El poderoso método de Milton Reyes Reyes - Paula Fontaine Cox - E-Book

El poderoso método de Milton Reyes Reyes E-Book

Paula Fontaine Cox

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Beschreibung

En estos tiempos de mucho coaching y jergas del mundo anglófono, el inefable Milton Reyes Reyes inventa un método que lo hace famoso y lo convierte en gurú. Sus "Encuentros para el Body and Soul Fulfillment" incluyen una fórmula infalible: quienes asisten por un fin de semana no solo reciben estímulos para el alma sino también para el cuerpo. Todo va viento en popa hasta que desaparece una discípula, se instala el misterio y el emprendimiento se viene abajo. Pero Milton no se echa a morir: comienza una búsqueda frenética, a la manera de un detective, que culmina con el final más inesperado. "La carga de humor de esta novela es algo que se ve muy rara vez en literatura", Pablo Azócar.

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El poderoso método de Milton Reyes ReyesAutora: Paula Fontaine Fotografía autora: Raúl Menjíbar Editorial Forja General Bari N° 234, Providencia, Santiago-Chile. Fonos: 56-2-24153230, [email protected] Diagramación: Sergio Cruz Edición electrónica: Sergio Cruz Primera edición: noviembre, 2022. Prohibida su reproducción total o parcial. Derechos reservados.

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor. Registro de Propiedad Intelectual: N° 2022-A-9396 ISBN: Nº 978-956-338-612-7 eISBN: Nº 978-956-338-613-4

“¡Oh, maldito seas de Dios, Sancho! —dijo a esta sazón don Quijote—. ¡Sesenta mil satanases te lleven a ti y a tus refranes! Una hora ha que los estás ensartando y dándome con cada uno tragos de tormento. Yo te aseguro que estos refranes te han de llevar un día a la horca, por ellos te han de quitar el gobierno tus vasallos o ha de haber entre ellos comunidades. Dime, ¿dónde los hallas, ignorante, o cómo los aplicas, mentecato? Que para decir yo uno y aplicarle bien, sudo y trabajo como si cavase”.

El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha, Segunda Parte, Capítulo XLIIIMiguel de Cervantes.

CAPÍTULO 1A LA SUERTE HAY QUE AYUDARLA

“Hola. Bienvenidos. Mi nombre es Milton, sicólogo, su coacher del ‘Segundo encuentro del Método Body and Soul Fulfillment (BSF)’”. Así comenzaba mi rutina de cuatro días cuando dirigía los encuentros de mi emprendimiento de desarrollo personal. El nombre Milton Reyes Reyes lo usaba en honor al doctor Francis Miltons, creador de este método que se convirtió en mi profesión e importante fuente de ingresos.

Mi verdadero nombre es Yonatan Reyes Reyes, nací el 10 de marzo de 1971 (al momento de comenzar esta iniciativa, que a veces me gusta llamarla “Mi aventura empresarial” porque creo haber sido un héroe a pesar de los sucesos, tenía 39 años).

Lo llamo también mi emprendimiento, porque no era un simple trabajo. Por varias razones, a saber:

Punto uno, soy autodidacta, yo solito me metí en unos cursos online y aprendí este método y cómo aplicarlo. Lo de “psicólogo” en mi discurso de bienvenida fue una leve adición hecha para mayor credibilidad y, por consiguiente, mayor número de interesados en mi método.

Punto dos, no tuve jefe ni nadie que me diera órdenes.

Punto tres, fue un emprendimiento porque yo mismo buscaba los recintos donde se realizaban los encuentros (en fines de semana, ya que mis clientes eran profesionales, gente de trabajo) y negociaba directamente el costo de la estadía y el catering.

Punto cuatro, era yo el que fijaba el precio de los encuentros, y yo quien hacía el cobro a cada participante, es decir, era yo mi propio gerente de finanzas (aunque firmara con otro nombre los mails de cobranza).

Punto cinco, era yo el coordinador de los encuentros, buscaba a la gente en las redes sociales, hacía las invitaciones, inscripciones y entrevistas para la admisión. Todo, por supuesto, sin que se notara que yo era el único empleado de mi propia empresa.

Ahora, lo que más me importa es demostrar que mi emprendimiento fue una excelente iniciativa que le hizo un gran bien a muchísima gente. Eso es lo fundamental. Eso es lo que debe quedar de Milton Reyes Reyes para la posteridad. Eso, y no lo que pasó después.

Soy ordenado, meticuloso, muy organizado. TOC, me dijo alguien una vez. Al principio no lo entendí, pero después supe que era un piropo, a juzgar por las descripciones que salían en el Google. Gracias a este aspecto de mi personalidad pude desarrollar esta firma que requería de mucha disciplina y orden. Le quería contar todo esto al señor Zúñiga, para que comprendiera por qué me gustaba llamar emprendimiento y no trabajo ni menos pyme a lo que hacía. Pyme me resultaba tan despectivo. Es disminuir la labor y el esfuerzo que hace la gente. Pyme, pyme, tan pequeñita palabra y sin significado. Pero en la reunión dejaría mis opiniones personales a un lado, ya que no venían al caso, para pasar directamente a lo que nos concernía y convocaba al señor Zúñiga y a mí: mi solicitud al Banco Estado de un préstamo para la microempresa, aunque yo prefería el nombre “capital semilla”, algo más inspirador. Con ese dinero iniciaría oficialmente mi emprendimiento. Compraría materiales de oficina, un celular, y me quedaría para el arriendo de los hoteles-locaciones, los caterings y, por supuesto, unas rentas para sobrevivir.

