El discipulado financiero - Peter J. Briscoe - E-Book

El discipulado financiero E-Book

Peter J. Briscoe

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Beschreibung

Este libro es una invitación para que te embarques en un viaje fascinante por El discipulado financiero. Un discípulo es una persona que mantiene una relación constante y transformadora con Jesucristo y que comparte con alegría con otros lo que ha aprendido. El discipulado financiero es tan importante porque lo que hacemos con nuestro dinero refleja las prioridades de nuestro corazón. Jesús dijo: "Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón". Un discípulo financiero tiene una visión clara: ver cómo todos los seguidores de Cristo, en todas las naciones, viven fielmente conforme a los principios financieros de Dios en cada área de sus vidas, tanto personalmente como en su trabajo, su entorno familiar y su vecindario. Tales personas desean conocer a Cristo más íntimamente, ser libres para servir y contribuir a sostener económicamente el trabajo de la Iglesia. ¡Únete a nosotros en el viaje del discipulado financiero!

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Peter J. Briscoe

El discipuladofinanciero

Invertir en la eternidad

“Este libro se ha escrito en un momento en el que la Covid-19 ha ocupado la primera plana, y aún no sabemos cuáles serán los efectos plenos de la pandemia. Esto afecta también a la esfera de la economía. Nos acecha la sensación premonitoria de que hará que muchos pasemos por estrecheces financieras. Por lo tanto, este libro llega en el mejor momento para ayudarnos a superar algunos de los retos a los que nos enfrentamos.

Hoy en día se hace mucho hincapié en el discipulado y por fin nos hemos dado cuenta de que no consiste solo en la decisión de seguir a Jesús, sino también de actuar conforme a esa decisión, seguir a Jesús y serle obedientes.

En los primeros capítulos del libro, Peter Briscoe habla del discipulado en general, relacionándolo luego con el tema que más se menciona en la Biblia: el dinero. Nos da un buen fundamento, intercalando en él principios sólidos y prácticos.

Los breves capítulos del 13 al 27 se pueden usar como devocional, dado que cada uno toca un tema basado en un pasaje bíblico. Es una lectura estupenda y útil tanto para individuos como para iglesias.

Este libro no es solo una teoría fantástica: en los últimos capítulos, Peter Briscoe fundamenta su contenido en la práctica mediante la herramienta Compass Europe, para ayudarnos a hacer nuestro viaje como discípulos financieros. Compass Europe es una organización de la que él es cofundador, destinada a hacer precisamente lo que se recomienda en este libro.

Sin duda, leer El discipulado financiero y ponerlo en práctica te convertirá en un discípulo más incluyente que también haga discípulos”.

Thomas Bucher, secretario general de la Alianza Evangélica Europea, Suiza.

“Ha sido una experiencia magnífica avanzar por este libro y tengo la sensación extremadamente positiva de que valió totalmente la pena; está repleto de sabiduría y, aunque es muy fácil de asimilar, el valor radica en asimilarlo. Este libro consigue transmitir algo más que mera sabiduría, algo personal que habla a tu interior. Encendió en mi ser una llama nueva: seguir viviendo en la práctica estas pasiones por ser un discípulo financiero. Me encantaron las sugerencias prácticas.

El punto álgido de este libro radica en el hecho de que te proporciona las lentes espirituales necesarias para que examines tus valores financieros actuales y para que los adaptes a las disciplinas financieras espirituales que generarán un valor eterno. Este libro me recordó que debía abandonar mis hipótesis financieras sobre cuál es mi trayectoria financiera como consultor empresarial, después de pasar años dando clases en una prestigiosa escuela de negocios. Este libro centra tu atención en el Navegador último y en los planes financieros que tiene para tu vida. Es un magnífico instrumento para usar como material en debates en grupos reducidos y para la enseñanza online.

El verdadero baremo de tu ministerio no será el tamaño de tu edificio o el número de personas que asistan a él. La verdadera medida será el número y la calidad de los discípulos que hayas creado. Recomiendo sinceramente este libro”.

Mario Denton, psicólogo industrial (MBA, MeCon, PhD), Ciudad del Cabo, Sudáfrica.

“Siendo contable, cada día veo cómo el dinero puede dominar a los emprendedores. Los emprendedores que crean un negocio partiendo de una visión cristiana a menudo caen con mucha facilidad bajo el poder de las riquezas. Empiezan con buenas intenciones, usar el dinero como debe, pero, a medida que pasan los años, veo que los gastos aumentan, las ofrendas disminuyen y, en definitiva, no se alcanzan los objetivos financieros personales.

La cuestión no es tener mucho o poco dinero. Lo que cuenta es el apego que le tengas.

No todos los cristianos tienen claro que la economía constituye una parte importante de la vida y del trabajo. Hay un notable desconocimiento de este tema, y muchos cristianos caen en la trampa de perseguir el dinero y los bienes materiales. Me alegro de que Peter escriba sobre este tema.

