El misántropo - Molière - E-Book

El misántropo E-Book

Moliere

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Beschreibung

“El misántropo" (o El atrabiliario enamorado) es un drama de Molière escrito en 1666 en el que se refleja a través de Alcestes, protagonista de la obra, el desagrado que el autor sentía hacia el género humano y la sociedad del momento.

Alcestes ocupa todo el escenario: odia su tiempo, odia los versos de Oronte, tiene un pleito por unos rumores que hacen correr sobre él. Y como enamorado, paradójicamente, no cesa de reprochar los defectos a su amada (de lo cual ella hace broma) ni soporta a los demás pretendientes que la asedian; sus celos montan guardia permanente y sufre la presencia de cualquier galante hasta el extremo de olvidarse de su misantropía cuando el amor se apodera de su corazón.

"El misántropo" es una creación singular para la época. Los personajes principales de la obra pertenecen a la aristocracia, pero su comportamiento no sirve, como en las tragedias clásicas inspiradas en las monarquías e imperios, para resaltar las virtudes de la nobleza. "El Misántropo" hace funcionar un salón aristocrático en donde se debate el juego de las apariencias o de la hipocresía. Alcestes, el enamorado atrabiliario, es un héroe ambiguo y, como todos los héroes, la invulnerabilidad de sus normas éticas se ve amenazada por el punto vulnerable de sus sentimientos amorosos. Un coro de intrigantes, fatuos, hipócritas, chismosos y vanos cortesanos actúa como contrapunto de Alcestes, y las figuras de Filinto y Elianta constituyen el puente de prudencia y sabiduría, como portavoces del propio Molière.

Partiendo de un mito antiguo, Molière logra componer esta ambiciosa obra de gran comicidad, que trata temas universales que resultan tan vigentes hoy como lo fueron entonces, y que sigue siendo lectura imprescindible para cualquier buen lector.

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Tabla de contenidos

EL MISÁNTROPO

PERSONAJES

ACTO PRIMERO

ESCENA PRIMERA

ESCENA SEGUNDA

ESCENA TERCERA

ACTO SEGUNDO

ESCENA PRIMERA

ESCENA SEGUNDA

ESCENA TERCERA

ESCENA CUARTA

ESCENA QUINTA

ESCENA SEXTA

ESCENA SÉPTIMA

ACTO TERCERO

ESCENA PRIMERA

ESCENA SEGUNDA

ESCENA TERCERA

ESCENA CUARTA

ESCENA QUINTA

ESCENA SEXTA

ESCENA SÉPTIMA

ACTO CUARTO

ESCENA PRIMERA

ESCENA SEGUNDA

ESCENA TERCERA

ESCENA CUARTA

ACTO QUINTO

ESCENA PRIMERA

ESCENA SEGUNDA

ESCENA TERCERA

ESCENA CUARTA

ESCENA QUINTA

ESCENA SEXTA

ESCENA SÉPTIMA

ESCENA ÚLTIMA

EL MISÁNTROPO

Molière

El atrabiliario enamorado

PERSONAJES

ALCESTES, enamorado de Celimena.

FILINTO, amigo de Alcestes.

ORONTE, enamorado de Celimena.

CELIMENA, enamorada de Alcestes.

ELIANTA, prima de Celimena.

ARSINOE, amiga de Celimena.

ACASTO

CLITANDRO, marqueses.

VASCO, lacayo de Celimena

UN GUARDIA, del Mariscalato de Francia.

DUBOIS, lacayo de Alcestes.

La acción es en París, en casa de Celimena.

ACTO PRIMERO

ESCENA PRIMERA

Filinto, Alcestes

FILINTO

¿Qué es lo que pasa?

ALCESTES ( sentado)

Dejadme, os lo ruego.

FILINTO

Pero, una vez más, decidme qué extravagancia…

ALCESTES

Dejadme aquí, os digo, y corred a ocultaros.

FILINTO

Pero al menos escucha uno a la gente, sin enojarse.

ALCESTES

Pues yo quiero enojarme y no quiero escuchar.

FILINTO

No alcanzo a comprender vuestros repentinos enfados, y en fin, aunque amigos, soy de los primeros…

ALCESTES ( levantándose bruscamente)

¿Yo, vuestro amigo? Quitaos eso de la cabeza. Notoriamente lo he sido hasta hoy; pero después de lo que acabo de ver manifestarse en vos, os declaro sin más que he dejado de serlo y que no quiero sitio alguno en corazones corrompidos.

FILINTO

¿A vuestro parecer, soy, pues, muy culpable, Alcestes?

ALCESTES

Vaya, deberíais moriros de pura vergüenza; semejante proceder es inexcusable, y cualquier hombre de honor se escandalizaría de él. Os veo abrumar a un hombre con agasajos, testimoniarle la mayor afección; con protestas, promesas y juramentos acompañáis el furor de vuestros abrazos, y cuando os pregunto luego quién es ese hombre, apenas podéis decirme cómo se llama; vuestro entusiasmo por él decae al separares, y a mí me lo dais como indiferente. ¡Pardiez!, es una cosa indigna, cobarde, infame, rebajarse así hasta traicionar la propia alma; y si por desgracia hubiera hecho yo otro tanto, iría a ahorcarme al instante, de remordimiento.

