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El poder y el conocimiento siempre han compartido una relación ambivalente: ambos pueden iluminar o destruir. En este tercer volumen, la técnica se convierte en el campo de batalla de tensiones silenciosas y confrontaciones inevitables. Con personajes atrapados entre la opresión de figuras autoritarias, como la temida Reina Roja, y la necesidad de romper con el conformismo, estas historias exploran el lado oscuro del aprendizaje y la creación. Aquí, cada chispa de ingenio puede ser una semilla de resistencia, y cada aula, el primer escenario de una revolución.
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Seitenzahl: 69
Veröffentlichungsjahr: 2025
DIEGO ANDRÉS LÓPEZ
López, Diego AndrésCrónicas de la media técnica : 3 del poder, conflicto y distopía en la técnica / Diego Andrés López. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2025.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-6098-8
1. Relatos. I. Título.CDD A863
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
La Reina Roja
La metamorfosis técnica
La masa
Ignorancia sin límite
La persistencia en la nada
Del control de masas
Vil metal
Bilardismo educativo
Ventaja deportiva
Virtualidad o muerte
La maldad de los objetos inanimados
El ser
Del trabajo en grupo con una IA
El tiempo y sus cantidades
Misión INIPI
A los estudiantes y docentes de escuelas técnicas;
a Omar y sus almuerzos, a Hueso y su fútbol, a Jorge y su templanza,
a Vicente y sus enseñanzas, a Paula y su INIPI, a Norman, Gladys,
Belén, Valeria, Mariana, René Guénon y Bilardo, por partícipes involuntarios, pero necesarios.
La historia de la técnica es, en el fondo, la historia del poder: la voluntad de dominar la naturaleza, de transformar la inercia en movimiento, de someter lo desconocido a la claridad de la razón. Pero toda estructura encierra en sí misma su posible colapso, y en estos relatos se insinúa la paradoja: la misma lógica que edifica el orden puede ser el germen de su destrucción. Aquí, el aula y el taller son escenarios de tensiones silenciosas y confrontaciones inevitables, donde el conocimiento es un arma y el futuro, un territorio en disputa.
Los gritos resonaban por los pasillos de las oficinas principales, tan frecuentes que parecían parte del ambiente. “¡Que le corten la cabeza!”, vociferaba una voz enérgica, y aunque la frase se pronunciaba con tono metafórico, todos sabían que, en el fondo, no era una broma. Esta voz pertenecía a la Reina Roja, o al menos así la llamaban en la escuela. Su verdadero nombre se había perdido en el tiempo, sumido en el misterio, ya irrelevante para aquellos que sufrían bajo su autoridad.
Era la suprema del colegio técnico, una figura que imponía más temor que respeto. Su carácter despótico la había ganado ese apodo, reminiscente del personaje de “Alicia en el País de las Maravillas”. Aunque su dominio no era un reino de fantasía, sino un lugar donde los estudiantes caminaban con la cabeza baja, temerosos de cometer cualquier error que pudiera desencadenar su ira y los que no eran pequeños informantes utilizados para llevarles noticias del acontecer de docentes y alumnos.
Entre los tantos estudiantes que sufrieron la furia de la Reina Roja, hubo uno que quedó especialmente marcado por un incidente menor, pero que tendría repercusiones durante años. Todo comenzó en un día ordinario en el salón de actos, durante una de las tantas interminables reuniones que la suprema organizaba. Los estudiantes, en filas, esperaban instrucciones para trasladar sillas y mesas al gimnasio para una exhibición técnica. Las tareas eran mecánicas, casi rutinarias, pero ese día, una de las sillas se rompió.
—¡¿Quién fue?! —bramó la Reina Roja cuando escuchó el estruendo.
El joven, a quien llamaremos Joaquín por conveniencia, estaba en las proximidades de la silla rota, y aunque no había sido su culpa, fue señalado inmediatamente por los compañeros más cercanos, quienes buscaban evitar cualquier enfrentamiento directo con la alta esfera. Joaquín, que había estado cargando otra mesa en ese momento, no tuvo tiempo de explicarse.
—¡Vos! —señaló la Reina Roja, sus ojos fijos en él—. ¡Eres un irresponsable! Esa silla costó más de lo que jamás ganarás con tus malas notas.
Joaquín intentó defenderse, pero la Reina no le permitió hablar.
—Que todos vean lo que pasa cuando alguien no respeta el mobiliario de la escuela —dijo en tono tajante—. A partir de hoy, serás responsable de limpiar el gimnasio después de las actividades. Y no quiero oír ninguna excusa.
