Educación y Resistencia - JOSÉ MACARIO LÓPEZ BALDERAS - E-Book

Educación y Resistencia E-Book

JOSÉ MACARIO LÓPEZ BALDERAS

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El documento "Educación y Resistencia: Claves para un Docente, ¿Cómo navegar en el Siglo XXI?" de José Macario López Balderas analiza los desafíos actuales que enfrentan los educadores, contextualizados en un mundo afectado por las políticas neoliberales y el mercantilismo educativo. Con una rica experiencia de más de treinta años en la docencia, el autor propone una pedagogía de resistencia como respuesta a un sistema que muchas veces adiestra en lugar de educar. La obra invita a los maestros a asumir su papel como agentes de cambio social, enfocándose en la formación integral del alumno y en la necesidad de trascender las barreras impuestas por el sistema educativo actual. A lo largo del texto, se desarrollan principios fundamentales para un docente del siglo XXI: la paciencia, el amor por la enseñanza y la sabiduría, todos ellos indispensables para construir una práctica educativa auténtica y efectiva. López Balderas también enfatiza la importancia de desarrollar habilidades socioemocionales y herramientas críticas que permitan a los docentes superar los obstáculos tanto estructurales como sociales dentro de la educación. Este libro es una guía esencial para aquellos que desean formar ciudadanos comprometidos con la justicia y la equidad, buscando no solo instruir, sino liberar a través de la educación.

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Seitenzahl: 174

Veröffentlichungsjahr: 2025

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Para las maestras y maestros, colegas y compañeros de viaje...

Para mi esposa Magally y mis hijos Gil y Liam...

Tengo cerca de treinta años de servicio como docente. La vida ha transcurrido muy rápido, y los años se han sucedido uno a uno, y como le pasa a la gran mayoría de los seres humanos, no me di cuenta en qué momento llegué aquí, pero aquí estamos. Indudablemente, eso que llamamos vida y que tiene finitud, es la que a través de nuestra interacción con otros se va integrando a un gran colectivo y la suma de todos, forma eso que llamamos vida, es la vida la suma de las voluntades humanas, y eso es lo que la hace inmutable y atemporal; así que, mientras más interactuemos, más vida tendremos. Solo la inmortalidad de las obras permanecerá en la historia y aquellos que nos atrevimos a expresar lo que sentimos y pensamos a través de un escrito o de cualquier otro legado, somos los que deambularemos después de la vida, en otras vidas.

Prologo

Educar es liberar, porque Educación que no libera, no es Educación, ese es el supuesto principal que parece animar a quien se ha echado sobre los hombros la tarea de dilucidar lo que conlleva la responsabilidad de quienes detentan la función de trasmitir información y construir conocimientos; y qué, como bien lo señala el Profesor López, la mayoría de las veces solo se dedican a adiestrar e instruir, pero se olvidan de educar, ya que se carece, en la mayoría de los casos, de los elementos socioemocionales y teóricos cognitivos para realizar esta labor, y que se cree solo le corresponde a la familia hacer.

Sin duda, la labor del Profesor López es producto de su larga experiencia en el aula, ahí es donde la cercanía y el trato con el otro y los otros, revela la complejidad de interactuar con quienes viven una realidad, que a más de las veces es muy diferente de lo que dictan los manuales e instructivos que proporcionan las autoridades educativas.

Dónde existe poder hay resistencia, diría Foucault, y esa resistencia se manifiesta sobre todo cuando el poder se ejerce de manera vertical como sucede en muchas de los ámbitos de la sociedad, sobre todo, en una sociedad como la nuestra, que surgió de una conquista y que sigue arrastrando las secuelas históricas del colonialismo político, económico, social y cultural con toda su herencia y manifestación histórica.

La mayoría de las veces, el docente representa ese poder autoritario, y también, las mayorías de las veces lo ejerce de manera inconsciente; es decir, da por hecho que es parte de la estructura y de la dinámica educativa y desde su sitio de mando, reproduce esquemas y patrones de conducta despóticos y patológicos que poco tienen que ver con el acto de educar. Esos factores que están implícitos, como el económico, por ejemplo, dan lugar a fenómenos escolares, tales como el ausentismo y la deserción o la aversión hacía la información o la construcción de conocimientos, ya que la información recibida no responde a sus necesidades vitales inmediatas, más aún se sienten denigrados y excluidos en su razón de ser.

