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En esta novela corta, el genial Dostoievski relata la emoción inesperada del primer amor y la confusión del despertar sexual, desde el punto de vista de un niño. El protagonista, un pequeño de 11 años, se enamora perdidamente de Madame M, una mujer casada, y muchos años mayor. Por supuesto, todo ocurre platónicamente, pero el niño soporta diferentes peripecias con tal de complacer a su amada. La novela refleja la primera época creativa de Dostoievski, es una magnífica descripción psicológica llena de romanticismo y melancolía.
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Seitenzahl: 69
Veröffentlichungsjahr: 2017
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CLASICOS---El-Pequeno-Heroe-epub
Tenía yo entonces menos de once años. En julio me dieron permiso para pasar una temporada en una hacienda de las cercanías de Moscú con un pariente mío, T, que recibiría allí a cincuenta invitados, acaso más, no recuerdo; no los conté. Todo era barullo y alegría. Parecía un juego que había empezado con el objetivo de no terminar más. Parecía que nuestro anfitrión se había propuesto derrochar cuanto antes su enorme fortuna, y, en efecto, no hace mucho tiempo logró concretarlo, es decir, lo despilfarró todo, hasta la última viruta, hasta el último centavo, hasta quedarse absolutamente sin nada. En cada momento, llegaban nuevos invitados. Moscú estaba a dos pasos, a la vista, de modo que los que se iban dejaban sencillamente su lugar a otros, y la jarana seguía su curso. Las diversiones se sucedían sin interrupción y no cabía prever cuándo terminaría el jolgorio. Algunas veces era una excursión a caballo por los alrededores, en grandes grupos; otras era una vuelta por los pinares o un paseo en barca por el río; recorridos campestres, comidas al aire libre, cenas en la terraza de la casa, adornada por tres hileras de flores exquisitas que saturaban con su perfume el aire fresco de la noche, bajo una iluminación deslumbrante. Con ayuda de las luces, nuestras damas, de por sí bonitas casi todas, parecían aún más encantadoras, con el rostro animado por las impresiones del día, con los ojos relampagueantes, con el rápido tiroteo de sus conversaciones rebosantes de una risa sonora como una campana; danza, música, canto; si el cielo estaba encapotado, se organizaban tableaux vivants, acertijos, adivinanzas; se hacía teatro casero. Aparecía gente que hablaba hasta por los codos, que contaba historias, todas ingeniosas.
Algunas caras se perfilaban nítidamente en primer plano. La maldad y la murmuración estaban a la orden del día, pues sin ellas el mundo no gira y millones de personas morirían como moscas, de aburrimiento. Ahora bien, yo con mis once años, no me cuidaba entonces de estas personas, atraído por cosas muy diferentes, y si me percataba de algo no era ciertamente de todo. Más tarde hubo algún detalle que recordar. Sólo el aspecto luminoso del cuadro se alzó claro ante mis ojos infantiles: la animación general, el brillo, el ruido. Todo esto, nunca visto ni oído por mí hasta entonces, me causó tal impresión que en los primeros días me sentí aturdido y mi pequeña cabeza daba vueltas.