El demonio del Rio de La Plata - Alejandro Roura - E-Book

El demonio del Rio de La Plata E-Book

Alejandro Roura

0,0
7,99 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

El Demonio del Río de la Plata es la continuación de El origen de Ilukán. Aquí, nuestro personaje despierta lleno de tormentos por lo sucedido anteriormente, pero una propuesta le dará luz en tanta oscuridad. Yakumah le había advertido a Ilukán que sufriría una terrible agonía, pero no le importó. Ahora está atrapado en un círculo de dolor interminable, pero no solo el dolor se interpone en el camino hacia su familia: en esta ocasión, nuestro héroe tendrá que enfrentar terribles tribus del sur de la Patagonia y criaturas mitológicas (como gigantes y cherüwfes) y, como si esto fuese poco, deberá luchar contra la nueva Orden de Luján liderada por un poderoso guerrero. Mientras tanto, Ilukán descubrirá la verdad sobre su origen y la verdad sobre el origen de todos nosotros… Ya estás dentro de Cirklaj Vundoj.

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB
MOBI

Seitenzahl: 222

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.


Ähnliche


Producción editorial: Tinta Libre Ediciones

Córdoba, Argentina

Coordinación editorial: Gastón Barrionuevo

Diseño de tapa: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Diseño de interior: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Roura, Alejandro Javier

El Demonio del Río de la Plata / Alejandro Javier Roura. - 1a ed. - Córdoba : Tinta Libre, 2022.

196 p. ; 21 x 15 cm.

ISBN 978-987-817-827-1

1. Narrativa Argentina. 2. Novelas Fantásticas. 3. Novelas Históricas. I. Título.

CDD A863

Prohibida su reproducción, almacenamiento, y distribución por cualquier medio,total o parcial sin el permiso previo y por escrito de los autores y/o editor.

Está también totalmente prohibido su tratamiento informático y distribución por internet o por cualquier otra red.

La recopilación de fotografías y los contenidos son de absoluta responsabilidadde/l los autor/es. La Editorial no se responsabiliza por la información de este libro.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina - Printed in Argentina

© 2022. Roura, Alejandro Javier

© 2022. Tinta Libre Ediciones

A Natalia y Benicio, quienes me ayudan a vivir una hermosa ficción real.

El Demonio del Río de la PlataAlejandro Javier Roura

De la saga:

Cirklaj Vundoj¿Cuánto vivirías por amor?

Prólogo

El libro I de esta saga, El origen de Ilukán, es la historia de Ilukán, un originario del Río de la Plata. La novela comienza en el año 1516. El protagonista es el cacique de una pequeña tribu llamada Ayuntek, desconocida hasta el momento y una de las primeras en desaparecer. Un día, la chamana de la tribu, llamada Yakumah, profetiza la llegada de una gigantesca ballena, de cuyo vientre saldrán demonios que arrasarán con todo, inclusive con sus vidas. Ilukán no le cree y desafía al destino. Pero la profecía se cumple, la ballena es nada más y nada menos que la carabela de Juan Díaz de Solís, que llega a las orillas de su aldea.

El gran guerrero no está allí en ese momento, está de cacería; pero cuando regresa, se encuentra con el peor escenario posible. Toda su tribu, incluso su mujer Kaiyen y su hijo Ilukén, se encuentra masacrada a la orilla del río. Enfurecido, enfrenta a los españoles y los vence, pero eso no le devuelve la vida de su familia. Desesperado, implora el favor de los dioses y es escuchado. La chamana, que no ha muerto, le cuenta que existe un conjuro que hará que vuelva a ver a su familia con vida, pero tiene un costo tremendo: una agonía interminable lo azotará.

El guerrero acepta y, al recitar una frase en un idioma extraño, se vuelve inmortal, se convierte en el Gran Rey Blanco. Al comerse los corazones de su mujer, de su hijo y del asesino de ambos, sus reencarnaciones se producirán alrededor de él. Pero hay un problema, se forma un ciclo, un círculo de dolor. Su familia reencarnará, pero será violentamente asesinada una y otra vez hasta que Ilukán aprenda la lección y entienda qué es lo que tiene que hacer.

