El autódromo - Octavio Botana - E-Book

El autódromo E-Book

Octavio Botana

0,0

Beschreibung

El Autódromo nos cuenta la aventura de los tres hermanos Bott, un viaje que recorrerá los lugares más insólitos, mágicos y misteriosos. Ott, Val y Ralph son tres hermanos de ocho y once años que viven junto a sus abuelos en un pequeño pueblecito. Sin embargo, su imaginación desbocada y sus ganas de ver el mundo les impulsan a volar más allá. Un día, animados por su abuelo, deciden viajar hasta el fin del mundo. Pronto descubren que no es necesario ir tan lejos para encontrar lugares fantasiosos, como la fábrica de caramelos de trigo o un viejo autódromo.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 103

Veröffentlichungsjahr: 2021

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Octavio Botana

El autódromo

 

Saga

El autódromo

 

Copyright © 2010, 2021 Octavio Botana and SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726697858

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

Para Liv, por todo lo que me ha enseñado.

Prefacio

Esta historia no es cierta, pero todos los lugares que se describen existieron.

Hoy en día sólo ha desaparecido el gran sauce que daba entrada al sendero que tantas veces recorrí con mis hermanos.

Con el fin de recuperar ciertas sensaciones para inspirarme en la escritura de esta historia, volví hace poco a aquellos parajes y advertí que no habían perdido ni un ápice del misterio y la magia que de niños les conferimos.

Si queréis pasear por allí alguna vez, os guiaré encantado.

Esta historia es cierta, pero los lugares que se describen jamás existieron.

Hoy en día ha aparecido un gran sauce, que da entrada a un sendero muy similar al que tantas veces recorrí con mis hermanos.

Con el fin de experimentar ciertas sensaciones para inspirarme en la escritura de esta historia, volví hace poco a aquellos parajes y advertí que todo el misterio y la magia que de niños les conferimos habían desaparecido por completo.

Si queréis pasear por allí alguna vez, no contéis conmigo.

La última casa, el primer árbol

Existe una expresión china para describir el momento en que la luz se introduce en la oscuridad total, que se traduce como una descarga repentina de emociones.

Así fue como se sintieron los hermanos Bott el día que descubrieron el nuevo mundo que los esperaba más allá del sauce llorón.

Los Bott eran tres: VAL, la mayor, con once años y una predisposición sobrenatural a la imaginación; OTT, el sabihondo de diez años; y RALPH, el benjamín perspicaz, que acababa de cumplir los ocho.

¿En qué clase de mundo vivían?

Un accidente de coche los dejó huérfanos de padre y madre hacía ya catorce meses. Supieron salir del trance gracias a la fuerza de espíritu que sus progenitores les inculcaron, pero lo de apañárselas en el mundo real era otra cosa. Enseguida quedaron a cargo de sus abuelos mapaternos. Digo mapaternos porque la abuela era la madre de su padre, y el abuelo, el padre de su madre. No es que fueran pareja «oficial», pero se llevaban ya muy bien desde antes de perder a sus respectivas mitades, y para los tres hermanos representaban la pareja de abuelos que todo niño debía tener.

JO, el abuelo, era un gran conocedor de la naturaleza, un hombre que siempre tenía un momento para explicarte el origen de las tormentas, la vida en el interior de un panal de abejas o cómo dan a luz las ballenas. OTT adoraba a su abuelo por encima de todas las cosas. Quería saber tanto como él y por eso leía y releía las enciclopedias que había en casa. Todo el conocimiento no era suficiente para OTT. Él quería saber más aún, y el abuelo, después de la ausencia de su padre, se convirtió en el gran maestro que había que seguir.

RO, la abuela, era una encantadora y elegante mujer de ciudad que concentraba y absorbía de forma natural el dolor de toda la humanidad. No había desastre, por remoto que fuera, que RO desconociera o no interiorizara a voluntad. Su empatía con el daño ajeno era oceánica. Sus facciones dulces ofrecían al maltratado un universo de esperanza, su mirada era el maná para el abandonado y sus brazos el receptáculo idóneo para los alienados. VAL y ella tenían un entendimiento más allá de lo físico. Estaban conectadas mucho antes de ser engendradas, y además compartían un insólito color de ojos violáceo y una dulce voz.

