¿Dónde está Dios? - Wendy Armfield - E-Book

¿Dónde está Dios? E-Book

Wendy Armfield

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Beschreibung

Cuando las tormentas de la vida se desatan a tu alrededor y te preguntas dónde está Dios, puedes confiar en el Buen Pastor. A través de las experiencias de Moisés, José, Daniel, Jesús y otros personajes bíblicos, descubrirás las promesas de Dios sobre tu futuro; encontrarás la paz (incluso sin respuestas) y podrás superar la amargura, la ira y el dolor. Entenderás que Dios está contido en la barca; y encontrarás bendiciones en los obstáculos de la vida.

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¿Dónde está Dios?

Claves para salir a flote en medio de las tormentas

Wendy Armfield

Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires, Rep. Argentina.

Tabla de Contenidos
Tapa
Prólogo
Prefacio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16

¿Dónde está Dios?

Claves para salir a flote en medio de las tormentas

Wendy Armfield

Título del original: Stormy Seas.

Dirección: Pablo Ale

Traducción: César A. Sánchez Murillo

Diseño de tapa: Mauro Perasso, Nelson Espinoza

Diseño del interior: Nelson Espinoza

Ilustración: Mauro Perasso

IMPRESO EN LA ARGENTINA

Printed in Argentina

Primera edición; e-book

MMXXIII

Es propiedad. © Pacific Press, 2021. © Asociación Casa Editora Sudamericana, 2023.

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.

ISBN 978-987-798-820-8

Armfield, Wendy

¿Dónde está Dios?: Claves para salir a flote en medio de las tormentas / Wendy Armfield / Director Pablo Ale. - 1ª ed. - Florida: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2023.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: online

Traducción de: César A. Sánchez Murillo.

ISBN 978-987-798-820-8

1. Vida Cristiana. I. Ale, Pablo, dir. II. Sánchez Murillo, César A., trad. III. Título.

CDD 248.4

Publicado el 14 de abril de 2023 por la Asociación Casa Editora Sudamericana (Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires).

Tel. (54-11) 5544-4848 (opción 1) / Fax (54) 0800-122-ACES (2237)

E-mail: [email protected]

Website: editorialaces.com

Prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación (texto, imágenes y diseño), su manipulación informática y transmisión ya sea electrónica, mecánica, por fotocopia u otros medios, sin permiso previo del editor.

Prólogo

Cuando Wendy me pidió que considerara escribir el prólogo de su libro, tuve que aferrarme al borde de mi escritorio para mantener el equilibrio. Tuve el privilegio de leer cada capítulo conforme ella los terminaba, y quedé fascinada por su habilidad de presentar una perspectiva refrescante de estas conocidas historias que nos conducen a la presencia misma de Dios.

A lo largo de los años, he llegado a conocer el corazón de Wendy. Sin duda, es una embajadora de nuestro Padre celestial en este sombrío planeta. Me encanta cómo funciona su mente. Toma pasajes de las Escrituras y habla con Dios acerca de ellos; después, los combina de una forma admirable, lo que resulta en una serie de nuevas y fabulosas ideas y significados. Solo puedo imaginar la diversión que tendrá a lo largo de la eternidad cuando los altibajos y los zigzags que existen ahora desaparezcan para siempre. Estará en su entorno: la verdad en toda su pureza y belleza.

Entonces, ¿te preguntas cuál es la verdad sobre la constante avalancha de problemas y sinsabores que hay a lo largo de nuestra vida? Recuerdo que, cuando era joven y tenía una madre alcohólica, me decían que, si le entregaba mi corazón a Jesús, él lo arreglaría todo. Bueno, eso no sucedió. ¡No hubo una navegación tranquila para mí!

Así que, de nuevo, ¿te preguntas, junto con otra infinidad de personas que luchan, cuál es la respuesta a por qué le pasan cosas malas a la gente buena?

En realidad, voy a replantear la pregunta: ¿Por qué permite Dios que cosas malas les sucedan a las personas que él creó; en particular, a los que se han entregado a él?

