El hijo secreto del griego - Natalie Rivers - E-Book

El hijo secreto del griego E-Book

NATALIE RIVERS

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Beschreibung

El hijo de un Diakos nunca vivirá alejado de su padre. Kerry Martin quería para su hijo una infancia diferente a la que ella había tenido. Tontamente, había creído que Theo Diakos le daría el amor y la protección que había buscado durante toda su vida… Qué equivocada estaba. Poco antes de darle la noticia de su embarazo, un escandaloso incidente le hizo jurar no revelar nunca el nombre del padre de su hijo. Pero ahora que Theo ha descubierto al hijo cuya existencia desconocía, obligará a Kerry a hacer otro juramento muy diferente: amarlo y respetarlo hasta que la muerte los separe.

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2009 Natalie Rivers

© 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

El hijo secreto del griego, n.º 1987 - diciembre 2021

Título original: The Diakos Baby Scandal

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-1105-122-4

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 1

 

 

 

 

 

KERRY no podía dejar de temblar mientras miraba la barrita blanca que tenía en la mano, con un puntito rosa claramente visible. La prueba había dado resultado positivo.

Entonces sintió un cosquilleo en su interior. Estaba embarazada.

No había sido planeado y no había esperado que la prueba diera positivo, pero sabía que eso iba a cambiar toda su vida.

Mordiéndose los labios, volvió a mirar el puntito rosa. Su corazón se había llenado de alegría ante la idea de tener un hijo, pero estaba temblando de angustia.

¿Cómo reaccionaría Theo ante la noticia de que iba a ser padre? La idea de contárselo le hacía sentir cierta aprensión.

Sólo habían pasado seis meses desde que se convirtió en amante de Theo Diakos, uno de los hombres más ricos y poderosos de Atenas. Desde entonces, compartía su sofisticado estilo de vida durante el día y pasaban noches gloriosas en la cama. Él la trataba como si fuera una reina y su hermano, Corban, y su cuñada Hallie, la habían hecho sentir más que bienvenida.

Pero, aunque ella estaba enamorada de Theo, nunca habían hablado de sus sentimientos. Y nunca habían discutido si podía haber un futuro para ellos.

Kerry levantó la cabeza, apartando la melena rubia de su cara mientras salía al jardín. Cuando Theo y ella estaban en la ciudad, aquel magnífico oasis de verdor era su lugar favorito. La dulce fragancia de las flores y el sonido del agua de la fuente le ofrecían tal sensación de paz que era difícil imaginar que el jardín estaba en la azotea de uno de los mejores hoteles de la ciudad; la propiedad más importante del imperio de Theo Diakos.

Debajo, las luces de la ciudad empezaban a encenderse y frente a ella la Acrópolis brillaba majestuosamente, recortada contra el cielo oscuro. Era un paisaje fabuloso y uno que para siempre estaría grabado en su cerebro, junto con el rostro de Theo.

Estar con él era maravilloso. Por primera vez en veintitrés años se sentía querida, deseada.

Al principio no había podido creer que estuviera interesado en una chica tan normal como ella, pero la intensidad del romance había hecho que olvidase sus dudas por completo. Y nunca en su vida se había sentido más feliz.

Los problemas que la habían perseguido en el pasado desaparecieron, como si pertenecieran a otra vida. Era maravilloso saber que Theo la quería y deseaba estar con ella. Era algo que no había tenido nunca, pero algo que estaba decidida a que su hijo tuviera desde el primer día.

Kerry se llevó una mano al abdomen. Llevar dentro al hijo de Theo le emocionaba. Y sabía algo con total certeza: aquel niño siempre se sentiría querido.

Y Theo también se alegraría, estaba segura. Después de todo, era un tío maravilloso para el hijo de su hermano. Adoraba a su sobrino Nicco y Kerry estaba convencida de que sería un padre maravilloso.

De repente, estaba deseando darle la noticia, de modo que corrió hacia el estudio de Theo. Estaba deseando ver su expresión cuando le dijera que iba a ser padre.