Por su parte, RALPH estaba en una situación complicada. Muy querido por sus hermanos, no sabía cómo relacionarse con los abuelos. Cierto es que había tenido poco tiempo para conocer a sus padres, y eso lo dejaba en un terreno a medias entre dos atentos seres que lo cuidaban sin descanso y dos extraños demasiado mayores para comprender sus anhelos. Las aptitudes de RALPH en solitario eran desconocidas, mientras que era bien conocida su habilidad en las relaciones con los demás. Nadie como él para recordar los nombres de los vecinos de todo el pueblo, los parentescos, las edades y los signos del zodíaco de casi todas las familias de sus amigos. Era un perfecto comunicador, un jovencísimo experto en roles sociales, muy hábil con la palabra. Si alguna vez había que parar en la gasolinera a hinchar las ruedas de las bicicletas, RALPH se encargaba de pedir permiso, charlar con el encargado y comprar caramelos en menos de tres minutos con una afabilidad digna de un lord inglés. RALPH era la estrella de la familia e irradiaba una energía inusual.

El lugar donde vivían era una urbanización de no más de cuarenta casas, situada a unos cinco kilómetros del centro de Stig, una apacible localidad costera que albergaba veraneantes de medio mundo y ofrecía un clima envidiable. Su casa era la última construcción de la urbanización, el punto final de la calle asfaltada. Ellos estaban encantados con ese halo de misterio y fatalismo que los animaba a responder: «Sí, somos la última familia del pueblo, los de la última casa al final del paseo, los seres humanos más próximos al bosque», pero también les supuso un peso difícil de llevar cuando la familia se rompió del modo en que lo hizo. VAL y OTT recordaban sin esfuerzo los primeros años de infancia, todavía con sus padres. Valerosas tentativas de pedalear sin las dos ruedas de apoyo de la bici, agradables paseos por el bosque e infinidad de atardeceres de juegos de mesa. Sus padres eran un ejemplo poco común de equilibrio. Lo pasaron en grande durante el tiempo que compartieron todos juntos, y especialmente cuando llegó el pequeño RALPH para alegrar aún más, si cabe, sus existencias. Pero la historia que aquí se cuenta no se refiere a la época feliz de los cinco en familia sino a la semana que cambió por completo las vidas de estos tres curiosos hermanos.

 

Detrás de la casa emergía el sauce llorón, toda una institución en la urbanización. Muchos de los que vivían en ella, sobre todo los mayores, creían que aquel elegante árbol protegía de las tormentas, proporcionaba fertilidad y ayudaba a mantener sanos sus pequeños y cuidadísimos huertos.Para muchos otros era un simple sauce llorón, muy llorón.

El abuelo JO narraba leyendas relacionadas con los sauces, pero nunca hablaba del que nacía justo detrás de la casa.Contaba que había más de doscientas especies de sauce que habitaban, principalmente en zonas templadas y frías del hemisferio norte. Su madera no era apreciada para fabricar muebles debido a su extrema flexibilidad y a la estrechez de las ramas; pero sí se utilizaba en cestería. A OTT le apasionaba escuchar los relatos del abuelo, sobre todo porque anotaba palabras o expresiones que no entendía y seguidamente se disponía a buscarlas en la enciclopedia para descubrir su significado y memorizarlo. Hemisferio norte y cestería pronto pasaron a formar parte del repertorio de OTT; ansioso por ponerlo en práctica fuese en un contexto pertinente o no. El sauce llorón que daba sombra a toda la casa era muy viejo, pero su edad no impedía asombrarse ante él. Majestuoso y pendulante, ofrecía un porte colosal que no dejaba a nadie indiferente. Sus hojas ovales danzaban sigilosamente con la brisa de media tarde, de manera que convertía la siesta en una sinfonía de la que nadie querría despertar jamás.

Así como algunos de los pinos y olivos de la urbanización habían sido víctimas de plagas de pulgones o ataques indiscriminados de orugas, el sauce aguantaba sano, firme, inmaculado.

