Diamante en el Corazón - Agustín Roberts - E-Book

Diamante en el Corazón E-Book

Agustín Roberts

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Beschreibung

El padre Agustín responde preguntas que todos los cristianos nos debemos hacer: ¿podemos tener una vida dignamente humana si prescindimos de la espiritualidad?, ¿podemos ser realistas y vivir bien, con los pies en la tierra, si nuestra mente y nuestro corazón no intentan escrutar las realidades celestiales? Si contestamos bien estas preguntas, y esta es la intención de este libro, vamos a poder vivir mejor los años que el Señor nos conceda en esta tierra. Porque es eso lo que nos ha enseñado Jesús: a vivir como hijos de Dios. El cristianismo es plenitud de humanismo. Nos enseña a saber vivir y morir con la dignidad propia de esa condición.

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Dios infundió en nuestros corazones

el Espíritu de su Hijo,

que clama a Dios llamándolo:

“¡Abba!”, es decir, “¡Padre!”.

Gálatas 4,6

Hay un llamado constante en el corazón,

que viene de la comunión plena de la Trinidad,

de la unión preciosa entre Cristo y su Iglesia

y de esa comunidad tan bella que es la familia de Nazaret (…).

No desesperemos por nuestros límites,

pero tampoco renunciemos a buscar la plenitud de amor

y de comunión que Dios nos ha prometido.

Francisco, Amoris laetitia 325

Roberts, Agustin  Un diamante en el corazón : dinámica de la espiritualidad cristiana / Agustin Roberts ; prólogo de Jorge Casaretto. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Talita Kum Ediciones, 2022.  Libro digital, EPUB  Archivo Digital: descarga y online  ISBN 978-987-4043-43-6  1. Espiritualidad Cristiana. 2. Religión Católica. 3. Desarrollo Personal. I. Casaretto, Jorge, prolog. II. Título.  CDD 248.4

© Talita Kum Ediciones, Buenos Aires, 2022.

www.talitakumediciones.com.ar [email protected]

Primera edición, septiembre 2022.

ISBN: 978-987-4043-43-6.

Diseño: © Talita Kum Ediciones Imagen de tapa: © Talita Kum Ediciones

Hecho el depósito que prevé la ley 11.723

Todos los derechos reservados.

Bajo las sanciones establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin la previa autorización escrita de los titulares del “Copyright”, la reproducción total o parcial de esta obra, incluido el diseño de tapa e imágenes interiores, por ningún medio o procedimiento de grabación electrónica o impresión física, bajo las sanciones establecidas por la ley.

Índice
PRÓLOGO
INTRODUCCIÓN
Primera Parte. ABRIR A QUIEN LLAMA A LA PUERTA
1. Un Nuevo Horizonte
Despertarse
Cinco características del nuevo día
2. El Propósito de Dios y su Proyecto
Pasos normales a seguir
Segunda Parte. LA PALABRA VIVIDA Y ESCRITA
3. Cristo, Centro y Maestro
Los misterios de Cristo
Cinco consecuencias importantes
Historia de la salvación humana
4. La Iglesia: Sacramentos, Ministros y Santos
Significado y propósito de los sacramentos
¿Qué es la santidad cristiana?
La Iglesia de los santos y de la Toda Santa
5. Revelación y Oración
Revelación bíblica
Meditación y oración
Lectio divina
El “no saber” y la clave de la oración
6. Desaliento y Fe
¿Apartarse o no?
Limpieza interior y belleza del corazón
Tercera Parte. EL ESPÍRITU Y LA INTERIORIDAD HUMANA
7. Leyes, Conciencia Moral y Consejos
Leyes y reformas
La conciencia moral y su formación
Consejos del Evangelio
8. El Espíritu, la Interioridad Humana y su Triunfo
El Espíritu de Dios en el espíritu humano
¿Cómo describir lo oculto del corazón?
Juicio y Gloria
9. Libertad, Amor y Dones del Espíritu Santo
Libertades humanas
Amor humano y amor divino
Los siete Dones del Espíritu Santo
10. Etapas en el Camino
En los Evangelios, en los apóstoles y en la edad patrística
En la Edad Media y hoy
Jesús nos conduce
Índice de Temas Principales