Es menester señalar que las políticas económicas neoliberales del siglo XX trajeron consigo la acumulación de la riqueza en pocas manos y empobrecieron a las mayorías. Esto trajo consigo factores negativos como la violencia y la destrucción del tejido social, así como el aumento de la delincuencia y el consumo de drogas con las secuelas ya conocidas, por lo que el espacio áulico no resultó ajeno a toda esta problemática social y aunado a la ausencia de herramientas infraestructurales y académicas apropiadas, el docente poco o nada podía hacer para enfrentarla. Es por ello que el perfil de docente, que nos señala el Profesor López, es esencial para dotar al docente de herramientas que coadyuven a paliar ese flagelo que es la violencia y la narco cultura en los procesos educativos. Pues como bien nos hace notar al hacer el recorrido histórico del proceso educativo, no hay progreso social sin educación y el educador es una pieza importante en dicho desafío.

Hoy, el docente lejos de ser un agente del progreso y cambio se ha convertido en un obstáculo más para construir una sociedad menos desigual e injusta, ahí dormita el potencial que puede ser un factor determinante para la transformación social. El Profesor López confía en que su legado no se pierda en la indiferencia de quienes están obligados éticamente a asumir su papel histórico como educadores y revolucionarios.

Es alentador saber que alguien siembra un árbol, a sabiendas, de que quizá no se siente nunca bajo su sombra; y aunque quizá sea una utopía, no se duda que ésta nos servirá para caminar y caminando haremos historia.

Rodolfo Medina Castillo

Prefacio

La palabra es una unidad léxica cuya esencia esta implícita en su significante y su significado; es contextual, idiosincrásico, ideológico y político; y en la mayoría de las ocasiones, es jurídico, atiende a un marco delimitado legalmente, sea éste local o internacional, hago énfasis en ello, ya que como escritor independiente, busco rescatar la sustancia de la palabra, en cuanto que es dicha y escrita, no por sus credenciales, títulos o normativas explícitas o implícitas en el arte de la publicación; sino, por su estructura lógica y su certera manifestación argumentativa.

La palabra se ha desvirtuado y se ha convertido en una hetera de la riqueza y el mercantilismo; y, ha traicionado a la razón. Se ha acogido con editoriales que la han revestido y adornado de parafernalias cual vedette de un carnaval y la han vendido al mejor postor, ha coqueteado con los obscurantismos necrofílicos coexistenciales en los esotéricos grupos cerrados de los supuestos intelectuales orgánicos, se ha visto regodeada en las finas capas de la aristocracia y de la realeza de los llamados lingüistas más reconocidos que se afanan en decir, que ellos son la última palabra, la última manifestación, aquella que se eleva por encima del Olimpo; y, sin embargo, contrariamente a estos denuedos, también se ha manifestado impulsivamente en las zonas marginales con un grito atropellado que busca su trascendencia a través de la fuerza y la prepotencia, expresándose a borbotones, escupiendo su existencialidad y haciéndose notar atropelladamente a través de la barbarie. Su innegable manifestación existencial, se ha expresado y se ha sentido orgullosa por años, a través de sus expresiones masturbatorias multiorgásmicas en un yo necesitado de reconocimiento, a fuerza de enunciarse sin pudor y sin prejuicio y perjuicio de su existencia.

En innumerables ocasiones, incluso, se ha escondido en infinidad de aditamentos, adminículos y formas, solo con la finalidad de hacerse notar. Su negación existencial ante aquellas formas de existencia que no son iguales, que no comparten la forma y el convencionalismo literario en que debe manifestarse, la aniquilan con el desprecio y en muchas de las ocasiones con la barbarie anti sistemática de la marginación social e intelectual de la llamada lengua culta convencional, con la grandeza implícita en la auto devoción, la censura despectiva y el desprecio marginal institucional.

La palabra en su afán de integrarse como un todo se ha transformado una y otra vez en su discurso escrito, pensado, razonado, controlando las emociones, las pulsiones y los instintos que agazapados buscan que la portezuela del inconsciente se entreabra para escapar, tullida, pero con el alma dolida, lastimada, denigrada y ofendida por la afrenta de verse relegada, olvidada y encadenada.

Busca inspiración en el poeta, busca la verdad en la argumentación del científico, busca la sustancialidad y ser portadora de la razón en los filósofos, busca trascender a través de la retórica y la demagogia de los políticos, busca la certeza lógica proposicional en la elocuencia del discurso jurídico o busca trascender en la insustancialidad aparente del discurso amorfo sintáctico del llamado intelectual disfuncional, excluido de la comunidad intelectual orgánica, y es ahí cuando deviene su aniquilación, cuando miente, cuando engaña, cuando pierde la integridad y la credibilidad, pero es ahí cuando surge su trascendencia, sin importar un papel que la valide, un título que la respalde, una comunidad científica e intelectual que le reconozca, una certificación que le dé sustento en un sistema competitivo, una universidad que le dé su respaldo moral.

