CONTRA LA RUINA - JUAN GONZALO - E-Book

CONTRA LA RUINA E-Book

JUAN GONZALO

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Beschreibung

Contra la ruina economía por Callejas Juan ,  «... Sin el dinero no hubiese sido ni sería posible en la actualidad mantener todas las obras de evangelización, de caridad y de infraestructura que realiza la iglesia católica, ya que evitar el deterioro de los templos, formar y movilizar misioneros por el mundo entero, mantener escuelas, orfanatos, comedores para indigentes, canales  de comunicación, etcétera, es imposible sin la inversión de millones y millones, sin dinero no se pueden realizar estas y otras muchas obras que realizamos en nombre de la caridad cristiana». En este, su séptimo libro, el padre Callejas enseña a los lectores cómo manejar la economía y los bienes materiales para evitar la ruina y cómo desarrollar una relación sana con la riqueza para que se multiplique y a su vez multiplique el bien, manteniendo alejado a satanás, que puede convertirlo todo en ruina y calamidad. Pero más allá de eso, instruye sobre la necesidad de cumplir los mandatos de Dios a ese respecto, es decir, cumplir con los diezmos, las primicias y las ofrendas, para hacer posible el funcionamiento y expansión de las obras de evangelización y caridad cristiana. No importa si somos pobres o ricos, debemos cumplir con estas obligaciones y el señor siempre nos bendecirá en todo lo que hagamos. Por que hay que tener en cuenta que nada nos pertenece, que Dios es el dueño de todo lo que tenemos, sea mucho o poco.

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Seitenzahl: 372

Veröffentlichungsjahr: 2024

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Este trabajo se lo dedico a todos mis bienhechores y a todos los fieles que creen firmemente que Dios es el dueño de todo lo que tenemos, y que nosotros sólo somos administradores de las riquezas infinitas de nuestro Padre, al cual daremos cuenta de los frutos y de la administración que hagamos de todo lo que hemos recibido de su mano generosa.

Contra la ruina económica

© 2018, Juan Gonzalo Callejas

© 2018, Intermedio Editores S.A.S.

Primera edición, junio de 2018

Edición, diseño y diagramación

Equipo editorial Intermedio Editores

Diseño de portada

Alexánder Cuéllar Burgos

Foto de portada

Shutterstock

Intermedio Editores S.A.S.

Av Jiménez No. 6A-29, piso sexto

www.eltiempo.com/intermedio

Bogotá, Colombia

Este libro no podrá ser reproducido, ni total ni parcialmente, sin el previo permiso escrito del editor.

ISBN:

978-958-757-761-7

Impresión y encuadernación

ABCDEFGHIJ

Diseño epub:Hipertexto – Netizen Digital Solutions

CONTENIDO

Introducción

I. La economía a los ojos del Padre: derechos de sometimiento sobre la creación

† Oración al Padre de todas las bendiciones

II. La economía a los ojos de Cristo: renuncia a los derechos terrenos para adquirir los eternos

† Oración a Jesús para alcanzar el equilibrio económico

III. La economía a los ojos del Espíritu Santo: derechos administrativos de primogenitura

1. La tentación del tener

2. La tentación de la vanagloria

3. La tentación del poder

† Oración al Espíritu Santo contra las tentaciones del tener, del poder y de la vanagloria que originan las riquezas

