El génesis y la ciencia - Leonard Brand - E-Book

El génesis y la ciencia E-Book

Leonard Brand

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Beschreibung

Todas las cosmovisiones están basadas en suposiciones. Podemos asumir que hay un Dios o que no lo hay, que la vida comenzó con un diseño inteligente o sin él, que el Universo se generó por sí mismo o que Dios lo hizo. No se puede probar ninguna de estas suposiciones, así que las suposiciones siempre son la base de nuestras cosmovisiones. El problema con las suposiciones es que tienden a obstaculizar la elaboración de preguntas. Nuevas investigaciones científicas están poniendo a prueba algunas de las suposiciones fundamentales que afianzan las arraigadas teorías naturalistas de la comunidad evolucionista. El autor desafía al lector a abordar estas temáticas polarizadoras con una mente abierta, y a considerar reflexivamente las opciones. ¿Estás listo para cuestionar tu cosmovisión?

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El génesis y la ciencia

¿Adónde apunta la evidencia?

Leonard Brand

Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires, Rep. Argentina.

Tabla de contenidos
Tapa
Dedicatoria
Prefacio
1. Los bosques fosilizados de Yellowstone
2. Cosmovisiones, evidencia y presuposiciones
3. Qué nos cuentan las tortugas
4. La evidencia geológica: buenas y malas noticias para la cosmovisión bíblica
5. Tiempo geológico de millones de años: ¿por qué le importa a un cristiano?
6. ¡Fósiles!
7. ¿Podrá sobrevivir la evolución a la evidencia biológica reciente?
8. ¿En qué dirección va la evidencia?

El Génesis y la ciencia

¿A dónde apunta la evidencia?

Leonard Brand

Título del original: Genesis and Science. Where is the evidence going?

Dirección: Walter Steger

Traducción: Aecio Caïrus

Diseño de tapa y del interior: Giannina Osorio

Ilustración de tapa: Shutterstock

Ilustración del interior: Leonard Brand

IMPRESO EN LA ARGENTINA

Printed in Argentina

Primera edición; e - Book

MMXXII

Es propiedad. © 2019 Pacific Press. © Asociación Casa Editora Sudamericana 2022.

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.

ISBN 978-987-798-716-4

Brand, Leonard

El Génesis y la ciencia: ¿A dónde apunta la evidencia? / Leonard Brand / Dirigido por Walter Steger/ Ilustrado por Leonard Brand. - 1ª ed. - Florida: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2022.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: online

Traducción de: Aecio Caïrus.

ISBN 978-987-798-716-4

1. Génesis. I. Steger, Walter, dir. II. Brand, Leonard, ilus. III. Caïrus, Aecio, trad. IV. Título.

CDD 222.11

Publicado el 30 de septiembre de 2022 por la Asociación Casa Editora Sudamericana (Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires).

Tel. (54-11) 5544-4848 (opción 1) / Fax (54) 0800-122-ACES (2237)

E-mail: [email protected]

Website: editorialaces.com

Prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación (texto, imágenes y diseño), su manipulación informática y transmisión ya sea electrónica, mecánica, por fotocopia u otros medios, sin permiso previo del editor.

Todas las citas bíblicas sin otra indicación han sido extraídas de La Biblia, Nueva Reina-Valera 2000 Actualizada (RVA-2000), © 2020, Sociedad Bíblica Emanuel. Biblia.EditorialACES.com

Dedicatoria

Dedicado a los graduados universitarios y colegas (incluyendo críticos del creacionismo) que a través de los años me han provocado a buscar una mejor comprensión de los problemas involucrados en los orígenes del mundo y la vida.

Prefacio

¿Se puede reconciliar el punto de vista bíblico de los orígenes con los elementos de prueba aportados por la ciencia? ¿Fue creada la vida sobre el planeta hace unos pocos miles de años? ¿Qué respuestas a estas preguntas te parecerían creíbles?

