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Amor, vida y bibliotecas Elle Cooper creció en una familia de acogida y siempre sintió que le faltaba una parte de sí misma. Ahora, cuando se acerca su treinta cumpleaños, está dispuesta a encontrarla. Sin embargo, al iniciar la búsqueda de su madre biológica, que desencadena una serie de acontecimientos inesperados, el tranquilo día a día de esta bibliotecaria se vuelve de repente de lo más agitado. Con nuevos amigos, antiguos amores y sorprendentes influencias que mantienen muy ocupada a Elle, pronto empieza a darse cuenta de que la vida es algo más que el lugar de donde vienes, y que lo que más importa es dónde estás ahora y a quién tienes a tu lado. LOVE HEART LANE: DONDE LOS AMIGOS ESTÁN AHÍ PARA TI PASE LO QUE PASE.
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Seitenzahl: 419
Veröffentlichungsjahr: 2025
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Editado por HarperCollins Ibérica, S. A.
Avenida de Burgos, 8B - Planta 18
28036 Madrid
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Donde pertenece el corazón
Título original: The Library on Love Heart Lane
© Christie Barlow 2024
© 2025, para esta edición HarperCollins Ibérica, S. A.
Publicado por One More Chapter, una división de HarperCollinsPublishers Ltd
© De la traducción del inglés, Rosana Jiménez Arribas
Todos los derechos están reservados, incluidos los de reproducción total o parcial en cualquier formato o soporte.
Esta edición ha sido publicada con autorización de HarperCollins Publishers Limited, UK.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos comerciales, hechos o situaciones son pura coincidencia.
Sin limitar los derechos exclusivos del autor y del editor, queda expresamente prohibido cualquier uso no autorizado de esta edición para entrenar a tecnologías de inteligencia artificial (IA) generativa.
Diseño de cubierta: Lucy Bennett/HarperCollinsPublishers Ltd
Imagen de cubierta: Shutterstock.com
ISBN: 9788410641556
Conversión a ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Portadilla
Créditos
Dedicatoria
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Agradecimientos
Para Elaine Houston,
tus palabras han sido las más bonitas
que nadie me ha dicho en toda mi vida.
Nunca las olvidaré.
Elle Cooper corrió hacia la parada de autobús, en la entrada del Heart of the Villa ge, el encantador centro comercial que albergaba la biblioteca donde trabajaba, además de una floristería y una crepería, entre otras tiendas. El Heart of the Village, formado por granjas y graneros reconvertidos del siglo XIX, se encontraba en los terrenos de Foxglove Farm, en Heartcross.
La app meteorológica había pronosticado que a primera hora de la tarde empezaría a llover a cántaros, así que Elle agradeció la llegada del autobús. Al abrirse las puertas subió, contenta de no haberse empapado mientras el cielo se abría por fin.
—Buenas tardes, señorita Elle —sonrió Henry, el conductor, mientras se tocaba la gorra—. Ha llegado justo a tiempo. ¿Cómo le ha ido hoy en la biblioteca? —le preguntó, entregándole un billete.
—Repleto de grandes esperanzas —respondió ella.
—Ya veo. ¿Y cómo está Irene? Echo de menos nuestras charlas diarias en el autobús.
—Disfrutando de la jubilación. Hasta ahora, ha bajado en kayak por el río Heart, ha disfrutado de unos días en el spa de Starcross Manor y ha ido a un curso de cocina para hacer shabby chic en Bumblebee Cottage.
Henry rio entre dientes.
—Estoy ya contando los días que me quedan para jubilarme.
Elle enarcó una ceja.
—¿Para jubilarse? ¡Pero si le queda un montón, Henry! No aparenta más de cuarenta. —Le dedicó una sonrisa reconfortante.
—¡Gracias! Pero este año cumplo sesenta y cinco y no he faltado ni un día al trabajo en mi vida. Hablando de cumpleaños, creo que ya casi es el suyo.
—Así es —confirmó Elle, con una sonrisa un poco forzada.
Llevaba varias semanas sin dormir pensando en su cumpleaños. Este año cumplía los treinta y ya sabía que iba a ser un día complicado; posiblemente más complicado que ningún otro cumpleaños anterior, dado lo que pensaba hacer para celebrarlo, pero había llegado el momento.
—Ese día viajará gratis. —Henry le guiñó un ojo y Elle le dio las gracias con una sonrisa antes de subir al piso superior del autobús y sentarse en su sitio habitual.
Fue un corto trayecto hasta a su casa, en las afueras de Glensheil. El bus recorrió la carretera de Love Heart Lane y enseguida cruzó el puente en dirección al centro. A Elle le encantó la vista desde el piso superior, con el castillo de Heartcross alzándose a un lado del puente y el río Heart discurriendo entre las rocas al otro lado. Poniendo el punto final perfecto a su jornada laboral.
Mientras miraba por la ventanilla, Elle volvió a pensar en su inminente cumpleaños. No podía creer lo lejos que había llegado desde aquella adolescente que había aparecido en la vida de Irene, que había sido su madre de acogida y se habían hecho inseparables. Su trato era siempre amable y paciente, y Elle sabía que iba a serle de gran ayuda en las próximas semanas —tal vez meses, quizá años, dependiendo del tiempo que tardara—, porque en este cumpleaños era cuando por fin Elle iba a iniciar la búsqueda de su madre biológica.
Diez minutos más tarde, Elle bajó del autobús y dio un corto paseo hasta llegar a la puerta roja de su casa adosada de dos dormitorios, que estaba a tiro de piedra del río Heart.
Nada más abrir la puerta, Elle oyó el pitido de su teléfono. Sonrió al recibir el mensaje de una amiga entusiasta que, según su mensaje, tenía un «cotilleo jugoso» que debía compartir de inmediato. Pippa era cinco años más joven que Elle y vivía a la vuelta de la esquina con sus padres. Hacía poco que había regresado a casa a regañadientes tras romper con Nick, su novio de toda la vida.
Después de prepararse un café, Elle rodeó la taza caliente con las manos y se acomodó en el sofá, tomándose un momento para apreciar lo que la rodeaba. De pequeña, siempre había soñado con tener su propia casa, y aquí estaba, rodeada por completo de una decoración shabby chic de color rosa pastel. Su parte favorita de la habitación era la antigua chimenea victoriana, que complementaba a la perfección la decoración con sus originales adornos florales. Incluso en los días más oscuros, seguía siendo perfecta.
A sabiendas de que Pippa estaría esperando impaciente una respuesta, Elle empezó a teclear un mensaje, aunque, antes de que pudiera terminar, sonó el timbre de la puerta. Así que se levantó para abrir.
Pippa irrumpió en el pasillo como si estuviera a punto de entrar en combustión espontánea.
