El origen de Ilukán - Alejandro Roura - E-Book

El origen de Ilukán E-Book

Alejandro Roura

0,0
6,49 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Esta es la historia de un nativo del Río de la Plata llamado Ilukán, que en el año 1516 enfrenta una cruel realidad: su tribu y, lo más terrible, su familia, es masacrada por los españoles luego de arribar a la playa. Su ira y dolor solo son superados por su deseo de volver a ver con vida a su mujer e hijo. Para lograr lo imposible desata fuerzas antiguas y poderosas, pero todo tiene un precio. Este es el comienzo de una gran aventura que solo terminará cuando empiece, cuando el círculo se cierre, cuando aprenda la lección. El problema será reconocer cuál es. Bienvenido a Cirklaj Vundoj.

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB
MOBI

Seitenzahl: 148

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.


Ähnliche


Producción editorial: Tinta Libre Ediciones

Córdoba, Argentina

Coordinación editorial: Gastón Barrionuevo

Diseño de tapa: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Arte de tapa: Depositphotos Inc.

Diseño de interior: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Roura, Alejandro Javier

El origen de Ilukán / Alejandro Javier Roura. - 1a ed. - Córdoba : Tinta Libre, 2022.

144 p. ; 21 x 15 cm.

ISBN 978-987-817-813-4

1. Narrativa Argentina. 2. Novelas. 3. Novelas Fantásticas. I. Título.

CDD A863

Prohibida su reproducción, almacenamiento, y distribución por cualquier medio,total o parcial sin el permiso previo y por escrito de los autores y/o editor.

Está también totalmente prohibido su tratamiento informático y distribución por internet o por cualquier otra red.

La recopilación de fotografías y los contenidos son de absoluta responsabilidadde/l los autor/es. La Editorial no se responsabiliza por la información de este libro.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina - Printed in Argentina

© 2022. Roura, Alejandro Javier

© 2022. Tinta Libre Ediciones

A Natalia y Benicio, quienes me ayudan a vivir una hermosa ficción real.

El origen de IlukánAlejandro Javier Roura

De la saga:

Cirklaj Vundoj¿Cuánto vivirías por amor?

Capítulo 1

La presentación

Año 2001, Buenos Aires, Argentina. Es un día más en la Facultad de Filosofía y Letras. En la esquina de Pedro Goyena y Puan, viene caminando un profesor con su maletín, con paso sereno pero firme, por la vereda hacia el edificio. Hace una escala en la casa de fotocopias y retira un encargo, charla un poco con el dueño y sigue su camino. Llega a la puerta de Puan y va saludando a alumnos y a personal no docente. Sube las escaleras, se cruza con colegas, sigue saludando hasta que llega a la puerta de su aula.

Es época de finalización de cursada, él está terminando de dictar la clase teórica de Pensamiento Argentino y Latinoamericano. El profesor, como es su costumbre, saluda a su alumnado y comienza su clase. Al llegar el final de la hora, luego de terminar con el programa, les pregunta a los alumnos qué opinan del corpus visto, qué les interesó más y sobre qué tema desean recibir un poco más de información. En eso, un alumno pide la palabra. Se había estado aguantando, mordiendo la lengua, pero el profesor ha dado un puntapié que no puede desaprovechar.

—¡Profesor! La verdad, no me interesan ni el pensamiento argentino ni su historia. ¡Mire dónde estamos y cómo estamos! ¡Si nos hubieran colonizado los ingleses, la cosa hubiese sido distinta! Además, ¿qué historia tenemos?, ¿qué héroes?

El resto del alumnado asiente y empiezan los murmullos. Ahora todos opinan, no se salva ningún prócer. El profesor, de tanto bullicio, se paraliza, baja la mirada a la mesa y se pierde en ella. El griterío va en aumento, pero él lo escucha cada vez menos. Su mano derecha acaricia la madera de la mesa, la recorre de lado a lado. Su mano izquierda se aprieta contra su muslo, buscando descarga a tierra. Él ama su historia, él sabe que la historia argentina es más de lo que se cuenta y es más rica, además, más hermosa. Entonces, los mira, suspira y decide participar nuevamente.