PRÓLOGO

En julio de 1964, con un frío horrible, visité por primera vez “la Trapa Nuestra Señora de Los Ángeles”. Ese año iba a ser ordenado sacerdote en septiembre y decidí hacer allí el retiro previo a mi ordenación. Unos meses antes, un joven había visitado nuestro seminario y nos contó que estaba pensando entrar en la Trapa para consagrarse a Dios como monje. Con el tiempo ese joven llegó a ser el Padre General de los Trapenses en todo el mundo. Es el bien conocido padre Bernardo Olivera.

La conversación que tuvo con nosotros, seminaristas, despertó en mí una curiosidad por conocer ese lugar ignoto y misterioso, llamado Trapa, y hacia allí me encaminé para hacer mi retiro. Me encontré con monjes de procedencia norteamericana, que rezaban y cantaban los salmos en latín (todavía no había terminado el Concilio Vaticano II), que trabajaban con sus manos construyendo el mismo monasterio y el templo… Impresionaba con el frío de julio verlos colgados en los andamios poniendo ladrillo sobre ladrillo. Entre esos monjes, como uno más de los fundadores, estaba el autor de este libro, el padre Agustín Roberts.

El impacto que la Trapa produjo en mí fue tan intenso que casi todos los años, como sacerdote y luego como obispo, he hecho mis retiros anuales allí.

Sin duda, la Trapa genera un “ambiente espiritual” contagioso. Podríamos decir, un contexto orante que hace presente el Cielo en la Tierra, y esto se percibe fácilmente. Basta con estar allí tan solo un rato para experimentarlo.

Pero mis reiteradas visitas al Monasterio me han permitido captar otra dimensión fundamental que creo constituye el fundamento de este libro que estoy presentando: el realismo con que los monjes encaran la existencia terrena. Seguramente porque sus mentes y corazones están puestos en el Cielo sus vidas están profundamente encarnadas en las problemáticas humanas.

Yo puedo dar testimonio del realismo de algunos consejos recibidos en las pocas charlas que he tenido en mis retiros. A veces, en una conversación de media hora, aparecieron en mi mente consejos o respuestas que me iluminaron ampliamente el camino a recorrer.

¿A qué se debe ese realismo? ¿Cómo es posible que esos hombres que se han apartado de nuestros problemas cotidianos puedan aportarnos luces tan profundas? Creo que la respuesta es sencilla: no hay nadie más real que Dios. Él es el Creador de los Cielos y la Tierra. Ha sido nuestro Salvador y nadie conoce tan profundamente el corazón humano como lo puede hacer Él. Justamente para salvarnos se hizo uno de nosotros. En Jesucristo, en su palabra, en su vida y, sobre todo, en su misterio pascual, están todas las respuestas a nuestros más profundos interrogantes. Por eso, cuanto más cerca de Dios estamos, más podemos comprender los secretos de nuestra vida terrenal.

Y aquí me detengo, porque ese es el objetivo de este libro que estoy presentando. La temática que desarrolla intenta brindarnos respuestas divinas que iluminen nuestra vida cotidiana.

El padre Agustín responde preguntas que entiendo que todos los cristianos nos debemos hacer: ¿podemos tener una vida dignamente humana si prescindimos de la espiritualidad?, ¿podemos ser realistas y vivir bien, con los pies en la tierra, si nuestra mente y nuestro corazón no intentan escrutar las realidades celestiales? Si contestamos bien estas preguntas, y esta es la intención de este libro, vamos a poder vivir mejor los años que el Señor nos conceda en esta tierra. Porque es eso lo que nos ha enseñado Jesús: a vivir como hijos de Dios. El cristianismo es plenitud de humanismo. Nos enseña a saber vivir y morir con la dignidad propia de esa condición.

Los invito entonces a adentrarse en la lectura de este libro con la seguridad de que en él encontrarán muchas respuestas a los interrogantes fundamentales de nuestra existencia.

