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Los autores Venancio Ávila Guerrero y Eduardo Tauriñán Yáñez se unen de nuevo para recapitular la actuación de los servicios médicos y los aseguramientos multilaterales, de una campaña combativa que se prolongó por más de quinientos días en complejas circunstancias. El coraje y la audacia matizaron la aptitud solidaria y heroica de los hombres y mujeres de bata blanca y de combatientes angolanos cubanos, soviéticos y namibios en la inhóspita región de Cuito Cuanavale. Juntos asestaron una contundente derrota al enemigo, contribuyendo a la victoria alcanzada el 23 de marzo de 1988.
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Seitenzahl: 203
Veröffentlichungsjahr: 2025
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos,www.cedro.org) o entre la webwww.conlicencia.comEDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España. Este y otros ebook los puede adquirir enhttp://ruthtienda.com
Edición:Olivia Diago Izquierdo
Diseño de cubierta:Osvaldo R. López Ravelo
Diseño de interior y realización:Osvaldo R. López Ravelo
Corrección:Raisa Ravelo Marrero
Imágenes:Archivo personal del autor
Cuidado de la edición:Tte. cor. Ana Dayamín Montero Díaz
Conversión a ebook:Grupo Creativo RUTH Casa Editorial
© Venancio Ávila Guerrero, 2025
© Eduardo Tauriñán Yáñez, 2025
© Sobre la presente edición:
Casa Editorial Verde Olivo, 2025
ISBN: 9789592248427
Nota: El contenido de la presente obra fue valorado
por la Oficina de Historia de las FAR
Todos los derechos reservados. Esta publicación
no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte,
en ningún soporte sin la autorización por escrito
de la editorial.
Casa Editorial Verde Olivo
Avenida de Independencia y San Pedro
Apartado 6916. CP 10600
Plaza de la Revolución, La Habana
www.verdeolivo.co.cu
A la memoria de los que entregaron
sus vidas en esta gran batalla.
A los sobrevivientes, que contribuyen
a mantener viva la grandiosa gesta.
A los trabajadores de la Salud, protagonistas
del bienestar de los combatientes
y de cada una de las páginas de este libro.
A nuestras esposas, Diana y Leonor,
hijos y nietos, promotores de esta obra
y acompañantes en los minutos de desvelo.
Ávila y Tauriñán
Extendemos las gratitudes a combatientes, a familiares de ellos y nuestros, a instituciones de distintos lugares del país. Fueron tantos los compañeros que brindaron su ayuda, que resulta imposible numerarlos sin que falte el que a última hora nos llamó para que añadiéramos su anécdota, ni el que aportó papel o su tiempo para una nueva impresión.
Todos ellos saben de quienes hablamos y saben también cuánto le agradecemos. Entre tantos quisiéramos destacar a:
Al teniente coronel doctor en Medicina Sergio Oduardo Bridón, destacado en la organización de los Servicios Médicos, quien a lo largo de este trabajo se ha mantenido al tanto de cada detalle.
A Milton Díaz-Canter, inspirador permanente para que este libro no detuviera su curso, y por su gestión para presentar la idea y los testimonios de dos Marianas nuestras en la Mesa Redonda del 14 de septiembre de 2018, programa no. 3086.
Al anestesista Gilberto Prieto Pérez, hombre de cinco misiones internacionalistas y Héroe del Trabajo de la República de Cuba, que nos brindó su apoyo en la búsqueda de la información relacionada con el Departamento Médico Independiente Reducido.
A Karla y Dianita, por su auxilio en disimiles momentos del proceso de elaboración y en el dominio de la tecnología.
Los Autores
«El personal médico que marcha a cualquier
punto para salvar vidas a riesgo de perder la suya, es el mayor ejemplo de solidaridad que puede ofrecer el ser humano, sobre todo cuando no está movido por interés material alguno».
Fidel Castro Ruz
«Aquella extraordinaria epopeya nunca ha sido narrada cabalmente […] El imperialismo yanqui realiza un extraordinario esfuerzo para que el nombre de Cuba no aparezca siquiera en los eventos conmemorativos […]»,1expresó el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. Los autores, a treinta y cinco años de la histórica batalla, presentan este libro con la exactitud de un intenso trabajo investigativo y el enriquecimiento que brindan sus propias vivencias en aquellos escenarios bélicos por más de 493 días.
Cada miembro del personal médico que allí participó, puso muy en alto a nuestro sistema de Salud, nuestra educación en valores éticos, nuestra sensibilidad humana, solidaridad, valor, entereza y entrega a una causa que tomaron como suya para ayudar a un pueblo oprimido por años, que a toda costa luchaba por mantener la independencia.