—¡No has contestado a mi mensaje! —dijo, acusadora.
Elle sonrió y levantó el teléfono.
—Dame un poco de margen. Han pasado exactamente tres minutos desde que lo enviaste.
Las dos se habían conocido en el trabajo hacía seis meses. Pippa acababa de terminar la carrera de Biblioteconomía y había conseguido un trabajo junto a Irene y Elle. Eran completamente opuestas. Pippa vivía para la moda, los zapatos más in y bolsos de diseño, y pasaba la mayor parte del tiempo viendo tutoriales de maquillaje en TikTok o comprando artículos inútiles que las redes sociales decían que eran los must have de la semana. Elle, por el contrario, llevaba el pelo recogido en una sencilla coleta alta, no usaba maquillaje y lucía cejas sin depilar. No estaba en contra de las redes sociales, solo disfrutaba de las cosas sencillas de la vida, sobre todo de los libros. A pesar de sus diferencias, en cuanto Pippa cruzó las puertas de la biblioteca, Elle supo que había algo en aquel carismático torbellino. Su sonrisa era enorme, su personalidad burbujeante y, aunque trabajaban juntas todos los días, fue en el club de lectura local donde consolidaron su amistad.
Un día, después del trabajo, Elle había invitado a Pippa al club de lectura que se celebraba en el Bonnie's Teashop, en Love Heart Lane, todos los jueves por la noche. La tetería era propiedad de Rona y Felicity, pero el club lo dirigía Mim, una ávida lectora.
En el Bonnie's Teashop se respiraba un aire vintage, con tazas de té de porcelana, deliciosos pasteles caseros y un chocolate caliente que estaba para morirse. Para Elle, el ambiente era perfecto, con velas de té perfumadas que parpadeaban dentro de tarros de mermelada de cristal y banderines florales colgando del techo.
Cuando llegaron a la tetería, la parte delantera del mostrador estaba abierta, mostrando una gran variedad de hermosos pasteles en numerosos expositores con cúpulas de cristal, y sus compañeros del club de lectura ya estaban sentados a una mesa de pino repleta de libros, charlando alegremente entre ellos.
Mim les había dado una calurosa bienvenida. Se acomodaron en los sillones de terciopelo que había frente al ventanal y empezaron a hojear algunos de los libros que les habían preparado. Un club de lectura era la idea que Elle tenía del paraíso: un lugar donde compartir pensamientos sobre libros y autores con un grupo de personas a las que también les encantaba todo lo relacionado con los libros.
Una vez iniciada la velada, y después de que Mim presentara a Pippa al grupo, preguntó a los asistentes cuáles eran sus autores favoritos de todos los tiempos.
—Sam Stone —habían declarado Pippa y Elle justo a la vez, compartiendo una mirada que indicaba que ambas sabían que iban a ser amigas íntimas.
—Pero tres minutos es mucho tiempo. —Pippa se estremeció cuando cerró la puerta y quedó en el cálido ambiente.
—¿Dónde has dejado el abrigo?
—Vengo de aquí al lado —contestó ella, entrando en el salón—. Además, hay que crear oportunidades.
—¿Crear oportunidades? —dijo Elle, y se preguntó con qué profunda declaración iba a salir Pippa a continuación.
—Puede que me encuentre con el hombre de mis sueños por la calle y si mi vestimenta está oculta tras un abrigo no estoy enseñando todo mi potencial.
Elle no pudo evitar mirar a su amiga de arriba abajo. Llevaba un vestido de diseño que parecía recién salido de la pasarela.
—¡Muy mono! ¡Justo lo que necesitas para ir a casa de una amiga en un día lluvioso de febrero!
Pippa sonrió, posando orgullosa con una mano en la cadera.
—Me encanta este vestido, no puedo dejar de ponérmelo. —Pippa estaba guapísima, por supuesto, con su talla treinta y seis, piernas de jirafa y brazos tonificados. La melena rubia le llegaba justo por encima de los hombros y sus grandes ojos azules estaban perfectamente realzados por el iluminador y el brillo de labios—. Deberías intentar renovar tu vestuario, Elle. Deja de ir a lo seguro. Tienes un cuerpo maravilloso escondido bajo esos jerséis holgados. Quizá si empezaras a lucirlo, comenzarías a atraer al sexo opuesto. ¿Sabes que tu reloj biológico está en marcha? —bromeó.
Elle le dedicó una sonrisa sarcástica. Era plenamente consciente del hito que pronto alcanzaría, pero cambiar su vestuario no era lo primero en su lista de prioridades en ese momento. La verdad era que estaba mucho más interesada en encontrar las piezas que faltaban y conocer sus raíces. Con los constantes pensamientos sobre su madre biológica llenándole la mente, no quería ni necesitaba fomentar ningún tipo de interés romántico, excepto quizá el de Noah Jones, que había salido de su vida la misma tarde en que había llegado a la misma. Él era su secreto…, y en él pensaba a menudo.
—Además, fuiste tú quien dijiste que, si quería superar lo de Nick, tenía que dejar de andar deprimida y en chándal por ahí y arreglarme.
—Eso fue porque estuviste sin salir de la cama durante días. No me refería a que te vistieses casi sin nada. Te vas a morir con este tiempo. Y ¿qué pasa con las gafas? ¿Desde cuándo llevas gafas?
Pippa se miró en el espejo de la pared y admiró su reflejo antes de echar un vistazo a su reloj.
—Desde hace unas doce horas. Leí en una revista que los hombres encuentran más atractivas a las mujeres que llevan gafas. Así que, como trabajo en una biblioteca, creo que me harán parecer más inteligente y aplicada.
Elle le dedicó a su amiga su mejor mirada fulminante. Pero tampoco podía dejar de admirar el hecho de que Pippa fuera muy dueña de sí misma y le importara un bledo lo que pensaran de ella.
—Cambiando de tema, ¿qué era lo que me querías contar? ¡Venga, suéltalo! Dijiste que es un chisme jugoso.
—Entonces, ¿no te has enterado de la última? —Pippa parecía a punto de estallar mientras se esforzaba por bajarse la escasa tela que simulaba ser una falda antes de sentarse en el sofá.
—¿Enterarme de qué?
—Se rumorea que Nick ha roto con su nueva novia. No ha durado mucho, ¿no?
—Hummm, ¿y eso te importa porque…? —Elle enarcó las cejas mirando a Pippa.
—Ha eliminado todo rastro de ella en Instagram. Esa es una señal clara. —Pippa se subió las gafas por la nariz—. Sé lo que estás pensando.
—¿Qué?
—Que estoy loca y necesito superar mi obsesión.
—Me has leído el pensamiento.