Aquella acusación marcó a Joaquín profundamente. No solo era injusta, sino que fue hecha delante de todo el alumnado, exponiéndolo al escarnio público. El incidente de la silla se convirtió en un símbolo de la tiranía de la Reina Roja, pero también en el punto de partida de una resistencia silenciosa que Joaquín mantendría durante años.
El castigo de limpiar el gimnasio después de las clases de educación física se alargó por meses. Mientras sus compañeros se iban a casa o se quedaban para las actividades extracurriculares, Joaquín se veía obligado a limpiar el polvo, recoger las pelotas dispersas por el campo, y ordenar el equipo deportivo. La Reina Roja, a menudo, pasaba para supervisar su trabajo. No decía mucho, pero su mirada de desprecio lo hacía sentir como si estuviera siempre bajo vigilancia.
La situación era insoportable. Joaquín no solo se sentía humillado, sino que se daba cuenta de que, a pesar de sus esfuerzos por demostrar su responsabilidad en otras áreas, la Reina Roja siempre lo veía como el culpable de la silla rota. El estigma de ser “el chico de la silla” lo siguió a lo largo de todo ese año.
Sin embargo, algo comenzó a cambiar en Joaquín. Mientras realizaba las tareas obligatorias, su mente vagaba por otros asuntos, y así fue como empezó a interesarse en el equipo técnico del gimnasio: los tableros electrónicos, los circuitos de los marcadores, el sistema de luces. Cada día, mientras recogía y limpiaba, examinaba cómo funcionaban esos aparatos.
Una tarde, mientras terminaba de limpiar, Joaquín notó que uno de los marcadores del gimnasio no funcionaba correctamente. Decidió echar un vistazo más de cerca. Había algo en esos circuitos y cables que le intrigaba. Sin pensarlo dos veces, comenzó a desarmarlo, buscando el origen del problema. Tras unos minutos de observación, descubrió un cable suelto que provocaba el mal funcionamiento. Lo ajustó, y el marcador volvió a funcionar perfectamente.
Este pequeño logro despertó en Joaquín una pasión inesperada: la electrónica. A partir de ese día, comenzó a investigar por su cuenta, utilizando los equipos y herramientas del colegio, pero siempre con discreción, consciente de que la Reina Roja lo seguía observando desde las sombras.
A pesar de su nuevo interés, la relación entre Joaquín y la Reina Roja nunca mejoró. Ella lo seguía viendo como un estorbo, una mancha en su impecable control sobre la escuela. Cualquier error que Joaquín cometiera, por mínimo que fuera, era suficiente para que la Reina estallara.
Una mañana, en un evento técnico donde se exhibían proyectos de los estudiantes, la Reina Roja supervisaba el montaje. Al pasar cerca del proyecto de Joaquín, un circuito eléctrico que había diseñado, lo observó con indiferencia. Su desprecio era palpable.
—Más te vale que esto funcione —dijo sin molestarse en mirarlo directamente.
Joaquín, con los nervios a flor de piel, comprobó todo tres veces antes de la demostración. La presión era inmensa, pero logró que su proyecto funcionara a la perfección. A pesar del éxito, la Reina Roja no le dirigió una palabra de felicitación. Para ella, Joaquín seguía siendo “el chico de la silla rota”.
Los años pasaron y Joaquín siguió perfeccionando sus habilidades. A medida que progresaba en sus estudios, su pasión por la electrónica creció de manera exponencial. Finalmente, en su último año, decidió participar en las Olimpiadas Nacionales de Electrónica, el evento más importante para los estudiantes técnicos del país.
Contra todo pronóstico, Joaquín no solo compitió, sino que ganó la medalla de oro. Su diseño de un sistema de control inteligente para edificios sorprendió a los jueces por su precisión y complejidad. Fue un logro que lo catapultó al reconocimiento nacional.
Cuando las noticias del triunfo de Joaquín llegaron al colegio, la actitud de la Reina Roja cambió de manera drástica. Aquella suprema que lo había menospreciado durante años, de repente, se presentó en las aulas para felicitarlo públicamente.
—Siempre supe que tenías potencial —dijo con una sonrisa forzada cuando lo vio en el patio, rodeado de compañeros que lo felicitaban.
Joaquín la miró con una mezcla de incredulidad y resignación. Sabía que aquellas palabras no eran sinceras. La Reina Roja, fiel a su naturaleza, buscaba ahora apropiarse del éxito de quien alguna vez fue su blanco favorito.