IV. La economía sin visión es instrumento de tentación y ruina

1. Escudarse en el “Dios proveerá” para no prever

2. Conformismo con lo que se tiene

3. Hundirse en el descalabro y no buscar el “para qué”

4. No decrete carestía, invoque prosperidad

5. Quítese las gafas del pesimismo

6. Acallemos la voz interior del temor

7. Se puede dudar, pero no nos demos el lujo de dejarnos paralizar por la duda

8. Erradiquemos las plagas de los vicios antiprosperidad

9. El peor daño que podemos hacernos es condenarnos a subsistir ejerciendo una profesión que detestamos

10. La pobreza que estudiamos en este capítulo es el fruto de la mala administración de los talentos

11. Una cosa es el auto análisis y otra la depresión por autoculparse

12. La edad no es un limitante

† Oración para saber administrar lo que Dios nos da

V. Primera plaga de la economía: ruina heredada

Ruina heredada

La injusta repartición de bienes entre hijos legítimos y naturales

Maldiciones o maleficios recibidos por generaciones anteriores

Malversación de fondos hechas a Dios por nuestros ancestros

Recibir dinero a costa del pecado por parte de nuestra ascendencia

Acumulación ambiciosa o humillación del pobre por parte de antepasados

Injusticias en el pago de salarios por parte de anteriores generaciones

Invertir dinero en idolatría o superstición

Incumplimiento de deberes religiosos por parte de antepasados

Consagraciones de nuestras pasadas generaciones al maligno

Antídotos y procedimientos

1. Sufragios por nuestros difuntos

2. Ofrendas reparatorias para cancelar las deudas heredadas

† Oración para dar una ofrenda expiatoria por los pecados de los antepasados

† Oración que debe hacer el Sacerdote que reciba una ofrenda expiatoria

3. Rompimiento de contratos o pactos que nuestros antepasados hicieron con el diablo

† Fórmula de rompimiento de pactos y alianzas de nuestros ancestros

4. Consagrar nuestras vidas y nuestro patrimonio al servicio de Dios

† Fórmula de consagración a Dios de todos nuestros bienes financieros

VI. Segunda plaga de la economía: ruina adquirida

Procedimientos contra la ruina culpable

1. Santificar todo lo que recibimos

2. Confesar nuestro pecado

3. Inventario de nuestra malversación de fondos

4. No incumplirle promesas a Dios

5. No invertir en ninguna actividad contraria a la ley de Dios

6. No recibir dinero proveniente de actividades pecaminosas

7. No retener nunca el salario de los empleados

8. Pagar nuestras deudas a los particulares

9. Nunca manipular a otros para que nos confíen su patrimonio

10. Orar antes de hacer gastos extraordinarios o significativos

11. Renunciar a lo que nos deben para evitar maldiciones

12. Nunca discriminar a los que no tienen riquezas, ni a los que las tienen

13. No negarnos a ayudar a los que sabemos que lo necesitan realmente

Antídoto contra la ruina culpable

† Oración para entregar nuestras expiaciones

† Oración del sacerdote que recibe nuestras expiaciones

VII. Tercera plaga de la economía: ruina impuesta por las envidias, las maldiciones y los maleficios

Primer origen de la ruina impuesta: la envidia

† Oración para neutralizar la ruina impuesta mediante envidias

Segundo origen de la ruina impuesta: la maldición

Antídotos y procedimientos

Contra maldiciones pronunciadas

† Oración contra maldiciones pronunciadas

Contra maldiciones recibidas de nuestros enemigos

† Oración contra maldiciones recibidas de nuestros enemigos

Contra maldiciones heredadas

† Oración contra maldiciones heredadas

Tercer origen de la ruina impuesta: el maleficio

Antídotos y procedimientos

1. No acudir a la superstición para recuperar lo perdido

2. No buscar venganza directa o indirecta

3. Refugiarnos en los actos de fe reparadores

† Oración para neutralizar la ruina impuesta mediante maleficios

VIII. Primer pilar de una economía sana: primicias

Qué es la primicia

Origen y significado sobrenatural de las primicias

1. La porción de Dios

2. Lo primero para el Creador

3. Lo perfecto

4. Lo escogido

5. Lo valioso

6. El primogénito puro

¿Por qué los primogénitos son tan importantes para Dios?

7. La redención de lo impuro

8. Es sembrar para que no falte cosecha

9. La protección contra las plagas

10. La consagración a Dios de los comienzos de nuestros proyectos

11. Pueden ser superiores al diezmo

12. El pago del diezmo no exime de la primicia

13. Por último, Jesucristo es la primicia de las primicias

† Oración del que da sus primicias

† Oración del sacerdote que recibe las primicias

IX. Segundo pilar de una economía sana: diezmos

Origen de los diezmos

Características de los diezmos

A. Son una prueba de fe

B. Son el primer objetivo de toda ganancia

C. Son ofrenda de fe en que Dios nos concedió el éxito

D. Son el arriendo que damos al dueño del universo

E. Son lo mínimo que Dios recibe

F. Son el salario de sus consagrados

G. Son causa de castigo para los que no los respetan

H. Son un exorcismo para nuestro dinero

Advertencias o aclaraciones

† Oración del que da sus diezmos

† Oración del sacerdote que recibe los diezmos

X. Tercer pilar de una economía sana: las ofrendas

Ofrendas de adoración (latría)= veneración

† Oración para cuando damos ofrendas destinadas al Culto Divino

Ofrenda de bondad (buena)= reparadora

† Oración para cuando damos ofrendas de reparación por antepasados

† Oración para el sacerdote que recibe las ofrendas de reparación por antepasados

Ofrenda de justicia (apretada)= expiatoria

Ofrenda de amor (remecida)= caritativa

† Oración para cuando damos ofrendas a los pobres

Ofrenda de gratitud (desbordante)= correspondencia

† Oración para cuando damos ofrendas de gratitud

Ofrenda de súplica= intercesora

† Oración para cuando damos ofrendas de intercesión

Ofrenda de evangelización= al que te instruye en la fe

† Oración para cuando damos ofrendas a los evangelizadores

† Oracón para cuando damos ofrendas de desprendimiento

Ofrenda de privación= dolorosa, sacrifical, compasiva

† Oración para cuando damos ofrendas de privación

Ofrenda de multiplicación= de exaltación, extravagante

† Oración para cuando damos ofrendas de multiplicación

Ofrenda de inhabilitación= invalida la ruina que nos conjuran

† Oración para cuando damos ofrendas de inhabilitación de ruina impuesta

Advertencias y recomendaciones acerca de la espiritualidad del “dar”

Características de los que tienen el don de dar

Consideraciones finales acerca de la ofrenda

XI. Estrategias de estabilidad financiera

Control de entradas y salidas de dinero

Dentro de los gastos identifique los fijos y los variables

Arqueo mensual sobre el cumplimiento de la programación de gastos

Destinación física del dinero

Separar por destinos el dinero

Vigilar los niveles de endeudamiento

Elaborar una hoja de cálculo para organizar nuestras finanzas

Hacer un balance general

Niveles de endeudamiento, liquidez, ahorro, rendimiento, e inversión

Estrategias de previsión

Equilibrar nuestra declaración tributaria

Superar miedos paralizantes

Evitemos las malas costumbres y hábitos antiprosperidad

Decretar prosperidad

La prosperidad integral

Actitud de socios de dios

Direccionalidad sobrenatural

Andar en la verdad

Fidelidad en las cosas pequeñas

Ser diligente

Confiar

† Oración para encomendar nuestros proyectos económicos

XII. Estrategias de multiplicación

Verse a sí mismo como un bien cotizable

No ver las ganancias como un objetivo, sino como un medio para ayudar a muchos otros

Expandir el rango de conocimiento que otros tienen de mis habilidades, para poder beneficiarlos

No obsesionarse por los resultados, que la prioridad sea tener ideales

El ideal es llegar a rentabilizarnos incluso cuando descansamos

No desgastarse en autocastigarse, sino en motivarse

No estancarse en el afianzamiento de nuestros talentos

Mantener claros los objetivos sobrenaturales de los bienes materiales

Rechazar la mediocridad y el conformismo

No dejar el ahorro para el final

No preocuparse por la escasez de dinero, ocuparse en desarrollar estrategias que lo produzcan

