Diálogos III - Platón - E-Book

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Platón

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Beschreibung

El Fedón, sobre la inmortalidad del alma, y el Fedro, acerca de la aspiración a la Idea (o Forma) de Belleza, son magníficos acompañantes de la obra maestra de Platón, el Banquete, diálogo sobre Eros o el Amor, aspiración trascendente enraizada en lo más hondo de la naturaleza humana.

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El Fedón, sobre la inmortalidad del alma, y el Fedro, acerca de la aspiración a la Idea (o Forma) de Belleza, son magníficos acompañantes de la obra maestra de Platón, el Banquete, diálogo sobre Eros o el Amor, aspiración trascendente enraizada en lo más hondo de la naturaleza humana.

Platón

Diálogos III

FEDÓN

FEDÓN

EQUÉCRATES, FEDÓN[1]

EQUÉCRATES —¿Estuviste tú mismo, Fedón, junto a Sócrates el día 57aaquel en que bebió el veneno en la cárcel, o se lo has oído contar a otro?

FEDÓN —Yo mismo estuve allí, Equécrates.

EQU. —¿Qué es, entonces, lo que dijo el hombre antes de su muerte? ¿Y cómo murió[2]? Que me gustaría mucho escuchártelo. bPues ninguno de los ciudadanos de Fliunte, por ahora, va de viaje a Atenas, ni ha llegado de allí ningún extranjero que nos pudiera dar noticias claras acerca de esos hechos, salvo la de que él murió después de haber bebido el veneno. De lo demás no hubo quien nos contara nada.

58aFED. —¿Ni siquiera, pues, estáis informados sobre el juicio, de qué manera se desarrolló?

EQU. —Sí, de eso nos informó alguno, y nos quedamos sorprendidos de que se celebrara con tanta anticipación y que él muriera mucho más tarde. ¿Por qué pasó eso, Fedón?

FED. —Tuvo una cierta suerte, Equécrates. Aconteció, pues, que la víspera del juicio quedó coronada la popa de la nave que los atenienses envían a Delos.

EQU. —¿Y qué nave es ésa?

FED. —Ésa es la nave, según cuentan los atenienses, en la que zarpó Teseo antaño hacia Creta llevando a los famosos «dos veces bsiete», y los salvó y se salvó a sí mismo[3]. Así que le hicieron a Apolo la promesa entonces, según se refiere, de que, si se salvaban, cada año llevarían una procesión a Delos. Y la envían, en efecto, continuamente, año tras año, hasta ahora, en honor al dios. De modo que, en cuanto comienzan la ceremonia, tienen por ley purificar la ciudad durante todo ese tiempo y no matar a nadie oficialmente hasta que la nave arribe a Delos y de nuevo regrese de allí. Algunas veces, eso se demora mucho tiempo, cuando encuentran vientos que la retienen. cEl comienzo de la procesión es cuando el sacerdote de Apolo corona la popa de la nave. Eso ocurrió casualmente, como digo, la víspera de celebrarse el juicio. Por eso, justamente, fue mucho el tiempo que estuvo Sócrates en la cárcel, el que hubo entre el juicio y su muerte.

EQU. —¿Y qué de las circunstancias de su muerte, Fedón? ¿Qué fue lo que se dijo y lo que se hizo, y quiénes los que estuvieron a su lado de sus amigos íntimos? ¿O no permitieron los magistrados que estuvieran presentes, y murió abandonado de sus amigos?

FED. —No, de ningún modo, sino que tuvo a algunos a su lado, y dmuchos incluso.

EQU. —Esfuérzate en relatarnos todo eso lo más precisamente posible, de no ser que tengas algún apremio de tiempo.

FED. —Bueno, tengo un rato libre, e intentaré haceros el relato. Porque el evocar el recuerdo de Sócrates, sea hablando o escuchando a otro, es para mí lo más agradable.

EQU. —En tal caso, Fedón, tienes en quienes van a escucharte a otros semejantes. Así que intenta contarlo todo lo más detalladamente que puedas.

FED. —Pues bien, yo tuve una asombrosa experiencia al encontrarme eallí. Pues no me inundaba un sentimiento de compasión como a quien asiste a la muerte de un amigo íntimo, ya que se le veía un hombre feliz, Equécrates, tanto por su comportamiento como por sus palabras, con tanta serenidad y tanta nobleza murió. De manera que me pareció que, al marchar al Hades, no se iba sin un destino divino[4], y que, además, al llegar allí, gozaría de dicha como nunca ningún otro. 59aPor eso, pues, no me entraba, en absoluto, compasión, como parecería ser natural en quien asiste a un acontecimiento fúnebre; pero tampoco placer, como cuando nosotros hablábamos de filosofía como teníamos por costumbre —porque, en efecto, los coloquios eran de ese género—, sino que simplemente tenía en mí un sentimiento extraño, como una cierta mezcla en la que hubiera una combinación de placer y, a la vez, de pesar[5], al reflexionar en que él estaba a punto de morir. Y todos los presentes nos encontrábamos en una disposición parecida, a ratos riendo, ba veces llorando, y de manera destacada uno de nosotros, Apolodoro, que ya conoces, sin duda, al hombre y su carácter.

EQU. —¿Pues cómo no?

FED. —Él, desde luego, estaba por completo en tal estado de ánimo, y yo mismo estaba perturbado como los demás.

EQU. —¿Quiénes eran, Fedón, los allí presentes?

FED. —De los del país estaban ese Apolodoro, y Critobulo y su padre, y además Hermógenes, Epígenes, Esquines y Antístenes. También estaban Ctesipo el de Peania, y Menéxeno y algunos más de sus paisanos. Platón estaba enfermo, creo[6].

EQU. —¿Estaban algunos forasteros?

cFED. —Sí, Simmias el de Tebas, y Cebes y Fedondas; y de Megara, Euclides y Terpsión.

EQU. —¿Qué más? ¿Estuvieron Aristipo y Cleómbroto[7]?

FED. —No, ciertamente. Se decía que estaban en Egina.

EQU. —¿Algún otro estaba presente?

FED. —Creo que éstos fueron, más o menos, los que allí estaban.

EQU. —¿Qué más? ¿Cuáles dices que fueron los coloquios?

FED. —Yo voy a intentar contártelo todo desde el comienzo. Ya de un modo continuo también en los días anteriores acostumbrábamos, dtanto los demás como yo, a acudir a visitar a Sócrates, reuniéndonos al amanecer en la sala de tribunales donde tuvo lugar el juicio. Porque está próxima a la cárcel. Allí aguardábamos cada día hasta que se abría la puerta de la cárcel, conversando unos con otros, porque no estaba abierta muy de mañana. Y en cuanto se abría, entrábamos a hacer compañía a Sócrates y con él pasábamos la mayor parte del día.

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