Pero se detuvo en la puerta del estudio al darse cuenta de que no estaba solo. Estaba con su hermano, Corban, y por el tono de voz, estaban discutiendo sobre algo importante, algo urgente. Y se llevó una desilusión por tener que esperar.

Sin embargo, cuando iba a darse la vuelta el tema de la conversación quedó claro de repente. No había querido escuchar y su griego seguía siendo menos que perfecto, pero sabía lo suficiente como para entender de qué estaban hablando Theo y su hermano.

Estaban hablando de apartar a Nicco de su madre.

A Kerry se le encogió el estómago. No podía haber oído bien. Atónita, se quedó en la puerta del estudio, incapaz de apartarse.

–Debes pensar en Nicco –estaba diciendo Theo–. Es tu obligación protegerlo. Es tu hijo y su bienestar debe ser lo primero para ti.

–Pero Hallie es toda mi vida… ella confía en mí –protestaba Corban–. No puedo hacerle eso.

–Debes hacerlo –repitió Theo–. Un Diakos debe mirar por su familia y está claro que Hallie no es capaz de cuidar de tu hijo.

–Pero es tan drástico… ¿no podemos dejar que vea a Nicco antes de llevárnoslo?

–No, en absoluto. Ésta es la única manera. Si lo hacemos ahora, esta misma noche, Nicco estará en un helicóptero con destino a la isla antes de que Hallie sepa que se ha ido. Luego podremos lidiar con el asunto de manera privada y sacarla del país sin que haya un escándalo. Nadie que no sea de la familia tiene por qué saberlo.

Kerry se tapó la boca con la mano, horrorizada. Theo y su hermano iban a secuestrar a Nicco. Iban a robárselo a Hallie.

Empezó a temblar violentamente, recordando de pronto toda la angustia de su infancia. Se sentía enferma, imaginando la desesperación, la pena de su propia madre, que no había podido soportar que le quitasen a su hija.

Y ella no podía quedarse de brazos cruzados mientras los Diakos le hacían lo mismo a Hallie.

Tenía que intentar evitarle a su amiga el desconsuelo que había sufrido su madre. Porque tal vez si hubieran seguido juntas ahora seguiría viva…

Kerry se alejó de la puerta del estudio, con un nudo en la garganta y el corazón encogido por los horribles recuerdos de su infancia. Lo único que sabía era que no podía dejar que a Hallie le robasen a su hijo…

Angustiada, corrió para buscar a su amiga. Tenía que advertirle, tenía que decírselo.

Cuando entró en la lujosa suite que Hallie ocupaba con Corban, la encontró sentada frente al espejo, cepillando su larga melena.

–¡Kerry! –exclamó su amiga, al verla tan agitada–. ¿Ocurre algo?

–Lo siento… –Kerry intentó llevar aire a sus pulmones–. Es Nicco…

–¿Qué?

–He oído a Corban y Theo hablando en el estudio… van a llevarse a Nicco esta misma noche.

–¿Qué? ¿Adónde van a llevarlo? –Hallie se levantó a tal velocidad que la silla en la que estaba sentada cayó al suelo bruscamente.

–No lo sé… han dicho que tú no puedes cuidar de él. Van a llevarse a Nicco en helicóptero sin decirte nada.

–¡No pueden hacer eso! –por un momento, Hallie se quedó inmóvil, pálida como un fantasma. Luego tomó su bolso de la cómoda con tal brusquedad que tiró una copa de vino, pero no pareció darse cuenta–. No se lo permitiré –murmuró, tomando las llaves del coche–. Me lo llevaré… a algún sitio donde no puedan encontrarlo.

–Espera –dijo Kerry–. Iré contigo y…

No terminó la frase. Acababa de darse cuenta de algo: Hallie había estado bebiendo. Y, a juzgar por el brillo de sus ojos y por su incierto caminar, había bebido más de lo que debía. Y tenía en la mano las llaves del coche.