En una de esas reencarnaciones, se ve obligado a enfrentar al gran maestre de la Orden de Luján, Fernando de Aranjuez. Es un enemigo despiadado, asesino y obstinado, un hombre que hará lo imposible no solo para destruir al guerrero, sino también para conseguir ese poder que tiene: el de la inmortalidad. Después de mucho batallar y de grandes torturas, Ilukán termina venciendo a Fernando, pero la reencarnación de su mujer muere trágicamente.

Tratando de olvidar su pasado, de agonizar lo menos posible, busca paz en manos de una familia española y restablecerse. Pero el pasado lo persigue y, una vez más, se ve obligado a pelear por su familia. La agonía vaticinada por su chamana demuestra ser realmente interminable.

Capítulo 1

¿Hombre o demonio?

Tras treinta años de sujetar algo en el fondo del mar, una soga se corta y algo empieza a emerger. Poco a poco, va subiendo hasta que empieza a flotar en el agua. Desde un barco pesquero, alguien ve algo flotando. El hombre llama a otros y empiezan a subir ese algo a bordo. Es muy pesado, les cuesta subirlo al barco, pero con esfuerzo lo logran.

Es un cuerpo humano, extrañamente bien conservado, pero con olor a putrefacción, como si hubiese estado en el agua durante años. Está con la ropa deshecha; la barba y sus cabellos, muy crecidos. Se preguntan todos de dónde habrá salido. ¿De un barco hundido, de un ataque en la orilla, de dónde? Es muy extraño encontrarlo a tantas millas de la costa. Un hombre grita desde atrás y se va acercando. Es el capitán, un hombre robusto y entrado en años. Quiere saber qué tiene tan alborotada a su tripulación.

—¿Qué encontraron? —Se acerca y puede ver el cuerpo—. ¡Tiren inmediatamente ese cuerpo al mar! ¡No quiero problemas! ¡Solo vinimos a pescar!

En cuanto se disponen a obedecer al capitán, el cuerpo, aparentemente sin vida, pregunta:

—¿Qué año es?

Sin pensarlo demasiado, uno le contesta que es el año 1613. Luego se espanta, todos se espantan, ese hombre no puede estar con vida. Al escuchar la respuesta, sin dudar, sin titubear, sin piedad, sin pensar en otra cosa, el hombre que apareció flotando empieza a matar a los tripulantes. El capitán no puede creer lo que ve. Busca un arpón y apunta al sujeto, logra acertar, lo incrusta de lado a lado y lo sujeta en uno de los laterales del barco. Allí, buscan cuanta cadena consiguen y lo contienen con arpón y todo.

No saben qué es lo más increíble: que lo hayan encontrado en medio del mar y que, además, esté vivo o que siga de ese modo después de haber sido atravesado por el arpón. Esa cosa tiene forma humana, pero dista mucho de serlo. No saben lo que han encontrado, pero deberán informarlo al gobernador. No pueden permitirse meterse en embrollos, pueden perder el trabajo y hasta ser acusados por asesinato o, aún peor, de traición.

Al llegar al puerto, el capitán mismo, junto a algunos de sus mejores hombres, lleva a la criatura donde el gobernador. Recorren unos cuantos metros, atraviesan parte de la ciudad y, finalmente, llegan a su destino. Llaman a la puerta del gobernador Mateo Leal de Ayala.

—¡Gobernador! ¡Perdone usted la molestia, pero tenemos algo urgente que traemos desde el puerto!

—¿Algo urgente? ¡Estoy a punto de viajar a Córdoba a la inauguración de la primera universidad! ¿Qué tan urgente es?

—¡Un demonio! ¡Apareció un demonio en el mar!

—¿Un demonio? ¿Acaso deliras?

—¡Todos lo hemos visto! ¡Y se lo hemos traído hasta aquí!

—Entonces es un delirio grupal. ¡Vamos, hombre, qué demonios ni qué demonios! ¡Estoy apurado!

—Señor, al menos eche un vistazo. Si lo ve y aún no nos cree, yo mismo le entregaré mi casa y mis bienes.