Personalmente, experimento una verdadera gracia de Dios al hacer esta presentación y, de alguna manera, aunque de modo parcial, me siento saldando una deuda de gratitud hacia el padre Agustín y hacia el Monasterio Nuestra Señora de los Ángeles, de quienes recibí tanto bien a lo largo de mi vida.

Jorge Casaretto

Obispo emérito de San Isidro

INTRODUCCIÓN

Todos somos conscientes, o lo seremos de una forma u otra, de una dimensión de la vida humana que está latente dentro de nosotros mismos. Es como una chispa, lista para encender un fuego pacífico de apertura a algo más allá de lo que nuestro mundo tan limitado puede ofrecer.

A esta apertura a lo trascendente se la suele llamar “vida espiritual”, porque en todo ser humano hay una dimensión eSpiritual abierta a un Espíritu divino. El cristianismo cree que este Espíritu divino es una realidad interpersonal, una Persona, el Espíritu Santo. La espiritualidad, o vida espiritual, se refiere normalmente al espíritu humano en su relación con el Espíritu divino.

La espiritualidad cristiana puede referirse a la vivencia práctica de la fe, como también a su explicación, como es el presente libro. Por eso, comprende dos aspectos: el principal es la profundización de la vida de Cristo en la vida diaria de cada persona, y el secundario, la enseñanza o lo escrito sobre ella. La espiritualidad tiene mucho que ver con la moralidad general, pero lo moral se refiere más al comportamiento exterior, mientras que la espiritualidad hace hincapié en nuestras disposiciones y actitudes interiores.

Muchos libros excelentes presentan la espiritualidad de manera sistemática, pero la razón de una descripción más breve y sintética, como lo es este libro, es que nuestra sociedad digital y tecnológica ha ocasionado una combinación paradójica de sed de una experiencia espiritual más profunda y, simultáneamente, una ignorancia mucho mayor de lo que es realmente el cristianismo. La pandemia de 2020-2022 aumentó muchas veces esta sed y muchos buscan profundizar el sentido de su vida. La espiritualidad cristiana, si se la entiende bien, ofrece la respuesta a esta búsqueda, ya que integra la realización personal, la universalidad y una mística probada.

Las páginas siguientes tratan de describir las características de la espiritualidad cristiana de una manera útil y llana. Para eso, se utilizan algunos ejemplos inspirados en un libro publicado hace unos años,1 para presentar la materia de una manera nueva y con mayor profundidad, tanto para el lector general como para cualquiera que comience su formación en un grupo de estudio o en algún movimiento de vida cristiana. Este puede ser el caso incluso de los sacerdotes, a quienes se les solicita con frecuencia algo de dirección espiritual.

Otra razón para una descripción más sintética es que muchos cristianos adultos han aprendido su fe durante su juventud, pero ahora buscan una explicación más profunda y no están seguros de cómo proceder. Para ayudarlos en esta búsqueda, aquí se explica el fundamento de todas las formas de espiritualidad cristiana, que es la tradición bíblica vivida e interpretada por los santos, los escritores y los predicadores, desde la época de Cristo y expresada con autoridad por la enseñanza de la Iglesia.

La estructura del libro sigue esta tradición y subraya las dos formas en que Dios ha guiado a su pueblo a través de los siglos: primero por su Palabra, luego por su Espíritu. Los Evangelios llaman a este proceso de crecer en la sensibilidad a la Palabra de Dios y a su Espíritu “vida eterna” o “Reino de Dios”. Es para todos, ya que Dios ama a todos.

La Palabra de Dios en Jesucristo y el Espíritu Santo de Dios derramado en el corazón de cada cristiano son las dos raíces complementarias de la vida de fe que colaboran para dirigir al creyente hacia la plenitud del amor de Cristo. Cualquier presentación de esta obra divina, y de la respuesta personal a ella, se enfoca por necesidad primero en un aspecto, luego en otro; pero, en la práctica, los diferentes elementos involucrados interactúan continuamente.