“Confía en Jehová con todo tu corazón”

Parece que aprendo lentamente. No conocí mucho acerca de Dios hasta bien entrada en la edad adulta. Para entonces, ya había formado algunos hábitos y actitudes malsanos que parecían ayudarme a afrontar algunos traumas en mi vida: el abuso físico y emocional, el sentimiento de no ser amada y de estar sola, así como una sensación de ser completamente inadecuada para cambiar o mejorar algo.

Pero, ¿sabes qué? Nuestro Dios es un Padre y Amigo muy sabio y compasivo. Sabía cómo llevarme a una verdad más profunda acerca de él. Porque, como verás, una de las opiniones malsanas que me había formado sobre Dios era que él estaba enojado a causa de todos mis fracasos al intentar ajustarme a sus normas.

Los cuadros que Wendy nos pinta en ¿Dónde está Dios? son los de un Dios, el Dios verdadero, cuyas misericordia y amor sensible por cada uno de nosotros son interminables como la eternidad. Y esto es algo que aprendo paulatinamente. Confiar en su amor por mí es un consuelo cálido y maravilloso.

“No te apoyes en tu propia prudencia”

Aprender a apoyarme en Dios, en lugar de en mi propio entendimiento, ha sido un desafío. Me he dado cuenta de que no es un asunto de una sola vez, sino un proceso continuo; un proceso que ha requerido (al menos para mí) mucha repetición. Cuando decido hacer algo, lo primero es empezar. Así que empiezo y avanzo, y de repente, se produce una interrupción. Alguien o algo interrumpe. Una persona necesita algo, un mal funcionamiento de la máquina o una tormenta de hielo impiden el desplazamiento. Luego, llego a un punto en el que debo elegir. Cuando recuerdo que mi Señor tiene el control de todo –de todo, aun de las interrupciones– puedo decidir apoyarme en él. Sin embargo, a menudo me tomo esa interrupción como un acontecimiento frustrante; en mi propia comprensión, me torno ansiosa, airada o descontenta.

“Reconócelo en todos tus caminos”

Cuando entrego todos mis asuntos al control de Dios y lo reconozco como Señor de mi vida, puedo descansar; descansar de verdad. Este Universo, con todo su funcionamiento y su desenvolvimiento, está bajo el control de aquel que quiere que yo sea su hija confiada. La sabiduría, el entendimiento y el conocimiento del Señor están por encima de mi sabiduría, mi entendimiento y mi conocimiento, así como los remotos límites del Universo están fuera de mi alcance. Cuando lo reconozco mediante un corazón que lo adora, su paz y su alegría inundan mi alma, incluso en medio de las muchas interrupciones de la vida.

“Él hará derechas tus veredas”

Se dice que las personas se dividen en dos grandes bandos: quienes piensan que pueden y quienes insisten en que no pueden. Ambos están equivocados y necesitan la ayuda divina.

Ambos necesitan un Padre amante que guíe sus pasos por la senda que conduce a él. El Salmo 23 nos dice que la senda de justicia nos lleva a través de un hermoso escenario: delicados pastos y aguas de reposo. Pero también nos lleva a través del valle de sombra de muerte y en medio de los enemigos.

En Apocalipsis 3:20, Jesús nos dice que está llamando a la puerta de nuestro corazón. No va a forzarla. ¡No! El enemigo sí fuerza, pero nuestro Padre celestial, no; respeta nuestras decisiones. Ha prometido que, si escuchamos su voz y abrimos la puerta, entrará y cenará con nosotros, convivirá con nosotros y compartirá con nosotros su sabiduría y su conducción. Conforme lo reconozcamos y sigamos su guía –independientemente de la situación en la que estemos–, está esperando que nos encontremos con él. Nuestro compasivo Padre está esperando proveernos alimento, fortaleza, esperanza y orientación.

Hay un asunto más: Quiero contarte cómo conocí a Wendy Armfield. Ella vive a bastantes kilómetros de mí, en una montaña escarpada, con su esposo y con sus siete adorados “niños” felinos. Muy cerca de ahí viven sus suegros. Los padres de Wendy viven en otra montaña bastante cercana, en una encantadora cabaña de madera que construyeron cuando su hermana mayor era solo una niña. Las niñas crecieron ahí; caminaban y montaban sus caballos a lo largo de los valles y sobre las colinas, y disfrutaban de las bellezas que solo se encuentran en las Montañas Rocallosas. La madre de Wendy es una de mis amigas más queridas. Nos conocemos desde hace años… desde que nació. En realidad, la mamá de Wendy es mi hija mayor. Entonces, por supuesto, me siento honrada y muy feliz de que Wendy sea una de mis nietas.

Te invito a profundizar con ella en la vida de algunas personas que, de manera personal, experimentaron una notable interacción con su Creador. Él se valdrá de cualquier elemento de nuestra vida, si se lo entregamos, para revelarnos nuestra enfermedad personal y para que podamos entregarle nuestra alma enferma para ser sanada.

Camina con Wendy y permite que el Espíritu de Dios guíe tu viaje. Uno mis oraciones a las de ella mientras exploras tu propio camino con nuestro asombroso Dios y descubres las ricas reservas de alegría, paz y poder que anhela compartir contigo.

Confía en Jehová con todo tu corazón

y no te apoyes en tu propia prudencia.

Reconócelo en todos tus caminos

y él hará derechas tus veredas

(Prov. 3:5, 6).

Jeanina Bartling

Prefacio

La creación de este libro no fue planeada. Nunca me propuse escribir un libro. Simplemente, estaba escribiendo un breve estudio bíblico sobre Lucas 8:22 al 25. Conforme escribía sobre la experiencia de los discípulos de Jesús en el Mar de Galilea durante la tormenta, me di cuenta de las mentiras que existen sobre la aparente falta de cuidado de Dios cuando nos enfrentamos a los problemas de este mundo, de tal manera que tendemos a cuestionarlo cuando suceden cosas malas.

El tema me llegó a parecer fascinante. Cada vez que me sentaba a escribir, tenía una gran cantidad de ideas para perseguir y preguntas para explorar. Este libro nació debido a mi búsqueda de entender mejor la voluntad de Dios para nosotros y de por qué tenemos que enfrentar dificultades.

Conforme profundicé en el tema de quién es Dios en medio de las tormentas de la vida, personalmente sentí que él quería que lo conociera y entendiera. De hecho, Dios nos invita a descubrirlo e investigar de él en las páginas de la Biblia. Así es, Dios mismo nos invita a un viaje para descubrir quién es:

“Me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón” (Jer. 29:13).

“Si lo buscas [preguntando por él y procurándolo como tu primera y vital necesidad], lo encontrarás” (1 Crón. 28:9, NTV).

“Busquen al Señor mientras puedan encontrarlo; llámenlo ahora, mientras está cerca. Que los malvados cambien sus caminos y alejen de sí hasta el más mínimo pensamiento de hacer el mal. Que se vuelvan al Señor, para que les tenga misericordia. Sí, vuélvanse a nuestro Dios, porque él perdonará con generosidad” (Isa. 55:6, 7, NTV).

“Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá, porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” (Mat. 7:7, 8).

Dios quiere que investiguemos acerca de él, que lo descubramos, que lo busquemos. Si bien hay algunos aspectos que están infinitamente más allá de nuestra comprensión, hay muchos asuntos que nos han sido revelados en su Palabra; aspectos que son para que los estudiemos y los aceptemos. “Las cosas secretas pertenecen a Jehová, nuestro Dios, pero las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, a fin de que cumplamos todas las palabras de esta Ley” (Deut. 29:29).

Nuestra comprensión de Dios no debe basarse únicamente en el emocionalismo o en algún tipo de creencia que nos haga sentir bien o que no tenga otra base que una idea que suena bien. Nuestra comprensión de Dios es como construir una relación; incluye una investigación racional e inteligente de quién es él. Este conocimiento se deriva de acudir a la Biblia, formular preguntas y buscar las respuestas en la inspirada Palabra de Dios. Estamos invitados a investigar, tocar, preguntar, buscar, conocer y aprender. Dios nos invita a acceder a una experiencia tanto emotiva como intelectual para descubrirlo.

He enfrentado pruebas y tribulaciones. Le he formulado a Dios las mismas preguntas que muchas personas le han formulado; he tenido las mismas dudas acerca de Dios durante esos momentos, así como otras muchas personas las han tenido. Así que escribí este libro basándome en mi experiencia personal y en un profundo estudio de la Biblia sobre este tema.

Cuando estaba a punto de finalizar este manuscrito, empecé a darme cuenta del notable efecto en mi vida que tuvo la tarea de escribir. Por ejemplo, solía enfrentarme al mal tiempo invernal con severo desprecio y quejas. Sé que para muchos esto puede sonar ridículo; pero, para mí, era un gran problema. Sin embargo, el clima invernal, las pruebas cotidianas y los grandes problemas empezaron a parecerme diferentes. Estaba sorprendida de encontrar verdadera aceptación y paz en las tormentas de la vida. Empecé a entender que escribir este libro propició un drástico cambio en mi propia perspectiva de la vida y en mi caminar con Dios. Fue un punto de inflexión en mi vida espiritual, mental y emocional.

Los problemas pueden sobrevenir desde cualquier dirección y en cualquier momento. Cuando golpean, lastiman. Nos pueden dejar consternados y sorprendidos.

Justo antes de darle el toque final al último capítulo de este libro, los problemas se cruzaron en mi camino. Recuerdo hablarle a mi esposo por teléfono: “Nathan, ¡será mejor que vengas para acá! ¡Tenemos una emergencia! Tráete muchas toallas”. Vivíamos en una casa rodante y se inundaba. La línea principal de agua de nuestro remolque se había congelado, como generalmente ocurría en las noches de invierno especialmente frías; pero, esta vez, la válvula de la manguera del alcantarillado también se había congelado, por lo que no podía correr el agua de la casa rodante a la alcantarilla.

Ese día, la canilla de la pila de la cocina se había quedado abierta por accidente. Cuando llegué a casa después de algunas horas, encontré que el agua salía a borbotones del lavadero. Se había llenado el tanque de aguas negras y provocó que la bañera se desbordara hacia los conductos de ventilación del calentador y se llenaran también de agua. Luego, el agua comenzó a correr por la parte trasera de la casa rodante, con lo que se empapó el aislamiento en la parte inferior del remolque. Cualquier tipo de daño por agua, como inundaciones y fugas, es realmente una mala noticia en una casa rodante. El agua puede quedar atrapada fácilmente en las paredes, los techos y los pisos; puede pudrir rápidamente la madera barata de la que está hecha una casa rodante. ¡Parecía que acabábamos de destruir nuestro pequeño y acogedor hogar!

Cerré la canilla y me apresuré a absorber el agua con toallas de baño mientras mi esposo sacaba el agua desbordada de la bañera y la vertía afuera. Nuestro hogar, nuestro pequeño lugar de refugio y alegría, estaba casi destruido; y lloré al pensar en la pérdida. Pero, al mismo tiempo, no estaba preocupada, enojada ni angustiada. Sabía que Dios tenía un plan y que nos ayudaría. Me encontré parada en medio de un desastre, pero en total paz. Extrañamente, ¡estaba más emocionada que nunca por ver a Dios obrar en mi favor!

Estaba sorprendida por la paz y la aceptación que Jesús me había dado en mi prueba repentina. Todo lo que había aprendido mientras escribía este libro había clarificado mi propia comprensión de cómo Dios obraría en mi vida en medio de mis pruebas. He empezado a ver con más claridad el propósito de los problemas que me sobrevienen y quién es Dios en medio de esos problemas. Dramáticamente, mi fe ha aumentado, mi relación con Jesús se ha enriquecido de manera maravillosa y mi perspectiva de la vida ha cambiado completamente para bien.

En este libro, daré una mirada dura, realista y cruda de quién es Dios cuando los problemas nos golpean. Quiero la verdad. Si hay una certeza de encontrarla, yo la quiero. Si hay paz al comprenderla, yo la quiero. La quiero. Quiero la evidencia contundente, verdades prácticas, creencias tangibles y conclusiones sólidas. Si quieres entender quién es Dios y dónde está en medio de la tragedia y la aflicción, entonces te animo a leer y estudiar los siguientes capítulos con un mente dispuesta y abierta. Las lecciones y los descubrimientos de este libro tienen el potencial de cambiar tu vida para bien. Digo esto con una firme convicción y profunda humildad, que se basa en una permanente gratitud a Dios; sin su ayuda, no podríamos lograr absolutamente nada bueno. Introducción

Horatio G. Spafford era un abogado y hombre de negocios que vivía en Chicago. Él y su esposa, Anna, tenían cuatro hijas. En 1871, el Gran Incendio de Chicago destruyó gran parte de sus inversiones inmobiliarias.

En 1873, Anna y sus cuatro hijas viajaron a Europa. Horatio había planeado ir, pero acabó quedándose para resolver un problema empresarial imprevisto. Tenía la intención de reunirse con su familia algunos días después.

Anna y sus cuatro hijas subieron al barco Ville du Havre. Mientras cruzaban el Atlántico, la embarcación chocó con un barco escocés de casco de acero, el Loch Earn. En cuestión de minutos, el Ville du Havre se hundió con sus 226 pasajeros. Únicamente 87 personas sobrevivieron. Nueve días después, un barco de rescate desembarcó en Cardiff, Gales, con los sobrevivientes. Desde ahí, Anna le envió un mensaje a su esposo que empezaba: “Solo yo estoy salva... ¿qué hago?”

Al recibir el telegrama de su esposa, Horatio reservó su pasaje en el siguiente barco disponible para unirse a su afligida esposa. Después de unos cuatro días de viaje, el capitán de la embarcación llamó a Horatio a su cabina y le dijo que estaban pasando por el lugar en donde sus cuatro niñas se habían ahogado. Uno solamente puede imaginar el dolor que debió haber sentido. Fue en ese momento que escribió las palabras del ahora famoso himno “Alcancé salvación”.

De paz inundada mi alma ya esté

o cúbrala un mar de aflicción,

Mi suerte cualquiera que sea, diré:

¡Alcancé, alcancé salvación!1

Anna y Horatio tuvieron tres hijos más; uno de ellos murió a los cuatro años, de escarlatina. Su vida, como la de muchos de nosotros, no estuvo exenta de dolor, lágrimas y pruebas. Pero, ¿por qué Horatio podía decir que, cualquiera que fuera su suerte, pasara lo que pasara, Dios le había enseñado a decir “¡Aleluya, estoy bien con mi Dios!”? ¿Cómo podría la paz asistir su camino, sin importar el dolor que enfrentara? ¿Qué fue lo que le dio a su apesadumbrado corazón un ancla en las turbulentas tormentas de su vida? ¿Qué tipo de paz calmó las furiosas olas del pesar y el dolor que lo azotaban poderosamente? ¿Qué le había enseñado Dios que le daba tal confianza, sin importar qué les sucediera a él o a sus amados?

Buscaremos las respuestas a estas preguntas en las páginas que siguen.

1 Horatio G. Spafford, “Alcancé salvación”, 1873.

Capítulo 1

Un viaje interrumpido

Muchas personas se reunieron alrededor de Jesús junto al Mar de Galilea para escucharlo hablar. De hecho, llegaron tantos que se metió en el agua, se subió a una barca que había allí cerca y continuó enseñándoles desde la barca, que utilizó como plataforma para que todos pudieran escucharlo y verlo.

Él les enseñó muchas cosas, les habló en parábolas, y se valió de historias y alegorías para ayudarlos a captar las preciosas verdades. Durante días, la gente lo había seguido, clamaba a su alrededor y lo buscaba adonde fuera. Había enseñado, instruido y animado, pero ahora era el momento de descansar. Les dijo a sus discípulos: “Pasemos al otro lado del lago” (Luc. 8:22). Así que, despidieron a la gente y luego entraron en una barca y zarparon hacia el otro lado del Mar de Galilea.

Este mar se extendía ante ellos, inmenso y hermoso. Los somormujos flotaban en las aguas poco profundas moviéndose de abajo hacia arriba mientras se alimentaban de algas subacuáticas.

Las gaviotas volaban sobre el mar; sus cuerpos blancos brillaban a la luz del sol. En lo alto, los pequeños vencejos giraban y se abalanzaban sobre los insectos en el aire. El agua daba suavemente contra los costados de la barca, que se mecía a un ritmo tranquilo. Exhausto, Jesús se quedó dormido en la parte trasera de la embarcación. Navegaban tranquilamente y los discípulos disfrutaban del descanso y la soledad.

Su vida ministerial

Los días de Jesús eran muy ocupados. Solo unos días antes, había sanado a un leproso. El hombre, dominado por una enfermedad contagiosa, había corrido a Jesús y se había arrodillado ante él. Todos retrocedieron aterrorizados a causa de este hombre, para no entrar en contacto con él y contaminarse. Pero Jesús no huyó. Lo miró con compasión.

“Señor, si quieres, puedes limpiarme”, clamó el leproso. Jesús se acercó y lo tocó: “Quiero, sé limpio” (Mat. 8:2, 3). Al instante, el hombre quedó sano. Hubo celebración y alegría.

Después, en Capernaúm, un siervo de un centurión había sido sanado de parálisis. Luego, Jesús curó a la suegra de Pedro de fiebre en la casa de ella. Al atardecer, la gente le llevó a los enfermos y a los endemoniados y sanó a todos (Mat. 8:5-17).

A pesar de sus milagros y la atenta sensibilidad que mostró a todos, gran parte de los dirigentes religiosos continuaron rechazándolo como profeta y como Mesías. Permanentemente buscaban ocasión de discutir con él y acosarlo. Incluso, acusaron a Jesús de ser malvado (Mar. 3:20-30). No obstante, él prosiguió la obra de su Padre celestial de llevar a las personas esperanza, libertad y alegría adondequiera que fuera.

La tempestad

Repentinamente, la barca en la que Jesús y sus discípulos viajaban se sacudió por una violenta ráfaga de viento, lo que interrumpió la pacífica navegación. Una tormenta explosiva se desató sobre el Mar de Galilea. Agitó el agua hasta convertirla en un torbellino de olas, hasta el punto en el que la barca empezó a inundarse. Los discípulos, sacudidos y asaltados por el viento y las olas, lucharon para librar la barca del agua que la anegaba. La barca se tambaleaba y se sumergía en el mar enfurecido, mientras ellos recogían el agua con sus manos ahuecadas, con las prendas o con cualquier otra cosa que pudieran encontrar. Cada vez que la sacaban, otra ola de agua entraba en la barca. Parecía llenarse más rápido de lo que podían vaciarla; cada intento parecía inútil. Pensaron con temor: ¡Nos vamos a hundir!

–¡Despierten a Jesús! –gritó uno de ellos.

–¿No le importa? –añadió alguien más.

–¡Maestro, Maestro! –un discípulo sacudió el sueño de Jesús–. Vamos a morir. ¿No te importa?

Jesús se despertó. Vio la gran tormenta que se desataba violentamente a su alrededor; las olas alcanzaban su rostro y vio a los discípulos aterrorizados. Vio el agua de la barca sacudirse y bailotear de un lado a otro. Se levantó y dijo: “¡Paz!” Su voz repercutió con autoridad: “¡Calla, enmudece!” Inmediatamente, el viento cesó. La gran tormenta que había aterrorizado a los discípulos, de repente, se convirtió en “una gran calma” (Mar. 4:39).

Haz una pausa. Contempla la escena. Escucha el suave chapoteo del agua contra la embarcación, con su familiar crujido y el suave y rítmico golpeteo de las cuerdas dentro de la embarcación. Las velas colgaban tranquilamente en señal de descanso. Los puños apretados de todos los marineros se relajaron. Volvieron a respirar.

Jesús, al calmar la tormenta, cumplió la profecía: “Calmó la tormenta hasta convertirla en un susurro y aquietó las olas” (Sal.  107:29, NTV). “Gobiernas los océanos; dominas las olas embravecidas por la tormenta” (Sal. 89:9, NTV).

Los discípulos lo observaban con asombro; se decían uno a otro: “¿Quién es este hombre, que hasta el viento y el mar le obedecen?” (Mar. 4:41, TLA).

¿Cómo habrá sido la experiencia de que una gran tormenta se convirtiera en una gran calma, como describe la Biblia? Lo más cerca que he estado de una experiencia de este tipo fue cuando un día decidí realizar un trabajo en mi jardín. Mientras estaba trabajando al aire libre, repentinamente, el viento se abalanzó sobre mí. Había visto la tormenta aproximarse, pero no creía que fuera a soplar tan rápido.