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La historia comienza en una oficina pública, con jefes autoritarios atornillados al asiento del poder. Cansada de ganar poco dinero, y sentir la poca valoración profesional en su espalda, la joven mujer Ammi Berer, principal protagonista, de repente juega con lo ficcional tal vez en un sueño que se apodera de ella misma, inventando una cantidad de personajes fantásticos e irreales. El sótano de Weiss no solo simboliza una sanción, sino que encauza los escapes del mundo real a lo ficcional. A veces enfrentar los problemas reales nos estresa demasiado, la ficción parece no lastimarnos tanto. Todos podemos escribir porque todos sentimos, la imaginación es absoluta. Ahora mismo los invito a conocer el terrible sótano de Weiss.
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Seitenzahl: 117
Veröffentlichungsjahr: 2017
mariela alejandra rodríguez
El sótano de Weiss
Editorial Autores de Argentina
Rodríguez, Mariela Alejandra
El sótano de Weiss / Mariela Alejandra Rodríguez. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2017.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-711-927-5
1. Literatura. 2. Narrativa. 3. Novela. I. Título.
CDD A863
Editorial Autores de Argentina
www.autoresdeargentina.com
Mail:[email protected]
Diseño de portada: Justo Echeverría
Diseño de maquetado: Inés Rossano
Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723
Índice
Prólogo
Capítulo I - La mañana
Capítulo 2 - Chombas azules
Capítulo 3 - Ella no se vende
Capítulo 4 - El color negro es un reclamo
Capítulo 5 - El sótano del Hospital de Weiss
Capítulo 6 - El misterio de Dora
Capítulo 7 - En la Ciudad de Weiss
Capítulo 8 - Anna existe
Capítulo 9 - De regreso al sótano
Capítulo 10 - La historia del guardián
Capítulo 11 - En el sótano de Weiss
Capítulo 12 - Marcel
Capítulo 13 - La lucha con Uro
Capítulo 14 - La casa simulada y las tres mujeres
Capítulo 15 - Papel color amarillo
Capítulo 16 - Sangre de todos
Capítulo 17 - Aparecen todos
Capítulo 18 - Choque de fuerzas
Capítulo 19 - El cuento
Capítulo 20 - Sangre, papel amarillo y traición
Capítulo 21 - A correr
Capítulo 22 - El sótano de Weiss
Dedicado a mis dos hijos que son mi terrible pasión, a mi madre por su valor, a mi pareja por su alegría y a mis amigos por elegirme.
Por último, siento deseos de conocer a todas las personas de este mundo y de otros lugares también. Espero enseñarles que sin dilemas no hay nada y con la pasión hay un cielo, o tal vez muchos.
Prólogo
Esta es una parte de mi vida y muy especialmente de mi trabajo. Soy abogada egresada de la Universidad de “Panis”, hice la orientación en derecho privado, pero mi trabajo es sumamente riesgoso, me dedico a recuperar deudas.
En el poco tiempo libre que me queda me dedico a la abogacía y el resto a mis hijos, mi casa y a mi pareja.
Y aunque no cobro comisión por recuperar deudas me esfuerzo día a día para generar ingresos para la Ciudad de Weiss.
El área para la cual trabajo se llama Ingreso de dinero y es ahí donde se fiscalizan y cobran las más diversas tasas, obviamente reguladas en las ordenanzas fiscal e impositiva vigentes.
Me siento con estrés y dosis de adrenalina cada vez que levanto el teléfono y debo reclamar deudas. A veces preparo mis oídos para escuchar todo tipo de insultos de los más diversos y cargar todo en una base de datos. En nuestro país lejano no hay conciencia tributaria, a la gente no le gusta pagar sus impuestos, eso estimo que obedece en gran medida por lo inmensurable que es el sistema tributario de Weiss. Lógicamente con exceso de normativa y caro para cualquier contribuyente, aun preservando el principio de igualdad tributaria. También creo que a los contribuyentes les cuesta pagar porque el nivel de corrupción de este país lejano es tan famoso como el retrato de un tal Gray.
Corre la adrenalina desde las ocho de la mañana y hasta las cuarto de la tarde con los ficheros incesantes que por el momento hay dos, a falta de uno, y apremian de forma agobiante en una rutina harta de bullicio y reclamos.
Cobrar deuda es una tarea estresante que desgasta día a día, porque uno escucha muchas veces miserias reales y otras tantas mentiras irreconciliables. Sumado a ello las directivas caprichosas cargadas de practicidad de la mano de jefes de poco tacto para sentarse en el lugar del otro, más un enfoque realista harto de insultos con escasez monetaria y apremiante.
En pocas palabras considero que mi trabajo es insalubre y que poco versa sobre mi amplio deseo de las escalinatas grises de aquella amada facultad.
