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Faruk Šehić ha ido escribiendo estos relatos durante años para ponerse a salvo de la guerra y de la vida. "¿Por qué alguien inventaría historias de terror cuando las vivió durante los años de la guerra? —escribe el autor— ¿De qué fantasía hablamos cuando todo lo que vivimos fue fantástico? En nuestro país, la literatura es a menudo más que la vida misma, porque es una combinación de maquinación y hechos irrefutables". De este libro dice Miguel Rodríguez Andreu, traductor de su obra: "La supervivencia emocional oscila entre el encuentro con la belleza y la tragedia, y cada uno de estos cuentos es una apasionante reivindicación de la vida, incluso cuando se sabe que el único desenlace posible es la muerte". Cronista de los sueños y de lo real, Šehić nos vuelve a abofetear con su escritura empapada de dolor.
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Veröffentlichungsjahr: 2020
Faruk Šehić (1970), nació en Bihać, República Socialista Federal de Yugoslavia.
Cursó estudios de veterinaria en Zagreb, hasta el inicio de la guerra. En 1992, fue reclutado por el Ejército de Bosnia-Herzegovina. Terminada la guerra, estudió Literatura y comenzó a escribir.
Su libro de poemas, Hit depot (2003) fue un bestseller en Bosnia. Under pressure (Pod pritiskom, 2004), ganó el premio Zoro Verlag. En 2013 publicó Las aguas tranquilas del Una, su primera novela, por la que recibió el premio Mesa Selimovic a la mejor novela publicada en Serbia, Bosnia-Herzegovina, Montenegro y Croacia. Por esta novela recibió también el EU Prize for Literature.
Su libro más reciente es una colección de poemas titulado My Rivers (Moje rijeke, Buybook, 2014) por el que recibió, en 2014, el premio Risto Ratković al mejor libro de poesía en Serbia, Bosnia-Herzegovina, Montenegro y Croacia; y el Premio Anual de la Asociación de Escritores de Bosnia-Herzegovina.
La crítica literaria de su país ha nombrado a Faruk Šehić, líder de la «generación mutilada», una generación de escritores nacidos en 1970 en Yugoslavia.
Faruk Šehić ha ido escribiendo estos relatos durante años para ponerse a salvo de la guerra y de la vida. «¿Por qué alguien inventaría historias de terror cuando las vivió durante los años de la guerra? —escribe el autor— ¿De qué fantasía hablamos cuando todo lo que vivimos fue fantástico? En nuestro país, la literatura es a menudo más que la vida misma, porque es una combinación de maquinación y hechos irrefutables.»
De este libro dice Miguel Rodríguez Andreu, traductor de su obra: «La supervivencia emocional oscila entre el encuentro con la belleza y la tragedia, y cada uno de estos cuentos es una apasionante reivindicación de la vida, incluso cuando se sabe que el único desenlace posible es la muerte». Cronista de los sueños y de lo real, Šehić nos vuelve a abofetear con su escritura empapada de dolor.
«Una obra que no deja indiferente y que atrapa, succiona al lector hacia lo más profundo de su mágico y turbulento interior con una brillante escritura poética de gran sugestión evocativa y de una rara, penetrante e hipnótica perfección formal. (…), de vez en cuando, surgen fascinantes textos que son auténticas obras de arte en su género»
Mercedes Monmany, ABC Cultural
FARUK ŠEHIĆ
(Sevdah preapocalíptico)
Traducción Miguel Rodríguez Andreu
ESLES DE CAYÓN2020
Título original:Priče sa satnim mehanizmom
© De los textos: Faruk Šehić
© De la traducción: Miguel Rodríguez Andreu
Madrid, enero 2020
Edita: La Huerta Grande EditorialSerrano, 6. 28001 Madridwww.lahuertagrande.com
Reservados todos los derechos de esta edición
ISBN: 978-84-17118-63-1
Diseño de cubierta: La Huerta Grande
Producción del ebook: booqlab.com
1. Los soñadores
2. La fábula de hierro
3. El rey de las mierdas
4. El tiempo vuela
5. Matrix en Belgrado
6. La metamorfosis
7. El hombre mutilado
8. Mi Atlántida privada
9. El retorno a la naturaleza
10. La reunión
11. La ofrenda
12. Greta
13. Un reloj de sangre y carne
14. El triunfo del olvido
15. La cháchara siniestra del vendedor de luz
16. Posfacio - Oscilaciones subespaciales, frecuencias residuales y fluctuaciones de lo imposible
Así es como acaba el mundo
Así es como acaba el mundo
Así es como acaba el mundo
No con un estallido, sino con un quejido.
The Hollow men (1925)
T. S. Eliot
It’s the End of the World as We Know It (And I Feel Fine)
R. E. M.
El hielo será el barniz del invierno. Pronunciaste únicamente esta extraña frase. Nos acompañaban David Bowie y su Absolute Beginners, un televisor gigante, uvas blancas en un recipiente de vidrio, dos latas de cerveza, el frescor agradable del parqué, una cortina en la puerta del balcón; el viento cimbreaba la copa de los álamos blancos. En el pasillo, entre la sala de estar y el dormitorio, había una gran balda con libros. La biblioteca estaba allí situada, en el lapso entre el día y la noche. Justo en este punto me detenía haciendo una parada antes de dormir, sacaba un libro y lo leía de pie, olvidando momentáneamente en qué continente me encontraba. Era la estancia más íntima del apartamento, junto a una habitación eternamente envuelta en la semioscuridad. Afuera había personas, civiles. Ellos hacían, lejos de nosotros, lo que consideraban que tenían que hacer. Y, nosotros, hicimos lo mismo, colmando nuestros pequeños sueños de cada día.
«Pues, te amo, ¿me imagino que eso lo sabrás?».
«¿Cuánto?».
«El que más de toda la ciudad».
«Eso no es suficiente para mí», dijiste.
«Bien, pues el que más de toda Europa».
«Me parece poco».
«El que más de toda la galaxia».
«Eso ya está mejor».
«Sabes cuánto te quiero: resulta difícil describirlo con palabras en el aire, si es que pudiéramos imaginar que éstas permanecen en el aire después de haberse dicho. Las palabras son tan impotentes como un globo pinchado, no queda nada de ellas. Esa es la esencia misma de la que hablan los poetas».
«Te quiero sin reservas. Ahí lo tienes».
«Ahora de nuevo intentas seducirme, siempre te funciona. Pero al final lo único que quieres es follarme».
«¿Qué tiene de malo eso? Nos unimos y nos fundimos en uno. El orgasmo es una poderosa ósmosis. Volamos juntos hasta el noventa y nueve arcoíris que hay en el cielo. Desaparecemos en nada en un segundo interminable. El tiempo se retuerce como la luz en un agujero negro».
«Poeta y filósofo, eso es lo que tú eres, pero no dejaré que me folles, por lo menos no en esta ocasión».
«Eso significa que no me quieres lo suficiente, si no, me darías tu cuerpo».
«No tenemos por qué estar follando siempre, solo piensas en ello. Un poco de atención y ternura, eso es lo que necesito de vez en cuando. El eros de la mente. No tiene que ser todo impulsivo y tenso. Relájate de vez en cuando».
«Bien, pues no te echaré un polvo nunca más».
«Ya está él con sus amenazas, veremos quién es el primero que se rinde, siempre eres tú. No podrás aguantarte. Eres el primero que terminas cayendo de rodillas».
«No pongas a prueba mi voluntad, es fuerte, y entonces sufrirás», dije.
«Como si tú no fueras a sufrir».
«De acuerdo, que el dolor sea compartido. ¿Cuál es el problema? Realza el espíritu y fortalece el cuerpo».
«Gilipolleces, y por eso siempre andas con explicaciones. Piensas que eres omnipotente».
«A lo mejor lo soy, a lo mejor no. Nunca se sabe».
«Venga, dame un beso», dijiste.
«¿Nos hacemos un porro?».
«Hazlo».
Me fui a la terraza. La ropa se secó en un monstruo alado de alambres y tubos vacíos. Una sábana blanca como los vestidos de los fantasmas. El cielo azul y arenoso. La luna es un kamikaze estático. La chimenea fálica de color roja y blanca habitaba todo el barrio. Monolito elíptico del progreso: la chimenea de una planta de fundición o de una instalación similar.
Enciendo la punta del cigarrillo; siempre que lo hago, recuerdo esas películas geniales en las que los personajes fuman con arrebato, especialmente las de vaqueros. Me gustaría ser tan fuerte como Lee Marvin. Solo que no es momento para Lee Marvines, el mundo ha estallado y nunca volverá a quedar de una pieza, así nos susurran las pantallas de los televisores. Me pareció que me alineaba con pensamientos grandiosos que pondrían el cosmos cabeza arriba. A menudo me lo parece cuando estoy colocado. Me deshice del filtro y observé cómo la luz se apagaba lentamente como si fuera una lluvia de meteoritos proveniente de un cometa cualquiera.
Te sentaste con las piernas cruzadas en el sillón de cuero. Sobre tus dedos resplandecía una luz roja oscura. Venas prominentes, esmalte color sangre, piel blanca y estirada. Adoro tu sangre. Un día fluiré por tus venas azules. Deseaba besar tus dedos y pies. Una extraña fuerza me atraía hacia ellos. Es como si hubiera visto un aura temblorosa que se extendía desde las piernas y por todo el cuerpo. Parpadeé. No hay manera de describir aquellos ojos. Si existe, entonces son profundos y de color azul oscuro como la melancolía que cae en el crepúsculo de mayo. No hay manera de describir aquel rostro. Lo veo sorprendido, siempre como si fuera la primera vez. Me recuerda a un ideal imaginario que veía en mis sueños infantiles. La cara de una mujer rubia que ríe dulcemente. Luego, los torrentes parpadeantes recorren los nervios. Entonces quiero al mismo tiempo desgarrarte y besarte sosegadamente. Y luego todo vuelve al principio. Besos, una pelea salvaje y suave, palabras lascivas que condimentan el aire. Grito mientras me corro en tu útero. Nos besamos como niños pequeños. Encendemos unos cigarrillos. Máquinas tiernas y eternas.
*
«Eres un deprimente».
«¿Quién?, ¿yo?».
«Solo somos dos en la habitación».