El heredero desconocido - Jules Bennett - E-Book
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El heredero desconocido E-Book

Jules Bennett

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Beschreibung

El problema llegó cuando supo que estaba embarazada. Lily Beaumont mantuvo un tórrido romance con Nash James, el mozo de cuadras de la propiedad en la que estaba filmando una película sobre una de las dinastías más conocidas del mundo de las carreras de caballos. Nash estaba fingiendo ser un simple mozo de cuadra para vengarse de su rival y padre biológico, Damon Barrington. Pero tendría que encontrar la manera de decir la verdad y conservar el afecto de una familia a la que había llegado a querer, así como a la mujer de la que se había enamorado.

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Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2015 Jules Bennett

© 2015 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

El heredero desconocido, n.º 2056 - agosto 2015

Título original: Carrying the Lost Heir’s Child

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-687-6809-0

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Portadilla

Créditos

Índice

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Once

Capítulo Doce

Capítulo Trece

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Capítulo Uno

 

Aquel varonil aroma, la fuerza de aquellos brazos, el sólido pecho sobre el que reposaba su mejilla… Habría reconocido a aquel hombre en cualquier sitio. Lo había observado cruzar los prados, había hecho el amor con él…

Lily Beaumont logró despertar y se dio cuenta de que no tenía ni idea dónde estaba.

Descansaba en una cama de paja y estaba cobijada en los brazos de Nash James, que la sujetaba por la cintura. ¿Qué había pasado?

–Tranquila. Te has desmayado.

Lily alzó la mirada hacia los hipnóticos ojos azules rodeados de densas pestañas de Nash, que siempre conseguían estremecerla. Ninguno de los hombres con los que había compartido la pantalla le había resultado tan irresistible ni tan misterioso.

¿Se había desmayado? Claro. Iba hacia los establos para hablar con Nash…

Recordar hizo que la cabeza le diera vueltas y se la sujetó con las manos.

–No te muevas, no hay prisa. Todo el mundo se ha ido –dijo él.

Se refería a que el resto de los actores y del equipo de rodaje se habían retirado al hotel o a sus caravanas. Eso la libraría de tener que dar explicaciones del desmayo.

Hacía un par de meses había empezado una película sobre la vida de Damon Barrington, un exitoso criador de caballos y afamado empresario. La propiedad de Barrington se había convertido en su hogar temporal, y pronto, el callado y discreto mozo de cuadra encima de quien descansaba, había llamado su atención.

Casi de inmediato, habían iniciado una relación secreta, que había conducido a aquel momento en el que estaba a punto de dejar caer una bomba en la vida de Nash.

–Nash –alzó la mano hacia la mejilla de este y sintió la familiar aspereza de su corta barba–. Lo siento.

Él frunció el ceño y su hermoso rostro de piel tostada adquirió una expresión preocupada.

–No te has desmayado a propósito.

Lily tragó saliva mirando al hombre cuya belleza lograba que una mujer lo olvidara todo, incluso que llevaba a su hijo en el vientre.

–¿Estás bien? –preguntó él, escrutándola–. ¿Necesitas comer algo?

La mera mención a la comida le provocó náuseas a Lily. Hizo ademán de incorporarse pero Nash le pasó el brazo por los hombros.

–Espera. Deja que te ayude.

Nash la ayudó a alzarse sin separarla de su cuerpo. Con sus fuertes brazos la rodeó por la cintura y Lily tuvo la tentación de buscar en ellos el apoyo que le prestaban. No tenía ni idea de cómo reaccionaría Nash. Ella misma estaba todavía recuperándose del golpe, pero él tenía el derecho de saberlo. En cierto sentido, un bebé no alteraría su vida en la misma medida que la de ella…

Ya había superado situaciones difíciles en el pasado y había rehecho su imagen después de un escándalo público. ¿Cómo actuaría Nash cuando se convirtiera en foco de atención de la prensa?

Lily gimió. Cuando se supiera la noticia, la prensa actuaría como una bandada de buitres y convertirían su vida privada en titulares.