Pensar en grande, en ser empleadores, no simples empleados

Mejor que reducir gastos es “cranear” cómo producir ganancias

Equilibrio y paz en toda circunstancia

† Oración para alcanzar multiplicación financiera

Reflexiones finales

1. Sobre la trinidad económica y la trinidad de la prosperidad

2. Rico no es el que más tiene sino el que menos necesita para vivir

3. Si invertimos en pecado, invirtamos en el amor

4. La ambición rompe el talego

5. La envidia es un lujo que no nos podemos permitir

6. Nunca creas que tienes inmunidad diplomática contra el diablo

7. Dios no entiende ni de administración, ni de economía, ni de contabilidad

† Oración para agradecer todo lo que hemos recibido de Dios

† Índice de oraciones

INTRODUCCIÓN

El pensamiento más generalizado entre los creyentes, e incluso entre la jerarquía eclesiástica, es que Dios no desea que se hable de dinero, que los bienes materiales son algo vetado e impropio de personas espirituales, que todos los santos renunciaron a las riquezas para alcanzar la santificación. Empecemos por aclarar las ideas. Lo primero a tener en cuenta es que la Sagrada Escritura contiene quinientos versículos sobre la oración, menos de quinientos versículos acerca de la fe, pero más de 2350 relacionados con el tema del dinero y las posesiones materiales. Jesús habló más del dinero que de cualquier otro tema, dieciséis de las treinta y ocho parábolas se refieren a cómo manejar los bienes económicos y materiales. Más adelante comentaremos muchos de estos textos bíblicos, cuando desarrollemos cada uno de los capítulos. Lo importante para esta introducción es concluir que erróneamente se cree que la Biblia dice que el dinero es “la raíz de todos los males”, lo que subraya en realidad es que el “amor” desordenado hacia el dinero, es la raíz de todos los males. 1 Timoteo 6, 10 dice: “Porque el amor al di nero es raíz de toda clase de males, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores”.

El dinero, al igual que un cuchillo, no es malo en sí mismo, son sólo herramientas que, dependiendo en las manos en que estén, pueden ser un arma homicida o un instrumento para generar vida, como en el caso del cuchillo, cuando se usa para preparar un delicioso alimento en la cocina o para agredir físicamente a alguien. Ciertamente tenemos que subrayar que los santos y la doctrina de la Iglesia han señalado que el dinero desde siempre ha sido usado por el enemigo como instrumento de tentación, de corrupción y de depravación.

Es más, ni siquiera la Iglesia católica puede negar que hubo papas, cardenales y obispos que desde antiguo alcanzaron sus cargos eclesiásticos gracias al poder monetario de sus familias, y que la corrupción de la ambición se apoderó de muchos de sus papas. Pero pensemos que si uno de los primeros cardenales, llamado Judas Iscariote, vendió al mismísimo Jesucristo por treinta monedas, ¡qué podemos esperar siglos después!

No se trata de escandalizarnos por estas realidades de la Iglesia romana, sino que debemos usarlas para aprender de ellas, pues si Dios las permite, no es para que nos rasguemos las vestiduras, o que las usemos para cometer los mismos o peores abusos, sino para que aprendamos de la historia y evitemos repetirla.

Estas páginas tienen como objetivo aclarar el manejo que deben darle al dinero todos aquellos que no han sentido la moción del Espíritu Santo de renunciar a los bienes materiales para seguir a Cristo con la radicalidad de un san Francisco de Asís o de una santa Teresa de Calcuta, sin que piensen que por ello están impedidos para alcanzar la santidad, ya que hubo santos que a pesar de tener grandes riquezas, e incluso de dominar naciones, alcanzaron la gloria de los altares por su fidelidad al Evangelio, por ejemplo lean las vidas de una santa Margarita de Escocia (venerada por católicos y anglicanos), de un san Luis IX de Francia, o de un san Esteban I de Hungría, entre otros muchos que a pesar de tener poder, dinero y fama, no perdieron de vista la gloria eterna.

Por último cabe resaltar que sin el dinero no hubiese sido ni sería posible en la actualidad mantener todas las obras de evangelización, de caridad y de infraestructura que realiza la Iglesia católica, ya que evitar el deterioro de los templos, formar y movilizar misioneros por el mundo entero, mantener escuelas, orfanatos, comedores para indigentes, canales de comunicación, etcétera, es imposible sin la inversión de millones y millones, ya que sin dinero no se pueden realizar estas y otras muchas obras que realizamos en nombre de la caridad cristiana.

Al final quiero que todos los que lean este libro, saquen las siguientes conclusiones:

1. Que Dios no prohíbe ni desear, ni hablar, ni tener dinero, lo que prohíbe es que esas tendencias ocupen mayor prioridad en nuestros corazones que conseguir la Gloria de Dios.

2. Que no todo revés económico es castigo divino, ni fruto de una acción diabólica, sino que es posible que su origen sea culpa de nuestra mala administración o de una permisión divina para darnos una enseñanza, como dice el Eclesiastés 7, 14: “En el día del bien goza del bien; y en el día de la adversidad considera. Dios hizo tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle después de Él”.

3. Que al que le duele patrocinar económicamente la evangelización, demuestra que su corazón está enfermo y que la prosperidad lo pondría en peligro de condenarse.

4. Que a nosotros nos fueron delegados por Dios los derechos administrativos y no los de posesión del dinero, pues Él es el único dueño de todas las cosas, como declara en Jeremías 17, “Yo Yahveh, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras”.

5. Que el dinero puede ser una gran bendición o la peor maldición que podemos recibir, el meollo está en descubrir cuánta cantidad puede manejar nuestro corazón sin dejarse corromper.

6. Que el dinero lo puede comprar todo menos la verdadera felicidad.

7. Que la alegría más grande se experimenta al dar y no al acumular.

CAPÍTULO ILA ECONOMÍA A LOS OJOS DEL PADRE: DERECHOS DE SOMETIMIENTO SOBRE LA CREACIÓN

El primer gran principio respecto al dinero y a los bienes materiales que se lee en la Biblia es que Dios es el dueño de todo, del mundo y de todo lo que hay en él: “Mía es la plata, y mío es el oro” (Ageo 2, 8). “De Dios es la tierra y cuanto la llena; el mundo, y los que en él habitan” (Salmo 24, 1).

Esto quiere decir que Dios se reserva el derecho de ser propietario y dueño absoluto de todo lo que ha creado, por tanto, sus criaturas son solo usufructuarias de esas riquezas de la creación, lo vemos más claro cuando analizamos Génesis 1, 28 donde Dios bendice a Adán y Eva diciéndoles: “Creced y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se mueven por la tierra”.

Es como si de alguna forma Dios nombrara al ser humano como representante suyo, administrador o, usando un término más recientemente acuñado por la sociedad, lo instituyera testaferro de la creación, porque esta figura implica que aunque legalmente aparece como propietario y dueño absoluto de los bienes que se poseen, solo el testaferro sabe que en la realidad no los puede ni vender, ni invertir, ni modificar porque en realidad le pertenecen oficialmente a otra persona, ya que no se hicieron méritos ningunos para poseerlos.

En el caso del ser humano el hombre no creó nada de lo que hay, simplemente lo modifica, transforma, incluso lo puede potenciar, pero siempre supeditado a la inspiración divina. El punto de quiebre general de los hombres es perder esa humildad de saber que como administrador tiene que dar cuenta al propietario de todas sus gestiones, como Jesús lo grafica en varias de sus parábolas.

El gran problema es que siempre la serpiente o el tentador, nos estará haciendo las mismas propuestas que a Eva en el Génesis: 1. No es cierto que morirán; 2. Se les abrirán los ojos; 3. Serán como dioses; 4. Conocerán lo que es bueno y lo que no lo es. Parafraseándolo para hacerlo más entendible a nuestra mentalidad actual, podríamos decir que lo que el diablo dice a la humanidad actualmente es: 1. No es cierto que haya castigos eternos causados por una mala administración de lo recibido; 2. No necesitan inspiración divina para hacer los negocios, sino que les basta y sobra con la malicia indígena; 3. Tiendan a convencerse de que ustedes son creadores de su destino, de su economía e incluso de otros seres humanos, no solo a través de la generación, sino a través de la clonación; 4. No dejen que nadie les imponga lo que es bueno o malo, sino que fabriquen sus propias leyes que exalten sus derechos por encima de las restricciones de los mandamientos de Dios.

Lastimosamente la realidad fue muy distinta a la que el maligno les pintó a nuestros primeros padres, ya que después del pecado original se suscitaron unos castigos que hasta el día de hoy la raza humana sigue padeciendo:

A. La serpiente se le condenó a arrastrarse sobre el vientre y comer tierra todos los días de su vida (Gen 3, 14), lo cual significa que uno de los peores castigos del demonio fue el ser confinado a vivir con el hombre en la tierra, al cual quiso damnificar haciendo uso de toda su malicia, y el comer tierra significa que el hambre del demonio siempre será la de devorar a los hijos de Adán que tierra son y en tierra se convertirían por el castigo divino. En otras palabras, Dios le da al que odia una doble porción de aquello que detesta.

B. En el caso de Eva por haber escuchado a la serpiente y haberse convertido en tentadora y seductora para el marido llevándolo al pecado, recibió unos castigos equivalentes a su pecado: la multiplicación de los dolores del parto, la búsqueda insaciable de sentirse hermosa y apetecible, entre otros (Génesis 3, 16). De este castigo se puede comprender por qué las mujeres invierten a nivel mundial miles de billones en productos de maquillaje, ropa, centros de belleza, gimnasios, liposucciones, siliconas, botox, modificaciones corporales, incluso la aplicación de láminas de oro de veinticuatro quilates en el rostro, etc., que para los objetivos de este libro debe preocuparnos la ruina que puede acarrear el despilfarrar tanto dinero en la vanidad rompiendo el equilibrio con lo invertido en caridad; e incluso el entender por qué en la búsqueda a toda costa de igualarse al varón, cosa que en muchos aspectos puede ser positiva, puede en algunos movimientos convertirse en obsesiva, motivando a actitudes que bajo cualquier perspectiva van en contra de la caridad cristiana, dándole oportunidad al maligno para valerse de tales faltas para usarlas posteriormente en nuestra contra, como lo veremos más adelante.

C. Respecto al hombre la maldición que recibe y que es lo que más nos interesa para el objetivo de este libro, está ligada directamente a la manera como se va a sustentar, pues gracias a ese pecado la misma tierra queda maldita y luego se le condena al hombre con esta sentencia: “Con fatiga sacarás de la tierra el alimento por todos los días de tu vida. Ella te dará espinas y cardos, mientras tú le arrancas las hortalizas que comes. Con el sudor de tu frente comerás tu pan, hasta que vuelvas a la tierra” (Génesis 3, 17-18).

De este castigo se derivan la falta de motivación que muchos sienten al no ver frutos para tanto esfuerzo. Incluso Dios tiene que determinar los días de trabajo y descanso en Génesis 34, 21: “Trabajarás seis días y al séptimo día descansarás, incluso en tiempo de aradura y de siega”; porque Dios sabía que ante la desmotivación del hombre, este tendería a quedarse inactivo, descansando más de lo que debiera, como lo dice Proverbios 6, 9-11: “¿Hasta cuándo estarás recostado, perezoso, cuándo te levantarás de tu sueño? Dormir un poco, dormitar otro poco, descansar otro poco de brazos cruzados: así te llegará la pobreza como un salteador y la miseria como un hombre armado”, o que otros trabajarían exageradamente para acumular riquezas, afectando su propia salud, inmolándose en nombre de la ambición.