A los tres hermanos les fascinaba su presencia desde que eran casi bebés. Lo habían utilizado como cobijo ante la lluvia, como tótem en sus juegos tribales y un sinfín de cosas más que sólo ellos recordaban. VAL rememoraba la cantidad de anocheceres en que su padre venía a recogerla en brazos después de haberse quedado dormida bajo el sauce dibujando animales imposibles en su cuaderno estival de deberes, mientras que OTT prefería seguir estudiándolo, analizándolo al subirse por sus ramas, hoja a hoja, tallo a tallo.

A pesar de los deseos del abuelo de mantener a sus nietos a una distancia prudente del llorón —el abuelo insistía en obviar el sustantivo— ellos no podían vivir sin él, aunque lo de RALPH era diferente. Su, digamos, relación con el árbol era de mera cordialidad. El mundo de RALPH no pasaba por conocer la naturaleza ni disfrutar con ella, aunque sabía, por su agudísima intuición, que el sauce era especial. Siempre que salía a dar una vuelta en bici soltaba un «buenos días, sauce», y tampoco olvidaba darle las buenas noches antes de acostarse.

¿Podía un árbol así tener las mismas hojas y en el mismo estado que hacía años? OTT guardaba fotografías de los tiempos en que toda la familia salía a pasear por el bosque y de cuando se retrataban ante el sauce a modo de rito imprescindible, una tradición inquebrantable que cumplían sin rechistar, incluso cuando tenían invitados. Era su modo de demostrar respeto y saludar al más viejo de la familia, el gran llorón del pueblo, el árbol que indicaba el camino que había que seguir en el agreste bosque al que daba paso.

Y OTT, analista de pro, advirtió que muchas de las hojas que habían sido inmortalizadas hacía años en varias instantáneas seguían siendo exactamente las mismas que ahora veía ante sus ojos. No le sorprendió, pero lo achacó a la resistencia del árbol y a su capacidad de reinventarse a través de las décadas.

La salida hacia el fin del mundo

Hacía tiempo que los Bott fantaseaban con descubrir qué podía haber más allá del bosque, justo detrás del sauce llorón. Conocían varias historias del abuelo sobre una misteriosa llanura de piedramonedas, y recordaban vagamente algo que sus padres les habían contado sobre los árboles del bosque y la naturaleza en general. Que si éstos poseían propiedades mágicas, que si las plantas tenían las respuestas a muchas preguntas y fantasías similares.

Una tarde lluviosa de aburrimiento en casa, los inquietos Bott decidieron preguntarle al abuelo sobre esas cuestiones.

—Cuéntanos aquella historia de las piedramonedas, abuelo —dijo VAL.

—Sí, y también dinos qué hay una vez pasado el bosque. Me acuerdo de cosas pero no logro asociarlas mucho —soltó OTT—; las piedras que resolvían enigmas, unas plantas par- lanchinas, todo eso que nos decíais de pequeños.

—Yo no es que tenga ganas de saberlo —dijo RALPH—.¡Yo quiero verlo! —confirmó en nombre de todos—. ¡Quiero llegar más allá de esa llanura, matar a todos los seres malignos del bosque y llegar al fin del mundo!

Todos rieron un buen rato a carcajada limpia, y el abuelo, acosado por sus queridos nietos, se aventuró a proponerles algo mejor que una simple y mal recordada narración.

—Si queréis llegar al fin del mundo sólo hay una manera: salir a buscarlo. Pero os advierto, y sin ánimo de asustaros, que el camino es tortuoso, cansado, y, a veces, poco satisfactorio. Tendréis que superar algunos trances, deberéis dejar algunas cosas a un lado y haceros con otras nuevas para lograr llegar a buen puerto.

Las caras de los Bott se tornaron de un color tan espléndido que nadie podría creerlo. ¿Estaba JO proponiéndoles realmente salir a la aventura en busca de las ansiadas respuestas? ¿Podrían, tal como quería RALPH, alcanzar el fin del mundo una vez pasado el bosque y la llanura? ¿A qué trances se refería el abuelo? Los Bott no cabían en sí de la excitación.

Antes de dejar proseguir a JO, los hermanos preguntaron casi a la vez:

—¿Vendrás con nosotros? ¿Cuándo salimos?

—No, no, ese viaje tenéis que hacerlo vosotros solos, nadie más puede acompañaros. Pero yo estaré allí en todo momento, no os preocupéis.