Lily adoraba ser actriz, pero no soportaba la pérdida de privacidad que acarreaba. Ella se enorgullecía de ser una profesional, de hacer su trabajo lo mejor posible y de mantener a la prensa a distancia en la medida de lo posible.

–¿Estás mejor? –preguntó Nash, rozándole la mejilla con su aliento.

Lily asintió al tiempo que retrocedía, y al instante echó de menos el calor de su cuerpo.

A los largo de los últimos meses se había hecho adicta a sus caricias hasta el punto de que lo añoraba en cuanto no estaba a su lado. Debía haberse dado cuenta de que estaba perdiendo la cabeza por aquel hombre. Su pasión la había arrastrado a un universo desconocido. ¿Cómo podía resistirse a un hombre que cuando la miraba parecía poder ver su alma?

Pero todas aquellas noches secretas entregados al placer habían tenido consecuencias que, inevitablemente, los obligaban a asumir que ya no se trataba solo de una relación sexual, sino que tenían que hablar del futuro. Un futuro que jamás hubiese esperado compartir con aquel hombre.

Dándole la espalda, Lily pensó en cómo contárselo, pero no se le ocurría cómo suavizar la noticia de que iba a ser padre.

–Nash…

Él la tomó por los hombros, la hizo girarse y tomó su rostro entre las manos. Antes de que Lily pudiera escapar de su hipnótica mirada, la besó.

Aquella era la esencia de su relación: la pasión, el deseo, la ropa cayendo al suelo al instante.

Que su relación fuera un secreto hacía que sus encuentros fueran mucho más excitantes. ¿Quién iba a imaginar que «la vecina de al lado», como la describían, tenía una faceta salvaje? Quizá lo habían sospechado por un escándalo del pasado, pero desde entonces Lily había recuperado su trono de niña buena. Desde luego que nunca había sido tan apasionada con un hombre. Y mucho menos con el sinvergüenza que la había utilizado y explotado al comienzo de su carrera.

Antes de ser conocida, se había enamorado de otro aspirante a actor que la había engañado filmando sus momentos más íntimos y publicándolos. Después del escándalo, Lily había tenido que luchar para alcanzar la posición que ocupaba en aquel momento.

Nash la abrazó y Lily se entregó al beso inerme, al tiempo que alzaba las manos hasta su sólido pecho.

Nash apoyó la frente en la de ella y susurró:

–¿Seguro que estás bien? ¿Ya no estás mareada?

–Estoy perfectamente –dijo ella, asiéndose a su camisa.

Nash le mordisqueó los labios.

–Te he echado de menos. No aguantaba verte en brazos de Max.

A Lily la recorrió una corriente que se le extendió desde el vientre por todo el cuerpo. Aquella expresión de celos por parte de Nash le gustó más de lo que debería, teniendo en cuenta que su relación era algo pasajero.

–Estábamos actuando –dijo ella–. Se supone que somos una pareja enamorada.

Lily había querido interpretar a la fallecida Rose Barrington desde que supo que se iba a hacer una película sobre el matrimonio. Y tener como protagonista a Max Ford era perfecto. Max y ella eran buenos amigos desde hacía años.

Nash empezó a bajarle el vestido.

–Si no fuera porque Max está casado y con un bebé, pensaría que quiere conquistarte.

La palabra «bebé» devolvió a Lily a la realidad. Tomó las manos de Nash y retrocedió un paso.

–Tenemos que hablar.

–Suena a que quieres romper –dijo Nash, entornando los ojos y forzando una sonrisa–. Ya sé que nunca hemos hablado de exclusividad. No te tomes en serio mi broma sobre Max.

–No pensaba que fueras celoso. Sé bien lo que hay entre nosotros.

–Querida, claro que estoy celoso –Nash la estrechó contra sí–. Ahora que te conozco, no quiero que te toque ningún otro hombre.

–Y yo no puedo pensar cuando tú me tocas –dijo Lily, retrocediendo de nuevo para conseguir mantener la cabeza fría.

