El Sombrío - Keith Dixon - E-Book

El Sombrío E-Book

Keith Dixon

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El Sombrío

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El Sombrío

Keith Dixon

––––––––

Traducido por Cinthia Noemi Mascarell/ Esraa Osama 

“El Sombrío”

Escrito por Keith Dixon

Copyright © 2017 Keith Dixon

Todos los derechos reservados

Distribuido por Babelcube, Inc.

www.babelcube.com

Traducido por Cinthia Noemi Mascarell/ Esraa Osama

Editado por Cinthia Noemi Mascarell

Diseño de portada © 2017 Image by SPDP Design: Keith Dixon

“Babelcube Books” y “Babelcube” son marcas registradas de Babelcube Inc.

Tabla de Contenidos

Página de Titulo

Página de Copyright

EL SOMBRÍO | Keith Dixon

CAPITULO UNO

CAPITULO DOS

CAPITULO TRES

CAPITULO CUATRO

CAPITULO CINCO

CAPITULO SEIS

CAPITULO SIETE

CAPITULO OCHO

CAPITULO NUEVE

CAPITULO DIEZ

CAPITULO ONCE

CAPITULO DOCE

CAPITULO TRECE

CAPITULO CATORCE

CAPITULO QUINCE

CAPITULO DIECISEIS

CAPITULO DIECISIETE

CAPITULO DIECIOCHO

CAPITULO DIECINUEVE

CAPITULO VEINTE

CAPITULO VEINTIUNO

CAPITULO VEINTIDOS

CAPITULO VEINTITRES

CAPITULO VEINTICUATRO

CAPITULO VEINTICINCO

CAPITULO VEINTISEIS

CAPITULO VEINTISIETE

CAPITULO VEINTIOCHO

CAPITULO VEINTINUEVE

CAPITULO TREINTA

CAPITULO TREINTA Y UNO

CAPITULO TREINTA Y DOS

CAPITULO TREINTA Y TRES

CAPITULO TREINTA Y CUATRO

CAPITULO TREINTA Y CINCO

CAPITULO TREINTA Y SEIS

CAPITULO TREINTA Y SIETE

CAPITULO TREINTA Y OCHO

CAPITULO TREINTA Y NUEVE

CAPITULO CUARENTA

CAPITULO CUARENTA Y UNO

CAPITULO CUARENTA Y DOS

CAPITULO CUARENTA Y TRES

CAPITULO CUARENTA Y CUATRO

CAPITULO CUARENTA Y CINCO

CAPITULO CUARENTA Y SEIS

CAPITULO CUARENTA Y SIETE

RECONOCIMIENTOS

CAPÍTULO UNO

Más de Keith Dixon

EL SOMBRÍO

Keith Dixon

––––––––

Traducido por Cinthia Noemi Mascarell/ Esraa Osama 

“EL SOMBRÍO”

Escrito por Keith Dixon

Copyright © 2017 Keith Dixon

Todos los derechos reservados

Distribuido por Babelcube, Inc.