—¡Sí, alumnos! La historia, tal y como la cuentan, es un verdadero desastre. Una verdadera porquería. Aburrida y sin gracia.

Al escuchar al profesor, a ese hombre que con tanta pasión dictaba sus clases, que parecía amar a su país y a su profesión, decir esas cosas, los alumnos se quedan atónitos. Se miran entre sí, se silencian. Nunca hubiesen imaginado que el profesor estaría de su lado.

—¡Terrible porquería! Aburrida, insulsa, sin Aquiles, sin Alejandros, sin Césares, ni siquiera un Ricardo Corazón de León, nada. No hay cazadores de vampiros, no hay superhombres, no hay epopeyas, absolutamente nada, ¿verdad? ¿San Martín cruzó los Andes en su hermoso caballo blanco o cruzó en una camilla tirada por un burro? ¿Es comparable ElMartín Fierro a la Ilíada y a la Odisea? Verán, Europa tiene antepasados majestuosos, hasta sus salvajes eran majestuosos: los vikingos, los germanos, los bárbaros… Se han hecho, y seguramente se seguirán haciendo, muchísimas novelas al respecto; hasta sus mitos y leyendas son formidables. Y nosotros tenemos unos indiecitos, ¿verdad? Hasta los aborígenes del norte son más atractivos, los aztecas, los incas, los norteamericanos, todos, menos los nuestros.

—Y si piensa como nosotros, ¿por qué dicta esta materia?

—Dicto esta materia, muchacho, precisamente porque pienso lo opuesto a lo dicho. Tal vez el programa que doy les parezca aburrido, pero es consecuencia inevitable del daño que han causado. Han querido borrar nuestra historia, nuestra fuerza, nuestra raza. ¿Alguno aquí tiene apellido aborigen? ¿Alguno tiene ascendencia aborigen? No. Aquí todos son descendientes de europeos y se creen europeos. Aclaro, San Martín sí fue un gran héroe argentino y está lejos de haber sido el único, y El Martín Fierro sí es un enorme poema épico, brillante, sublime.

»Pero no se preocupen, esto pasa desde que el hombre blanco violó estas tierras. Este es nuestro problema: los argentinos, como la mayoría de los americanos, somos los hijos traumados de una mujer violada. Piensen en esto, hagan este experimento mental. Una mujer vive sola, muy tranquila y en paz en su casa, ganada con el sudor de su frente. La tiene muy linda, bien amueblada, hermosamente decorada. Pero sin darse cuenta, un hombre la observa, desde hace un tiempo, entrar y salir, desde la vereda de enfrente. Es un hombre que fue echado del trabajo y de su hogar, y no solo le parece atractiva la mujer, sino que además puede entrever que en su casa tiene lujos, vive muy cómodamente y, lo mejor de todo, parece vivir sola, no tiene hombre.

»Un buen día, el hombre decide actuar. Él merece todo eso: la casa y la mujer; es su derecho. ¿Qué derechos puede tener ella? El hombre merece todo, es vigoroso, fuerte, conquistador y apropiador de todo lo que le apetece. Así fue creado y criado, y así debe ser. Así que, cuando la mujer abre la puerta para salir, el hombre la empuja hacia adentro, la tira al suelo, la desnuda, la viola y se adueña de la casa. Tiempo más tarde, nacen hijos de esa relación cruel. La madre odia su vida, pero ama a sus hijos, por lo que decide criarlos como puede y aceptar su destino: ser violada y dominada por el hombre.

»Crecen los niños, se vuelven hombres y se enteran de la verdad. Buscan al hombre y lo matan, pero no liberan a la mujer. La culpan: ella se dejó, no peleó, no lo enfrentó a muerte, así que algo de culpa también tiene. Y encima los crio junto a esa bestia que tenían como padre, que no solo la maltrataba a ella, sino que también les hizo pasar una niñez pesadillesca. Entonces deciden matarla también, borrar su pasado, liberarse.