Para que Zúñiga se interiorizara, primero le entregué una breve descripción del Método Body and Soul Fulfillment (BSF), impresa y archivada en una carpeta. Aquí está su copia:

Documento 1 - El método

Tal como lo declarara el Dr. Francis Miltons en su obra Fundamentos y principios para el logro de un total fulfillment tanto del alma como del cuerpo, los objetivos del Método BSF son lograr que el sujeto, ya sea este hombre o mujer, de edad adulta, alcance la plenitud en etapas sucesivas y progresivas, partiendo desde la cota I hasta llegar a la cota V, BSF, por su nombre en inglés Body&Soul Fulfillment. Esta consiste en la “plenitud total” (del inglés “fulfillment”), estado de autoconocimiento en el que se funden la plenitud del cuerpo y la del espíritu con resultado de satisfacción total. Para ello, el individuo debe recorrer su propio camino de búsqueda, basado en el lema “Convierte tu muro en un peldaño” (pensamiento de Rainer Maria Rilke, según cita el Dr. Miltons en su libro).

Nota: Se encuentran disponibles fotocopias anilladas del libro del Dr. Miltons para su adquisición al final de cada encuentro del Método Body and Soul Fulfillment (BSF). Consulte precio y descuentos especiales.

Similares a este, pero más extensos y detallados, eran los documentos que entregaba a los candidatos que postulaban a los encuentros, escritos por mí, adaptados de la información que entregaban en el curso norteamericano de “capacitación y adiestramiento” con el cual me convertí en coacher del método. En inglés en realidad se dice coach, pero no me gusta esa palabra tan asociada al fútbol, así que la cambié un poco para darle un mayor estatus, coacher. Adapté el método para mejorarlo, por cierto, porque a veces los gringos son medio simples, pobretones. Era necesario enriquecerlo, darle profundidad para que las personas que lo tomaran quedaran satisfechas, sintieran que habían logrado sus objetivos de desarrollo corpoespiritual y regresaran a hacer un nuevo encuentro. Dejo constancia de que yo jamás hice publicidad porque quería que la gente supiera del Método BSF por el “boca a boca”, como dicen los expertos, aunque en mi opinión debería ser “boca-oído-boca-oído”, pero en fin. Esa era la clave de este emprendimiento, diría yo: conseguir la lealtad de los clientes. No los llamaba clientes, de hecho, a mí no me gustaba. En el método tampoco les decían alumnos, porque resultaba un trato muy escolar, según los gringos. Los llamaban “sujetos” (del inglés “subject”). A mí, eso me sonaba más a un asunto policial, pero no podía cambiarlo. Eran las reglas del juego. Aparte de que tampoco se me ocurrió otra palabra mejor, lo cual no podía decirle al señor del banco. No había que andar ventilando los problemas internos del negocio.

Afortunadamente, la PDI no se llevó toda la documentación que tenía, solo los videos y mi computador. Despreciaron todas mis casetes, seguramente por antiguas. Una suerte, porque contienen valiosísimas grabaciones de audio. Así que aquí estoy, recopilando la historia de mi emprendimiento, basándome en mis archivos recuperados y en la documentación que había preparado para el Banco Estado respecto a los casos más interesantes. Después, tendré que pulir, corregir, dejarlo perfecto. Pero, primero, manos a la obra como se dice. Lo importante es salvar mi reputación.

Acá, la transcripción de mi primera grabación de audio, hecha el día que cumplí treinta y cinco. La grabadora la compré en una feria, muy barata, porque ya nadie las usaba.

Grabación 1 - Vestimenta

La presente grabación es… es la primera de una serie que he decidido hacer como parte de mi propio entrenamiento. Uf, un momento. Tengo que hacer una pequeña pausa para continuar. Me falta un poco el aire, es que no estoy acostumbrado a grabarme. A ver, respiro profundo y ya, ahora sí.

Quiero decir, quiero expresar aquí que no es por nada que soy el coacher que soy. Se debe justamente a este tipo de ejercicios de perfeccionamiento. Como esta grabación. Se me ocurrió viendo en YouTube a un cabro que hablaba leseras frente a una cámara. De ahí pensé que hablarle a una grabadora me serviría para ensayar bien las sesiones y dar un buen servicio a los “sujetos”. Todo es cuestión de controlarse y ensayar. Disciplina y entrenamiento.