www.babelcube.com

Traducido por Cinthia Noemi Mascarell/ Esraa Osama

Editado por Cinthia Noemi Mascarell

Diseño de portada © 2017 Image by SPDP Design: Keith Dixon

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CAPITULO UNO

CAPITULO DOS

CAPITULO TRES

CAPITULO CUATRO

CAPITULO CINCO

CAPITULO SEIS

CAPITULO SIETE

CAPITULO OCHO

CAPITULO NUEVE

CAPITULO DIEZ

CAPITULO ONCE

CAPITULO DOCE

CAPITULO TRECE

CAPITULO CATORCE

CAPITULO QUINCE

CAPITULO DIECISEIS

CAPITULO DIECISIETE

CAPITULO DIECIOCHO

CAPITULO DIECINUEVE

CAPITULO VEINTE

CAPITULO VEINTIUNO

CAPITULO VEINTIDOS

CAPITULO VEINTITRES

CAPITULO VEINTICUATRO

CAPITULO  VEINTICINCO

CAPITULO VEINTISEIS

CAPITULO VEINTISIETE

CAPITULO VEINTIOCHO

CAPITULO VEINTINUEVE

CAPITULO TREINTA

CAPITULO TREINTA Y UNO

CAPITULO TREINTA Y DOS

CAPITULO TREINTA Y TRES

CAPITULO TREINTA Y CUATRO

CAPITULO TREINTA Y CINCO

CAPITULO TREINTA Y SEIS

CAPITULO TREINTA Y SIETE

CAPITULO TREINTA Y OCHO

CAPITULO TREINTA Y NUEVE

CAPITULO CUARENTA

CAPITULO CUARENTA Y UNO

CAPITULO CUARENTA Y DOS

CAPITULO CUARENTA Y TRES

CAPITULO CUARENTA Y CUATRO

CAPITULO CUARENTA Y CINCO

CAPITULO CUARENTA Y SEIS

CAPITULO CUARENTA Y SIETE

RECONOCIMIENTOS

LA MUCHACHA EXTRAÑA – CAPITULO UNO

Otras Obras

Copyright Keith Dixon 2014

Publicado por Semiologic Ltd

ISBN-13: 978-1499372090

Keith Dixon ha afirmado su derecho bajo la Ley de Derechos de Autor, Diseños y Patentes de 1988, para ser identificado como el autor de esta obra.

Todos los derechos reservados.

Este libro no puede ser reproducido en su totalidad o en parte, por mimeografía, fotocopia o cualquier otro medio, electrónico o físico, sin el permiso expreso por escrito del autor.

Cualquier parecido con alguien vivo o muerto es pura coincidencia.

Derechos de autor de la imagen de portada SPDP

Diseño de Keith Dixon.

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www.keithdixonnovels.com

CAPITULO UNO

––––––––

LA NOVENA REGLA de la detección privada declara que nunca debes aceptar un cliente que piensas que puede estar loco.

No estaba del todo convencido de que este fuera el caso de la mujer que me llamó esa mañana, pero ciertamente estaba sospechándolo.

Mientras caminaba hacia Chatwins, la mejor panadería del Noroeste, por un latte y una rebanada de bizcocho Victoria en su salón de té, me advertí a mí mismo de no ser ingenuo. Me pidió que llevara un periódico doblado en la mano izquierda y me dijo que debía llamarla Bárbara, aunque dudaba que fuera su verdadero nombre. Una cierta cantidad de paranoia en las personas con las que lidias en este trabajo es aceptable, pero puedes llevar las cosas demasiado lejos.

Sin embargo, aquí estaba yo en un frío lunes al mediodía en Crewe, el cuello de mi chaqueta de cuero subido hasta mis oídos y una copia de The Guardian metido bajo mi brazo izquierdo. Nada más quería ver cómo era. Sonó como si me estuviera hablando desde un armario con la mano sobre la boquilla del teléfono y los ojos bien abiertos. Mi tipo de cliente.

Crucé la calle y estaba a punto de abrir la puerta de la panadería cuando otro cliente la abrió desde el interior y se deslizó hacia fuera, sosteniéndola entreabierta. Pasé agradecido y murmuré una palabra de agradecimiento cuando dijo, “Costa Coffee, quince minutos”.

Tuve la presencia de ánimo para cabecear y luego continuar entrando, sin mirarla. Sabía que era delgada y de cabellos oscuros, un poco más alta que el promedio. Ella había mantenido su cara dada vuelta así que no conseguí saber algo de ella excepto su perfume floral.

Una vez dentro me uní a la cola para el pan y compré una barra de pan marrón. La mayoría de los clientes eran mujeres mayores y tuve el presentimiento de que todos habían visto el drama corto en la puerta y no se dejaron engañar.

