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El último bravo es una comedia teatral del autor Pedro Muñoz Seca. Como es habitual en el autor, la pieza se articula en torno a una serie de malentendidos y situaciones de enredo contados con afilado ingenio y de forma satírica en torno a las convenciones sociales de su época. En este caso, la trama se articula en torno a dos simpáticos personajes que han perdido la memoria y acuden a un sanatorio en el Pirineo para darse unas curas en un intento por recuperarla.
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Seitenzahl: 129
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Pedro Muñoz Seca
JUGUETE CÓMICO EN TRES ACTOS
Estrenado en el TEATRO DE LA COMEDIA de Madrid el 31 de Enero de 1917
Saga
El último bravo Pedro Muñoz SecaCover image: Shutterstock Copyright © 1917, 2020 SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726508390
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
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Queda hecho el depósito que marca la ley.
Para Andrés Conzález Blanco y
Diego San José con la admiración
y el cariño de
Los Autores.
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Despacho elegantísimo en casa de Segundo Bravo de Chacota, Mar qués de Sierra Nevada y Conde de Nieves de loa Cárpatos. Puerta de entrada en el ángulo de la izquierda. Una puerta en el foro y otras en el lateral derecha. La acción en Madrid. Epoca actual. Es do día y en el mes de mayo.
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(Al levantarse el telón, marta , joven criada de la casa, entra en escena por la puerta del foro izquierda, seguida de GUZMAN, hombre muy elegante que frisa en los cuarenta años. )
Guz . Anuncie usted al doctor Macías.
Marta Vuelvo a decir al señor que el señorito no está en casa.
Guz . Mire usted, joven, el portero acaba de decirme que no ha visto salir al señor marqués en toda la mañana, de manera que, haga usted el favor de avisarle. (Se sienta cómoda) mente. )
Marta (¡Qué testarudo!) Domingo, el ayuda de cámara, dirá al señor que no miento. (Llamando.. ¡Domingo!... ¡Domingo!
Dom . (Dentro .) ¿Qué quieres, Marta? (Entrando por la puerta del foro .) ¿Qué quiere usted, Marta?
Marta Este caballero, que se empeña en afirmar que el señor está en casa.
Dom . (Muy reverencioso y sonriente .) Señor, el señor ha salido, y si no hubiera salido el señor, al señor se le hubiera dicho, porque el señor no se niega a ningún señor.
Guz . Está muy bien; bueno, pues dígale al señor… que salga.
Marta (¡Jesús, qué hombre!... ¡Allá ellos!) (Se va por el foro .)
Dom . Si el señor desea esperar al señor marqués puede hacerlo, desde luego, y para que no se aburra el señor, ahí tiene un gramófono y varios discos con jotas, que serán sus canciones favoritas, porque sospecho que el señor es aragonés.
Guz . ¡Caramba! Este Domingo es festivo. Pues muy bien, esperaré, y si me place pondré algunos discos. Por lo pronto, ahí van esos cinco discos en papel. Me ha hecho usted gracia. (Le da un billete .)
Dom. (Partiéndote la columna .) ¡Señor!...
Guz. Dígale al marqués que aquí le aguarda su amigo el doctor Macías.
Dom. (Bajando la voz .) Es que tengo orden de no interrumpirle por nada ni por nadie. Está en el cuarto de baño.
Guz. ¡Ah! Entonces no le avise hasta que se seque. Aguardaré escribiendo unas cartas.
Dom. (Saludando .) ¡Señor! (Mutis por el foro .)
Guz. Qué sorpresa va a recibir Segundo dentro de un minuto. ¡Ocho años sin vernos; sin recibir noticias el uno del otro!... Me figuro que ya se habrá formalizado un poco, porque no en balde pasan los años. ¡Qué ganas tengo de verle! Era muy calavera, pero muy simpático. (Ríe .) Aún me acuerdo de cuando Segundo se hizo de la izquierda y me metió en aquel casinillo republicano donde organizaba cada juerga que hacía fruncir el ceño a un retrato de Ruiz Zorrilla que había en un testero... (Ríe .) ¡Qué escándalos armábamos allí! A quien se le hubiera dicho que Segundo Bravo de Chacota, Marqués de Sierra Nevada y Conde de Nieves de los Cárpatos, el último Bravo, era vocal de un comité republicano y que bailaba panaderos con unos cerrajeros, no lo hubiera creído. (Dirigiéndose a la mesa .) ¡Qué tiempos aquellos! (Sentándose .) En fin, ya hemos sentado la cabeza. Escribiré al doctor Ricordi. (Fijándose en unas cartas que hay sobre la mesa. ) ¿Eh? (Leyendo en un sobre .) «Para entregar a la señorita Claudia Romero después de mi muerte.» Y es letra de Segundo. ¡Qué cosa más rara! (Toma otro sobre. ) «Para el señor Juez de guardia...» ¿Qué es esto? ¡Oh! Yo necesito enterarme. Acaso... (Abre la carta y lee. ) «Señor Juez de guardia: Cuando llegue esta misiva a sus manos habré dejado de existir. No se culpe a nadie de mi muerte. Voluntariamente abandono esta vida miserable por motivos que sería prolijo enumerar. De usted afectísimo cadáver. Segundo Bravo de Chacota, Marqués de Sierra Nevada.» ¡Dios mío! (Nerviosamente hace sonar un timbre ) ¿Pero, qué ha hecho este loco? ¡Jesús, Jesús!
