Cuentos con alas y luz - Ani Brenes - E-Book

Cuentos con alas y luz E-Book

Ani Brenes

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Beschreibung

En este libro encontrarás once cuentos llenos de luz, mariposas, luciérnagas y arco iris, así como aventuras e historias divertidas que invitan a la reflexión sobre temas cotidianos de los niños y también de los adultos. "Cuentos con alas y luz" recibió el Premio Carmen Lyra de literatura infantil y juvenil en 1998.

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Ani Brenes

Cuentos con alas y luz

IlustracionesNorma Hidalgo

Obra ganadora del Premio Carmen Lyra de literatura infantil y juvenil en 1998.

Cuatro esquinitas tiene mi cama, cuatro angelitos guardan mi alma.

(Popular)

A mis hijos Karla y Adrián,a mi nieto Manfred y a Robert.

Cuatro angelitos que han llenado mi vida de luz.

PresentaciónPor allá van los colores

Construir una breve semblanza sobre Ani Brenes es una ardua tarea; sin exagerar podría afirmarse que es un examen difícil de aprobar, porque Ani es inabarcable. Alajuelense de cepa y tierra, decidió abordar el barco de la Pedagogía, y la Pedagogía comenzó a soñar. Se vistió de colores y palabras nuevas, se asemejó al árbol de chonta que crece en las montañas talamanqueñas, aquel que sabe desplazar sus raíces cuando otros le tapan la luz y encontrar el claro. Y las escuelas costarricenses ganaron tanto, como las niñas y los niños cuyo destino les deparó esta Maestra. Maestra con mayúscula que ha logrado hacer de la pedagogía una guía para la práctica cotidiana del amor.

Maestra al mejor y más puro estilo martiano: dar mucho y no esperar nada, brindándose a la tarea de alumbrar a quien la necesite, desterrando el egoísmo de corazón y ofrendándose permanentemente para desplazar la oscuridad, llenándola de matices y tonalidades, como la sonrisa de los niños cuando están desmesuradamente alegres.

Ani Brenes ha laborado en diversas escuelas del país, con la disposición diaria de construir de la nada maravillas. Si no ha tenido en sus manos textos adecuados, los ha creado con amor e inteligencia y los ha compartido con reticencia y sin empacho. La Maestra ha navegado por el mar de la Pedagogía, en el que alguien derramó algún día toneladas de anestesia, sin salpicar ni tragar agua, despierta y activa como una mariposa constructora de proyectos e ilusiones, haciéndose amiga de las arañas y sus telas, de árboles y pajaritos, sabiendo que nada en este planeta puede detener su vuelo hacia la libertad.

Ani Brenes, madre, abuela, compañera y amiga nos ha regalado dos publicaciones: Jardines y estrellas, poesía original con las temáticas más variadas. El Regreso, cuentos cortos donde se advierte un mágico hilo cotidiano, realista, apegado a la sensibilidad y al optimismo. Además, En un lugar de la ciudad y Naturalmente, ambos inéditos por el momento. Muchos de sus trabajos han sido reconocidos con diferentes premios: en 1991 obtuvo el 1er Lugar en Literatura en el Encuentro Nacional de Inventores del Ministerio de Justicia; en 1992, ganó el Concurso de Poesía de la Municipalidad de San José; el 1er Lugar en el Concurso Literario de ANDE, con su poema “Yo he visto la paz” en ese mismo año. Fue una de las diez finalistas de 300 participantes en el Concurso Latinoamericano de Cuentos para Niños de la UNICEF, con su cuento “Zapatero”, en 1994.

Publica sus trabajos en revistas, periódicos y suplementos didácticos. Y ahora, nos obsequia con este maravilloso libro: Cuentos con alas y luz. Dichosos aquellos que tuvieron la sabiduría de premiarlo, porque los maestros y maestras de este país los aplaudiremos siempre; la infancia costarricense lo reconocerá como un acierto que unos adultos un buen día tuvieron.

Este libro, leño seco en medio de un bosque húmedo y lluvioso, llevará luz a muchas cuevas, alas a los lugares donde se ha engavetado el viento; movimiento a casas y aulas que se han petrificado en el paisaje; colores allá donde la sombra intenta perpetuarse. En buena hora que la Editorial Costa Rica, la de todos los costarricenses, ha decidido publicar esta obra que me hace sentir orgulloso de conocer y disfrutar el trabajo serio y constructivo de quien, como yo, se siente feliz de ser Maestro.

Para concluir, diré que esta obra es fiel reflejo de su autora, quien nos ha enseñado que dentro y fuera de las aulas se puede soñar. Hagámoslo entonces, como se hace en sus páginas, con los pies en la tierra. Porque descargarse de luz como la luciérnaga, regulando el voltaje al comprender que demasiada puede estorbar a los demás, respetar las ilusiones y saberse poseedor de un arcoiris permanente, entre otras cosas, es definitivamente, cambiar el miedo por el amor.

Claudio Monge Pereira

Casa Mohér, mayo de 1999.

Gabriel no se cansaba de mirar al cielo. Todas las noches, desde la ventana de su cuarto, contemplaba las estrellas hasta que el sueño le cerraba los ojos. No había para él nada tan hermoso como su brillo intermitente, inapagable, mágico. Y estaba seguro de que ellas, al conocer su admiración, brillaba aún más cuando sentían que él las observaba.

Algunas veces no estaban todas en su lugar y rapidito lo notaba.

¿Qué pasaría con aquella pequeñita de tonos rosados, que siempre se colocaba en dirección a la torre de la iglesia? Y cuando la niebla cubría el firmamento, el niño deseaba ser un abanico gigante para despejarlo. Pero aparte de esto, había una gran duda que lo asaltaba.

—Mami, ¿por qué las estrellas no brillan de día? ¿Qué se hacen sus chispitas de colores cuando amanece?

Su mamá, segura de que una respuesta científica no lo complacería, le respondió:

—Mira, Gabriel, en el cielo hay un enorme cofre que permanece cerrado durante la noche; un ángel lindísimo es el encargado de mantenerlo con llave. Cuando el sol comienza a despertarse cada mañana, las estrellas, una a una, se van quitando sus hermosos trajes brillantes y los guardan en el cofre; el ángel los acomoda, le da a cada una su piyama de nubes y se van a dormir hasta el anochecer. Luego pone llave al cofre que queda llenito de luz. A veces alguna estrella se queda dormida o lleva su traje a reparar y por eso en ocasiones no puedes verlas a todas.

Gabriel sonrió muy satisfecho con la explicación.

Unos días después, cuando su mamá entró al cuarto a darle las buenas noches, notó un brillo extraño que salía debajo de la almohada. Con mucho cuidado levantó la cabeza del pequeño y pudo observar una caja pequeña y brillante. Gabriel entre sueños murmuró: