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¿Podría su pasión florecer y convertirse en una historia con final feliz? A la princesa Aurora Bravo-Calabretti, Rory, siempre le había gustado el ranchero Walker McKellan, pero él insistía en que siguieran siendo "solo amigos". Ahora que ella iba a ser la dama de honor de su prima, Walker se había convertido en su guardaespaldas. Rory no podía resistirse a aquel vaquero de Colorado… ¡y lo que deseaba era avanzar hacia el altar para encontrarse con Walker! Cuando Walker estaba empezando a ver a Rory bajo una luz distinta, una repentina tormenta de nieve le dejó atrapado con su princesa… y la pasión se desató entre ellos.
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Seitenzahl: 217
Veröffentlichungsjahr: 2015
Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2014 Christine Rimmer
© 2015 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Deseos del corazón, n.º 2053 - noviembre 2015
Título original: A Bravo Christmas Wedding
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-687-7298-1
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Portadilla
Créditos
Índice
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Epílogo
Si te ha gustado este libro…
Todo estaba bajo control.
Aurora Bravo-Calabretti, princesa de Montedoro, lo supo porque Walker McKellan la esperaba en la pista cuando el jet privado que su madre había insistido que utilizara aterrizó en el aeropuerto de Denver.
Al verle se sintió irritada con él y con su madre y se mordió el labio inferior. Que Dios no permitiera que se bajara del avión y se dirigiera hacia la aduana sin que un hombre grande y fuerte la vigilara para asegurarse de que llegaba sana y salva.
Alto y delgado, vestido con vaqueros desgastados y un pesado abrigo de cuero, Walker tenía los brazos cruzados sobre el ancho pecho y estaba apoyado contra su todoterreno verde camuflaje. Parecía tan americano bajo la tenue luz invernal, un ranchero recién salido del rancho, o tal vez un hombre de la montaña que se había tomado un pequeño descanso tras luchar contra los osos y domesticar gatos monteses. A pesar de lo frustrada que estaba con la situación, Aurora, Rory, no pudo resistir la tentación de sacar su Nikon D700 y hacerle varias fotos a través de la ventanilla.
Walker era un gran tipo. Rory lo adoraba. Había sido un buen amigo durante los más de siete años que llevaba visitando Colorado de forma habitual. La gente no debería aprovecharse de los buenos amigos. Rory nunca lo habría hecho por propia iniciativa.
Pero su madre, que normalmente tenía la sensatez de ocuparse de sus propios asuntos, se había ido al lado oscuro por alguna razón incomprensible y se había aprovechado de Walker por ella. Y Walker se lo había permitido.
Cuanto más pensaba Rory en ello, más se enfadaba con ambos. Con su madre por obligar a Walker a hacerse responsable de ella. Y también con Walker por no permitir que Rory se desvinculara con elegancia de aquel acuerdo injusto.
Se puso el abrigo, guardó la cámara en el bolso y se dirigió a la salida, deteniéndose para darles las gracias al auxiliar de vuelo y a los pilotos al marcharse.
Cuando bajó las escalerillas del avión, Walker se apartó del todoterreno y se dirigió hacia ella.
—Mi princesa favorita. Tienes buen aspecto.
Aquellos ojos azules se deslizaron sobre su abrigo rojo, el suéter largo y las gruesas mallas de invierno embutidas en un buen par de botas. Abrió los brazos para abrazarla.
—Hola —Rory se dejó abrazar media décima de segundo antes de zafarse.
Walker entornó la mirada brevemente ante tan frío recibimiento, pero solo se limitó a preguntar:
—¿Qué tal el viaje?
—Ha estado bien —dijo Rory sin tratar siquiera de parecer sincera. Walker volvió a mirarla con gesto interrogante, pero ella lo ignoró—. Tengo que pasar por la aduana. Pero será rápido.
Media hora más tarde ya le habían revisado el equipaje y estaba cargado en el todoterreno. Se dirigieron hacia el pueblecito de Justice Creek, donde vivían los primos Bravo de Rory.
Mientras avanzaban a toda prisa por la interestatal, Walker intentó hacerla hablar. Bromeó sobre la cantidad de maletas que había llevado y le dijo que tenía pensado ponerla a trabajar cocinando y limpiando su rancho, el Bar-N. Ella le dio respuestas breves sin dejar de mirar por la ventanilla la llanura que se extendía hacia los distantes montículos grises de las montañas.
Finalmente Walker desistió, encendió la radio y fue tarareando con su desafinada voz de barítono la música country navideña.
Walter esperó.
El mal humor de Rory no duraría mucho. Nunca lo hacía. La dejó seguir así hasta que abandonaron la autopista y llegaron a la carretera estatal en dirección Noroeste. Al ver que seguía sin soltar prenda, Walker apagó la radio.
—Vamos. No todo es tan malo.
Rory dejó escapar un lamento y lo miró con enojo.
—¿Aceptaste al menos el dinero que te ofreció?
—Lo rechacé.
Ella contuvo el aliento ofendida.
—Eso no está bien.
—Pero envió un cheque con muchos números.
—No te atrevas a devolverlo —Rory le miró con severidad—. Ya es bastante malo que tengas de hacer de canguro para mí. De ningún modo lo harás gratis.
—Me gusta hacer de canguro para ti.
Ella dejó escapar un resoplido de disgusto.
—Lo dices de un modo que no me levanta el ánimo precisamente. Ya sabes que odio que me trates como a un bebé.
—Lo que quiero decir es que me gusta estar contigo. Y no me parece justo aceptar dinero por echarte un ojo.
—Pero no necesito que nadie me eche un ojo. ¿Y si algún excursionista se pierde en la montaña? —Walker estaba al mando del equipo de búsqueda y rescate de Justice Creek—. ¿Y si hay un incendio en el bosque? —también ayudaba a los bomberos como voluntario—. ¿Qué vas a hacer entonces?
Walker se encogió de hombros.
—Los excursionistas suelen venir en verano. Y en invierno tampoco hay incendios en el bosque. Pero si algo sucediera, ya nos las arreglaríamos.
Rory lo intentó entonces con amenazas.
—Te lo digo en serio, Walker. Si no ingresas en tu banco el cheque que te ha enviado no volveré a hablarte en mi vida.
Los dos podían jugar a aquello.
—Si sigues actuando así no me importará que no vuelvas a hablarme en tu vida. Y además, ¿por qué me echas a mí la culpa de que tu madre insista en que tengas seguridad?
—No te estoy echando la culpa a ti.
—Entonces corta esta tontería.
—Muy bien —Rory alzó ambas manos—. Ahora estás actuando como si fueras mi hermano mayor. Y eso es lo último que necesito. Ya tengo cuatro, muchas gracias.
Ambos guardaron un silencio incómodo. Walker ni siquiera se molestó en volver a encender la radio y fingir que su actitud no le había molestado.
Pasaron diez minutos en los que ambos estuvieron mirando por la ventanilla, actuando como si el otro no estuviera allí. Entonces Rory no pudo seguir soportándolo. Se quitó la boina roja de lana y se pasó los dedos por el largo y castaño cabello.
—Se suponía que iba a venir sola para aprender a cuidar de mí misma. Soy una adulta, pero mi madre no deja de pensar en mí como el bebé de la familia. No es justo —tenía la boina en el regazo y la retorcía o la atusaba alternativamente—. Pensé que por fin la había convencido, ¿sabes? Finalmente admitió que tal vez, solo tal vez, tener un guardaespaldas cada vez que salía de Montedoro era una exageración. Piensa en ello. ¿Cuántos de nosotros necesitamos ese tipo de seguridad? Tiene que pararse en algún punto. Tengo ocho hermanos por delante en la línea de sucesión al trono, por no hablar de todos mis sobrinos, que también están por delante de mí. Quiero ir donde necesite ir por mi trabajo.
Rory era una fotógrafa de gran talento.
—Una vida normal… eso es lo único que pido —continuó—. No necesito tanta protección. No solo es innecesario y una pérdida de dinero, sino que además coarta mi estilo.
—Míralo de este modo —sugirió Walker—. Es un paso adelante. Estás aquí sin guardaespaldas.
Rory gruñó entre dientes.
—Porque tú eres mi guardaespaldas.
—De todas maneras íbamos a pasar un montón de tiempo juntos. ¿No es lo que suelen hacer el padrino y la dama de honor?
Ella dejó escapar un profundo suspiro.
—No vas a animarme, Walker. Deja de intentarlo.
—Como quieras.
Rory no dijo nada. Durante cinco minutos.
—No sé qué pensar…
—¿Sobre qué? —quiso saber él.