Lily se pasó la mano por el cabello, intentando encontrar las palabras adecuadas. Desde que aquella mañana había confirmado que estaba embarazada, había mantenido numerosas conversaciones en su mente, pero en aquel momento, los nervios la consumían.

–Nash…

Este frunció el ceño.

–¿Qué pasa? Si te preocupa lo que vaya a pasar, debes saber que no espero nada de ti.

–Ojalá fuera tan sencillo –musitó Lily, mirando al suelo.

–Lily, dímelo. No puede ser tan grave.

Ella lo miró a los ojos y dijo:

–Estoy embarazada.

 

Sí era grave. ¿Embarazada? Nash pensó que también él iba a desmayarse. Miró a Lily sabiendo que no mentía. Después de todo, no ganaba nada haciéndolo, no podía interesarle nada que él pudiera ofrecerle. No conocía su verdadera identidad o hasta qué punto aquello podía convertirse en perfecto material para un chantaje.

Para todos, incluida Lily, no era más que un mozo de cuadra. No tenían ni idea de la verdadera razón por la que había aparecido en la propiedad de Barrington.

¿Y en medio de todo eso, un bebé? ¡Qué manera de cerrarse el círculo!

–¿Estás segura?

–Completamente –contestó ella, abrazándose la cintura–. Lo he confirmado esta mañana.

Aquello ponía un freno a sus planes en Stony Ridge Acres. Y en su vida. Nash no tenía nada en contra de los bebés, pero había imaginado que sucedería más adelante, cuando tuviera una esposa.

–No sé qué decir –Nash se pasó la mano por el cabello, que llevaba más largo de lo que acostumbraba.

Lily lo miraba como si esperara que se enfureciera o que negara que el niño fuera suyo.

–Es tuyo –dijo Lily, adelantándose a esa posibilidad.

–Creía que usabas algún método anticonceptivo.

–Así es, pero no son seguros al cien por cien. Supongo que pasó el único día que…

–No usamos preservativo.

Nash recordó la ocasión en la que había olvidado meter uno en la cartera y cómo habían decidido seguir adelante a pesar de ello.

Preguntas, emociones, posibles escenarios se agolparon en su mente. ¿Qué sabía él de la paternidad? Solo sabía cuánto había trabajado su madre para mantenerlo en un austero apartamento sin que jamás se quejara o se mostrara preocupada. Era la mujer más valiente y decidida que conocía. Esas características, que él había heredado, le permitirían seguir adelante. No abandonaría a su hijo, pero debía cumplir su plan.

–No voy a pedirte nada, Nash –dijo Lily como si no aguantara el silencio–. Pero he pensado que debías saberlo. Depende de ti si quieres o no formar parte de la vida del bebé.

Secretos, bebés ocultos. El destino parecía reírse de Nash, presentándole una encrucijada. Lo que había empezado como un romance se había convertido en algo más profundo, que lo ataba de por vida. No podía seguir pretendiendo ser quien no era, y al mismo tiempo no podía desvelar su identidad.

Quería darles a Lily y a su hijo lo mejor. Aunque ella tenía una desahogada situación económica, él quería tener un papel central en la vida de su hijo. ¿Cómo iba a hacerlo sin que Lily averiguara quién era?

–No voy a dejarte sola, Lily –Nash apoyó las manos en sus hombros–. ¿Cómo te encuentras? Supongo que te has desmayado por el embarazo.

–Estoy bien, aunque con náuseas. Pero es la primera vez que me desmayo –Lily sonrió–. Me alegro de que me hayas recogido.

–Yo también.

Nash la besó en busca del bienestar que siempre le proporcionaba. La atracción que sentía por ella no tenía nada que ver con que fuese famosa o una de las mujeres más hermosas de Hollywood. Lily era natural y él la admiraba por ello, pero además era sexy y la mejor amante que había tenido en su vida. Y su mutuo deseo no disminuía. Lily era tan apasionada, tan perfecta, que nunca se saciaba de ella.