Marta (Por el foro ) ¿Llamaba el señor?
Guz . ¡Pronto! ¿Dónde está el señorito?
Marta El señorito ha salido.
Guz . ¡Imbécil! Nada de ocultaciones. ¡Pronto! ¿Dónde está?
Marta (Asustada .) Crea el señor que ignoro...
Guz . (Gr í tando .) ¡Domingo!... ¡Domingo!...
Dom. (Por el foto precipitadamente .) ¿Qué sucede?
Guz . ¡A escape: condúceme al cuarto de baño! ¡El señorito se ha suicidado!
Dom . ¡Repistola!
Guz . ¡Pronto!
Dom. Por aquí. (Hace mutís por la puerta de la derecha seguido de Guzmán )
Marta ¡Ay, Dios mío de mi alma!... ¡Ay, qué miedo! (Escucha .)
Guz . (Dentro aporreando una puerta .) ¡Segundo! ¡Segundo!...
Dom . (Idem .) ¡Señorito!...
Guz . Rompa usted el cristal del montante.
Dom . ¡Una silla!
Guz . De prisa. (Ru í do de cristales que se hacen añicos .)
Dom . ¡Uf! ¡Qué olor a gas!...
Guz . ¡Pronto: una escalera; hay que entrar por el montante y abrir la puerta! ¡Vamos!
Marta ¡Virgen Santísima, qué horror!...
Emet. (Cocinera vieja, en traje do mecánica, por el foro .) ¿Qué sucede, Martá?
Marta ¡Ay, Emeteria, qué catástrofe!
Emet . ¿Qué pasa?
Marta ¡Que el señorito se ha matao!
Emet . (Santiguándose ) ¡Jesús, María!... ¿Pero cómo?
Marta Que se habrá levantao la tapa de los sesos.
Emet . Qué «considencias» hay en la vida, hija mía.
Marta ¿Por qué?
Emet . Porque yo le había preparao pa almorzar unos sesos a la veneciana, que tantísimo le gustan, y estuve bromeando con Domingo y diciéndole: pica de lo que gustes, pero respeta estos sesos, que son los sesos del marqués. (Dentro suena un gran golpe .) ¿Qué será?
Marta Que habrán entrado por el montante.
Dom. (Dentro. llamando .) ¡Marta!... ¡Emeteria!...
Marta ¡Ay, yo no; yo no!
Emet. ¡Voy!... (Hace mutis por la puerta de la derecha .)
Guz . (Dentro .) Sí; al despacho. Ayúdeme usted.
Dom . Coja usted de ahí.
Guz . Con mucho cuidado.
Marta ¡Ay, que lo traen!... (Pega un grito y se va por la puerta del foro .)
(Entre Cuzmán, Domingo y Emeteria entran en escena al inanimado Marqués y lo colocan sobre un sofá .)
Emet . ¡Pobre señorito!
Dom . ¡Qué espanto!
Guz . Por fortuna hemos llegado a tiempo. Pronto, haga usted lo que yo; hay que activar su respiración. (Guzmán y Domíngo le mueven los brazos .) Así. (A Emeter í a .) Traiga usted agua fría para aplicarle unas compresas...
Emet . Sí, señor. (Mutis por el foro .)
Guz . (A Domingo .) Siga usted moviéndole los brazos. (Se dirige a la mesa y escribe .) Pronto, corra a la farmacia y que le despachen esta fórmula. Tardarán algo en prepararla, pero no importa, espere usted y no vuelva sin ella.
Dom. Sí, señor. (Vase a carrera abierta por la izquierda .)
Emet . El agua, señorito.