—Sobre que Ryan y Clara se casen. No puedo creer que esté sucediendo de verdad. Y de un modo tan inesperado. Es muy, muy extraño —su hermano menor y su prima Bravo favorita habían sorprendido a todo el mundo hacía solo dos semanas con la noticia de que iban a casarse el sábado anterior a Navidad—. No dejo de preguntarme qué sucede en realidad entre ellos, ¿sabes?
Ya estaba. Al parecer el mal humor había tocado a su fin. Walker contuvo una sonrisa de satisfacción. Y luego pensó en Clara y Ryan y también frunció el ceño.
—Sí. Ryan se ha mostrado muy reservado respecto a este asunto —el hermano de Walker aseguraba que estaba enamorado de Clara desde el instituto. Y se le había declarado más de una vez en los últimos nueve o diez años. Clara lo había rechazado en todas las ocasiones asegurando que lo quería, pero no de aquel modo.
—¿Qué ha cambiado de pronto? —preguntó Rory, que al parecer pensaba lo mismo que él—. ¿Y crees de verdad que Ryan está preparado para sentar la cabeza? —aunque aseguraba estar enamorado de Clara, no se había quedado precisamente sentado esperando una oportunidad. Le gustaban las mujeres, y tenía éxito con ellas. Las novias nunca le duraban mucho, un mes, tal vez dos.
—No sé qué ha cambiado —reconoció Walker—. Y estoy de acuerdo contigo. Espero que esté preparado.
—No es propio de Clara decidir de pronto que Ryan es el hombre de su vida después de tantos años diciéndole que no. Me dijo por teléfono que antes estaba equivocada, que lo ama de verdad y que sabe que serán felices juntos.
—A mí me dijo lo mismo. Dijo que por fin había sido inteligente y había decidido casarse con su mejor amigo.
Rory arrugó la nariz.
—Bueno, eso puedo entenderlo… supongo —entonces sacudió la cabeza—. No, no lo entiendo. Si encuentro el momento adecuado voy a hablar con ella un poco más para intentar averiguar si está convencida de lo que va a hacer.
—Más te vale hablar deprisa. Faltan dos semanas para la boda.
Rory dejó caer la cabeza en el asiento y se quedó mirando al techo.
—Tienes razón. No quiero crear problemas. Ryan siempre ha querido casarse con ella, así que supongo que no es ninguna sorpresa. Y Clara no es ninguna loca. Es fuerte y constante. Si hace esto será porque quiere.
Estaban subiendo montaña arriba, por la carretera que recorría las lomas cubiertas de pinos a cada lado. Algún parche de la nieve caída en la tormenta de la semana anterior captaba de vez en cuando la luz del sol y brillaba como las lentejuelas de un vestido de fiesta.
—¿Quieres pasar por casa de Clara? —preguntó Walker cuando empezaron a descender hacia el valle de Justice Creek.
—Son más de las cuatro —el sol había empezado a deslizarse tras las montañas—. Pronto se hará de noche. Vayamos directos al rancho. Ya la veré por la mañana.
Rory admiró la vista a medida que se acercaban a Bar-N. Enclavado en su propio y maravilloso valle rodeado de montañas, Bar-N había sido un rancho de ganado desde hacía cinco generaciones. La «N» venía de Noonan, el apellido de soltera de la madre de Walker. Walker y Ryan habían heredado aquel lugar de su madre, Darla, y de su tío John Noonan. Cuatro años atrás, Ryan le vendió su parte a Walker y se fue a vivir al pueblo.
Walker todavía conservaba unos cuantos caballos, pero hacía mucho que el ganado había desaparecido. Actualmente, Bar-N era un rancho para huéspedes. La parte habitada, situada en el centro del pequeño y bonito valle, contenía un círculo de estructuras bien mantenidas. Durante las dos últimas décadas, Walker y su tío antes que él habían construido cinco acogedoras cabañas. También había cuatro casas grandes. Las casas, construidas a lo largo de varias generaciones, fueron una vez el hogar de varios miembros del clan Noonan. Walker ofrecía dos de las casas, las cabañas y los bien equipados barracones como alquileres vacacionales.
La casa principal, construida en madera y piedra natural, tenía un amplio porche delantero. El pointer de pelo corto de Walker, Lonesome, y su gata negra, Lucky Lady, les estaban esperando cuando llegaron.
Rory se rio al verlos. Estaban tan monos, sentados pacientemente en lo alto de las escaleras el uno al lado del otro. Cuando Walker salió, el perro corrió hacia él y la gata lo siguió a un paso más tranquilo. Los saludó a ambos con una palabra amable y una caricia rápida. Luego se dispuso a bajar las cosas de Rory.
Ella agarró el bolso y lo ayudó. Tomó una maleta con la mano libre y le siguió hacia el interior de la casa y escaleras arriba. Walker la llevó a una habitación situada en la parte delantera. Rory vaciló en el umbral.
Walker dejó las maletas en la alfombra y se giró hacia ella. Rory lo miró a los ojos… y de pronto se sintió incómoda y sin palabras. Extraño. Ella nunca se quedaba sin palabras.
—Hay perchas en el armario y he vaciado la cómoda —dijo él—. Te traeré la última bolsa —pasó por delante de ella y se dirigió de nuevo a las escaleras.
Cuando se hubo marchado, Rory entró en la habitación que sería la suya durante las próximas dos semanas. Tenía una gran ventana en la pared delantera y otra más pequeña en la lateral. Había una cama tamaño medio con una colcha tejida, una pesada cómoda de madera oscura, un armario pequeño y un baño.
El baño tenía dos puertas.
Abrió la de fuera y se encontró mirando un trozo de recibidor que daba a otra habitación, más pequeña y con una ventana que daba al jardín de atrás. Estaba casi segura que no sería la de Walker.
Sintió curiosidad. Salió al vestíbulo para echar un rápido vistazo a esa otra habitación.
Definitivamente, no era la de Walker. A él le gustaban las cosas sencillas y poco recargadas, pero aquella habitación era demasiado sencilla. Demasiado ordenada. No había ni un solo objeto sobre la cómoda ni sobre la mesilla de noche que pudiera calificarse como personal.
Rory volvió al baño y se quedó mirando su reflejo en el espejo del lavabo con el ceño fruncido. Hacía siete años que conocía a Walker y aquella era la primera vez que subía a la planta alta de su casa. Se preguntó si aquel sería el único cuarto de baño de arriba.
¿Tendría que compartirlo con él? Aquello sería incómodo, al menos para ella. Si Walker la veía desnuda, probablemente le daría una palmadita en la cabeza y le diría que se vistiera para no enfriarse.
La puerta delantera era para bajar. Rory cerró la puerta de fuera, volvió a su habitación y se entretuvo deshaciendo el equipaje.
Walker apareció en el umbral del pasillo.
—Alva nos ha dejado la cena hecha —los Colgin, Alva y su marido Bud, ayudaban en el rancho y vivían en la casa que estaba justo enfrente de la de Walker—. ¿Dónde quieres que ponga esto? —preguntó metiendo la última bolsa.
—Déjala por ahí. En cualquier sitio —¿por qué se había sonrojado? Sentía la cara demasiado caliente. ¿Habría adivinado Walker que había estado husmeando?
Si así era, no dijo nada.
—¿Tienes hambre?
—Mucha. Termino de deshacer el equipaje y bajo enseguida.
Walker se fue y ella continuó guardando sus cosas en los cajones… hasta que oyó sus botas moviéndose en la planta de abajo. Entonces cerró la puerta del pasillo y volvió al baño.
Abrió el armarito del lavabo. Había toallas, tiritas, un tubo de pomada antibacteriana, un tubo de aspirinas caducado y una caja medio vacía de tampones.
¿Tampones que había dejado una novia?
Walker con una novia…
Él no tenía novias. Y si las tenía, Rory no había conocido nunca a ninguna.
Tenía una exmujer, Denise. Denise LeClair era alta, rubia, espectacular… y hacía mucho que se marchó de Justice Creek.
Denise se mudó de Miami a Colorado seis años atrás. Conoció a Walker y fue uno de esos momentos bomba para ambos. O eso decía todo el mundo. Según Clara, la prima de Rory, la exmujer de Walker juró que lo amaba locamente y que solo quería vivir a su lado en Bar-N.
Un único invierno en las montañas acabó con aquella fantasía. Llevaban casados menos de un año cuando Denise presentó los papeles del divorcio y volvió al soleado Miami, dejando a Walker asombrado en un principio y amargado y triste después.
Rory solo había visto a Denise una vez, unos meses después de la boda… y la odió al instante. Y no porque Denise fuera una mala persona.
