El Inca de Perusalem - George Bernard Shaw - E-Book

El Inca de Perusalem E-Book

George Bernard Shaw

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Obra cómica escrita durante la Primera Guerra Mundial que ironiza en realidad con la figura del Emperador Guillermo II de Alemania . El inteligente diálogo de Shaw y las interacciones entre los personajes brindan una visión humorística de temas serios en tiempos de guerra. La trama gira en torno a Ermyntrude, la hija de un archidiácono, ansiosa de posición social que se ve envuelta en los asuntos del Inca de Perusalem. Se desarrollan intercambios humorísticos entre ella y el propio Inca, quien se revela como más hombre que mito. Divertida critica de la naturaleza de la aristocracia y la autoridad con una narrativa que entretiene y al mismo tiempo provoca la reflexión sobre la verdadera naturaleza del poder y la condición humana.

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Seitenzahl: 65

Veröffentlichungsjahr: 2025

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El Inca de Perusalem
Una comedia casi histórica
Gerorge Bernard Shaw
Century Carroggio
Derechos de autor © 2025 Century publishers, s.l.
Reservados todos los derechos.Traducción e introducción de Juan Leita.(The Inca of Perusalem)Portada; Retrato de Guillermo II, emperador de Alemania y rey de Prusia, de Anton Alexander von Werner.Isbn: 978-84-7254-611-0
Contenido
Página del título
Derechos de autor
Introducción al autor y su obra
EL INCA DE PERUSALEM
PRÓLOGO
LA OBRA
Introducción al autor y su obra
Por
Juan Leita
La sátira aguda y punzante de George Bernard Shaw se ha convertido, sin duda alguna, en uno de los grandes mitos de la literatura moderna. Como en todos los mitos, sin embargo, algo hay también aquí de ficticio o exagerado que en el fondo hace tambalear la misma auténtica valía de la persona o del hecho mitificados. Bernard Shaw no fue siempre el victorioso e irresistible autor satírico a quien nadie podía oponérsele en el mismo terreno. Son célebres, por ejemplo, sus discusiones y enfrentamientos dialécticos con otro gran autor contemporáneo suyo, Gilbert K. Chesterton. A este respecto, se cuenta una anécdota muy curiosa. A raíz del estreno de una de sus obras teatrales, Shaw envió dos entradas a Chesterton con la nota siguiente: «Aquí tiene dos entradas para el estreno de mi última obra, a fin de que usted pueda asistir en compañía de algún amigo, si lo tiene.» A esto el autor de las divertidas aventuras del padre Brown respondió de esta manera: «Le devuelvo las entradas que tan amablemente me ha enviado porque, sintiéndolo mucho, no podré asistir a la primera representación de su obra. Asistiré a la segunda, si la hay.»
La anécdota ilustra la idea de que también en su época hubo quien supiera emplear la sátira aguda y punzante con igual o mejor fortuna. No obstante, ello no empaña en modo alguno el valor y el mérito de un autor tan inteligentemente irónico y tan risueñamente mordaz como Shaw, sino todo lo contrario, porque un humorista verdaderamente grande y auténtico nunca pretende bromear con el único fin de «hacer reír» a los demás, salvándose siempre él de la quema de la sátira. Un humorista auténtico y de primera categoría nunca puede ofenderse ni sentirse herido ante una broma aguda que le devuelve con creces los efectos de su sátira. Aquello a lo que atiende en primerísimo plano es la idea, el concepto, el contenido intelectual penetrantes y originales de los cuales surgen, de manera natural y sólo como efecto necesario y posterior, la sátira, la ironía, la gracia y el humor irresistibles. Es un error patente el hecho de pensar que Shaw, que Chesterton, por ejemplo, no pretendieran otra cosa que gastar bromas y hacer reír a los demás. Su indiscutible humorismo estriba precisamente en que defendieron encarnizadamente sus ideas con el arma más aguda y punzante de cuyo filo concreto nacen únicamente la broma, la risa y el humor verdaderos. En esto el mismo Chesterton dio en el clavo cuando dijo en respuesta a uno de tantos críticos vulgares y ordinarios: «Bernard Shaw es a la vez sincero y divertido... Desafío a cualquiera a citar un solo caso en que Shaw haya tomado una postura, por razón de un chiste o de una novedad, que no sea directamente deducible del cuerpo de su doctrina tal como se expresa en cualquier parte de su obra... Decir que Shaw tiene siempre alguna aplicación inesperada de su doctrina para darla a aquellos que la oyen, es decir simplemente que Shaw es un hombre original.»
En  la más cercana antigüedad