Conozco a Peter Briscoe desde hace treinta años. Me enseñó los principios básicos de cómo gestionar el dinero. ‘Enséñame tu cuenta corriente y te diré cuáles son tus prioridades’; esta es una cita que aprendí de él al principio de todo. Otra es: ‘Si no escuchas a tu mujer, ¡te perderás la mitad de la sabiduría de Dios!’.

Peter logra transmitir este conocimiento de una manera sencilla y clara. Sin embargo, no se limita al conocimiento y a la teoría, sino que también los aplica a su vida cotidiana, y ahora los comparte con nosotros en este libro. Los ejemplos prácticos, los fundamentos bíblicos y el humor son los ingredientes que hacen que este libro sea instructivo y útil.

Ruego a Dios que este libro sea de bendición y de edificación para muchos”.

Pieter van der Kwaak RA, contable público, director de Lansigt accountants and taxadvisors, Países Bajos.

“‘Solo se vive una vez’. Es muy cierto y te interesa asegurarte de que tus inversiones cuenten para la eternidad. Esto es lo que nos aporta este libro. Es frecuente que la economía no se considere parte del discipulado. ¿Por qué? Jesús enseñó a menudo sobre este tema, e incluso pidió a la gente que eligiese entre Dios y el dinero.

Peter lleva enseñando el discipulado financiero durante más de treinta años, y aporta a sus libros un gran sentido del humor y unas ideas prácticas y profesionales”.

James Sim, director ejecutivo de Compass Asia, Singapur.

“Me encanta este libro. Es un libro típico de Peter, y refleja su tremenda experiencia de la vida y de los negocios. Contiene consejos prácticos para administrar el dinero, ilustrados con numerosos ejemplos de la vida cotidiana. Su filosofía no solo se basa en su experiencia y en su profesionalidad, sino también en un sólido cimiento bíblico. Su enfoque se basa en el discipulado, es práctico, inspirador, y su llamamiento a la acción es ineludible. Es de lectura obligada para todos los que quieran servir a Dios con su economía”.

Wouter Droppers, presidente de Europartners, parte de CBMC International, Países Bajos.

“A medida que la crisis alcance cotas cada vez más altas, inimaginables, veremos a mucha gente que intentará salvarse mediante lo que piensan que sin duda les salvará: ¡el dinero! Esto es algo que ya vemos trágicamente plasmado en todas partes y una y otra vez: Mammón no cumple. Los hombres y las mujeres que pensaban que el dinero podía librarles se dirigen a una eternidad de desencanto. Comparemos ese viaje con el que hará de vuelta al hogar eterno un seguidor de Cristo que no haya puesto su seguridad en la cartera de valores y en el dinero. Cada vez más todos podrán ver qué poco alcance tiene el brazo corto del dinero. Si nuestra confianza y nuestra seguridad están solamente en él, tú y yo disfrutaremos de una paz más allá de todo entendimiento pasemos por lo que pasemos.

Recomiendo encarecidamente este libro de Peter Briscoe. Es una llamada de atención a todos los discípulos para que se tomen en serio la inversión de sus recursos en el Reino, y para que ayuden y formen a otros para convertirse en discípulos financieros, aportando paz y esperanza. ¡Léelo, estúdialo y vívelo!”.

Richard Samuel, director de Compass India y de CBMC India, Madurai, India.

Contenido

Prólogo

Acerca del autor

Introducción

Primera parte: El discipulado

1 ¿Qué es un discípulo?

2 El precio del discipulado

3 Los términos del discipulado

4 Los discípulos son administradores

5 Los discípulos hacen discípulos

6 Características de un discípulo fiel y confiable

Segunda parte: ¿Qué es un “discipulado financiero”?

7 ¿Por qué un discipulado financiero?

8 La libertad financiera

9 La esclavitud financiera

10 Decisiones que hay que tomar en el camino del discipulado financiero

11 La prosperidad financiera

12 La perspectiva eterna de un discípulo financiero

Tercera parte: Otros recursos sobre el discipulado financiero

13 Aprender del Maestro

14 Los deudores

15 El presupuesto

16 El viajero

17 El necio

18 El malgastador

19 El administrador

20 El rico

21 El líder

22 El recaudador

23 El mercado

24 Los inversores

25 El gobierno

26 La viuda

27 El traidor

Cuarta parte: El viaje del discípulo financiero

28 Un hombre y una brújula

29 Dirección norte: Un discípulo financiero sigue la regla de oro

30 Dirección noreste: ¡Un discípulo financiero vence a Mammón!

31 Dirección este: Un discípulo financiero sabe tomar buenas decisiones financieras

32 Dirección sureste: Un discípulo financiero no se endeuda

33 Dirección sur: ¡Un discípulo financiero sabe cuánto es suficiente!

34 Dirección suroeste: Un discípulo financiero genera prosperidad para la vida integral

35 Dirección oeste: Un discípulo financiero aumenta su generosidad

36 Dirección noroeste: Un discípulo financiero crea una cartera de valores eterna

Epílogo: Oración final

Prólogo

Dios gana. Esto es algo que, como cristianos, creemos en lo más profundo de nuestro ser.