Pippa suspiró:
—Necesito superarlo, ¿no?
—¡Sí! En serio, sé que ha sido una parte importante de tu vida, pero ¡mírate! Eres guapa, joven e inteligente, incluso sin gafas. Es decir, lo eres cuando no has perdido la cabeza —añadió con una sonrisa.
Después de ver cómo se rompía la relación entre Pippa y Nick, Elle agradeció no tener ese tipo de complicaciones en su vida en ese momento. Pippa había estado hundida, con el corazón hecho añicos, y se había pasado horas navegando sin sentido por las redes sociales, rodeada de cajas de pizza vacías. No era la idea que tenía Elle de divertirse.
—Pero, gracias a él, no tengo casa.
Elle se rio; a Pippa le gustaba exagerar.
—No eres exactamente una sintecho; has vuelto a vivir con tus padres.
—Es casi lo mismo. Quiero decir, ¿quién vive con sus padres a los veinticinco? —contestó sombríamente.
—Tú. Y al menos no tienes que seguir compartiendo espacio con ese malnacido. Sé que es difícil, pero, si sigues espiándolo y tratando de averiguar lo que está haciendo cada minuto del día, nunca vas a superarlo. Te volverás loca, y te mereces más que eso. Te lo prometo, pronto pasará a ser insignificante para ti si dejas de torturarte, y entonces también empezarás a sentirte mejor contigo misma.
—Tienes razón.
—Es de sentido común —respondió Elle con tacto.
—Lo sé, lo sé. De todos modos, ahora no querría que volviéramos.
—¡Entonces, deja de mirar lo que hace! ¿Qué pasa con el chico del garaje? Pensé que te había invitado a salir. ¿Tal vez valga la pena una cita?
—¿Dave el Rave? ¿Has visto el coche que tiene?
Elle soltó una carcajada.
—No todo es el coche, y al menos él tiene uno. ¿Qué me dices del coche que tiene Nick? Se le oía traquetear y petardear a un kilómetro de distancia con ese tubo de escape tan horroroso. Temía por tu vida cada vez que te subías en él.
—Yo también —rio Pippa.
—Bueno, supongo que lo que al Corsa azul brillante le faltaba en las partes funcionales lo compensaba con los asientos de cuero color crema, los dados colgantes y ¿qué demonios era ese ambientador? Muy elegante, por no decir otra cosa.
Pippa alzó las cejas.
—Vintage sería la forma más amable de describir ese antiguo cacharro.
Las dos rieron.
—¿Hay otros posibles pretendientes?
Pippa torció el gesto.
—¿Qué pasa con Frankie? Ese que comenta todas tus publicaciones en Insta en cuanto las subes.
Pippa negó con la cabeza frenéticamente.
—Es un tío de ciudad que está zumbado y, además, es supermayor. A su foto de perfil debe de haberle pasado todos los filtros posibles. En realidad, tiene más de cincuenta años, no parece de fiar y va detrás de todas las mujeres jóvenes. Ni siquiera es el típico ligue de cuando te tomas veinte tequilas.
—Si te bebieras veinte tequilas, probablemente acabarías en coma.
En ese momento, ambas se sobresaltaron al oír la lluvia golpear el cristal de la ventana.
—Dios, no me apetece aventurarme a salir con esa lluvia esta noche —dijo Pippa.
Elle se levantó, se acercó a la ventana y se quedó mirando cómo el agua rebotaba en el pavimento.
—Decir que jarrea es quedarse corta.
—¿Qué pasa con el club de lectura? —preguntó Pippa.
A Elle no le gustaba defraudar a Mim —Rona y ella se tomaban tantas molestias para organizarlo todo…—, pero, en noches como esta, Elle prefería acurrucarse en el sofá y ver Netflix.
—No parece que vaya a parar pronto —dijo insegura.
—El código de vestimenta para esta noche será bikini y aletas si nos empeñamos en salir. Las cabezas se girarían, sobre todo si de camino nos metiéramos en el pub a tomar una pinta —bromeó Pippa—. ¿Hay algún autor que venga esta noche?
—No, no creo. Mim entenderá que faltemos una noche, sobre todo con el tiempo que hace. Estoy segura de que no seremos las únicas que prefieran quedarse en casa hoy. ¿Has cenado? —preguntó Elle, sentándose de nuevo.
Pippa negó con la cabeza.
—Es una de esas noches en las que solo quiero comer estofado y sin duda habrá verduras al vapor y pollo en casa.
—¿Qué tal si pedimos algo a domicilio? ¡Ah, y espera a ver lo que he cogido hoy de la biblioteca! Casi se me olvida —dijo Elle con entusiasmo, se inclinó y empezó a rebuscar en su bolso.
—Comida a domicilio suena divino —respondió Pippa—. Vamos, ¡enséñamelo! ¿Qué tienes ahí?
Elle le pasó un libro, y la sonrisa de Pippa al ver la portada lo dijo todo.
—¡Dios mío! ¡El nuevo libro de Sam Stone! Estaba esperando a que saliera a la venta —se maravilló hojeando las páginas.
—Ha llegado hoy a la biblioteca. Pensé que podíamos leerlo antes de que la gente se lanzara en masa a pedirlo (ventajas de mi trabajo…).
—¡Por supuesto! —exclamó Pippa—. Vale, le mandaré un mensaje a mi madre para decirle que me quedo a cenar en tu casa, y tú envíale uno a Mim para decirle que la veremos la semana que viene.
Mientras Elle se dirigía a la cocina para coger los menús de comida a domicilio, le envió un mensaje a Mim.
—¿Indio o chino? —preguntó, y le pasó los menús a Pippa una vez de vuelta en el salón.
—Pollo balti para mí —contestó Pippa, lo que hizo sonreír a Elle.
Cada vez que encargaban comida india, Pippa pedía lo mismo, aunque juraba fervientemente que la siguiente vez probaría algo diferente del menú.
—¿No vas a arriesgarte? —se burló Elle.
Pippa se rio.
—Lo he pensado un segundo, pero ¿y si luego no me gusta? Me moriría de hambre y no me gusta desperdiciar la comida ni el dinero.
La mañana siguiente, Elle estaba apoyada contra los cristales de la marquesina del autobús esperando a Pippa, que llegaba tarde como de costumbre. Cuando el autobús estaba a punto de llegar, Elle echó un vistazo a la calle y la vio corriendo hacia la parada, agitando frenéticamente la mano por encima de la cabeza.
Elle dio un golpecito a su reloj.
—Buenos días. Con el tiempo justo, como siempre.
—¿Por qué los fines de semana me despierto al amanecer y entre semana tengo que abrir los ojos y obligarme a levantarme? —Pippa intentaba recuperar el aliento y se puso la mano en el corazón mientras se estremecía.