Toda mi vida transcurre en un país lejano, en una ciudad llamada Weiss y mis compañeros y jefes son reales y ficticios al mismo tiempo. Entiendo que hay escenas exageradas, motivadas con un toque de ficción, acción, comicidad y aventura. Toda esta descripción forma parte de mi novela de Weiss de todos los días.
Capítulo I
La mañana
Suena el despertador a las seis y treinta, cuesta mucho despertarse, por suerte mi gato Hugo y mi perra Francesca se encargan de saltar a mi cama y hacer todo lo posible para levantarme.
Desde la noche anterior mientras cenaba con mis hijos y mi madre pensaba, sin mirarlos a los ojos, cómo iba a cobrar una deuda a una empresa a la que a partir de este momento la llamo “fugaz”. Recuerdo que mis hijos me dijeron muchas veces que no los miraba.
Memorizo visualmente el celular de un apoderado de la firma “fugaz”, pero por una cuestión del derecho a la privacidad no voy a citarlo. Llamé muchas veces a este buen señor y logré afianzar un buen diálogo de negociación. Muchas veces el contacto fue mediante correo electrónico y quedó todo asentado en el registro informático del sistema de trabajo.
Pasaron los días y de repente sonó el teléfono de la oficina: ring, ring.
Giménez:Hola, buen día, ¿doctora Berer?
Dra. Berer:Hola, Dr. Giménez, ¿cómo le va?
Giménez: Hoy vamos a realizar el pago, Dra.
Dra. Berer: Excelente, Dr., ¿van a realizarlo al contado o van a hacerlo mediante un plan de pagos?
Giménez:Si hay una quita mayor, lo realizamos al contado.
Dra. Berer: Depende del sistema, Dr. Le he realizado una buena quita, el número final es el que le pasé la semana pasada. De cualquier manera déjeme ver si puedo conversar con mi superior y eventualmente lo llamo.
Giménez: Aguardo su llamado, Dra.
Hablar con mi superior a veces es un dolor de cabeza porque el número final ya se lo había ofrecido. Hablar de cuestiones técnicas y tributarias no es mi idea y mucho menos en este libro. Así que resumiendo crucé cinco palabras con mi jefe y volví a la carga con el apoderado de la empresa fugaz.
Lo resolví haciendo mención a las infracciones de los deberes fiscales y otras cuestiones tributarias menores, por supuesto los intereses por mora y ahí me planté.
El trabajo es insalubre realmente hay que tener actitud para plantarse y no perder el pago que es el principal objetivo.
Siento que me esfuerzo bastante y ya trabajando siete años en un organismo recaudador me molesta no cobrar comisión. Este tipo de negociaciones y cobro se parece a la operatoria de bolsa, creo; por lo menos el estrés es alto y acá la paga una miseria, algo muy diferente a las ganancias de los agentes de bolsa. Pero claro, tampoco pretendo ese sueldo, señores, y lo digo con mucho respeto.
En algún momento hablé con un superior de mente brillante para pedirle comisión y la respuesta de él fue: Ammi, ¿cómo se te ocurre cobrar comisión?
Obviamente que jamás volví a pedir comisión, pero me encargué de ventilar en toda la oficina que yo no cobraba comisión.
Bueno, y volviendo a la empresa fugaz le planteé al señor Giménez que ese era el número y se cerró la negociación. Terminaron haciendo un pago al contado y luego de que lo efectuaron sentí correr un frío por todo mi cuerpo. Los pies me temblaron, sentía que había sido un éxito y yo misma me felicitaba por ello.
Siendo ya las doce y treinta del mediodía me levanté para avisarle a mi primer superior que la sociedad ya había realizado el pago y obviamente me dijo: “muy bien, Ammi”.
A mí me importaba más la expresión de felicidad que había manifestado mi cuerpo que verdaderamente sus palabras. Quiero aclarar que tengo varios jefes en este mundo vulgar de varios caciques y pocos indios y que a veces juego con las figuras para no herir susceptibilidades de guerreros. Esta es mi realidad con toques de ficción que trato de cuidar de manera elegante al escribir.
Ya se va la mañana, también va pasando el mediodía y se acerca la hora del almuerzo que por cierto tengo el menú agotado por varias razones, la primera de ellas me cansé de comer siempre lo mismo y la segunda es muy caro para un empleado pagarse la comida al mediodía. Por tal motivo a veces me llevo comida y ese día no gasto dinero de mi sueldo, es la única manera de comer mejor y cuidar el dinero para llegar a fin de mes.
Hay días en que el teléfono no para de sonar, eso ocurre las semanas de operativos y es atender un llamado al estilo nueve once y la conversación comienza diciendo: “hola, me llegó una intimación y me dicen que hay un plazo” y sigue el diálogo que se caracteriza por diferentes expresiones de acuerdo a la posibilidad económica y social de cada contribuyente.