Cuando era niño, no todo lo que comprábamos era de marca: la comida, la ropa, los electrodomésticos, los juguetes… lo que quieras. Mi madre creció siendo relativamente pobre y, aunque éramos la típica familia americana de clase media, lo que ella aprendió influyó en su manera de considerar el dinero. De hecho, la preparó para reconocer la ley del toma y daca, y para tomar decisiones inteligentes: gastar menos en determinadas áreas le permitía gastar más en otras. La disciplina que tuvieron mis padres con el dinero nos permitió ir de vacaciones todos los años, lo cual originó algunos de nuestros mejores recuerdos como familia (entonces y todavía hoy).

A lo largo de mi vida, Dios me ha bendecido con mentores que reforzaron los mismos principios básicos sobre cómo gestionar el dinero y la vida: tener un plan, seguir un proceso, gastar menos de lo que ganas, dar para recibir, liderar al servir, y empoderar a otros a hacer lo mismo. Y también controlar lo que puedas y estar listo para adaptarte, entendiendo que a veces suceden cosas inesperadas; eso es la vida. Estos mentores ejemplificaron para mí aquellos principios y además aplicaron su método con pasión. Es como si hubieran descubierto el programa perfecto para tener éxito a la hora de administrar el dinero y la vida. Entre tanto, también me estaban “enseñando a pescar”, y la idea de “dar sin esperar recibir” y el deseo de inculcarme esos principios era muy importante para ellos. A veces me pregunto si “mentor” será un sinónimo de “discípulo”.

Cuando en 2016 conocí a Howard Dayton (fundador y presidente de Compass - Finances God’s Way, la economía a la manera de Dios), y más tarde a Peter Briscoe, me sorprendió lo interrelacionados que estaban en sus vidas los conceptos de cristianismo, discipulado y dinero. Ejemplificaban la humildad en Cristo, dirigían como discípulos y maestros cristianos, y aplicaban a la economía los principios divinos de maneras visibles y significativas. Eran auténticos a la par que sofisticados, proyectando esa infrecuente combinación de confianza y de convicción que, sin duda, procedía del Espíritu Santo, además de deberse a su amplio trasfondo en el mundo empresarial y ministerial. Tenían el mismo esquema perfecto, pero con un sesgo añadido: su objetivo era administrar el dinero a la manera de Dios, como medio para acercarse más a Cristo y tener libertad para servirle. Era un modelo diseñado para tener un impacto eterno.

Me involucré y ellos me abrieron la Escritura, desde la estrategia a la táctica, de arriba abajo, de los mandamientos a las sugerencias importantes, del aquí y ahora (la perspectiva terrenal) al más tarde y para siempre (la perspectiva eterna). Todo lo que decía la Biblia sobre el dinero. Su enseñanza me transformó, hasta el punto de que el Señor me sacó del mundo empresarial para que trabajase con Compass como director mundial. ¿Qué estaban haciendo Howard y Peter? Lo mismo que han hecho durante más de cuarenta años: ser discípulos financieros.

El discipulado financiero consiste en que hagamos nuestra parte para situar a Dios en la mejor posición para que gane. Por supuesto que él no necesita nuestra ayuda, pero sí que nos concede un rol claro e importante que desempeñar. Un componente crítico para ser un cristiano completo es comprender y activar nuestro papel como discípulos financieros dentro del plan que Dios tiene para el mundo.

El dinero afecta prácticamente a todas las áreas de nuestra vida. Sin embargo, la fórmula de Dios para gestionar el dinero y los bienes materiales apenas se menciona en las iglesias, los matrimonios, las empresas o el hogar. ¿Por qué pasa eso? ¿Es que Dios no tiene nada que decir sobre el dinero? Y si dice algo, ¿qué vamos a hacer al respecto?

La realidad es que Dios tiene mucho que decir sobre el dinero. En la Biblia, este tema se menciona 2350 veces. ¡Eso es más del doble de lo que dice sobre la fe y el amor juntos! Además, casi el 15 % de todo lo que dijo Jesús, y más del 40 % de sus parábolas, hablan del dinero para transmitir el paradigma propio del reino. O sea, ¡que para Dios es un tema importante! Afortunadamente, cuando lo enfocamos bien, él nos ofrece instrucciones claras, grandes metas y expectativas, y beneficios eternos “a escala divina”. Igual que Peter y el resto del equipo de Compass, me he apasionado (quizá incluso obsesionado) con la idea del discipulado financiero como la próxima gran frontera que debemos alcanzar como comunidad cristiana mundial.