Al procurar respuestas para estos interrogantes, voy a hacer dos presuposiciones. Primero, que estás dispuesto a considerar la Biblia digna de tu atención, y después, que quieres respuestas honestas, y no papilla verbal como para sentirte bien. Este libro no es un análisis exhaustivo de la ciencia de los orígenes ni de los elementos de prueba correspondientes. El propósito aquí es presentar algunos problemas especialmente importantes y evidencia sobre el origen de la vida y la historia de la vida en la Tierra, enfocando principalmente tendencias recientes de los elementos probatorios sobre tópicos cruciales. Espero despertar tu interés en estudiar más, para ver si lo que estoy presentando es una evaluación imparcial de la evidencia, del abordaje al estudio de la evidencia y cómo se relaciona esto con la verdad bíblica.

Para ser justo con los autores de trabajos científicos publicados que cito, debo señalar que muchos de esos autores no concordarían con mis conclusiones o interpretaciones. Los cito solo por determinados datos o conceptos específicos, y procuro hacer reinterpretaciones de estos que traten objetivamente la evidencia. Este libro es una presentación concentrada y actualizada de algunas partes de la información que se presenta en más detalle en el libro Faith, Reason, and Earth History [Fe, razón e historia de la Tierra].1

Mi carrera como científico e investigador se ha concentrado en preguntas como las que planteo en las páginas precedentes. Al comenzar mis estudios universitarios, un estudio de la Biblia me llevó a comprender la realidad de cuán majestuoso, amante y siempre presente es Dios, y qué privilegio es hacer de la Biblia una guía para la experiencia de la vida. Conocer cosas sobre Dios no es lo mismo que conocerlo a él como amigo y Salvador personal.

Me ha resultado interesantísimo observar las tendencias tanto en el tipo de elementos probatorios como en las actitudes de los científicos hacia los que toman seriamente la Biblia. Las pruebas y las actitudes no siempre han tomado la misma dirección. En este libro voy a examinar la trayectoria que han seguido y defender la conclusión que un pensador deduciría de esto.

No me resulta posible expresar aquí mi reconocimiento a todos los colegas, estudiantes y amigos cuya influencia se expresa en este libro. Deseo agradecer especialmente a Ariel Roth, por tomarse muchos meses introduciéndome a la geología del oeste de los Estados Unidos y por su revisión del presente manuscrito. También agradezco a Arthur Chadwick, por su valiosa colaboración como investigador, que ha sido fuente de inspiración; y a Kim, mi esposa, por su apoyo y paciencia con las horas dedicadas a proyectos como este.

Hay un concepto que subyace a todo lo aquí tratado: confío en que podamos disentir en cuanto a cuestiones tan importantes como estas y seguir respetándonos mutuamente. Hay demasiada mofa, por ambas partes, dirigida a personas y posiciones con las que disentimos. ¿Puede uno imaginarse a Jesús haciendo eso? Ridiculizar no llevará jamás a nadie a convencerse, de modo que, si disentimos, por lo menos tratemos de disentir respetuosamente.

Mi esperanza es que, al terminar la lectura de este libro, tengas una comprensión más clara de la dirección en que se está moviendo la evidencia que se ha ido acumulando, y de cómo estos elementos de prueba dan aliento para reconocer la Biblia como una guía de orden superior para nuestras vidas y una fuente de fortaleza para proseguir con la tarea científica.

Leonard Brand

12 de febrero de 2019

1 Leonard Brand y Arthur Chadwick, Faith, Reason, and Earth History: A Paradigm of Earth and Biological Origins by Intelligent Design, 3a ed. (Berrien Springs, MI: Andrews University Press, 2016).

