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¿Quién no se enfrentó, alguna vez, con la muerte en alguna de sus formas? Desde la partida de un ser querido hasta las apariciones más extrañas en una noche oscura, la muerte está presente en nuestras vidas como el lógico y temido final que les da sentido. Este diccionario reúne casi todos los términos asociados con la Parca y les otorga un contexto, un lugar desde el cual recordarlos nuevamente. Así, recorre diversas culturas, historias antiguas y contemporáneas, mitos y leyendas que nos enfrentan a la Huesuda una vez más, ya no para asustarnos sino para mostrarnos su estética y profunda capacidad de conmovernos mientras estamos vivos.
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Seitenzahl: 624
Veröffentlichungsjahr: 2024
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Portada
Portadilla
Créditos
Epígrafe
Agradecimientos
Prólogo
Introducción
Diccionario de la muerte
A
B
C
D
E
F
G
H
I
J
K
L
M
O
P
O
R
S
T
U
V
W
X
Y
Z
Apendice 1
Apéndice 2
César Parra
Diccionario de la muerte
Magia posthuma
Diccionario de la muerte. Magia posthuma
Primera edición: octubre de 2010
© César Parra C., 2010
Registro de Propiedad Intelectual
Nº 181.704
Contacto: [email protected]
© RIL® editores, 2010
Alférez Real 1464
750-0960 Providencia
Santiago de Chile
Tel. (56-2) 2238100 • Fax 2254269
[email protected] • www.rileditores.com
Composición, impresión, diseño: RIL® editores
Epub hecho en Chile • Epub made in Chile
ISBN 978-956-284-695-0
Derechos reservados.
La mujer empieza y la muerte concluye.
Ir hacia una es hacer camino hacia la otra.
Rafael Barrett
Este libro se escribió gracias a una Beca de Creación del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (Fondo del libro). Quisiera agradecer al Museo Histórico Nacional por autorizar la publicación de las fotos que pertenecen a su fondo y, también, a la Red Chilena de Cementerios Patrimoniales por su constante apoyo. Además, quisiera mencionar el trabajo desinteresado de muchos cibernautas que colaboran con los varios blogs que llevo adelante, así como también a varios sitios que fueron fuente inspiración para desarrollar algunos conceptos, entre los que se cuentan: tanatologia.org; mundoparanormal.com; paranormal.com.ar; arcobosque.com y escalofrio.com.
C.P.C.
Prólogo
«Comúnmente se piensa en la muerte como en una exposición de escultura: suponiendo que va a ir a ella todo el mundo menos uno mismo», decía el escritor Enrique Jardiel Poncela. Como él, son muchos los que se han acercado a este escabroso tema de las más diversas maneras, con frases lapidarias o escribiendo largos ensayos sobre el «más allá». La verdad es que nos han enseñado a vivir pero no tanto el arte de saber morir.
Y si difícil es escribir y terminar un buen libro de ensayo con la cantidad de información que hay que manejar (doy fe de ello), mucho más, me imagino, es escribir todo un diccionario que trate precisamente del final, pues nunca se sabe cuándo hay que poner el punto y final… Y además siempre habrá algún lector que levantará el dedo y comentará que tal término, palabra, símbolo o expresión no se ha incluido en el diccionario, como si se tratara del Libro de Arena de Borges donde todo es susceptible de contenerse hasta el mismo infinito.
Ardua labor la de César Parra para embarcarse en esta apasionante aventura de definir a veces lo indefinible, de recoger todas aquellas palabras que tengan que ver con la muerte, así, en general, sin anestesia. Si me permiten un pareado, estamos ante un excelente glosario que abarca los mil y un aspectos de la Parca. Y lo hace sin que sintamos aprensión, como si se tratara de un juego, el juego de enfrentarnos con esa otra realidad expresada en palabras que, en un momento dado, han podido asustar a nuestros antepasados, palabras tabú, términos prohibidos o malditos, ahondando para ello en las leyendas, en los mitos primigenios, en las tradiciones populares, en la zoología y en la botánica, reinos poblados por seres vivos y también por criaturas que dicen no estar muertas, llámense vampiros o zombis. Un trabajo como para morirse… y un placer para el lector que quiera acercarse de manera directa y didáctica a esta temática tan sepulcral. Ha tenido que llegar un hombre con agallas, con documentación de primera mano y con buenas maneras para hacer lo que ha hecho: magia de la buena, condensada en una voluminosa obra que nos permite entender los mitos y los símbolos de muchas culturas relacionadas con la historia y el ámbito sagrado de la Tradición Primordial. Una obra que no será póstuma porque está vivita y coleando.
Desde aquel Diccionario ilustrado de la muerte de Robert Sabater, que publicó en España la editorial Gustavo Gili, en 1970, hoy totalmente inencontrable, no se había vuelto a hacer algo parecido. Pero en esta ocasión con otros enfoques muy diferentes, pues todos los días nacen y mueren nuevas criaturas en los tres reinos de la naturaleza y hay que saber lo que se cuece tanto arriba, en el cielo, como abajo, en la superficie, sin olvidarnos del inframundo, donde dicen que habita Pepe Botero con sus ardientes calderas infernales. Lo malo es que desde que la Iglesia ha suprimido el limbo de un plumazo papal y ha dicho que no existe ni el cielo ni el infierno como lugares físicos sino más bien como estados de conciencia en la mente de cada individuo, la cosa ha cambiado bastante.
Por muy morbosa que pueda parecer la muerte, forma parte de la vida misma, de nuestra cultura y nuestra religión. Lo que da miedo no es tanto el hecho de su inevitabilidad sino su desconocimiento. Por tal razón, es bueno acercarse a sus territorios fantasmagóricos de la mano de un especialista y saber en qué terrenos nos movemos, para conocer sus límites, sus símbolos, figuras, objetos, anécdotas, expresiones, mitos, ritos, leyendas, divinidades y vivencias relacionadas siempre con el óbito, la caída, la consunción, el último suspiro, el deceso y los mil sinónimos que sirven para designar ese momento final que algunos consideran un punto y seguido. Un tránsito inevitable del que a veces nos avisan con unos días u horas de antelación, y no me refiero a los devotos de San Pascual Bailón que creen que cuando estos se encuentren en trance de muerte, recibirán un aviso del Santo en forma de tres golpes, tres días antes de morir. No es eso: me refiero más bien a esas criaturas, conocidas o ignoradas por la zoología, que les da por avisar de que alguien va a palmarla. Hay animales que parecen estar dotados de un instinto especial para predecir las muertes de sus dueños o de los habitantes de un pueblo. El olfato especial del perro puede adivinar una defunción próxima, que denuncia con melancólicos ladridos, aunque se produzca a bastantes kilómetros de distancia. En otras ocasiones, se trata de bichos que por su leyenda o por su mero aspecto físico ya están precedidos de una singular fama de mal agüero. Entre ellos están las aves nocturnas, como búhos, lechuzas o carabos, cuya presencia y señales, sobre todo acústicas, son consideradas en general muy negativas.
Los indios iroqueses hablan del kunkun, un ser único formado tan solo por una cabeza de forma humana, cubierta de largos pelos y con dos grandes ojos terroríficos. Vuela entre los huracanes y reposa sobre una roca. Cuando pasa por su territorio un ser viviente, sea el que sea, lo mata no sin antes decirle: «Kunkun, kunkun, estás a punto de morir, estás a punto de sufrir». Al menos, educación no le falta y el que avisa no es traidor. Esta cabeza asesina, desprovista de cuerpo y dotada de enormes ojos refulgentes, recuerda a la temible Gorgona de los mitos griegos, una cabeza de mujer con pelos de serpiente cuyos ojos eran capaces de convertir en pedruscos a cualquiera que los mirase. Y no digamos nada del Basilisco, con una mirada igual de penetrante y letal. El asunto de cabezas sin cuerpo que se desplazan por lugares solitarios provocando sustos e incluso la muerte a los viajeros no es nuevo en el folclore de todo el mundo. Formarían parte de esa mitología de inquietantes almas en pena o luces de los espíritus, cosas como el Farolito, la Luz Mala o la Umita (que quiere decir «cabecita», en lengua quechua), que aparece como una testa humana de larga y enmarañada cabellera que vaga sola por la noche volando a ras de suelo, rodeada de una mortecina luz provista de muy malas intenciones.
En otras ocasiones nos encontramos con animales que formarían parte de un manual de zoología fantástica, como pasa con las raposas en Galicia o con los mirlos de agua en Cataluña.
César Parra ya demostró su sabiduría en su propia Guía mágica de Santiago, un auténtico texto iniciático de vida y de muerte, donde los que dialogan con nosotros son los lugares encantados y los fantasmas de la capital de Chile.
Y hablando de Galicia y el camino de Santiago, en España nuestra propia «guía mágica de Santiago» acaba en Occidente, donde se pone el sol y el peregrino sabe que su viaje no termina en la catedral de Santiago de Compostela abrazando la estatua del apóstol sino llegando hasta Finisterre, es decir, hasta el fin del mundo, donde todo muere y renace a la vez cada día.
Vida y muerte. Dos polaridades complementarias y subyugantes elaboradas con el mismo tejido: el tiempo. Pero si el tiempo es «un invento de la mente para no estar en el presente», como aseguraba Krishnamurti, si el tiempo no existe, entonces… la muerte tampoco.
Y no digo nada más. A partir de ahora les recomiendo que lean este libro de la A a la Z, nunca mejor dicho, porque yo seré una tumba…
Jesús Callejo Cabo
Nota de César Parra: Jesús Callejo es uno de los grandes folcloristas heterodoxos vivos de España. Gracias a él descubrí que la exactitud del dato y la sapiencia no se contraponen con el humor y el goce que provoca un texto bien escrito. ¿Cuándo fue que nos hicimos amigos? Desde que leí su magnífica ópera prima Duendes (1994), a fines de los noventa. Me nació de forma natural enviarle un texto clásico chileno sobre el género: Mitos y supersticiones, de Julio Vicuña Cifuentes (y desde entonces Jesús siempre introduce un guiño hacia Chile en sus bestiarios mágicos), y a vuelta de correo recibí, como una grata sorpresa incluida, su texto Los dueños de los sueños. Su fructífera labor incluye también clásicos instantáneos como Breve historia de la brujería (2006), La España extraña (1997) y Un Madrid insólito (2001).
Tuve la suerte de que me dedicase un tiempo para escribir este prólogo que me honra, llegando de Alejandría y a punto de partir a Turquía. Es que eso de quedarse a escribir sobre una mesa no va con Callejo.
Una vez hubo un hombre que escribía acerca de todas las cosas; nada en el universo escapó a su terrible pluma, ni los rumbos de la rosa náutica y la vocación de los jóvenes, ni las edades del hombre y las estaciones del año, ni las manchas del sol y el valor de la irreverencia en la crítica literaria.
Su vida giró alrededor de este pensamiento: «Cuando muera se dirá que fui un genio, que pude escribir sobre todas las cosas. Se me citará
–como a Goethe mismo– a propósito de todos los asuntos».
Sin embargo, en sus funerales –que no fueron por cierto un brillante éxito social– nadie le comparó con Goethe.
Hay además en su epitafio dos faltas de ortografía.
Julio Torri
…Though they go mad they shall be sane,
Though they sink through the sea they shall rise again;
Though lovers be lost love shall not;
And death shall have no dominion…
Dylan Thomas
Introducción
¿Por qué a algunas personas nos gusta visitar los cementerios? A ver… quizás sea para recordar. Dejar flores. Rendir nuestros respetos a la tumba del «San Balmaceda» o Víctor Jara. Mirar lápidas. Pasar un tiempo de relajo. Escuchar el canto de los pájaros. Dar un tranquilo paseo. Tomar fotos. Buscar sepulturas de famosos. Hacer una excursión. Practicar un poco de improvisada jardinería en la tumba de la abuelita. Gozar el aire fresco y las decoraciones en las sepulturas. Sonreír por un epitafio ingenioso. Hacer investigación genealógica. Darse cuenta de que somos solo polvo, y de que la vida dura un minuto comparada con la eternidad. Consolarse en la compañía de un familiar fallecido –algo que el ser humano ha hecho por siglos, amén–. Atisbar el panorama. Contemplar el paso del tiempo…
¿Son estos pasatiempos mórbidos? Creo que no.
Sin embargo, no por esto necesariamente pienso que la «muerte» es bella; al contrario, creo que es horrible. Nunca he visto o escuchado hablar de una muerte «linda» en el sentido más estético del término. Todas las muertes están teñidas de dolor. A eso se le ha de sumar la dosis de miedo que se le tiene a lo desconocido, pues nuestra condición de animales vanidosos nos ha hecho creer que hay un Más Allá –y me incluyo–, otra vida parecida a esta pero sin sus sinsabores y fealdades. Sin embargo, si esta pregunta se me hace desde el sentido artístico, encuentro bellísima a la muerte. Encuentro bellos todos los decorados y tramoyas que se han creado para aliviar los miedos de los que por ahora seguimos vivos… las esculturas, las metáforas, los símbolos, los espacios escénicos que imaginan un paraíso perfecto, estéticamente perfecto, puesto que belleza y fealdad son los únicos puntos de referencia para medir lo que estimamos bueno o malo, cómodo e incómodo.
Han sido muchas tardes de hermosa nostalgia las que he caminado –solo o acompañado– bajo los cipreses en las ciudades del silencio, he gozado de los vitrales, de los sobrerrelieves, de los ángeles enmohecidos que niegan su propia identidad, de los mármoles fríos llenos de poemas y epitafios que ya nadie lee, de diosas de senos de piedra que cuidan desde sus griegos perfiles los huesos de sus hijos. Esta es una gran experiencia estética, casi erótica… y la recomiendo abiertamente, más aún en países como los nuestros, que crecen negando su propia muerte, en donde unos pocos cementerios son los únicos imperecederos ejemplos de una época donde la muerte era aceptada –dolorosamente masticada– y ensalzada en un vano intento, quizás, de que al sentirse halagada pasara de largo por nuestras cabezas.
¿Qué o quién es un tafófilo? Tal vez este término le resulte molesto, pues se tiende a confundir la tafofilia con la necrofilia; de hecho, mucha gente confunde mi interés por los cementerios con esta última. Sin embargo, a mí no me interesa el cuerpo muerto, el cadáver… ¡Soy un folclorista, una especie de antropólogo aficionado! Amo caminar por los cementerios, gozo leyendo en los epitafios historias de personas y los miedos y esperanzas de sus familias por su eterno descanso. Tafofilia es el mejor nombre que he encontrado para mi síndrome. Se puede definir exactamente como «amor por los cementerios y funerales». Es por eso que los invito a pasear por las avenidas de nuestros cementerios favoritos, tranquilos de que esto no suena como una extraña y pervertida desviación sexual.
A menudo mis amigos me han solicitado que lleve esta extraña afición a un libro. Uno que ayude a desentrañar el enmarañado glosario de los símbolos sepulcrales, tesoros artísticos, metáforas mortuorias, dioses y leyendas de la muerte. Es por eso que surge este diccionario. Deseo entregar las definiciones de estos conceptos y tradiciones. Que nos demos cuenta de cómo personas iguales a usted y yo han creado una palabra, un objeto o una idea, o han transformado otras ya existentes en algo nuevo… todo para reinterpretar su dolor o su miedo.
Mucha gente en Occidente, en el proceso de escoger figuras o símbolos para las sepulturas de sus «seres queridos», no tiene idea de qué hacer con la lápida que ha comprado. Esto sucede debido a que estamos en presencia de artes y costumbres perdidas. Antiguamente los símbolos de las sepulturas nos hablaban de etnias, identificación, religión, asociación o la moda de un tiempo determinado. ¿Qué leemos en esas formas y símbolos? Leemos, por ejemplo, que la cruz latina es el símbolo de resurrección, pero ¿qué sentirá el croata cuando ve que al lado de sus cruces latinas los serbios han enterrado personas con cruces ortodoxas? Las cruces de los mausoleos militares ¿son cruces de esperanza en la resurrección o quieren marcar un gran sacrificio y dolor?
Estos son apenas ejemplos… Cuando camine por un cementerio, diviértase y goce con los detalles de las lápidas, este diccionario le servirá para eso. Muchas veces, lo que un símbolo significa en una tumba puede significar otra cosa en otra. Una pirámide puede ser un símbolo masón o puede significar la Santísima Trinidad. Lea los monumentos. Fotografíelos. Los cementerios son sitios fascinantes y extraños.
Eso sí, ojo. El símbolo pertenece a un ámbito abstracto, como también a la comunidad donde el cementerio está ubicado. Los cementerios existen en sociedades determinadas. Cuando caminamos en ellos, estamos caminando también por la comunidad con la cual estamos afiliados.
¿Qué veo para nuestros cementerios patrimoniales en el siglo que estamos viviendo? Entre muchas otras cosas, la preservación desesperada de nuestro escaso patrimonio histórico, destruido sin piedad por constantes demoliciones. Los cementerios deberán estar en primera línea de este proceso.
¿Pero… y la Señora Muerte? ¿Qué pasa con aquel que queríamos y ahora está bajo tierra?
Los moribundos no nos dan indicios de supervivencia. Cuando los ojos de un familiar se cierran para siempre, queremos relacionar esa experiencia con algo real. Queremos que esa boca entreabierta en un grito silencioso nos indique que un alma está saliendo de ese cuerpo.
Los miembros comienzan a anquilosarse.
El ataúd debe descender hacia la sepultura abierta para que nosotros percibamos un portal hacia otro mundo. Queremos una explicación por la pérdida de aquello que amábamos, compensación por ese odio que sentimos. Queremos hasta poseer una conciencia de que eso que llamamos muerte no es un acontecimiento azaroso en medio del caos, sino algo lleno de sentido; que aquel que ha fallecido es parte de un mejor orden, de un cielo que posee intenciones y motivos. El muerto, insistimos, debe tener un recuerdo, una cara y un propósito: eso es lo que se expresa en la sepultura.
El proceso de hechura de este libro me ha dejado claro que las preocupaciones humanas, por elevadas que parezcan y diversas sean sus motivaciones, nadan sobre terrores tan básicos como la propia muerte, la enfermedad prematura, el ser enterrados vivos y otros del mismo talante.
Hace un tiempo murió mi perro, lo enterramos bajo un naranjo en el patio de la casa. Obstrucción intestinal, dijo el veterinario. Su cuerpo descomponiéndose al compás de la cal me hace meditar sobre si sería capaz de acometer este libro si mañana muriera mi esposa, o mi madre. Convocar a la muerte puede ser peligroso, dicen mil leyendas. Nadie se gana la vida hablando de la Muerte.
Cuando tenía cinco años vi el yerto rostro de mi abuela a través del vidrio de su ataúd. Hasta hoy recuerdo sus labios morados, bajo la fuerte luz de las ampolletas. Recuerdo la inestabilidad y los golpes que daba el cajón azul saliendo de la casa de campo donde la velaban, recuerdo a mi madre llorando a SU madre.
Otro recuerdo de niño: en Lota hay un parque con una tumba en el medio, la tumba del señor Cousiño, su fundador. Me bastaba saber que había una sola tumba perdida en el gigantesco parque, rodeada de musgo, para hacerme enloquecer de terror. Yo, niño de cinco años, vomitaba y gritaba para que por favor me sacaran de aquel «cementerio».
¿He estado cerca de la muerte? Una vez me encontré envuelto en un accidente de tránsito en el cual resulté ileso, pero hubo personas que murieron y otras que quedaron muy heridas. A eso se limita mi experiencia personal con la muerte, lo demás es literatura… o televisión.
Gozamos con programas de videos caseros donde una persona se electrocuta con una tostadora o un toro en San Fermín le arranca los riñones a un pobre turista gringo. Nos llenamos de morbo al ver las imágenes de muertos en explosiones, accidentes y choques, y pedimos que una y otra vez nos rebobinen la cinta… queremos diseccionar el proceso de la muerte, ver hasta dónde nuestros propios cuerpos podrían resistir ese dolor infinito. Somos como esas cebras que huelen a sus cachorros muertos, tratando de entender por qué no se mueven.
¿Se acuerdan de las Caras de la Muerte? Siete tomos de video donde un patético pseudodoctor llamado James Gross nos invitaba a indagar en el misterio de la muerte… y eso resultaba ser la excusa perfecta para mostrar descaradamente suicidios, accidentes de moto, autos, etc. Todo, además, aderezado con morgues, cabezas aserradas, ojos chispados. Incluso hasta un tipo freído en la silla eléctrica. Sin embargo, recuerdo de las Caras de la Muerte dos momentos entrañables: cuando un abuelito texano mostraba la cabeza de nuestro compatriota Joaquín Murieta nadando en una ponchera llena de bourbon (ojalá nuestro embajador en Washington tomara cartas en el asunto y la recuperara) y el proceso de un fusilamiento ocurrido en quizá qué país bananero. Aun así creo que estos videos setenteros se han quedado cortos ante internet o el noticiario del mediodía en televisión.
En un plano más serio, personal e íntimo, la muerte de un ser querido no es para sentarnos y verla pasar. Es un acontecimiento de la vida, similar al nacimiento o al matrimonio. Participar plenamente, es traerle significación e importancia a la pérdida.
Por otra parte, la relación del hombre con sus difuntos puede darnos interesantes pistas sobre nuestro grado de civilización, decía Russel Kirk, a quien encontrarán repetidamente citado en el libro. Algunos construyen grandes monumentos conmemorativos, otros los esconden en lugares apartados, en pequeñas cajas bajo tierra o en anónimos nichos, otros se los comen… y Norman Bates los diseca y los deja en una mecedora para después ponerse sus ropas. Todos, en fin, mantenemos algún tipo de relación con ellos, ya sea para acercarlos… o bien para mantenerlos alejados.
Disfruten el libro, lo mejor de lo peor que nos va a suceder a todos está condensado aquí.
Santiago, enero de 2010.
Diccionario de la muerte
3, Número: (Simb.) Está presente en todos los aspectos de la creación: la mente, el cuerpo y el espíritu; el nacimiento, la vida y la muerte; el pasado, el presente y el futuro. La trinidad aparece en muchas religiones y simboliza la unidad dentro de la diversidad. Ejemplo: Los obsequios de los tres Reyes Magos.
13, Número: (Simb.) Se considera un número funesto. Ejemplo: La serie de televisión «Viernes 13».
A
En la democracia de los muertos todos los hombres son iguales.
No hay fila, estación ni prerrogativa en la república del sepulcro.
John James Ingalls
Abadón:La personificación demoníaca del lugar de la ruina, Abadón se asigna la dirección de una plaga de langostas en el Apocalipsis de Juan (9:7-11). Su nombre griego es Apollyon, lo que ha llevado a algunos a confundirlo con Apolo.
Abedul:Los antiguos celtas cubrieron a sus muertos con ramas de este árbol, quizás para infundirlos con el material necesario para un Más Allá exitoso.
Abel:(Quien parece no tener ninguna relación con la primera víctima de asesinato). Juez de cada alma que llega al Cielo. Basa sus decisiones en los archivos meticulosos guardados por el burócrata celestial, Enoc.
Acebo:Las personas creían que los arbustos del acebo protegían tumbas y otros monumentos de los relámpagos.
Acacia: Árbol sagrado debido a su uso como material de construcción para el Arca de la Alianza y la Corona de Espinas. Representa renacimiento y vida eterna.
Acanto:El acanto es el tipo de hoja que decora la cima de las columnas corintias. Es una hierba que hace pensar en el triunfo, sobre todo del alma encima de los varios dolores de la vida.
Acherontia Atropos o Styx:1. Nombre científico de la famosa mariposa con la «calavera en la espalda», símbolo de la muerte. // 2. Nombre de un cómic clásico del italiano Milo Manara sobre las snuff movies.
Aceitunilla, Cementerio de, España: 1987. Juan José Azabal, un hombre que tenía sus negocios en Barcelona y que pasaba unos días en su pueblo natal, sufrió una aterradora experiencia: «Era noche cerrada y regresaba en compañía de unos amigos subiendo por el camino que para en Aceitunilla, el pueblo de mis padres. Caminábamos tranquilamente hasta que todos… seríamos unos diez, escucharnos con nitidez una especie de chillido o llanto prolongado. En un principio pensamos en un bebé abandonado o algo por el estilo. De pronto vimos al ‘ser’. Destacaba entre la oscuridad, en un extremo de la carretera. Era ‘algo’ que no superaría el metro de altura, como un niño pequeño. De todos modos era voluminoso y estaba cubierto por un manto o túnica resplandeciente. Nos quedamos paralizados pensando qué demonios podía ser aquello. Permanecía inmóvil, estático y a unos cinco metros de nosotros. No le vimos el rostro, aunque sí se adivinaban bajo aquel manto una gran cabeza y dos brazos que comenzaron a moverse sin cesar. ‘El niño’ parecía sentarse sobre unos diminutos piececillos. Aquello, amigo, nos rompió los esquemas. Salimos todos corriendo, contagiándonos la histeria mientras aquello se quedaba atrás, completamente quieto»….
Se da la circunstancia de que este humanoide apareció muy próximo a las paredes del cementerio de Aceitunilla, lugar donde en días sucesivos se observaron varias luces en la zona.
Adelaida, Cementerio, Palo Alto, California: Un fantasma que lleva una camisa de dormir blanca y larga hace su aparición en este viejo cementerio todas las noches del viernes, entre las diez y medianoche. Este espectro pone flores en la tumba de uno de sus niños, que murieron en la epidemia de difteria. (Ver Llorona).
Adonis: Nacido de un árbol de mirto en que moraba el espíritu y la semilla de su padre, un antiguo rey de Biblos. Tras una trágica muerte, la ciudad de Biblos celebró su paso de la vida a la muerte con fiestas magníficas y excitantes. La ciudadanía desarrolló el arte de cultivar flores precisamente para que ellas florecieran y marchitaran en coincidencia con estas celebraciones, simbolizando el ciclo de nacimiento y muerte de Adonis. O sea, fue el primer difunto en recibir un ramo de flores.
Adriel: Aquel ángel que matará a cualquiera que viva para ver los últimos días.
Afrit: En Arabia, el espíritu que sube desde la sangre de una víctima de asesinato.
Agua:En varios países se ofrece agua en un cuenco pequeño en el Día de los Muertos para que las almas visitantes puedan apagar su sed.
Aguila: El águila representa ambos mundos, el poder militarista y las profesiones espirituales más altas, dependiendo de dónde aparece o quién lo mira. El ejército y las tumbas imperiales a menudo llevan águilas de dos cabezas como un emblema nacionalista.
El lugar del águila, suspendida entre la tierra y el espacio, le da el rol de intermediario o guía del espíritu. En muchas iglesias encontramos leones o águilas enfrentadas en los capiteles de entrada como guardianes del templo, y que representan al Cristo. También es uno de los evangelistas.
El águila, en cualquiera de sus variedades, es un símbolo de soberanía y majestad divina, poder invencible, visión profética y capacidad de liderazgo entre los hombres. También es símbolo de triunfo, fortaleza y certeza en la comprensión y en la solución de los problemas propios y ajenos. Es el ave sagrada que acompaña y representa a Zeus, a Vishnú, al Gran Manitú, a Júpiter.
Agni:En la India, las almas muertas atraviesan los fuegos purificadores encendidos por este dios. También puede hacerlas inmortales (a las almas).
Ah Puch: Se personifica el miedo maya a la muerte en el cadáver-esqueleto ambulante llamado Ah Puch. De él se dice que frecuenta las casas de los enfermos, buscando a sus víctimas. Los mayas modernos en Yucatán y Guatemala lo llaman Ñam Cimil.
Ahriman:El gemelo malo de la dualidad zoroastriana, un ser comprometido en un forcejeo eterno contra Ormazd. Cuando Ormazd crea, Ahriman destruye. Ahriman trae oscuridad, enfermedad, muerte.
Aiakos:Hijo de Zeus y Egina que, debido a su amor a la justicia, se hizo juez de almas en el Averno.
Airi: En la India, quien se ha muerto en un accidente de caza. Este fantasma viaja en la compañía de una jauría de perros espectrales (ver Caza salvaje). La saliva del airi es venenosa, pero la sola vista del reviniente causa la muerte producto del terror. De vez en cuando un mortal sobrevive a la visión. El airi se impresiona y lo premia con un valioso tesoro.
Aksobhya: En el budismo, él gobierna en Abhirati, el paraíso oriental donde las almas de aquellos que han contenido sus emociones renacen.
Álamo: En algunos cementerios es un árbol que promete la inmortalidad, en otros nos concede solo recuerdos y los dolores que los acompañan.
Albiac, G.: Nacido en 1950, clásico entre los clásicos, Gabriel Albiac es autor de La muerte. Metáforas, mitologías, símbolos (Paidós). Albiac es además catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid. Para él: «No hay milenio. No, al menos, sus tristes, convenidas, mitologías. El mundo es monótono; aun sus horrores aburren más que enojan. Pervive la ciudad, su cielo lácteo, su ciclo de cristal ajeno al tiempo, su excesivo lirismo sin sentido, hojas secas, derrotas resignadas. Todo lo vimos ya, todo lo ha visto alguien. Lo volveremos a contemplar –alguien volverá a contemplarlo– sin gana, como siempre. Como siempre, asistiremos, diciéndonos fascinados, al milagro trivial de sus repeticiones. Esa inercia es la vida, a eso llamamos, con retórica ingenua, nuestra historia, pero no es sino hibernada pereza. 'Todo visto': Rimbaud, como cualquiera. Dejo a Coltrane sonar en la luz excesiva del otoño. Nada sucede de lo que quepa huella memorable. La calle es un silencio congelado, After the rain sucede en otro tiempo, o tal vez en ninguno, que es el tiempo, dice Borges, propicio a la metáfora: a la música pues, la poesía, el juego, las pocas cosas que algo cuentan. Las que no son del tiempo. Releo a un Malraux que es ya material de archivo en Panteón de hombres ilustres, una pena: 'Si el hombre no opusiera a la apariencia mundos sucesivos de verdad, sería sólo un mono'. Tal vez, con el fin del segundo milenio, haya llegado, al fin, el momento de ser impecablemente monos. Es la sospecha primordial de nuestro tiempo. Lo era quizá, hace cosa de medio siglo ya, para el mismo André Malraux –deslumbrante y opiómano, golfo y aventurero y sapientísimo–, atónito ante Djoser, piedra de la tercera dinastía –o Edipo ante la repetida y siempre misma Esfinge, si se quiere–: 'No tenemos con el autor de esa estatua en común nada; ni siquiera el sentimiento del amor o de la muerte; no tenemos tal vez siquiera el modo de mirar su obra; y, sin embargo, ante esta pieza, el acento de un escultor cinco milenios olvidado nos aparece tan invulnerable a la sucesión de los imperios cuanto el acento del amor materno'. Nada, rigurosamente nada, es eso a lo cual llamamos milenio. Salvo nuestra miedo de decir que es nada. El tiempo: el mal. Malraux. También, el tan distante Borges: 'sólo perduran en el tiempo las cosas que no fueron del tiempo'. Mas la ciudad persiste, indiferente. Sumergida en su gris cielo de estaño. Y esta ciudad es de repente todas. Fría y gris y lejana y luminosa y fascinante. Eterna. Es la ciudad que Poe vio sumergida, la que añorara Ovidio hasta la muerte, la que cifra el deseo y el exilio. Ciudad de Baudelaire, amable infierno donde se abre la luz a cuchilladas. La eternidad, sabe Malraux, está en ella, en ella la belleza aun de lo ausente: 'Yo, que he visto en el océano malayo constelar las medusas fosforescentes tan lejos cuanto el ojo puede sumergirse en la bahía, estremecerse luego la nebulosa de las luciérnagas sobre las colinas hasta el bosque, desvanecerse al fin en la gran difuminación del alba…'. La eternidad, sabe, es nada en esos ciclos tenues del infinito. Nada más la palabra que la dice. Nada sino esta ficción, el lugar del hombre, su forma, la ciudad, el hombre muerto que comienza su vida imprevisible… Un día, ante las extensiones áridas o reconquistadas por la selva, nadie adivinará cuanto la inteligencia humana impuso a las formas de la tierra… Nada quedará de esos palacios que vieron pasear a un Miguel Ángel exasperado por Rafael. Nada del París donde Renoir se sentaba con Cézanne, Van Gogh con Gauguin…' Lo intemporal será un mudo latir en las ruinas de los milenios». Definitivamente, no se lo lleve como lectura a la playa. [tanatología.org]
Algul: Un reviniente árabe. La forma tradicional de este vampiro es la de un demonio femenino que se da festines con bebés muertos.
Alimentos: Los alimentos han jugado un papel muy importante en las ofrendas de los muertos. Su presencia en altares puede tener distinta significación.
La sal es un elemento de purificación, sirve también para que el cuerpo no se corrompa. El pan es lo que se invita al recién llegado, alimento que se comparte fraternalmente.
Alma: La esencia inmaterial, que lo mueve todo y a su vez a cada individuo en particular. El principio espiritual incorporado en todos los seres racionales y/o espirituales; la naturaleza moral y emocional de todos los humanos; la calidad que despierta la emoción y el sentimiento; fuerza espiritual o moral. A veces se usa como sinónimo de individuos: ejemplo, «cien almas hay en este edificio». Un sentimiento fuerte y positivo… como bien lo sabía el difunto James Brown. Viene del latín ánima: aliento, aire. Y como no la vemos, cuando alguien muere queda el muñeco vacío llamado cadáver. Dicen que pesa 21 gramos. [tantatologia.org]
Alma perdida:En el día mexicano de los muertos, es tradicional agregar una vela al altar de la casa para el alma olvidada o extraviada. Algunas personas encienden la vela fuera, por la orilla del camino. Se le construye un muro de ladrillo alrededor para protegerla del viento (ver Animita).
Amapola:Las amapolas –como cualquiera que haya visto al Mago de Oz u oyó hablar del opio sabe– provocan sueño. El sueño se parece a la muerte. Las amapolas rojas son una flor antigua de mortalidad, como la señal de la detención al final de la vida.
Amentet:(Dei.) La diosa egipcia de las necrópolis. Amentet espera en el Oeste, donde ella recibe a los que han sido enterrados recientemente.
Amida: El nombre japonés para el Buda de la Tierra Pura. Sus seguidores creen que invocando a Amida en el momento de la muerte, ellos entrarán en la «Tierra Pura», un paraíso de éxtasis espiritual indescriptible.
Amitabha: El más popular de los Dhyani-Budas, preside un paraíso a la manera occidental, conocido como Sukhavati. Su piel es roja y se sienta sobre un trono de loto o un par de pavos reales. Promete garantías inmensurables post-mortem y la residencia en su patria a todos aquellos que creen en él y a quien se arrepiente de sus pecados. Es asimilable a Jesús en muchos aspectos.
Ana, Santa: Santa patrona de los cementerios y las viudas; también madre de la Virgen María. Sus reliquias eran un artículo popular en el siglo XII. Iglesias en Alemania, Francia e Inglaterra decían poseer fragmentos de su cadáver. Martín Lutero denunció la excesiva veneración de Santa Ana como uno de sus argumentos contra la Iglesia Católica.
Ancla:Los primeros cristianos inventaron señales para poder guiarse entre sí a los lugares escondidos donde rendían culto a Jesús. El ancla es una cruz enmascarada, cuando usted la ve en un cementerio. De su utilidad, viene también el significado extenso de Cristo como aquél que nos impide irnos a la deriva y perdernos. También simplemente puede significar que el difunto era un marinero. Un ancla con cadenas rotas puede significar la cesación de la vida. La cruz-ancla también nos dio la señal del pez («Jesucristo, Hijo de Dios y Salvador»).
Anémona: Algunos ven representada en esta flor color sangre la transitoriedad de la vida.
Anfisbena: Serpiente mítica que tiene una cabeza a cada final de su cuerpo, capaz de moverse en una u otra dirección. “¿Cómo llama usted a aquel animal que va hacia atrás y adelante, con una cabeza en cada extremo? Amphisbaena. Una especie de lagarto. ¡Esto no existe!”, Anthony Burgess, M/F (Penguin 2004, p. 109). Para desgracia de don Anthony, existe un género de lagartos, natural a las Américas, que tiene extremidades que son muy similares, simulando la cola una falsa cabeza… llamado anfisbena. Símbolo de lo mortal, ponzoñoso y vengativo. [espanol.oocities.com/ornitorrinco13]
Ánima: El Anima es la personificación de todas las tendencias femeninas psicológicas dentro de un hombre, el simbolismo arquetípico femenino dentro de un hombre inconsciente. El animus es la personificación de todas las tendencias masculinas psicológicas dentro de una mujer, el simbolismo arquetípico masculino dentro de una mujer inconsciente. El ánima y el ánimus dibujan su poder sobre todo del colectivo inconsciente, pero ellos también son condicionados por las experiencias individuales de una persona.// Dícese del fantasma en Chile, ejemplo “Se me apareció el ánima de mi papá”. [tanatologia.org]
Ánima del purgatorio: Del latín anima. Alma que pena en el purgatorio antes de ir a la gloria. Ánima bendita o del purgatorio.
Ánima Naturaliter Christiana: ¿Quién no conoce el dogma medieval del “Anima naturaliter Christiana” (el alma es cristiana por naturaleza), tan cierta como que “Semen est sanguis Christianorum” (la sangre de Cristo es la semilla)? Todo esto probablemente se lo debemos a Tertulliano, quien deslizó estas locas ideas en su tesis Del Testimonio del Alma. [tanatologia.org]
Animita: La clave de esta creencia radica en el género de muerte de que se trate más que en las características personales del difunto, ya que sólo su carácter trágico e intempestivo le otorgan la facultad santificadora y redentora. El 25 de mayo de 1945, Marina Silva Espinoza, de cuatro años, fue degollada por su padrastro en el Parque O’Higgins. Sorda y muda, la niña no pudo pedir ayuda. A la mañana siguiente, él mismo dio aviso a la policía de la desaparición, pero no tardó en confesar su delito. Engañada, Pedro Castro la llevó al parque. Estaba celoso, porque la madre le demostraba más cariño a Marinita que al hijo de ambos. El infanticidio ocurrió al pie de un gran olmo que crece frente a la elipse, lugar donde hoy se alza un verdadero santuario como piadosa venganza de su muerte.
Como esta animita, miles de otras se encuentran en caminos y paisajes a lo largo de todo Chile. Marcan el sitio donde ocurrió una muerte trágica. Los vecinos consideran sagrado aquel lugar, colocan en él una cruz y no falta quien levante una grutita para proteger las velas que nunca se apagarán. El fervor popular las mantiene. La fama de milagrosa se extiende y atrae a numerosos devotos que traen sus ofrendas a cambio de un favor.
A simple vista las animitas son observadas con curiosidad, como un hito en el camino, o, en el mejor de los casos, como parte de nuestro folclore. Pero es necesaria una mayor detención, ya que esta creencia posee un contenido histórico y son una manifestación de la mentalidad del hombre.
Las animitas se constituyen en algo sagrado mediante la devoción de la que son objeto. Es el creyente el que otorga ese carácter a través de sus sentimientos.
Numerosos objetos son dejados por los devotos como recuerdo del favor concedido.
No hay un arquetipo de lo que debe ser una animita, ni menos un esquema reglamentado que cumplir; su construcción es tan variada y heterogénea como lo son sus seguidores.
Básicamente existen tres modalidades de construcción, aunque con innumerables variaciones dentro de cada una. La casita que figura una iglesia, el cajoncito y la lápida, es decir una sola piedra oblonga. La única constante es la delimitación de un espacio. Este puede estar demarcado por un cerco de madera, fierro o piedras, o por la construcción misma de la animita.
Ángel:Los ángeles en el cementerio significan la espiritualidad. Guardan la tumba, guían el alma, oran por ella en el purgatorio y dirigen al visitante a pensar hacia el cielo. Dos ángeles de la Iglesia Católica pueden reconocerse a simple vista cuando los encontramos: Miguel, que lleva una espada, y Gabriel, que toca un cuerno. Ángeles mostrados sin uno u otro de estos artefactos, pertenecen a las legiones anónimas de ángeles guardianes personales y otras decoraciones.
Sin sexo, incorporales, descienden de las quimeras babilónicas con cabezas de hombre, cuerpos de león y alas de águila. En algún momento en la historia, perdieron el cuerpo del león y se volvieron los humanoides que adornan nuestros cementerios y árboles de Navidad. Realizan muchas funciones, incluyendo la entrega de mensajes desde lo alto, nos guardan del mal, conceden la prosperidad a nuestras casas, empujan los planetas y forman macizos conjuntos corales. Son una reliquia de un período politeísta, cuando Yavé pidió ser el único dios, pero necesitaba un grupo del cual ser el líder.
No es usual, pero ocho mortales se han vuelto ángeles a su muerte:
Santa Ana, madre de la Virgen María, se volvió Anas, un espíritu angélico que los sanadores medievales invocaron contra las fiebres (ver Santa Ana pág. 29).
Asaph, que era renombrado para sus habilidades como sanador y salmista durante su vida, se hizo amo del coro celestial que canta las alabanzas del Señor por la noche.
Elías, el que, algunos dicen, siempre fue un ángel. Subió al Cielo en un carro de fuego (2 Reyes 2:11) y tomó el nombre de Sandalfon, el hermano gemelo de Metatron.
Enoc caminó con Dios y, según Génesis 5:24, tomó un paseo especialmente largo un día del que nunca volvió. Los apócrifos dicen que Enoc escribió 366 libros durante su vida y, cuando se transformó en el ángel Metatron, obtuvo 365.000 ojos y 36 alas. Tantos ojos y alas quizás eran necesarias para su nuevo papel como Rey de los Ángeles.
San Francisco de Asís se transformó después de muerto en el ángel Rhamiel.
Heman se hizo el amo del coro que lleva los hosanas de la mañana, después de una vida de servicio dirigiendo la música del Templo de Jerusalén. El Salmo 88 está dedicado a él.
Jeduthan lleva los himnos de alabanza a Dios por la tarde. Él, como Heman, estaba a cargo del coro en el Templo de Jerusalén.
Angelito: En España, México y Chile, un ángel literalmente «pequeño». Se refiere a las almas de niños que son honrados el 1º de noviembre.
Hasta mediados del siglo XIX era costumbre celebrar la muerte de un niño comiendo, bebiendo y bailando, puesto que los niños no agregados a la sociedad, iban al limbo, donde permanecían durante un período marginal, diciendo «fin, fin», porque para salvarse necesitaban que llegara el fin del mundo. Si un niño moría antes de cumplir el año, los gastos del entierro eran por cuenta del padrino.
Se celebraba también a puerta cerrada el denominado baile de los muertos con ocasión del fallecimiento de los niños. Amortajado este y colocado sobre una mesa en la habitación más espaciosa de la casa, se reunían padres, padrinos, familiares y vecinos celebrando con aguardiente y vino la muerte del niño. Al son de la cueca o el tajaraste, llevando el padrino en los brazos el cadáver del ahijado, entregándoselo a la madrina después de un par de vueltas por la sala para que hiciera lo mismo. Seguidamente depositaban al niño sobre la mesa y daban comienzo a una juerga que duraba varias horas. Terminado el baile, comenzaban los recados que consistían en que cada presente se acercaba al cadáver prendiéndole con alfileres a las ropas alguna flor o bien un trocito de cinta, a la vez que mandaban recados a las personas queridas que habían muerto y moraban en el cielo, o solicitaban mediarse ante Dios para que la cosecha fuera buena, se recobrase la salud, etc.
Con respecto a los velorios de niños pequeños llamados angelitos, tanto en España, Chile como actualmente en México se tiene la creencia de que las almas de los infantes van directamente al cielo, ya que no han tenido la ocasión de pecar, por lo que provoca la alegría de la familia. Esta alegría se manifestaba en España con el baile de angelitos que llevaban a cabo los asistentes cantando y bailando durante el velorio.
En varios sitios se realizaban algunos juegos mientras se velaba a un angelito. Esta costumbre seguramente vino de Europa ya que investigadores del tema señalan que los juegos en los velorios eran frecuentes antiguamente en Irlanda, Hungría, Rumania, Escandinavia y el norte de Italia. En estos lugares se jugaba no solo cuando ocurría el deceso de un niño, sino también de un adulto, pues se hacía una especie de fiesta de despedida al muerto, para que se fuera contento.
En los sitios en que en la actualidad se practican estos juegos la costumbre está asociada a la idea cristiana de que el alma del niño muerto irá al cielo. Por tanto, todos, en especial los padres, deben estar contentos, situación que se manifiesta tanto en los juegos que se realizan en el velorio, como en los cantos de despedimiento que se cantan cuando sacan el cuerpo del angelito de la casa para llevarlo al panteón. Así se expresa la creencia de que su muerte se convierte en nacimiento a una supuesta vida eterna:
No llores madre querida,
Ni sufras más desconsuelo,
Mira que dichosa eres
Mandaste un ángel al cielo.
En ciertas partes del sur de Chile, los padres entregaban los angelitos a los dueños de almacenes y cantinas, que se convertían en verdaderos representantes de pompas fúnebres; ellos facilitaban una habitación para la capilla ardiente, y la vestimenta, que consistía en una capa; suministraban el vino, las comidas, la música, el canto para que todos bailaran. Los padres del angelito tenían ciertos derechos, prerrogativas, como beber sin pagar.