En este libro, Peter eleva el debate sobre el discipulado financiero: qué es, por qué es importante y cómo encaja en el plan del Maestro. Describe la imagen del papel que pueden desempeñar y desempeñan los discípulos financieros en la tierra y en el reino. Analiza la estrategia y los beneficios eternos de llevar la vida de un discípulo financiero. Nos ayuda a interiorizar el contexto histórico de los conceptos bíblicos sobre el dinero, aplicándolos a nuestras vidas de manera práctica. Por último, resalta la importancia que tiene que los discípulos financieros acepten su responsabilidad de crear otros que también lo sean, ayudando sin esperar nada a cambio y contribuyendo a respaldar financieramente y a cumplir la Gran Comisión. ¡Esta es una lectura imprescindible! Recomiendo este libro a cualquiera que busque sabiduría sobre lo que Dios dice acerca del dinero y cómo darle un buen uso para gloria de Dios y por toda la eternidad.

El discipulado financiero es un estilo de vida y una decisión. No es un viaje con un destino prefijado de por sí. Más bien se trata de una progresión interactiva, circular, de por vida, que es diferente para cada persona. Los objetivos son muy claros: aumentar la consciencia, la fidelidad y la obediencia. El progreso hacia las metas nos lleva a que el objetivo se clarifique: la humildad en Cristo por medio del Espíritu Santo, que produce un fruto duradero que multiplica el reino. Cuando vivimos plenamente por el Espíritu y producimos fruto eterno, somos transformados, convirtiéndonos en discípulos que se hallan en la mejor tesitura posible para optimizar el propósito de Dios para nuestras vidas: glorificarle en todos los ámbitos de nuestra existencia, sobre todo en aquel en el que tantos se han quedado cortos: el financiero.

Estas metas, objetivos y resultados que a lo largo de todo el libro Peter nos exhorta a perseguir nos llevan a formular algunas preguntas trascendentales. Al final, ¿qué historia contará tu dinero? ¿Estás invirtiendo en la eternidad? ¿Y si pudieras sustituir la economía del mundo por la del reino, y durante ese proceso ayudar a otros a acercarse más a Cristo? Cuando ponemos en práctica el modelo y los conceptos perfilados en este libro, Dios gana y, como resultado de nuestra fidelidad financiera, nos acercamos más a Cristo. ¡Que Dios sea alabado y glorificado!

Brandon Sieben, director internacional de Compass – Finances God’s Way, Iowa City, Iowa, EE. UU.

Acerca del autor

Peter Briscoe es inglés, nacido en 1950, y estudió Química y Gestión Industrial en la Loughborough University of Technology. Se trasladó a los Países Bajos en 1974 y su empresa le solicitó que abriera una sucursal en Holanda para vender productos químicos especializados a las industrias aeroespacial y de alimentos procesados. De 1986 a 2002, Peter fue director ejecutivo en Holanda de CBMC, los Comités de Empresarios Cristianos. CBMC se dedica a hacer discípulos entre empresarios y profesionales.

En 1990, Peter fundó “Synthesys”, empresa de consultoría especializada en el desarrollo de productos químicos. Cuando el Muro de Berlín cayó en 1990, Peter fundó Europartners, movimiento destinado a alcanzar y disciplinar (discipular) para Cristo a líderes empresariales y profesionales europeos. Desde 2002 ocupó el cargo de director general de HE Space Operations, trabajando para las instituciones espaciales europeas y especializándose en ofrecer servicios profesionales para las actividades aeroespaciales.

En 2008, Peter se retiró de su actividad empresarial para desarrollar un movimiento de discipulado financiero en Europa, que ahora está activo en más de veinte países. En Holanda, Peter es presidente de la junta directiva de la Iglesia Bautista de Leiden. Está casado con su esposa holandesa, Didie, desde 1972. Han sido bendecidos con tres hijas y seis nietos.

Introducción

Mi viaje por la economía comenzó cuando tenía 15 años y mi padre perdió su empleo. Fue algo muy traumático para la familia. Tuvimos que desarraigarnos y marcharnos de nuestro hogar. Nos trasladamos al norte, a vivir con mi tía, y lo único que pude llevarme conmigo fue mi perro y lo que pudiese cargar. Perdí cosas que eran bastante importantes para mí, como una colección de objetos futbolísticos, mi bicicleta, la maqueta de un tren y otras cosas. Desde ese momento supe que la propiedad es algo muy transitorio. Puedes perder muy rápidamente lo que tienes.

Entonces, cosa de un año más tarde, mi padre pedía objetos a empresas de venta por correo, cosas bonitas para su familia, y lo hacía con toda la buena intención. Quería mantener un estilo de vida al que estaba acostumbrado, pero mis padres tuvieron dificultades para afrontar los pagos. Recuerdo una noche que estaba acostado y les escuchaba discutir en la habitación de al lado. En aquel momento aprendí que las deudas pueden ser muy tóxicas. Pueden someter las relaciones a una gran presión. Pueden incluso dominar tu vida entera. Desde ese momento me prometí que nunca pediría un préstamo, y jamás lo he hecho, con la excepción de una hipoteca.

Mi primera introducción al concepto del discipulado provino de un estudiante de la universidad. Me presentaron a algunos compañeros que me ofrecieron su amistad y me invitaron a unirme a un grupo para estudiar la Biblia y descubrir cómo seguir a Jesús. Yo asistía a la iglesia desde que tenía 15 años, habiendo aceptado a Cristo gracias a un ministerio juvenil. Sin embargo, tenía poco conocimiento de la Biblia y de quién era Dios en realidad.

Robb Powrie-Smith dirigía el grupo estudiantil en mi universidad, Louhgborough University of Technology, un movimiento estudiantil llamado Los navegantes. Abría su casa a los estudiantes que se pasaban a tomar café y a charlar sobre la vida cristiana. Me ayudó a comprender la Biblia, enseñándome a estudiarla e incluso a memorizar pasajes que enriquecerían mi alma y me ayudarían a tomar decisiones beneficiosas para mi vida.

Mis amigos de Los navegantes me ayudaron a soslayar los campos de minas morales de la década de 1960 y principios de la de 1970, y a convertirme en un discípulo, un seguidor totalmente entregado de Jesús.

En 1978, mi esposa y yo participamos en un gran seminario europeo sobre cómo hacer discípulos, que se celebró en Essen, Alemania, en el que nos desafiaron a responder al llamamiento de Jesús de estar dispuestos a “ir y hacer discípulos de todas las naciones…”.

Realizamos ese compromiso los dos juntos. Recuerdo que el conferenciante, el líder internacional de Los navegantes, Doug Sparks, nos retó diciendo: “Esto es solo el principio de un viaje que durará toda la vida. Lo primero que pasará es que iréis a un seminario de formación para aprender a seguir a Jesús a lo largo de la vida… ¡por la vía difícil!”.

Primero, tuvimos que aprender a seguir a Cristo en mitad de nuestros problemas matrimoniales. Yo estaba volcado en mi profesión y ambicionaba convertirme en director de una empresa química antes de cumplir los 30 años.

Lo conseguí y fui director de una compañía química holandesa. Corría el año 1980, una época de grave crisis petrolífera. Teníamos problemas para obtener las materias primas para elaborar nuestros productos. Había muchas inquietudes laborales, era una época muy difícil para hacer negocios, y durante todo ese tiempo yo anduve muy estresado. Recuerdo un domingo por la mañana, cuando estaba sentado en la iglesia y lo único en lo que pensaba era en cómo pagar las facturas al día siguiente. Yo era cristiano durante el domingo, pero el lunes era otra persona, y esa situación no es nada positiva.

Alcanzar mis ambiciones me pasó factura. Al trabajar tantas horas y viajar, las relaciones en casa con mi esposa y mis tres hijos pequeños se deterioraron mucho. Mi salud se resintió y tuvieron que hospitalizarme. Mi relación con Dios era casi inexistente. Tenía problemas para integrar mi fe en mi vida cotidiana.

Conocí a algunos empresarios cristianos que me invitaron a una reunión de oración y estudio bíblico un lunes a las 7 de la mañana. Allí conocí a unos discípulos que se tomaban muy en serio seguir a Jesús en su trabajo y en su vida familiar. Me ayudaron a gestionar mi vida, a recuperar el rumbo, a seguir a Jesús en casa, en mi negocio y en la iglesia. ¡Eran hacedores de discípulos!

Quise descubrir cómo aplicar mi fe cristiana a mi vida cotidiana, cómo dirigir una empresa y cómo administrar el dinero. Descubrí esa enseñanza bíblica en el fundador de Compass, Howard Dayton, quien, junto con Larry Burkett, era pionero en ese campo. Viajé a Estados Unidos para participar en el taller “Negocios según el Libro”. Las lecciones que aprendí allí cambiaron mi vida laboral por completo. Mi esposa y yo tradujimos al holandés el curso “Gestionar las finanzas a la manera de Dios”, y nuestro punto de vista sobre la administración del dinero cambió del todo.

Empecé a impartir esos cursos y durante los últimos 35 años he viajado a más de 50 países enseñando estos principios. Por medio de la aplicación y la enseñanza de verdades bíblicas sobre cómo hacer negocios y administrar el dinero descubrí que no se trataba tanto de que me convirtiera en un profesional de la empresa más cualificado de lo que era, ni de saber administrar mejor el dinero, aunque esto sea algo que conseguí. Se trata más bien de convertirse en seguidor de Jesús, de aumentar la intimidad con él, de verte libre para servir y para aumentar tu generosidad.