Capítulo 1

Los bosques fosilizados de Yellowstone

Al tratar el tema del Génesis, la ciencia y de a dónde apuntan los elementos de prueba, nuestra primera pregunta es si la práctica de la ciencia y una creencia convencida en la Biblia son cosas compatibles. Mi respuesta comienza con un ejemplo extraído de los bosques fosilizados.2

En la década de 1960 y principios de 1970, un pequeño grupo de eruditos cristianos estaba aseverando que un yacimiento fósil en particular, en Wyoming, indicaba que la escala del tiempo para la vida en el planeta era mucho mayor que la que se pudiera conciliar con la Biblia. Los bosques fosilizados que se pueden ver en las laderas del parque nacional Yellowstone parecen una serie de bosques fosilizados separados, un nivel de bosque por encima del otro, donde cada bosque sucesivo fue muerto y enterrado por un aluvión de cenizas y escombros volcánicos (figura 1.1).

Los bosques contienen árboles erguidos, troncos caídos y tocones en posición erecta de crecimiento. En la base de cada nivel del bosque hay un delgado estrato de sedimento volcánico fino, interpretado como el suelo sobre el cual creció el bosque. Los investigadores habían contado más de sesenta niveles forestales (algunos muchos más), y muchos de esos niveles contienen árboles de gran tamaño, con hasta mil anillos anuales de crecimiento. Cuando se suman todos los anillos de todos los niveles, no encajan en una escala de tiempo de unos pocos miles de años; especialmente si se considera que estos bosques fósiles del Eoceno están por encima de formaciones rocosas anteriores datadas como de las eras Paleozoica y Mesozoica (figura 1.2). Aun un vistazo casual a la ladera donde aparecen estos bosques petrificados expuestos a la vista, apoya la impresión de que cada uno de estos niveles fue alguna vez un bosque real destruido por acción volcánica y sepultado en el lugar donde creció; después otro bosque creció sobre sus restos.3

Figura 1.1. Arriba a la derecha: ladera en el parque nacional Yellowstone, compuesta por una serie de flujos de escombros con árboles fosilizados. Arriba a la izquierda: diagrama de la ladera, modificado aquí de un informe de Holmes en 1878. Abajo: dos grandes troncos fosilizados junto al actual bosque vivo.

Figura 1.2. La columna geológica y la escala de tiempo usual, con fósiles representativos de cada parte de la columna. (Modificado de Brand y Chadwick, Faith, Reason, and Earth History, 2016).

En la época de estos descubrimientos, cierta cantidad de mis amigos abandonó su confianza en la Biblia, y algunos perdieron su fe en Dios, porque estos bosques fosilizados no se podían compatibilizar con una creencia en las Sagradas Escrituras como un informe confiable y verídico de lo ocurrido en la historia. ¿Estuvo esa decisión justificada por la evidencia? ¿O es que debieron haber mantenido la Biblia como una fuente de información más confiable que los descubrimientos científicos? Puesto que parecía tan claro que los bosques fosilizados crecieron allí donde fueron hallados, podría parecer necio buscar explicaciones alternativas. ¿Por qué no afrontar la evidencia científica y continuar con nuestra vida?

Creo que hay motivos para tomar una perpectiva distinta. Un grupo de profesionales de geociencia y sus estudiantes de posgrado pensaron que había tal motivo: era su fe en la Biblia como libro confiable, que describe la historia del planeta correctamente, incluyendo el marco temporal básico de unos pocos miles de años desde la Creación. No tenían idea de qué forma podría tener una mejor explicación sobre los bosques petrificados de Yellowstone, pero comenzaron un estudio cuidadoso de esos árboles, tocones y sedimentos volcánicos, excavando más profundamente dentro del material de prueba que lo que habían hecho otros. Sabían que tal material científico y los modelos explicativos que se aceptan en un momento determinado no siempre son toda la historia, aun si la comunidad científica tiene mucha confianza en ellos. La ciencia se mantiene en movimiento, y a menudo brinda sorpresas.