En conclusión de este primer principio: Dios quiere que reconozcamos que todo lo que tenemos nos lo dio Él y que su deseo es que dominemos la tierra y no que la tierra nos domine a nosotros.

El segundo principio es que el otro extremo de la desmotivación por la escasez de los frutos de nuestro trabajo es que el hombre le entregue su corazón a la codicia de poseer cada vez más, y que pierda su norte sobrenatural y convierta sus posesiones en su dios. “Si no, acuérdate del Señor tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas...” (Deuteronomio 8, 18). “Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero” (Mateo 6, 24). De aquí que el Señor establezca como un requisito ineludible el destinar parte de nuestras ganancias al culto divino, para demostrarnos y demostrarle a Él que no olvidamos que de Él proceden esas bendiciones, como lo afirma en Deuteronomio 8, 18: “Pero acuérdate de Yahveh tu Dios, porque es el que te da el poder para hacer las riquezas, cumpliendo así la alianza que bajo juramento prometió a tus padres, como lo hace hoy”.

Así el Señor en diferentes pasajes va configurando varias promesas para los que sean capaces de pasar sobre su ambición y codicia, delegando tributos económicos al culto divino, ya que este desprendimiento es uno de los más dificultosos para el ser humano, el cual en general piensa que su relación con Dios afecta solo su parte espiritual, pero no así sus bienes materiales. Por eso Dios Padre en el Antiguo Testamento motiva tanto a sus hijos a que le den reconocimiento y gratitud, por todos los bienes recibidos mediante las ofrendas establecidas, de las cuales hablaremos en capítulos más adelante. Así mismo, le hace al hombre muchos juramentos y promesas de grandes bendiciones que recibirá cuando también le rinda culto a través de sus finanzas. Veamos algunos ejemplos:

Ya en el Antiguo Testamento Dios a los grandes patriarcas les promete grandes beneficios económicos como premio a su lealtad en la fe. Génesis 15, 1: “Después de estas cosas vino la palabra de Yahveh a Abram en visión, diciendo: ‘No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande’”.

Así mismo, llega a prometer más adelante prosperidad a todos aquellos que cumplan con sus mandamientos y mantengan su palabra en la mente y en el corazón. Josué 1, 8: “Este libro de la ley no se apartará de tu boca, más bien, medita en él de día y de noche, para que guardes y hagas conforme a todo lo que está escrito en él: porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien”.

Es más, el compromiso para los que cumplen los mandatos de Dios es tan grande que el Creador se ofrece incluso a intervenir en estaciones y terrenos para darles beneficios a sus fieles, leamos a continuación dos hermosas promesas contenidas en libros distintos:

Levítico 26, 3 -7:

“Si camináis según mis preceptos y guardáis mis mandamientos, poniéndolos en práctica, os enviaré las lluvias a su tiempo, para que la tierra dé sus frutos y el árbol del campo su fruto. El tiempo de trilla alcanzará hasta la vendimia, y la vendimia hasta la siembra; comeréis vuestro pan hasta saciaros y habitaréis seguros en vuestra tierra. Yo daré paz a la tierra y dormiréis sin que nadie os turbe; haré desaparecer del país las bestias feroces, y la espada no pasará por vuestra tierra. Perseguiréis a vuestros enemigos; que caerán ante vosotros a filo de espada”.

Deuteronomio 28, 2 -14:

“Vendrán sobre ti y te alcanzarán todas las bendiciones siguientes, por haber escuchado la voz de Yahveh tu Dios. Bendito serás en la ciudad y bendito en el campo. Bendito será el fruto de tus entrañas, el producto de tu suelo, el fruto de tu ganado, el parto de tus vacas y las crías de tus ovejas. Benditas serán tu cesta y tu artesa. Bendito serás cuando entres y bendito cuando salgas. A los enemigos que se levanten contra ti, Yahveh los pondrá en derrota: salidos por un camino a tu encuentro, por siete caminos huirán de ti. Yahveh mandará a la bendición que esté contigo, en tus graneros y en tus empresas, y te bendecirá en la tierra que Yahveh tu Dios te da. Yahveh hará de ti el pueblo consagrado a él, como te ha jurado, si tú guardas los mandamientos de Yahveh tu Dios y sigues sus caminos. Todos los pueblos de la tierra verán que sobre ti es invocado el nombre de Yahveh y te temerán. Yahveh te hará rebosar de bienes: frutos de tus entrañas, frutos de tu ganado, y frutos de tu suelo, en esta tierra que él juró a tus padres que te daría. Yahveh abrirá para ti los cielos, su rico tesoro, para dar a su tiempo la lluvia necesaria a tu tierra y para bendecir todas tus obras. Prestarás a naciones numerosas, y tú no tendrás que tomar prestado. Yahveh te pondrá a la cabeza y no a la zaga; siempre estarás encima y nunca debajo, si escuchas los mandamientos de Yahveh tu Dios, que yo te prescribo hoy, guardándolos y poniéndolos en práctica, sin apartarte ni a derecha ni a izquierda de ninguna de estas palabras que yo os prescribo hoy, para ir detrás de otros dioses a servirles”.

Ciertamente estas palabras son dignas de ser enmarcadas y de tenerlas en nuestros lugares de trabajo o en la puerta de salida para cuando vayamos a enfrentar los desafíos del mundo y de nuestras labores, sabiendo, como lo sabemos, que cielo y tierra pasarán, pero las palabras de nuestros Dios jamás dejarán de cumplirse.

La Sagrada Escritura no deja de asociar la prosperidad al cumplimiento de las leyes de Dios, por ejemplo, el libro de los Salmos se inaugura con estas hermosas promesas Salmo 1, 1- 3: “¡Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni en la senda de los pecadores se detiene, ni en el banco de los burlones se sienta, más se complace en la ley de Yahveh, su ley susurra día y noche! Es como un árbol plantado junto a corrientes de agua, que da a su tiempo el fruto, y jamás se amustia su follaje; todo lo que hace sale bien”.