Las siguientes páginas no entran en demasiados detalles, porque este no es un libro de texto, sino una introducción sumaria. Cubre en unos pocos párrafos los temas que los libros más extensos examinan en capítulos enteros. Se ofrecen también algunas sugerencias prácticas para las personas que buscan sinceramente a Dios, ya sean cristianos o solo potencialmente tales. El texto y las abreviaturas de los libros bíblicos son los que se utilizan en El libro del Pueblo de Dios.2 Salvo en las citas bíblicas, la palabra “iglesia” está con mayúscula cuando se refiere a la Iglesia universal fundada por Cristo, y con minúscula, al referirse a una parroquia o edificio. Mi agradecimiento especial va a Mons. Jorge Casaretto, obispo emérito de San Isidro y amigo de muchos años, por su prólogo a estas páginas; a la Madre Cecilia Chemello de las monjas trapenses de Hinojo (Bs. As.), por su ayuda con el manuscrito; y a otra amiga, Magdalena Nouguès, fundadora de Talita Kum Ediciones, por editar este libro.

Agustín Roberts, ocso

Monasterio Trapense

Azul, Argentina

22 de julio de 2022

1 Ver A. Roberts, El camino de plenitud: Introducción a la espiritualidad cristiana (Buenos Aires: Ágape, 2018).

2 Madrid: Ed. San Pablo, 1981-2020.

Primera ParteAbrir a quien llama a la puerta

Despiértate, tú que duermes,

levántate de entre los muertos

y Cristo te iluminará.

Efesios 5,14

En cualquier momento de la vida puede suceder algo especial, no afuera, sino adentro, como si una puerta interior desconocida comenzara a abrirse y apareciera una realidad distinta. Hay un nuevo horizonte, que puede presentarse durante la niñez o la adolescencia, tal vez en un adulto joven o incluso en una edad más avanzada. Surge un anhelo por otra cosa, algo diferente y mejor que “todo esto”. Es la sed misteriosa de lo permanente y trascendente.

No se trata de escaparse de la vida cotidiana, sino de ver otra dimensión que es superior. Una sensibilidad nueva brilla sobre algo que antes no se había percibido, como si alguien dijera: “¡Escucha!”, y luego: “Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos”.3

3 Apoc 3,20.

1. Un Nuevo Horizonte

Siglos de experiencia demuestran que esta sorprendente conciencia de que algo o alguien que nos llama desde dentro es más que una intuición natural o una respuesta a una pregunta que podríamos tener. Es un despertar interior, un descubrimiento profundamente personal que va más allá de cualquier búsqueda por conocer la verdad o por sentirse amado. En lugar de la propia búsqueda, hay alguien que llama a la puerta interior de nuestra conciencia. Si abrimos esta puerta, sea gradualmente o de una vez, el que llama entrará silenciosamente y comenzará algo nuevo. Pero ¿quién puede entrar en las profundidades de nuestro corazón sino Aquel que nos creó? Y así comienza la aventura de un nuevo tipo de crecimiento o, mejor dicho, la nueva aventura entra en el corazón y se comienza una hermosa conversación de amor y de verdad.

Despertarse

Un ejemplo llamativo de este despertar proviene de los últimos años del siglo XX, en medio del control agresivo de toda religión por parte de un gobierno totalitario. En la década de 1950, la China comunista expulsó o encarceló a todos los misioneros extranjeros y se inició una persecución contra los muchos cristianos chinos. La policía local confiscó y quemó en hogueras públicas todas las Biblias y todos los libros de oraciones, por lo que se comenzó a practicar la fe de modo clandestino. En el campo, la gente se fue olvidando del pasado porque tenía que ganarse la vida trabajando en sus arrozales.

Uno de estos campesinos estaba casado y tenía cuatro hijos cuando cayó enfermo de un cáncer incurable. En aquel tiempo, las miles de aldeas chinas como esta donde él vivía tenían muy pocas posibilidades de comunicación con las grandes ciudades, por lo que cualquier tipo de asistencia hospitalaria les era imposible. La esposa del campesino, que era analfabeta, se dio cuenta de que no había curación para su marido y, al ver lo desesperada que se había vuelto la situación de toda su familia, no pudo conciliar el sueño. Lloraba en silencio sobre su estera de bambú cuando, de repente, escuchó una voz que le susurró: “Jesús te ama”.