Se plantearon las siguientes preguntas en esta investigación: ¿qué elementos de prueba vemos en estos bosques fósiles? ¿Encajan estos elementos en lo que se podría esperar si los árboles crecieron donde se encuentran hoy? Tras varios años de tratar con las laderas empinadas y resbaladizas de Yellowstone, se encontraron con evidencia inesperada.4 Es posible dar por sentado que si un bosque creció donde se halla sepultado han de encontrarse ciertas indicaciones. Por ejemplo, el tipo de árboles de cada nivel debiera representar una ecología forestal coherente: árboles que es de esperar que crezcan juntos, así como hojas, agujas de pino o polen en el piso del bosque que se correspondan en forma razonable con las especies que crecieron allí. Si se ha preservado el suelo con hojas de árbol, esperaríamos que las hojas más próximas a la superficie del suelo estuvieran mejor preservadas, y las hojas parcialmente descompuestas estuvieran a niveles más profundos del suelo. Los árboles caídos en el bosque debieran mostrar distintas etapas de descomposición, según el tiempo que yacieron desde que cayeron. Los árboles erectos debieran tener raíces que se extiendan dentro del nivel de suelo.

El trabajo minucioso de estos investigadores en la década de 1970 reveló que gran parte del material de prueba no se correspondía con lo esperable en un bosque que había sido preservado donde creció. A menudo, los árboles de un mismo nivel representaban una gama de ambientes, tal vez desde grandes altitudes a tierras bajas, y aun bosques subtropicales. Muchas hojas y polen estaban preservados en zonas del suelo a la base de los árboles, y por regla general no se correspondían con el tipo de árboles que se encontraba en el mismo nivel. Cuando un bosque de pinos o secoyas tiene una base de suelos que contiene mayormente árboles de hoja ancha y polen de árboles de madera dura, algo anda mal. Tal cosa no encaja en el modelo de un bosque que ha sido sepultado donde creció. Además, la madera de estos árboles fósiles estaba sistemáticamente bien preservada, y los estratos carecían de los árboles en descomposición que serían esperables en el ciclo normal de vida de un bosque. Donde la base de los árboles era visible, las raíces mayores estaban cortadas, lo que no era de esperar si un árbol estaba preservado allí donde creció.

Las supuestas zonas de suelo, llamadas zonas orgánicas, eran delgadas capas de cenizas volcánicas muy finas, con hojas bien preservadas en todo el espesor de la capa. Tenían las características de hojas que fueron depositadas por agua en movimiento.

¿En qué dirección apuntan los elementos de prueba? Encajan en un modelo que podríamos esperar para bosques que crecieron en otra parte y cuyos árboles fueron muertos y transportados hasta donde están por agua en movimiento. Posteriormente, estos árboles fueron sepultados por flujos volcánicos rápidos, de un nivel por vez, en su nueva ubicación. ¿Pero cómo podría ser eso? Muchos de los troncos de los árboles y los tocones estaban erectos, como si hubieran crecido allí. Y si no, ¿cómo explicarlo? Esa había sido la característica más importante que había convencido a los anteriores investigadores de que los bosques en cuestión habían crecido y se habían fosilizado en la zona de Yellowstone.

Entonces, en 1980, el volcán Monte St. Helens, en el estado de Washington, hizo erupción con toda furia. Dio muerte a muchos miles de árboles y arrasó el bosque circundante. Un número incontable de árboles fue arrastrado al lago Spirit, en la ladera del volcán, cubriendo parte de la superficie del lago con una inmensa balsa de troncos (figura 1.3). Al pasar el tiempo, después de la erupción ocurrió algo sorprendente. Los troncos de los árboles comenzaron a impregnarse de agua en su parte inferior, se volvieron erguidos cuando empezaron a hundirse, y finalmente descansaron en el fondo del lago en posición erecta. Así que, resulta que hay otra manera de explicar troncos de árboles ¡que se preservaron erguidos! Y si la erupción hubiera sido seguida por una serie de flujos de escombros volcánicos en el lago, estos flujos múltiples habrían sepultado los árboles y producido depósitos estratificados muy similares a los bosques fósiles de Yellowstone.

