El espíritu de Roma - Vernon Lee - E-Book

El espíritu de Roma E-Book

Vernon Lee

0,0

Beschreibung

De entre todas las páginas italianas que ocuparon la obra de esta original y algo excéntrica autora, sobresalen estas miniaturas sobre Roma, la ciudad que conoció a fondo y por la que pasea una mirada de múltiples intereses, casi impresionista. Abarcan dieciocho años de su vida y varias visitas. Resulta una delicia seguir los pasos de esta italiana de corazón y dejarse atrapar por su espíritu iconoclasta, por sus juegos de imágenes y por la erudita lupa que aplica sobre rincones, edificios y obras de arte, a las que ilumina de forma magistral. No es la Roma que deslumbra al creciente turismo de la época y que Vernon Lee desprecia y caricaturiza, sino la de rincones e iglesias ocultas, casi fantasmales; la del silencio y la inmundicia que dignifica con su atenta contemplación. En estos fragmentos la erudición estética no está reñida con la anécdota, ni con la hilazón de fragmentos que parecen yuxtaponerse como las estructuras de Piranesi, el artista que según Vernon Lee mejor comprendió Roma. Conocida y traducida solo como autora de relatos fantásticos, la otra Lee, la enamorada de Italia, brilla aquí en toda su intensidad.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 147

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



SOBRE LOS AUTORES

VERNON LEE (Boulogne sur Mer, Francia, 1856 – San Gervasio Bresciano, Italia, 1935

Pseudónimo de la escritora inglesa nacida en Francia Violet Paget. Poeta, novelista, autora de cuentos fantásticos, fue también ensayista de arte y música sobre el país al que dedicó gran parte de su esfuerzo intelectual: Italia. Pasó su infancia viajando por toda Europa en compañía de su familia hasta asentarse en Florencia, en la villa Il Palmerino. Mujer de apasionado temperamento e inteligencia inusual, polemizó con escritores como Oscar Wilde o Henry James y cultivó la amistad de Edith Wharton, G.B. Shaw, o Mario Praz. Desde que empezó a publicar con nombre masculino se vistió habitualmente de hombre y en sus años finales fue una firme defensora del pacifismo y los derechos de la mujer.

Largamente olvidada, tras su muerte fue redescubierta en la década de los noventa por la investigación feminista. Es autora de una amplísima bibliografía, sobre temas de arte y estética, novelas, cuentos, relatos de viajes y poemarios.

AMPARO SERRANO DE HARO es escritora, autora de varias novelas y ensayos sobre arte. Es también profesora titular de Historia del arte en la UNED.

SOBRE EL LIBRO

De entre todas las páginas italianas que ocuparon la obra de esta original y algo excéntrica autora, sobresalen estas miniaturas sobre Roma, la ciudad que conoció a fondo y por la que pasea una mirada de múltiples intereses, casi impresionista. Abarcan dieciocho años de su vida y varias visitas. Resulta una delicia seguir los pasos de esta italiana de corazón y dejarse atrapar por su espíritu iconoclasta, por sus juegos de imágenes y por la erudita lupa que aplica sobre rincones, edificios y obras de arte, a las que ilumina de forma magistral.

No es la Roma que deslumbra al creciente turismo de la época, y que Vernon Lee desprecia y caricaturiza, sino la de rincones e iglesias ocultas, casi fantasmales; la del silencio y la inmundicia que dignifica con su atenta contemplación. Aquí la erudición estética no está reñida con la anécdota, ni con la hilazón de fragmentos que parecen yuxtaponerse como las estructuras de Piranesi, el artista que según Vernon Lee mejor comprendió Roma. Conocida y traducida solo como autora de relatos fantásticos, la otra Lee, la enamorada de Italia, brilla aquí en toda su intensidad.

Es tan peligrosa y extraña como inteligente, lo cual equivale a decir muchísimo.

WILLIAM JAMES

Sus relatos se acercan a la maestría de Isak Dinesen..

JAVIER MARÍAS

Contemplar las cosas junto a Lee era contemplarlas de verdad, lejos de las explicaciones para turistas de las guías Baedeker.

MAURICE BARING

Es tan poderosa y extraña como inteligente.