Kerry corrió tras ella, pero era demasiado tarde… la puerta del dormitorio de Nicco estaba abierta y la cama del niño vacía.

Oh, no. ¿Qué había hecho? Hallie estaba borracha y a punto de conducir con el niño en el coche…

Tenía el corazón en la garganta mientras corría hacia el estudio de Theo y cuando entró, los dos hermanos levantaron la cabeza, sorprendidos.

–¡Es Hallie! –gritó.

Theo se levantó de inmediato.

–¿Qué ocurre? Respira profundamente y dime qué ha pasado.

Kerry miró el hermoso rostro masculino durante un segundo, debatiéndose entre la angustia que había sentido al oírlo decir que iban a robarle el niño a Hallie y la sensación de paz que experimentaba por el simple hecho de estar a su lado.

–Hallie se ha llevado a Nicco. Y creo que ha estado bebiendo.

Lanzando una palabrota en griego, Corban corrió hacia el pasillo mientras Theo llamaba por teléfono al guardia de seguridad para que no dejaran salir a Hallie del garaje.

¿Qué había hecho? Theo y Corban no tenían derecho a apartar a un hijo de su madre, pero su impulsiva reacción había puesto en peligro la vida de Nicco. No debería haber actuado sin pararse a pensar.

–Voy con mi hermano –dijo Theo un segundo después–. Hallie ha salido del hotel antes de que pudiera advertir a los de seguridad.

Kerry se mordió los labios, angustiada. Ojalá hubiera sabido antes que Hallie estaba bebida. Pero jamás se le habría ocurrido que su amiga estuviera en ese estado…

–Todo saldrá bien –dijo él entonces, abrazándola–. Has hecho lo que debías. Nosotros nos encargaremos de todo.

Luego, antes de que pudiera decir nada, desapareció. Pero la cálida y exótica fragancia de su colonia masculina se quedó en el aire y Kerry seguía temblando por el roce de sus manos.

Theo lo era todo para ella. Desde el día que lo conoció, todo lo demás en su vida se había convertido en algo insignificante.

Cuando su trabajo temporal en Atenas terminó y Theo le pidió que se quedara con él se sintió abrumada de felicidad. Él mismo la animó a esperar un poco antes de buscar un nuevo trabajo para que pudiese viajar con él. Decía que la quería a su lado todo el tiempo.

Kerry cerró los ojos, imaginando el calor de sus bazos. Estar entre sus brazos siempre era maravilloso. Incluso ahora, tan preocupado como estaba por su cuñada y su sobrino, se había tomado un minuto para consolarla, para tranquilizarla.

Pero Theo no sabía qué había pasado. Ni lo que ella había hecho.

Kerry se acercó a la ventana y miró hacia abajo. En alguna parte de la ciudad, Corban seguía a su mujer y a su hijo en el coche. Con Theo a su lado.

Entonces cerró los ojos, dejando que una lágrima rodase por su mejilla, y rezó para que todo saliera bien, como él había dicho.

 

 

Theo Diakos entró en el vestíbulo del hotel con expresión de trueno. Hallie había chocado con otro coche en la plaza Syntagma, pero afortunadamente tanto ella como el niño estaban bien.

Nadie había resultado herido, pero el accidente de un lujoso deportivo en una de las plazas más abarrotadas de Atenas, a las puertas del Parlamento, había atraído la atención de una horda de reporteros que aparecieron como de la nada antes de que Corban pudiera llevarse a su familia.

Theo murmuró una maldición. Si hubiera podido convencer a su hermano para que sacase a Hallie del país nada de aquello habría pasado. Cada día era más difícil controlar la adicción de Hallie al alcohol y la prensa sin duda se haría eco de aquel escándalo.

Hasta aquella noche casi nadie sabía de sus problemas con el alcohol. Ni siquiera Kerry. Corban había hecho lo posible por mantenerlo en secreto, pero ahora todo el mundo lo sabía.