Lo que, en este apreciado escrito busco, es expresar lo que pienso y lo que creo de este noble servicio, donde la palabra es esencia y sustancia del conocimiento. Donde se busca cultivar la instrucción culta y educada del arte de la palabra; sin menoscabar jamás, aquella que le es propia al vulgo en sus expresiones enriquecidas por el caló propia de su idiosincrasia o de su regionalismo, propio de su contexto sociocultural geográfico; ya que partimos de la proposición, de que, la lengua es propia de los hablantes. La norma es propia de los nobles que deambulan en los palacios del saber institucionalizado.

Contenido

INTRODUCCIÓN

CAPÍTULO 1. RAÍCES HISTÓRICAS DE LA DOCENCIA

CAPÍTULO 2. LA DOCENCIA EN MÉXICO: VIAJE A TRAVÉS DEL TIEMPO

CAPÍTULO 3. DESAFÍOS CONTEMPORÁNEOS EN LA EDUCACIÓN

CAPÍTULO 4. PRINCIPIOS QUE DEBEN REGIR A LA DOCENCIA

CAPÍTULO 5. SUPUESTOS PARA EL DOCENTE DEL SIGLO XXI

CAPÍTULO 6. HACÍA UNA PEDAGOGÍA DE LA RESISTENCIA

CAPÍTULO 7. LECCIONES APRENDIDAS Y PRINCIPIOS RECTORES

REFERENCIAS

Introducción

Los grandes desafíos que se tienen como educador durante el siglo XXI son muy demandantes y con un alto índice competitivo en el libre mercado, sobre todo cuando la cultura credencialista1 está en pleno apogeo en la conformación de capacidades en la llamada Teoría del Capital Humano2 y dada la importancia de esta noble labor, que es la de compartir información y crear procesos de integración cognitiva en nuestra práctica académica, defiero en comunión con ustedes, lo difícil que es la docencia en la cotidianidad escolar, más cuando se adolece del capital humano adecuado y de las condiciones infraestructurales integrales, tanto de instalaciones áulicas, como de laboratorios en sus diferentes modalidades: científicas y tecnológicas, así como de áreas deportivas y artísticas idóneas para el pleno ejercicio del mismo, y otras afines para el buen desarrollo de los procesos educativos en todos los niveles educativos, a pesar de que en los discursos políticos se presuma lo contrario, la realidad siempre se impone por encima de los supuestos demagógicos de la política educativa.

Cuando la vocación en el arte de enseñar se ve inmerso en incertidumbres ante el embate de las políticas centralistas o cuando inmersos en el conocimiento o desconocimiento de las teorías psicopedagógicas clásicas o innovadoras, se ven obnubiladas ante las políticas educativas que están en boga; entonces, y como consecuencia de ello, los principios rectores que dan lugar a una “buena práctica docente” se ven ausentes. Es cuando el educador debe resurgir de las cenizas, cual ave fénix, y reafirmarse en los principios rectores que deben integrarse en su práctica educativa, tales como la paciencia, el amor y el conocimiento, principios que son baluarte de su esencia como docente y que se requiere para contrarrestar las dinámicas políticas y socioculturales de las dictaduras pedagógicas y didácticas que se apoderan de su práctica docente de manera inconsciente.

Este pragmatismo utilitario e instruccionalista3 sigue presente y no ha cambiado en la práctica educativa, está basado en principios del rendimiento económico, sujeto al libre mercado y a la producción acelerada de servicios o productos, cuya única y aparente claridad, es el plusvalor implícito en la venta del servicio educativo. Es cuando la esencia de los docentes en activo se pierde y se convierte en procedimentalista y responde esencialmente a una razón instrumental4, ya sea por ignorancia o por un interés implícito de una actitud mercantil y obrera inconsciente, donde su mediocre desempeño se debe convertir en un servicio de calidad o de excelsitud educativa.

Y no dudo en expresarles estas crudas reflexiones, que son propias de un sistema de capital, a efecto de tenerlas presentes. No obstante, la intención es tener consciencia de ese papel histórico que un docente debe perfilar, a pesar de la simple percepción que se tenga de sí mismo o el que la sociedad conciba en torno a él o ella; es decir, el propósito es que se auto perciba como un oráculo de la postmodernidad.

Bajo estas consideraciones quiero exportarles y reafirmarles, en una primera instancia, que la sustancia y esencia que todo educador debe tener siempre presente, por encima de cualquiera otra acción educativa, es el sujeto social-alumno y no el objeto de conocimiento-programas de estudio.

