El último pecado - Pedro Muñoz Seca - E-Book

El último pecado E-Book

Pedro Muñoz Seca

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Beschreibung

El último pecado es una comedia teatral del autor Pedro Muñoz Seca. Como es habitual en el autor, la pieza se articula en torno a una serie de malentendidos y situaciones de enredo contados con afilado ingenio y de forma satírica en torno a las convenciones sociales de su época. En este caso, la trama se articula en torno al inminente matrimonio del joven Luis con María, hija de nobles vascos. Lo único que puede frustrar dicho matrimonio es el pasado de actriz de la madre de Luis, cosa que los padres de María no verían con buenos ojos.

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Seitenzahl: 129

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Pedro Muñoz Seca

El último pecado

COMEDIA

en tres actos y un epilogo

Estrenada en el TEATRO DE LA PRINCESA el día 8 de Enero de 1918

Saga

El último pecado Pedro Muñoz SecaCover image: Shutterstock Copyright © 1918, 2020 SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726508383

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

Esta obra es propiedad de su autor, y nadie podrá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla en España ni en los países con los cuales se hayan celebrado, o se celebren en adelante, tratados internacionales de propiedad literaria.

El autor se reserva el derecho de traducción.

Los comisionados y representantes de la Sociedad deAutores Españoles, son los encargados exclusivamente de conceder o negar el permiso de representación y del cobro de los derechos de propiedad.

___________

Droits de representation, de traduction et de repro duction reservés pour tous les pays, y compris la Sue de, la Norvege ét la Hollan de.

___________

Queda hecho el depósito que marca la ley.

Al Duque de San Pedro de Galatino, que reúne en sí las tres aristocracias: la de la sangre, la del talento y la del dinero.

¡¡In mosque blanque!!

Con mucho cariño

El Autor.

REPARTO

PERSONAJES ACTORESLUISA Sra. Guerrero. CONCHITA Srta.Martos. MARIA L. de Guevara. PKPA Sra. Torres. MARTA Srta. Cancio. MME. BERGERE Sra. Bofill. CARMENOITA Srta. Hermosa. VICTORINA Pacello. CARLOTA Alonso.MARI-GILI Andriani. MOSQUETA Intilini. VIOENTA Varela de Seijas. SANDOVAL Sr. Valentí. LUIS Díaz de Mendoza y Guerrero (F.) ALMANSA Díaz de Mendoza (F.) CAYETANO Santiago. BERNABÉ Cirera. ROMERITO Díaz de Mendoza y Guerrero (C.) PALACIOS Capilla. CAPICÚA Vargas. LERELE Juste. ZAMBRANO Santander. PACHECO Carsí. MEDINA Guerrero. GONZÁLEZ Labra. PÉREZ Dafauce. GÓMEZ Gil.

EL ULTIMO PECADO

En la Princesa.

 

Seguramente que la comedia estrenada ayer en el teátro de la Princesa defraudó muchas esperanzas. El nombre de su autor, el Sr. Muñoz Seca, era para muchos anuncio de una comedia regocijada, bufa, o poco menos, y el hecho de haberse fijado primeramente para su estreno un día de Pascua daba aún más fuerza a esa hipótesis.

La realidad vino a desmentirla, y muchos espectadores no habrán perdonado aún la desilusión.

Las personas de buen gusto que sin rechazar sistemáticamente el teatro cómico piensen que el arte escénico puede y debe ser algo más noble y elevado, habrán sentido regocijo ante el fracaso de sus suposiciones: no se rieron ayer tanto como quizá esperaban; pero en cambio hallaron en el Sr. Muñoz Seca algo más que un autor de bufonadas más o menos artísticas: un dramaturgo capaz de empeños mucho más altos y nobles, y que positivamente sabe, tanto por lo menos como hacer reir, hacer sentir y aun hacer pensar. Es todo lo que puede pedirse a un dramaturgo, y algunos de los más famosos terminarán seguramente su carrera sin haber conseguido tanto.

Claro está que la obra estrenada ayer en la Princesa no carece de antecedentes en el teatro del Sr. Muñoz Seca. Hay en él algún ensayo muy feliz que reveló con toda claridad al autor que ayer se nos mostró por completo, y aun sin acudir al recuerdo de El roble de la Jarosa, sería posible encontrar en las obras cómicas del autor pasajes y figuras indicadoras de que no los había concebido un espíritu vulgar.

Pero así y todo, aun contando con esos antecedentes, el nuevo aspecto con que el Sr. Muñoz Seca aparecía ayer ante el público había de sorprender: no se trata, en efecto, de un autor consagrado en un género que emprende un nuevo camino titubeando, sino de un dramaturgo muy consciente y dueño de sus medios de acción, con pleno dominio de los elementos expresivos dramáticos y dispuesto a conquistar con ellos un puesto muy de vanguardia entre los escritores de comedias.

El mismo asunto elegido por el Sr. Muñoz Seca para su obra, lleno de dificultades de ejecución, revela un propósito firme de dar una amplia medida de las propias fuerzas, y el éxito obtenido por la comedia, sin ser, ni mucho menos, un éxito clamoroso y perdurable como el El rayo—y no es traer a colación una comedia para compararla con otra—, basta para demostrar que esas fuerzas son suficientes para vencer en luchas muy arduas.

