El Abrazo de la Hechicera - Doris Siefen - E-Book

El Abrazo de la Hechicera E-Book

Doris Siefen

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Beschreibung

La interacción entre el amor y el poder se convierte en un cautivador juego de equilibrio. «Bajo esta luna, juro buscar aventuras contigo, explorar los reinos de la magia y el misterio», susurró en la noche, con una voz apenas audible. La luna pareció brillar en respuesta, como si reconociera su sincera declaración. Zaphira sintió una oleada de energía, como si el propio universo conspirara para entrelazar sus destinos. En el corazón del reino encantado de Eldoria, donde los cielos brillaban con tonos lavanda y dorados, se desarrollaba una peculiar historia de amor. Nuestra heroína, Zaphira, una bruja vivaz con tendencia a las travesuras, se vio envuelta en el caprichoso abrazo de un apuesto pícaro llamado Kael. Su primer encuentro fue todo menos ordinario...

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Seitenzahl: 128

Veröffentlichungsjahr: 2025

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El Abrazo de la Hechicera

Doris Siefen

Prólogo

En el reino de Eldoria, donde la luz de las estrellas tejía sueños en el tejido de la noche, la magia era tan natural como un latido. Los pueblos, anidados entre bosques encantados, brillaban con el calor de mercados iluminados por faroles, y los ríos centelleaban como si hubieran sido besados por la luna. Los Árboles Susurrantes, antiguos guardianes de secretos, murmuraban historias de amor y destino, sus hojas danzando en la brisa. Sin embargo, bajo este tapiz resplandeciente, una sombra se agitaba, su frío extendiéndose como escarcha sobre el corazón de Eldoria.

Hace mucho tiempo, la magia de Eldoria fluía libremente, uniendo cada alma al ritmo de la tierra. Las hechiceras tejían hechizos con risas, los bardos cantaban melodías que encendían las estrellas, y los amantes grababan sus votos en la corteza de árboles sagrados. Pero los susurros hablaban de un ritual olvidado, un hechizo lanzado apresuradamente por una hechicera despechada, su corazón roto por la traición de un amante. El ritual, destinado a unir el amor eterno, se torció en una maldición: una sombra que atenuó la magia de Eldoria, marchitando flores y silenciando el canto de las estrellas. Los aldeanos notaron el cambio: los pétalos se enrollaban al amanecer, las luciérnagas titilaban débilmente, y los murmullos de los Árboles Susurrantes se desvanecían, como si lloraran una armonía perdida.

En el pueblo de Willowbrook, enclavado al borde del bosque, los ancianos se reunieron bajo el resplandor de una luna creciente. Con voces apagadas, hablaron de una profecía enterrada en los susurros de los Árboles: “Cuando la sombra caiga, una hechicera valiente y un bardo que cante la melodía de las estrellas se alzarán para reparar lo que se rompió.” Los ancianos intercambiaron miradas cautelosas, sus ojos siguiendo los bordes oscurecidos de la plaza donde rosas antes vibrantes ahora se marchitaban. La maldición no era un simple cuento: era real, y su agarre se apretaba con cada noche que pasaba.

Aun así, mientras la sombra acechaba, el espíritu de Eldoria resistía. En el mercado de Willowbrook, las risas aún resonaban mientras las mujeres intercambiaban baratijas encantadas, sus corazones encendidos de esperanza. Entre ellas, una joven hechicera deambulaba, sus rizos castaños capturando la luz de la luna, su espíritu tan indómito como el viento. Soñaba con un amor que ardiera más brillante que cualquier hechizo, sin saber que el destino ya estaba tejiendo su camino. Al otro lado del bosque, un bardo con ojos esmeralda y un laúd afinado con luz de estrellas vagaba, sus canciones ocultando secretos de un pasado que no se atrevía a compartir. Su encuentro, destinado bajo los Árboles Susurrantes, encendería una magia para desafiar la sombra… o sucumbiría a su frío.

Los Árboles Susurrantes se mecían, sus hojas temblando como si presintieran la tormenta que se avecinaba. A lo lejos, una estrella titiló, su luz luchando contra la oscuridad que avanzaba. Eldoria esperaba, su corazón latiendo con la promesa del amor y el peligro de una maldición aún por deshacer.

Capítulo 1: El Bosque Encantado

La capa esmeralda de Zaphira ondeaba mientras se abría paso entre los Árboles Susurrantes de Eldoria, sus hojas murmurando historias de amor y destino. Sus rizos castaños se movían, y sus ojos brillaban con curiosidad, su corazón latía con la promesa de una aventura. Como hechicera, su magia vibraba con sus emociones, tejiendo hechizos tan vibrantes como sus sueños. Los rumores de los ancianos del pueblo sobre una sombra que atenuaba la magia de Eldoria habían llegado a sus oídos, pero Zaphira creía que el amor podía vencer cualquier maldición.