Había intentado dejarla al margen de sus turbios asuntos y mantener la relación a un nivel puramente físico. Sin embargo, era inevitable que averiguara la verdad sobre él. Por eso mismo tendría que posponer el momento y valorar sus distintas opciones cuidadosamente, porque aparte de Lily y su bebé, tenía que tener en cuenta a otra familia.

Retrocediendo, miró a Lily y pensó en lo vulnerable que estaba, y se dio cuenta de que, hiciera lo que hiciera, el desenlace sería el mismo. Una vez Lily supiera quién era, lo rechazaría. Pero no se libraría de él por más que lo odiara, puesto que pensaba formar parte de su vida.

–Vamos a tu caravana para que recojas tus cosas. Quiero que vengas a vivir conmigo.

Lily se cruzó de brazos.

–¿Por qué iba a hacer eso?

–Para que pueda cuidar de ti.

Lily soltó una carcajada.

–Estoy embarazada, Nash, no enferma. Además, ¿cómo voy a explicar que me mudo contigo si nadie sabe que tenemos una relación?

–Me da lo mismo lo que piensen –Nash se encogió de hombros–. Me preocupa tu salud y nuestro bebé.

–A mí sí me importa –prácticamente gritó Lily, bajando los brazos–. La prensa está deseando publicar algo escandaloso sobre mí.

Era cierto que quizá estaba pensando egoístamente, pero aun así, Nash se negaba a que se enfrentara a aquella situación sola. Solo pensar en que su madre había estado en aquella misma posición en el pasado, le ponía un nudo en el estómago.

–Muy bien. Me mudaré yo contigo.

Lily enarcó una ceja y ladeó la cabeza.

–Nash, estoy perfectamente. Solo voy a dormir y trabajar.

–Eso es lo que me preocupa –replicó Nash–. Estás cansada porque trabajas mucho, y más ahora que os acercáis al final de la película.

–No puedo dejar el trabajo.

Los caballos se agitaron a su espalda, el sol proyectaba un resplandor anaranjado por la puerta entreabierta del establo. En aquel escenario de serenidad y calma, Nash sentía una tormenta interior.

–¿Y cuando acabes de rodar? ¿Qué harás?

Nash necesitaba conocer los planes de Lily. Él no estaba preparado para formar una familia, y puesto que vivían en extremos opuestos del país, tendrían que encontrar la manera de participar ambos en la vida de su hijo.

Lily se retiró el cabello del rostro, se alejó unos pasos y suspiró.

–No lo sé, Nash.

Tendrían que decidirlo más adelante. Por el momento, Nash necesitaba seguir con su plan original. Había espiado lo suficiente y averiguado lo bastante como para haber decidido cuál sería su siguiente paso.

Había adoptado una nueva personalidad por razones profesionales y personales. Pero la fundamental era conseguir los caballos de Damon. Eran la última pieza que necesitaba para el establo que llevaba años creando. Y removería el cielo y la tierra para hacerlos suyos.

Observó la expresión preocupada de Lily, su vientre todavía plano, y se dio cuenta de que, aunque la verdad que había acudido a desvelar a Stony Ridge no tenía nada que ver con ella, Lily y el bebé sufrirían las consecuencias.

Todo lo que tenía que hacer era conseguir que Damon le vendiera los caballos, volver a su propiedad y mantener a su hijo en su vida.

Una monumental carrera de obstáculos.

Capítulo Dos

 

Lily había perdido la batalla a medias. Aunque no se iba a mudar con Nash, este había insistido en acompañarla. Y Lily suponía que pensaba pasar la noche con ella.

Temía que los descubrieran y por eso Nash siempre se iba a los establos al amanecer. Lily no quería que pensara que se avergonzaba de él, pero desafortunadamente, su reputación estaba siempre en peligro por el escándalo que había protagonizado en el pasado.

Nash sabía del vídeo de contenido sexual que se había filtrado a la prensa y de lo obsesiva que era con su privacidad. Como él era también muy celoso de su intimidad, mantener su romance en secreto les había resultado conveniente a ambos.

Afortunadamente, el servicio de seguridad mantenía a distancia a la prensa, pero aun así, Lily estaba siempre alerta.