HENRY JAMES

El espíritu de Roma

Fragmentos de un diario

Título original:The Spirit of Rome: Leaves From a Diary, 1906

Título de esta edición:El espíritu de Roma. Fragmentos de un diario

Primera edición enLA LÍNEA DEL HORIZONTE EDICIONES: julio de 2019

© de esta edición:

LA LÍNEA DEL HORIZONTE EDICIONES:

www.lalineadelhorizonte.com | [email protected]

© de la edición, traducción y texto de introducción:

Amparo Serrano de Haro

© de la maquetación y el diseño gráfico: Víctor Montalbán | Montalbán Estudio Gráfico

© de la maquetación digital: Valentín Pérez Venzalá

ISBN ePub: 978-84-17594-35-0 | IBIC: WTL;1DST

Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

CUADERNOS DE HORIZONTE SERIE AZIMUT

El espíritu de Roma

Fragmentos de un diario

VERNON LEE

EDICIÓN, TRADUCCIÓN Y PRÓLOGO DE

RETRATO DE LA JOVEN VIOLET PAGET ANTES DE QUE COMENZARA A FIRMAR COMO VERNON LEE.

VERNON LEE: ISLA CON FANTASMAS por AMPARO SERRANO DE HARO

El espíritu de Roma

EXPLICATIVO Y APOLOGÉTICO

I PRIMERA VUELTA A ROMA

II UNA MISA PONTIFICIA EN LA CAPILLA SIXTINA

III SEGUNDO REGRESO A ROMA

IV ARACOELI

V VILLA CAESIA

VI EL PANTEON

VII POR EL CEMENTERIO

PRIMAVERA DE 1895

I VILLA LIVIA

II GALERÍA COLONNA

III SAN SABA

IV S. PAOLO FUORI

V PINETA TORLONIA

PRIMAVERA DE 1897

I REGRESO A MEDIANOCHE

II VILLA MADAMA

III DE VALMONTONE A OLEVANO

IV DE OLEVANO A SUBIACO

V ACQUA MARCIA

VI EL SACRO SPECO

VII EL VALLE DEL ANIO

VIII VICOVARO

IX TOR PIGNATTARA

X VILLA ADRIANA

XI SAN LORENZO FUORI

XII EN LAS COLINAS ALBANAS

XIII JUEVES SANTO

XIV VIERNES SANTO

XV ASFÓDELOS

XVI NETTUNO

XVII TORRE ASTURA

PRIMAVERA DE 1899

I LOS MUROS

II PALAZZO CENCI

III MONTE CAVO

IV UN DIOS DEL RÍO

V EL PANTEÓN

VI SANTI QUATTRO CORONATI

VII MÁS ALLÁ DEL PONT MOLLE

PRIMAVERA DE 1900

I MÁS ALLÁ DE LAS PUERTAS

II ROMA DE LOS ÚLTIMOS DÍAS

III SANTA BALBINA

IV LAS CATACUMBAS

V RIONE MONTI

VI AMPHORAE

VII MISA EN LETRÁN

VIII ILUSIÓN TEATRAL

IX SANTA MARIA EN COSMEDIN

X INSCRIPCIONES

XI PALAZZO ORSINI, (ANTIGUO SAVELLI)

PRIMAVERA DE 1901

I QUOMODO SEDET....

II VILLA FALCONIERI

III PORTA LATINA

PRIMAVERA DE 1902

I EL BASURERO

II LAS EXCAVACIONES

III LA REUNIÓN

IV

V MONTE MARIO

VI VÍA OSTIENSE

VII PATIO DE PALACIO

PRIMAVERA DE 1903

I VOLVER A ROMA

II DOMINGO DE RAMOS

III MONDRAGONE

IV SAN SABA

V UN CONVENTO

VI JARDINES DE COLONNA

VII PALO

VIII FIUMICINO

IX VÍA ARDEATINA

X SAN TEODORO

PRIMAVERA DE 1904

I PALO

II UN PASEO EN LA OSCURIDAD

III TUSCULUM

IV SAN PEDRO

V LAS CRIPTAS

VI SAN STEFANO

VII VÍA LATINA

PRIMAVERA DE 1905

I ROMA DE NUEVO

POSDATA

VERNON LEE: ISLA CON FANTASMAS

AMPARO SERRANO

Vernon Lee, cuyo verdadero nombre era Violet Paget (1856-1935), fue una isla… Inglesa, de padre francés y residencia casi permanente en Italia; aislada en medio del poderoso océano que fue la construcción secular de la cultura victoriana, para la que ella era demasiado rupturista y avanzada, pero a la vez rechazada por el otro proceloso futuro mar de la modernidad, cuyos navegantes querían cortar con el pasado reciente; enamorada del arte sin ser pintora, sino con las palabras(«word painter»);vocacional historiadora del arte de bellísima prosa y también escritora cuyas historias, a menudo fantasmales, se sitúan siempre en los confines artísticos del pasado. Fue la suya una existencia entre dos siglos, dos culturas, dos sexualidades y dos vocaciones que exigían una definición perentoria que nunca llegó, y que, al contrario, la colocaron en el abismo del funambulista que va de una cumbre a otra, eligiendo finalmente situarse en una equidistante tierra de nadie que es, quizás, el único lugar en el que las personas extraordinarias pueden ser realmente fieles a sí mismas.

Su nombre ha sido durante mucho tiempo una palabra clave, una contraseña discreta por la que los amantes de lo exquisito y las gemas raras del arte y la literatura, podían reconocerse como hermanos de la sociedad secreta de la excelencia, en medio de los conocimientos más frecuentados y, por supuesto, más férreamente defendidos, por ser más, evidentemente,evidentes.

En Vernon Lee nos encontramos con una personalidad de ambición plural que escribió cuentos, novelas, textos de viaje, crítica de arte, textos pacifistas, teoría psicológica y estética; alguien que fue calificada por las mentes más brillantes de su tiempo como «excesivamente inteligente» al decir de Henry James, Oscar Wilde, Lytton Strachey, Mario Praz…Y que, sin embargo, logra pasar casi de puntillas por el éxito y la fama.

Sin duda tanto su condición de viajera permanente, y en cierto modo «apátrida», no jugó a su favor, al igual que su lesbianismo: todos sabemos ya que la base «infame» de la fama es el uso político o de cualquier tipo al que ese alguien pudo prestarse en vida, o al uso que se hizo de ella a su muerte por las generaciones posteriores. Son difícileslas posibilidades de adscribir a Lee a alguna causa útil, a cualquier «poder», incluyendo el feminismo —aunque sin duda se ha vuelto a recuperar su figura gracias a él— a pesar del acercamiento de Lee a los presupuestos feministas de sus últimos años. Pero la manipulación a la que se puede someter una figura tan libre, contradictoria e independiente como la suya, es casi nula.

También, sin duda, su condición femenina y su amplia cultura le hicieron proclive a caer en ese «Triangulo de las Bermudas» histórico que se tragó durante siglos a cualquier mente brillante que tuviese la ocurrencia de nacer mujer, es decir, el abismo insondable y hambriento de loamateur.Lee, que empezó a publicar a los veinticuatro años, fue considerada una aficionada, quizás genial, pero no una figura «importante» o de «autoridad», por esas dosrazonestan poco razonables: por ser mujer y por escribir inteligentemente, sobre muchos temas diversos.

También es cierto que al ser mujer se aceptó más fácilmente su dedicación a actividades literarias consideradas por entonces menores o «ligeras»: esencialmente la crítica de arte, los cuadernos de viaje y las historias de fantasmas —que tenían el mismo seguimiento popular entonces que tienen ahora losthrillerso novelasnoir—. Por ello es pertinente plantear la difícil cuestión de delimitar si realmente eligió escribir sobre los temas que amaba, o si escribió sobre aquello de lo que se podría aceptar, socialmente, que ella fuese la autora y, que, por lo tanto, sus escritos pudiesen ser publicados. Sería, efectivamente, una delicada decisión, si no fuese porque hay tanta pasión y conocimiento en sus escritos sobre arte, tanta personalidad y nostalgia en su acercamiento a una ciudad, tanto dolor en sus fantasmas…