El gobernador está apresurado, pero si don Rodríguez dice que le donará sus tierras y sus riquezas, realmente algo pasa. Al salir, ve algo increíble. Un hombre arponeado, atravesado de lado a lado, que aún lucha por soltarse, como una ballena. Es más, parece tener la fuerza de una ballena. Además, ninguna criatura puede vivir después de semejante herida y con el caudal de sangre que va perdiendo. Lo mantienen cautivo. Es una bestia, es un demonio; muchas conclusiones, pero ninguna sólida. Lo único que saben es que deben averiguar qué es antes de soltarlo.

El Demonio del Mar al principio está enfurecido, en su mente solo nadan sus últimos recuerdos. Su vida como Ilukán, cacique de la tribu Ayuntek. Su madre, gran guerrera que había aparecido de la nada y se había convertido anteriormente a él en cacique de la tribu. Yakumah, su chamana y prácticamente su abuela, que cuidaba de su madre, de él y de su pueblo. Luego llega a su mente su amada Kaiyen, su adorado Ilukén, su vida feliz junto a ellos. Hasta que los españoles le arrebataron todo, mataron a su familia y empezó, así, su agonía eterna.

Acto seguido, vienen los recuerdos de su vida como Julián, su nueva familia, su nueva oportunidad de ser feliz. Hasta que el enfurecido y vengativo Chehuén le arrebató todo otra vez. Recuerda su caída al mar junto con Camila y los años y años ahogándose, reviviendo y volviendo a ahogarse. Todo aquello vivido por este hombre no puede más que implosionar en su mente, devastada, saturada. Cualquiera hubiera perdido su sano juicio mucho antes.

Pero algo hace que su mente se detenga y que su cuerpo la siga. En una vitrina del gobernador, están su Alimekún y los corazones tallados. Resulta que Hernandarias, un importante exgobernador, había encontrado en una choza venida abajo estos elementos y le parecieron dignos de estar en una vitrina. Por ello, pensó que sería provechoso obsequiar al gobernador de turno esa maravillosa colección. Pronto, el Demonio del Mar comienza a hablar.

—¡Eso me pertenece! ¡Les ordeno que me suelten y me devuelvan mis cosas!

El gobernador se asombra: ese sujeto habla español y, además, dice ser dueño de esos maravillosos objetos que tiene como decoración en su despacho. Pero es muy peligroso, e incluso, no saben bien qué o quién es. Lo mejor será no hablarle y mantenerlo detenido, con todas las cadenas puestas, por un tiempo.

Capítulo 2

La oportunidad

Días más tarde, llega a la ciudad don Hernando Arias de Saavedra, también conocido como Hernandarias, un hombre valiente e inquieto. Va y viene a la ciudad como quien toma una caminata. Su viaje más conocido y temible fue en búsqueda de la Ciudad de los Césares, tierra mítica que supuestamente está llena de riquezas y que se encuentra al sur, tierra indígena y de espíritus. En 1604, yendo hacia aquella asombrosa e increíble ciudad, fue capturado por los tehuelches, pero logró escapar con vida. Aquella expedición le quedó pendiente y le dejó un gusto amargo de derrota. Aunque quizás eso podría cambiar.

Hernandarias es un hidalgo, militar y conquistador, pero no es español, es nacido en esta nueva tierra, lo que se denomina criollo. Tiene muchas ambiciones, fue el primer criollo en ser gobernador y quiere volver a serlo. Además, quiere las riquezas de aquella Ciudad de los Césares como sea. Su llegada a la ciudad se debe a que quiere aprovechar el viaje de don Mateo a la inauguración de la Universidad de Córdoba, para empezar a propagandearse él mismo para futuro gobernador. Pero encuentra otra oportunidad más y no piensa desaprovecharla. Es por eso que lo primero que hace, luego de enterarse de las novedades, es ir a ver al gobernador y a ese supuesto demonio.

—¡Don Mateo! ¡Qué sorpresa! ¡Lo tenía yendo hacia la gran inauguración!

—¡Hernandarias! ¡Amigo mío! ¿Te das cuenta de mi desgracia? Encima, apareció ese, no sé cómo llamarle, ese demonio…

—Dime, amigo mío, ¿cuándo te he fallado? —lo interrumpe bruscamente.

—Pues… —Piensa un poco—. Nunca.

—Ya está todo arreglado, tú relájate. Mis mejores caballos te esperan aquí afuera, con ellos llegarás a tiempo a Córdoba. Y en cuanto a esa criatura, déjamela a mí, tú haz tu trabajo allá, que yo te cubro aquí.