A la vez la palabra de Dios no deja de declarar que el pecado suele ser el motivo de nuestra ruina como lo podemos ver en Proverbios 28, 25: “El altivo de ánimo suscita contiendas; mas el que confía en Yahveh prosperará”. En el Salmo 127, 2: “En vano madrugan o trasnochan hasta tarde, los que comen el pan de fatigas, porque Dios se los da a sus amados mientras duermen”. Y no deja de recalcar las promesas de su protección para los que sean justos como en Job 22, 23-27: “Si te volvieres al Omnipotente, serás edificado; alejarás de tu tienda la aflicción; tendrás más oro que tierra, y como piedras de arroyos oro de Ofir; el Todopoderoso será tu defensa, y tendrás plata en abundancia. Porque entonces te deleitarás en el Omnipotente, Y alzarás a Dios tu rostro. Orarás a él, y él te oirá”; y en Nehemias 2, 20: “Y en respuesta les dije: El Dios de los cielos, él nos prosperará, y nosotros sus siervos nos levantaremos y edificaremos, porque vosotros no tenéis parte ni derecho ni memoria en Jerusalén”.

La conclusión de este segundo principio es que nuestra fidelidad a Dios y a sus leyes debe ser premiada con la prosperidad en esta tierra y, como veremos en el siguiente capítulo, con la vida eterna después de la muerte.

El último principio es el deseo de nuestro Padre y Señor de que no solo recibamos bendición, sino que seamos fuente de prosperidad para otros, aunque no sean de nuestra religión, ni de nuestra familia, ni de nuestro círculo social, como se ve en Génesis 39, 2-6: “Yahveh estuvo con José, y le fue bien en todo; y se quedó en casa del egipcio, su amo. El egipcio vio que Yahveh estaba con José y hacía prosperar todo cuanto emprendía; José le cayó en gracia a su amo, quien lo retuvo junto a él, lo hizo mayordomo de su casa y le confió todo cuanto tenía. Desde ese momento, Yahveh bendijo la casa del egipcio, en consideración a José. Dio prosperidad tanto a la casa como al campo. En vista de esto, el egipcio dejó que José administrara todo cuanto poseía...”

Como vemos, si estamos en bendición de Dios, no importa que estemos rodeados de ateos, o de personas de otra religión en nuestro entorno social o en nuestra propia familia, ya que la prosperidad con que Dios premia a sus siervos fieles es tan poderosa que incluso deberá afectar positivamente a los que nos rodean, de aquí que muchos piensan erróneamente que los defectos de sus seres queridos tienen suficiente poder en sí mismos como para anular las bendiciones de nuestro Dios. Como lo veremos más adelante puede que una combinación de nuestras propias faltas, de los pecados de nuestros antepasados y de los malos deseos de nuestros enemigos pueda ser lo suficientemente nociva para marchitar nuestra economía.

Entonces la gran conclusión que podemos sacar de todo lo que hemos analizado en este primer capítulo podría ilustrarse como una moneda que tiene dos caras, la primera es que la prosperidad está prometida por Dios a los que cumplan sus mandamientos, a los que inviertan en el culto y a los que beneficien a los menos favorecidos; la otra cara es que la ruina perseguirá a los que incumplan los mandamientos de Dios, sean egoístas en sus objetivos económicos y se olviden de darle a Dios lo que es de Dios.

ORACIÓN AL PADRE DE TODAS LAS BENDICIONES

PADRE ETERNO CREADOR DE TODO CUANTO EXISTE, SEÑOR DE CIELOS Y TIERRA, PROVEEDOR DE TODAS NUESTRAS NECESIDADES, HOY RECONOZCO QUE ME HA FALTADO LA SABIDURÍA PARA COMPRENDER QUE TODO LO QUE ME RODEA PROCEDE DE TI COMO DUEÑO ABSOLUTO, Y QUE YO SOY UN SIMPLE ADMINISTRADOR DE LO QUE TENGO. TAMBIÉN RECONOZCO QUE ME HE SEPARADO DE TUS MANDAMIENTOS Y POR ESO ME HE PRIVADO DE TUS PROMESAS, QUE HE SIDO EGOÍSTA EN LOS FINES PARA LOS QUE DESTINÉ MIS GANANCIAS Y QUE NO HE VELADO LO SUFICIENTE POR DARTE UN CULTO ESPLENDIDO A TRAVÉS DE MIS OFRENDAS.

TE SUPLICO ME CONCEDAS LA GRACIA DE CAMBIAR TOTALMENTE DE MENTALIDAD, DE TENER SIEMPRE EN CUENTA QUE SERÉ EVALUADO AL FINAL DE MI VIDA SEGÚN LA GESTIÓN DE BUENA O MALA ADMINISTRACIÓN DE LAS BENDICIONES RECIBIDAS; CONCÉDEME LA GRACIA DE DESPRENDER MI CORAZÓN DE LAS AMBICIONES, DE FORMA QUE LA PROSPERIDAD MATERIAL SEA CONVERTIDA EN BIENAVENTURAN- ZA ETERNA A TRAVÉS DE LA CARIDAD Y DE LA GENEROSIDAD EN EL CULTO A NUESTRO DIOS.