FILINTO

Por mi parte, no veo que el caso sea de horca, y os suplicaré no tomar a mal que me conceda gracia en vuestra sentencia, y que no me ahorque por esto, si os parece.

ALCESTES

¡Qué poca gracia tiene la broma!

FILINTO

Pero, seriamente, ¿qué queréis que se haga?

ALCESTES

Quiero que haya sinceridad y que, como hombres de honor, no pronunciemos palabra en la que no creamos.

FILINTO

Cuando un hombre viene a abrazaros lleno de gozo, es preciso pagarle en la misma moneda, responder lo mejor posible a sus manifestaciones, y devolver promesa por promesa y juramento por juramento.

ALCESTES

No, yo no puedo soportar este cobarde proceder que afecta la mayoría de vuestra gente a la moda; y nada odio tanto como las contorsiones de todos esos grandes artífices de protestas, esos afables donadores de frívolos abrazos, esos obsequiosos habladores de palabras inútiles, que asaltan a todos con sus amabilidades y tratan en la misma forma al hombre de mérito y al tonto. ¿Qué ventaja hay en que un hombre os agasaje, os jure amistad, fidelidad, celo, estima, ternura, y os haga el más deslumbrante elogio de vuestra persona, si corre a hacer lo mismo con el primer pelele? No, no, no existe alma un poco bien puesta que acepte una estimación tan prostituida; y la más honrada tiene por baratos esos dones, desde que ve que se nos confunde con todo el universo: la estimación se funda en alguna preferencia, y estimar a todo el mundo es no estimar a nadie. Pues que os entregáis a esos vicios de la época, no estáis hecho, ¡pardiez!, para ser de los míos; rechazo la amplia generosidad de un corazón que no establece diferencia alguna para el mérito; yo quiero que se me distinga; y para decirlo claro, el amigo del género humano no es cosa que me convenga.

FILINTO

Pero cuando se anda en sociedad, preciso es cumplir con algunos convencionalismos que exige el uso.

ALCESTES

Os digo que no; se debería castigar inexorablemente ese vergonzoso comercio de las apariencias de la amistad. Quiero que seamos hombres, y que en toda circunstancia aparezca en nuestras palabras el fondo de nuestro corazón, que sea él quien hable y que nunca se disfracen nuestros sentimientos bajo cumplidos vanos.

FILINTO

Hay muchas ocasiones en que la franqueza absoluta resultaría ridícula y poco al caso; y a menudo, mal que le pese a vuestro austero honor, es bueno ocultar lo que tenemos en el alma. ¿Sería adecuado y decente decir a mil personas todo lo que pensamos de ellas? Y cuando hay alguien que nos desagrada o a quien odiamos, ¿debemos declararle la cosa tal como es?

ALCESTES

Si.

FILINTO

¿Qué? ¿Iríais a decir a la vieja Emilia que a su edad le queda mal hacerse la coqueta, y que los afeites que usa escandalizan a todos?

ALCESTES

Sin duda.

FILINTO

¿A Dorilas que es demasiado importuno, y que no hay oídos en la corte a los que no harte relatando su bravura y el brillo de su linaje?

ALCESTES

Efectivamente.

FILINTO

Os burláis.

ALCESTES

No me burlo, y no voy a perdonar a nadie a ese respecto. Demasiado heridos están mis ojos, y la ciudad y la corte no me ofrecen más que espectáculos buenos para revolverme de bilis; caigo en un humor negro, en un enfado sin límites, cuando veo vivir a los hombres como lo hacen; dondequiera encuentro sólo adulación cobarde, injusticia, intereses, traición, pillería; no puedo aguantar más, me enfurezco, y es mi propósito desafiar en sus barbas a todo el género humano.

FILINTO

Ese filosófico enfado es un poco demasiado salvaje; ríome de los negros ataques en que os contemplo, y me parece ver en nosotros dos, educados en la misma forma, a esos dos hermanos que pinta La escuela de los maridos, cuyos…

ALCESTES

¡Por Dios! Dejemos ya vuestras insulsas comparaciones.

FILINTO

No, renunciad buenamente a todas esas locuras. El mundo no ha de cambiar por vuestra diligencia; y puesto que la franqueza tiene tantos encantos para vos, os diré francamente que esta enfermedad da el espectáculo dondequiera que vais y que tan gran enojo contra las costumbres de la época os pone en ridículo ante mucha gente.

ALCESTES

Tanto mejor, ¡pardiez!, tanto mejor, eso es lo que pido; me resulta muy buena señal y me alegro en grande por ella: todos los hombres me son odiosos a tal punto, que me disgustaría pasar por discreto a sus ojos.

FILINTO

¡Vos detestáis la naturaleza humana!

ALCESTES

Sí, he concebido por ella un odio espantoso.

FILINTO

¿Todos los pobres mortales, sin excepción, serán incluidos en este aborrecimiento? Todavía hay algo de bueno en el siglo en que vivimos…

ALCESTES