Me quedé un momento y miré a través del cristal de las ventanas a los peatones que pasaban. Ninguno de ellos parecía siniestro, ni siquiera vagamente pícaro. Cuando mis quince minutos pasaron volví a salir al viento y crucé el centro peatonal de la ciudad, ignorando la llamada de sirena de Marks and Spencer's Food Hall y apretando el pan y el periódico como cualquier comprador ordinario, un acto difícil para mí de lograr.

Ella estaba sentada en la mesa más alejada de la puerta en la turbia sección trasera del Costa Coffee. Me vio entrar y recogió su taza de café para que mis provisiones no la tumbaran. Sus ojos se movieron más allá de mí para mirar la puerta mientras yo sacaba una silla.

Estaba en sus veinte y tantos años o tal vez apenas treinta, con el pelo negro y lacio recogido con un nudo severo en la parte posterior de su cabeza. Su rostro era ovalado, su piel casi tan blanca como la taza de café que sostenía entre sus dedos. Estaba vestida para la oficina, una sencilla falda negra y una blusa de color crema debajo de una chaqueta marrón que tenía una especie de solapa complicada. Sus labios eran más bien carnosos pero igualaban la plenitud de sus ojos redondos. No era una dificultad sentarse frente a ella.

Dije “Barbara”.

“¿Qué? Ah sí. Te di ese nombre, ¿no? Lo olvidé. El nombre de mi madre.”

“Pero no el tuyo.”

“¿Estás loco? Por supuesto que no. ¿Por qué te daría mi verdadero nombre cuando no te conozco?”

“Tú eres la que me llamó. No es como si te estuviera cazando.”

Ella apartó la mirada como si estuviera pensando, repasando las opciones.

Dijo, “¿Eres bueno en esto?”

“¿Mujeres irritantes? Es mi especialidad. Puedo darte referencias, si quisieras.”

“Este negocio de ser detective privado. Investigaciones Sam Dyke, o lo que sea que tu anuncio en las Páginas Amarillas dice. No tengo idea de lo que haces, o si puedes ayudarme. Bueno, en realidad, no soy yo. Pues bien, lo es en cierto modo...”

Levanté una mano.

“Primero, ¿por qué nos reunimos aquí y no en mi cálida y acogedora oficina? ¿De qué estás asustada?”

“No estoy asustada... no exactamente. Pero quería reunirme contigo en público, a la intemperie.”

“Así que ahora estamos al aire libre, te preocupa que alguien nos vea. A menos que haya algo en mi hombro de lo que no puedas quitar los ojos.”

Ella levantó esos grandes ojos redondos –los cuales noté hasta ahora eran de color azul-verde- de nuevo a mi cara.

“No sé qué diablos estoy haciendo. Las cosas parecen estar volviéndose locas a mi alrededor. Alrededor de mi jefe. Es por eso que estoy aquí.”

Me recosté en mi silla y armé algunas ideas preconcebidas y prejuicios: secretaria, jefe. Joven secretaria, muy atractiva. Tal vez un jefe mayor que decide fijarse en ella...

Ella se adelantó.

“No es lo que piensas.”

“¿Qué estoy pensando?”

“Que estoy teniendo una aventura o algo sucio por el estilo. No lo es.”

“Bueno, entonces ¿qué es?”

“¿Vas a tomar algo?”

“¿Debería? ¿Voy a necesitar algo?”

“Puedes parecer menos sospechoso.”

“Por supuesto, el café siempre disminuye la apariencia de culpa que llevo a diario.”

No obstante, me puse de pie y busqué un latte grande, y volví a sentarme frente a ella.

Dije, “Así que dime. ¿Qué está pasando? ¿Y qué crees que puedo hacer al respecto?”

Tomó un sorbo más de su café, sacando la lengua para lamer un poco de espuma del borde de la taza.

“¿Conoces Midwinter? ¿La empresa?”

Sacudí la cabeza. Ella asintió, como si no esperara que lo supiera. 