Theo miró su reloj. Sólo habían pasado unos minutos desde que llamó a Kerry para decirle que la situación estaba controlada, pero ella parecía tan angustiada que quería volver a su lado lo antes posible.

Lamentaba profundamente que hubiera tenido que presenciar una situación tan desagradable. Ver a Hallie borracha, poniendo la vida de su hijo en peligro y creando un escándalo público evidentemente le había disgustado.

Kerry nunca se portaría así. Era una chica maravillosa, dulce, encantadora. Y odiaba llamar la atención sobre sí misma. Theo valoraba cada minuto que pasaba en su compañía.

La había visto por primera vez un año antes, hablando con un grupo de turistas en el vestíbulo de uno de sus hoteles. Su largo pelo rubio, ojos azules y piel de color miel habían llamado su atención de inmediato, pero después de la primera noche había sido su personalidad, su dulce carácter, lo que más le gustaba de ella. Estar con Kerry era el antídoto perfecto para un trabajo tan estresante como el suyo.

Ahora volvía con ella, que estaba esperándolo arriba, en el jardín de la azotea. Theo sabía cuánto le gustaba aquel sitio y esperaba que estuviese un poco más calmada, pero si seguía angustiada la tomaría entre sus brazos y le haría el amor hasta que se olvidase todo.

La encontró en el jardín, de espaldas a él, mirando la Acrópolis. Y en cuanto dio un paso ella pareció sentir su presencia porque se volvió, su larga melena rubia acariciando su cara.

–¿Ha ido todo bien?

–Sí, todo bien.

–¿Cómo están Hallie y Nicco?

Theo la abrazó, apartando el pelo de su cuello para besarla.

–Bien, están bien. Olvídalo, todo está controlado.

–¿Dónde están ahora? –insistió Kerry, tensa–. ¿Están juntos?

Theo dio un paso atrás. Durante el tiempo que habían estado juntos, Kerry jamás había rechazado un beso o una caricia suya. Su apasionada respuesta era lo que hacía que su relación fuera tan excitante y satisfactoria para él. Incluso pensar en cómo se deshacía entre sus brazos lo volvía loco.

Normalmente, una sola mirada bastaba para que se echara en sus brazos y que estuviera tan tensa le extrañó.

–Sí, están juntos. Y en unos minutos se irán a la isla, lejos de la prensa –respondió, acariciando sus brazos desnudos–. Ya puedes dejar de preocuparte… y dejar que yo te haga sentir mejor.

Kerry respiró profundamente. Tenía que hablar con él, contarle lo que había hecho. Y preguntarle por la conversación que había escuchado sin querer.

Luego, después de eso, tenía que contarle que estaba embarazada. Era casi imposible creer que sólo un par de horas antes había corrido para darle la noticia…

–A ver si se me ocurre algo nuevo, algo interesante –estaba diciendo Theo, mientras arrancaba una rosa del rosal trepador que había tras ellos.

Kerry miró la diminuta flor en las enormes manos masculinas. La noche anterior la había llevado al jardín desde el dormitorio y había cubierto su cuerpo con pétalos de rosa antes de hacerle el amor.

Ahora, la poderosa fragancia de las rosas llenaba sus sentidos de nuevo, casi mareándola. Sabía que pronto olvidaría todo entre sus brazos…

Pero no podía hacerlo. Tenía que hablar con él.

–Espera un momento. Tenemos que hablar…

–¿De qué?

–Hace unas horas te oí hablar con Corban. Te oí decirle que debía apartar a Nicco de su madre.

–Sí, es verdad –suspiró él–. Es una pena que no le diera ese consejo ayer, así nos habríamos evitado el fiasco de esta noche.

–¿El fiasco? Esto es mucho más que un fiasco… ¿cómo puedes ser tan frío? –exclamó Kerry–. Alguien podría haber resultado herido… ¡incluso muerto!

–Ya lo sé. De haber advertido antes a mi hermano, nos hubiéramos ahorrado el susto.

