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En el aislado Barranco Jackman, en plena fiebre del oro australiana, la llegada de un enigmático predicador transforma la turbulenta vida cotidiana de los buscadores de oro. Entre tabernas, juegos de azar y disputas violentas, su presencia despierta orden, curiosidad y desconfianza en una comunidad marcada por el exceso y el peligro constante.
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Seitenzahl: 27
Veröffentlichungsjahr: 2025
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En el aislado Barranco Jackman, en plena fiebre del oro australiana, la llegada de un enigmático predicador transforma la turbulenta vida cotidiana de los buscadores de oro. Entre tabernas, juegos de azar y disputas violentas, su presencia despierta orden, curiosidad y desconfianza en una comunidad marcada por el exceso y el peligro constante.
Minería, Disfraz, Engaño
Este texto es una obra de dominio público y refleja las normas, valores y perspectivas de su época. Algunos lectores pueden encontrar partes de este contenido ofensivas o perturbadoras, dada la evolución de las normas sociales y de nuestra comprensión colectiva de las cuestiones de igualdad, derechos humanos y respeto mutuo. Pedimos a los lectores que se acerquen a este material comprendiendo la época histórica en que fue escrito, reconociendo que puede contener lenguaje, ideas o descripciones incompatibles con las normas éticas y morales actuales.
Los nombres de lenguas extranjeras se conservarán en su forma original, sin traducción.
En el Barranco se le conocía como el reverendo Elias B. Hopkins, pero todo el mundo sabía que se trataba de un título honorífico, otorgado por sus muchas y eminentes cualidades, y no respaldado por ningún título legal que pudiera aducir. —El párroco— era otro de sus sobrenombres, lo suficientemente distintivo en una tierra donde el rebaño estaba disperso y los pastores eran pocos. Para ser justos, nunca pretendió haber recibido ninguna formación previa para el ministerio, ni ninguna cualificación ortodoxa para ejercerlo.
—Todos trabajamos en nombre del Señor—, comentó un día, —y no importa un comino si nos contratan para el trabajo o si nos presentamos por nuestra cuenta—, una imagen tosca que apelaba directamente a los instintos del Barranco Jackman. Es bastante seguro que durante los primeros meses su presencia tuvo un efecto notable en la disminución del uso excesivo tanto de bebidas fuertes como de adjetivos aún más fuertes, que había sido característico del pequeño asentamiento minero. Bajo su tutela, los hombres comenzaron a comprender que los recursos de su lengua materna eran menos limitados de lo que habían supuesto y que era posible transmitir sus impresiones con precisión sin la ayuda de un halo llamativo de blasfemias.
Sin duda, a principios de 1853 necesitábamos un regenerador en el Barranco Jackman. En aquella época, toda la colonia vivía una época de bonanza, pero en ningún lugar era tan evidente como allí. Nuestra prosperidad material había tenido un efecto negativo en nuestra moral. El campamento era pequeño y se encontraba a poco más de ciento y noventa kilómetros al norte de Ballarat, en un lugar donde un torrente de montaña se abre paso por un barranco escarpado para unirse al río Arrowsmith. La historia no relata quién pudo haber sido el Jackman original, pero en la época en que hablo del campamento, este albergaba a un centenar de adultos, muchos de los cuales eran hombres que habían buscado refugio allí después de que los centros mineros más civilizados se volvieran demasiado peligrosos para ellos. Eran una pandilla ruda y asesina, apenas suavizada por los pocos miembros respetables de la sociedad que se encontraban dispersos entre ellos.