“Es una especie de laboratorio de investigaciones cerca de Alderley Edge. Sólo unos doscientos de nosotros trabajamos allí. Muy privado. No es secreto, no trabaja para el gobierno o algo por el estilo. Es más para la investigación ambiental, aunque hay equipos trabajando en diferentes proyectos también.”

“Científicos, batas blancas, placas Petri y retortas.”

“Exactamente, aunque no estoy segura de qué es una retorta. Mi jefe lo sabría. Nathan. El doctor Nathan Mustow.”

“¿Es uno de los científicos?”

“Absolutamente. Un hombre muy brillante. Soy su asistente, en el lado administrativo. Forma parte de un equipo de personas trabajando en algo relacionado con los bioaerosoles...”

Levanté la otra mano. Necesitaba el ejercicio.

“¿Va a haber una prueba en todo esto?”

“Lo siento. No lo entiendo todo bien. Nathan me dijo una vez que los bioaerosoles son básicamente organismos vivos atrapados en la humedad en el aire. Pueden ser inofensivos como el polen o un poco más desagradables, como los virus y las esporas. Su grupo estudia cómo son llevados y cuándo están activos y cosas así. Viajó por todo el mundo haciendo investigaciones. He escrito documentos para él.”

“Así que es un gran queso en el mundo de los insectos.”

“Si quieres menospreciarlo, sí.”

“Lo siento, me dejo llevar por mi propio ingenio a veces. ¿Entonces, cuál es el problema? ¿Por qué viniste a verme?”

Sus hombros se hundieron y se quedó mirando la mesa. Entonces levantó la cabeza y esos ojos, y hubo miedo, tristeza y vacilación, todo mezclado en una expresión de desamparo.

“No tengo ni idea de lo que estoy haciendo aquí. Yo...siento que necesito hacer algo. He trabajado para él durante casi dos años y creo que lo conozco muy bien.”

“¿Y?”

“Y se está desmoronando.”

CAPITULO DOS

––––––––

TOMÉ UN sorbo de mi café.

Le dije: “Vas a tener que ser más clara. ¿Desmoronándose físicamente? ¿Mentalmente? ¿Espiritualmente?”

“No eres muy compasivo con un nuevo cliente.”

“Si quieres un consejero te puedo dar algunos nombres. No es mi trabajo darte compasión.”

Me miró por un momento. “Tienes razón, no quiero compasión.”

“¿Qué quieres?”

“Estoy dispuesta a pagarte para averiguar qué está pasando con mi jefe. ¿Por qué está tan estresado? ¿Por qué está cometiendo errores? ¿Por qué está apareciendo tarde al trabajo y luego se va a casa temprano?”

Empujé mi taza de café a un lado y me incliné hacia adelante. Le dije: "Tengo que decirte, esto no es prometedor. Lo que acabas de describir suena como cualquier ejecutivo de mediana edad que conocí. ¿Qué te hace pensar que él es diferente a alguien en un trabajo de alta presión? ¿En ésta economía?”

“No entiendes...él es simplemente diferente. Cuando empecé allí hace dos años era divertido, abierto y servicial. Un gran jefe. Realmente me gustaba. Está casado con una mujer llamada Isobel, a quien realmente ama, al menos eso es lo que me parece. Cuando empecé allí, solía hablar de ella y de lo que habían hecho el fin de semana. Yo estaba superando una separación de un novio, y él fue agradable sin ser, ya sabes, espeluznante. Era reflexivo.”

“¿Qué ha cambiado?”

“Nada. Por lo menos nada que yo pudiera ver, en el trabajo. Todavía está casado con Isobel. No tienen niños, así que no hay problemas. No hay muertes en la familia. Está trabajando en los mismos proyectos. Pero hace un año empezó a llegar tarde y parecía demacrado, como si no hubiera dormido. Él me pedía que hiciera algo y luego dos horas más tarde me lo volvería a pedir. Empezó a sentarse en su oficina, a mirar fijamente por la ventana. Entraría y lo encontraría mirando los árboles en vez de examinar una base de datos en su computadora. Parecía perder su impulso y su enfoque, y tuve que empezar a encubrirlo.”