—Porque así es la vida. No te me desmayes antes de empezar a trabajar —dijo Elle, observando divertida a su amiga.
—Haré lo que pueda —respondió Pippa, que señalaba el autobús que se dirigía hacia ellas.
En cuanto se abrieron las puertas del autobús, las recibió un sonriente Henry, que inmediatamente se tocó la gorra.
—Aquí están, mis dos damas favoritas. ¡Buenos días!
—Buenos días —respondió Elle—. ¿Y cómo está usted esta mañana tan ventosa?
—Otro día más cerca de la jubilación. —Se rio y les entregó los billetes—. Disfrutad del día.
Un momento después, estaban sentadas en sus asientos habituales de la planta superior.
—Puede que haga mucho viento aquí arriba, pero no hay nada mejor que las vistas de Heartcross —reflexionó Elle mientras miraba por la ventanilla.
—Estoy totalmente de acuerdo contigo. —Pippa tocó con suavidad el hombro de Elle, que la miró de reojo mientras su amiga se recogía el pelo por encima del hombro y sonreía—. Mira esa bella visión —susurró, con la mirada fija en la escalera.
Elle se volvió y miró fijamente al desconocido que subía a la plata superior. Al instante sintió que se ruborizaba y apartó la mirada.
—Viene hacia aquí —murmuró Pippa.
El hombre se sentó al otro lado del pasillo.
—Hasta huele de maravilla —dijo Pippa.
Las dos inhalaron al mismo tiempo y se rieron como adolescentes.
—Tiene algo. Es atractivo —susurró Pippa.
—¿Lo conocemos? Me resulta un tanto familiar. ¿Viene a la biblioteca? —preguntó Elle, echando otra mirada furtiva en su dirección.
—¿Se parece a un típico usuario de la biblioteca? —sonrió Pippa.
—No juzgues un libro por su portada.
—Creo que es amor a primera vista —murmuró Pippa con un brillo travieso en los ojos.
Elle nunca había creído en el amor a primera vista, hasta el día en que conoció a Noah. Había sentido una intensa conexión con él desde el primer momento, y, si la presionaban, tendría que admitir que había estado muy cerca de enamorarse.
Noah Jones era un autor de éxito que Irene había contratado en la biblioteca para impartir un taller de escritura de un día para niños sin recursos. Su carácter cálido y carismático gustaba a todo el mundo, pero Elle sabía que la conexión que ella y él habían sentido era especial. De eso hacía ya ocho meses, y Elle no lo había vuelto a ver, pero pensaba en él a menudo.
—No lleva anillo de casado. Lo mismo aún está soltero —observó Elle.
—No lo había visto antes. No es de aquí. ¿A dónde crees que va? —susurró Pippa.
—¿Cómo voy a saberlo? No tengo una bola de cristal.
—Tiene que tener novia, ¿no?
—Tal vez.
Faltaban dos paradas para que el autobús cruzara el puente que unía Glensheil con Heartcross; mientras miraban, el desconocido hizo sonar la campana y el bus redujo la velocidad, deteniéndose frente al castillo de Heartcross.
—Se está bajando —susurró Pippa, enlazando su brazo con el de Elle. Debían de parecer adolescentes enamoradas mientras sus ojos se sincronizaban para verle desaparecer por la escalera—. Mmm, posiblemente un recién llegado al pueblo —compartió.
—O un turista. Nos visitan en masa.
—Tienes razón. —Pippa se inclinó y limpió la condensación de la ventanilla con la manga del abrigo—. Ahí va, por el callejón que hay al lado del bistró.
Él debió de darse cuenta de que lo estaban observando y miró por encima del hombro hacia el piso superior del autobús. Pippa se dejó caer rápidamente en el asiento y Elle se encontró con la mirada del desconocido. Con una sonrisa tímida, él hizo una breve pausa. Luego, se metió las manos en los bolsillos de la bomber verde antes de darse la vuelta, acelerar el paso y desaparecer de su vista.
Elle gimió, poniendo los ojos en blanco.
—Qué vergüenza.
En los últimos ocho meses había tenido algunas oportunidades de salir con alguien, aunque siempre había evitado una segunda cita. No había nadie que le llamara la atención o con quien tuviera esa conexión instantánea, como con Noah.
—Bueno, eso es todo, lo más emocionante que hemos vivido en el autobús en mucho tiempo. Definitivamente tenemos que averiguar quién es ese hombre —insistió Pippa.
—Vamos, esta es nuestra parada —dijo Elle, se puso de pie y se agarró a la barra metálica para estabilizarse.
Cuando el autobús se detuvo, Pippa se levantó y perdió el equilibrio, trastabilló en el pasillo y cayó en el asiento de enfrente.
—Sujétate fuerte. —Elle le tendió la mano para levantarla.
—¡Siempre me pilla desprevenida! —exclamó Pippa, finalmente erguida y alisándose la falda.
Los ojos de Elle estaban fijos en la mochila negra que yacía en el asiento.
—Anda, mira.
Pippa se dio la vuelta.
—El guapo forastero se ha dejado la mochila. ¿Qué hacemos con ella? —preguntó, la cogió y se la pasó a Elle.
—¿Para qué me la das?
—Porque tú eres la jefa y la más responsable de las dos —respondió Pippa, mirando a Elle con diversión.
—No puedo negar eso —convino Elle, bajando las escaleras—. Podríamos dejarla en la comisaría del pueblo, pero ahora no tenemos tiempo. —Miró la pantalla electrónica situada en la parte delantera del autobús, en la que aparecían los detalles del destino, la siguiente parada y la hora—. Abrimos en menos de quince minutos.
—Que tengáis un buen día, chicas —dijo Henry mientras abría las puertas para que bajaran.
—Tú también, Henry. Oh, Henry, tal vez pueda ayudarnos. ¿Al hombre que se ha bajado en el castillo de Heartcross lo ha visto antes? —preguntó Elle.
—Me temo que no, no es un habitual de mi autobús.
—No pasa nada —dijo ella, echándose la mochila al hombro mientras bajaban del autobús—. Hasta luego, Henry, que tenga un buen día.
Comenzaron a subir por el camino de entrada de Foxglove Farm, que conducía a The Heart of the Village, una serie de graneros reconvertidos en tiendas, además de una biblioteca.
—¿Echamos un vistazo a lo que hay en la mochila? —preguntó Pippa, con un brillo travieso en los ojos.
—No podemos hacer eso. Es de otra persona.
—¿Quién va a enterarse? —Pippa miró a Elle, inclinando la cabeza—. Podría haber algo ahí dentro que nos lleve a identificar a nuestro hombre misterioso.