Guz . A ver. (Toma su pañuelo, lo impregna y lo aplica a las sienes de Segundo .) Bien: suspira. (Le toma el pulso .) Esto ya es otra cosa.
Emet. ¿ Nose morirá?
Guz . No, señora.
Emet . Más vale así. No sabe usted cuánto me alegro. Porque tenerme que echar ahora a buscar otra casa...
Guz . Puede retirarse; ya le avisaré yo si es necesario.
Emet. Está muy bien. (Hace mutis por la puerta del foro .)
Guz. (Al ver que Segundo vuelve a suspirar y se pasa la mano por la frente .) Segundo... ¡Segundo!
Seg . ¿Eh?... ¿Quién? (Se incorpora .) ¿Cómo?... ¿Qué?
Guz . Segundo.
Seg. ¡Ah! (Mira al techo, al suelo, a loa muebles .) ¡Dios mío! ¡El agua, el ozono, el gas!...
Guz . ¡Pero, Segundo!
Seg. (Como antes .) ¡El linoleum, el jabón, la esponja!
Guz . (¿Qué dice?)
Seg . (Como antes .) ¡El juicio de Buenavista; lo ganó Martínez!
Guz . (¡Dios santo, ha perdido el juicio!)
Seg. ¡El ladrón de Ruiz!... ¡El sinvergüenza de Teruel!... (Fijándose en Guzmán. ) ¿Pero qué es esto? ¡Guzmán! ¡¡tú!! ¡Yo sueño!
Guz . Vamos, Segundo: serénate, cá mate. Sí, yo soy. Vives; te he salvado.
Seg. ¡ Tú! ¡Me has salvado tú!... ¿Qué has hecho, Guzmán? ¡Qué has hecho! (Se deja caer abrumado. )
Guz . Hacerte vivir.
Seg. ¡Hacerme vivir!... ¡desgraciado de mí! Haciéndome vivir me has matado.
Guz . Pero, Segundo, por la Virgen Santísima, vuelve a la realidad; tranquilízate. La suerte me hizo llegar a tu casa en este momento tan oportuno. Ignoro las causas que te han impulsado a atentar contra tu existencia, pero por gravísimas que sean, aquí me tienes dispuesto a salvar cuantos obstáculos se opongan a tu felicidad.
( No hemos dicho que este Segundo Bravo es un hom bre como de cua enta años, arrogantísimo, elegantísimo y simpatiquísimo .)
Seg. Gracias, Guzmán. Un mundo entero de gratitudes para ti. Nunca podré pagarte tu buen deseo, y digo nunca, porque dentro de breves horas moriré.
Guz . ¿Estás loco?
Seg. ¡Ojalá! Loco no pensaría; no vería con esta claridad meridiana la magnitud de mi desdicha.
Guz . Pero, ¿qué te ocurre?
Seg . Escucha atentamente y después de mi relato comprenderás cuán inoportuno has sido volviéndome a la vida. Oyeme. Querido Guzmán: dos puntos.
Guz . Sigue.
Seg. Dospuntos importantes tengo que someter a tu consideración.
Guz . A ver.
Seg. Primero: ¿qué harías tú si estando completamente arruinado contrajeses una deuda de honor y tuvieras que pagar hoy a las cinco de la tarde cincuenta mil pesetas en efectivo metálico? (Guzmán reflexiona. Pausa .) Contéstame.
Guz . ¿D ices que completamente arruinado?
Seg . Completamente.
Guz . (Después de pensarlo un instante. ) No pagarlas.
Seg . Se trata de una deuda de honor. ¿Me entiendes, Guzmán? ¡De honor!
Guz . ¡Ah! ¡Es de honor! (Piensa .)
Seg . Sí, ¿lo ves?
Guz . Clarísimo. Pues... no pagarlas.
Seg . Bien, pasemos al segundo punto. ¿Qué harías tú si estuvieras comprometido seriamente a casarte con una mujer a quien si no odias, tampoco amas?
Guz . No casarme.
Seg . Te he dicho comprometido seriamente.
Guz . ¡Ah! Dices comprometido seriamente... (Piensa.)
Seg. Sí, ¿estás viendo?
Guz . (Detpues de pensarlo otra vez .) Clarísimo. Pues no casarme, y te juro, querido Segundo, que esto mismo te lo contestan dos millones de personas poseedoras del Toisón de oro.
Seg . Pues vamos a otro punto.
Guz . ¿Pero hay más?
Seg . Sí; te dije dos porque creí que eran suficientes, pero veo que no. Vamos a ver, ¿que harías tú si estuvieses profundamente, ciegamente, locamente, enamorado de una mujer de quien lo ignoras todo: su nombre, su estado, su condición social, su actual residencia, todo, completamente todo? ¿Qué harías, dí?
Guz . Tomar un reconstituyente.
Seg . No me entiendes, Guzmán.
Guz . Explícate más claro.
Seg . Ya comprenderás, querido Macías, que cuando me he visto obligado a suicidarme abriendo la llave del gas, es porque mi situación es insostenible. No tengo un cuarto y todo el mundo me cree rico. Merced a esta creencia he pedido dinero a muchos amigos y éstos me lo han prestado sin documento alguno, sin formalidades por escrito.
Guz . ¡Hola! De manera que todas tus deudas son de boquilla, vamos de palabra.
Seg . Sí, pero empeñando mi honor y ese es lo único que me está vedado perder. Jamás cayó mancha alguna en la noble ejecutoria de mi casa, y eso que los Bravos de Chacota datan de la creación del mundo. Ya conoces el lema de mi familia: «Los Bravos porque Dios quiso, proceden del Paraíso». Y yo me mataré cien veces antes que salpicar de lodo el noble escudo de mis antepasados, en cuyos cuarteles figuran soldados aguerridos que pelearon en las Cruzadas y en Flandes y en el Perú, como sabes.
Guz . Yo ignoraba que en tus cuarteles hubiera soldados.
Seg . ¿Pues qué iba a haber, Macías?
Guz . Tienes razón, prosigue.
Seg . Pues como te decía, antes de dar una campanada mayor que la de Huesca, me mato. La gente dirá: qué Bravo más débil, pero el honor quedará a salvo.
Guz . Bueno, concretemos. ¿Tú, que cantidad necesitas para salvarte de este conflicto financiero?
Seg . Una parvedad. Trescientas mil pesetas. De ellas cincuenta mil antes de las cinco de esta tarde, porque a las cinco y media he citado al de Soria y le conozco: a las cinco y diez está aquí.
Guz . ¿Quién es el de Soria?
Seg . Un señor inmensamente rico, extraordinariamente avaro que me ganó anteayer en el treinta y cuarenta, cincuenta mil pesetas. Yo le prometí bajo mi palabra que se las pagaría hoy a las cinco y media, y para qué te voy a engañar: te dije antes que estaría aquí a las cinco y diez; bueno, pues a las cinco menos cuarto estará llamando a la puerta. Conozco a don Ramiro Teruel.
Guz . ¡Cómo! ¿Teruel y de Soria?
Seg . Sí.
Guz . ¡Don Ramiro Teruel!
Seg . Sí, hombre.
Guz . ¿Pero Teruel está en España?
Seg . Desde los Genízaros.
Guz . No te bromees; es que yo creía que Teruel estaba en los Pirineos con su familia.
Seg . ¡Ah! ¿Pero tu le conoces?
Guz . Muchísimo. Su bija Clarita es mi prometida. Clarita Teruel, una muchacha conocidísima en la alta sociedad de Soria: muy aficionada a los sports. Monta a caballo, caza, patina, automovilea y regatea.
Seg . Pues si regatea es como su padre.
Guz . Regatea en balandro, y haz el favor de no irte por los cerros de Ubeda.
Seg. De modo que por fin vas a casarte y en buenas condiciones ¿eh?
Guz . Buenísimas: es millonaria y yo la idolatro.
Seg . ¿Y ella te corresponde?
Guz . No lo sé.
Seg . ¿Que no lo sabes?
Guz . Claro, hombre, ¿no ves que se trata de uta amnésica que tengo en tratamiento?
Seg . ¿Amnésica? ¿Qué es eso de la amnesia, tú?
Guz . Una enfermedad que consiste en la pérdida de la memoria.
Seg . ¡Ah! ¿Pero tú?...
Guz . Sí, me dedico a esa clase de enfermedad desde que entré de primer ayudante con el Doctor Ricordi, una eminencia mundial que ha instalado un confortable Sanatorio en los altos Pirineos. Allí llevaron a Clarita Teruel que había perdido la memoria a resultas de una catástrofe ferroviaria.
Seg . ¡Pobrecilla!
Guz . Yo me encargué de su curación, y los padres, para estimularme, me ofrecieron su mano.
Seg . De manera que ella no te conoce.
Guz . Me conoce, pero en cuanto deja de verme se olvida completamente de mí.
Seg . Desconocía yo esa enfermedad.
Guz