“¿Alguien le ha dicho algo? ¿Su jefe? ¿Colegas?”

“Él tiene revisiones cada tres meses con Harry Tuck, el director de producción. Pero no estoy al tanto de lo que se dice. Todos los demás están tan atrapados en lo que están haciendo que supongo que no se darían cuenta si saltara por la ventana. Mientras no interrumpiese su flujo de trabajo.”

Se detuvo, como si esperara que dijera algo. Tal vez se dio cuenta de que sonaba crítica y que querría que elaborara. No dije nada y esperé, normalmente la mejor táctica cuando crees que la gente va a revelarse.

Ella dijo: "Al decirte todo esto, puedo ver lo infantil que suena. Todo lo que tengo es un presentimiento, una intuición. Las cosas eran de una manera antes, ahora son de otra. ¿Debo acabar con esto? ¿Debería? ¿Y ahorrar mi dinero?”

“¿Has hablado con Isobel de él?”

Ahora parecía sorprendida, sus ojos se abrieron. “¡No podría hacer eso! Apenas la conozco. Sólo hemos hablado por teléfono, cuando ella llama para hablar con él. Y por lo general llama a su móvil de todos modos.”

“Así que no tienes idea de lo que su esposa piensa. Si ha notado algún cambio o no.”

“Confía en mí, ella es mujer. Ella lo nota.” Se reclinó en su silla abruptamente, como si hubiera tomado una decisión, luego bajó la mano para sacar su bolso, que colocó sobre la mesa entre nosotros. “Estoy perdiendo el tiempo, ¿no?”

“Bastante”

“Bien, gracias por tu honestidad.”

“No veo cómo puedo ayudarte. La mayor parte de mi trabajo consiste en rastrear a personas que han desaparecido, o investigaciones de fraudes de un tipo u otro. Y papeleo. No me hagas empezar por el papeleo. Pero en este caso no hay nada que pueda mirar. Entiendo que has tenido una intuición, y lo respeto. Te entiendo. Pero no sabría por dónde empezar.”

“Ya veo. De todas formas, gracias por tu tiempo”. Ella empezó a ponerse de pie y empujó hacia atrás su silla.

Se me ocurrió un pensamiento.

“Espera. Siéntate, por favor.”

Se volvió a sentar en la silla. “¿Qué?”

“¿Por qué todo el misterio e intriga cuando entré? ¿Por qué el cambio de lugar? ¿Qué es todo eso?”

“Soy un poco paranoica, supongo. La seguridad de Midwinter es una locura y siempre nos están recordando que no hablemos de lo que sucede allí porque es comercialmente sensible. Cuando estás en el filo tienes que tener cuidado que nadie sangre*. Eso dice un cartel en el baño de las mujeres. Bueno, ¿eh?”

“Entonces... ¿pensaste que podrías ser seguida? ¿O qué podría ser?”

“Algo así. Salí del campus para el almuerzo, que casi nadie lo hace. Hay una gran cantina subvencionada en el lugar y estamos a kilómetros de cualquier sitio, por lo que la mayoría de la gente se queda durante el día.”

“Suena más como un campo de concentración que un lugar alegre de trabajo.”

“Oh, no es alegre”. Se puso de pie de nuevo. “A propósito, Margaret.”

“¿Qué?”

“Margaret Sellers. Mi nombre real.”

Me puse de pie y extendí la mano, la que ella estrechó.

“Sam Dyke.”

“Lo sé. De Sam Dyke no-Investigaciones.”

“Déjame pensar en ello. ¿Tienes una tarjeta?”