Elle tuvo que admitir que esa idea ya se le había pasado por la cabeza.
—No, vamos a hacer lo correcto y la vamos a entregar en la comisaría.
—¿No te pica un poco la curiosidad? —preguntó Pippa; trataba claramente de hacer cambiar de opinión a Elle.
—Eso no importa; es fisgonear —aclaró Elle, que miró de reojo a Pippa.
—Aguafiestas —respondió esta.
Elle tenía la sensación de que su amiga no iba a escuchar ni una palabra de lo que dijera, y, sin duda, a más tardar a la hora de comer ya conocerían el contenido de la mochila.
La biblioteca era un bonito granero reconvertido, cuidadosamente diseñado y amueblado. Por fuera, el granero tenía el mismo aspecto de siempre, con su piedra desgastada, las tejas de pizarra y las contraventanas azul pato que enmarcaban las ventanas de madera. La adición de grandes puertas dobles de cristal con un porche de roble inundaba el lugar de luz natural.
Era un lugar idílico para trabajar al que, con su pasión por los libros, a Elle le encantaba ir. Mientras rebuscaba en su bolso las llaves de la biblioteca, saludó a Wilson, el repartidor de UPS, que estaba sentado en el banco bajo el toldo de la crepería.
—Buenos días —saludó Wilson alegre, y cogió una caja enorme.
—Hoy te has adelantado —contestó Elle sonriendo mientras giraba la llave en la cerradura y abría la puerta.
Aún faltaban diez minutos para la apertura oficial de la biblioteca y, tras introducir el código de la alarma y encender las luces, todos entraron en la sala principal, que dejaba a Elle sin aliento cada vez. Lo mejor del antiguo granero era que conservaba un fuerte sentido histórico y patrimonial que armonizaba con su moderno interior. La biblioteca combinaba muebles contemporáneos con piezas antiguas, lo que creaba un bonito contraste. El alto techo abovedado, con sus vigas de roble a la vista, era otra característica fantástica, y la inclusión de un rellano lleno de libros llamaba la atención y ayudaba a delimitar secciones en un espacio muy diáfano.
—Lo primero es lo primero —declaró Elle—. ¿A quién le apetece una taza de té?
Todos se dirigieron a la pequeña sala del personal, que estaba al fondo de la biblioteca, y Elle dejó la misteriosa mochila en la silla de la esquina.
—El tráfico en las carreteras secundarias estaba inusualmente tranquilo por una vez —explicó Wilson, dejando la caja que llevaba en el borde de la mesa.
Wilson llevaba siendo el mensajero designado por UPS para la biblioteca desde Navidad y en ese tiempo había llegado a conocer bastante bien a Elle y Pippa.
—Pareces algo diferente esta mañana, Wilson —dijo Pippa, estudiándolo con suspicacia. Se puso de puntillas y cogió un par de tazas del armario antes de volver a mirar en su dirección.
Elle también echó un vistazo rápido a Wilson antes de examinar las actividades del día, que estaban clavadas en la pizarra de corcho. Wilson se pasó los dedos por el pelo castaño. Tenía los hombros anchos y, según Pippa, unos abdominales para morirse. Ella no tenía pruebas de primera mano, por supuesto. Wilson era otro hombre al que había cotilleado a menudo en las redes sociales.
—Es la barba —dijo Elle.
—¿Qué te parece? —preguntó él acariciándose la barbilla y esbozando una sonrisa ladeada.
—Mmm, me gusta. —Pippa le escrutó la cara—. Te queda bien —dijo, luego sacó las gafas falsas del bolso y se las puso.
—No sabía que llevabas gafas.
—No las lleva. Es el último accesorio de moda. Al parecer, la hacen rezumar belleza e irradiar inteligencia.
—No las necesitas en absoluto para parecer guapa o inteligente —añadió Wilson, dedicándole a Pippa una sonrisa reconfortante.
Elle se dio cuenta de que se habían mirado durante más tiempo del necesario. No era la primera vez que presenciaba bromas coquetas entre ellos.
—¿Dónde quieres esto? —preguntó Wilson, mirando la caja.
—¿Puedes dejarla detrás de la recepción? —respondió Elle, tendiéndole a Pippa una taza de té—. ¿Tienes tiempo para un té?
—Hoy no, pero gracias. —Wilson levantó la caja y se la puso en los brazos. Tenía los antebrazos remangados y los músculos se le abultaron al agarrar la caja con fuerza.
Elle observó divertida a Pippa, cuyos ojos seguían cada movimiento de Wilson mientras este salía de la sala.
Pippa la sorprendió mirando.
—¿Qué? —dijo y sonrió, encogiéndose de hombros.
—No sé por qué no te lanzas y le pides una cita.
—No sé a qué te refieres.
—Claro que no. —Elle puso los ojos en blanco mientras salían y encendían los ordenadores.
Cuando todo estuvo en marcha, Elle puso la fecha correcta en el sello de registro y ya estaban listas para abrir.
Wilson había dejado la caja detrás del mostrador.
—¿Quieres que deje la puerta abierta al salir?
—Gracias, sería estupendo —respondió Elle.
—¡Hasta mañana! —le gritó Pippa.
Por un instante, Elle se detuvo junto al mostrador y observó el espacio familiar. Todo parecía impecable. En ese momento empezaron a entrar usuarios por la puerta, y Felicity, del Bonnie's Teashop, corrió hacia el mostrador.
—Elle, necesito un favor, a cambio de… —Empujó hacia ella una caja de cartón blanco sobre el escritorio.
—Ooh, ¡¿qué tenemos aquí?! —preguntó Elle con una sonrisa, abriendo la tapa de la caja para descubrir barritas de avena y chocolate recién horneadas.
—… usar tu fotocopiadora, si es posible. Necesito imprimir unos menús nuevos. —Felicity juntó las manos como si rezara.
Eso era una cosa que Elle adoraba de este pueblo, que todo el mundo se ayudaba en la medida de lo posible.
—Sabes que puedes utilizar la fotocopiadora cuando quieras, pero estas barritas son muy bien recibidas, gracias.
—Eres la mejor. Te echamos de menos anoche en el club de lectura. Solo éramos unos pocos… debido al tiempo, supongo.
—Me siento culpable por no haber ido, pero una vez que llegué a casa…
—Te entiendo.
—¿Qué me he perdido?
—Todos estamos esperando a que salga el nuevo libro de Sam Stone.
—Será una buena lectura, como siempre. Estaré allí la semana que viene, llueva o haga sol.
Mientras Felicity se dirigía a la fotocopiadora, Elle sintió una ráfaga de aire fresco cuando se abrió la puerta de la biblioteca. Una mujer se acercó a trompicones al mostrador. Casi no podía ver nada por encima de la pila de libros con los que hacía malabarismos.