Recordó de inmediato que, hacía muchos años, había escuchado la misma frase de un misionero que visitaba la aldea y, llorando más que nunca, la mujer se arrodilló junto a su estera y oró a Jesús por la curación de su marido. A la mañana siguiente, les contó a sus hijos lo que había sucedido y todos comenzaron a orar a Jesús por ello. Efectivamente, después de una semana de esta oración familiar, su marido se curó por completo. Todas las aldeas vecinas se enteraron de lo sucedido, y el hijo mayor de la mujer, que tenía 14 años, hizo la pregunta ineludible: “¿Quién es Jesús?”.

La mujer tuvo que decirle que todo lo que sabía era lo que había aprendido de los misioneros cuando leían las Biblias, que habían sido quemadas hacía mucho tiempo. Pero, cuando un viejo campesino de una aldea vecina se enteró de todo esto, recordó que había enterrado su Biblia en el patio trasero de su casita para evitar que la policía la destruyera. La sacó en secreto una noche y descubrió que era legible todavía. Luego la envió a la familia a través de dos vecinos que se apresuraron de noche llevándola por los estrechos senderos entre los arrozales.

El gran libro fascinó al joven adolescente, que había aprendido a leer en la escuela primaria. Todos en la familia, sin embargo, tenían miedo de que la policía descubriera su nuevo tesoro, por lo que el joven decidió memorizarlo, al menos todo el Nuevo Testamento, comenzando con el Evangelio de San Mateo. Cuando los vecinos empezaron a preguntarle qué decía la Biblia sobre Jesús, solo pudo recitar los veintiocho capítulos de San Mateo. Pronto el joven decidió hacer lo mismo en las aldeas vecinas.

Todos los que lo escucharon relatar el Evangelio, muchos de ellos analfabetos como su madre, se sintieron profundamente conmovidos por este Salvador recién descubierto, con sus parábolas y enseñanzas sobre la vida cotidiana, que era muy parecida a la de sus propias aldeas campesinas. En su sencillez de corazón, fueron bendecidos con “hambre y sed de justicia”4 y abrieron la puerta de sus corazones al Salvador, quien entró con los Dones y frutos de su Espíritu. Así comenzó la multiplicación de pequeñas comunidades cristianas en medio de la China continental, algo parecido a lo que sucedió en los primeros siglos del cristianismo en el Imperio romano.5

Cuando uno se da cuenta, como este grupo de campesinos chinos, de que hay otra dimensión en la vida, la pregunta inevitable es la que hizo la Virgen María en una circunstancia parecida: “¿Cómo puede ser esto?”.6 Para la persona involucrada, es un despertar espiritual que surge de la capacidad humana innata de ir más allá de este mundo, de trascenderse y unirse a Dios en la verdad. Esta capacidad trascendente de toda persona humana es la imagen y semejanza de Dios grabada en todos los hombres y mujeres en el momento de su creación. Se expresa en el anhelo de un amor eterno, como lo describió San Agustín: “Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que se descanse en ti”.7

En nuestro tiempo, el Papa Francisco ha explicado esta nueva conciencia: “El hombre tiene una dimensión religiosa indeleble que orienta su corazón hacia la búsqueda del Absoluto, hacia Dios, de quien percibe la necesidad, aunque no siempre de manera consciente. Esta búsqueda es común a todos los hombres de buena voluntad”.8

Sin embargo, esta capacidad interior de conocer y amar a Dios necesita ser activada y puesta en marcha. Lo mismo ocurre en un motor, donde hacen falta dos ingredientes: combustible del exterior y una chispa del interior, procedente de una bujía o del cableado eléctrico. Sin la combinación de estos dos factores, uno del exterior y otro desde el interior, no pasa nada y el motor es inútil. El corazón humano también necesita los dos elementos, es decir, algo que sucede en el exterior que alimenta la chispa en el interior.