Cuando estalló el Monte St. Helens ocurrió otra cosa inesperada. Un gran volumen de agua fluyó por los valles de la ladera, acarreando un enorme volumen de barro. En este flujo de lodo había muchos tocones de árboles que acabaron dispersos en el fondo de los valles. Cuando los tocones de árbol arrastrados detuvieron su marcha, vinieron a descansar en una posición erecta aunque habían sido arrastrados a alta velocidad en un flujo de lodo caótico por hasta 90 kilómetros. Resultaba claro que los tocones habían sido traídos por el flujo de lodo y no habían estado creciendo en el valle, porque algunos vinieron a descansar erguidos en una autopista. El Monte St. Helens nos mostró que no es de extrañar encontrar troncos y tocones de árboles erguidos, aun cuando no hayan crecido donde los encontramos hoy.5

Esto ilustra un concepto más amplio: los procesos geológicos a menudo no tienen correlación con lo que esperaríamos intuitivamente. Es necesario ver los procesos geológicos en acción real para saber qué esperar. Mantén esto en mente al seguir leyendo.

Figura 1.3. El lago Spirit, en el flanco del Monte St. Helens, con su balsa de troncos después de la erupción del volcán.

En este punto debemos preguntarnos las acciones de quiénes mostraron más sabiduría, si las de aquellos que dejaron de lado la Biblia cuando pensaron que tenían razones para dudar de ella, o las de aquellos que permitieron que la perspectiva bíblica los condujera a una investigación científica productiva. Esta exigente investigación hecha en Yellowstone no fue trabajo de amateurs, sino que fue realizada con rigor científico y resultó en varios artículos que se publicaron en periódicos científicos de alta reputación. Irónicamente, al concluir la investigación, los empleados del parque nacional Yellowstone remplazaron los carteles que habían descrito los árboles fosilizados como bosques que habían sido sepultados por sedimentos volcánicos donde habían crecido. Los nuevos carteles decían simplemente que los árboles fosilizados habían sido sepultados por flujos de sedimento volcánico (aunque más recientemente volvieron a colocar los carteles anteriores).

Ahora planteemos las preguntas difíciles. ¿Es un proceso legítimo el hecho de permitir que la Biblia se conecte con la ciencia? Este proceso, ¿cuestiona y confronta las explicaciones científicas? ¿O será que los resultados de este proyecto de investigación en bosques fósiles son solo una coincidencia afortunada? Es importante saber las respuestas a estas preguntas, pero llegar a las respuestas adecuadas requiere de nosotros emplear tiempo reflexionando sobre cómo se relacionan las cosmovisiones, las presuposiciones y los procesos científicos con la fe religiosa.

2 Si ya estás familiarizado con esta investigación, tal vez quieras saltarte la lectura desde aquí hasta el último párrafo de este capítulo.

3 William H. Holmes, “Report of W. H. Holmes: On the Geology of the Yellowstone National Park”, en Twelfth Annual Report of the United States Geological and Geographic Survey of the Territories: A Report of Progress of the Exploration in Wyoming and Idaho for the Year 1878, parte 2 (Washington, D. C.: Government Printing Office, 1883), 1-57; William H. Holmes, “Fossil Forests of the Volcanic Tertiary Formations in Yellowstone National Park”, en Bulletin of the United States Geological and Geographical Survey of the Territories, 1879-80, t. 5 (Washington, D. C.: Government Printing Office, 1880), 127-132; E. Dorf, “Tertiary Fossil Forests of Yellowstone National Park, Wyoming”, en Billings Geological Society Guidebook: Eleventh Annual Field Conference, 1960 (Billings, MT: Billings Geological Society, 1960), 253-260; E. Dorf, “The Petrified Forests of Yellowstone Park”, Scientific American 210, Nº 4 (abril 1964): 106-112.