Sí. De acuerdo. La vergonzosa verdad era que a Rory le había gustado Walker desde el momento en que lo conoció siete años atrás. Incluso en aquel entonces, cuando apenas lo conocía, había sentido algo por él. Pero nunca había llegado a ninguna parte y nunca lo haría. Había varios asuntos, entre ellos la debacle de Denise. Sí, todos eran asuntos que podían superarse si Walker quería. Pero no quería. Y Rory lo había aceptado.
Walker era su gran amigo. Fin de la historia.
En los últimos dos años parecía haber superado más o menos lo de Denise. Pero no había estado con nadie más desde que se casó. Él aseguraba que nunca lo estaría, que era como su tío John, un hombre solitario.
Rory dio un paso atrás y se quedó mirando los armaritos abiertos. Toallas, medicinas. Y los tampones. Y cuatro pastillas de jabón sin abrir. Ningún artículo de baño masculino.
Así que Walker tenía su propio baño. Misterio resuelto.
Rory se sentó al borde de la bañera. Se sentía como un globo deshinchado, desilusionada al saber que Walker y ella no tenían que compartir el baño.
Mal. Aquello estaba mal. Hacía mucho tiempo que había superado lo que sentía por él. Había dejado de soñar con una posible situación en la que pudiera verlo desnudo. Necesitaba recobrar la compostura. Viviría allí durante dos semanas. Walker le proporcionaría la seguridad que su madre insistía que tuviera. No sucedería nada entre ellos. Pasaría los días hasta la boda sin hacer tonterías. Y luego volvería a Montedoro y seguiría con su vida.
Porque Walker y ella eran amigos. Y nada más. Eran amigos y a ella le gustaba que fuera así.
Se puso de pie y se miró en el espejo para confirmar aquel punto.
E ignoró la vocecita de su corazón que le dijo que sentía algo por él, que siempre había sido así… y que eso no cambiaría nunca.
Es un poco raro —dijo Rory cuando se sentaron en la mesa de la enorme cocina estilo rústico para comer el delicioso estofado de Alva—. Estar aquí, en tu casa…
Walker le dio un sorbo a su cerveza. La luz de la lámpara que tenía encima de la cabeza despertaba reflejos rojizos en su cabello castaño.
—¿Tienes alguna queja?
Rory partió su pedazo de pan por la mitad. Walker tenía sus azules ojos clavados en ella. Le dio la impresión de que estaba un poco a la defensiva.
—Relájate —le dijo—. No tengo ninguna queja. Sé que antes he sido un poco bruja. Lo siento.
Walker dejó la cerveza sobre la mesa.
—¿Por qué dices que es un poco raro?
—Porque nunca lo habíamos hecho, nada más —ella siempre se alojaba en el Haltersham, el famoso y supuestamente encantado hotel de lujo de Justice Creek, construido por un industrial local a comienzos del siglo pasado—. Ya sabes cómo somos…
—¿Cómo somos?
Walker pinchó con el tenedor un trozo de estofado y la miró arqueando una ceja.
Rory sintió una punzada de enfado. ¿De verdad no sabía cómo eran? Haciendo acopio de una gran paciencia, le explicó lo obvio.
—Bueno, solemos quedar en el bar de Ryan —el hermano de Walker era el dueño de McKellan, un pub muy popular del pueblo—. O nos vemos en casa de Clara. O subimos a la montaña.
A los dos les gustaba hacer escalada, acampar y pescar. Igual que a Clara y Ryan. Y los cuatro habían salido juntos de acampada muchas veces. Solo como amigos, no había nada de romántico. Pero ahora Clara y Ryan se iban a casar. Y Rory iba a dormir en casa de Walker.
—He estado aquí en el rancho como mucho unas seis veces desde que nos conocemos. Y esta noche ha sido la primera vez que he subido a la planta de arriba. ¿No te parece que es un poco raro?
Walker la estaba mirando con extrañeza.
—No quieres estar aquí. Eso es lo que estás diciendo, ¿verdad? Por eso te ha molestado tanto que yo me ocupe de tu seguridad.
Maravilloso. Ahora había conseguido que todo fuera más raro todavía. Rory dejó el trozo de pan y agarró el cuchillo de la mantequilla.
—No, Walker, no es eso lo que estoy diciendo.
—No es a lo que estás acostumbrada, ¿verdad? No hay servicio de habitaciones ni acceso a Internet.