Esta primera grabación la hago leyendo un listado que preparé anteriormente. Se trata de la vestimenta que uso para aplicar el método y que la dejo registrada aquí para mayor ordenamiento. Incluso, mientras hago esta grabación, tengo puesta la ropa que vestiré en la sesión de mañana y me estoy grabando frente a un espejo. Me veo, corrijo la postura, levanto un poco el mentón, sonrío. En realidad, me habría gustado tener un cámara de video como la de ese niño en YouTube, pero imposible un gasto así en este momento. Tal vez más adelante. Porque es una inversión, en realidad, no un gasto. Uf, una pausa otra vez, pero ahora no es por la grabadora, siento ansiedad de solo imaginarme estar haciendo esto, pero en una pantalla. Se me agita la respiración. Pero, bueno, a lo nuestro. A lo mío, en realidad. A las tenidas.

Las tenidas que uso en las sesiones del método son cuatro, una diferente para cada día, que varían desde el traje gris oscuro al gris claro, camisas blancas o celestes (tengo de diferentes tonos), corbatas grises o azules con motitas o rayas, y zapatos negros de vestir. Solo en la última sesión reemplazo el pantalón y los zapatos por unos de sport color café.

Ya, tengo que volver a respirar hondo antes de seguir grabando. Es que no estoy acostumbrado. OK, ahora sí. Continúo. El cambio de ropa para el último día es algo perfectamente calculado. Necesito un ambiente más relajado, como lo hacen en algunas oficinas los viernes. Es para borrar cualquier resabio de tensión que haya quedado de las sesiones anteriores, algo así como un borrón y cuenta nueva. Sí, eso es. Porque siempre hay momentos duros, gente que llora o se enoja o pierde el control en la sala delante de los demás. De todas maneras, me parece que estas reacciones son naturales y necesarias para el avance del sujeto en el crecimiento que significa el método. Entonces, la idea de un cuarto día un tanto más suelto, sobre todo si se trata del primer encuentro, es para que los sujetos vuelvan felices y contentos a sus casas, con un buen recuerdo y lo comenten con sus amigos y conocidos. Así regresarán más adelante a inscribirse en el segundo encuentro o llegarán nuevos sujetos recomendados por los primeros.

Hace poco tiempo se me ocurrió agregar incluso algo más a la última sesión, un toque diferente. Incluí un pisquito sour de cortesía al final, de despedida. Sin picoteo, para no encarecer la cosa ni alargarla, solo un vaso pequeño por persona y un brindis. Se van felices. ¡Eso es marketing!

Estudié bastante este tema del vestuario antes de tomar la decisión y hacer la tremenda inversión en ropa. Vi en internet a varios conferencistas, descarté de inmediato a todos aquellos informales o medio hippies. No, no, no, nada de túnicas ni fachas de rockero, esto debía ser de alta formalidad. Era parte de la seriedad del asunto.

Pero, como tampoco quería parecer gerente de banco, me faltaba un toque personal, algo distintivo que me diera personalidad y estatus. Por Dios que me costó encontrarlo, pero al fin lo logré. Tal como decía mi mamita Luli, perseverancia, mijo, perseverancia. En el mercado Biobío encontré un “pin”, según lo llamó el vendedor, para colocar en el ojal de la chaqueta: metálico, en forma de rombo y bastante grande, tenía al medio la cabeza de un jabalí con unos enormes colmillos, esmaltada en rojo y negro. Me gustó apenas lo vi, y entendí de inmediato su significado: la fuerza y vitalidad de un jabalí me representaba cien por ciento y a la vez era lo que debía transmitir a mis sujetos para su desarrollo personal. Nadie llega a ninguna parte si es débil y no le pone empuje. Tenemos que ser fuertes, capaces de sacar energía desde el fondo, aunque sintamos que no la tenemos, y salir para adelante con voluntad y vigor. “Si te caes siete veces, levántate ocho”, dice un proverbio chino en el libro del Dr. Miltons. Y los chinos sí que saben de estas cosas.

Así fue como quedaron las cuatro tenidas perfectas.

Con este tema me acuerdo de mi mamita Luli y me emociono un poco. Porque fue ella la que me enseñó la importancia de tener una buena apariencia, la ropa limpia y cuidada, los zapatos lustrados. Brillantes, decía, tienes que poder ver en ellos tu linda carita como en un espejo. Y siempre me repetía eso de tu linda carita. También le gustaba mi pelo, me pasaba el cepillo varias veces, con agua, para dejarlo más pegado a la frente. Que no salga disparado para el cielo, decía mi mamita Luli, riendo. Yo le estoy muy agradecido, porque no solo me crio, sino que además gracias a ella yo salí de la pobreza. Esto no se lo he contado a nadie, pero es la pura verdad. Ella me enseñó cuando todavía era pobre a que no se me notara. Esa es la clave, pienso yo, para llegar lejos. Que nadie sepa de dónde viene uno ni las penurias que ha pasado. Ahora, a la luz de los hechos, parece que llegué demasiado lejos. No siempre el mundo está preparado para aceptar a aquellas personas únicas, que sobresalen de la regla general del rebaño.

Como dije antes, aquello del orden y la limpieza se lo debo a mi mamita Luli. Ella me lo inculcó. A su manera, claro. A la primera, por las buenas.

–Yonancito, lustre sus zapatos antes de acostarse.