»Pero no pueden nunca liberarse, así que algunos de los hijos repiten la historia, mientras que los otros se trauman y no pueden vivir, solo sobreviven. Generación tras generación, viven marcados por aquel acontecimiento y no pueden quitarse esas cadenas. ¿Realmente matando al padre se acaba el infierno? ¿Estuvo bien culpar también a la madre? ¿Se puede escapar del círculo? Bueno, así es como vivimos nosotros, los argentinos.

El profesor había tenido expectante a toda la clase. Todos lo miraban con admiración, muchos asentían mientras él hablaba, a algunos hasta les empezaron a caer lágrimas. El profesor ve las caras de todos los alumnos y comprende que captó su atención. Ahora falta el remate.

—¿Conocen la historia argentina o creen conocerla? ¿Qué historia nos cuentan? ¿Alguno conoce la historia de Ilukán? —Todos indican que no con la cabeza—. Entonces, queridos alumnos, solo conocen la historia que nos inventaron, no la que fue.

El profesor mira la hora: ya es tarde, ya terminó la clase. Decide invitar a los alumnos al bar de enfrente, sin obligación. Aquel que quiera conocer un relato diferente de la historia, será bien recibido a acompañarlo, a escuchar otra historia, una más interesante, una mucho más atractiva sobre el origen de esta nación. Toma su saco, recoge sus papeles, que va guardando en su portafolios, se despide y se va hacia el bar. Todos, absolutamente todos, lo siguen.

Cruzan la calle, el profesor saluda al mozo y al dueño del bar, se sienta en la mesa de siempre y pide lo habitual: un Legui y una picada. Pronto, uno se sienta en la silla vacía de aquella mesa, otro arrima otra silla, otro junta la mesa contigua y así hasta que se forma una cátedra dentro del bar. El mozo pregunta qué pasa y un alumno le hace una magnífica sinopsis de lo ocurrido en el aula. Este ha quedado tan embelesado por las palabras del profesor que, hasta casi con la misma pasión, transmite la noticia. Así, logra que el empleado quede igualmente atrapado por la historia que se va a contar. El resto de la clientela incluso se acerca, no pueden evitar escuchar. El mozo, el dueño, todos en el bar se arriman al profesor y esperan ansiosos a que este comience la tan esperada narración.

Capítulo 2

La gran bastimará

Es el año 1516 de la era cristiana, en un lugar llamado Ayunantú, que luego será rebautizado como Río de la Plata. Un grupo de indígenas, de la tribu Ayuntek, comen un sabroso lenguado asado y beben alrededor de una fogata. El que parece ser el líder, un aborigen alto, moreno, de pelo azabache y largo hasta la cintura, cuenta sus proezas mientras los demás lo miran absortos.

En eso, Yakumah, una mujer anciana que es una especie de chamana u oráculo para ese grupo, empieza a tener visiones. La mujer cae al suelo y pierde la consciencia. Pronto todos se acercan, no para ayudarle, sino para ser los primeros en escuchar lo que dirá luego. Cada visión de la mujer es de gran ayuda para la tribu, muchas de las decisiones que se toman se deben a la guía de la anciana.

Yakumah se despierta, pero sin abrir sus ojos. Se levanta y señala a Ilukán, aquel que contaba sus proezas antes de ser interrumpido, el líder de la tribu.

—¡Ilukán! ¡La vida de todos nosotros está en tus manos! Antes de que Antu vuelva a salir, deberás irte con tu mujer e hijo lejos de aquí, muy lejos. Vendrá por ti una bastimará gigante con demonios en su interior y si te encuentra, no solo nosotros, sino toda nuestra descendencia estará maldita por siempre.