“No, pero escribí mis datos antes de venir aquí. Para facilitar las cosas.”

Ella abrió su bolso y sacó una ficha rayada de oficina. Su nombre, correo electrónico privado e información telefónica estaban inscritos en letra cursiva en tinta azul. La puse en mi billetera.

Nos despedimos y ella caminó hacia la puerta principal y la seguí, aunque me quedé dentro. Salió y giró a la izquierda, probablemente dirigiéndose hacia el aparcamiento de la calle Forge. Caminó enérgicamente, cabeza abajo, ocupándose de lo suyo y, obviamente, tratando de no atraer la atención hacia ella. Se me ocurrió que era una gran secretaria que había invertido tanto en su jefe que hablaría con un detective privado. Tal vez estaba enamorada de él, un poco.

Frente a mi posición, desde las bahías de aparcamiento frente a McDonalds, un Prius oscuro se retiró y se acercó a mí. Se detuvo brevemente frente a la sucursal de Natwest Bank y un hombre delgado como un lápiz con el pelo rojo corto salió del cajero automático, miró brevemente a Margaret y luego se subió al asiento trasero. Se alejó suavemente, y no lo demasiado rápido como para que yo tome nota de su patente.

* Es un juego de palabras. “Cutting edge” en el mundo de los negocios se refiere a que la empresa está a la vanguardia y también significa “filo” (N. de la T.)

CAPITULO TRES

––––––––

ERA SOLO una caminata de dos minutos a mi oficina, pero me tomé mi tiempo y fui por el camino largo, bordeando la parte de atrás de Marks y Spencer en vez de ir directamente a través de la plaza. Había algo desesperado en Margaret Sellers que nunca me gustaba ver en personas más jóvenes que yo. No podía decir si estaba secretamente enamorada de su jefe, pero no podía admitirlo, o si estaba sobre dramatizando un mal muy común en lugares de trabajo. La idea de que ella podría estar en lo cierto, no me atraía.

Excepto que...

No me gustó el aspecto del hombre delgado que subió al Prius. Los expertos en lenguaje corporal nos dicen que decidimos sobre las personas dentro de los primeros cuatro segundos... bueno, yo lo hice en dos. A larga distancia. Era nervioso, un poco cruel, enfocado y probablemente siguiera bien las órdenes. No tenía ninguna duda de que estaba siguiendo a Margaret y lo que me preocupaba era el hecho de que pudiera haberme visto hablando con ella. Podría haber entrado en la cafetería, echado un vistazo rápido, y luego irse.

Pero probablemente no. 

Margaret le habría lanzado una pata de su silla de haber entrado, suponiendo que ella sabía quién era. Si efectivamente pertenecía a la seguridad de Midwinter, lo más probable es que lo conociera de vista.

Así que quizá se quedó fuera.

Pero entonces, ¿cuál era el punto? ¿Por qué seguirla si no viste lo que hizo una vez que estuvo fuera de las instalaciones? ¿Por qué seguirla en primer lugar? ¿Qué había hecho?

Giré sobre mis talones rápidamente y miré alrededor.

Nadie.

Si me seguían después de salir de la cafetería, lo hacían personas que sabían lo que estaban haciendo. Y probablemente condujeran automóviles híbridos de color oscuro.

MI OFICINA SE ENCUENTRA sobre una gran tienda que solía vender muebles pero ahora está vacía. Los propietarios no pudieron seguir, especialmente después de Crash, cuando la gente estaba más interesada en vender muebles que en comprarlos. Echaba de menos el zumbido suave de las unidades de calefacción en la planta baja y los estallidos ocasionales de risa de los representantes de ventas, divirtiéndose juntos cuando no había clientes. Recogí el correo que llegó cuando salí para mi cita con Margaret más temprano y subí las escaleras a mis dos habitaciones. Había heredado la cocina que compartí con la tienda de muebles y duplicado el espacio de mi piso, aunque afortunadamente el propietario todavía no había visto la conveniencia de aumentar mi alquiler. Obviamente no quería meterse conmigo.

El correo era un sobre de correo basura y un extracto bancario, lo cual no hacía una lectura agradable. Lo archivé en la gran caja de cartón que utilizo para todas mis cuentas detrito y encendí mi computadora.

El sitio web de Midwinter era un asunto limitado. Páginas para Quiénes Somos, Qué Hacemos, Ubicación y Contacto.

La página Quiénes somos mostraba una foto del presidente y director ejecutivo, Charles Montgomery, un hombre ligeramente gordo de unos cuarenta años con una brillante cabeza ovalada y una sonrisa artificial que parecía no estar dispuesto a compartir con nosotros. Llevaba el habitual traje oscuro del Presidente y corbata a rayas y bien pudo ser un impostor, un personaje comprado de Getty Images por todo lo que sabía.

Los Contactos enumerados eran una dirección de correo electrónico genérica -info@- y un número de teléfono que probablemente era Recepción.

La compañía no estaba clamando exactamente por nuestra atención.

La página Qué hacemos era un poco más informativa. Había una insulsa declaración de Relaciones Publicas afirmando estar a la vanguardia de la investigación en los campos de la Geociencia y la Ciencia Ambiental, con renombrados investigadores de todo el mundo formando parte de su equipo, pero no había detalles. Sin enlaces a páginas individuales de los científicos. Sin enlaces a documentos de investigación o resultados exitosos de proyectos. Nada acerca de algún tipo de publicidad o empresas conjuntas o fondos del gobierno.

No mucho.

Volví a pensar en Margaret y sus vagas intuiciones relativas a su jefe y su estado de ánimo. Me parecía extraño que buscara a alguien en mi línea de trabajo para ayudarla. ¿No tenía un departamento de RRHH? ¿No podía realmente hablar con la esposa de Mustow, Isobel? O su jefe... ¿cuál era su nombre, Harry Tuck?

Quería archivar todo el asunto bajo el nombre "interesante pero loco", pero algo sobre la forma en que el hombre delgado la miró, ese momento fugaz, casi como si no le gustara lo que vio, me hizo cambiar de opinión.

Después de todo, era mi mente y tenía todo el derecho de cambiarla.

ESPERÉ HASTA las tres y luego llamé a Margaret en su número de trabajo. No sonaba satisfecha.

"¿Qué quieres? Pensé que dijiste que no harías nada".

"¿Conoces a un hombre muy delgado de cabello rojo, posiblemente posea o sea llevado en un Prius negro?"

Hubo un momento de silencio que probablemente describiría como "pasmada".

“¿Qué pasa con él?”

“¿Quién es?”

“David Bonetti. Lo llaman Sr. Huesos*, porque es muy delgado. Y por su nombre, supongo.”

“¿Cuál es su función?”

“Trabaja para Seguridad. Para Jolyon Greif.” Ella lo pronunció “Griff”. “¿Qué pasa con él?”

“Digamos que no estabas tan paranoica como lo pensé”

“¡Oh Dios mío! ¿Estaba siguiéndome?’

“O fue una coincidencia masiva que él estuviera justo retirando dinero del cajero automático de enfrente”.

“¡Voy a meterme en un gran problema!”

“Tómalo con calma. ¿Lo viste en Costa después de mí?”

“No lo creo.”

“Y él no se quedó para verme salir, tampoco. Sospecho que, en lo que a él respecta, sólo saliste a tomar un café, no pasa nada. Probablemente sólo un ejercicio.”

“No conoces a estas personas. Son como la sangrienta Gestapo”’

“Mira, ¿puedes hacerme entrar para ver a tu jefe? ¿Controlas su horario?”

“Hasta cierto punto, sí. Te hago una cita. ¿Pero por qué? ¿Qué le dirías?”

“No lo sé todavía. ¿Para cuándo podría ser?”