Esa mañana, había pasado un rato con Vionna, su amiga de ingenio agudo, en su acogedora cabaña en Willowbrook. Los estantes de Vionna rebosaban de hierbas, sus tés calmantes eran los favoritos del pueblo. “Otra vez persiguiendo cuentos de hadas,” había bromeado Vionna, sus ojos avellana destellando mientras trenzaba su cabello rubio. “Vas a tropezar con una raíz y enamorarte de un sapo.” Zaphira le había dado un manotazo en el brazo, riendo. “¡Mejor un sapo que tu aburrido flechazo con el herrero!” Sus bromas calentaban el aire, pero las burlas de Vionna solo avivaban el anhelo de Zaphira por un amor tan mágico como las noches estrelladas de Eldoria.

Ahora, en el bosque, Zaphira llegó al Árbol Susurrante más antiguo, su corteza grabada con runas brillantes. Apoyó la mejilla contra él, buscando guía. El árbol palpitó, murmurando: “Cuidado con la sombra… Busca al que canta la canción de las estrellas.” Su aliento se detuvo. ¿La sombra otra vez? Imaginó las rosas marchitas en la plaza de Willowbrook, sus pétalos enrollándose bajo un frío extraño. La profecía que susurraban los ancianos –sobre una hechicera y un bardo– cruzó su mente. Su magia vibró, instándola hacia la aventura.

“Vionna se va a desquiciar,” murmuró Zaphira, sonriendo. Dio un paso atrás, ajustando su morral, cuando una raíz atrapó su bota. Con un grito, tropezó, su morral derramando un frasco de poción brillante. El líquido se arqueó hacia una figura que emergía de los árboles –un hombre con el cabello oscuro despeinado, ojos esmeralda reluciendo con diversión, y un laúd colgado a la espalda. La poción salpicó su túnica, brillando como polvo estelar, un aroma floral floreciendo en el aire.

“Vaya recibimiento,” dijo él con una voz suave como el terciopelo, limpiando la poción de su manga con una sonrisa astuta. “¿Todas las hechiceras saludan a los desconocidos con destellos?” Su tono burlón hizo que las mejillas de Zaphira se sonrojaran. Su corazón palpitó, una sensación que ningún hechizo había despertado, como si el bosque vibrara con su encuentro.

“¡Lo siento!” Zaphira rió, poniéndose de pie. “Es una poción de amor… inofensiva, probablemente.” Ladeó la cabeza, estudiándolo. Su laúd lo marcaba como bardo, pero un destello en sus ojos sugería una magia oculta. Su propia magia se agitó, respondiendo a su presencia. “Soy Zaphira. ¿Y tú eres?”

“Kael, bardo errante,” respondió, haciendo una reverencia con un gesto medio burlón, medio encantador. “Este encuentro es más mágico que cualquier canción que haya cantado.” Su mirada se clavó en la de ella, intensa pero juguetona, y los Árboles Susurrantes murmuraron como si aprobaran. El pulso de Zaphira se aceleró, la maldición desvaneciéndose bajo su mirada.

Ella sonrió, ocultando su nerviosismo. “Palabras audaces para un bardo empapado de poción. ¿Conoces alguna canción sobre estrellas, Kael?” El murmullo de los Árboles resonó, y se preguntó si él sería el indicado. Sus dedos rozaron el frasco en su morral, su calor palpitando como su corazón.

La sonrisa de Kael se amplió, pero una sombra cruzó sus ojos. “Tal vez. ¿Quieres escuchar una… o unirte a una aventura para descubrirlo?” Señaló un sendero donde la luz del sol moteaba el suelo. Zaphira notó flores marchitas en el borde, sus colores apagados –una señal de la sombra. Su magia vibró, instándola a actuar.

Zaphira dudó, imaginando las burlas de Vionna: “¡Caerás por el primer bardo que te guiñe!” Pero la atracción de Kael –y la advertencia de los Árboles– encendió su espíritu. “De acuerdo,” dijo, echando sus rizos hacia atrás. “Pero nada de más baños de poción.” Caminó a su lado, su corazón acelerado.

Kael rasgueó una suave melodía, las notas tejiéndose entre los árboles. Zaphira captó sus ojos suavizándose cuando creía que no lo miraba. En un lago brillante, los juncos se curvaban hacia adentro, sus puntas ennegrecidas revelando el alcance de la sombra. “Algo anda mal en Eldoria,” dijo Zaphira, su voz firme. Kael asintió, su expresión reservada. “He visto señales,” admitió, tocando una melodía más alegre. “Pero primero persigamos la aventura.” Su sonrisa la calentó, y los Árboles murmuraron, envolviéndolos en sus historias de amor. En algún lugar, una maldición se agitaba, pero el sendero brillaba con magia, aventura y un romance naciente.

Capítulo 2: El Secreto de la Hechicera

La cabaña de Zaphira resplandecía bajo el crepúsculo de Eldoria, sus ventanas derramando luz dorada sobre el jardín de flores silvestres en el exterior. Dentro, los estantes se hundían bajo el peso de frascos de hierbas, viales de pociones y libros que zumbaban con una magia tenue. Zaphira estaba en su mesa de trabajo, sus rizos castaños recogidos, sus dedos vibrando con la chispa de su magia alimentada por emociones. La advertencia de los Árboles Susurrantes –una sombra que se cernía sobre Eldoria– persistía en su mente, pero también lo hacían los ojos esmeralda de Kael y su sonrisa burlona del encuentro en el bosque. Su corazón palpitaba al recordarlo, un hechizo en sí mismo.

Vionna descansaba en un taburete, bebiendo uno de sus propios tés calmantes, su trenza rubia balanceándose mientras sonreía con picardía. “Entonces, este bardo… ¿Kael, verdad? Ya estás soñando despierta con él, ¿no?” Sus ojos avellana destellaron con travesura, y Zaphira le lanzó una mirada juguetona. “No estoy soñando. Solo es… intrigante.” Vionna rió, casi derramando su té. “¿Intrigante? Prácticamente brillaste cuando me contaste lo de la poción derramada. Admítelo, estás enamorada.” Zaphira le arrojó una ramita de lavanda, sonriendo. “Sigue así, y prepararé una poción para silenciar tus burlas.” Sus risas llenaron la cabaña, pero los pensamientos de Zaphira se desviaron hacia la mirada reservada de Kael junto al lago, insinuando secretos que no había compartido.

Decidida a desentrañar el mensaje críptico de los Árboles, Zaphira se volvió hacia su mesa de trabajo, donde un cofre polvoriento había aparecido esa mañana, medio oculto bajo un montón de hiedra. Sus tallas –runas arremolinadas y patrones estelares– palpitaban débilmente, como si la llamaran. Apartó la hiedra, su magia destellando al tocarlo. “Vionna, mira esto,” dijo, su voz baja. Vionna saltó del taburete, asomándose por encima del hombro de Zaphira. “Ese no es un cofre cualquiera. Me da escalofríos… y no del tipo bueno.” Zaphira lo abrió, revelando el Libro de Hechizos Oculto, su cubierta de cuero brillando con una luz etérea. El aire titiló, y un zumbido tenue llenó la habitación, como un latido.

Zaphira hojeó las páginas, cada hechizo saltando con energía vibrante –encantamientos para el valor, pociones para los sueños y uno que captó su atención: un ritual para “revelar la verdad del corazón”. Sus pensamientos volaron hacia Kael, su sonrisa astuta y su mirada sombría. ¿Podría este hechizo desvelar sus secretos… o sus propios sentimientos? “Esto podría ayudar con la sombra,” murmuró, mirando a Vionna. “O meterte en problemas con ese bardo,” bromeó Vionna, esquivando otra ramita de lavanda. Pero al trazar Zaphira las runas del ritual, un escalofrío la recorrió. Los bordes de la página estaban ennegrecidos, como quemados por una fuerza oscura, y una nota garabateada con tinta desvaída decía: Cuidado con la maldición que ata a las estrellas. Su corazón se hundió –la sombra no era un mito.

Un golpe en la puerta las sobresaltó. El pulso de Zaphira se aceleró al abrir y encontrar a Kael, su laúd colgado a la espalda, su túnica aún brillando débilmente por la poción. “Escuché que estabas preparando problemas,” dijo, su sonrisa desarmadora. “¿Puedo unirme?” Vionna alzó una ceja, murmurando: “El problema ya está aquí.” Zaphira la ignoró, sus mejillas calentándose mientras Kael entraba, su presencia haciendo que la cabaña pareciera más pequeña, el aire cargado. “Encontré algo,” dijo, señalando el libro de hechizos. “Podría explicar la sombra de la que hablaron los Árboles.” Los ojos de Kael titilaron, una sombra propia cruzando su rostro, pero asintió. “Veamos, entonces.”