El gobernador Mateo Leal de Ayala confía ciegamente en su gran amigo. Además, le está solucionando dos problemas a la vez. Como agradecimiento, le dice a Hernandarias que se quede con su familia en su casa. Prepara todo rápidamente y se marcha hacia Córdoba.

Hernandarias acepta con gusto, tanto él como su mujer, Jerónima de Garay, y su hija soltera, Jerónima Saavedra, se acomodan en la casa del gobernador. La hija de Hernandarias es una muchacha melancólica y solitaria, ha rechazado a varios pretendientes y rara vez se la ve sonreír. Su madre ha decidido que será mejor acompañar a su marido a la Ciudad de la Trinidad, para ver si la muchacha logra salir de su estado y consigue esposo antes de quedar solterona.

Hernandarias, bien temprano en la mañana, decide ir al despacho del gobernador para ver a ese sujeto endemoniado. Abre la puerta y se encuentra con un hombre, o lo que parecería ser un hombre, arponeado, encadenado y durmiendo en el suelo. Es una imagen aberrante, insólita. En el mismísimo despacho del gobernador, una persona o cosa arponeada, sangrando y dejada como si fuese un pescado, uno muy grande.

Se le acerca lentamente, intentando evitar el crujir de la madera del suelo para no despertarlo. A medida que se acerca más y más, se convierte increíblemente en más sorprendente aquella imagen. Llega casi hasta tocarlo y se queda mirándolo, a treinta centímetros de distancia. De repente, el hombre, criatura o demonio se levanta rápidamente y lo toma del cuello.

Mientras se asfixia Hernandarias, una mujer grita por detrás. El Demonio del Río de la Plata, como lo llamarán luego, la mira. En ese instante, le vienen recuerdos de Kaiyen, María, Ana, Camila y sus rostros se mimetizan con el de esa mujer. Casi que se siente mareado, un rostro realmente confuso se apodera de su mente. Aquella mujer que grita desde la puerta del despacho le resulta familiar y lo distrae hondamente, casi que se olvida de quién es y de por qué está allí. El demonio decide soltar a su víctima. En cuanto recupera el aliento, Hernandarias trata de hablar con la mujer, mejor dicho, enviarle un mensaje en modo imperativo, lo suficientemente claro.

—¡Jerónima de Garay! ¡Vete de aquí! ¡Ahora!

La mujer se paraliza, el demonio se levanta, el criollo amigo del gobernador se desespera. Jerónima se ha espantado primero, al ver que estaban asfixiando a su marido, pero luego, la imagen se ha hecho mucho más aterradora. ¿Qué es eso que ahogaba a su marido? Cabellos y barba bien tupidos, muy abundantes y de un color negro azabache; el cuerpo arponeado y bañado de rojo por la sangre que se vertía sin cesar en el torso desnudo; unos ojos negros penetrantes, que cuando la vieron se abrieron de par en par, con las pupilas totalmente dilatadas.

Hernandarias no sabe si empujar a su mujer afuera o entretener a la bestia para que no se precipite encima de ella. Él ha quedado en medio y no sabe qué tan bien atado está ese demonio. Pero lo que sí sabe es que algo en él cambió cuando vio a su mujer. Definitivamente, ella le llama la atención.

Capítulo 3

¿Kaiyen?

La criatura escucha el nombre y se sorprende, lo único que atina a hacer es repetir el apellido. Hernandarias se asombra, entiende que el apellido significa algo para ese hombre, bestia o demonio. Y aprovecha la situación para calmar a la bestia.

—¡Sí, hombre! ¡Garay! Ella es mi esposa y es hija de Juan de Garay. ¿Usted conoce a la familia? ¿Le suena el apellido?

Aquel hombre enceguecido y herido en cuerpo y alma respira. Trata de calmarse y entiende que esto debe ser seguramente una señal. Aquella mujer es la hija de su gran amigo Juan de Garay. Algo en ella le despierta sentimientos dormidos, le ha llamado la atención mucho antes de saber de quién es hija. De seguro es Kaiyen o es una clave para reencontrarla. Ya su mente cobra sentido e intenta entrar en razón. Sacude la cabeza como queriéndose sacar lo bestial, tal y como si fuese polvo, y se endereza para parecer más humano. Pero no puede decir quién es, no sabe si confiar en esas personas. Decide decir que fue soldado del hidalgo Juan de Garay y nada más, que le tiene mucha estima a ese hombre.