Porque claro está el pensamiento capital de la comedia, la inmensidad del amor materno, parece de aquellos que se imponen por sí mismos: es un axioma, y por serlo no necesita demostración; pero el Sr. Muñoz Seca lo plantea de tal modo que no faltará quien lo acuse de inverosimilitud, y esto no seguramente por error en el modo de establecer el problema, sino por haber aplicado valientemente la fórmula general a un caso concreto muy extremo, precisamente para hacer más completa la demostración.

Hay una frase en el acto segundo de la comedia, en la escena en que la protagonista, Luisa, decide el sacrificio, en que está admirablemente resumida la obra entera, el pensamiento del autor íntegro; es algo así como la aceptación del martirio por una fe, y los mártires no lo serían si rechazasen por demasiado cruenta una especie de tortura. No hay, pues, inverosimilitud en los extremos a que Luisa llega: todo es lógico, perfectamente lógico, por duro que parezca, desde el momento en que es el amor divino el que lo realiza, y para Luisa es amor divino el amor a su hijo, porque su hijo es su dios.

Lo que hay evidentemente por parte del espíritu humano, a lo menos cuando ese espíritu es el del espectador en un teatro, es una repugnancia a llevar al último extremo las consecuencias de las verdades más generalmente admitidas, y esa repugnancia puede dar caracteres de inverosimilitud a los actos heroicos, sobre todo cuando quien los contempla en el teatro, naturalmente, no siente en sí mismo el fuego necesario para realizarlos.

¡Qué no haría una madre por su hijo! Es una expresión que borra toda inverosimilitud i en este punto; no hay imposible que no juzguemos hacedero cuando de un hijo se trata, y,sin embargo, el sacrificio de Luisa en El último pecado pudo parecérselo ayer a algunos espectadores, si hemos de juzgar por su actitud durante los dos últimos actos de la comedia.

Y es que del amor maternal, como de tantas otras cosas, solemos hablar generalizando demasiado: todas las madres aman a sus hijos. ¿Quién negará este axioma, ni aun ante los casos de evidente desamor, que son excepciones confirmatorias de la regla?

Pero en ese amor hay grados y matices, y hacemos mal en tomar el género por la especie; el amor de Luisa a su hijo es algo más que el amor materno simplemente, porque es ese amor mismo duplicado por una doble maternidad: la que creó al hijo y la que después, en una lucha constante, cruel, que hemos de creer hórrida para un espíritu elevado, como el que en Luisa nos pinta el Sr. Muñoz Seca, sostuvo aquella criatura y la llevó a un grado supremo de expansión material y moral; es algo así como una maternidad continuada y perdurable en un acto de permanente dolor; la sentencia bíblica, dictada para un instante, convertida en pena perpetua; el dolor del parto continuado toda una vida, que no ha de cesar siquiera cuando el hijo nace, por su anhelada boda, a la luz de la felicidad.

Toda la vida de Luisa, desde que enviudó, a los dieciocho años, quedando en el mundo con un hijo y sin pan, no ha sido otra cosa que un dolor continuado, un luchar incesante por un hijo, y dejándolo todo en las zarzas del camino, como nos diría el Sr. Linares Rivas.

Cuando la comedia empieza y Luis, el hijo de la pecadora, que ignora el pecado, está a punto de casarse con la hija de los marqueses de Hegido, estamos en el término de un armisticio en ese rudo combatir, comienza un nuevo episodio de la lucha, que es la comedia misma: los marqueses, que ya cedieron en sus prejuicios, ante el pasado que evoca, inoportuno o mal intencionado, el retrato de Luisa en sus tiempos de tiple triunfadora, publicado por un periódico, vuelven a sentir los resquemores de «la raza», y no queriendo que cai gan sobre el hijo los pecados de la madre, aceptan a Luis por yerno; pero a condición de que entre ellos y Luisa, más aún, de que entre ésta y su hijo haya una separación absoluta.

¿Cómo derrumbar el obstáculo que así se alza ante la felicidad del hijo adorado? ¿Cómo vencer en aquel nuevo trance de la lucha? El amor firmísimo del hijo dificulta, hace imposible una solución en que la resignación de la madre lo ponga todo: la muerte misma, llamada a destiempo en un sacrificio de la propia vida a la ajena felicidad, crearía un obstáculo perdurable con el recuerdo... no queda sino buscar el odio, el desamor al menos del hijo adorado, y para ello, puestas las premisas de la bondad y el amor filial de Luis, sin las cuales no habría conflicto, las consecuencias han de ser terribles, han de tener toda la dureza cruel, casi agresiva para espíritus poco templados en la lucha, conque aparecen en el acto tercero.

Luisa, en efecto, resuelve su propio martirio: fingirá maldad para que su hijo la haya, y esa resolución, fríamente adoptada en el acto segundo, nos dará en el tercero aquel hogar deshecho, aquellas desventuras acumuladas, como único camino para llegar a una felicidad, que tienen remate en la escena de la juerga en casa de Luisa, hórrida para el hijo, que pierde con la fe en su madre lo mejor de su vida, pero necesaria con toda su violencia

Aun con prueba tan dura, el Sr. Muñoz Peca no logra por completo, y esto porque no hay modo de divinizar lo humano cuando las comedias tienen calor de humanidad, que frente al sacrificio heroico de la madre no aparezca el egoísmo de los hijos. Aun así, Luis tarda quizá demasiado poco en buscar en la familia de los marqueses, en el amor a María, vida que sustituya a la que el sacrificio por él desconocido truncó, yMaría misma, que en el acto primero se nos muestra tan ingenua, tan bellamente amante de la madre de su novio, quizá no inquiere lo bastante acerca de las causas de aquel cambio, y cuando la noble mujer llega, en el instante mismo en que la boda para que tanto dió acaba de celebrarse, a declararle, a ella sola, a su hija, lo que aquella felicidad ha costado, da demasiada importancia a un juramento prestado sin conciencia de todo su alcance, y que ha de engendrar una perdurable injusticia.

Pero la vida es así, y el Sr. Muñoz Seca ha hecho bien en mostrárnosla como es. Facilísimo le hubiese sido construir una escena más—que seguramente hubiese redondeado el éxito de su comedia—, en que Luis y los marqueses mismos hubiesen conocido el sacrificio y se hubiesen rendido a él en una reconciliación muy «fin de comedia burguesa»; pero desgraciadamente, la realidad no es un autor de comedias y tiene para sus conflictos desenlaces infinitamente más crueles que los gratos a las gentes apacibles en las funcionesteatrales.

En su asunto y en su forma interna la nueva comedia del Sr. Muñoz Seca es a mi juicio un acierto muy grande, que coloca al simpático autor muy a la cabeza de la primera línea entre los actuales dramaturgos castellanos, y en cuanto a la técnica, sirve para demostrar a los que se indignaban airadamente ante Trampa y cartón, ante La frescura de Lafuente y ante El rayo mismo, que aquella labor no fué perdida y que burla burlando el Sr. Muñoz Seca iba adquiriendo la habilidad manual—valga la frase—necesaria para escribir comedias excelentes.

Una sola figura, la de Almansa, bastaría para acreditar al Sr. Muñoz Seca de autor capaz de crear, y los elementos del molde en que se forjó esa figura, que saca su gracia de la contradicción, están en las obras anteriores del autor de El último pecado.

Esa figura, sin embargo, vale infinitamente menos que aquella escena admirable del primer acto, entre María y Luisa, de tan honda riqueza emotiva, tan admirablemente sentida y tan hermosamente hallada por el autor. Yo estoy seguro de que el mismo Benavente no vacilaría en parangonar esa escena con las mejores suyas, y el Sr. Muñoz Seca haría mal en admitir otras comparaciones.

He citado una figura y una escena como ejemplos, y como ejemplos culminantes, claro está, porque no hay espacio paraanalizar aquí minuciosamente, como sería justo, la comedia. Aciertos semejantes hay muchos en la obra, y, en suma y resumiendo, el Sr. Muñoz Seca ha acertado esta vez completa y definitivamente y se ha elevado de una vez a la mayor altura en la producción dramática... aunque no borre del diálogo, tan inmensamente superior a ellos, los seis u ocho chistes al modo antiguo conque ha querido sin duda ser grato a los que sólo lo quieren tal como fué.

La interpretación conque ayer fué avalorada la comedia del Sr Muñoz Seca, merecería para ella sola un largo artículo, todo él encomiástico: baste, ya que no hay espacio para otra cosa, con la intención, y el aplauso, muy esplícito, para María Guerrero, admirabilísima; para la Srta. Ladrón de Guevara, digna compañera de su primera actriz en dos escenas culminantes; para los dos Fernandos; para Santiago, que pone siempre en primera línea los tipos que interpreta; para Anita Martos, para Mendoza y Guerrero (C), y, en suma, para todos los intérpretes, sin excepción.

Alejandro Miquis

 

(Diario Universal.)

ACTO PRIMERO

Hall de un lujosísimo hotel de San Sebastián. En el lateral izquierda último término galería que sirve de entrada. En el primer término amplia puerta. En el lateral derecha columnas simulando que el hall se extiende y amplía por este lado. En el foro terraza desde donde se divisa el Monte Igueldo y la Isla de Santa Clara. Es un día del mes do Agosto, a las siete y media de la tarde. Las luces del hall están encendi las. Epoca actual.

(Al levantarse el telón están en escena Palacios , Medina , Pacheco y Gonzalez . Palacios, administrador del hotel, parece francés a primera vista, pero es andaluz. Gasta unos bigotes morrocotudos y viste de chaquet Medina y González son camareros y Pacheco portero del hotel.

Pal. (Riñendo a los demás con gran energía .) Y lo digo muy en serio, ¿estamos? Como vuelva a quejarse otro huésped, reuno a la servidumbre, y a éste una torta, y al otro dos patás, los pongo a todos en la mismísima rue.

Med. Crea usted, señor Palacios...

Pal.