En todos esos países busqué a hombres y mujeres “FAE”, es decir, personas que fueran fieles, accesibles y educables. Junto a ellas he contribuido a crear organizaciones nacionales en más de 50 países de Europa y África, para ayudar a otros a seguir a Jesús en sus negocios y con su economía.

En dos ocasiones fui llamado a abandonar mi trabajo empresarial para servir a tiempo completo en este ministerio de creación de discípulos por todo el mundo. Primero, dejé mi puesto de director de la empresa química, y más tarde otro como director de un negocio especializado en los viajes aeroespaciales, para crear movimientos con los que discipular a las personas, sobre todo en las áreas de la empresa y la economía. Fundé Europartners, donde serví durante doce años como presidente, un movimiento de ámbito europeo centrado en cristianos que se mueven dentro del ámbito empresarial y profesional, que ayudan a otros a encontrar a Cristo y a seguirle, haciéndose discípulos en el terreno económico. Pasé algunos años como vicepresidente internacional de Crown Financial Ministries, después de lo cual trabajé como director regional para Europa de Compass - Finances God’s Way, las finanzas a la manera de Dios, ayudando a hacer discípulos financieros.

Pero, ¿qué es un discípulo financiero?

Un discípulo financiero tiene una visión clara para ver cómo cada seguidor de Cristo en cualquier país vive conforme a los principios financieros de Dios en cada faceta de su vida, tanto personalmente como en su trabajo, su familia y su comunidad. Tan solo imagínate que todos los negocios fueran justos y honestos, entornos en los que las personas vivieran con fidelidad y plasmasen los principios financieros que Dios requiere. Creo que entonces todos los empleadores y todos los clientes tendrían prosperidad y bienestar. Imagina que una familia viviera fielmente conforme a los principios financieros de Dios. En ese matrimonio no habría discusiones, los hijos crecerían sabiendo cómo administrar sabiamente su dinero, la familia tendría un futuro próspero. Nuestras iglesias estarían respaldadas plenamente por discípulos financieros generosos y habría personas que se presentarían voluntarias para hacer trabajos en la iglesia. Muchos se liberarían de la carga de las deudas, y quedarían libres para entregar su tiempo y sus talentos al servicio de su prójimo.

El discípulo financiero ayudará a otros a seguir a Jesús con su dinero y sus bienes materiales, de modo que puedan experimentar la actividad del propio Cristo en sus vidas cotidianas.

Mientras escribo este libro estoy cerca de cumplir 70 años y he seguido conscientemente a Cristo desde que tenía 16. El viaje del discipulado ha tenido muchos altibajos; he bajado colinas, atravesado valles, subido montes ¡y vuelta a bajar! Sin embargo, el llamamiento de Jesús hacia lo alto sigue siendo firme.

Creo de corazón que la economía es la punta de lanza del discipulado. La manera como usamos nuestro dinero refleja directamente nuestras prioridades. Recuerdo que un mentor anciano y sabio me dijo: “Enséñame tu cuenta bancaria y te diré para qué vives, cuáles son tus prioridades. Si dices que Dios es lo más importante de tu vida y esto no queda reflejado en esa cuenta bancaria, te estás engañando a ti mismo”.

Basaba este comentario en las palabras de Jesús “porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mt. 6:21). Tu dinero sigue a tu corazón y, si queremos seguir a Jesús con todo nuestro corazón, nuestro dinero también debe seguirle.

Esto es el discipulado financiero. Antes que nada, un discípulo financiero aprende a administrar el dinero y los bienes como Dios quiere, aplicando principios bíblicos a cada área de su vida: la familia, el trabajo, la iglesia, los círculos sociales. Entonces, el discípulo financiero se convierte en un maestro obediente, comprometido con el mandato de Jesús de “id y haced discípulos… enseñándoles a obedecer todo lo que os he mandado”.

Primera parte: El discipulado

1 ¿Qué es un discípulo?

¡Los cristianos primero fueron llamados “discípulos”! Quizá esto te sorprenda un poco porque estamos acostumbrados al término “cristianos” para referirnos a los seguidores de Jesús. El apelativo “cristiano” es mucho más popular que “discípulo”, pero la Biblia habla mucho más de discípulos que de cristianos. Fue en Antioquía, donde Pablo y Bernabé enseñaban, “donde a los discípulos se les llamó ‘cristianos’ por primera vez” (Hch. 11:26).

En el siglo I, todo el mundo sabía lo que era un discípulo, porque estaban muy extendidos en su cultura. Un discípulo era alguien que se apegaba a alguien más entendido, sabio o experimentado para aprender de esa persona. El término griego que se usa para “discípulo” es mazetes, que significa aprendiz, y la persona con quien estaba relacionado era un didaskalos, que significa maestro. Los griegos usaban el sistema maestro-discípulo para educar a las personas, durante el transcurso habitual de sus vidas, experimentando juntos los sucesos cotidianos. Normalmente, vivían juntos y compartían experiencias, aprendiendo unos de otros.