Hernandarias puede comprobar que esa criatura se ha calmado y cambiado su semblante cuando ha visto a su mujer, Jerónima. Algo más oculta, su reacción no es la de alguien que escucha el apellido de un conocido, menos aún la de alguien que ve a una persona cualquiera. Algo más con ese apellido o su portador pasa, pero también algo pasa con su mujer. Aún no sabe su gracia y ya ha cambiado notablemente.

Pero hay algo más. Algo, aparte de su mujer, llama la atención de ese sujeto: cada tanto, relojea simuladamente aquellas reliquias que están en una vitrina en el despacho, aquellas que él mismo encontró en una casa derruida por los años y por los ataques indígenas. Tiene que calmar al demonio y, en el mismo acto, sacar provecho. Una criatura con su fuerza y poder tiene que servirle para algo; se le ocurre para qué casi inmediatamente. Por tal motivo, decide hablar a solas con él.

Pide a su mujer que se retire. Una vez solos, le cuenta sobre sus expediciones tratando de buscar la Ciudad de los Césares. Le habla sobre los grandes tesoros que se encuentran allí, de los enormes peligros que hay que superar para llegar y, como si fuera poco, lo difícil que es encontrarla. Solo sabe que está en el sur, pero nada más.

Le propone lo siguiente: él, Hernandarias, le brindará insumos, equipamiento y unos veinte soldados. Este Demonio del Río de la Plata, como decide llamarlo, parece ser invencible, así que no tendría demasiados problemas en su aventura. Pero, por si acaso, le da refuerzos. A cambio, si este encuentra y le entrega el tesoro, conseguirá esas reliquias que tanto mira.

Pero el Demonio del Río de la Plata quiere algo más, no solo sus elementos devueltos. Quiere que le entregue también a su mujer. Hernandarias piensa que eso es una locura. ¿Entregar Jerónima a esa bestia? Primero, ama a su mujer y segundo, ella lo mataría a él antes que la bestia, al enterarse. Pero se ve en aprietos, ese demonio no tiene pinta de ser muy negociador, tampoco muy amigable. Ya está en situación de pactar y no puede retractarse. No puede hacerlo enfurecer, es muy probable que pueda soltarse y matarlo, y se llevaría a Jerónima de todos modos. La ansiedad, los nervios, la presencia de ese demonio, el deseo de tener el tesoro de la Ciudad de los Césares y sus ganas de volver a ser gobernador hacen que acepte la propuesta del demonio: si este consigue el tesoro, le dará sus pertenencias y le entregará a su mujer.

El Demonio del Río ve en esta prueba su oportunidad de resarcirse por todos los problemas que causó, ya que Hernandarias le dice que con el tesoro reconstruirá la ciudad, ayudará al pueblo y a los más necesitados. Cualquier cosa, con tal de que el demonio se tiente. Y, además, como si eso fuera poco, recuperará los corazones, su Alimekún y, por sobre todo, a su amada, porque está seguro de que es ella.

No se sabe por qué decide decirle al demonio que el tesoro se destinará para obras benéficas. Al fin y al cabo, es un demonio, porque seguro que, con esa facha y actitud, un ángel no es. Pero la cuestión es que se lo dice y, lo más asombroso, el demonio acepta. Decide pactar, pero como condición, pide tres meses para entrenar él mismo a esos veinte hombres, cosa que es tomada a bien por Hernandarias. Así, se sella el pacto.