Es decir, mientras que en el objeto de conocimiento-programas de estudio, el propósito es relativo y témporo espacial y cambia conforme a las políticas educativas y en la mayoría de los casos está delimitada en un marco jurídico e institucional sujeto al vaivén de las subjetividades de las políticas institucionales, el sujeto social-alumno, siempre está inmerso socialmente en sus diversas formas de agrupación social, sea a través de grupos sociales determinados o a través de tribus urbanas o de manera específica a través de comunidades autóctonas e independientes, algunas de las cuales, no obviando dicha situación, han desarrollado sus propios sistemas educativos, tal es el caso del CNTE5 y la del EZLN6, el sujeto social-alumno en su ethos antropológico se potencializa y se enriquece a través del intercambio de experiencias, emociones y conocimientos locales comunitarios y universales.Por ello, la sustancia y esencia del sujeto social-alumno, debe ser uno de los principios fundamentales del quehacer docente y no puede existir alguna otra prioridad que no sea él. De ahí que toda acción sustantivada del docente debe recaer en el discente, el estudiante es el centro gravitatorio de toda una comunidad escolar, de toda política educativa y de toda concepción en filosofía educativa pedagógica y didáctica. Si por alguna razón se olvida este principio sustancial, la razón coexistencial educativa pierde su sustancia y su esencia de ser.

Es tan fundamental este principio que no debe existir política educativa, corriente psicopedagógica o acción docente que vaya en contra de los intereses integrales de un estudiante; y si existiese, debe ser inmediatamente erradicado. Sin embargo, es menester reconsiderar qué, así como la sustancia y esencia de toda política educativa es el alumno, también es imprescindible reafirmar que la sustancia y esencia de toda acción educativa recae en el docente, como responsable directo de dicha acción. Es decir, que tan grave es descuidar al discente como lo es al docente. Ya que ambos guardan una relación simbiótica dialéctica y se debe aplicar este principio a todo sistema educativo e instruccional de carácter científico y humanista. De ahí la necesidad de dignificar la esencia de éste.

Por ello, es una necesidad fundamental, adquirir consciencia del papel histórico del educador y de que su labor es fundamental para el desarrollo y progreso de un nación, que su quehacer docente es universal y está inmerso en todos los procesos de la vida social de los seres humanos, de tal forma, que tiene la potencialidad de reproducir las costumbres de su idiosincrasia, con sus mitos, prejuicios e ignorancias o generar la ruptura paradigmática de los esquemas o dogmas vigentes y transformar revolucionariamente la sociedad en la que está inmerso.

Erradicar las ignorancias científicas y fortalecer un cambio de pensamiento teológico a uno científico, bajo el enfoque epistemológico y sociológico de Augusto Comte (1975), que revolucione principios tan importantes, como el concepto de libertad, de igualdad, de justicia, de fraternidad; entre otros, es una tarea titánica, ya que el docente no solo instruye en los saberes universales o adiestra y crea hábitos disciplinarios que buscan cultivar tanto el pensamiento científico como la cultura antropológica y etnográfica, sino que también, en comunión con la construcción de un espíritu humano, sustentado en principios éticos y filosóficos, transforma la esencia de la vida y busca esa reconstrucción dialéctica de su propia historicidad, siempre buscando una consciencia histórica como un ser humano que habita esta gran aldea a la que hacía alusión McLuhan y Powers (1995), en su libro La Aldea Global.

De esta forma, el docente es un sujeto histórico cuya integridad y sabiduría va más allá de los protocolos institucionales y de las políticas educativas, de una descentralización curricular con libros de texto, va más allá de una carrera credencialista, de una calificación o de un sistema de evaluaciones o de un número en un registro de asistencia, va más allá de una tipificación social y cultural con la cual etiquetamos a los alumnos en “buenos o malos”, y va más allá de cualquier procedimentalismo instruccionalista obrero.

El arte de educar y el arte de instruir se cultivan y se aprenden, se integran en nuestro ser y se reflejan en nuestro quehacer educativo.

El presente escrito tiene la finalidad de reflexionar ese hacer y ese quehacer, donde el docente adquiera consciencia de ese papel histórico que tiene en sus manos y qué, desde siempre, adquiera consciencia social, donde se entienda que los maestros somos el oráculo de la postmodernidad, somos representativamente el símbolo de “la justicia (del latín iustitĭa’, que, a su vez; viene de ius —derecho— y significa en su acepción propia «lo justo»” (Wikipedia, 2024), donde se enseña y se aprende a armonizar las contradicciones coexistenciales de una sociedad colapsada por la crisis de “valores morales” y la ausencia de “principios éticos”7. Donde el ser humano, en su ignorancia, entienda que está expuesto a una razón instrumental condicionante y que la única forma de liberarse es a través de la información, la disertación y la construcción de conocimientos científicos, éticos y humanos.