George Bernard Shaw nació en Dublín (Irlanda) el 26 de julio de 1856, en el seno de una familia protestante que, a pesar de todos sus esfuerzos y de toda su buena voluntad (incluso enviaron a su hijo a un colegio católico), no logró dar a quien habría de ser la gloria y la honra histórica de los Shaw una formación sólida y positiva. Los primeros años escolares, en efecto, constituyeron un auténtico vacío para el futuro autor de Pigmalión. No hubo en su vida ningún profesor Higgins que, a pesar de su insólito carácter y de sus exabruptos pintorescos, supiera desvelar en aquel joven extraordinario sus magníficas y originales cualidades. Ni siquiera un profesor particular de latín advirtió que en aquel interior eran posibles numerosas hazañas literarias que no se circunscribían a los estrechos y rígidos cánones de la enseñanza oficial, por más clásica que fuera. Como todo buen artista, Bernard Shaw tendría que ir fraguando su espíritu y su personalidad de una forma autodidacta e independiente.
A la falta de una buena formación, se añadieron las profundas desavenencias entre sus padres, que acabaron irremediablemente en la separación matrimonial. El mundo escolar y familiar se desentendía así de una individualidad que, a todas luces, hubiera merecido mucha más atención y mucho más respeto. Indudablemente, todos estos factores tendrían que influir de modo negativo en el joven Shaw, que, a pesar de todo, supo afrontar con entereza y suprema ironía los avatares de su suerte.
A los veinte años se trasladó a Londres, decidiendo reunirse con su madre, que se dedicaba allí a dar clases de música. Sus aficiones literarias se habían despertado ya con fuerza. Sin embargo, sus primeros intentos constituyeron un rotundo fracaso. Novelas, publicadas por entregas, como Un socialista poco social y La profesión de Cashel Byron, no obtuvieron ninguna resonancia entre el público lector
Impulsado por ideales socialistas y democráticos, en el año 1884 ingresó en la Fabian Society, cuyo manifiesto redactó él mismo para la divulgación de los principios defendidos por aquella institución, reducida en cuanto al número de socios, pero vigorosa por lo que atañe a la calidad de sus miembros. En este período la fogosidad de Bernard Shaw alcanzó cotas considerables, llegando a protagonizar verdaderos tumultos como orador en el célebre Hyde Park de Londres. Allí no sólo desataría sus más preciadas características de humor sutil e ironía inigualable, sino que pondría los más serios fundamentos para una futura veracidad en el discurso teatral y en la fuerza de la representación escénica. En cierto sentido, pues, fue primero actor que comediógrafo.
Lo que de hecho, sin embargo, llevó a Bernard Shaw al campo real de las letras fueron la música y el arte, aprehendidos y saboreados al calor de la personalidad materna, a la que tanto admiraba y apreciaba, tal como se pone de manifiesto clarísimamente en Pigmalión con una figura similar a Lucinda Elizabeth Shaw (Gurly, de soltera). En 1885, en efecto, entró como crítico musical en el periódico Star, desde donde ampliaría su campo de crítica mordaz y temible al ámbito concreto del teatro. Bajo el extraño seudónimo de Corno di Basetto, colaboró también asiduamente en el World, hasta que, en 1892, probó él mismo fortuna en el teatro, arriesgándose a poner en práctica los criterios renovadores y un tanto cáusticos que habían fundamentado la mayor parte de sus críticas.
Con Casa de viudos, El amante y La profesión de la señora Warren, comprendidas por el mismo autor bajo el título genérico de «obras desagradables», Shaw puso de manifiesto ya en esencia los valores primordiales que más tarde le darían con todo merecimiento una fama universal. La sátira aguda y punzante contra todos los convencionalismos de la sociedad burguesa y tradicional juega ya aquí un papel importante y decisivo, empeñado en defender unos principios de ética social y democrática frente a todas las hipocresías y todos los conformismos sociales de la mentalidad británica de su época. Influenciado claramente por Henrik Ibsen, el gran autor noruego a quien admiraba profundamente y sobre quien hacía poco había publicado un brillante y encendido alegato titulado La quintaesencia del ibsenismo, también la libertad y el carácter innovador de su obra padecerían la persecución y la censura intransigentes que sufrieron los más célebres dramas del autor nórdico. Como Casa de muñecas, prohibida en varias naciones europeas, La profesión de la señora Warren fue retirada de escena por orden expresa del lord mayor de Londres.