Si me demoraba porque estaba entretenido en otra cosa, un tirón de oreja. Fuerte. Dolía. Hasta me salían lágrimas. Pero no lloraba. Nunca lloraba. Si simplemente no lustraba los zapatos, y ella se daba cuenta al día siguiente, pantalón y calzoncillo abajo:

–Agáchese, mijo.

Y tres rebencazos con la varilla de mimbre.

Pero me quería mi mamita Luli. Entonces y siempre. Cuando chico me decía que yo era el niño más lindo del mundo, que jamás me abandonaría. Y entonces comenzaba a contarme la historia. La misma que repitió por años. Aquella que dice que cuando un día iba caminando por la orilla del río, de pronto, justo debajo del puente, escuchó un ruido, un maullido de gato. Se puso muy alegre de haber encontrado un gatito y comenzó a buscarlo por entre los pilares del puente hasta que vio un bulto. Se asustó primero, pero la curiosidad me la ganó, contaba, y se atrevió a desenrollar un poco los trapos donde algo se escondía. Y así fue como me encontró.

–No era un cucho, poh, era este tremendo chanchito.

No tuve con quién corroborar esta historia. No solo porque la gente del pueblo de ese tiempo ya debe estar toda muerta, sino porque nos arrancamos de ahí y nunca más regresamos. De hecho, en mi curriculum vitae no dice Confluencia, provincia de Ñuble, Región del Biobío como mi lugar de nacimiento, lo cambié por Santiago. Total, no creo que nadie vaya a averiguar en el Registro Civil dónde nació Milton. Y si van, tampoco lo encontrarán porque mi verdadero nombre de pila es Yonatan del Sagrado Corazón de Jesús Reyes Reyes.

Por ahora lo que importa es seguir recopilando el material que le dará cuerpo a este libro. El libro sobre el caso de Milton Reyes Reyes que tanto interés despertó en la prensa.

Para una mejor comprensión de mi método, conviene revisar los siguientes documentos. El primero corresponde a una parte del discurso de bienvenida que les daba a los sujetos. Es importante destacar que estos eran en general personas con cierto nivel de educación, la mayoría de ellos profesionales y con un buen pasar.

Documento 2

Estimados amigos. Gracias por inscribirse en este encuentro del Método BSF. Gracias por estar aquí. Estoy seguro de que no se arrepentirán, sino que, muy por el contrario, disfrutarán este pequeño paréntesis en sus vidas.

Todos ustedes son personas inteligentes, brillantes diría yo –eso me quedó clarísimo en la entrevista de preinscripción– que han llevado sus vidas hacia metas claras, aun cuando algunos más, algunos menos, han pasado por momentos difíciles, tropezones o caídas. Estos pueden ser económicos, una enfermedad, un divorcio, casi todos hemos tenido que enfrentar dificultades en esta vida, nadie se salva. Pero ustedes son especiales y por eso han venido acá a buscar una nueva luz y una nueva fortaleza que los ayude a continuar avanzando por ese camino de éxito que iniciaron.

Hay personas que me preguntan: si son gente a la que le va bien, ¿por qué necesitan buscar esa luz o esa fortaleza? Y es una excelente pregunta. Yo, como su coacher, les respondo: se han sentido atraídos hacia estos encuentros del Método BSF porque se dan cuenta de que han ido perdiendo algo, en el trayecto algo se fue difuminando entre la niebla, algo que ustedes extrañan, aun cuando no saben qué es. Y yo sí sé qué es: es ese fuego que todavía todos llevan dentro pero que, imperceptiblemente, se ha ido apagando, en forma lenta, muy lenta. Queda apenas un leve calorcillo, como ese que dan las cenizas apagadas, esas cenizas que siguen tibias. Pero yo les digo: ¡no! ¡No se ha apagado ese fuego! Acá lo volveremos a avivar, ustedes mismos lo atizarán para que vuelva a encender. Ya verán las enormes llamas que se elevarán desde el interior de cada uno de ustedes. Ya las verán. (…)”.

Así como hay cosas que le debo a mi mamita Luli, hay otras que me las enseñó el señor Villagrán. Él fue mi profesor de Lenguaje en el liceo, que me tomó buena y me hizo unas clases particulares para que tuviera buenos modales y supiera hablar bien.

–Mire, señor Reyes –me dijo un día que me llamó aparte, después de unas vacaciones de invierno–, usted es un cabro muy inteligente, que sale de lo normal, al menos en este colegio, y puede llegar muy lejos si se lo propone y si se prepara bien. El liceo no es suficiente para eso, lamentablemente, y esto no es algo que usted pueda aprender por su cuenta. Así es que ya conversé con su abuela y me autorizó a tomar el papel de su tutor.

Él nunca supo que mi mamita Luli no era mi abuela, pero no importa. Yo no entendí nada, por supuesto, pero a todo le decía sí, señor Villagrán, sí, señor Villagrán.

Me enseñó a modular, a hablar de corrido, a pronunciar bien las eses y los finales de todas las palabras. Me enseñó a saludar a la gente, incluso usando modos diferentes según de quién se tratara. Buenos días, señora Contreras. Buenas tardes, señorita Hilda. Hasta luego, don Alberto. Nunca un hola o chao pelados, sin el nombre de la persona. Aunque fuera una chiquilla de mi edad. Hola, Liliana; chao, Elenita.

Me hizo leer harto también el señor Villagrán. No me perdonaba ningún control de lectura, pero casi nunca terminé los libros. Contestaba las pruebas sacando por conclusión las respuestas, redactando bonito un párrafo, concluyendo cosas por sentido común, repitiendo algo que les había oído a mis compañeros, en fin, y mal no me iba. Recordando esto me doy cuenta de que fue en esa etapa de mi adolescencia cuando comencé a descubrir que podía acortar camino para llegar adonde quería. Siempre hay atajos, es cuestión de saberlos usar con inteligencia. Y mal no me fue.

En cambio, el inglés que sé, aunque no es mucho, lo aprendí de grande. Una vez que se me ocurrió el emprendimiento y comencé a seguir el curso online del método (aunque este estaba en versión español), me di cuenta de que sería fundamental para mi rol de coacher el dominio del inglés. Eso me daría otro estatus, otra imagen frente a los sujetos. Es así como primero me dediqué a escuchar canciones en la radio y como tengo buen oído me las aprendí altiro, sobre todo logré imitar bien la pronunciación. Luego compré unas casetes con unas clases bien buenas para principiantes como yo. Las escuché tanto que llegué a aprenderme de memoria todas las lecciones, las seis cintas lado A y lado B, la parte que va diciendo el profesor y la parte que me correspondía como alumno, todo. Hasta el día de hoy las podría recitar. Where is the dog? The dog is in the garden. Puedo nombrar alimentos, colores, las estaciones del año, partes del cuerpo humano, números, meses, días de la semana, incluso comentar el clima y preguntar la hora. Más adelante me compré un diccionario y lo leía todas las noches. Así aprendí términos ideales para mi trabajo con el método como feedback, insight, mindful, sin contar con la palabra y concepto más importante y que impresionaba mucho a los sujetos como es fulfillment. También usaba el término self-made man, que es justamente lo que soy (o fui).

A medida que avanzo en esto de recopilar documentación y registros, sueño que soy escritor. Pienso en “capítulos”, me comienzo a imaginar el “índice”, en fin. Eso me pone optimista. Porque a veces, encerrado aquí con el computador y mis papeles, me siento muy solo. Bueno, solo he sido siempre, en realidad, para qué estamos con cosas. Porque una cosa es que mi mamita Luli me haya recogido, me haya criado y cuidado, y otra es haber tenido lo que es una familia. No tengo yo una familia, nunca tuve padres, hermanos o hermanas, ni tíos, ni abuelos, nada. Tampoco una mujer. Solo mi mamita Luli. Al principio nos quedamos en el pueblo, pero empezaron las habladurías, le corrían el cuento de que ella se había robado una guagua, que la historia de encontrarme botado debajo del puente eran puras mentiras, que era madre soltera aunque fuera mayor y nunca se le había notado el embarazo porque era flaca y usaba la ropa suelta, y así, muchos rumores que no supe en ese momento porque era muy pequeño aún. Según lo que ella me contó después, nos fuimos del pueblo de Confluencia a vivir a la ciudad de Chillán cuando yo tenía casi cinco años, primero donde una comadre y después los dos solos a una mediagua que le dieron en la parroquia. Vivíamos de lo que mi mamita Luli ganaba lavando ropa ajena o haciendo costuras. Nunca nos visitaba nadie y nosotros solo conocíamos a la trabajadora social de la parroquia, una vieja que para saludarme me pellizcaba los cachetes.

–Tan lindo que le salió el cabrito este, señora Luzmira –decía con su voz chillona, y yo todas las veces pensaba que le hablaba a otra persona.

–Mi mamita se llama Luli –reclamaba yo, y la señora se reía a carcajadas y volvía a pellizcarme.

De esos primeros años en Chillán no recuerdo mucho, aunque sí los baños en una batea con agua fría que me daba mi mamita Luli, también la forma como me arropaba después para calentarme y que dormíamos juntos, bien juntitos, con dos botellas de vidrio llenas de agua caliente metidas adentro de la cama. Yo les tenía miedo a esas botellas, sobre todo porque en su interior tenían tres o cuatro clavos grandes, y no entendía bien qué haría mi mamita Luli con esos clavos en la noche, por más que me explicara que eran para que no se quebrara la botella, pero no sabía cómo unos clavos iban a evitar que se rompiera el vidrio y nos empapáramos con el agua caliente y nos quemáramos los dos y nos claváramos los clavos. También me acuerdo de un monopatín con una rueda quebrada que encontró botado mi mamita Luli y me lo trajo de regalo. No tengo recuerdos de haber visto a otras personas en la casa ni en ningún otro lugar. Mi mamita Luli y yo sin nadie más en Chillán. Entonces, de estar acostumbrado a estar solo, estoy.

Pero Milton Reyes Reyes no está hecho para caerse ni para que lo anden culpando. Por eso incluyo acá tres cosas positivas que me trajeron mis encuentros y que no debo olvidar, a saber:

1. Platita.

2. Era gratificante partir el día 1, sesión 1, y ver a mi público ahí, a mis sujetos, convertidos posteriormente en seguidores, atentos, entusiastas, concentrados solo en mí y en lo que les iba diciendo.

3. A medida que avanzaban los días, las sesiones se iban haciendo más interesantes, con una serie de vivencias a nivel Body&Soul que me dejaban plenamente satisfecho.

Así como dejé escrito acá que provengo de un caserío sureño, que viví en la pobreza y no sé quiénes son mis padres, corresponde establecer otros hechos de mi pasado que marcaron mi carácter y todo aquello que me constituyó como coacher. Porque todo suma.

Ya viviendo en Santiago, la conocí un sábado que acompañé a mi mamita Luli a dejar una ropa a la casa de una clienta. Resulta que la señora era medio inválida y la cuidaba Cynthia, una bella enfermera. Fue verla y quedar prendado. No podía dejar de mirarla, me parecía un ángel en la Tierra.

No pude decirle nada, solo saludarla y sonreírle, ni una palabra logró salir de mi boca. Recién cuando mi mamita Luli se despedía de la señora, logré sacar la voz y preguntarle su nombre.

–Lindo nombre, Cynthia, muy lindo. Como su dueña.

Ella no respondió.

–Ha sido un gusto conocerla.

Solo bajó un poco la cabeza en un gesto silencioso que yo interpreté como un “Igualmente”.

Salí de ahí flotando en las nubes.

Un mes después, treinta días que viví como un loco por la ansiedad que me carcomía, me las arreglé para ir solo a dejar la ropa de parte de mi mamita Luli (para ello tuve que mentirle un poco, a ella le dije que iba a sacar unas fotocopias de mi curriculum vitae o CV). Esa vez pude hablar un poco más con la dama cuando al salir me fue a abrir la puerta del antejardín. Logré que me diera su número de celular. Me parece que fue la tenida que usé ese día lo que influyó en que no me mirara tan en menos como la primera vez. Tenida de coacher (aunque solo era aprendiz en ese momento): traje gris oscuro, camisa blanca, corbata azul con rayitas rojas, zapatos negros de vestir. Muy formal y elegante. Perro con corbata nadie lo mata, dice con razón un refrán chileno.

Me preguntó en qué trabajaba.

–Soy coacher –le dije, mintiendo un poco, porque recién estaba terminando el curso y no tenía ninguna práctica todavía.

–Es ¿qué?

Traté de definir mi futuro emprendimiento, pero me di cuenta de que ella no entendió mucho o no le interesó.

–Después le explico, no es fácil de comprender –le dije, dándome importancia. Quedé en llamarla el sábado de la siguiente semana.

No dormí casi ninguna noche. Mi mamita Luli me preparaba agüitas de hojas de naranja, me hacía friegas por todo el cuerpo, y nada. Apenas unas pestañadas. Así, hasta que la llamé y salimos. Me pidió que la pasara a buscar a su casa, a las cinco de la tarde. Solo una vez había andado yo por esos barrios de Las Condes, años antes cuando trabajaba en Turismo y llevé unos clientes al Pueblito de Los Domínicos.

Subí hasta allá en micro y después recorrí un montón de cuadras a pie. Llegué acalorado y traspirado, odiando mi ropa de sport, la tela del pantalón muy gruesa y me apretaban los zapatos. No me hizo pasar al interior de la casa. Salió de inmediato, apenas toqué el timbre. Vestía una faldita negra, una polera estampada sin hombros y chalas rojas con terraplén. Se veía hermosa.

Me dio no sé qué, además del tremendo calor que hacía, hacerla caminar todas esas cuadras hasta el paradero, iba a pensar que era un amarrete, así que hice parar un taxi y la llevé al Pueblito de Los Domínicos. Fue lo más cerca que se me ocurrió, y es bien bonito y tiene sombra, pensé. Ahí pasamos dando vueltas, mirando las artesanías y la gran jaula de pájaros que hay. Le convidé un helado y después nos sentamos en una fuente de soda que estaba al otro lado de la plaza y nos servimos unas bebidas y sánguches.

–Tal vez usted habrá estado aquí mil veces –le pregunté, medio avergonzado.

–Pensaba que era una feria medio ordinaria –respondió.

Increíblemente no conocía el Pueblito.

Ahí terminé de confirmar algo que había intuido el día que la conocí: ella era de otra clase, se le notaba en todo, su forma de hablar, su ropa, cómo se movía con una gracia especial. Y cuando salió con que nunca había estado en el Pueblito, con lo cerca que le quedaba, me costó creerlo. Una feria ordinaria. Pero nada de esto disminuyó mi atracción por ella.

Lástima que desde entonces no me volvió a contestar el celular.