Juntos, examinaron el libro de hechizos, los dedos de Zaphira rozando los de Kael al pasar las páginas. Cada roce enviaba una chispa a través de ella, su magia amplificando su corazón acelerado. Vionna, sentada en la mesa de trabajo, observaba con una sonrisa. “Cuidado, Zaphira, tu magia brilla más que el libro.” Zaphira le lanzó una mirada, pero no podía negar la verdad –la cercanía de Kael era un hechizo al que no podía resistirse. Decidieron probar el ritual de “la verdad del corazón”, esperando que revelara el origen de la maldición. Zaphira reunió los ingredientes –pétalos de flor de luna, rocío estelar y una gota de su esencia encantada– mientras Kael rasgueaba una melodía suave, sus notas tejiéndose en el aire como una caricia.

Mientras Zaphira mezclaba la poción, sus emociones se desbordaron, haciendo que el líquido brillara más de lo previsto. “Tu magia está ligada a tus sentimientos, ¿verdad?” preguntó Kael, su voz baja, su mirada fija en la de ella. Ella asintió, con la garganta apretada. “Puede ser… impredecible.” Antes de que pudiera advertirle, la poción burbujeó, derramándose sobre la mesa. Una nube de niebla brillante los envolvió, y Zaphira sintió un torrente de calor, su corazón expuesto. La mano de Kael rozó la suya, deteniéndose, y por un momento, sus ojos sostuvieron una verdad que ninguno se atrevía a pronunciar –una atracción más fuerte que cualquier hechizo. La niebla se disipó, revelando una visión en el fulgor de la poción: un cielo estrellado cubierto por un velo sombrío y una figura envuelta en oscuridad. “La maldición,” susurró Zaphira, su voz temblando.

La expresión de Kael se ensombreció, sus dedos apretando su laúd. “He visto esa sombra antes,” dijo, su tono reservado. Vionna se inclinó hacia adelante, su tono burlón desaparecido. “¿Qué nos estás ocultando, bardo?” Kael dudó, luego forzó una sonrisa. “Solo viejas historias. Centrémonos en este libro de hechizos, es nuestra mejor pista.” Zaphira lo estudió, su magia vibrando con sospecha, pero su calor la atrajo de nuevo. “De acuerdo,” dijo, “pero nada de secretos.” Volvió al libro de hechizos, sus páginas ennegrecidas un recordatorio de la amenaza de la sombra.

Pasaron horas preparando, Zaphira y Kael trabajando codo con codo, sus bromas aligerando el ambiente. Vionna intervenía con comentarios sarcásticos, pero sus ojos agudos captaban cada mirada entre ellos. Cuando cayó la medianoche, el libro de hechizos brilló con más fuerza, revelando una nueva pista: un mapa trazado en luz estelar, señalando un templo en ruinas profundo en el bosque. “Esa es nuestra próxima aventura,” dijo Zaphira, su voz brillante de emoción. La sonrisa de Kael regresó, pero sus ojos tenían un destello de inquietud. La cabaña zumbaba con magia, el frío de la sombra mantenido a raya por su vínculo creciente.

Capítulo 3: El Forastero Encantador

El sendero del bosque hacia el templo en ruinas brillaba bajo el amanecer de Eldoria, sus piedras salpicadas de luz estelar que no se desvanecía a pesar del sol naciente. Zaphira lideraba el camino, su capa esmeralda ondeando con la brisa, su corazón un torbellino de emoción y nervios. El mapa estelar del Libro de Hechizos Oculto, descubierto en su cabaña la noche anterior, señalaba este templo como la clave para desentrañar la maldición de la sombra que atenuaba la magia de Eldoria. A su lado caminaba Kael, su laúd colgado a la espalda, sus ojos esmeralda destellando con una mezcla de picardía y algo más profundo, algo que hacía vibrar su magia. Detrás, Vionna ajustaba su morral, su trenza rubia balanceándose mientras murmuraba sobre “tonterías matutinas”.

“Recuérdenme por qué estoy caminando por un bosque al amanecer,” gruñó Vionna, esquivando una rama baja. “Ah, claro, porque estás enamorada de un bardo que probablemente es un problema.” Zaphira le lanzó una mirada juguetona. “No estoy enamorada, y esto es por la maldición, no por Kael.” Vionna sonrió, poco convencida. “Claro, y yo soy la reina de Eldoria. Esos ojos brillantes de él dicen otra cosa.” Kael rió, su voz cálida. “Me halaga ser el centro de tal debate.” Las mejillas de Zaphira se sonrojaron, su magia vibrando con sus emociones inquietas, y aceleró el paso para ocultarlo.