—¡Espera! Deja que te ayude. —Elle corrió hacia ella. Alargó la mano justo a tiempo para evitar que los libros cayeran de los brazos de la mujer.
—Muchas gracias.
—Son muchos libros los que trae.
—Así es, pero siempre pienso que nunca se tienen demasiados libros. Elle, ¿verdad? Soy Jenny. Sé todo sobre ti por tu madre, Irene.
—Cosas buenas, espero.
—¡Por supuesto! —sonrió Jenny—. Echo de menos verla detrás de ese mostrador. Solíamos ponernos al día de todos los chismes.
—Yo también echo de menos verla aquí. Me sorprende que no nos hayamos visto antes.
—Suelo venir en tu día libre, porque encaja mejor con mi trabajo, pero hoy estoy libre. Y creo que tú también conoces a mi hijo.
—¿Tu hijo?
—Wilson. Ha empezado a trabajar para UPS en Navidad.
—¡Wilson! Sí, Wilson. Justo acaba de marcharse. Ya forma parte de la familia. Deja que te vuelva a sellar todos estos libros —dijo Elle, sacando el primero de la pila y abriendo la cubierta.
Pum. Elle estampó el sello en el primer libro.
—Hay algo terapéutico en ese sonido, ¿verdad? Me alegro de que todavía hagamos algunas cosas a la antigua. Wilson ha venido hoy un poco antes de lo habitual.
—Se levantó y salió con las alondras. Tiene que terminar más temprano porque Jack y él tienen sus primeras pruebas de traje esta tarde.
—¿Para la boda de Eleni y Jack?
Jenny sonrió.
—Sí, está yendo rápido, ¿a que sí?
—Desde luego que sí. Me encantan las bodas y creo que Eleni tiene a la supertalentosa Libby Carter diseñando su vestido. —Elle se llevó las manos al corazón—. ¿Te lo imaginas? Eleni va a estar guapísima.
—Eleni no se lo podía creer cuando Libby aceptó. Al parecer, fue un sueño hecho realidad.
Libby Carter era una diseñadora de moda de fama mundial y hermana de Flynn Carter, el magnate de los negocios propietario de Starcross Manor y del restaurante The Lakehouse.
—Un sueño absolutamente.
La invitación de Elle a la boda de Eleni y Jack lucía orgullosa en la repisa de la chimenea de su casa. Faltaban menos de tres meses. Eleni trabajaba en el B&B de Julia, en el pueblo, y Jack era constructor y trabajaba en la empresa familiar. Eleni también era hija de Mim. Llevaban varios años distanciadas, pero todo parecía haber vuelto a la normalidad. Wilson era el mejor amigo de Jack y, al parecer, también su padrino. Elle sonrió al recordar cómo Pippa no había ocultado su entusiasmo cuando descubrió que la invitación de Elle a la boda llevaba escritas esas palabras tan importantes: «y acompañante». Elle aún no se lo había pedido, pero sabía que Pippa esperaba en secreto que lo hiciera pronto.
—Va a ser una buena fiesta —dijo Pippa, escuchando la conversación.
—¿Vendrás? —preguntó Jenny.
Pippa miró a través de su flequillo en dirección a Elle.
—No, pero estaré bien sentada sola en casa mientras vosotras os deslizáis por la pista de baile y bebéis grandes cantidades de alcohol. Siempre puedo ver las reposiciones del concurso Take me out.
Elle sonrió a Pippa.
—¿Saco mi violín?
—No, ¡no pasa nada! —respondió Pippa—. Las bodas son todas iguales, llenas de parejas que hablan de bebés y del impuesto sobre transmisiones patrimoniales. ¡Menudo aburrimiento! Además, ¿cuántos matrimonios duran de verdad hoy en día? Será mejor que me quede sola mientras vosotras os divertís.
—Pippa ha renunciado a los hombres en este momento —dijo Elle, y le dio a su amiga un codazo juguetón.
—Pero siempre está dispuesta a una fiesta —añadió Pippa.
Elle se aclaró la garganta para ahogar una risita y miró a Jenny.
—¿Crees que esto es una señal para que invite a Pippa a la boda como mi acompañante?
—Tengo la impresión de que Pippa quiere quedarse sola en casa —respondió Jenny con pesar.
—No, ¡me encantaría ir! —Pippa abrió mucho los ojos—. ¿Me estás pidiendo que sea tu acompañante?
—¿Quieres que acabe con tu sufrimiento, Pippa Lawson? ¿Me harías el honor de acompañarme a la boda de Eleni y Jack? —preguntó con su tono de voz más formal y elegante.
Pippa le dedicó una amplia sonrisa y luego chilló.
—¡Shhh, estamos en una biblioteca! —susurró Elle.
—¡Lo siento, lo siento! ¡Gracias! Pensé que nunca ibas a pedírmelo. —Pippa abrazó a Elle—. Voy a necesitar un vestido, además de un tocado, y, nunca se sabe, a lo mejor incluso acabo siendo yo la que coja el ramo, pero eso puede ser un desperdicio sin un hombre a la vista. También zapatos nuevos —añadió—. Y cualquier excusa es buena para comprar un bolso nuevo…
—Coge aire —dijo Elle riendo.
—Voy a dejaros, chicas. Os veo pronto. —Jenny se dirigió a la salida y se cruzó con un hombre cuyo rostro le resultaba vagamente familiar a Elle, quien entrecerró los ojos concentrada, intentando recordarlo.
—Buenos días, Elle. Cuánto tiempo sin verte.
—¡Aiden! —saludó Elle, recordando la cara familiar que había visto antes en varios seminarios de trabajo—. Me alegro de verte. Trabajas en la biblioteca de Inverness, ¿no? ¿Qué te trae por aquí?
De repente, a Aiden se le notó preocupado.
—Así es, trabajaba en Inverness, pero a partir de hoy trabajo aquí, en la biblioteca de Love Heart Lane.
Desconcertada, Elle miró a Pippa, que se encogió de hombros discretamente.
—Los de Recursos Humanos me han dicho que te han enviado un correo con toda la documentación. Me han trasladado.
Elle pulsó muy deprisa el teclado y abrió el correo. Ahí estaba, el mail no leído de Recursos Humanos. Lo leyó rápidamente.
—Dios mío, ¿cómo se me ha podido pasar? Lo siento mucho. Tal vez te esperases otra bienvenida, pero —abrió los brazos de par en par— ¡bienvenido a la biblioteca de Love Heart Lane!
—Gracias —respondió él—. Este lugar es impresionante. —Se dio la vuelta y observó lo que le rodeaba. Señaló la ventana. La lluvia había amainado y el sol brillaba, creando un arcoíris espectacular sobre la montaña Heartcross—. Es espectacular.