–Relájate –Nash le apretó la mano–. Nadie puede vernos en la oscuridad.

Aunque era verdad, Lily se sentía más segura en la buhardilla sobre los establos de Nash que caminando hacia su caravana en el silencio de la noche.

Antes de descubrir que estaba embarazada, Lily había decidido hablar con Nash sobre sus sentimientos, que se habían hecho más profundos de lo que había calculado. Habían acordado que lo suyo era solo algo físico y temporal, pero su corazón se había visto implicado. Aquel no era el momento de hablarlo. No quería que Nash pensara que quería un marido para evitar el escándalo del bebé.

Tenía que admitir que le había conmovido lo protector que se había puesto en cuanto supo la noticia. Desde el primer momento le había gustado que irradiara poder y autoridad. Su padrastro también había sido un hombre con poder, que usaba su dinero para conseguir lo que quería. Nash era distinto. Por eso lamentaba que se encontraran ante un compromiso de por vida cuando apenas se conocían. Una cosa era que fueran compatibles en la cama y otra, que su relación pudiera funcionar en el mundo en el que ella vivía.

Cuando entraron en la caravana, Nash cerró la puerta con llave. El reducido espacio hacía que Nash resultara más corpulento y dominante de lo que era, y un escalofrío de deseo recorrió a Lily al ver que la miraba con una expresión que había aprendido a reconocer.

–Deberíamos hablar –empezó, consciente de que al aceptar que la acompañara había perdido el control de la situación–. No quiero que creas que te he querido atrapar.

–Ya lo sé –Nash se acercó a ella hasta que sus torsos se rozaron–. También sé que te deseo. Saber que estás embarazada no ha hecho que eso cambie.

Bastaba una mirada de Nash para que Lily dejara de pensar y todo su cuerpo despertara. Y sabía que ella le devolvía una mirada igualmente apasionada.

–No deberíamos hacer esto –dijo Lily cuando Nash empezó a bajarle el top elástico del vestido.

–Puede que no –dijo Nash sin detenerse–, pero no puedo contenerme –atrapándola con la mirada, concluyó–: A no ser que te avergüences de que el mozo de cuadras esté en tu caravana.

Lily posó sus manos sobre las de Nash.

–Jamás te he hecho sentir que me avergonzara. Lo único que me importa es que seamos discretos. No te oculto nada más.

Lily creyó ver que el rostro de Nash se ensombrecía, pero solo duró una fracción de segundo.

–No puedo resistirme a ti –susurró Lily–. ¿Cómo es posible que la atracción siga siendo tan fuerte?

Nash le besó el cuello y ella echó la cabeza hacia atrás. Adoraba la corriente que la recorría en cuanto sentía el cosquilleo que le provocaba su barba.

–Porque la pasión es una emoción muy fuerte –dijo él, ascendiendo por su cuello hacia su boca–. Y lo que hay entre nosotros es demasiado poderoso como para ponerle nombre.

En segundos, le bajaba el vestido hasta el suelo y Lily lo retiraba con un pie al tiempo que Nash le quitaba el sujetador y las bragas.

Luego se quitó la camiseta y la tiró al suelo. Sus músculos cincelados bajo un suave vello oscuro no se conseguían en un gimnasio; eran los músculos de un hombre de campo.

–Me encanta cómo me miras –masculló él a la vez que la levantaba por la cintura y la llevaba hacia la cama.

Después de dejarla, empezó a quitarse el cinturón. Lily se preguntó si no debían estar hablando del bebé, del futuro, pero en cuanto él se echó sobre ella, amoldándose a la perfección a su cuerpo, dejó de pensar para solo sentir.

Nash tenía razón, la palabra pasión no describía adecuadamente la intensidad de lo que compartían. Nunca habían pensado más allá de eso. Pero lo cierto era que Lily habían acabado sintiendo algo por Nash que no creía que volviera a sentir por ningún otro hombre. Aun así, no sabía si podía confiar en unas emociones que brotaban de una relación secreta.