Por ello, se busca indagar en su contexto histórico, de manera muy breve, ¿cuál es el papel histórico del docente? ¿Cuáles son los pilares que rigen su ser y su quehacer docente? ¿Cuáles son los supuestos que deben regular su pensamiento y su conducta? ¿Cómo debe contribuir al cambio social sin caer en un procedimentalismo técnico operario del sistema de capital o en la fatua y absurda actitud inocua del moralismo sociocultural imperante? ¿Cómo hacerle entender al docente, que los cambios socioculturales, económicos, políticos y jurídicos son un reflejo de su quehacer en las aulas y fuera de ellas? ¿Cómo concientizar al docente que sus orígenes idiosincrásicos no son un obstáculo para el desarrollo y evolución de su pensamiento científico, que debe ser, ante todo, un ser pensante, un ser objetivo, un ser racional, un ser ético, un ser justo, un ser humano?

1 La cultura credencialista es un fenómeno social en el que se le otorga un valor excesivo a los títulos académicos y las credenciales formales (como diplomas, certificados y títulos universitarios) como indicadores de capacidad, competencia o éxito profesional. En una cultura credencialista, se tiende a asociar el valor de una persona en el mercado laboral o en la sociedad con la cantidad de estudios formales que ha completado, a menudo ignorando otras habilidades prácticas, experiencias o competencias que puedan ser igual de valiosas.

Algunas características clave de la cultura credencialista incluyen:

1. Inflación de títulos: Se requiere cada vez más estudios académicos para trabajos que, en el pasado, no los necesitaban.

2. Desvalorización de la experiencia: Se priorizan las credenciales académicas sobre la experiencia laboral o las habilidades adquiridas de manera autodidacta.

3. Competencia educativa: Las personas sienten la presión de acumular títulos y certificaciones para destacarse en el mercado laboral.

Este fenómeno puede generar barreras para aquellas personas que no tienen acceso a una educación formal prolongada, aunque posean habilidades o experiencias relevantes para el trabajo o la vida diaria. (OpenAI, 2024)

2 La teoría del capital humano sostiene que las personas pueden aumentar su productividad y, por lo tanto, su valor en el mercado laboral a través de la inversión en su educación, formación y habilidades. Según esta teoría, el capital humano es un activo que, al igual que el capital físico (maquinaria, edificios, etc.), puede mejorarse mediante inversión, lo que a su vez genera mayores retornos en términos de ingresos y crecimiento económico.

Algunos puntos clave de la teoría del capital humano son:

1. Inversión en educación y formación: Las personas pueden incrementar su capital humano invirtiendo en educación, capacitación profesional y habilidades especializadas, lo que les permite ser más productivas y ganar salarios más altos.

2. Retorno de la inversión: Se considera que la educación y la formación son inversiones, y las personas que invierten en ellas pueden esperar un retorno en forma de salarios más altos a lo largo de su vida profesional.

3. Crecimiento económico: La teoría también postula que la inversión en capital humano contribuye al crecimiento económico de un país, ya que una fuerza laboral más calificada y productiva impulsa la innovación, mejora la eficiencia y aumenta la producción.

4. Relación entre educación y salarios: Según esta teoría, existe una relación positiva entre el nivel educativo de una persona y su potencial de ingresos. Las personas con más educación tienden a ganar más dinero porque su capital humano es mayor.

En resumen, la teoría del capital humano ve la educación y el aprendizaje como factores cruciales para el éxito económico, tanto a nivel individual como social. Sin embargo, la teoría ha sido criticada por enfocarse principalmente en el aspecto económico y no tener en cuenta otros factores sociales y emocionales que también influyen en la productividad. (OpenAI, 2024)

3 El pragmatismo utilitario instruccionalista es un enfoque educativo que combina elementos del pragmatismo (filosofía que valora las ideas y teorías en función de su utilidad práctica) y del utilitarismo (que busca maximizar el bienestar o la utilidad general), con un enfoque en la instrucción y la enseñanza. Este enfoque se centra en desarrollar conocimientos y habilidades que sean útiles y prácticos para los estudiantes, con el objetivo de prepararlos para enfrentar problemas reales en su vida personal y profesional.Algunos puntos clave de este enfoque incluyen: