El señor de Balantry - R.L. Stevenson - E-Book

El señor de Balantry E-Book

R. L. Stevenson

0,0
2,49 €

oder
-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Durante el siglo XVIII, dos hermanos se enfrentan al haber tomado distintas posturas respecto a la monarquía. Mientras uno defiende al rey actual, el rey Jorge, el otro ayudará a las tropas rebeldes, para que sea el príncipe Carlos el verdadero heredero del trono de Inglaterra.

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



El Señor de Balantry

Robert Louis Stevenson

 

PRIMERA PARTE

CAPITULO I

Hace tanto tiempo que se desea conocer lo que haya de cierto en los singulares acontecimientos ocurridos al señor de Balantry, que la curiosidad pública dará una magnífica acogida a este relato. Yo, que estuve íntimamente ligado a la historia de esta distinguida casa durante los últimos años, soy quizá quien se halla en más ventajosa situación para relatar con fidelidad de historiador cuanto sucedió. También soy quien, con más imparcialidad, puede juzgar los diferentes y complejos aspectos de cuantos personajes intervinieron en dichos sucesos.

Traté al señor de Balantry y conocí muchos aspectos secretos de su vida, poseo además algunos fragmentos de sus memorias; fui casi su único acompañante en su último viaje, formando parte de aquella angustiosa invernal de la que tanto se habló, y, finalmente, presencié su muerte. En cuanto al difunto Lord Durrisdeer, a quien serví fielmente durante treinta años, a medida que le fui conociendo íntimamente, más creció mi afecto por él. En resumen: no quiero que desaparezcan tantos testimonios y considero que es mi deber contar la historia acerca de milord. De este modo, pagada mi deuda, confío que mis últimos años transcurrirán más tranquilos y mi canosa cabeza podrá descansar con mayor sosiego sobre la almohada.

Los Duries de Durrisdeer y de Balantry pertenecían desde los viejos tiempos del monarca David a una digna familia del sudoeste. De la antigüedad de su estirpe son testigos los versos que aún circulan por la comarca:

 

Los Durrisdeer son gentes puntillosas,

con muchas lanzas a caballo montan.

 

Igualmente, el nombre que se cita en la segunda estrofa ha sido referido por algunos a los acontecimientos de este relato.

 

Dos Duries en Durrisdeer,

uno para enjaezar y otro para cabalgar.

Dos Duries en Durrisdeer,

mal día para el novio,

y peor día para la novia.

 

La auténtica historia de su vida está llena de sus hazañas, que, desde nuestro punto de vista, pueden ser consideradas como muy poco recomendables. La familia sufrió considerablemente a causa de esas altas y bajas, que han sufrido desde hace tiempo las buenas casas escocesas. Pero dejemos todo esto para remitirnos al año memorable de 1745, en el que se inició esta tragedia.

En aquella época una familia de cuatro personas vivía en el castillo de Durrisdeer, cerca de San Bride, a orillas del río Soiway, que, desde la reforma, fue la casa solariega de los de su linaje. El viejo Lord, octavo de los de su nombre, si bien no era un anciano, aparecía prematuramente envejecido. Su sitio favorito estaba junto a la lumbre, donde permanecía, sentado en su sillón, envuelto en un grueso batín, dedicado a la lectura y sin apenas cruzar la palabra con nadie. Era el prototipo del antiguo jefe de familia: apoltronado y apacible. Gracias a sus continuos estudios su inteligencia se había desarrollado notablemente y en la comarca gozaba de justa fama en cuanto a su astucia. Su hijo, el señor de Balantry, cuyo nombre era Jamie, había heredado de él la afición a las lecturas serias y también algo de su tacto, aunque con marcada tendencia al disimulo. Le complacía aparecer como grosero y huraño a un tiempo; pasaba muchas horas bebiendo y bastantes más dedicadas a los juegos de naipes. En la comarca se decía que era un excelente galanteador y también muy camorrista.

Acostumbraba a salir muy bien librado de todas cuantas peleas se mezclaba, no obstante haber sido él el primero en provocarlas, por lo que eran sus compañeros quienes tenían que pagar las consecuencias. Fuera suerte o casualidad, el hecho le granjeaba bastantes enemigos, pero como a los ojos de la mayoría se consideraban éxitos, llegó a augurársele un porvenir lisonjero.

El se jactaba continuamente de ser implacable y exigía que todos creyesen en su palabra. Además, entre sus vecinos, gozaba fama de ser un "hombre muy peligroso como enemigo".

En conclusión: este joven aristócrata, que en 1745 contaba veinticuatro años, era muy conocido en toda la comarca, a pesar de su juventud, si bien hay que tener en cuenta que todos se ocupaban muy poco del segundo hijo, Henry, mi difunto Lord Durrisdeer, quien no era ni muy malo ni muy bueno, y sí solamente uno de tantos de asentada y noble condición.

He dicho, y con razón, que se ocupaban poco de él, pues apenas daba que hablar. Era conocido de los pescadores de salmón, pues se entregaba con fruición a esta especie de deporte; era un excelente veterinario y, además, desde que era un joven, prestó inmejorable ayuda a la administración de los bienes. Esto último, dada la situación de la familia, entrañaba no pocas dificultades, ya que en el desempeño de dichas funciones resultaba harto difícil no aparecer como tirano y tacaño.

El cuarto personaje era miss Alison Graeme, parienta próxima, huérfana y heredera de una cuantiosa fortuna, adquirida por su padre en sus empresas comerciales. Milord precisaba mucho de aquel dinero a causa de las numerosas y considerables hipotecas que pesaban sobre sus dominios. La boda del heredero con miss Alison era precisamente una buena solución para sus problemas económicos, y a ella no parecía desagradar tal proyecto. Pero que a él le pareciese lo mismo era otra cuestión. Alison era una joven atractiva y gentil, aunque excesivamente voluntariosa y vehemente, debido a haberse criado con excesiva libertad, ya que el anciano lord, viudo desde hacía bastante tiempo, y sin tener ninguna hija, no supo educarla debidamente.

 

 

 

CAPITULO II

La noticia del desembarco del príncipe Carlos —el joven pretendiente al trono de Escocia, hijo de Jacobo Eduardo y nieto de Jacobo II— dividió los pareceres de aquella familia. Milord, como hombre enemigo de cualquier cambio, parecía dispuesto a contemporizar. La señorita Alison manifestó la opinión que le parecía más romántica. Y lo curioso del caso es que el heredero, que nunca era de su opinión, en aquella ocasión se manifestó acorde con sus ideas. Seguramente lo hizo así porque le tentaba la aventura; se le ofrecía una gran ocasión de levantar su casa y, a la vez, saldar sus cuantiosas deudas particulares. En cuanto a Henry no dijo nada; su intervención fue posterior.

Pasó un día entero antes de que aquellas personas llegaran a un acuerdo: uno de los hijos se batiría por el rey Jacobo y el otro permanecería con milord en la casa y así se conservaría el favor del rey Jorge. Según parece, esta resolución fue adoptada por milord y ella no tiene nada de particular, pues es bien sabido que muchas familias escocesas actuaron de igual modo. Pero, una vez se hubo llegado a aquel acuerdo, se inició una nueva discusión más importante y decisiva. Milord y la señorita Alison opinaban que era Henry quien debía partir; a lo que se oponía el heredero, que, por vanidad, no quería permanecer en el castillo. Milord argumentó, Alison lloró, Henry fue persuasivo. Todo resultó inútil.

—El llamado a partir con su rey, es el heredero de los Durrisdeer —dijo el primogénito.

—Si jugásemos limpio estarías en lo cierto —contestó Henry—, pero ¿qué es lo que hacemos en realidad?

—¡Salvar la casa de los Durrisdeer, Henry! —repuso su padre.

Como si no le hubiera escuchado, el segundón prosiguió diciendo:

—Además, ten en cuenta, Jamie, que si soy yo quien parte y el príncipe lleva la ventaja, te será fácil reconciliarte con el rey Jacobo. En cambio, si eres tú quien parte y fracasa el pretendiente, separamos el derecho del título. ¿Qué seré yo, entonces?

—Lord Durrisdeer —replicó Jamie—- Me apuesto cuanto tengo.

—Yo no apuesto nada en este juego. Me hallaría en una situación que ningún caballero podría soportar.

A continuación, quizá con más agresividad de la que habría deseado, añadió:

—Tu deber es permanecer aquí, junto a nuestro padre. Ya sabes que eres su preferido.

Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!