Baldomero Lillo, en Relatos populares, anota en «El Angelito»:
La costumbre había establecido que cuando moría un niño, se festejase la defunción con música, canto y baile. Si los padres podían sufragar los gastos, celebrábase la fiesta en la propia casa, pero lo más frecuente era que cediese el cadáver a un interesado mediante el pago de una cantidad determinada. En la montaña el que pagaba los mejores precios por los «angelitos» era el Chispa, encargándose también de la sepultación en el cementerio de la aldea más cercana.
Ankou: Es parte del folclore de los países célticos. Ankou (Ahn-koo) es la personificación de la muerte que viene a recoger las almas pasando sobre los seres humanos. Usa un traje negro y un sombrero grande que cubre su cara. Nadie vivo ha visto su rostro. Va en un carro negro, aunque otros dicen que es un coche pequeño o aún un coche fúnebre, arrastrado por cuatro caballos negros. Dos esqueletos son sus asistentes. Una ráfaga fría de viento lo precede siempre.
Un viejo proverbio irlandés dice, «cuando viene Ankou, no se irá sin nada». En Irlanda, Ankou se clasifica más como un duende que un fantasma.
Annwfn: El Otro Mundo celta, gobernado por el mago Arawn. El Annwfn tenía una relación de interdependencia con nuestro mundo; de reencarnación, podría decirse. Por eso cuando el Rey Arturo murió, los bardos predijeron su retorno de Annwfn (Avalon) confiadamente, basados en su creencia en este intercambio de encarnaciones. La fiesta conocida como Samhain marcaba simbólicamente esta apertura anual del Otro Mundo para el tránsito de los reencarnados y se volvió, en tiempos cristianos, nuestra Víspera de Todos los Santos. El galés identificó al Annwfn con la Isla de Lundy, como el lugar dónde las almas iban tras la muerte.
Antorcha:Hasta que la iglesia prohibiera tales manifestaciones, la mayoría de las personas era enterrada en la noche. Las antorchas brindaron la luz que les permitió a los sepultureros y los portadores ver, y expulsar a los espíritus malos.
Encendida, la antorcha significa la vida, incluso la vida eterna. Extinguida representa la muerte. También puede representar la memoria viva del difunto. Eros portaba una antorcha encendida.
Anubis: Dios chacal egipcio que encabeza el culto fúnebre. Inventor del embalsamamiento, juez de almas y guía en el mundo subterráneo. Era el hijo de Osiris y Nephthys.
Bajo su protección, el muerto podía realizar a salvo el paso hasta el asiento del juicio de Osiris, señor del inframundo y de los cielos. El corazón del fallecido, que se tenía por centro de las emociones, era puesto en la balanza con una pluma, símbolo de la justicia. Si ambas cosas estaban en equilibrio, el muerto o muerta pasaba a otra vida de bienaventuranza. Si fallaba la prueba, el muerto era devorado por Ammit, una espantosa criatura híbrida, en parte cocodrilo, león e hipopótamo.
Apolo: Manfred Lurker (Diccionario de Dioses y Diosas, Diablos y Demonios) nombra a Apolo como un dios de muerte, defendiendo que la guapa deidad representa la «expiación».
Arawa:Para los celtas, el rey mago del inframundo (ver Annwfn), un paraíso sin guerra, disputa, enfermedad o hambre.
Arcano decimotercero del Tarot: La hoja de la guadaña es roja, como el color de la sangre y el fuego, porque corta y quema todas las ilusiones. En el suelo yacen miembros muertos, amarillentos. Mas no todo es término: de la tierra surgen también manos con el cálido color de la vida. Esta imagen presenta la conocida alegoría del esqueleto, pero aquí contra lo acostumbrado, maneja la guadaña hacia el lado izquierdo. Los restos humanos, como en las leyendas y cuentos folclóricos, presentan los caracteres de los vivos. Todo el arcano tiende a la ambivalencia, marcando la transición de un estado a otro. Pudiendo significar el final de una etapa de la vida y el comienzo de otra nueva. No es la última carta sino que señala la transición entre la primera y la segunda parte de la baraja.
El significado de la muerte en el tarot es transformación, adquiriendo sus connotaciones positivas o negativas según las cartas que la acompañen.
Armaiti: En la doctrina zoroastriana, uno de los Amesa Spentas o «Inmortales Santos», un espíritu abstracto que representa el discurso conciliador y el pensamiento. Armaiti también protege a la tierra y todos que los que entran en ella, incluso las semillas y cadáveres.
Arpa: Representa la alegría encontrada en el Cielo, particularmente para los músicos. Simboliza el paso al otro mundo.
Arpía: En la mitología griega, eran espíritus femeninos del viento, asociadas con el inframundo y el vuelo del alma al abandonar el cuerpo. Tenían la capacidad de invocar a los vientos, causando tormentas en la tierra y torbellinos en el mar, y según se creía eran responsables de muertes súbitas e inesperadas.
Ars Moriendi: El arte de morir. Texto medieval sobre el morir, reimpreso, en parte, en el libro moderno The Craft of Dying. También conocido como «Arte del bien morir y breve confesionario». Enrique Lázaro describe a este texto del siglo XV como un texto «con una extraña sensación de orden sobrehumano, como anaqueles de las boticas donde cada remedio corresponde con exactitud a una necesidad». Es el equivalente europeo al Libro de los Muertos de Hebreos, el Papiro de Ani egipcio y el Bardo Thodol, tibetano.
Arugo:En Papúa-Nueva Guinea, el alma del muerto que gasta su eternidad trabajando en los jardines de Tumundurere.
Asesino:Persona o animal que mata a otra persona o animal. Hay asesinos famosos; casi estrellas. Entre ellos:
Recluido desde el 9 de diciembre de 1980 en una celda de la cárcel de Attica, Nueva York, Mark Chapman espera con ansias cada audiencia para optar a su libertad bajo palabra.
El asesino más famoso del mundo cree que es la oportunidad perfecta para demostrar que ha cambiado. Dice que si John Lennon estuviese vivo lo habría perdonado y participaría en las audiencias. «Creo que sería un liberal y que probablemente estaría feliz de verme libre», argumenta.
Convertido en un recluso modelo, Chapman ha mostrado una excelente conducta en prisión. Trabaja desde 1989 en la biblioteca de la cárcel y se ha entregado por entero a la «palabra de Dios». Autodefinido como un ‘hombre arrepentido’ y profundamente religioso, es un cultor empedernido de la Biblia. Capaz de recitar de memoria varios pasajes de la escritura, sostiene que así ha podido encontrar «la paz que tanto ansiaba».
El homicida relata que en 1980 –cuando apenas tenía 25 años– su único deseo era dejar de ser un don nadie. Por ello, pensó que su única forma de lograr un pasaporte a la fama era matando a uno de los personajes más famosos del mundo. «Tenía que matar a alguien para adquirir notoriedad».
Chapman recuerda claramente la mañana que decidió matar a Lennon. Tomó su copia de Catcher in the Rye –El Cazador Oculto– de J.D. Salinger, y caminó hacia el edificio Dakota. Allí, se unió a fanáticos que esperaban que su ídolo apareciera para firmar autógrafos. «Tenía una tarjeta de embarque que usé como camuflaje para ocultar la pistola en mi bolsillo», rememora.
Lennon recién acababa de editar su álbum Double Fantasy, después de cinco años sin ingresar a los estudios. Cuando Chapman lo vio venir se acercó, tomó su disco Double Fantasy y le preguntó: ¿puedes firmar el álbum?. «Seguro», contestó el músico y estiró su mano para saludarlo.
«Me miró y dijo: ‘¿Es todo lo que quieres?’. ‘Sí’, contesté y le di las gracias. Yoko lo esperaba en el auto, con la puerta abierta y con el motor encendido. Se fueron, mientras yo tenía mi mano humedecida por el nerviosismo», agregó al Daily Express.
El asesinato vendría después. Chapman relata que caminó todo el día alrededor del edificio Dakota, luchando contra sus propios demonios. «Ayúdame demonio, dame tu poder para hacerlo», repetía. Cerca de las 23.00 horas de ese 8 de diciembre de 1980, la limusina que llevaba a los Lennon llegó al edificio y el homicida asegura que «un silencio mortal se apoderó de mi cerebro y una voz me decía hazlo, hazlo, hazlo. Apreté el gatillo cinco veces y el infierno se quebró en mi cerebro. No hay muchos lugares para ir teniendo en cuenta que tú has matado a John Lennon», concluye.
Por la selección chilena juega Roberto Haebig en el mundial de asesinos.
Aún está vivo el escandaloso y bullado caso de Dardignac 81 a comienzos de los sesenta. También la legendaria imagen de Roberto Haebig, quien dio a conocer el curioso hallazgo de un cementerio indígena en el patio de su casa y terminó confesando la autoría de dos asesinatos, ante extenuados detectives.
Historia llena de entretelones sabrosos y con protagonistas «de película» es la de los crímenes de Haebig y el entierro de Dardignac 81. Ex recluso de la mismísima prisión de Sing Sing, un metro noventa, aires de caballero respetable, un día lejano había sido doble nada menos que de Boris Karloff. Emparentado con un ministro de corte chileno, era habitué del cuartel de Investigaciones como denunciante de sus propios robos atribuidos a otros sospechosos «cargados» por él.
El anticuario de vida doble Roberto Haebig se había fabricado un impecable diploma de ingeniero naval; era casado con una dama de sociedad y plata y se había instalado en Chile después de variadas peripecias en Estados Unidos. Hombre de gran cultura era experto falsificador de pinturas y antigüedades, Haebing rápidamente se dio aires de entendido en arqueología y ofreció a los reporteros una conferencia de prensa para explicarles el descubrimiento.
El periodista Víctor Vaccaro, del diario El Clarín, quien había sido detective, tuvo inmediatas sospechas: se percató de la existencia de dos orificios en una de las calaveras que eran producto de bala. Hasta ahí llegó Heabig.
Asfódelo:La flor clásica de la muerte que cubría los Campos Elíseos. Se dice que su nombre significa «campo de cenizas» o «decapitados». El uso de esta flor como la base para un licor causa ciertamente a muchos la sensación de que si su cabeza hubiera caído.
Asto Vidatu:Para los zoroastrianos, el ángel de muerte. Cada uno de nosotros nace con un lazo alrededor de nuestro cuello, puesto allí por este demonio que se volvió el dios de la muerte. El encuentro final con Asto Vidatu es inevitable: Marg (la Muerte) exige su presencia a todos.
Ataecina: Diosa del inframundo en la España prerromana. Estos la igualaron a Proserpina. Lleva a menudo una rama de ciprés.
Ataúdes Traviesos de Barbados, Stanton, Stamford y Oesel:
I. En la isla caribeña de Barbados existe un mausoleo construido en piedra viva, cavado en las honduras de la roca caliza de un promontorio, sobre la bahía de Oístin. Contiene el ataúd de madera en que reposa Thomasina Goddard; el mausoleo está sellado con una losa de mármol. Desde 1808, pertenece a la familia Chase, plantadores que poseían numerosos esclavos en la isla. En el mismo año en que tomaron posesión del mausoleo, los Chase tuvieron que abrirlo dos veces para sepultar a sus dos jóvenes hijas, primero Mary Ann y luego Dorcas. Cuatro años después murió el padre de las muchachas, Thomas; y cuando se abrió el mausoleo para depositar en él el ataúd del padre, los deudos quedaron conmocionados por el espectáculo que presenciaron. Los ataúdes de plomo que contenían los cadáveres de las niñas, estaban en posición vertical, apoyados contra una de las paredes del mausoleo. Sin embargo, el ataúd de la señora Goddard seguía en el lugar de siempre No aparecieron señales de que se hubiera forzada la entrada del mausoleo. Ocho hombres colocaron el ataúd de plomo de Thomas Chase en el mausoleo y colocaron los ataúdes de las muchachas en sus posiciones originales, luego, los canteros fijaron con cemento la losa de la entrada.
Pero cuatro años después, cuando la losa tuvo que ser removida para sepultar a un niño, pariente de los Chase, se comprobó que los ataúdes de las dos muchachas estaban otra vez en posición vertical. Después de restablecer el orden en el mausoleo, se realizaron comprobaciones en las paredes y en el techo, y la losa volvió a ser fuertemente fijada con cemento.
Dos meses después de este episodio, y de nuevo en 1819, la imagen de los ataúdes que se habían puesto de pie volvió a sembrar el terror entre quienes presenciaron el espectáculo, cuando nuevos féretros, también de plomo, tuvieron que ser depositados en el mausoleo.
Finalmente, lord Combermere, gobernador de la isla, tomó cartas en el asunto. Supervisó el arreglo y la ordenación de los ataúdes (en ese momento eran ya seis) e hizo esparcir alrededor de ellos una fina capa de arena.
Luego, la losa fue fijada otra vez con cemento y el gobernador estampó un sello entre las juntas.
El 18 de abril de 1820, inesperadamente, lord Combermere pidió al párroco de la isla que le acompañase a abrir el mausoleo de los Chase. Antes de arrancar la losa de entrada, se comprobó que el sello del gobernador estaba intacto; pero los seis ataúdes, que habían sido colocados en una alineación perfecta (los tres más pequeños sobre los tres mayores), estaban otra vez en posiciones inverosímiles; el único que no se había movido de su sitio era el de la señorita Goddard. Y no había huellas en la fina capa de arena.
La familia Chase no pudo seguir soportando la desagradable notoriedad que le daba este fenómeno. Los seis ataúdes fueron sepultados en el cementerio aledaño a la iglesia y el mausoleo quedó silencioso y vacío.
II. Sir Algernon Aspinall (An Unsolved Barbados Mystery. The Journal of the Barbados Museum and Historical Society, Vol. 13. pp. 126-127) nos describe también un suceso similar al anterior acaecido en Stanton (Suffolk, Inglaterra) en 1815. Como en Barbados, los ataúdes de Stanton habían sido movidos al menos en tres ocasiones, llegando incluso a ascender unas empinadas escaleras.
III. F. A. Paley cuenta otro incidente cuando su padre estaba el rector en la parroquia de Gretford, cerca de Stamford (Inglaterra). Su padre notó que dos o tres veces los ataúdes en una bóveda fueron encontradas sobrepuestos o incluso de manera vertical… El incidente creó algún entusiasmo dentro del pueblo en aquel tiempo y desde luego se transformó en la historia de fantasmas clásica del pequeño pueblito inglés. El incidente rápidamente fue callado en respeto por la familia a la que la bóveda pertenecía.
IV. La isla de Oesel, que cierra la entrada del golfo de Riga, en el Báltico, es conocida por la estremecedora danza de los ataúdes del cementerio de Arensburg, única ciudad de la isla.
Esto empezó el día 22 de junio de 1844, cuando una dama de la ciudad ató su caballo a una verja del cementerio, cerca de la capillita y del panteón de la familia Buxhoewden. Cuando volvía de depositar flores en la tumba de un pariente, halló a su caballo en tal estado de pánico que no pudo partir. Tuvo que solicitar los servicios del veterinario, que sangró al pobre animal para calmarle.
El domingo siguiente, varias personas que habían dejado sus carruajes y sus caballos en las proximidades del mismo panteón, a fin de asistir al servicio religioso en la pequeña iglesia vecina, se sorprendieron al hallar a sus bestias temblorosas o agitadas y locas de miedo.
Entonces los lugareños, que habían tenido ocasión de pasar frecuentemente por aquel lugar, hablaron de ruidos extraños que oían a veces y que parecían provenir del panteón de los Buxhoewden.