Los sucesos en este escenario bélico estuvieron protagonizados por hombres y mujeres de la agrupación de tropas angolanas, namibianas y cubanas, estos como asesores, integrando las dotaciones y tripulaciones mixtas en composición del 71 Grupo Táctico (71GT) y de nuestra fuerza aérea; todos escribieron renglones de heroísmo, tenacidad, principios, disciplina y, sobre todo, de un compañerismo que nació en las más disímiles circunstancias: antes, durante y posterior a las acciones combativas.
En este contexto nuestros galenos, técnicos, enfermeros, sanitarios y activistas de la Salud, dieron todo lo de sí para evitar la pérdida de vidas humanas, a costa de su propia exposición en múltiples ocasiones. Quienes cayeron en el cumplimiento de su deber y los que resultaron heridos ratifican la crueldad y dureza de la guerra. En cada acción combativa librada estaba incluida la convicción de que luchábamos por una causa justa; la caída en combate o la posibilidad de resultar herido estuvo presente en el transcurso de la batalla.
Los veinticinco combatientes cubanos caídos y los más de veintisiete heridos que, junto a decenas de angolanos, namibios y soviéticos, abonaron con su sangre las tierras al este-oeste del poblado de Cuito Cuanavale desafiaron al enemigo hasta llevarlo al lugar escogido —margen este del río— donde las hordas sudafricanas recibieron su merecido el 23 de marzo de 1988 y, con ellas, gran parte de su poderío desplegado, miembros de la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (Unita) utilizados como carne de cañón. En esa estampida nerviosa e insegura les pasaron por encima a sus propios aliados, quienes los habían acompañado en las acciones combativas, demostrando el racismo y la falta de sensibilidad humana. El golpe recibido fue demoledor tanto en el plano moral como militar.
Los autores —participantes de esta batalla—, en aras de cumplir la exhortación del Comandante en Jefe, han sido muy cuidadosos en trasmitir de la manera más exacta posible, la labor de nuestras Marianas y de los excelentes hombres de la Salud, cuyos testimonios nos dan fe de su titánica misión.
La preocupación y exigencia del Comandante en Jefe para que no tuviéramos pérdidas de vidas humanas, fue centro de atención de los jefes, oficiales, trabajadores políticos y organizaciones del Partido y la Juventud, y desempeño directo de los veinteañeros y quizás de menos edad, que no claudicaron ante ninguna situación por compleja que fuera, incluso vistiendo de campaña con su uniforme de las Fuerzas Armadas Popular para la Liberación de Angola (Fapla) como simples soldados, pero la mayoría de las veces asumiendo la responsabilidad médica.
Quisiera concluir con el último párrafo del libro Cuatrocientos noventaitrés días en Cuito Cuanavale:
Más allá de la victoria que en repetidas ocasiones se nos ha intentado usurpar, ahora que ya no se escucha el tronar de los cañones o los tanques, ni los disparos de las armas automáticas, ni el rugir de las turbinas de los aviones de combate, el viajero, al recorrer el escenario bélico, puede escuchar el grito de gratitud de los pueblos de África.
Retomo, además, una expresión con que la licenciada Olivia Diago Izquierdo, editora de la obra mencionada, en la presentación del libro caracterizó a los combatientes de Cuito; entonces dijo «con la patria en la piel y en el corazón». Así asistieron a la histórica batalla nuestros hombres y mujeres de batas blancas.
General de brigada
Miguel Ángel Lorente León
Jefe de las Tropas Cubanas
en Cuito Cuanavale
1Discurso por el xxx Aniversario de la Misión Militar Cubana en Angola y el XLIX Aniversario del arribo del yate Granma, 5 de diciembre de 2005.
A más de tres décadas y media de la histórica batalla de Cuito Cuanavale, los participantes, caracterizados por su vestir con batas blancas, recapitulan sobre los principales acontecimientos acaecidos en un teatro de operaciones militares, donde solo la convicción internacionalista fue capaz de materializar la aptitud altruista, solidaria y heroica, al precio de cualquier sacrificio.
Desde el recuerdo de la inhóspita región, médicos, técnicos, enfermeros y sanitarios cuentan su participación en las áreas de combate o en cualquier puesto que le correspondió salvar a un herido o enfermo y hasta evacuar a un combatiente fallecido.
Coronadas por el orgullo revolucionario están las páginas que ponemos a disposición de los lectores.