Les recuerdo que es un nueve once de deudas municipales altamente estresante y no apto para cardíacos. Sugiero trabajar con calma y agarrarse fuerte de la silla, porque a veces dan ganas de salir corriendo y quedar descalza. Les cuento que después de las dieciséis he quedado descalza varias veces y sobre todo en verano cuando el aire acondicionado no ha funcionado en reiteradas oportunidades.
Llegan las dieciséis y últimamente salgo corriendo, algo que antes no me pasaba, supongo que la desvalorización hacia la persona genera síntomas de agotamiento que hace que uses rollers a la salida. Entiendo que esta frase es subjetiva, propia de una artista literaria que juega como ya lo dije, no solo con los personajes de esta historia; sino que también con los estados de ánimo que son estrictamente propios e individuales.
Me puse los rollers y me fui. La cola para fichar era muy larga, yo había pasado esa valla maratónica y ya me encontraba afuera. El río estaba alto y la brisa de la ciudad de Weiss le trajo paz a mi espíritu.
Decidí volver caminando a mi casa y la historia de la señora española me llenó los ojos de lágrimas.
Caminaba por la calle Leval que bordea el río Azul y casi llegando a General Dios, una señora gordita de aproximadamente cincuenta años con su hija adolescente me inspiraron simpatía y tuve mucha sensibilidad al oírlas. Me dijeron que no tenían nada para comer, que eran españolas y que habían perdido la billetera con el dinero, las tarjetas y pasaportes. Necesitaban viajar a España y según ellas ya habían ido a la embajada española. El personal de la embajada les había dicho que tenían que esperar hasta que les envíen nuevamente la documentación.
Les dije que la embajada debía suministrarles ayuda, incluso alojamiento, dado que eran una madre con su hija que no tenían dinero ni dónde dormir.
Pero obviamente saqué veinte pesos de mi billetera y se los di a la señora. Me quedé pensando y bastante triste. Pero no entendía el proceder de la embajada española.
La señora me agradeció y me dijo que alguien me iba a encontrar, que mi tarea era ayudar, de sus labios salió una frase “pronto nos volveremos a ver”. El acento era español, así que no tuve dudas y seguí pensativa, hasta que llegué a mi casa.
Le conté a mi madre que también sintió pena, pero dudó, me dijo que era raro cómo en la embajada no le ofrecieron ayuda. También nos parecieron muy extrañas sus palabras.
Cinco minutos más tarde me llamó mi pareja y le conté. Me dijo:
Mi pareja: Ammi, ¿no le habrás dado plata, no?
Yo: Sí, pobre mujer, me dio mucha pena, no tenía ni para comer ni para dormir.
Mi pareja: Te jodieron, Ammi, muy tonta sos; te hicieron el cuento y solo para sacarte plata. ¿Te falta algo de tu cartera?
Yo: No me falta nada. A vos no te puedo contar nada. Siempre pensando que me van a hacer algo. ¿Qué pasa que no creés en la bondad de las personas? Siempre estás desconfiando. Lamentablemente es tu manera de ver las cosas y sabés que… acá se termina la conversación.
Y obviamente se terminó la conversación, ya que le corté el celular y lo apagué. Me dio mucha furia saber que pensaba que yo era una inocente y que me habían jodido.
Más tarde, a la hora de la cena con mis hijos y mi madre, pensé en la señora española con su hija, pero no quise extender el tema, solo dije unas palabras y mis hijos me miraron.
Luego de la cena les dije a mis hijos algo que reitero con frecuencia, que se laven los dientes y que no se acuesten tarde.
Con mi almohada pensé en la señora y su hija, no pude evitarlo; luego me dormí profundamente hasta las seis y treinta del otro día.
Por lo menos la señora me ayudó a olvidarme del nueve once recaudo, y me sacó el estrés numérico generado en esa loca oficina.
Capítulo 2
Chombas azules
Como todas las mañanas el aire del río me daba dinamismo a mi circulación sanguínea que sentía correr por mis venas con ansiedad perfecta. El viento acariciaba el agua tan oscura de un pobre río dañado por el ser humano y postergado por una sociedad destructiva.
Las chombas azules para mí eran una prolija novedad, corría el dos mil doce y era mi primer año en esa intrépida oficina. Escuché varias veces la palabra “operativo” y vi con mis propios ojos intimaciones y actas de clausura.
En ese momento mi participación era la oficina de carteles; más que nada daba respuesta a expedientes administrativos afirmando poseer publicidad en la Ciudad de Weiss. Aún no salía a la calle en busca de dinero, sino que pasaba estrictamente por cuestiones jurídicas basadas exclusivamente en los términos de esos expedientes.