El factor exterior vendrá de algo que leemos, vemos u oímos: alguna palabra, un buen ejemplo o una imagen. Lo mejor es tener los tres elementos juntos: buena enseñanza, buen ejemplo y buena lectura. Sin embargo, estos incentivos externos no son suficientes para encender el fuego. Tiene que haber una chispa en el interior, una gracia del Espíritu Santo que prenda su fuego en el corazón, para recibir la Palabra de Dios que llama a su puerta.

Es un misterio conocido solo por Dios por qué solo algunas personas y no otras reciben esta combinación de estímulo externo y chispa interna. Puede haber un recuerdo de lo que alguien escuchó o aprendió de niño, como sucedió con San Agustín en el siglo IV. Él había recibido una buena formación inicial de su madre, Santa Mónica, pero hizo lo que hoy es tan común y dejó a su familia para hacer estudios superiores. Se convirtió en miembro de una secta esotérica procedente de la antigua Persia y, al mismo tiempo, se hizo conocer en los altos niveles de la sociedad italiana como un buen conferencista, de tal modo que cayó en todas las formas de orgullo intelectual y vicios sensuales. Sin embargo, siempre estaba buscando “algo más”.

Profundamente impresionado por los sermones del obispo de Milán, San Ambrosio (339-397), Agustín comenzó a darse cuenta de su fuerte sensualidad y de su egoísmo mundano. Un día, cuando tenía poco más de treinta años, salió al campo y lloró en silencio. En ese momento, escuchó una voz que le decía: “Tómalo y léelo”, por lo cual buscó una Biblia, puso el dedo en un versículo de San Pablo y leyó: “Basta de excesos en la comida y en la bebida, basta de lujuria y libertinaje, no más peleas ni envidias. Por el contrario, revístanse del Señor Jesucristo, y no se preocupen por satisfacer los deseos de la carne”.9 Agustín describe su reacción: “Apenas leída esta sentencia, como si una luz de seguridad hubiera penetrado en mi corazón, se desvanecieron todas las tinieblas de mis dudas”.10

Una de las primeras personas que tuvieron una experiencia similar fue el patriarca hebreo Abraham, que al principio se llamaba “Abram”:

El Señor dijo a Abram: “Deja tu tierra natal y la casa de tu padre, y ve al país que yo te mostraré. Yo haré de ti una gran nación y te bendeciré; engrandeceré tu nombre y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré al que te maldiga, y por ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra”. Abram partió, como el Señor se lo había ordenado.11

No todos tenemos que salir de nuestra patria, pero sí necesitamos recibir y practicar con sinceridad lo que entendemos como la voluntad de Dios. Esta acogida obediente de lo que se ve como la voluntad de Dios es la fe, la fe de Abraham, dada por Dios a todos los que están sinceramente abiertos a su voluntad. Después de Abraham, los patriarcas y profetas del Antiguo Testamento escucharon la Palabra y creyeron en ella.

La Virgen María también escuchó la invitación de Dios. Esta vez fue para concebir un hijo por obra del Espíritu Santo. Estaba perpleja y preguntó: “¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?”, pero aceptó la explicación que se le dio y estuvo de acuerdo desde lo más profundo de su propia identidad: “Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí según tu palabra”.12

Sin este tipo de fe y confianza en Dios, nadie sabe quién es realmente, ni puede realizarse en plenitud como persona, porque no ve hacia dónde se dirige. Las técnicas humanas no pueden enseñar esto, porque Dios no es un dios de técnicas, sino una Persona, de hecho, tres Personas, que entablan un diálogo interpersonal con todo creyente y con un respeto amoroso por la dignidad humana de cada uno. Por eso, Dios espera y quiere nuestra acogida.

En la vida de cada persona, el momento más noble y profundamente humano es aquel en que se da cuenta de que es un hijo o una hija muy amada de Dios. Un converso del islam recientemente bautizado lo expresó como un nuevo horizonte descubierto: “Me convertí al cristianismo debido a Cristo, cuando comprendí el amor que Jesús tiene por nosotros. Si Jesús puede dar su vida por mí, ¿de qué otra manera puedo responder a su amor? Para mí, esta es la pregunta fundamental. Es lógico seguir a Cristo y recibir el bautismo. Muchos musulmanes profundamente religiosos buscan a Dios y encuentran en el cristianismo un Dios que los ama, los recibe y les da paz. Las sombras pasan y descubren una imagen de Dios que no pueden encontrar en ningún otro lugar”.13

Cuando alguien se despierta al nuevo horizonte de la fe, ve el camino por delante en términos generales, pero no los detalles del viaje. Así, la percepción interior de una nueva dimensión no borra la vida humana ordinaria; al contrario, aumenta enormemente su calidad y extiende su horizonte, pero aún quedan muchas posibilidades desconocidas. Los diferentes caminos que se presentan están casi siempre relacionados con un grupo religioso, porque la nueva hambre y sed de una verdad más profunda y de un amor eterno conducen directamente a un horizonte infinito, es decir, a Dios. Sin embargo, no está muy claro cómo se llega, por eso se necesitan buenos consejos y un mapa.

A lo largo de la historia de la humanidad, han aparecido diferentes maestros espirituales que llevaron a sus discípulos por el camino que ellos mismos habían tomado después de su propia iluminación interior. Este fue el caso de Moisés, Elías, Isaías, Lao-Tsé, Zoroastro, Gautama Buda, Sócrates, los Padres del desierto, Agustín, Benito de Nursia, Mohamad, Francisco de Asís, Domingo de Guzmán, Ignacio de Loyola, Teresa de Ávila, Don Bosco, Mahatma Gandhi, Chiara Lubich, Teresa de Calcuta, Kiko Argüello y otros muchos.

¿A quién iremos? El pluralismo religioso en la actualidad difiere del pluralismo del mundo antiguo. Ahora hay una multitud de religiones y de movimientos religiosos, cada uno con su tradición espiritual, como el hinduismo, el budismo, el taoísmo y el islam. Esto, sin mencionar la multiplicación de iglesias evangélicas o de movimientos un tanto esotéricos, a veces bajo el nombre de new age. Uno de estos últimos, llamado wicca, se ha vuelto más popular, principalmente entre algunos jóvenes. Es un culto flexible de una deidad impersonal ligada a la naturaleza y a menudo involucra las prácticas de brujos y brujas. Wicca es una forma de espiritismo que se expresa especialmente en las sectas derivadas del vudú, como la umbanda. Incluso hay adoración pública del mismo Satanás. Existe también una mezcla de espiritismo, budismo, astronomía y física nuclear, más común entre la clase intelectual.

Frente a esta multitud de posibilidades espirituales, la actitud básica que debemos tener es la descrita por el Concilio Vaticano II:

Los que inculpablemente desconocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, y buscan con sinceridad a Dios, y se esfuerzan bajo el influjo de la gracia en cumplir con las obras de su voluntad, conocida por el dictamen de la conciencia, pueden conseguir la salvación eterna. La divina Providencia no niega los auxilios necesarios para la salvación a los que sin culpa por su parte no llegaron todavía a un claro conocimiento de Dios y, sin embargo, se esfuerzan, ayudados por la gracia divina, en conseguir una vida recta. La Iglesia aprecia todo lo bueno y verdadero, que entre ellos se da, como preparación evangélica, y dado por quien ilumina a todos los hombres, para que al fin tenga la vida.14

Cuando no nos damos cuenta de las riquezas de la espiritualidad y mística cristianas, es fácil que nos atraigan otras tradiciones espirituales. Dado que esta ignorancia de la tradición espiritual cristiana es común, vale la pena saber cómo los Papas Benedicto XVI y Francisco señalaron la clave de la vida cristiana. Poco después de su elección como Papa, Francisco confesó:

No me cansaré de repetir aquellas palabras de Benedicto XVI que nos llevan al centro del Evangelio: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”. Sólo gracias a ese encuentro –o reencuentro– con el amor de Dios, que se convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la autorreferencialidad.15

Cuando Francisco habla del encuentro personal con Cristo como el “centro del Evangelio”, se refiere al hecho de que el contacto con Jesús transformó la vida de sus primeros discípulos. Los cuatro Evangelios comparten esta experiencia con otros a lo largo de los siglos, “para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre”.16 Sin embargo, la experiencia de despertar desde dentro a un nuevo horizonte de la propia vida no está necesariamente ligada al texto de los Evangelios, porque puede suceder de muchas formas y en distintas circunstancias.

