Emparejada con un millonario - Kat Cantrell - E-Book
SONDERANGEBOT

Emparejada con un millonario E-Book

Kat Cantrell

0,0
3,49 €
Niedrigster Preis in 30 Tagen: 2,99 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Que no la amaba era una mentira que se hacía creer a sí mismo. El empresario Leo Reynolds estaba casado con su trabajo, pero necesitaba una esposa que se ocupara de organizar su casa, que ejerciera de anfitriona en sus fiestas y que aceptara un matrimonio que fuera exclusivamente un contrato. El amor no representaba papel alguno en la unión, hasta que conoció a su media naranja... Daniella White fue la elegida para ser la esposa perfecta de Leo. Para ella, el matrimonio significaba seguridad. Estaba dispuesta a renunciar a la pasión por la amistad. Sin embargo, en el instante en el que los dos se conocieron, comenzaron a saltar las chispas...

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 207

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2014 Katrina Williams

© 2016 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Emparejada con un millonario, n.º 128 - abril 2016

Título original: Matched to a Billionaire

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-687-8120-4

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Portadilla

Créditos

Índice

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Once

Capítulo Doce

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Capítulo Uno

 

A Leo Reynolds le encantaría poder casarse con su secretaria. Así, su vida sería mucho más sencilla. Desgraciadamente, ella ya estaba casada y prácticamente le doblaba la edad. Además, las mujeres no solían permanecer mucho tiempo a su lado cuando descubrían que trabajaba más de cien horas a la semana. La soledad era el precio que había tenido que pagar por catapultar Reynolds Capital Management a la fama.

–Es usted mi salvación, señora Gordon –le dijo Leo con una sonrisa de agradecimiento mientras se reclinaba en la silla.

Su ordenador personal se negaba a hablar con la impresora y, en medio de aquella disputa, se había quedado atascado un documento de capital importancia. La copia firmada que por fin tenía en la mano debía enviarse a Garrett Engineering, una empresa que estaba al otro lado de Dallas, en menos de treinta minutos.

–Yo no diría que imprimir una propuesta sea salvar su vida, señor Reynolds –repuso la señora Gordon mientras miraba el reloj deliberadamente–. Es muy tarde y, además, es viernes. Lleve a Jenna a ese nuevo restaurante que hay en Victoria Park y deje que yo me ocupe de entregar la propuesta. Relájese por una vez. Le vendrá bien.

El remordimiento y la pena se reflejaron en el rostro de Leo, pero no tardaron en desvanecerse.

–Jenna y yo hemos terminado. Ella ya está saliendo con otro.

Leo esperaba que aquella nueva relación la hiciera feliz. Jenna se merecía a un hombre que pudiera colmarla de atenciones y de afecto. Lamentaba no haber podido darle lo que ella quería, pero habría sido muy injusto dejar que Jenna siguiera esperando que Leo pudiera convertirse alguna en vez en un hombre capaz de centrarse en una relación. Como resultado, había perdido a una gran compañera.

–¿Y ahora a quién va a llevar usted a la ceremonia del museo? –le preguntó la señora Gordon cruzándose de brazos y mirando a Leo con cierta desaprobación.

Leo suspiró. Se había olvidado de aquel evento. El nuevo museo infantil en el distrito de las Artes de Dallas llevaba su nombre dado que él había donado todo el dinero para construirlo.

–Usted está libre el próximo sábado, ¿verdad?

La señora Gordon lanzó una carcajada como si Leo le hubiera contado una broma.

–Uno de estos días, cuando usted me invite a salir, voy a aceptar y de verdad le voy a poner las cosas difíciles –comentó ella riendo–. Si Jenna ya no está disponible, encuentre a otra mujer. No parece que esa tarea le resulte difícil.

Efectivamente, a Leo no le faltaban las mujeres que quisieran salir con él o, al menos, que pensaran que así lo querían hasta que se daban cuenta del poco tiempo y atención que podía dedicarles. Nunca se tardaba demasiado en alcanzar aquel punto.

