De secretaria a esposa - Maggie Cox - E-Book
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De secretaria a esposa E-Book

Maggie Cox

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Beschreibung

Bianca 2004 La última vez que Gianluca De Rossi vio a Kate Richardson, ésta estaba desnuda en sus brazos con partes de su exquisito cuerpo arropadas por sábanas de seda. Pero en aquel momento ella, que había huido de su lado tras pasar aquella apasionada noche junto a él, está en su despacho… como su nueva secretaria. Y no sólo eso… ¡está embarazada! Aunque no confía en Kate, Luca se siente muy contento ante la idea de convertirse en padre por fin. Por lo que sólo hay una solución… ¡se casará con su secretaria!

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Avenida de Burgos 8B

Planta 18

28036 Madrid

 

© 2009 Maggie Cox

© 2023 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

De secretaria a esposa, bianca 2004 - febrero 2023

Título original: Pregnant with the De Rossi Heir

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo, Bianca, Jazmín, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 9788411415804

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

 

 

 

 

BUENO, bueno, bueno… ¡mira quién está aquí!

Al oír aquella melosa y cautivadora voz, Kate Richardson se quedó mirando muy impresionada al hombre que la estaba observando desde el otro lado de la sala. No había sido capaz de olvidar la manera en la que los preciosos ojos azules de él la habían deslumbrado, pero lo que no recordaba era que éstos tuvieran la capacidad de derretirla por completo con sólo una mirada. Soltó el picaporte de la puerta y supo que la sorpresa que reflejaba la cara de él seguramente sería igual a la que reflejaba la suya… aunque no podía saberlo con certeza ya que apenas podía sentir los músculos de la cara.

–Luca… –dijo.

Pero no supo qué más decir y se quedó mirándolo fijamente.

–Por lo menos recuerdas mi nombre.

Ella se preguntó si realmente él había pensado que podía olvidarlo.

–Me ha enviado la agencia –aclaró. Hizo una pausa ya que no sabía cómo explicar su presencia–. Aparentemente necesitas… necesitas una asistente personal durante los próximos días –añadió, encogiéndose de hombros.

Luca esbozó una dura expresión y ella se fijó en la perfecta simetría de la cara de aquel atractivo hombre.

–¡Dio! ¡Sé perfectamente lo que necesito! ¡Entra y cierra la puerta tras de ti!

Kate obedeció, incapaz de ignorar aquella severa orden aunque hubiera querido. Compartir el mismo espacio físico que aquel hombre era como sentirse guiada por una poderosa corriente que no podía controlar. Durante un momento, la sensación de vulnerabilidad que sintió fue demasiado real como para luchar contra ella.

No había sabido que él trabajaba en Londres. Pero, en realidad, lo que sabía acerca de aquel irritante espécimen de masculinidad probablemente podía resumirlo en una sola frase. En las increíbles pocas horas que habían pasado juntos en Milán hacía tres meses, horas durante las cuales no habían estado precisamente hablando de sus biografías personales, sino que habían estado descubriendo otras cosas más interesantes y entretenidas el uno del otro, no había obtenido mucha información sobre su vida.

Luca se quedó mirándola fijamente.

–Siéntate.

Aquella autoritaria orden resonó en la tensa atmósfera como un disparo de bala. Tragando saliva con fuerza, Kate separó la silla que había al otro lado del escritorio al que estaba sentado él. Le alivió mucho poder sentarse ya que sentía que las piernas le iban a fallar de un momento a otro.

El enorme ventanal que había detrás de su interrogador tenía unas impresionantes vistas que incluían el Big Ben y el Ojo de Londres. Pero aquellos imponentes monumentos no la distrajeron. No podían hacerlo ya que estaban en competición directa con el perfectamente esculpido semblante que tenía delante.

Sintió como se le aceleraba el corazón al recordar que el increíble cuerpo de Luca estaba igual de bien esculpido que su cara. Pero pensó que había tenido que pagar un gran e inesperado precio por haber disfrutado de la posibilidad de descubrir aquello. Le dio un vuelco el estómago.

–¿Por qué te marchaste sin despedirte de mí en Milán? –exigió saber él–. ¿Normalmente tratas así a tus amantes? ¿Los dejas por las mañanas sin tener la educación de, por lo menos, esperar a que se despierten? ¿Disfrutas al actuar de esa manera?

Estupefacta, Kate se quedó mirándolo. Sintió como se ruborizaba debido a la indignación y a la impresión que le causó aquello.

Pero encontró fuerzas para enfrentarse a Luca.

–¿Perdona?