–Dejando a un hijo sin su madre.

No podía dejar de pensar en su propia madre, en lo desolada que debió de quedarse cuando le quitaron a su hija. Perder a su hija a los dieciséis años la sumió en una depresión de la que nunca pudo salir. Destrozada, se había dado al alcohol y las drogas… y un día murió de una sobredosis.

Para Kerry lo peor de todo era no haber sabido quién era hasta que fue demasiado tarde. La había criado su abuela, la misma persona que la había arrebatado de los brazos de su madre. Y que durante toda su infancia la había hecho sentir como un estorbo.

–Sé que estás preocupada por Hallie y Nicco –dijo Theo entonces–. Mi hermano y yo estamos en deuda contigo por habernos advertido de lo que pasaba. Si tú no hubieras corrido a contárnoslo, no sé qué habría pasado. Pero mi conversación con Corban era privada, Kerry. Y cómo decida él cuidar de su familia no es asunto tuyo.

Ella lo miró, sorprendida.

–Hallie es mi amiga y me importa. Como me importa Nicco.

–Debes confiar en que Corban y yo haremos siempre lo que consideremos mejor para la familia –insistió él, mirándola con repentina frialdad–. Tú se lo dijiste, ¿no es verdad?

El corazón de Kerry dio un vuelco.

–Sí –respondió casi sin voz, pero con la cabeza bien alta.

–No tenías por qué hacer eso. No era asunto tuyo.

–Pues claro que era asunto mío. Ibais a quitarle al niño…

–Lo que has hecho ha puesto la vida de mucha gente en peligro. Alguien podría haber muerto. Mi sobrino podría haber muerto.

–Yo no sabía que Hallie hubiera estado bebiendo…

–No hace falta que me expliques por qué lo has hecho –la interrumpió Theo–. No me interesa.

–Pero…

–No estoy interesado en excusas –volvió a interrumpirla él–. Has puesto la vida de mi sobrino en peligro, Kerry.

–No era mi intención, te lo aseguro.

–Además de escuchar una conversación privada, a mis espaldas decidiste tomar cartas en el asunto sin que nadie te lo pidiera.

–Hallie es mi amiga.

–¿Y qué soy yo para ti? Deberías haber acudido a mí…

Era cierto que si hubiera acudido a Theo, Hallie no se habría llevado a Nicco en el coche. Pero eso no cambiaba nada. La realidad era que Theo estaba confabulándose fríamente con su hermano para quitarle un hijo a su madre. Y seguramente seguía queriendo apartar a Nicco de Hallie.

–No te quiero aquí –dijo Theo entonces, su voz dura, su rostro como cincelado en granito–. Haz las maletas y márchate.

–¿Qué? –exclamo ella, atónita.

Pero lo había entendido perfectamente. Theo ya no la quería.

Porque se había dado la vuelta y se alejaba, como si desde aquel momento hubiese muerto para él.

–¡Espera! –lo llamó Kerry–. Hay algo que debo decirte. Es la razón por la que fui a buscarte al estudio…

Theo se dio la vuelta y la miró con frialdad.

–¿Qué?

–Esta noche he descubierto que…

Kerry se detuvo abruptamente. De repente, tenía miedo de decirle que estaba embarazada.

Después de lo que había pasado esa noche, era como si Theo se hubiera convertido en un desconocido. Jamás lo hubiera creído capaz de separar a una madre de su hijo, pero había defendido sus intenciones incluso cuando ella le pidió una explicación.

Y si pensaba hacerle eso a Hallie, que llevaba varios años casada con su hermano, ¿qué sería de ella si descubriera que esperaba un hijo suyo? Theo había dejado claro que ya no la quería a su lado, ¿pero querría a su hijo?

–¿Qué tenías que decirme?

–Nada, he cambiado de opinión. Creo que ya no tenemos nada que decirnos el uno al otro.

–Estoy de acuerdo –replicó él–. Y ahora, márchate.