN 978-987-648-122-9

1. Medicina Popular. I. Título

CDD 615.882

© de esta edición, Pampia Grupo Editor 2019

Juan B. Alberdi 872 (1424) C.A.B.A.

Buenos Aires, Argentina

E-mail: [email protected]

www.pampia.com

Director Editorial: José Marcelo Caballero

Colaboradores: Lautaro J. Caballero & Gonzalo E. Caballero

Ilustración de tapa: 123rf.com

Diseño: Equipo editorial

ISBN 978-987-648-122-9

Primera edición

Editado en Argentina

Índice
Capítulo 1
La miel: una mirada histórica
Hace tiempo, en Medio Oriente
Griegos y romanos
La Edad Media
De la modernidad a la actualidad
Capítulo 2
La miel: una mirada actual
La composición de la miel
¿Cómo adquirir una buena miel? Criterios de compra
Tipos de miel
Propiedades terapéuticas de la miel
Capítulo 3— La miel y la salud: usos médicos
Capítulo 4— La miel y la belleza: usos cosméticos
Capítulo 5— La miel y la cocina: selección de recetas
Platos principales
Guarniciones
Postres
Golosinas
Granolas
Bebidas
Salsas y aderezos
Capítulo 6— Otros productos de la colmena
La jalea real
El propóleos
El polen
Una advertencia importante

Capítulo 1

La miel: una mirada histórica

El conocimiento del hombre sobre la miel se remonta al período Paleolítico (es decir, hace 35.000 años) encontrándose el máximo testimonio de ello en España, en la cueva de la Araña en Bicorp, Valencia, donde se representa a un hombre colgado de unas cuerdas con una cesta a la espalda introduciendo la mano en una colmena mientras las abejas revolotean en su derredor.

Por su parte, las primeras colmenas fabricadas por el hombre (lo que significa el inicio de la apicultura) parecen datar del período Neolítico, esto es, de entre 7000 y 8000 años atrás.

Continuemos, a lo largo de este primer capítulo, con este fascinante viaje que supone rastrear la historia de la miel y del aprecio que el hombre le tuvo.

Hace tiempo, en Medio Oriente

Los habitantes del antiguo Egipto apreciaban, y mucho, a la miel. Multiplicidad de papiros y dibujos esgrafiados hacen referencia a esta noble sustancia que ya en esa época era conocida y apreciada como componente de diversos ungüentos para llagas y heridas, así como también debido a sus propiedades digestivas. Pero tal vez la prueba más inequívoca de cuanto los egipcios apreciaban la miel resida en el hecho de que la depositaban en la tumba de sus venerados faraones.

En la antigüedad, muchas de las civilizaciones que poblaron lo que hoy conocemos como Medio Oriente también tenían a la miel en una alta consideración. La Biblia, por ejemplo, da cuenta de cómo los hebreos apreciaban por demás la dulce y espesa sustancia. En este magno libro se leen frases tales como: “En la tierra prometida, correrá leche y miel” y “La voluntad de Dios es más dulce que la miel que contienen los panales”. También es famoso el denominado Cantar de los cantares (incluido en el Antiguo Testamento) donde puede leerse: “Como panal de miel destilan tus labios, oh esposa; miel y leche hay debajo de tu lengua”, “Yo vine a mi huerto, oh hermana, esposa mía; he recogido mi mirra y mis aromas; he comido mi panal y mi miel; mi vino y mi leche he bebido”. Pero no es La Biblia el único libro sagrado que menciona al dulce oro que nos ocupa en este volumen: el Corán y el Tao Te King, así como antiguas fuentes históricas persas, hacen referencia a la miel como alimento y como medicina de uso cotidiano.

Los sumerios, casi vecinos en tiempo y espacio de los hebreos, dejaron multiplicidad de recetas que la incluyen, tales como ungüentos de belleza elaborados a través de la mixtura de miel, agua, arcilla y aceite de cedro.

Por su parte, los hititas, dejaron en varios documentos grabados sobre tablillas de arcilla, datos fundamentales acerca de la dulce sustancia que nos ocupa.

Griegos y romanos

Ya más cercanos a nosotros en el tiempo, las grandes civilizaciones griega, primero, y romana, después, nos han legado múltiples testimonios del aprecio que sentían por el dulce fruto del trabajo de las abejas.

Respecto al primero de los lugares, circulaba la idea de que la miel más deliciosa provenía del monte Himeto, situado al sur de Atenas; se decía que las flores y hierbas de ese monte del cual libaban las abejas eran de tal dulzura que los reptiles que allí vivían dejaban de tener veneno. Y fueron muchos los sabios de la antigua Grecia que alabaron la dulce sustancia.

Demócrito, siendo interrogado acerca de cómo podrían vivir los hombres prolongadamente y sin enfermedades, respondió que untándole el cuerpo por fuera con aceite y por dentro con miel. Pitágoras, por su parte, recomendaba a sus seguidores que se alimentaran discretamente a pan y miel si querían gozar de una larga existencia. Hipócrates, padre de la medicina, la tenía entre sus ingredientes preferidos para efectuar curaciones. Pero la miel no tenía para los griegos sola y únicamente una función práctica, sino también un profundo sentido y simbolismo religioso. Según su perspectiva, la miel era el alimento de los dioses y una de las ofrendas predilectas en pos de rendirle tributo a las numerosas deidades del panteón.

Diófanes de Bitinia, habla sobre los poderes y propiedades curativas de la miel, así como de las mejores mieles con las siguientes palabras:

“La mejor miel es la ática, y de la ática, la de Himeto; es buena también la que se produce en las islas. De la siciliana, la hiblea; de la cretense, la acramanmoria; de la chipriota, la quitria y de Cos, la calimnia.

Tiene que tener un aspecto transparente y amarillento, suave al tacto, ha de permanecer muy homogénea cuando se tira de ella y al levantarla en alto caer con fluidez, ir adelgazándose y separarse lentamente para volver a quedarse espesa y además tiene que oler bien.

Toda miel solidifica si pasa mucho tiempo, pero la miel ática se conserva líquida, aunque su color se oscurece.

Cuece la miel de peor calidad ya que así mejorará, pero la buena cómela cruda, pues no sólo resulta agradable para los que la consumen sino que además los hace longevos. En efecto, los que en su vejez se alimentan sólo de pan con miel viven muchísimo y se le conservan sanos todos los sentidos.

Si la miel nos está adulterada, al sumergir (una mecha) la encenderás; pues no teniendo adulteración prenderá limpiamente”.

Los romanos, por su parte, también apreciaron en grado sumo la miel. Es por ello que, cuando no daban a basto con su propia producción apícola, la importaban de sus colonias. Célebres recetas provienen, justamente de este pueblo. Romano es, por ejemplo, el origen del hidromiel (vino de miel) y de la cerveza de miel (elaborada en base a miel y a cebada). También la utilizaron a modo de conservante alimentario y para la preparación de numerosos platos y confituras. Dicho sea de paso, las colmenas que actualmente se utilizan en la apicultura, no difieren demasiado de aquellas creadas por los romanos hace ya muchos siglos. Asimismo, siguiendo los pasos de los griegos, consagraron la dulce sustancia a funciones vinculadas a la religiosidad.

Dídimo de Alejandría, médico y erudito que vivió entre finales del siglo IV y comienzos del siglo V, ofreció el siguiente decálogo acerca de los animales que dan origen a la miel:

1— La abeja es el más sabio e industrioso de todos los animales, muy cercano al hombre por su entendimiento, y lo elaborado por ella es en verdad divino y sumamente útil para los hombres.

2— Incluso la organización política de este animal se asemeja a las ciudades regidas por las mejores leyes.

3— Pues lleva a cabo sus salidas bajo la dirección de un jefe y siguiendo un orden; y acarreando de las flores y los árboles las savias más viscosas, embadurnan con ellas como con ungüento el suelo y las entradas, dedicándose unas a la miel y otras colaborando en cualquier otra tarea.

4— El animal es también limpio hasta la exageración y no se acerca a ninguna sustancia maloliente ni sucia; no es glotón y no acude a la carne ni a la sangre ni a materia grasa alguna, sino solamente a lo que tiene un jugo dulce.

5— Tampoco estropea el trabajo de otros, rechazando no obstante con energía a los que se aplican a estropear el suyo.

6— Consciente de su debilidad, construye los accesos a su casa angostos y con un trazado tortuoso. Así pues, a los que entran para hacer daño los rodean entre varias y los matan con facilidad.

7— A este animal le fascina también la bella música, por lo cual los músicos, tocando el címbalo o batiendo rítmicamente las palmas, las congregan aunque estén dispersas.

8— Este animal es el único que busca un jefe que cuide de la comunidad, razón por la que siempre honra a su rey, lo obedece con celo en lo que ordene, lo sostiene cuando está enfermo y cuando no puede volar carga con él y lo defiende.

9— Aborrece sobremanera a los perezosos, por eso matan entre todas a las que prefieren el ocio y gastan el producto de su trabajo.

10— Pero su habilidad y proximidad a la inteligencia racional se ve sobre todo en que hace sus celdas hexagonales”.

La Edad Media

Durante el medioevo la miel continuaba siendo tan apreciada como lo había sido en épocas anteriores, a punto tal de que el robo de un tarro de ella podía costar la vida en algunos lugares de Europa. Muchos eran en esa época los lugares y las personas que se dedicaban principalmente a la cría de abejas con el objetivo de obtener la preciada sustancia dorada. Sin embargo, no bien apenas comenzada la modernidad, la miel se tendría que enfrentar a un duro y temible competidor: el azúcar.

De la modernidad a la actualidad

Con el descubrimiento del denominado “Nuevo Mundo”, esto es, el continente americano a la miel le surge un feroz competidor: el azúcar de caña. Hasta ese momento, la miel era el único endulzante conocido en el Viejo Mundo (esto es, Europa, Asia y África), pero con el correr de los años comienza imponerse el azúcar, pese a que éste jamás tuvo ni tendrá los enormes beneficios y las remarcables cualidades terapéuticas y nutricionales de la miel.

Especialmente a partir del siglo XVI comienzan a darse dos movimientos, en alguna medida, contrapuestos. Mientras que, tal como lo adelantamos, el azúcar y su uso como edulcorante tienen cada vez más difusión, los desarrollos científicos propios de la época posibilitan cada vez una apicultura más eficiente. Efectivamente, los avances científicos y técnicos posibilitaron comprender el ciclo de vida y la biología general de las abejas, lo que permitió tener un mayor control sobre los animalillos en cuestión.

De esa manera transcurrió la historia de la miel en Occidente durante la modernidad hasta que, en las últimas décadas, el naturismo y otras corrientes que abogan por una vida más sana, no cesaron de propagar las múltiples virtudes del dulce fruto del trabajo de las obreras.

El presente volumen va, por supuesto, en este último sentido.