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Prosa con mucha poesía, con fértil imaginación y con grandes sueños logrados desde el arte; es la propuesta que nos entrega El sol siempre sale por mí. El valor de la familia, y la fuerza que ponen sus integrantes para andar la vida son las claves que nos conducen por una lectura en la que muchas veces nos identificaremos por los roles y situaciones que nos narra la autora. Un regalo para que los más pequeños de casa aprendan y disfruten; y para los que no son tan chicos, recuerden y amen. Un libro para querer por su mensaje
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Seitenzahl: 71
Veröffentlichungsjahr: 2024
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Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.
Edicion y corrección:
Tania Sevillano Hernández
Diseño y maquetación:
María Elena Gil Mc Beath
Ilustración de cubierta e interior:
Jorge Luis Martínez Camilleri
Conversión a ePub:
Valentín Frómeta de la Rosa y Ana Irma Gómez Ferral
© Sobre la presente edición:
© Alina Iglesias Regueyra, 2023
© Editorial enVivo, 2024
ISBN: 9789597276234
Instituto Cubano de Radio y Televisión
Ediciones enVivo
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Si digo que mi casa está viva, todo el mundo pensará que estoy loca. Pero si digo que mi casa está loca, las personas —sobre todo las adultas— me mirarán incrédulas y puede que hasta se burlen.
Por ejemplo, cuando te vas acercando a mi casa, ves que tiene dos ventanas en los altos, con cortinas que se recogen de abajo hacia arriba. Esos son sus ojos, y las cortinas los párpados. La puerta rosada, pero muy pálida, es la boca. El resto de la casa está pintada de blanco, y las cortinas también son blancas. Tal parece que tuviera anemia que, según la abuela, es cuando una persona no come bien y tiene poca sangre.
Pero no, no se apresuren en preocuparse por si mi casa está enferma; porque a los lados de la puerta, en nuestro jardín, florecen dos rosales. Hay uno con flores pequeñas de color anaranjado, que mi papá sembró para complacer a mami. Dice que son rositas búlgaras, pero la verdad que se han aplatanado muy bien en Cuba. Son las preferidas de mi mamá, y eso que ella no nació en Bulgaria. El otro es de rosas muy rojas, tanto que parecen negras. Estas son las predilectas de mi abuela. Ella les llama príncipes negros. Yo creo que le hacen recordar a mi abuelo. Él siempre contaba que sus antepasados eran reyes africanos. Así que mi casa tiene dos mejillas, una de color anaranjado y otra de color muy rojo. Como si le hubieran dado una cachetada... bueno, de cariño.
Nosotros somos la comida de mi casa. En las dos plantas hay mucha gente, demasiada, dice a veces abuela. Está la tía Eumelia, o Mely, como le decimos, con mis primos Eva y Cristian. Está la tía bisabuela, mi mamá y mi papá. Y la abuela, mi hermano y yo. Y cuando llegan los Besones, ¡más comida para la casa!
Entonces sí se pone alegre y jugamos: mis primos suben y bajan las cortinas de los altos y parece que la casa guiña los ojos. O abrimos y cerramos la puerta y parece que la casa está hablando o bostezando. Eso hasta que viene mami a sacarnos para el patio, porque podemos romperlas.
La tía bisabuela es la historiadora de la familia. Guarda fotos no solo de la casa cuando se construyó sino de todos los antepasados, desde que la mayoría vino de España. Fue poco después de que los ingleses conquistaran La Habana, eso dice ella, aunque no sabemos qué hacían metidos aquí porque aún no lo hemos dado en la escuela. Pero ella está empeñada en encontrar algún antepasado inglés para que nuestra casa sea más internacionalista.
La tía bisabuela tiene más de 90 años. Es nuestra mejor aliada en los juegos. Como si hubiera vuelto para atrás, para su infancia. Yo creo que tiene una máquina del tiempo escondida en algún rincón de nuestra casa viva. Desde que éramos tan chicos que casi no sabíamos hablar, ella se acercaba al corral de madera donde todos aprendimos a caminar por turnos, y nos preguntaba por qué salía el sol ese día. Y respondíamos:
—El sol siempre sale por mí.
Dice mi hermana Azucena que la leche es lo mejor que se ha inventado. Ella parece una ternera, siempre tomando y tomando, y pidiendo más con la boca blanca de espuma.
Dice mi primo Cristian que lo mejor que se ha inventado es el avión, porque así su papá puede viajar y traer juguetes y fotos; ropa también, aunque eso no le interesa mucho a mi primo.
Dice mi amigo Albertico que lo más lindo que hay en el mundo es el arcoíris, porque cada vez que llueve y truena, sale la cinta de siete colores para aliviar al cielo que ha llorado. Después que lo acaricia un rato, sale el sol, y eso le hace pensar en su mamá porque el arcoíris es como un mensaje de esperanza entre los dos.
Mi prima Eva que va al preescolar dice que lo mejor es el refresco de globitos porque siempre hay mucho calor y ella está gordita y suda mucho.
Pero yo creo que lo mejor que se ha inventado en el mundo es la familia, porque sin ella estaríamos como Robinson Crusoe en la isla desierta: desnudos y hablando cosas que nadie entiende.
Dice mi amigo Albertico que todas las madres tienen un vestido que camina solo. Es un vestido que lo hace todo en la casa con la mamá dentro, y que si alguna vez ella no puede estar porque se enferma o sale de viaje, al vestido lo sueltan y lo hace todo. Que eso dice su abuela, que también tuvo uno.
Pues yo creo que es verdad. Todas las madres tienen un vestido así. Apenas suena el timbre del despertador, se lo enganchan arriba y salen disparadas del dormitorio a la cocina. Antes de hacer el desayuno, preparan la merienda de los niños para la escuela, el agua, y el refresco o el jugo. Revisan que no les falte nada en la mochila y que no se lleven los juguetes sin permiso para la escuela, pues después si la maestra se los quita, es tremendo eso… hay que ir a hablar con la maestra, a convencerla de que el niño no lo va a hacer más. Y sabemos que eso es mentira, pero las madres siempre piensan que será así. Entonces revisan cada bolsillo y cada cartuchera de lápices con el fin de investigar si no hay un carrito por aquí o un soldadito por allá, o una muñeca de pelo erizado y cartera brillante, o un pintalabios mágico, pues las niñas son iguales de traviesas que los varones.
Luego despiertan las madres a los niños, van corriendo y con el vestido encima; y les dan el vaso de leche o yogurt o jugo, y les dicen que se apuren. Mientras, les preparan el cepillo de dientes con la pasta, todo a la velocidad de la luz, que dicen que es la que va más rápido en todo el universo.
Después del desayuno, se apuran hacia el baño y la mamá les repasa el lavado de dientes y la cara. Ah, se me olvidaba, ya estaba fuera en percheros la ropa de deporte, que va debajo del uniforme o en una bolsita blanca si hace mucho calor.