Intentar agrupar en un solo trabajo la gigantesca dimensión de las misiones cumplidas por los trabajadores de la Salud, durante la guerra en Angola, constituye una tarea compleja. Por ello los autores nos hemos concentrados en los combates librados en Cuito Cuanavale en el periodo comprendido del 5 de diciembre de 1987 al 6 de junio de 1989.
Acontecimientos que sucedieron entonces se han tratado en variados trabajos periodísticos, literarios, radiales, televisivos…, pero por la importancia de continuar rescatando la historia, decidimos profundizar en la labor individual y colectiva de quienes salvaron vidas humanas en los puestos de atención médica en el frente de batalla: dígase enfermero o sanitario, escuadra sanitaria a nivel de las pequeñas unidades, asesorías de las brigadas Fapla, sección quirúrgica desplegada en la primera línea de combate o en el improvisado hospital de campaña y sala de hospitalización rústica en el puesto de mando del 71 Grupo Táctico en el despliegue del Destacamento Médico Independiente Reducido (DMI-R) en Menongue.
A pesar de que el tema se centra en el trabajo de quienes representaron honrosamente a los Servicios Médicos —galenos y demás personal de la Salud—, saltan a relucir combatientes cubanos y angolanos que en diversas ocasiones ejercieron, como asistentes o ayudantes, al pie de los profesionales.
Se añade una información detallada del desarrollo de los enfrentamientos contra el enemigo sudafricano y la Unita, a manera de hilo conductor, para conocer al dedillo el papel de los distintos órganos de dirección de mando, aseguramientos y la presencia casi imprescindible de los audaces y heroicos miembros de la fuerza aérea, a fin de evitar enfermedades, heridos y muertes.
Sencillez, autoridad, ejemplo personal y continua preocupación por la tropa son atributos que caracterizaron a nuestros jefes y oficiales, militantes del Partido y la Juventud, en cada uno de sus puestos de combate. Lo ratificó el general de cuerpo de ejército Leopoldo Cintra Frías cuando manifestó: «En Cuito Cuanavale se dio muestra de elevada capacidad y moral combativa, de la maestría militar de los jefes, oficiales y soldados de las Fuerzas Armadas Angolanas, de las de Cuba y las tropas de la Swapo».2
Y qué decir del sinnúmero de combatientes que sin titubeos se mantuvo al lado del que cayó herido, enfermo o muerto. En el arte militar existen cifras que determinan las posibles bajas que pueden sufrir las partes beligerantes, las cuales están determinadas por las fuerzas y medios que participan, pero nos preguntamos: ¿Habría cifras que demuestren las pocas bajas que sufrimos durante la batalla de Cuito Cuanavale? ¿Lograrían esas cifras por pequeñas que sean, atenuar el dolor de las madres cuyos jóvenes hijos murieron, fueron heridos o enfermaron? Solo podemos jurar ante ellas y sus familiares que hicimos cuanto estuvo a nuestro alcance para evitar hechos tan dolorosos y, si no lo logramos al ciento por ciento, se debió a la intensidad de aquellas acciones combativas.
Vivencias inolvidables constituyen los actos humanos y heroicos de pacientes que, ante el dolor de otros compañeros, le expresaron al médico:«¡Atiéndalo a él primero!» o cuando el sargento de tercera Vladimir Cruz Naranjo le dijo a su jefe al pie de la escalerilla del helicóptero: «Lo mandé a buscar para decirle que todavía me queda el brazo derecho para continuar combatiendo», y Alexis Rodríguez que resistió horas con un brazo colgando, hasta ser intervenido quirúrgicamente.
Son muchas las muestras de momentos tensos entre pacientes y médicos, súmele a esto las condiciones del salón de operaciones —un contenedor—, expuesto al fuego de la artillería, donde caían cientos de proyectiles, sin que flaqueara la asistencia a tiempo y con profunda responsabilidad.
Al valorar la magnitud y trascendencia de las épicas hazañas del pueblo cubano en África, nos trasladamos a los días en que el imperialismo yanqui sufrió su primera derrota en América Latina—abril 1961—,cuando el Comandante decidió enviar parte del arsenal capturado al enemigo para el Frente de Liberación Nacional de Argelia, que peleaba por su independencia. ¿Qué trajo al regreso el barco? Una carga humana: niños huérfanos de combatientes y heridos de guerra.