—No es verdad. Te equivocas. Esto es precioso. Y muy cómodo. No me estoy quejando, te lo prometo.
Walker siguió hablando como si no la hubiera oído.
—Admito que para mí es más fácil que te quedes aquí en el rancho en lugar de en el hotel. Pero si quieres, podemos…
—¿Te puedes callar?
—Quiero solucionar esto.
—No hay nada que solucionar. Solo he dicho que era un poco raro, nada más. Solo estaba… entablando conversación.
—Entablando conversación —Walker apretó los labios.
—Sí. Yo hablo. Tú contestas. Yo te contesto a ti. Conversación. ¿Te suena?
Walker dejó el tenedor sobre la mesa con fuerza.
—Hay algo que te molesta. ¿Qué es?
—Nada —mintió Rory descaradamente—. No es nada.
Pero no era cierto.
Eran las dos puertas del baño. Porque debido a esas dos puertas, había pensado en verlo desnudo, y se suponía que una chica no debía andar pensando en cosas así respecto a un buen amigo.
Durante años las cosas habían estado claras entre ellos… para él todo seguía estando claro.
Pero para ella… en cierto modo, Walker tenía razón, aunque nunca lo admitiría por mucho que él insistiera. En realidad no quería estar allí, y no porque no fuera un hotel de lujo.
Había algo en el hecho de estar en su casa, en que fuera su guardaespaldas, en que Ryan y Clara se fueran a casar de pronto, en que todo estuviera cambiando. Hacía que se planteara cosas que no debería.
Hacía que el corazón le doliera por lo que nunca podría tener.
Walker se reclinó en la silla, ladeó la cabeza y la observó de un modo que le puso los nervios de punta.
—Sea lo que sea, adelante, cuéntamelo.
¿Qué debía hacer, mentir o decir la verdad?
Sin duda, mentir.
—No me pasa nada —fingió un bostezo y lo ocultó tras la mano.
Walker se lo creyó.
—¿Estás cansada?
Rory mintió un poco más.
—Agotada. En Montedoro es la una de la mañana. En cuanto termine este delicioso estofado subiré a mi habitación.
—¿Seguro que estás bien?
—Sí. De verdad. Solo un poco cansada, nada más.
Y eso fue todo. Walker lo dejó estar.
Después de cenar, lo ayudó a recoger la cocina. Luego subió las escaleras, se dio un buen baño y llamó a casa de Clara. Clara no estaba, así que Rory le dejó un mensaje diciendo que había llegado sana y salva y que la vería por la mañana para ultimar los detalles finales. La novia se iba a encontrar con las damas de honor en Wedding Belles Bridal a las diez.
Rory colgó y se metió en la cama. Estaba convencida de que se quedaría allí tumbada durante horas dándole vueltas a lo inapropiado de su interés por su buen amigo Walker. Pero apagó la luz, se acurrucó bajo la vieja colcha y sonrió porque la almohada olía a almidón y a fresco.
Y lo siguiente que supo fue que la tenue luz del sol invernal se filtraba a través de las cortinas de algodón blanco. Se sentó y se dio cuenta de que se encontraba de maravilla. Lucky Lady estaba sentada en el extremo de la cama lamiéndose la pata con indolencia.
Rory sonrió a la enorme gata negra. Todos los nudos emocionales de la noche anterior se habían desatado.
¿Y qué si todavía sentía algo por Walker? No tenía que torturarse con ello. No era para tanto.
Walker la llevó en coche al pueblo. Encontró aparcamiento en Central Street, justo enfrente de Wedding Belles, bajo una farola decorada con muérdago y adornos de Navidad.
Rory se quitó el cinturón de seguridad.
—Te llamaré cuando salgamos de la tienda.
—Mejor te veo dentro —respondió él acercándose a pagar al parquímetro.
Confiando en que tal vez cambiara de opinión y se fuera a dar una vuelta con Ryan, Rory entró en la tienda.
Wedding Belles era una tienda para las novias y sus acompañantes. Había vestidos maravillosos de todos los colores colgados en los percheros que recorrían las paredes. Era un lugar para chicas, en el que Clara y sus damas se iban a hacer la última prueba de los vestidos.
El padrino no estaba incluido.
Pero Walker entró de todas maneras. Adoptó la posición de guardaespaldas, lejos del bullicio y cerca de la puerta.