—Totalmente de acuerdo —respondió Pippa. Su sonrisa se ensanchó, y Elle se dio cuenta de que miraba a Aiden y no al arcoíris.
Elle enarcó una ceja en su dirección.
—Antes de que me enseñes el sitio, ¿podrías indicarme dónde está el baño?
—Por ahí. —Señaló Elle.
Cuando Aiden desapareció por la puerta, Elle se volvió hacia Pippa:
—Conozco esa mirada soñadora.
—¡Dios existe, es lo único que digo!
—¡Pippa! Esta mañana ha sido el hombre del autobús, luego Wilson y ahora…
—Es bueno mantener las opciones abiertas —protestó Pippa—. Sabía que estas gafas iban a marcar mi vida amorosa. —Se movió las patillas de las gafas detrás de las orejas, lo que hizo reír a Elle, al hacerlas rebotar cómicamente arriba y abajo.
—No vayas a complicar las cosas.
—No estoy segura de lo que quieres decir, pero cállate, que ya viene.
Elle miró hacia Aiden.
—Deja que te enseñe la sala de personal para que te acomodes antes de que te metamos en el sistema informático.
—Me parece buena idea —respondió él.
Elle cogió la caja de barritas de avena que había sobre la mesa.
—Vamos, por aquí. —Y se atrevió a mirar por encima del hombro a Pippa, que le guiñó un ojo.
Elle puso los ojos en blanco; a veces le costaba mucho ser la jefa de Pippa.
Pippa había pasado casi toda la mañana sentada entre los seres humanos chiquitines que estaban en el rincón de los libros infantiles. Todos los lunes a las once de la mañana, Pippa sacaba la marioneta del saco de los cuentos e hipnotizaba a los más pequeños con sus divertidas voces y expresiones faciales mientras leía los últimos álbumes infantiles.
—¿Quieres mi opinión? —preguntó Aiden mientras observaba a Pippa desde el mostrador.
—¿Sobre qué? —respondió Elle; apilaba con cuidado en una cesta los libros que habían devuelto aquella mañana, listos para ser archivados de nuevo en las estanterías después del almuerzo.
—Es innato en ella. —Sonrió en dirección a Pippa—. Mírala. Cobra vida cuando está rodeada de niños.
Elle la miró. Entendía exactamente a qué se refería Aiden.
Aiden continuó:
—Mi madre solía sentarse conmigo durante horas cuando era niño, leyéndome los viejos clásicos. Mi favorito siempre fue Huckleberry Finn. Quizá por eso me gusten tanto los libros.
—Los clásicos siempre son los mejores —coincidió Elle.
—¿Tu madre te leía? ¿Por eso también te gustan los libros? —Aiden la miró de reojo.
Elle había pasado de una casa de acogida a otra hasta que la colocaron con Irene, y no recordaba que nadie le hubiera leído cuando era pequeña. Una vez más, sus pensamientos se dirigieron a su madre biológica. Tenía tantas preguntas que solo podrían responderse descubriendo de dónde y de quién procedía… La pregunta que más le daba vueltas en la cabeza era si su madre biológica habría intentado encontrarla alguna vez.
Elle tenía una vida maravillosa con Irene, un trabajo que le encantaba y un buen círculo de amigos, pero siempre había un dolor sordo, un anhelo por descubrir quién era exactamente, y con los años se había intensificado la curiosidad por conocer la identidad de su familia biológica y las circunstancias que llevaron a que la abandonaran cuando era un bebé.
—Sí —contestó Elle, una pequeña mentira.
—Quería preguntarlo antes: ¿cómo os organizáis a la hora de comer? —dijo Aiden mientras un fuerte gruñido escapaba de su estómago.
—Pippa y yo solemos almorzar por separado. A veces vamos al Bonnie's Teashop o a The Old Bakehouse. También está el pub y la crepería. ¿Quieres venir en el primer turno conmigo?
Pippa estaba terminando la sesión y eso llamó la atención de Elle, que se dio un golpecito en el reloj y le indicó a su amiga que se iba a comer, a lo que Pippa asintió con la cabeza.
—Será estupendo —respondió Aiden cuando Pippa apareció junto a ellos con una sonrisa dibujada en el rostro.
—Sé que no es lo normal que me gusten los lunes, pero es mi momento favorito de la semana —dijo entusiasmada.
—Aiden me comentaba lo bien que se te ve con los niños.
—Oh, qué amable. Disfruto leyéndoles.
—Vamos a comer algo. Si hay mucho trabajo, avísame y me vengo a ayudarte.
Caminando uno al lado del otro, Elle y Aiden se dirigieron a la sala de personal.
—¿Quieres una bebida caliente? —preguntó Elle, llenando la tetera.
—Sí, un café estaría bien, gracias. —Cogió su mochila de una silla y se sentó a la mesa.
—Aquí es donde se guarda el té, el café y el azúcar. Ponemos una libra aquí cada semana para cubrir los gastos, pero, por favor, avisa si ves que se está acabando. Pippa es como un oso con dolor de cabeza si no toma su dosis de café matutino —confesó Elle, agitando la oxidada lata de flores.
Él sonrió.
—Conozco esa sensación. Toma. —Lanzó una moneda al otro lado de la mesa—. Mi deuda está pagada para esta semana.
Elle metió el dinero en la lata y preparó las bebidas. Se sentaron en la mesa de enfrente y abrieron sus fiambreras.
—Háblame de ti. ¿Qué te trae a Heartcross? ¿Por qué el traslado? —preguntó Elle, pero en cuanto lo dijo vio un destello de tristeza en los ojos de Aiden—. Lo siento, no pretendía entrometerme —se apresuró a añadir.
—No, no pasa nada. De verdad, no estás curioseando. —Hizo una pausa—. Es para poder estar más cerca de Theo.
—¿Theo?
—Sí, mi hijo.
—¿Cuántos años tiene?
—Tiene casi tres años. Es intenso, pero maravilloso. Mira, tengo una foto. —Orgulloso, Aiden metió la mano en el bolsillo de la chaqueta y abrió la cartera.
Elle sonrió al ver la foto.
—Es guapísimo. ¿Estás con su madre?
Aiden exhaló hondo y meneó la cabeza.
—No, han sido unos meses difíciles. Es la historia de siempre: una aventura relámpago seguida de un embarazo. Por supuesto, en aquel momento creí que íbamos a estar juntos para siempre, pero pronto nos dimos cuenta de que no éramos el uno para el otro.
—Debe de haber sido difícil tomar esa decisión.