Capítulo 4

La Orden de Alcántara

En ese mismo momento, pero en un lugar alejado, muy alejado, en la ciudad de Alcántara, un gran maestre de una orden poderosa recibe una noticia que despierta viejos temores. Él había recibido una carta hacía ya varios años de un caballero de la orden que se creía perdido. La carta decía:

Al nuevo gran maestre:

Antes que nada, dispénseme por no saber quién ocupa este maravilloso e importante puesto actualmente, pero hace mucho que no doy noticias ni las tengo sobre la orden que recuerdo con tanto cariño. Soy uno de los que fueron al nuevo continente junto con el gran maestre Fernando de Aranjuez en misión santa. Tenga en cuenta esas tierras, mi buen señor. Tenga en cuenta que allí vive una criatura sobrenatural, una que parece hombre, pero que en realidad es un demonio inmortal. Se ha llevado muchas vidas, incluida la de mi gran amigo y maestre. Si no me cree, envíe hombres en secreto y compruébelo usted mismo. Tiene que hacer algo al respecto, es una tierra maldita y el mismo diablo la protege. Yo no puedo encargarme ni puedo regresar con ustedes. Le pido que me perdone, pero tengo una misión muy importante que, por ahora, no puedo revelar.

Lo saluda muy suyo,

Antonio Ambrosías

El gran maestre no le había dado mucha importancia a aquella carta, creía que provenía de un viejo caballero que deliraba. Pero por alguna razón, igualmente decidió enviar a unos hombres en secreto para vigilar aquella ciudad austral a donde fue la Orden de Luján y pereció junto a sus caballeros santos. Así es como, unos años después de la carta, en este preciso momento, recibe noticias de aquellos hombres que había enviado: efectivamente, ha aparecido una criatura con aspecto humano, pero que no puede morir. Esta noticia alerta profundamente al gran maestre, por lo que decide rehacer la gran Orden de Luján en honor a don Fernando de Aranjuez. Envía a su propio hijo, el gran guerrero Santiago Sanabria, junto con unos cincuenta caballeros a cazar a esa criatura en nombre de Dios.

El caballero Santiago Sanabria es un guerrero prometedor, digno de compararse con los emblemáticos caballeros Pedro de Mendoza y Luján y Fernando de Aranjuez. El convento de San Benito ha tenido importantes obras de ampliación, por lo que un gran salón antecede a las habitaciones de los caballeros de la orden. En ese salón, entrena Santiago día y noche y demuestra sus grandes dotes de guerrero, pero sobre todo su altruismo, su generosidad y respeto con todos los hombres y las mujeres.

En el ala de aquel salón que se opone a las habitaciones, hay un altar de una Virgen hecha de alabastro, a la cual van los ciudadanos de Alcántara, sirvientes y esclavos para rezar. Santiago acostumbra observar a quienes se acercan a rezar y, si los ve afligidos o hambrientos, se les acerca y se ocupa de ellos. El padre no está muy complacido con el actuar de su hijo, no le agrada mucho la idea de que comparta tiempo, comida y charlas con los sirvientes y esclavos. Pero lo peor es cuando descubre que Santiago tiene un amorío con una joven esclava mulata.

Una noche, por una de las ventanas que Santiago ha dejado abierta, entra una muchacha. El joven caballero la está esperando y la ayuda a entrar. La celda de Santiago es privada, por ser el hijo del gran maestre, y hacia allí se dirigen raudamente. Al entrar, el muchacho prende una vela y a su luz se acuestan en su cama. Él la ama demasiado; ella, si bien lo ama profundamente, tiene mucho miedo. Cree que ese amorío no durará, que él se cansará de ella, que alguien los descubrirá y todo se acabará o que, simplemente, su padre se opondrá. Pero ese momento es mágico, es único e intocable. No importa absolutamente nada. Ella, por un rato, es feliz; él, por un rato, se siente cómodo. Si bien se enorgullece de ser quien es, es muy agotador, mucha responsabilidad, mucho peso para sus hombros.

En el calor de su amor, él comienza a desvestirla, ella hace lo mismo con él. Ambos se rozan, se besan, se acarician y se entregan por completo al otro. Pese al frío, los cuerpos transpiran, las sábanas se mojan, los pequeños y leves gemidos de ella, en la oreja de él, lo hacen enloquecer aún más, hasta que todo termina. Ella se levanta y mira por la ventana. Desnuda, cubierta con un manto, mira las estrellas.

—¿Sabías que las estrellas son todas distintas? Eso dice mi amo. Pero de lejos, todas se ven iguales. Si bien cada una tiene un nombre y hasta son de diferente tamaño y conformación, a todas ellas las llamamos de igual manera: estrellas. Con nosotros pasa lo mismo, Santiago. De cerca, somos distintos, pero de lejos, todos somos seres humanos, ¿verdad? ¿Y por qué yo, por ser negra, soy esclava, mientras que tú y mi amo, por ser blancos, son ciudadanos de honor?

—¡Por la estupidez humana, amor mío! ¡Porque el hombre necesita sentirse especial, mejor, digno! ¡Porque necesita de esclavos y sirvientes para que hagan el trabajo pesado! ¿Y cómo logran que unos sean esclavos y sirvientes? ¡Haciendo que se sientan esclavos y sirvientes! Pero algo los tiene que diferenciar. Si no, los mansos se rebelarían, y ahí aparecen las marcas de superioridad: el color de piel, la religión, el sexo, el poder. Pero te juro, amor mío, que un día la humanidad lo entenderá y tú serás mi reina. Bueno, en realidad, ya lo eres. Te prometo que yo mismo pelearé para que no haya más esclavos.

Mientras le hace las promesas, se va acercando hasta que la abraza por detrás. Se quedan unos minutos abrazados, mirando las estrellas y soñando el mismo sueño juntos. Pero algo los interrumpe, uno de los hombres del padre ha visto cuando la muchacha ha irrumpido en el convento. El padre no lo puede creer y ha tenido que ir él mismo a la celda de su hijo. Efectivamente, ahí están ellos, su hijo y la muchacha de color, desnudos y abrazados. El padre empuja a su hijo, abofetea a la muchacha y llama a los guardias.

Santiago nunca más vuelve a ver a la muchacha. Pregunta por el pueblo y nadie sabe qué ha sido de ella. Su amo solo sabe que le obsequiaron cuatro esclavas más y que se llevaron a una jovencita. El joven jamás podrá perdonar a su padre, quien está decepcionado y entristecido. Pero una noticia les viene a ambos como anillo al dedo. Su padre logrará deshacerse de su hijo y su hijo, de su padre. Y para mejor, en misión santa. Así es como Santiago Sanabria emprende el viaje de su vida, en busca del demonio del nuevo continente.

Capítulo 5

Soy el Demonio del Río

Pasan los días y este hombre en cuestión (que no desea ser llamado de otra manera más que Demonio del Río de la Plata, como escuchó que lo llamó Hernandarias) entrena muy exigentemente a sus nuevos hombres para la gran expedición. A estos no les agrada mucho que ese hombre mande sobre ellos. Pero saben de su extrema fuerza y de su sobrenatural forma de sobreponerse a heridas imposibles de sobrevivir, por lo que prefieren mantenerse a su mando y no sublevarse. Además, ponerse en contra de aquel demonio sería ponerse en contra de Hernandarias y eso añadiría muchas más complicaciones.

De cualquier modo, no pueden seguirle el ritmo, no pueden aprender a usar el laque y, definitivamente, no saben pelear a puño limpio. Pero eso, al Demonio del Río, no le interesa. No los quiere como sus guerreros, sino más bien como símbolo de paz, como un seguro contra los demás hombres blancos, ya que cree que, si lo ven con criollos y españoles, no habrá confrontación, por lo menos con los habitantes de la Ciudad de la Trinidad. Sabe que Hernandarias quiere la gobernación, así que no querrá crear conflictos con los ciudadanos llevando veinte hombres a un matadero. Además, con que sepan disparar, le basta.

Cada tanto, el Inmortal intenta acercarse a Jerónima (muy pocas veces lo logra) y le conversa. La mujer, sin saber qué planea ni el trato que hizo con su marido, le da conversación. A ella, solo a ella, el Inmortal le permite llamarle de otra manera que no sea Demonio del Río. “Dime Ilukán”, le dice al oído, pero le pide discreción y que no le cuente a nadie su verdadero nombre; será un secreto de ambos. Ella no entiende las pretensiones del demonio, pero le agrada y le sigue la corriente. Está muy cambiado desde lo que vio aquella vez en el despacho del gobernador. Limpio, con pelo corto, sin barba, perfumado y vestido decentemente, la cosa cambia. Además, es muy caballero al hablar y muy atento. En una charla en donde el inmortal hace una confesión, sin querer, le da a entender un poco de sus verdaderas intenciones.