Es reseñable, aunque sea de pasada, al igual que ocurre con el tema de las mujeres fotógrafas al final del XIX y principios de siglo XX, que escribir sobre arte era considerado entonces una tarea esencialmente «femenina». El abandono de la fotografía en manos de mujeres se dio fácilmente por considerarse un medio esencialmente mecánico de reproducción, de «mímesis» que no se pensaba, en líneas generales, que requiriese ningún talento especial, ningún don, ni técnica, ni genio, sino solo paciencia y la capacidad de manejar, repitiendo una y otra vez el mismo proceso, unos aparatos no excesivamente complicados. También se consideraba en la prensa que era muy «propio» y adecuado que fuese una mujer la que escribiese sobre arte, ya que el tema en sí se juzgaba «femenino», pues se trataba de «describir» con «sensibilidad» lo que ya estaba a la vista; de rendir en palabras, en algo similar a un proceso de traducción «mimética», lo que estaba ya hecho y lo que, por lo tanto, no requería «inventiva», ni tampoco ningún talento especial, sino paciencia y atención al detalle. Además, claro, de modo subterráneo, estaba la asociación casi automática que se hacía entonces del arte con la belleza y de esta última con la mujer: de algún modo, era lógico que fuese alguien ligado por su naturaleza a las «leyes de la belleza» quien hiciese la descripción de un objeto artístico regulado por esas mismas leyes.

Aunque su nombre de nacimiento fue Violet Paget, ella escribía con el pseudónimo masculino de Vernon Lee. Y eso era, entonces, algo relativamente aceptable: mujeres escribiendo con nombre masculino o bajo la cobertura de «Anónimo», una incidencia tan común que llevó a Virginia Woolf algunos años después a declarar: «Anónimo es una mujer». Pero como siempre ocurre con los seudónimos, su función va más allá de resolver una dificultad social: es también una necesidad sicológica. Es la máscara más real. Para Vernon, este nombre falso representa su ser más auténtico y su vida más verdadera: toda aquella persona realmente cercana a ella, la conocía por su seudónimo y así firmaba todas sus cartas personales.

Es un hecho evidente que la genialidad y el talento crean envidia, y por lo tanto enemistades, y que, a su vez, lo único que sostiene social y económicamente a alguien son precisamente esas cualidades; más aún cuando además su (discreto) lesbianismo le pone al borde de la exclusión social… La mayor riqueza de Lee eran su agudeza, su exquisita educación en las artes y el conocimiento profundo de al menos cinco idiomas. Fue fácil pensar para esas mentes rastreras, cuya vulgar idea del éxito es que se les invite a almorzar gratis o se les traduzca a muchos idiomas —obviamente estoy haciendo una traslación humorística, a nuestra época, pues la vulgaridad entonces era el amor al dinero por encima de todo, al igual que ahora— que se la podría fácilmente eliminar de las listas que llevan primero a la Gran reputación y finalmente a la Fama eterna. Y así fue. Al menos durante el tiempo de su vida mortal. La lista de la gente que la detestaba, que la encontraba ridícula o que decían que lo era, rebuscando motivos y adjetivos para desprestigiarla; la de las amistades que rompieron con ella y nunca le perdonaron algo, es mucho más larga que la de sus amigos leales y constantes; bien es verdad que ella renovaba continuamente este apartado, llevada por una curiosidad intelectual inextinguible. Luego, claro, en los siglos venideros de los rastreros no quedará nada, ni una mancha de grasa, y, sin embargo, Vernon Lee, aunque nunca totalmente ausente, después de un periodo de relativa oscuridad, resurgirá de nuevo, siendo la reedición de algunos de sus escritos y el interés por sus teorías, un fenómeno admirable e imparable que se viene dando desde el año 2000. En la actualidad, en Inglaterra, que fue su patria materna, se está procediendo a la reedición de muchos de sus escritos. Esta es por cierto la primera aparición de sus «páginas romanas» en español. El tema del eterno retorno, el triste e incierto fantasma de la inmortalidad, es, por cierto, uno de los motivos recurrentes que habitan nuestro libro, esta especie de diario dedicado a Roma.