—Lo fue, pero por el lado bueno no hay animosidad entre Louisa y yo, y nuestra principal prioridad siempre será Theo. Aunque no estemos juntos, los dos le queremos con todo nuestro corazón.
—Y eso es lo que importa —añadió Elle, tomando un sorbo de café—. Entonces, ¿Louisa y Theo viven aquí, en Heartcross?
—Se han venido con los padres de ella a Glensheil y, de momento, yo vivo de alquiler en una de las casas adosadas de Love Heart Lane. Tengo que decir que abrir las cortinas y despertarme con un paisaje espectacular es impresionante. Solo llevo aquí un par de días, pero este lugar tiene algo especial.
—Así es —confirmó Elle—. Y parece que ya te ha afectado el hechizo de Heartcross.
Aiden pareció desconcertado.
—¿El hechizo de Heartcross?
—Una vez que llegas a Heartcross, ¡no quieres irte nunca! —sonrió Elle, pensando en todos los vecinos que habían venido de vacaciones, pero que no volvieron a casa nunca más—. Está Bea, que trabaja en el cobertizo para botes Little Blue: vino dos semanas de vacaciones para curar de un corazón roto, consiguió trabajo en el cobertizo para botes y se enamoró de Nolan, que había venido a pasar el verano en su casa flotante.
—Hay un libro que trata de eso por ahí —sonrió Aiden.
—Y Libby, la hermana de Flynn Carter, que vino y le ayudó cuando la organizadora de su boda renunció…
—Leí sobre ese escándalo en la prensa nacional. ¿No hubo un complot para robarle su negocio de bodas que Libby descubrió?
—En pocas palabras. Ella tenía previsto irse a Nueva York después de las vacaciones, pero se enamoró perdidamente de Guy Hart, el cineasta que trabajaba con ella. Ahora divide su tiempo entre la Gran Manzana y Heartcross. Este lugar tiene poderes mágicos. Me encanta trabajar aquí, además la gente es amable y muy solidaria. ¿Y tu familia? ¿Están cerca?
—Solo tengo a mi padre. Mi madre murió cuando yo tenía siete años, de repente, por un infarto.
—Oh, Aiden, cuánto lo siento. Es tan triste. No sé qué decir.
—Tranquila, no pasa nada. Mi madre fue la razón por la que acabé estudiando Biblioteconomía en la universidad.
—¿Era bibliotecaria?
—No, pero siempre me animaba a leer de todo. Era algo que siempre hacíamos juntos. Cuando murió, me crio mi padre. Es increíble e hizo un trabajo magnífico al tener que hacer de padre y madre a la vez. Tuve suerte de tener el apoyo y la estabilidad de mi familia, y de que mi padre nunca se quejara de nada. Hacía de taxista entre los partidos de fútbol y las clases de natación; incluso intenté entrar en el equipo de críquet, pero era muy malo. Solía correr en dirección contraria a la pelota en vez de intentar atraparla —se rio Aiden—. Cuando mejor estaba era leyendo. De todos modos, él era el tipo de padre que algunos niños solo pueden desear. Yo tuve mucha suerte. —Sus palabras resonaron en Elle de un modo que estaba segura no había sido intencionado. Crecer en un hogar estable era todo lo que siempre había deseado, y ese deseo se hizo realidad cuando quedó al cuidado de Irene—. Como podrás imaginar, estamos muy unidos.
—Apuesto a que también adora a Theo.
—Por supuesto, pero hace un par de años se mudó a la costa por trabajo. Se ha instalado en un lugar precioso y vive en una casita junto al mar. Llevaré a Theo a visitarle una semana en verano.
—Suena idílico.
—¿Qué hay de ti? Háblame de Elle. ¿Marido? ¿Novio? ¿Hijos?
—La respuesta a esas preguntas es no, no y no —dijo dando un mordisco a su sándwich.
—¿Padres? ¿Hermanos y hermanas? —Ahora le tocaba a Aiden sondear suavemente antes de comer.
—Solo mi madre, Irene. —Elle siempre se refería a Irene como su madre.
Todos en Heartcross pensaban que Irene era su madre biológica y, dado que Elle la quería con todo su corazón, no le importaba que así lo creyeran. En cuanto Irene había acogido a Elle en su familia, supo que iba a quedarse de por vida, y, cuando Irene sugirió que Elle se cambiara el apellido para que coincidiera con el suyo, a Elle la había embargado la emoción, abrumada por el sentimiento de felicidad…, de pertenencia.
—Irene. ¿De qué me suena ese nombre?
—Probablemente la conozcas. Mi madre te habrá formado en alguno de los cursos de atención al cliente.
—¿Alta, delgada, con el pelo alborotado?
—Sí, es ella.
—No sabía que era tu madre. La he visto en algunas ocasiones. Parecía encantadora.
—Lo es. Mi madre acaba de jubilarse.
—¿Así es como has acabado trabajando aquí? ¿Siempre quisiste seguir los pasos de tu madre? —preguntó Aiden, llevando las tazas vacías al fregadero para lavarlas.
—Sí, cuando mi madre trabajaba en la biblioteca de Glensheil, yo trabajaba allí los sábados cuando era adolescente y me gustó tanto que me licencié en Biblioteconomía. Cuando abrieron esta biblioteca y buscaban personal, supe que quería trabajar aquí. Fíjate en las vistas. —Miró por la ventana.
—¿Cuánto tiempo lleva Pippa aquí?
—Poco más de seis meses —respondió Elle.
Miró el reloj y se sorprendió al ver que la hora de la comida había pasado volando. Pippa asomó la cabeza por la puerta de la sala de personal.
—Ya vamos. —Elle se levantó y empujó su silla debajo de la mesa.
—Está bastante tranquilo ahí fuera. De todos modos, ¿qué has decidido?
Elle y Aiden intercambiaron una mirada de desconcierto.
—¿Qué he decidido sobre qué? Me he perdido —respondió Elle.
—¡Sobre la mochila! —exclamó Pippa, con los ojos muy abiertos, señalando la mochila que había encima de la silla.
—Dios mío, la había olvidado por completo.
—¿Quieres decir que no has echado un vistazo? —Pippa parecía asombrada.
—¡Por supuesto que no! —exclamó Elle.
—¿Qué pasa? —preguntó Aiden, mirando a una y otra.
—Esa mochila de ahí se la dejaron en el autobús esta mañana —respondió Elle, y tiró los restos al cubo de pedal y señaló la barrita de avena que había en la caja—. Sírvete.
—Lo que Elle quiere decir es que esta mañana un hombre muy guapo se dejó la mochila en el autobús, y creo que, si echamos un vistazo dentro, podríamos encontrar algún tipo de identificación que nos lleve hasta nuestro hombre misterioso.