Al año siguiente, 1962, Cuba solo contaba con unos tres mil médicos, una cantidad similar había partido hacia Estados Unidos; sin embargo, no escatimó en iniciar su modesta colaboración. Sentimos en carne propia los sufrimientos de otros pueblos, así alcanzamos miles de colaboradores profesionales y técnicos de la Salud en casi todos los países que conforman el planeta. Otro ejemplo es la donación voluntaria de sangre para salvar vidas, cuando el terremoto de Perú en 1970. Ya antes en 1963, había sucedido nuestra primera ayuda solidaria al pueblo argelino, el envío de una brigada médica de 55 integrantes: 29 médicos, 3 odontólogos, 15 enfermeros y 8 técnicos de la Salud. Fueron 45 hombres y 10 mujeres.3
Cuanto ocurrió en Cuito Cuanavale aparece relatado en los más de veinte testimonios que, con profundo sentimiento, brotan de quienes con su fusil terciado en posición de combate y el botiquín sanitario en la otra mano, dijeron ¡sí! al cumplimiento de esta honrosa misión durante tantos días y noches de combate.
Los autores
2 Leopoldo Cintra Frías: Discurso por el XX Aniversario de la Batalla de Cuito Cuanavale, periódico Granma, publicado el 24-03-2008.
3 John Mirk M.: Salud Pública sin fronteras, p. 32.
Acciones combativas libradas por las Fuerzas Armadas Populares para la Liberación de Angola, Organización del Pueblo de África Sudoccidental (Swapo) y tropas internacionalistas cubanas contra agresores, apoyados incondicionalmente por Sudáfrica y Zaire, sin que faltara la mano del imperialismo yanqui, caracterizaron los años que sucedieron, incluso proclamada la independencia de la República Popular de Angola en noviembre de 1975. No fue respetada la emancipación; continuaron los ataques y atrocidades contra instalaciones militares, estratégicas, y contra una población inocente como sucedió el 4 de mayo de 1978 en el campamento de refugiados de Cassinga.
Pasada tan solo una semana de la victoria, se produjo el combate de Tunga y el día 23 el de Ebo. Fuerzas de las Fapla, internacionalistas cubanos de las Tropas Especiales del Ministerio del Interior e instructores cubanos frenaron el avance de la Unita y de un batallón de infantería sudafricano con blindados AML-90 y artillería de campaña, los cuales pretendían derrocar el reciente gobierno del MPLA. Esta nueva victoria sobre las fuerzas opositoras fue decisiva en el curso de la guerra.
De aquel combate y días siguientes, el enfermero Rafael Tomás Herrera Sáez guarda muchas anécdotas relacionadas con la actuación del batallóndel Minint recién llegado a tierra africana, y de los Servicios Médicos de esta tropa, organizados desde La Habana. Recuerda a los doctores Julio Hernández Socarrás, Alí, cirujano de primer grado y jefe del grupo; al cirujano general, Luis Ricardo Cabrera; a los sanitariosmayores, Alcides Ortiz Fajardo y Castellón. Lamenta no saber y no haber podido encontrar los apellidos y el nombre real de algunos, por eso de que en la guerra el seudónimo es lo que prima. Como ocurre con el doctor cirujano Efraín, a quien todos llamaban el Catalán.
Eljoven enfermero, entonces probado en los quehaceres de la guerra, porque sus servicios habían sido útiles en Guinea Bissau, no olvidalos sucesos que vivió en la República Popular de Angola.
En el combate del 23 de noviembre, al norte de Ebo, se les destruyóa los sudafricanos ocho blindados AML-90 y varios vehículos; se les propinó más de sesenta bajas. Tuvimos que lamentar la muerte del compañero Juan Tamayo y de seis heridos, entre cubanos y angolanos. Bajo un fuego intenso de la artillería y una avioneta que le corregía el fuego y disparaba, los evacuamos; entre el grupo se hallaba un compatriota nuestro, grave, de nombre Juanelo.
Al amanecer, mientras revisábamos el campo de batalla, se les prestó asistencia médica a tres heridos enemigos y a un cubano lesionado producto de la explosión de una mina antipersonal. La avioneta volvió a sobrevolar el área, pero esta vez recibió el impacto de los nuestros, entre los que se encontraba el comandante Raúl Díaz-Argüelles García. Cayeron los tres tripulantes.
Unos días después, más de diez nativos que habían sido víctimas de un campo de minas fueron asistidos, de noche, sin luz apenas y uno tenía una esquirla encarnada en el cuello.
El trabajo era constante. Uno tras otro llegaban los casos. Entre tantos, rememoro lo sucedido al combatiente Elisel Hernández Águila. Con sus compañeros exploraba en la profundidad del enemigo y colocaba minas en los caminos. Al retornar pisóuno de estos artefactos, según me cuentan ocurrió a la orilla de un pequeño riachuelo. De noche me avisan que Elisel estaba herido. En esos momentos yo revisaba una emboscada algo distante. Raudo fui donde él. A oscuras revisé su lesión, había perdido mucha sangre. Estaba casi enshock. Con un alambre le habían puesto un torniquete, entonces procedí a ponerle un vendaje compresivo. Me viene a la mente el combatiente que, sin importarle el frío intenso, se deshizo de su colcha para cubrirle el cuerpo.
Lo evacuamos al puesto médico intermedio donde se encontraba el doctor Efraín, el Catalán, un cirujano muy diestro. Allí tampoco había luz y con una linterna, cuyas pilas estaban gastadas, le canalizamos una vena y le pasamos ocho sueros. Tratamos de evitarle más sangramiento y trasladarlo al hospital principal, distante casi ochenta kilómetros por terraplenes.
Todo ese tiempo iba chequeándole los signos vitales. Cuando se shokeaba le daba en el rostro y me preguntaba:
—¿Por qué me das en la cara?
—Porque si te duermes, te mueres —le contestaba.
Por fin salimos a la carretera. Unos kilómetros más y llegamos al hospital. Se nos cayó el alma cuando vimos la instalación vacía y una mujer sentada en la puerta. Ante nuestra pregunta, le escuchamos decir: «Se fueron. Cogieron por allá», nos indicó.
Rápidamente tomamos la carretera que va hacia Puerto Amboi. Rueda, rueda y ni señales. Decidimos regresar, íbamos observando caminos de tierra laterales. Como en uno vimos las huellas de ruedas de camiones, entramos y avanzamos hasta una elevación en la que divisamos la parte trasera de un camión.
De nuevo nos sentimos gente, el alma volvió al cuerpo. Allí estaban los médicos dirigidos por Alí—Julio Hernández—. Lo llevaron al salón de operaciones. Me preguntaron por el grupo sanguíneo. Era el mío. Con otro compañero empecé a donar sangre, pero el doctor Alí no dejó que nos extrajeran todo lo que se necesitaba porque teníamos que regresar al frente. Otros compañeros completaron la donación.
Más de doce horas Elisel vivió una amputacion traumática, por eso siempre que hablo del hecho reitero que está vivo por su fuerza de voluntad, por su valor, por su amor a la vida.
...
Cuando el compañero Elisel habla de aquellos momentos, dice que Tomás Herrera, el enfermero, fue quien le salvó la vida. No hay duda de que sus conocimientos y habilidad para atender lo que se presentara se unieron a la fuerza de su paciente. Del hospital de campaña lo trasladaron al de Luanda, donde permaneció dos días. De ahí fue evacuado a Guinea y el 30 de diciembre de 1975 llegó al hospital naval Doctor Luis Díaz Soto, en La Habana. Recuerda el cariño que le profesaron quienes de una u otra manera lo atendieron durante el proceso de recuperación.
En la década del ochenta el enemigo había intensificado su actividad; entre ellas cuentan numerosos ataques de la Unita, la batalla de Cangamba en 1983, el ataque a Sumbe en 1984, operaciones dirigidas por Sudáfrica como Moduler en 1987, las Hooper y Packer en 1988.
Desde finales de 1987 se veía cernir sobre la República Popular de Angola, la agudización de los aseguramientos logísticos, producto del desgaste que conllevaba más de un lustro de acciones combativas contra enemigos internos y externos que no soportaban la derrota. Este amasijo de luchas y, por otra parte, las operaciones asesoradas por los soviéticos representaba una preocupación extraordinaria para la dirección de nuestro país.
La operación Saludando Octubre, a las puertas de comenzar su ejecución, exigía un nivel altísimo de aseguramiento y, entre las insuficiencias, lo relacionado con la esfera de la Salud constituía un renglón importante, no solopara brindar atención a la agrupación de tropas que enfrentaría los combates, sino para la población, la cual padecía la falta de medicamentos.
Desde la temprana fecha, 1984, con la visión extendida que siempre lo caracterizó, el Comandante sabía que angolanos y soviéticos continuarían su obstinada idea de realizar cuantas acciones decidieran para tomar Mavinga, el centro de operaciones de la Unita.
En un despacho con el embajador de Cuba en Angola, Rodolfo Puente Ferro, abordaron el tema y este le informó: