El príncipe Juanón - Pedro Muñoz Seca - E-Book

El príncipe Juanón E-Book

Pedro Muñoz Seca

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Beschreibung

El príncipe Juanón es una comedia teatral del autor Pedro Muñoz Seca. Como es habitual en el autor, la pieza se articula en torno a una serie de malentendidos y situaciones de enredo contados con afilado ingenio y de forma satírica en torno a las convenciones sociales de su época. En este caso, la trama se articula en torno a un usurero que hostiga a dos ancianos plagados de deudas.

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Seitenzahl: 112

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Pedro Muñoz Seca

El príncipe Juanón

COMEDIA DRAMÁTICA

en tres actos y en prosa

Estrenada en el TEATRO CERVANTES de Sevilla, por la Compañia, del Teatro Español de Madrid, la noche del 14 de Mayo de 1916

Saga

El príncipe Juanón Pedro Muñoz SecaCover image: Shutterstock Copyright © 1916, 2020 SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726508451

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

Esta obra es propiedad de su autor, y nadíe po drá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla en España ni en los países con los cuales se hayan celebrado, ó se celebren en adelante, tratados internacionales de propiedad literaria.

El autor se reserva el derecho de traducción.

Los comisionados y representantes de la Sociedad de Autores Españoles son los encargados exclusivamente de conceder ó negar el permiso de representación y del cobro de los derechos de propiedad.

–––––––

Droits do representation, de traduction et de reproduction réservés povr tous les pays, y compris la Suéde, la Norvége et laHôllande

–––––––

Queda hecho el depósito que marca le ley.

Al Casino Portuense, un bello rincón del Puerto de Santa María, donde se reunen los hombres más ingeniosos y más embusteros de España,

El Autor

REPARTO

PERSONAJES ARTISTAS petra Carmen Cobeña. genara Joaquina del Pino. simona María Morera. casilda Carmen Cuevas. antonia Josefa Jiménez. dionisia Elisa Pérez Luque. juanón Alfonso Muñoz. don trinidad Constante Viñas. don honorio L. Ruiz Tatay. braulio Rafael Cobeña teodoro Andrés Babe-Botana. ramón Federico Gonzálvez. quirino José González Marín. chilindra Enrique Cantalapiedra. don tadeo José Trescolí. melanio Emilio Mesejo

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ACTO PRIMERO

Santa baja de una gran casa de labor. En el ángulo de la derecha enorme chimenea de grandísima campana. En el fondo un muy ancho portalón que conduce a un pórtico sustentado por rica arcada. En el lateral derecha, primer término, puerta que conduce a restantes habitaciones de la casa.

En el lateral izquierda puerta amplia que da acceso a la gañanía. El mobiliario presta a la estancia cierto aspecto señorial.

Entre arcones y aperos hay ricas sillas de vaqueta, sillones frailunos de severa presencia, alguna mesa de oscura caoba, digna da figurar en una sacristía, algún farol de rico estilo, propio de un museo de antigüedades. A través del pórtico del foro se ve, cerca, un almijar; más allá un trozo de viña; lejos, un frondoso olivar, que trepa por ribazos y colinas y allá, lejísimo, casi perdiéndose en el azul del cielo, una altísima cima de oscuros verdores, cuajada de casuchas terrosas y alguna que otra erm í ta blanquecina. La acción en Aragón, en las cercanías de un pueblo ribero a Castilla. Epoca actual, en el mes de Octubre. Es de día.

––––

(Al levantarse el telón están en escena genara , casilda y don trinidad . Genara es una señora como de sesenta años, vestida con una sencillez casi campesina; Casilda es una palurdilla de diez y ocho años, que viste al uso del país, y don Trinidad es un sacerdote do mediana edad y de aspecto bonachón y simpático. Usa balandrán y bonete. Casilda cose. Genara, ensimismada, tristísima, escucha a don Trinidad. )

Trin. La vida es así, doña Genara; triste, muy triste, pero no por eso hay que amilanarse. Hay que pensar siempre que estas amarguras de la tierra son las que luego han de acercarnos más a Dios.

Gen. Ya sabe usted, señor cura, que yo acepto con alegría cuanto El dispone. No siento lo que sucede por mí, sino por mi pobre viejo...

Trin. También el señor Saturio tiene un alma fuerte, aunque el cuerpo esté ya averiado.

Gen. ¡Ay, don Trinidad! Usted sabe lo que es para nosotros salir de esta casa, donde hemos vivido cuarenta años, y donde han nacido nuestros hijos...

Trin. Ellos serán ahora su sostén.

Gen. Sin duda. Ya ve usted que no han tardado en acudir a nuestra llamada. Anoche llegó Braulio y hoy llegará Teodoro, pero es muy triste tener que ser recogidos de limosna a nuestra edad.

Trin Los hijos que amparan a sus padres, no les dan limosna; pagan una deuda sagrada.

Gen. Aunque así sea, ¿cree usted que podré yo acostumbrarme nunca a vivir lejos de estas paredes; sin ver mi huerto y mi viña y mis gallinas y mis palomas? (Seca una lágrima. )

Trin. Vaya, no hay que achicarse de ese modo.

Cas. Eso mesmo li digo yo, siñor cura, que no se achique, y se lo dicimos toos, pero el ama está tan metida en su pena que no escucha más voz que la de su sentir. Claro, que si la echan de aca pierde casa y campiña, pero más pierdo yo, ¡contra! y no mi apuro.

Trin. ¿Tú?

Cas. A ver en qué otra casa voy yo a ganarme los veinte riales que aquí me gano. Y que está el pueblo como pa buscar acomodo. Ni maullando logra nadie reunir cinco perros.

Gen. Calla, Casilda, calla.

Trin. (A Genara, bajando un poco la voz. ) ¿Y es por fin hoy el día señalado?...

Gen. Sí, señor. A las tres. Para esa hora anunció su visita don Tadeo. Ya comprenderá usted cuál debe ser su propósito.

Trin. (Indignado. ) ¡Bribón de Vampiro!.. Con razón le han puesto ese mote… (Conteniéndose. ) Dios me perdone, pero escuchando ciertas cosas, me dejo llevar de la ira...

Gen. Todas las escrituras han vencido ya. Puede hacer de nosotros lo que quiera.

Trin. ¿Y no hay medio de defenderse contra ese desalmado usurero?

Gen. ¡Si fuera nuestro único acreedor! Pero tenemos otro que es peor, por lo mismo que es más generoso.

Trin. ¿Quién, doña Genara?

Gen. El señor marqués, el amo del Sotillo, que nos escribe pidiéndonos que nos vayamos porque él no quiere echarnos por justicia.

Trin. ¿Le deben mucho?

Gen. La renta de cuatro años. Desde que enfermó Saturio. De ahí arrancan nuestras desventuras.

Trin. Peleando cayó el pobre, que hasta el día en que amaneció paralítico, ni uno solo dejó de dar golpes con la azada. Era el amo y parecía el último de los jornaleros.

Gen. Y la tierra se lo agradecía, porque… cuidado si nos daba entonces!... Tuvimos para educar a nuestros hijos; para darles carrera. Parece mentira que sea aquél mismo este terruño que ahora se niega a darnos nada. Se conoce que ya cree haber hecho bastante por nosotros. Querrá volver a los colonos jóvenes, a los que tienen hijos que criar... Los viejos ¿qué podemos pedirle a la tierra, sino un hoyo en que dormir? (Llora silenciosamente. )

Trin. No la reconozco a usted, doña Genara. Ese desaliento no es propio de una mujer aragonesa. Es preciso que se anime usted. Debe hacerlo por su marido; por su hija.

Gen. ¡Por Petra!

Trin. Ella sufre tal vez más que nadie y ya ve usted con cuánta energía se sobrepone a su pesar.

Gen. Petra tuvo en su mano el sacarnos de esta situación.

Trin. ¿Va usted a echarle en cara?...

Gen. Líbreme Dios.

Trin. ¿Quería usted que sacrificase su vida uniéndola a la de ese Vampiro, que Dios confunda?... Es decir, que Dios perdone.

Gen No; pobre hija mía. Ha hecho bien. Pero como él estaba empeñado en casarse con ella, ahora, claro está, se venga del desaire. Yo creo que por eso prestaba a Saturio cuanto le pedía, para obligarla a ella; hasta le ha comprado al marqués el crédito que tiene contra nosotros.

Trin. Pues no hable usted con Petra de eso. Sería una atrocidad ponerla en el trance de que se casara con el Vampiro. Bastante tiene la pobre con el desengaño que le ha dado su primo Ramón.

Gen. Es verdad. Lo de Ramón no tiene nombre. ¡Romper la boda al enterarse de nuestra ruina!... Eso, cuando se tienen veinte años, duele mucho; cuando se tienen más de treinta, como tiene Petra...

Trin. Cobardías, doña Genara.

Cas. Disvergüenza dirá usted mejor, siñor cura, porque ese mozo, too el mundo lo dice, venía aquí a comer la sopa boba, y cuando vió que no había sopa, se dijo: ridiós, pa rebañar, bien estoy en mi casa, porque aonde comen tres pué comer un cuarto, pero aonde no hay un cuarto, pus el cuarto, es decir, el… güeno, me he hecho un lío, pero ya sabe usté lo que quiero icir.

Trin. Siempre acabas enredándote, Casildilla.

Cas. Sí, siñor, me pasa siempre. Mi padre dice que es sobra e talento, porque es que, cuando estoy diciendo una cosa, estoy pensando en otra.

Juanón (Por la puerta del foro. Es un mozo como de treinta y cinco años, fuerte, sano, simpático. Viste con el traje del país y conduce una gran espuerta llena de hierba. )Buenos días.

Trin. Dios te guarde, Juanón.

Gen. ¿De dónde vienes?

Juanón De cortar un poco do hierba fresca pa la vaca, a ver si quiere dar más leche. Esta mañana no la saqué ni medio azumbre.

Gen. La vaca no da más leche porque está vieja, Juanón.

Juanón Pus tié que darla, porque es su obligación. Toos, y ella la primera, debemos ganarnos lo que comemos.

Trin. Este sí que es de los leales, doña Genara.

Gen. El único que nos queda, don Trinidad.

Trin. ¿Cómo? ¿También se ha ido el mayoral?

Gen. Ayer.

Juanón No lo eche usté de menos, señora ama. Mientras quede Juanón, algo queda en el Sotillo. Si no hay quien are, yo tiraré del arado. Y si no hay quien siegue, yo segaré... ¡Pa lo qu’hemos sembrao este año! Y si no vienen las aceituneras, entre la señorita Petra y yo, cogeremos las aceitunas. Los dos nos bastamos pa eso y pa segar la huerta y pa cudiar de los gorrinos, que son los únicos que hacen lo que deben, porque, ¡vaya si engordan! Lo principal es que usté no llore ni se apure. Lo que hacían las dos yuntas que si han vendido, soy yo capaz de hacerlo. Después de too, ¿qué va de un hombre a un animal? (R í e don Trinidad. ) No se ría usté, señor cura, que muchas veces los animales son mejores y más agradecíos que las personas.

Cas. Y pués dicirlo.

Trin. ¿A que vas a resultarnos un filósofo?

Juanón Yo no sé lo que es eso, pero aquí he nacido y este pan he comido desde entonces, y quien me saque a mí de aquí, va a tener que tirar muy fuerte.

Gen. No digas eso, Juanón, porque hoy mismo van a venir a echarte de esta casa.

Juanón ¿A mí?

Gen. A ti y a todos.

Juanón ¿Quién va a hacer eso?

Gen. La Justicia.

Juanón ¡Contra! ¿La Justicia? ¿Pus no dicen que la Justicia está pa darle la razón al que la tiene?

Trin. Esa es su misión, en efecto.

Juanón ¿Y hay razón pa echar del Sotillo al amo, que está impedido, y al ama, que va a morirse de pesadumbre, y a la señorita, que vale más oro que pesa? ¿Echarlos de estas tierras después de haber enterrao en ellas cuarenta años de vida? Eso podrá hacerlo cualquiera, menos la Justicia. Porque si el amo quié echarnos, la Justicia debe decirle: oiga usté, amigo, la tierra es de usté, pero el señor Saturio ha sembrao los olivos y la viña y los perales, y eso es suyo; de modo que si ha estao usté cuarenta años cobrando renta, ahora debe estar otros cuarenta sin cobrarla: eso es Justicia.

Gen. Vamos, no digas disparates, Juanón.

(Por la puerta de la derecha entra en escena petra , moza de unos treinta años, atezada, fuerte, nerviosa, sencilla en el vestir, enérgica al hablar, un poco sombría de aspecto )

Petra Juanón, ¿trajiste la leña que cortamos ayer en la sima?

Juanón En dejando esta hierba ahí adentro, voy por ella.

Petra Pues date prisa, que está vacía la leñera.

Gen. Para lo que nos queda de estar en el sotillo...

Petra ¿Aún piensa usted en eso, madre? Ya le he dicho que ustedes no salen de aquí.

Gen. Lo has dicho, sí, pero no te hemos creído. Dios no quiere ya favorecernos.

Petra Querrá el demonio.

Trin. ¿Qué dices, Petra? ¿Vas a blasfemar?

Petra ¿Estaba usted ahí, señor cura? Usted perdone.

Trin. Te perdono porque sé que Dios no ofende contigo por tus brusquedades.

Petra Más vale así. ¿Dónde está Simona?

Cas. Está con el señorito Braulio.

Petra (A Casilda. ) ¿Y tú qué haces?

Cas. Repasando esta camisa de Quirino, que tié ca roto que pué una asomarse.

Petra ¡Quirino! Buen desahogao está Quirino; si no fuera nieto de la Simona, ya le diría yo a Quirino, ya. Deja eso y anda a mondar las patatas y a preparar la comida que ya va siendo hora. (Casilda deja la ropa y se dispone a hacer mutis por la izquierda. ) Y dile a Simona que a ver qué piensa. (Vase Casilda. ) Y tú, (A Juanón. ) ¿qué haces ahí que pareces alelao?

Juanón Ya voy, señorita.

Petra Señorita, y dale con señorita. No quiero que me llames señorita. Antes no me llamabas así.

Juanón Antes... no estaba usted tan en ama como ahora.

Petra Ni quiero que me hables de usted, ya te lo he dicho cien veces.

Juanón Es que cuando éramos críos los dos, era otra cosa; pero ahora...

Petra Ahora soy la misma que antes, con unas cuantas penas más, pero la misma.

Trin. Dices bien, la misma; la de la corteza áspera y el corazón de oro.

Petra