Al decir estas palabras, todos quedan atónitos. Un gran silencio cubre el lugar, solo se escucha el crujir de las ramas en la fogata. Las miradas se concentran en Ilukán, mientras este se queda quieto observando a la anciana. ¿Qué tipo de visión es esa? La chamana ha tenido antes muchas visiones asombrosas, casi increíbles, pero que luego se han vuelto realidad. Sin embargo, ahora hay bastimarás (ballenas) gigantes y de sus entrañas salen demonios, algo poco creíble e improbable.

Ilukán ya ha visto criaturas asombrosas y místicas. Pero ahora la visión pide que se vaya de su propio pueblo. De cualquier manera, él ya ha enfrentado y vencido a un cherüwfe, algo que, salvo leyendas, nunca nadie ha hecho antes. Así que, de hacerse realidad, no sería peor que lo anterior, solo una prueba más de su fuerza y hombría.

—¡Ja, ja, ja, ja! ¡Yakumah perdió el sentido! ¿Entonces tengo apenas unas horas para tomar al pequeño Ilukén y a Kaiyen y largarnos en medio de la noche hacia vaya a saber uno qué dirección?

—¡Lejos de la orilla del lado este, Ilukán! Precisamente, para el otro lado, toma una balsa y vete lo más lejos posible —responde Yakumah—. Si es preciso, regresa a la zona donde te entrené una vez, allá, lo más al sur posible.

Ilukán sigue riendo sarcásticamente, no puede entender la profecía de Yakumah. Apenas en unas horas, saldrá Antu (el sol) y llegará una bastimará (ballena) con demonios dentro que vendrán por él. El gran guerrero se mofa de aquella profecía e invita a todos los demás a calmarse e irse a dormir: es una total incoherencia la que vaticina aquella anciana. Pronto, se van todos a dormir riendo y murmurando. Algunos temen por la profecía de Yakumah; otros, están más de acuerdo con su líder.

Ilukán llega a su tienda, acaricia el pelo de su amada Kaiyen, besa la frente de su querido Ilukén y se acuesta mirándolos. Las palabras de Yakumah aún resuenan en su mente. Se sonríe forzando en sus pensamientos la idea de que es una locura, pero no deja de tener en mente que casi nunca falla la anciana en sus vaticinios.

Para él es solo un pestañeo, pero al abrir los ojos, ya es de día. Se levanta exaltado, mira hacia afuera y ve a Antu en su máximo esplendor, iluminándolo todo. Mira a su familia, sale corriendo de la tienda. Observa el mar, fuerza la vista, coloca su mano derecha para hacer techo sobre sus ojos. Recorre todo lo que puede de ese horizonte marino y solo ve mar. Suspira, cierra los ojos y sonríe aliviado. Por suerte, esta vez, la anciana no acertó, la vida sigue su cauce natural.

Vuelve a su tienda y, lo más silenciosamente posible, toma a su amada, la despierta con caricias y manoseos, y empieza a besarla apasionadamente. Sus manos recorren todo el bello cuerpo de su mujer, se detienen un buen tiempo en sus senos, luego abre sus piernas y le brinda todo su sexo. Ella, ya despierta, pero sin abrir los ojos, acaricia suavemente a su hombre y sonríe. Se entrega totalmente, no puede más del placer, ama a su hombre y su forma de amarla. Ilukán tiene que festejar que otro día los espera. Una vez que terminan, se abrazan un buen rato. Luego, el gran guerrero sale y vuelve a mirar el gran mar. Aún tiene dudas, las palabras de la anciana carcomen su mente, quiere estar realmente seguro.

El pequeño Ilukén se despierta, mira a su madre, la abraza y pregunta por el padre. Luego sale corriendo buscándolo y, al verlo, salta a sus brazos. Ilukán se alegra y levanta al pequeño. En eso, aparece su mujer y los observa con amor. Él la mira y se maravilla de aquella hermosa sonrisa que siempre se dibuja en el rostro de Kaiyen cuando está feliz. Es una sonrisa que jamás ha visto en otra mujer u hombre; es especial, detiene el tiempo con su brillo. Mira a su hijo nuevamente, este se encuentra mirando a Antu asombrado. Aquel pequeño siempre se congela por horas viendo el sol, la luna y las estrellas, se pierde su mirada en los astros.

