El Hombre de Archangel - Arthur Conan Doyle - E-Book

El Hombre de Archangel E-Book

Arthur Conan Doyle

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Beschreibung

"El Hombre de Archangel" narra la historia de un erudito solitario y meticuloso cuya tranquila y solitaria vida se ve trastornada cuando llegan unos visitantes inesperados tras un misterioso accidente en la costa cercana. A medida que se ve envuelto en sus problemas, comienzan a aflorar sospechas, ambigüedad moral y tensión psicológica. Lo que comienza como un rescate aparentemente sencillo revela gradualmente los impulsos más oscuros de la mente humana, culminando en un giro escalofriante e inquietante típico de los relatos góticos menos conocidos de Doyle.

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Seitenzahl: 43

Veröffentlichungsjahr: 2025

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El Hombre de Archangel

Arthur Conan Doyle

SINOPSIS

“El Hombre de Archangel” narra la historia de un erudito solitario y meticuloso cuya tranquila y solitaria vida se ve trastornada cuando llegan unos visitantes inesperados tras un misterioso accidente en la costa cercana. A medida que se ve envuelto en sus problemas, comienzan a aflorar sospechas, ambigüedad moral y tensión psicológica. Lo que comienza como un rescate aparentemente sencillo revela gradualmente los impulsos más oscuros de la mente humana, culminando en un giro escalofriante e inquietante típico de los relatos góticos menos conocidos de Doyle.

Palabras clave

Suspense, Engañoso, Aislamiento

AVISO

Este texto es una obra de dominio público y refleja las normas, valores y perspectivas de su época. Algunos lectores pueden encontrar partes de este contenido ofensivas o perturbadoras, dada la evolución de las normas sociales y de nuestra comprensión colectiva de las cuestiones de igualdad, derechos humanos y respeto mutuo. Pedimos a los lectores que se acerquen a este material comprendiendo la época histórica en que fue escrito, reconociendo que puede contener lenguaje, ideas o descripciones incompatibles con las normas éticas y morales actuales.

Los nombres de lenguas extranjeras se conservarán en su forma original, sin traducción.

 

El Hombre de Archangel

 

El cuarto día de marzo del año 1867, cuando tenía veinticinco años, escribí las siguientes palabras en mi cuaderno, fruto de una gran perturbación y conflicto mental:

“El sistema solar, en medio de un sinfín de otros sistemas tan grandes como él, gira silenciosamente por el espacio en dirección a la constelación de Hércules. Las grandes esferas que lo componen giran y giran por el vacío eterno sin cesar y sin ruido. Una de las más pequeñas e insignificantes es ese conglomerado de partículas sólidas y líquidas que hemos llamado Tierra. Gira ahora como lo ha hecho antes de mi nacimiento y lo seguirá haciendo después de mi muerte: un misterio giratorio, que viene de donde nadie sabe y va a donde nadie sabe. Sobre la corteza exterior de esta masa en movimiento se arrastran muchos ácaros, de los cuales yo, John McVittie, soy uno, indefenso, impotente, arrastrado sin rumbo por el espacio. Sin embargo, tal es el estado de las cosas entre nosotros que la poca energía y el destello de razón que poseo se dedican por completo a las labores necesarias para procurarme ciertos discos metálicos, con los que puedo comprar los elementos químicos necesarios para reconstruir mis tejidos, que se desgastan constantemente, y mantener un techo sobre mi cabeza que me proteja de las inclemencias del tiempo. Por lo tanto, no tengo tiempo para pensar en las cuestiones vitales que me rodean por todas partes. Sin embargo, por miserable que sea mi existencia, a veces sigo sintiendo cierta felicidad e incluso —¡que Dios me perdone!— me enorgullezco ocasionalmente de mi propia importancia.”

Estas palabras, como he dicho, las escribí en mi cuaderno, y reflejaban con precisión los pensamientos que encontré arraigados en lo más profundo de mi alma, siempre presentes e inmunes a las emociones pasajeras del momento. Durante siete meses leí cada día mis palabras y, al terminar, me decía a mí mismo:

—Bien hecho, John McVittie; has expresado el pensamiento que había en ti. ¡Has reducido las cosas a su mínima expresión!

Sin embargo, llegó un momento en que murió mi tío, McVittie de Glencairn, el mismo que en su día fue presidente de las comisiones de la Cámara de los Comunes. Él dividió su gran fortuna entre sus numerosos sobrinos, y yo me encontré con lo suficiente para satisfacer ampliamente mis necesidades durante el resto de mi vida, y al mismo tiempo me convertí en propietario de una árida extensión de tierra en la costa de Caithness, que creo que el anciano me debió de conceder a modo de burla, ya que era arenosa y sin valor, y él siempre tuvo un sentido del humor sombrío. Hasta ese momento, había sido abogado en una ciudad del centro de Inglaterra. Ahora veía que podía poner en práctica mis ideas y, dejando atrás todos los objetivos mezquinos y sórdidos, elevar mi mente mediante el estudio de los secretos de la naturaleza. Mi partida de mi hogar inglés se vio algo acelerada por el hecho de que casi maté a un hombre en una pelea, ya que tenía un temperamento fogoso y era propenso a olvidar mi propia fuerza cuando me enfadaba. No se emprendieron acciones legales al respecto, pero los periódicos me criticaron a los gritos y la gente me miraba con recelo cuando me encontraba con ellos. Terminé maldiciéndolos a ellos y a su vil ciudad contaminada por el humo, y me apresuré a ir a mi propiedad del norte, donde por fin podría encontrar la paz y la oportunidad de estudiar y contemplar en soledad. Antes de partir, pedí prestado de mi capital, lo que me permitió llevarme una selecta colección de los instrumentos y libros filosóficos más modernos, junto con productos químicos y otras cosas que pudiera necesitar en mi retiro.