Un ejemplo poco común del encuentro personal con Jesús es el de un estudiante universitario que tenía que viajar todos los días en autobús a la facultad. No era particularmente religioso, sino más bien crítico de tales cosas, a pesar de que tenía un conocimiento básico de la fe cristiana. Un día, camino a la facultad, levantó la cabeza y se asustó al ver a un hombre con una túnica blanca parado en el pasillo del autobús y radiante de esplendor, que lo miraba con un rostro muy serio. El joven quedó profundamente impactado, y comprendió de inmediato que se trataba de Jesús y que debía cambiar de rumbo en su vida, por lo que se bajó en la siguiente parada, regresó a casa y comenzó a dar pasos serios para seguir a su nuevo Maestro, quien lo había confrontado en el autobús.

También a los no cristianos, algunas de estas experiencias los llevan a abrazar el cristianismo. Esto le sucedió hace varios años a una joven japonesa, hija de padres budistas. Estudiaba en la Facultad de Derecho de una universidad de Tokio y desde su adolescencia disfrutaba de su relación secreta con un “amigo” interior, una voz en su corazón, que la ayudaba en lo que necesitaba y con quien podía dialogar. Un día, su madre regresó del mercado con una Biblia cristiana que un grupo de misioneros evangélicos le había dado en la calle. Su hija, la joven estudiante, la abrió y miró algunas páginas. Cuando vio el nombre de Jesús, comprendió inmediatamente que esta era la voz que le hablaba desde su corazón; pero se lo guardó todo para sí misma, para no molestar a su familia.

Cuando se graduó, sus padres quisieron regalarle algo especial y toda la familia hizo un largo recorrido en autobús por una de las grandes islas japonesas. El último día del recorrido, el autobús hizo una parada en un centro comercial. Al bajar la joven junto con todos los pasajeros, vio una iglesia católica con su campanario y su cruz, e inmediatamente su amigo interior le dijo: “Ahí es donde te quiero”. Cuando regresaron a Tokio, ella se puso en contacto con un sacerdote católico, recibió instrucción en la fe y se bautizó. Más tarde, todos los miembros de su familia también abrazaron la fe y fueron bautizados.

Sin embargo, muchas personas leen o escuchan los Evangelios, o miran una película de la vida de Cristo y quedan impresionados, pero nada permanece en su interior. Una cosa es escuchar una historia interesante e informativa, pero otra es despertarse desde adentro y encontrar una nueva vida. Son dos niveles muy diferentes. Para que una persona pase del nivel más superficial de espectador a otro nivel más profundo de compromiso, lo mejor es que lea algo sobre el cristianismo, que pregunte a alguien de confianza que le pueda dar un buen consejo y que pida la luz de Dios. Un ejemplo de buena lectura es la carta del Papa Benedicto XVI sobre la esperanza cristiana, donde él explica lo siguiente:

No son los elementos del cosmos, las leyes de la materia, lo que en definitiva gobierna el mundo y el hombre, sino que es un Dios personal quien gobierna el universo (…). Si conocemos a esta Persona, y ella a nosotros, entonces el inexorable poder de los elementos materiales ya no es la última instancia; ya no somos esclavos del universo y de sus leyes, ahora somos libres (…). El cielo no está vacío. La vida no es el simple producto de las leyes y de la casualidad de la materia, sino que en todo, y al mismo tiempo por encima de todo, hay una voluntad personal, hay un Espíritu que en Jesús se ha revelado como Amor.17

Hay una marcada diferencia entre un claro despertar interior a esta realidad salvadora de Dios y una orientación vocacional más específica. Tal diferencia estuvo presente en la conversión de una exitosa profesora de filosofía en Alemania: Edith Stein. Edith nació y creció en una familia devotamente judía en los años previos a la Segunda Guerra Mundial y tuvo muchos amigos a través de su profesión docente.