Ilukén es un joven muy inquieto y curioso. Ama las historias de su padre, quiere saber más sobre sus ancestros y le fascinan tanto los objetos que ve en el firmamento como en aquel mar inmenso, que parece juntarse con el cielo. Él quiere ser como su padre: fuerte, líder, seguro, valiente y temido por todo aquel que conozca sus hazañas.

Kaiyen es una aborigen muy hermosa, de labios carnosos, mirada suave, pechos voluminosos y unas piernas largas y esbeltas como las de una gacela. Ama con toda su alma tanto a Ilukán como a Ilukén, se siente realmente dichosa de su familia. En su tribu, las mujeres no son simples receptáculos, criadoras de hijos, como en otros grupos aborígenes. Aquí son guerreras tan importantes como los hombres. Es realmente una sociedad abierta, donde el sexo solo los diferencia en eso, en el sexo. Cualquiera puede ser el líder; en este caso, lo es Ilukán, pero anteriormente lo fue su madre, la gran guerrera. Y no por descendencia, sino más bien por merecimiento, ha sido que su hijo la ha sucedido.

Capítulo 3

Visiones cumplidas

Llega la hora de ir a cazar e Ilukán lleva a su hijo con él para enseñarle el arte de enredar las patas de los venados. Estos aborígenes usan unas piedras forradas en cuero, enlazadas a un tiento largo; a esta arma la llaman laque. Ilukán se jacta de tener en su laque unas cherufes: unas piedras ígneas que, según él, desprendió del cuerpo de un cherüwfe (una criatura mitológica) después de una gran pelea. Por suerte, estaba allí Yakumah para corroborar la hazaña. Ilukán era conocido como el único en haberse enfrentado a un cherüwfe y no solo sobrevivir, sino también matarlo. Todo aquel que sabe de esa historia no se atreve ni siquiera a cruzar sus miradas. Si él solo pudo vencer a tal criatura mitológica, nadie podrá ser capaz de ganarle en pelea justa.

Ilukán tiene mucha habilidad con el laque. El suyo tiene nombre, Alimekún; cada vez que lo usa, nunca falla. Es casi tan bueno con el laque como con el arco, pero su Alimekún es su sello de gran guerrero. Es lo que lo hace temible ante todas las demás tribus y aldeas.

Junto a ellos está Achakál, el gran amigo de Ilukán, un gran admirador de este gran guerrero. Es un aborigen más bien bajo y de contextura robusta, desde niños andan juntos. Es un muy buen guerrero, pero no es de los mejores de la tribu. Sin embargo, al ser tan allegado a Ilukán, casi como un hermano, es respetado por toda la tribu. Achakál se acerca al joven Ilukén y le va narrando, como es su costumbre, todos los movimientos de su padre mientras este persigue a un venado. Al joven le fascina escucharlo mientras observa a su padre, podría quedarse horas solo observando y escuchando.

—El gran guerrero matador de cherüwfes, protector de este pueblo, temido por todas las tribus cercanas, ya pudo ver a su presa: un magnífico venado, hermoso, ya crecido, muy ligero, pero no lo suficiente para escaparse de su majestuoso cazador. Se acerca sigilosamente y agachado, tal como un puma, de esos que vemos al norte y que se mueven como si caminaran en las nubes, casi como si fuesen fantasmas. De pronto, se endereza y levanta su temible Alimekún. La revolea una y otra vez sobre su cabeza y la arroja con más fuerza que las olas al romper en las rocas. La presa no tiene escapatoria, es inevitablemente atrapada por el formidable Ilukán. Aprende, Ilukén, porque tú serás el próximo gran guerrero de este pueblo y heredarás la increíble Alimekún. Con ella serás invencible, como tu padre —dice orgullosamente Achakál al pequeño.