CONCÉDEME QUE EN ADELANTE, MI ÚNICA PREOCUPACIÓN SEA ADMINISTRAR CON SABIDURÍA TODO LO QUE ME HAS DADO, DE MULTIPLICAR LOS FRUTOS DE VIDA ETERNA, DE NO SER AMBICIOSO, EGOÍSTA O ALTANERO, ANTES BIEN, QUE NUNCA OLVIDE QUE DESNUDO SALÍ DEL VIENTRE MATERNO, Y DESNUDO VOLVERÉ A LA SEPULTURA, QUE SÓLO ME LLEVARÉ LO QUE HAYA INVERTIDO EN EXPANDIR TU GLORIA Y TU REINO ENTRE TODOS MIS CONGÉNERES, QUE MI CORONA Y MI GLORIA SERÁN LAS OBRAS DE EVANGELIZACIÓN Y DE CARIDAD QUE HICE DURANTE MI VIDA EN ESTA TIERRA, Y LA PUREZA DE UN CORAZÓN QUE NO SE DEJÓ SEDUCIR POR LAS RIQUEZAS, NI LA CODICIA, SABIENDO DAR A DIOS LO QUE ES DE DIOS, Y AL MUNDO LO QUE A ÉL LE PERTENECE. AMÉN.

CAPÍTULO IILA ECONOMÍA A LOS OJOS DE CRISTO: RENUNCIA A LOS DERECHOS TERRENOS PARA ADQUIRIR LOS ETERNOS

Como ya mencioné en mi libro Contra la maldad, es un error generalizado decir que Jesucristo no habló de diezmar, o de ofrendar como algo obligatorio, sino que muchos piensan que Jesús nunca estableció unos tributos obligatorios, dejándolo a lo que cada uno quisiera dar.

Toda esta polémica se desarrolla por las obligaciones del diezmo, de las ofrendas expiatorias y las primicias, de las cuales hablaremos en otro capítulo más adelante, y aunque ciertamente tienen su origen en el Antiguo Testamento, hay que afirmar que ningún sacerdote u obispo o creyente puede asegurar que las obligaciones de este tipo de tributos hayan sido abolidas por Jesucristo o por los Apóstoles, o que por el hecho de ser bautizados ya no estamos obligados a cumplir nada del Antiguo Testamento.

La primera consecuencia de la afirmación anterior es que si Jesucristo nos hubiese liberado de todas las obligaciones antiguo-testamentarias, tampoco tendríamos porque cumplir los mandamientos de la ley de Dios, lo cual resultaría ciertamente caótico, porque entonces estaría justificado matar, robar, adulterar, etcétera. Para cualquiera que esté bautizado en el nombre de Jesús.

La segunda consecuencia es que hubiera sido justificada la muerte de Jesucristo en manos de los judíos, ya que según esta afirmación habría intentado destruir todas las creencias del Antiguo Testamento, cuando en realidad lo que Jesucristo afirmó es que no venía a abolir sino a darle plenitud a la ley y a los profetas (Mateo 5, 17).

La tercera consecuencia es que los que no estuviesen dispuestos a seguir el consejo de Jesucristo en Mateo 19, 21: “Si quieres ser perfecto, ve y vende todo lo que posees y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; y luego ven y sígueme”; estarían irremisiblemente condenados a no poder ser discípulos de Jesús, mientras que si aceptamos que el que no sienta este llamamiento tan radical, puede seguir sirviendo a Dios y a su Hijo mediante las ofrendas, diezmos y primicias, entonces no serían tan cuesta arriba las obligaciones de los bautizados, ni tampoco se les patrocinaría el ser tan ambiciosos y egoístas como actualmente somos la mayoría de los creyentes.

Entonces organicemos las ideas sobre lo que Jesucristo predicó acerca del manejo que debemos darle a los bienes materiales:

1. Un corazón apegado por completo al dinero no deja espacio para el amor de Dios, por lo que se va incapacitando para alcanzar el cielo, que es propiamente el lugar para los que supieron amar a Dios sobre todas las cosas. Por eso es por lo que dice el Apóstol Santiago en 5, 1-3: “¡Oíd ahora, ricos! Llorad y aullad por las miserias que vienen sobre vosotros” y san Pablo a los Hebreos 13, 5: “Manténganse libres del amor al dinero, y conténtense con lo que tienen”, y Jesús, hace esta afirmación tan tajante en Lucas 18, 25: “Porque es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de Dios”.

Con ello no quiere decir que ningún adinerado pueda entrar en el Reino de los Cielos, porque el ojo de la aguja no es la de tejer, sino que se trataba de una puerta de Jerusalén, hecha solamente para que pasaran los seres humanos, por tanto para pasar un camello había que quitarle toda la carga y hacerle doblar rodilla al animal, para que pasara por ella casi a rastras, por lo que la mayoría de los teólogos explica que no es que el Cielo este vetado para los que tienen solvencia económica, sino que está abierto para aquellos que como el camello sepan que todo lo que tienen encima no les pertenece, y que con docilidad se dejen desmontar toda su carga, antes de pasar al Reino de los Cielos a través de la puerta de la muerte, a rastras y de rodillas, sabiendo que como llegaron a este mundo desnudos, sin nada se irán de él, sin permitírseles siquiera la añoranza de lo que dejaron atrás. Así como Jesús lo afirma del rico insensato que estaba planeando ampliar sus graneros por la buena cosecha que tuvo, sin prever que ese mismo día iba a morir sin llevarse nada para la otra vida, actitud que Jesús apostilla con la siguiente sentencia en Lucas 12, 21: “Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios”.

2. Lo ideal según nuestro Señor es invertirlo todo en el reino de Dios, como lo deja bien claro en Lucas 12, 33: “Vended vuestras posesiones y dad limosnas; haceos bolsas que no se deterioran, un tesoro en los cielos que no se agota, donde no se acerca ningún ladrón ni la polilla destruye”. De aquí que están totalmente errados todos aquellos que se quejan porque en la Parroquia les piden las colectas por las misiones, por la evangelización, para un retiro, para formar seminaristas, para arreglar el templo, para mejorar el culto divino, para sostener a los sacerdotes y religiosos. Pues todo esto hace parte de la manera como Cristo diseñó la forma de convertir nuestros bienes materiales en tesoros en el Cielo.

Así que si tú eres de los que se quejan porque los “curas” no hacen sino pedir plata, en realidad te estás quejando porque no hacen sino convertir esa plata en divisas eternas, aunque a ti te duela en los bolsillos y en tu corazón corrupto que sólo le cree a Jesús en lo que le conviene, pero no lees todo lo que la palabra de Dios nos predica acerca de las exigencias que conlleva el ser seguidor de Jesús. Pues como dice Hechos 4, 34–35: “No había, pues, ningún necesitado entre ellos, porque todos los que poseían tierras o casas las vendían, traían el precio de lo vendido”. Analiza tú a los católicos modernos, a ver si es cierto que no hay ningún necesitado entre nosotros, porque todos han vendido sus pertenencias para hacer caridad.

Otra de las máximas de los Apóstoles, que los católicos modernos han olvidado por completo es la que menciona san Pablo en la segunda carta a los Corintios 9, 7: “Que cada uno dé conforme a lo que ha resuelto en su corazón, no de mala gana o por la fuerza, porque Dios ama al que da con alegría”; pues la mayoría de los católicos da a regañadientes cuando entrega una cantidad significativa, mientras que la única forma de que den con paz y alegría es cuando dan unas cuantas monedas para favorecer la evangelización y la expansión del Reino de Dios a través de las misiones o de la impresión de libros doctrinales. Por eso se alejan demasiado de esos auténticos seguidores del Evangelio, de los cuales nos narran los Hechos de los Apóstoles en 2, 45: “Vendían todas sus propiedades y sus bienes y los compartían con todos, según la necesidad de cada uno”.

Qué tristeza que hayamos dejado tan atrás la pureza y la fe de aquellos tiempos, que solo busquemos a Dios para nuestro propio beneficio y no para el bien común, de aquí podrás deducir porque también Dios se ha retirado tanto de sus seguidores, pues a mi pobre entender esto no ocurre porque los católicos modernos no confíen en Dios, sino porque Dios no confía en ellos.

3. El que no renuncia a todo, debe tener actitud de administrador de la herencia paterna, teniendo en cuenta lo que dice san Pablo en 1 Corintios 4, 2: “Ahora bien, lo que se pide a un administrador es que sea fiel”, sabiendo que no es que Jesús nos prohíba tener bienes económicos, sino que debemos tener bien clara la actitud que asumiremos al administrarlos, según las directivas que nos propone en las parábolas del hijo pródigo Lucas 15, 11-32, de los talentos en Mateo 25, 14–30 y del administrador en Lucas 16, 1–13.

Lo que tenemos que tener en cuenta según el hijo pródigo, es que todo lo que tenemos le pertenece a nuestro Padre y como un hijo tenemos derecho a invertirlo sensata o insensatamente, sabiendo que, aunque nuestro Padre nos ama eso no quiere decir que apruebe el uso o el abuso que le demos a lo que hemos recibido de Él, ya que Él espera de nosotros mucho más de lo que normalmente estamos dispuestos a dar. De aquí que la verdadera sabiduría está en que nuestros lectores sepan, con humildad, identificar si lo que han hecho con todo lo que Dios les ha dado durante sus vidas es propio de un hijo auténtico de Dios o de un hijo pródigo que se lo derrochó en vicios y en vanidades y luego debe volverse hacia su Padre pidiéndole que los readmita a la vida de prosperidad que Dios reserva a los que saben aprovechar los bienes, sin perder de vista que no son sus propios méritos los que se lo han canjeado, sino que siempre proceden de la liberalidad del Padre la cantidad de riquezas que poseen, y que aunque nuestro Padre respete nuestra decisión de derrocharlos, eso no quiere decir que no podamos cometer errores a la hora invertirlos en alcanzar bienes egoístas y superfluos.

Por tanto, en nuestra visión de administradores, debemos tener en cuenta la manera de pensar de nuestro Padre Dios y de cómo tratar de aprovechar al máximo nuestras ganancias y capacidades, para producir bienes que redunden en todo momento en la consecución de nuestros objetivos sobrenaturales, y de beneficiar a los menos capacitados en orden a no faltar con la caridad sobrenatural, que un verdadero hijo del Altísimo debe tener en el manejo de los bienes terrenos.

Esta parábola nos enseña que si somos como el hijo mayor que hemos sido capaces de seguir fieles a Dios cumpliendo sus designios para multiplicar nuestros bienes, no debemos indignarnos si Dios nos pide que con ellos ayudemos a nuestros insensatos hermanos menores que derrocharon su herencia en vicios, como también nos enseña que si hemos perdido todo por ser egoístas como el hijo menor, tampoco debemos sentirnos desahuciados por el Padre, que nunca le dolerá volver a invertir en nosotros siempre y cuando mantengamos la humildad del que reconoce que cayó en la ruina, por no saber invertir con inteligencia en los bienes verdaderos.

Así mismo, la parábola de los talentos nos deja bien claro que el hecho de que nuestro Padre sea amoroso, no quiere decir que deje de ser exigente, pues cuando Jesús nos describe a nuestro Dios, dice que Él siempre espera cosechar donde no sembró y recoger donde no esparció. Por tanto, cada uno de nosotros debe recapacitar si verdaderamente con nuestras bendiciones económicas, hemos dado el fruto que el Padre esperaba de nosotros, pues cuando Dios nos da no es solo para que lo usemos en beneficio propio, sino siempre y ante todo, para que produzcamos frutos abundantes en beneficio espiritual de todos los demás hombres, que son nuestros hermanos según la genética divina.

Por último, debemos explicar con cuidado unas palabras de Cristo dirigidas a esas personas que se creen tan vivas que son capaces incluso de engañar a la ley humana, que Jesús en la parábola del administrador inicuo hace una sorprendente afirmación que es “Yo os digo: Haceos amigos con el dinero injusto