–Por lo que recuerdo, la última vez que nos vimos oías perfectamente –comentó él con un desdén destinado a hacer daño.

–Simplemente me ha impresionado que pienses que actúo de esa manera normalmente. ¡Permíteme asegurarte que estás muy equivocado!

–Lo que importa es que me lo hiciste a mí, Katherine… Por alguna razón, esperé más de ti…, pero me decepcionaste.

Kate se sintió invadida por un poderoso sentimiento de arrepentimiento. Se preguntó a sí misma si actuaría de diferente manera si pudiera volver atrás en el tiempo y supo que tal vez sí que lo haría. Pero tuvo que reconocer que analizar las cosas en retrospectiva era muy fácil.

Estudiando la bella cara que tenía delante, cara que reflejaba una intensa expresión de desaprobación, sintió un enorme deseo de que Luca le sonriera. Fue un anhelo tan intenso que, frustrada, sintió ganas de llorar ya que sabía que no iba a conseguir una sonrisa por parte de él. Un escalofrío le recorrió por dentro. Recordó la fiesta que se había celebrado en la mansión de un importante arquitecto italiano, fiesta a la que su amiga Melissa la había prácticamente arrastrado y que había sido celebrada por el elegante promotor inmobiliario para el que ésta había trabajado. Desde el principio había considerado un error asistir. Había sido la última velada de sus vacaciones y, lo que realmente hubiera querido hacer, habría sido reflexionar tranquilamente sobre la manera en la que iba a reconstruir su vida cuando regresara al Reino Unido.

Se había preguntado a sí misma cómo iba a lograr volver a confiar en nadie cuando la habían traicionado de una manera tan brutal.

Pero la insistencia de su amiga al decirle que necesitaba salir y divertirse, había estropeado sus planes. Finalmente, en vez de la tranquila velada que había planeado pasar, había tenido que soportar la incómoda proximidad de numerosos extraños en un entorno muy glamuroso que no tenía la capacidad de levantarle el ánimo.

Pero las cosas habían cambiado cuando el hombre que tenía delante en aquel momento había fijado su demasiado perturbadora mirada en ella.

Mel había estado charlando con algunos de los invitados y ella se había quedado momentáneamente sola…

Luca le había dado la espalda a varias personas que habían estado obviamente interesadas en hablar con él y se había acercado a Kate. Se había presentado como Luca. Simplemente Luca. No le había mencionado su nombre completo. Gianluca De Rossi.

Ella se había presentado como Katherine, nombre que apenas utilizaba, y no comprendió por qué lo había hecho ya que todo el mundo la conocía como Kate. Pero pensó que no podía esperarse que una persona estuviera completamente en control cuando se enfrentaba a un halo de riqueza y de seguridad en sí mismo como el que desprendía Luca, el cual era increíblemente atractivo. Se planteó que tal vez en aquel momento se había sentido pequeña e insegura, por lo que había necesitado el respaldo de un nombre con un poco más de clase que simplemente «Kate».

Había muchas razones por las que había actuado de manera distinta aquella inolvidable noche… y aquélla era sólo una de ellas…

Entrelazó los dedos de las manos sobre el brillante escritorio y reunió todo el coraje que tenía para levantar la mirada y enfrentarse a la desaprobación que reflejaban los ojos de él.

–No había planeado marcharme de la manera en la que lo hice –explicó–. Simplemente… simplemente no quería despertarte. Era la última noche de mis vacaciones y tenía que dirigirme al aeropuerto para tomar un avión. Debería habértelo mencionado al principio, pero… –añadió, ruborizándose.

–Pero estabas demasiado ocupada con otras cosas, ¿verdad? –sugirió Luca, irónicamente–. Aun así… deberías haberme despertado… ¡no simplemente haberte marchado sin dejarme un número de teléfono o una dirección!

Tras decir aquello, se quedó mirándola.

–¡Deberías haberme permitido el poder ponerme en contacto contigo!

–Lo siento –respondió Kate con sinceridad. Su voz reflejó cierta impotencia. Pero le había impresionado mucho que a un hombre que se movía en las exclusivas y privilegiadas esferas en las que lo hacía Luca, le importara y molestara el hecho de que una amante de una noche no le hubiera dejado su número de teléfono. Se preguntó si se habría equivocado al asumir que él la olvidaría muy fácilmente. Tal vez se había convencido de aquello ella misma para poder soportar el dolor de dejarlo y de no volver a verlo nunca más…

La pasión que había habido entre ambos se había desatado en cuanto sus miradas se habían encontrado. Ni siquiera la relativa poca experiencia de ella con los hombres le había permitido pensar que aquello era algo normal. Había percibido una conexión muy intensa entre los dos, una conexión entre sus almas… y aquello era algo que había deseado experimentar desde hacía mucho.