Jesús empleó el mismo método para formar a sus discípulos, quienes constituirían el núcleo del nuevo movimiento. En las escuelas griegas de la época, los alumnos, en su calidad de “discípulos”, no tenían que estar sentados en un aula cada día, sino que aprendían paseando, observando y debatiendo con su maestro. Según la concepción griega, el discipulado conllevaba seguir, imitar y aprender.

Marcos nos dice que Jesús “designó a doce, a quienes nombró apóstoles, para que lo acompañaran y para enviarlos a predicar” (Mc. 3:14). Por lo tanto, el fundamento del discipulado es estar “con él” en una relación cotidiana, aprender de él y ser “enviados” a ministrar a otros de la misma manera.

Una buena definición de un discípulo es la que acuñó un pariente lejano mío, Stuart Briscoe.

“Un discípulo es una persona que mantiene una relación constante con Jesucristo, una relación que transforma la vida, y que comparte con alegría con otros lo que él o ella ha aprendido”.

Recuerdo una vez que volvía a casa en coche, después de unas vacaciones en familia, y no estaba seguro de qué carretera debía seguir. Al salir del centro vacacional vi que nos seguían tres coches. Al cabo de pocos kilómetros no me cupo ninguna duda de que nos habíamos perdido, y decidimos aparcar y consultar el mapa para dilucidar qué ruta teníamos que seguir. Los tres vehículos nos siguieron. Pregunté a uno de los conductores si sabían cuál era la carretera correcta y me contestó: “¡No, si le estábamos siguiendo a usted!”.

Ese día aprendí dos cosas. La primera es que, si quieres guiar a alguien, tienes que saber adónde vas. La segunda es que, si estás siguiendo a alguien, ¡debes estar seguro de que sabe lo que está haciendo!

Un discípulo es un aprendiz, que aprende de alguien que tiene más sabiduría y más experiencia. Por supuesto, nuestro maestro por antonomasia es el propio Jesús, pero tenemos que relacionarnos con otro discípulo que nos ayude a conocer mejor a Jesús. Debemos elegir cuidadosamente a quién nos apegamos. Ese discípulo debe ser alguien que sepamos que sigue a Jesús y obedece a las Escrituras. Pablo podría decir: “imitadme a mí, como yo imito a Cristo” (1 Co. 11:1).

A un discípulo se le llama a caminar “con” Cristo (evangelización), se le prepara para vivir “en” Cristo (capacitación), se le envía a vivir “para” Cristo (servicio) y recibe el mandamiento “de” Cristo para ministrar a otros (empoderamiento).

Algunas de las últimas palabras que dijo Jesús a sus discípulos después de su resurrección fueron el mandamiento de “id y haced discípulos…” (Mt. 28:19). Ellos debían reproducir y transmitir a otros lo que habían aprendido de él.

El propósito del discipulado

El propósito y la meta última del discipulado es la madurez en Cristo. “A este Cristo proclamamos, aconsejando y enseñando con toda sabiduría a todos los seres humanos, para presentarlos a todos perfectos en él” (Col. 1:28). El término griego para “maduro” es teleios, que significa completo, adulto y perfecto.

El desarrollo de esta madurez requiere una transformación tripartita. Jesucristo realiza un cambio que afecta a todas las áreas de nuestra vida. Vemos esta transformación en tres niveles que son interdependientes:

Ser una nueva persona: recibo una identidad nueva. Cristo vive en mí. Vivo conforme a un conjunto de valores nuevo: nuevas prioridades, nuevos objetivos, nuevas esperanzas. ¡Se me ha concedido una vida nueva! “Por tanto, mediante el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, a fin de que, así como Cristo resucitó por el poder del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva” (Ro. 6:4).Ver con otros ojos: obtengo una mente nueva. La mente de Cristo me moldea; él transforma nuestras actitudes y nuestra cosmovisión. El Espíritu Santo desarrolla en nosotros la mente de Cristo, de modo que podamos realizar juicios precisos de cualquier situación. “En cambio, el que es espiritual lo juzga todo, aunque él mismo no está sujeto al juicio de nadie, porque ‘¿quién ha conocido la mente del Señor para que pueda instruirlo?’. Nosotros, por nuestra parte, tenemos la mente de Cristo” (1 Co. 2:16).Vivir una vida nueva: tengo una ética diferente. El amor de Cristo me motiva. No solo consigo nuevas relaciones, sino una actitud nueva hacia las relaciones anteriores (perdón, reconciliación y paz). “Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y que nos amemos los unos a los otros, pues así lo ha dispuesto” (1 Jn. 3:23).

Cristo desarrolla progresivamente en nosotros un nuevo carácter moral que es un espejo del suyo propio. Por consiguiente, se trata de una transformación holística: existencial, emocional, ética, relacional. La condición para esta madurez es “estar en Cristo”. “Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!” (2 Co. 5:17).

La pregunta clave es: ¿cómo es posible esto? Desde el punto de vista humano, no lo es. En esta experiencia que transforma la vida hay un elemento sobrenatural que va mucho más allá de los esfuerzos o los recursos humanos. La capacidad de transformación no procede solamente del mensaje de Jesús per se (sus ideas y su ejemplo), sino de su poder. Tal como dijo lisa y llanamente el ciego al que sanó Jesús: “si este hombre no viniera de parte de Dios, no podría hacer nada” (Jn. 9:33).

El llamamiento principal en nuestra vida como discípulos es el de seguir un proceso constante de transformación para asemejarnos a Cristo. Randy Alcorn afirmó lo que la mayoría de personas ha experimentado como el propósito de su vida. Dijo: “Durante toda tu vida has estado buscando un tesoro. Has estado buscando a la persona perfecta y el lugar perfecto”. Yo encontré a esa persona perfecta, Jesús, y también el lugar perfecto al que me condujo… el reino de Dios.

Un discípulo sigue… ¡y luego se marcha!

“Venid, seguidme, y os haré pescadores de hombres”. Esta es la invitación que extendió Jesús a los hombres dedicados al negocio de la pesca, que eran Simón, Andrés, Jacobo y Juan. Se nos dice que “al momento dejaron las redes y lo siguieron” (Mc. 1:17-18).

Dejaron sus redes, sus barcas, su familia, a sus jefes, su negocio y su forma de vida, todo para seguir a Jesús. Hacer esto supuso una decisión repleta de emociones profundas y duraderas. Más tarde, Simón, llamado entonces Pedro, exclamó dirigiéndose a Jesús: “¡Nosotros hemos dejado todo lo que teníamos para seguirte!”.

Jesús prometió: “Os aseguro que todo el que por mi causa y la del evangelio haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o terrenos recibirá cien veces más ahora en este tiempo (casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y terrenos, aunque con persecuciones); y en la edad venidera, la vida eterna” (Mc. 10:28-29).

Ese “dejarlo todo” nos inquieta. Sin duda es lo que pasó en la historia del “joven rico”, a quien Jesús invitó a vender todo lo que tenía y darlo a los pobres. Dio la espalda a Jesús y se alejó, triste.

Puede que nos ayude darnos cuenta de que los discípulos retomaron su negocio pesquero varias veces durante el tiempo que siguieron a Jesús, de modo que el negocio familiar permaneció intacto. Pedro no abandonó a su esposa, quien más tarde viajó con él en su misión (1 Co. 9:5).

Entonces, ¿qué significa dejarlo todo? Supone estar disponible para dejar cualquier cosa que estés haciendo y obedecer el mandato de Cristo. Esto significa cortar el cordón umbilical que nos vincula con demasiada fuerza a nuestro trabajo, nuestros sueños, nuestras ambiciones y nuestros bienes materiales. Significa dar prioridad a los mandamientos de Cristo, dejándolo todo para obedecerle. Supone poner en sus manos todo nuestro dinero, bienes, dones y talentos, para recibirlos luego de vuelta como administradores o gestores de todo lo que él nos da para que lo usemos.

Recuerdo estar una vez en una fiesta que un ejecutivo italiano muy bien posicionado celebró en el jardín de su casa. Cuando hablé con su esposa, agradeciéndole su hospitalidad, comenté: “Tienen aquí un hogar maravilloso. Deben ser muy felices”. “En realidad, no”, contestó ella. “Como soy italiana, echo mucho de menos a mi familia, que está lejos”. “Entonces, ¿por qué no vuelven a Italia?”.

“No es posible”, dijo ella. “Tenemos una hipoteca y un estilo de vida muy alto. No podríamos sencillamente hacer las maletas y marcharnos. No soy nada feliz”. Luego añadió: “Es como si viviéramos en una jaula dorada”.

Mi esposa y yo decidimos que, a lo largo de nuestro matrimonio, viviríamos de tal manera que mantuviésemos al mínimo nuestros gastos cotidianos, de modo que cuando Cristo nos llamase para hacer algo, estuviéramos preparados. Yo abandoné tres veces mi trabajo para escuchar su llamamiento a iniciar un movimiento cristiano. Primero, un empleo bien pagado como director ejecutivo de una filial holandesa de una compañía química internacional. Luego, dejé de trabajar en mi propia empresa porque el ministerio se había hecho muy grande. Más tarde, en 2007, dejé un empleo bien remunerado como director ejecutivo de una empresa aeroespacial. Todas esas son cosas que no podría haber hecho si hubiéramos tenido muchas cargas financieras. En cada uno de esos casos nuestro presupuesto cayó en picado, pero el Señor fue fiel y nunca nos ha faltado nada.

¡He descubierto que Dios siempre paga lo que pide!

Un discípulo sigue y luego se marcha para tener la libertad de colaborar con Jesús en su misión.

La misión del discípulo