Bueno, este recuerdo viene a colación porque –de acuerdo con los principios del doctor Miltons– Cynthia fue mi primera “Aspiración”. Aspiración que tuve que abandonar tan rápidamente como llegó porque mi mamita Luli estaba en lo cierto: “No se engañe, mi Yonatancito, las mujeres siempre lo harán sufrir. No son de fiar, puras luces y cantos al principio, pero después… ¡puaf!”. Desde entonces no me interesa meterme con mujeres. No le veo el afán, aparte de haberme dedicado en cuerpo y alma a mi emprendimiento, lo cual no deja espacio físico ni espiritual para nada más.

Así fue como en vez de sufrir por una mujer fijé mi mirada en el futuro y nunca más la he desviado. Y, tal como dice el refrán, tiempo al tiempo. No hay que forzar las cosas, surgen cuando uno menos se lo espera. Lo importante es la actitud, en este caso fue la mía, de plena apertura, listo para recibir cualquier inspiración o señal que me indicara el destino. Y esta llegó un día cualquiera: de un momento a otro decidí que dedicaría mi vida al Método BSF, a desarrollar un negocio en torno a él. Me haría rico, me compraría el auto de mis sueños y una casa para mi mamita Luli en el barrio alto de la capital. Dejaría atrás mi pasado, tal como lo aprendí en el curso para ser coacher, y avanzaría hacia un futuro luminoso. En mi mente vi crecer mi proyecto, crecer y crecer hasta el punto de fundar algún tipo de establecimiento. Un instituto, un centro de coaching personal, me imaginaba, incluso con ramificaciones hacia el extranjero. Por qué no, decía yo. Por qué no, Milton Reyes Reyes. Tendría eso sí que ajustar algunas piezas para que todo funcionara como lo soñé. Como ejemplo de esos ajustes, menciono mi CV, un tanto reformulado con miras a proyectar una mejor imagen, sobre todo de mi vida anterior. Todo aquello para obtener el éxito esperado. Porque “los hombres no son prisioneros del destino, sino prisioneros de su propia mente”, dijo el célebre Franklin D. Roosevelt, según cita el Dr. Miltons en su libro. Así, Yonatan Reyes Reyes se convertiría en el primer experto chileno en el Método Body and Soul Fulfillment (BSF), cuyos encuentros de cuatro días de duración “cambiarán tu vida y la forma como te ves y te ven dentro de ella”. Así decía mi primer slogan en Facebook.

A continuación, incluyo un elemento de gran importancia para la comprensión del método, como es la ficha individual de cada sujeto. Cada una de ellas contenía unas dos a tres carillas con información detallada. Acá resumo un ejemplo en unas pocas líneas, solo como una muestra.

FICHA INDIVIDUAL

Nombre: Macarena Andrea del Real Aguirre.

Edad: 33.

Profesión: Diseñadora de vestuario, trabaja como free-lance.

Contextura: Muy alta (1.75) y corpulenta (contextura endomorfa). Cabello: rizado, rojizo.

Estado civil: Separada.

Actitudes: Con su voz ronca, intenta llamar la atención permanentemente.

Motivo de su ingreso, según lo declarado en la entrevista de postulación: “¡Ay!... No lo tengo muy claro”.

Esta ficha corresponde a un sujeto cuyo caso fue de especial relevancia tanto por los efectos que el método causó en su persona como por lo que había sucedido unos meses antes y que me tiene aquí, recopilando la mayor cantidad de antecedentes posibles. Todo el relato que sigue a continuación se puede resumir bajo el título “Limpieza”, ya que cuando se sepa la verdad habré recuperado mi prestigio, habré lavado mi imagen para volver a ser quien fui: el maestro Milton Reyes Reyes.

CAPÍTULO 2CON LAS MANOS EN LA MASA

A continuación, algunos ejemplos de los registros que llevaba durante el desarrollo de mi método.

Registro 91

De pie, en medio de la sala, Macarena comenzó a hablar llena de risitas y coqueteos.

–Bueno, ustedes saben, está aquí mi papá, hemos gozado en verdad de participar juntos en este encuentro. ¡Ha sido maravilloso! Pero yo quiero contarles ahora, aprovechando el momento de los testimonios, cuando una puede sincerarse, porque de eso se trata, ¿no, profe? (No soy “profe”, soy coacher, pero en fin). Bueno, quería contarles que mi papá y yo vinimos juntos acá buscando un poco de ayuda. Eh, eh, no es que tengamos problemas, no, más bien soy yo la que necesita, a ver, cómo podría llamarlo... orientación. ¡Eso! Estoy acá para ver si puedo, no diría solucionar, porque no es un problema, diría manejar una situación. Sí. Manejar esto que les voy a explicar. Ay, parece que me estoy dando demasiadas vueltas. Bueno, acá voy: resulta que mi padre se separó de mi mamá, ¿ya? Eso sería más bien problema de ellos, me dirán ustedes, yo soy adulta, es triste, claro, pero no me debería importar tanto como de hecho me importa.

Macarena se puso roja como un tomate, levantó el rostro hacia al techo, resopló y continuó:

–Bueno, en verdad, todo este tiempo he sentido que él me traicionó. Sí, me he sentido tremendamente traicionada, en realidad. Es que esto es lo que quiero contarles, lo que pasó es que él no solo dejó a mi mamá, que no tenía idea de lo que estaba pasando, yo tampoco sabía, sino que se fue con la Pequita, mi mejor amiga. Ay, no sé cómo todavía digo esa estupidez cuando la nombro, “la Pequita, mi mejor amiga”. ¡Cómo va a ser mi mejor amiga si la odio, la odio, la odio!

A estas alturas, Macarena, que había empezado a subir la voz gradualmente, ya estaba gritando y llorando.

–Me quitó a mi papá la muy idiota! Me engañaron, ellos, los dos me engañaron. Ay, Papito, papito nindo, peldona, perdona que hable de esto delante tuyo, pero…

No aguantó más y largó el llanto. El Dr. Del Real miraba al frente, impávido, como si nada de lo que estaba sucediendo tuviera que ver con él.

FICHA INDIVIDUAL

Nombre: Enrique del Real Vildósola.

Edad: 65.

Profesión: Médico cirujano. Posee su propia clínica de cirugía estética.

Contextura: Cuerpo delgado y anguloso, movimientos atléticos. Representa menos edad de la que tiene.

Actitudes llamativas: Se mueve con gran soltura y seguridad en sí mismo, acorde a su modo de vestir, con trajes de buen corte y telas importadas, tipo inglés. Se interesa en los demás solo en cuanto lo escuchen y le sigan la corriente. Exitoso con las mujeres.

Motivo de su ingreso, según lo declarado en la entrevista personal de postulación: “Busco mejorar las relaciones familiares”.

Grabación 2

Me atrevo a dejar constancia aquí de algunas conclusiones que he sacado luego de estudiar bien este caso. En primer lugar, por mi experiencia y alto nivel de percepción de los caracteres humanos, estoy en condiciones de decir que Macarena está enamorada de su papi, lo cual le provoca una dificultad adicional. El padre como ídolo –según lo que he leído– resulta imposible de imitar o emular por los demás hombres, sus potenciales parejas. Los otros miembros de la manada se ven amenazados y se retiran o ella al compararlos con su padre los mira en menos. “Miembros de la manada”, me gusta cómo suena esto. No se me había ocurrido antes, ya volveré a usar este valioso término más adelante.

Por otra parte, mis observaciones apuntan a que aquí hay un aprovechamiento mutuo: al Dr. Del Real esta situación le sirve para alimentar su ego, mientras la hija se beneficia al recibir caricias, mimos y besos que no obtiene por otras vías (es separada, no tiene novio).

Nota interesante: según ambos me confiaron en sus respectivas sesiones personalizadas, se acostumbraron desde muy temprano a darse besos en la boca.

Cuando yo me crie, los besos en la boca solo se veían en las películas del cine rotativo en Chillán, las que yo miraba a solas, sentado en la última fila de la sala y a escondidas de mi mamita Luli, sintiéndome pecador sin posibilidad alguna de salvación. Nunca se daban entre personas de la vida real. También sucedían en las teleseries, en algunas, justo aquellas que mi mamita Luli no me dejaba ver en nuestra tele y yo tenía que ir donde unos vecinos mientras ella creía que estaba estudiando con unos compañeros. Los vecinos eran traficantes de pasta base, el padre, la madre y los hijos, y me tenían lástima. Solo por eso me dejaban ir a ver “Trampas y Caretas” a su casa. Me acuerdo, nunca olvidaré el capítulo final, cuando aparecen Bastián Bodenhöfer y Claudia Di Girolamo besándose en la boca, largamente y varias veces, incluso en un momento en que él tiene a la guagua en brazos, hasta la guagua está presente en ese apasionado beso. Y uno, escondido en la casa de los Ulloa. Los Ulloa, aquellos vecinos que me dejaban ver la teleserie a cambio de nada. O por lo menos eso creía yo.

A propósito de besos, me acordé de que gracias a mi mamita Luli yo estoy muy acostumbrado a eso. Ella me besaba todo el tiempo cuando era chico, por todas partes del cuerpo. Recuerdo que eso me producía cosquillas y me reía como loco. Ya de más grande, no me daba cosquillas, sino una sensación rica, algo calientito me recorría el cuerpo.

Se hace necesario incluir aquí otros registros que son importantes para la mejor comprensión del método y de mi labor como coacher.

En aquella sesión en la cual Macarena tuvo el coraje de confesar que su padre se había enamorado de su mejor amiga (la Pequita, como se recordará), ella se descompensó (ver Registro 91). Lloró a gritos dando pataditas en el suelo, reacción que no había tenido ningún sujeto anteriormente. Como coacher no tuve más remedio que recurrir a técnicas de relajamiento extraordinarias. Era una emergencia, debía evitar que se me fuera de las manos la estabilidad emocional de la totalidad del grupo como consecuencia de este impasse.

Tuve que hacerle unas aplicaciones extras de Body Fulfillment para que se relajara. Comencé por la espalda, los hombros, los omóplatos, luego el cuello, relajación muscular. Como es ella de expresiva, resoplaba, suspiraba, ronroneaba, ahí delante de todos en la sala.