Se fue por un momento y luego volvió.

“Él puede hacerte encajar mañana, a las once”

“Muy bien. ¿Cómo lo hacemos? ¿Quién debería ser yo?”

Pensó en esto durante un tiempo, luego dijo que Mustow con frecuencia se reunía con personas de compañías de reclutamiento. A menudo era bajo el pretexto de hablar de reclutamiento en general, cuando en realidad sólo estaban detrás de su cabeza.

“Le diré que eres de nuestra nueva agencia y quieres tener una idea de qué tipo de trabajo él y sus colegas hacen. ¿Puedes manejar eso? ¿Preguntas generales sobre el trabajo y la empresa? Tendrías que llevar un traje y tomar notas.”

“Puedo hacer eso”.

“Pero no te pongas demasiado personal. Me odiará si se entera de lo que estás tramando. Voy a tener un trabajo bastante difícil tratando de convencerle acerca de la entrevista de todos modos. Le diré que RRHH quería que lo hiciera.”

“No tienes que hacer esto solo porque yo lo pedí”

“Tienes razón, no tengo que hacerlo. Pero yo vine a ti, ¿no?”

“Me parece que estás arriesgando mucho por tu jefe.”

“La vida se trata de riesgos, Sr. Dyke. Aprendí eso hace un largo tiempo. Yo no soy de esos que esconden la cabeza debajo de la tierra y pretenden que todo está bien.”

“Entonces estamos yendo por el mismo camino. Continua.”

Trabajamos un poco más en los detalles y le di las gracias. Entonces le dije mis honorarios y hubo una pausa antes de que dijera, “Está bien”. Ella agregó, “Cuando llegues mañana tendrás que ir al refugio de Seguridad y obtener una tarjeta de identificación. Pregunta por mí y te traeré aquí.”

“¿Esto te traerá problemas?”

“Yo me encargaré de Nathan. Me preocupa más por qué el Sr. Huesos me estaba siguiendo. No me importa tomar riesgos, pero no me gusta ese montón de pequeños Hitler. No quiero que piensen que pueden intimidarme. ¿Realmente piensas que era algo como un ejercicio?”

“En mi experiencia, a las personas de seguridad no les gusta el cambio y no les gusta lo inusual. Cuando te vieron conduciendo esta mañana probablemente se preguntaron a dónde ibas y pensaron que echarían un vistazo porque no tienen nada más que hacer. ¿Cuán emocionante puede ser pastorear un manojo de batas blancas de un laboratorio a otro y asegurándose de que no se derramen ácido el uno sobre en el otro?”

“Espero que estés en lo cierto.”

“Yo también”

Aunque sospechaba que no lo estaba. Esperanzadamente, entrar en Midwinter me daría la oportunidad de descubrir exactamente qué pasó allí y porqué a Margaret y a su jefe les estaban haciendo sudar la gota gorda.

* Juego de palabras entre Bones (huesos) y Bonetti (N. De la T.)

CAPITULO CUATRO

––––––––

En el camino a Alderley Edge, a lo largo de la carretera principal de Congleton, una pequeña calle serpenteaba a la derecha y me llevó entre unos setos altos antes de depositarme en un refugio de seguridad cuadrado, de ladrillo y cristal. Una valla alta de alambre se corrió en ambas direcciones, sostenida por pilares de hormigón que se inclinaban hacia atrás en la parte superior y sostenía tres hilos de alambre de púas y, cada cien metros, un surtido de aparatos de vigilancia. El campus parecía que abarcaba un gran tramo de tierra de parque bien cuidado, pero desde donde estaba sentado no parecía haber muchos edificios en su centro. Al igual que en cualquier ciudad grande, Manchester tenía su cuota justa de empresas de bajo perfil, y de alta tecnología por satélite, pero por lo que sabía no muchas de ellas tenían este nivel de seguridad. Me preguntaba qué tenían que ocultar.

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