4 Harold G. Coffin, “The Yellowstone Petrified ‘Forests’ ”, en Origins 24, Nº 1 (1997): 5-42; Harold G. Coffin, “The Organic Levels of the Yellowstone Petrified Forests”, en Origins 6, Nº 2 (1979): 71-82; Harold G. Coffin, “Orientation of Trees in the Yellowstone Petrified Forests”, Journal of Paleontology 50, Nº 3 (1976): 539-543; Arthur Chadwick y Tetsuya Yamamoto, “A Paleoecological Analysis of the Petrified Trees in the Specimen Creek Area of Yellowstone National Park, Montana, USA”, Palaeogeography, Palaeoclimatology, Palaeoecology 45, Nº 1 (febrero 1984): 39-48; Richard Ammons et al., “Cross-Identification of Ring Signatures in Eocene Trees (Sequoia magnified) From the Specimen Ridge Locality of the Yellowstone Fossil Forests”, en Palaeogeography, Palaeoclimatology Palaeoecology GO (1987): 97-108.

5 Harold G. Coffin, “Erect Floating Stumps in Spirit Lake, Washington”, en Geology 11, Nº 5 (mayo 1983): 298, 299; Harold G. Coffin, “Sonar and Scuba Survey of a Submerged Allochthonous ‘Forest’ in Spirit Lake, Washington”, en Palaios 2, Nº 2 (1987): 178-180; W. J. Fritz, “Stumps Transported and Deposited Upright by Mount St. Helens Mud. Flows”, en Geology 8, Nº 12 (diciembre 1980): 586-588; W. J. Fritz, “Reinterpretation of the Depositional Environment of the Yellowstone ‘Fossil Forests’ “, Geology 8, Nº 7 (julio 1980): 309-313.

Capítulo 2

Cosmovisiones, evidencia y presuposiciones

¿Cómo decidimos qué es lo cierto? ¿Cómo evaluamos informaciones e ideas? ¿Qué cosa determina cuáles ideas son las que los científicos debieran tomar seriamente y cuáles debieran rechazarse? Algunos ejemplos y una consideración de cosmovisiones nos ayudarán con estas cuestiones epistemológicas.

La primera pregunta para responder es: ¿por qué habría que considerar un punto de vista basado en la Biblia? Muchos hoy no creen que la Biblia sea una fuente de información confiable. Si ese es tu caso, te invito a dar una mirada cuidadosa a la Biblia. Tal vez te sorprenda cómo la realidad histórica de su mensaje puede darte inspiración a ti y a tu pensamiento, y darle sentido a tu vida tal como lo ha hecho con la mía en forma muy personal.

Una cosmovisión es un conjunto de ideas que determinan cómo vemos el mundo y cómo damos respuesta a las grandes preguntas de la vida. También influyen sobre si notamos muchas cosas pequeñas a nuestro alrededor, y cómo las notamos. Por ejemplo, yo tenía un conocimiento vago de una marca de automóvil en particular, pero no pensaba mucho en eso cuando conducía el coche que tenía. Después, tras leer informes sobre la confiabilidad y la durabilidad de la otra marca, empecé a notar esa clase de automóvil con un nuevo sentido de aprecio. Cuando me cruzaba con uno en la ruta, lo miraba con admiración y un poquito de deseo; decidí que me gustaría tener uno de esos. Una pequeña parte de mi cosmovisión había cambiado, y ahora veía las cosas bajo una luz diferente.

Cuando realizaba una investigación sobre series de pisadas fósiles en Arizona, mi alumno ayudante y yo estábamos examinando huellas en capas inclinadas de arenisca entrecruzada. Entonces noté que mi alumno estaba estudiando una superficie plana, que se llama superficie de ligadura. Estaba por advertirle que allí no iba a encontrar ninguna pisada fósil, cuando me llamó para mostrarme una abundante cantidad de huellas que había encontrado. Yo había caminado sobre esa superficie ya varias veces; ¿por qué no había visto esas pisadas? No las había visto porque yo “sabía” que no habría allí ninguna huella. Por causa de la exploración de mi ayudante con una mente abierta (y para mi manera de pensar, por entonces ingenua), se me mostró algo que no había visto antes, aunque había estado directamente ante mi vista; entonces otra parte de mi cosmovisión cambió.