Había habido algo muy especial en el italiano que ella no había sido capaz de olvidar. Pero lo cierto era que había estado muy afligida. Había perdido tanto a su madre como su autoestima… cosa que había ocurrido cuando había regresado a casa. Ambos importantes momentos habían obnubilado su capacidad de pensar y de tomar decisiones acertadas. Y, en aquel momento, tenía que enfrentarse al increíble giro que había dado su vida, giro que la había llevado de nuevo ante la carismática presencia de aquel hombre…

Había ido a aquella empresa para cubrir un puesto de asistente personal. Era un trabajo temporal, pero implicaría que estaría a las órdenes de Luca durante las siguientes semanas, mientras la asistente personal de éste estuviera de vacaciones.

–Bueno… pensándolo bien, creo que será mejor que olvidemos lo que ocurrió entre ambos en el pasado y que nos concentremos en el presente. Vamos a tener que hacerlo si queremos trabajar juntos durante las próximas dos semanas –comentó él, suspirando. Pareció sentir como si tuviera demasiada responsabilidad.

Iba vestido con un caro traje de diseño italiano, pero no podía ocultar lo cansado que estaba. A Kate le dio la impresión de que el trabajo lo había tenido recluido durante los anteriores días. Deseó poder aliviar de alguna manera su carga.

–Aunque tengo que decir… –continuó Luca– que es una coincidencia muy extraña que aparezcas en mi despacho para ocupar el puesto de mi asistente personal, ¿no te parece? Dime la verdad, Katherine. ¿Te ha incitado alguien a que hagas esto para gastarme una broma pesada? Dímelo ahora, ¡antes de que tenga que llamar a seguridad para que te echen del edificio!

Ella emitió un grito ahogado.

–¿Qué estás diciendo? ¡Desde luego que no es una broma! ¡La agencia para la que trabajo me ha enviado y ésa es la verdad! ¡No tenía ni idea de que Gianluca De Rossi eras tú! ¿Cómo iba a saberlo? Aquella noche no me dijiste tu nombre completo ni tus apellidos. Ni tampoco me comentaste que trabajabas en Londres. Naturalmente asumí que trabajabas en Milán.

–Pero le podrías haber preguntando mi nombre a cualquier persona de la fiesta. Te lo habrían dicho. ¡Era mi casa y mi fiesta! Te hubiera sido muy fácil descubrir que tengo una sucursal de la empresa en Londres, aparte de la de Milán, y que mi centro operativo está aquí.

Kate se sintió muy irritada.

–Para tu información, aparte de la amiga con la que acudí a la fiesta, ¡no hablé con casi nadie más durante toda la velada aparte de contigo! Y mi amiga no sabía quién eras. Alguien de la empresa para la que trabajaba, alguien que no podía asistir a la fiesta, le dio la invitación, ¡sólo conocía la dirección del lugar en el que iba a celebrarse! De todas maneras, si yo hubiera querido verte de nuevo, ¿por qué habría esperado tres meses? ¡Si hubiera querido mantener contacto contigo, habría sido mucho más fácil haberte dejado mis datos en Milán!

–¿Estás diciéndome que no querías ponerte en contacto conmigo deliberadamente? ¡Qué halagador! –espetó Luca, esbozando una mueca–. Y ahora, si tengo que creer que lo que dices es cierto… ¡es el destino el que ha conspirado para juntarnos de nuevo! Supongo que uno podría concluir que, después de todo, tenemos algún asunto sin revolver entre ambos. ¿Qué piensas tú, Katherine?

Sintiéndose repentinamente muy débil, ella frunció el ceño. Se preguntó a sí misma a qué se referiría él exactamente. Aquellas palabras le perturbaron doblemente cuando pensó en el potencialmente explosivo secreto que estaba guardando…

–Tanto si tenemos asuntos sin resolver como si no, estoy aquí para trabajar como tu asistente personal, ¡ésa es la única razón por la que he venido a tu despacho!

–Entonces, si vas a trabajar para mí, debes entender algo. Espero que tu trabajo sea excelente. No tendré indulgencia contigo por lo que pasó entre nosotros. ¿Estás dispuesta a enfrentarte al reto, Katherine? Si no lo estás, telefonearé a la agencia ahora mismo para que envíen a otra persona.

La sonrisa que esbozó Luca reflejaba mucha desconfianza y cinismo. No era la misma sonrisa que había encandilado a Kate, aquella sonrisa que había iluminado toda una sala tan brillantemente como una potente bombilla. Impresionada, sintió que le daba un vuelco el estómago.

–No necesitas que manden otra persona. Soy buena en mi trabajo y tengo una actitud completamente profesional.

–Bueno, pues entonces… –continuó él– siempre y cuando comprendas que no estoy acostumbrado a que las mujeres me traten como una especie de oportunidad para aliviarse sexualmente de vez en cuando y que aquello jamás se volverá a repetir, el que trabajemos juntos quizá no cause tantos problemas.

Ella se quedó muy impresionada al oír aquello.

–¡Las cosas no fueron así! Yo nunca…

–¿Tú nunca qué, Katherine? ¿Nunca antes habías tenido una aventura de una sola noche o nunca te habías marchado de la cama de un hombre por la mañana sin siquiera despedirte? ¿Cómo voy a saber la verdad? Sólo puedo basarme en la lamentable experiencia que tuve contigo y lo cierto es que te marchaste a la mañana siguiente sin tener ninguna intención de volver a ponerte en contacto conmigo.

–¡Las cosas no fueron así! –repitió ella–. Y nunca fue mi intención utilizarte para lograr aliviarme sexualmente, ¡te lo aseguro! Había ciertas razones que me impulsaron a marcharme de la manera en la que lo hice.

–Dijiste que tenías que tomar un avión, ¿no es así?

–No sólo eso –contestó Kate, esbozando una nerviosa sonrisa con la esperanza de conmoverlo. Se dijo a sí misma que, después de todo, habían compartido algo especial aquella trascendental noche, noche durante la cual no habían sido capaces de ignorar la pasión y la necesidad que les había llevado a estar en los brazos el uno del otro. Algo de lo que experimentó con Luca le hizo sentir que había habido una carencia de algo vital en su vida.

Pero sólo tardó un instante en percatarse de que cualquier leve esperanza que hubiera podido albergar acerca de que él fuera a comprenderla, había sido una pérdida de tiempo. La expresión de la cara de Luca le dejó claro que éste no era alguien que tuviera mucha compasión.

–Había ocurrido algo en mi familia, algo que yo estaba desesperadamente tratando de asimilar –comenzó a explicar, soltándose y agarrándose las manos agitadamente–. Por eso había ido a Italia… para tratar de recuperarme. Sé que tal vez te cueste entender esto, pero la manera en la que me comporté aquella noche es tan diferente a como me comporto normalmente que a la mañana siguiente… al despertarme en tu cama… estaba… no podía creer que hubiera… quiero decir que…

–Parece que estás inventándote todas estas excusas… ¡y ni siquiera son muy buenas! –comentó él de manera burlona.

Frustrada ante su lamentable capacidad para explicarse, y sintiendo como le daba vueltas el estómago, Kate se encogió de hombros desconsoladamente.

–Obviamente no vas a perdonarme, así que quizá sí sea mejor que telefonees a la agencia para que te manden otra persona.

–No. Te daré una oportunidad –respondió Luca–. Lo que pretendo hacer es tenerte un día de prueba. Si no cumples con mis expectativas, en ese momento telefonearé para que me manden otra asistente personal.

–Supongo que no puedo discutir eso.

Kate le dio gracias a Dios de manera silenciosa por la oportunidad que Luca iba a darle de demostrar que valía ya que había estado temiendo que él fuera a haberle dicho que se marchara de su empresa de inmediato.

–Ahora… ya he perdido bastante tiempo esta mañana y debo ponerme en marcha –dijo Luca–. Tenemos un día de mucho trabajo por delante. Con tu ayuda, intentaré realizar lo más que pueda antes de marcharme a una importante reunión que tengo en el Dorchesterhotel con un cliente de Arabia Saudí que también es un buen amigo mío. Va a estar sólo dos días en Londres y esta noche voy a celebrar una fiesta para él y algunos colegas que quiere que yo conozca. Mientras tanto, puedes familiarizarte con las notas que mi asistente personal ha dejado para ti. Su despacho está justo ahí –indicó, señalando una puerta–. Y, a no ser que yo necesite intimidad, la puerta entre ambos despachos siempre debe estar abierta. Conociendo tu desconcertante hábito de marcharte sin avisar, Katherine, me parece que es una precaución inteligente dadas las circunstancias, ¿no crees?

Ella se quedó mirándolo y se percató de que él le tenía muy poco respeto debido a la manera en la que se había marchado aquella mañana en Milán sin dar ninguna explicación. Le quedó claro que no debía empeorar las cosas al marcharse de nuevo…

Algo había ocurrido entre ambos aquella noche que habían pasado juntos en Italia, algo que había tenido unas consecuencias muy importantes. Fue consciente de que ya que tenía la oportunidad, le debía a Luca el revelarle su secreto… No importaba la reacción que fuera a tener éste; ya no quería, ni tenía manera, de ocultar la noticia. Y no importaba lo difícil que fuera a serle el decírselo.

–Si así es como quieres que sean las cosas, yo no tengo ningún problema –contestó, levantándose.

Pero, al ponerse de pie, notó que todavía tenía las piernas débiles. Aun así, se dirigió hacia la puerta que había indicado Luca, la puerta del despacho que probablemente fuera a ser suyo durante las siguientes dos semanas.

Al pasar junto a él, notó como la agarraba por el codo.

–¿Qué? –le preguntó. Su mirada reflejó lo asustada que estaba.

Durante un momento, la intensidad que reflejaban los azules ojos de Luca pareció llegarle al alma. El calor que desprendía la mano de éste le traspasó la ropa y le quemó la piel, casi le hizo perder la cordura.

Aquel hombre poseía un gran poder para desestabilizarla.

–Niente… ¡nada! –contestó él, soltándole el brazo.

Sintiendo como le daba un vuelco el estómago, Kate continuó andando y entró en su nuevo y elegante despacho.

 

 

Metiéndose las manos en los bolsillos de los pantalones, Luca sintió que necesitaba varios minutos para tranquilizarse tras su inesperado encuentro con la mujer que no había conseguido olvidar. ¡Había pensado que había visto un fantasma cuando ella había entrado en su despacho! Tal había sido la intensidad de su abrasadora, pero breve relación en Milán, que seguramente se le podría perdonar el que comenzara a creer que la había conjurado con su demasiada febril imaginación. Incluso en aquel momento todavía seguía teniendo el corazón revolucionado y podía percibir la fragancia que ella había dejado tras de sí una vez que él le había soltado el brazo de mala gana.

Aquella fragancia le hizo recordar un jardín inglés completamente empapado por la lluvia. Era la fragancia más provocadora que jamás había olido.

Como para acompañar a sus pensamientos, un intenso deseo se apoderó de lo más profundo de su ser. Entonces apartó la lujosa silla de cuero de su escritorio y se sentó en ésta. Frustrado, se pasó una mano por su oscuro pelo. Pensó que su memoria fotográfica, que normalmente era excelente, no le había hecho justicia a Katherine. Ésta era incluso más cautivadora de lo que él recordaba. Tenía una suave melena de pelo negro ondulado, así como unos brillantes ojos negros y unas preciosas pestañas. Era perfecta. Pero junto con sus ojos y su seductor y sexy cuerpo, estaba también el recuerdo de su apasionada boca, recuerdo que tenía el poder de mantenerlo despierto durante las noches. Con sólo mirarle los labios de cerca, tal y como acababa de hacer, era suficiente para que deseara besarla de nuevo y saborear desesperadamente aquel delicioso sabor a fresa y vainilla.

Se preguntó a sí mismo qué iba a hacer. Se planteó si estaba completamente loco al considerar siquiera la posibilidad de permitir que Katherine fuera su asistente personal durante las siguientes dos semanas.

Pero era obvio que su cuerpo todavía la deseaba…

La manera en la que ella lo había tratado tras la noche que habían pasado juntos le molestaba mucho. Pero, en realidad, si él quería, podía comportarse igual. No estaba buscando ningún tipo de relación sentimental profunda ni significativa con Katherine, por lo que se dijo que no tenía nada que temer.

Suspiró profundamente y recordó aquellos momentos que habían pasado juntos hacía tres meses en Milán. Katherine había tenido algo que había provocado una reacción muy intensa en él… y, sorprendentemente, no era sólo algo sexual. Había intuido una bondad innata en ella que había provocado que todos sus amigos parecieran preocupantemente superficiales en comparación.

No se había encontrado con aquel tipo de inocencia y bondad frecuentemente. Y, una vez que lo había hecho, no había podido olvidarlo… aunque en aquel momento no sabía si el destino había estado de su parte o no al haberle llevado a Katherine hasta la puerta de su despacho.

Todavía tenía que enfrentarse a la inexplicable partida de ella a la mañana siguiente de haberse acostado juntos, así como al golpe que había recibido su orgullo al haberse enterado de que Kate no había tenido ningún gran deseo de ponerse de nuevo en contacto con él. A pesar de su inconveniente deseo, todavía era demasiado escéptico como para creer ciegamente que el destino le había hecho un favor.