De la genialidad de Lee, que una vez pasada la extrañeza inicial que produce el encuentro con su voz profundamente original, no hay ninguna duda, estas páginas lo atestiguan cumplidamente, y explican el hecho de que se le abrieran muchas puertas en el mundo editorial y social, pero también por su criterio independiente, capacidad para ver más allá de las apariencias, e irreprensible inteligencia, consiguió hacerse numerosos enemigos que sembraron su vida de más dificultades de las que ya había adquirido en su infancia. El lector o lectora de este libro comprenderá inmediatamente, en cuanto empiece su lectura, que alguien que puede hablar de la Capilla Sixtina, la obra magna de Miguel Ángel, una de las obras más reproducidas y valoradas del mundo, con esa descacharrante lucidez y falta de protocolo, con la que lo hace ella y sin dar a su visión ningún énfasis, sino casi podríamos decir que «de paso», atenta solo a expresar su propia visión, es capaz de casi todo, al menos en su mente, al menos por escrito.

Algunos apuntes de su vida y obra

La infancia y adolescencia de Vernon Lee están sin duda detrás de ese extraordinario coraje intelectual que tuvo que desarrollar a lo largo de su vida, y, aunque solo sea a grandes rasgos, merece evocarse algo de esa vida errante por Europa que fueron sus primeros años. Vernon era la hija de una madre bella, rica, excéntrica, de la buena sociedad inglesa, Matilda Hamilton, que, a raíz de la muerte de sus padres cuya fortuna se labró en «las colonias», entró en un interminable litigio con sus hermanos, lo que la dejará casi en la ruina. Al quedarse viuda se refugia en Francia con su hijo pequeño. Esa huida tiene por objeto, sin duda, alejarse del control social y actuar a su guisa, pero principalmente estirar unas rentas modestas, que en el continente europeo podían asegurarle una vida más acomodada que en su propio país. En Francia se enamora del tutor de su hijo y se casa con él, y de ese curioso matrimonio desparejado nacerá Violet/Vernon. Una madre que podría haber sido concertista de piano, excesivamente apegada a su hijo mayor, de quien Violet tomará el segundo nombre, Lee, como apellido, un padre ausente, un entorno cambiante. Para mayor consternación, el único hijo varón, Eugene Lee Hamilton, el hermano mayor de Violet/Vernon, irá sufriendo una progresiva parálisis por causas psicosomáticas que solo desaparecerá a la muerte de su madre. Abandonada a la deriva psicológica de ese peculiar enredo de afectos, seguramente excesivos y desequilibrados, en los que ella parecía ser el elemento menos importante, Vernon pronto se puso a escudriñar en su entorno inmediato en busca de algo que pudiese paliar su soledad. En ese momento, con diez años, entró en su vida una amistad de su madre que la cambiará para siempre, se trataba de Mary, la madre del artista John Singer Sargent, a quien conoce en Niza en 1866. Este es un encuentro decisivo para Vernon que hará proyectar su amor e interés hacia el arte en primer lugar. Además, puesto que su madre había elegido la música y su hermano la poesía, es lógico que encontrase en la emoción de la pintura un camino propio hacia la sublimación artística para paliar así su falta de amor y estabilidad. Sin embargo, la cualidad más determinante del genio de Vernon Lee fue siempre su capacidad para las palabras y, de modo muy inteligente, su acercamiento al arte no se produce por medio de paletas, pinceles y pintura, sino a través del discurso, del logos.

Siempre ligada al arte y a las palabras, la vida de Vernon tiene, sin embargo, dos momentos que marcan un acercamiento diferente en su interés. En primer lugar, está su relación con Mary Robinson, una joven poeta inglesa de familia acomodada que conoce en el primer viaje de Mary a Florencia en 1880, que es curiosamente también la fecha de la publicación del primer libro de Vernon sobre la ópera del siglo XVIII y el fenómeno de los castrati, escrito siguiendo, inicialmente, el campo de interés de su madre por la música. Con Mary, cuya amistad es aceptada y aún alentada inmediatamente por la familia, tendrá una larga relación de ocho años. Junto a Mary, Vernon se lanzará a desarrollar otros aspectos, fundamentalmente literarios; se alejará de los estudios musicales, y su acercamiento al arte estará presidido por su técnica literaria y la conciencia de sus emociones. Además, empieza a escribir relatos y cuentos. Menchu Gutiérrez, en su interesantísimo prólogo a Vernon Lee en La voz maligna