Le invadió un ligero sentimiento de vacío, un sentimiento que experimentaba cada vez más frecuentemente en los últimos tiempos. Lo había achacado a su deseo constante de alcanzar el éxito, pero, al ocurrir durante una conversación sobre su vida personal, ya no estaba tan seguro.

–Odio las citas.

Y todo lo que ellas conllevaban. Ese periodo de conocer a la persona requería una energía y un tiempo del que él no podía prescindir. Reynolds Capital Management siempre era lo primero.

–Porque no lo hace con frecuencia.

Otra vez. El tema favorito de la señora Gordon. Jamás se cansaba de recriminarle la falta de una mujer en su vida.

–¿Ha estado usted hablando otra vez con mi madre?

–Salimos a almorzar el martes. Me ha pedido que le salude de su parte.

Pronunció aquellas últimas palabras con un retintín y una expresión facial que dejó muy clara su intención. Leo lo comprendió enseguida. Debería llamar a su madre. Y salir con mujeres.

El problema era que no solo odiaba salir, sino también concertar citas y desilusionar a mujeres que se merecían algo mejor. Sin embargo, le gustaba la compañía y, bueno, era un hombre. El sexo también le atraía. ¿Por qué no podía encontrar a la mujer perfecta en un abrir y cerrar de ojos para poder concentrarse en su trabajo?

–Es tarde –dijo Leo en un intento desesperado por cambiar de tema–. ¿Por qué no se marcha usted a casa y le llevo yo la propuesta a Garrett?

Tenía hasta las cinco en punto para poder expresarle a Garrett Engineering su interés por trabajar con ellos. Tommy Garrett era para los motores de combustión interna lo que Steve Jobs para los teléfonos móviles. O lo sería, tan pronto como tuviera fondos. Garrett había inventado una modificación revolucionaria para aumentar los kilómetros recorridos por cada litro de gasolina de un vehículo corriente. Leo tenía la intención de ser la empresa que Garrett eligiera para financiar su proyecto. La asociación de ambas empresas garantizaría buenos beneficios para ambos a la larga, y Leo haría lo que mejor se le daba: tirar de los hilos.

Si conseguía firmar el acuerdo.

No descansaría hasta que su empresa alcanzara seguridad. No la había conseguido con su primer millón, ni tampoco la primera vez que alcanzó las ocho cifras porque sus beneficios iban directamente de nuevo a la inversión, una inversión que no conseguiría reportarle beneficios hasta mucho más adelante. Por lo tanto, no descansaba.

–Dado que ha asustado usted a otra mujer más con su obstinada determinación por morir joven a causa del exceso de trabajo, se lo agradezco –respondió la señora Gordon–. Le llené el depósito de gasolina de su coche esta mañana. No le vendría mal mirar la agujita que marca lo que le queda de gasolina de vez en cuando.

–Gracias. Es usted demasiado buena para mí. Por cierto, estaba pensando organizar una cena en mi casa en honor de Tommy Garrett. Si se lo pido muy amablemente, ¿se ocuparía usted?

–No forma parte de mi trabajo ejercer de esposa –repuso la señora Gordon muy seria.

Leo se echó a reír y dijo:

–Por supuesto que no. No es parte de las responsabilidades de su trabajo.

La secretaria apagó su ordenador y sacó el bolso del cajón.

–Pues debería ser el trabajo de alguien.

–¿A qué se refiere? ¿Algo así como una organizadora de eventos?

Tal vez debería contratar a alguien para ese tipo de eventos, aunque no cubriera todas sus obligaciones sociales. Era mejor que nada.

–Algo así como una novia. O alguien que pudiera querer seguir a su lado dentro de seis semanas. Contrate a una esposa –afirmó la señora Gordon–. Necesita una buena mujer que se ocupe de usted fuera de la oficina. Y pídale que se ocupe de controlar la agujita del combustible. Ella podrá engatusar a ese Garrett y asegurarse de que su vida funciona mejor. Y también de darle calor por las noches.

La señora Gordon frunció el ceño, pero Leo casi no se dio ni cuenta.

Contratar una esposa ¿Se podía hacer algo así? Parecía una solución demasiado perfecta.

No tenía tiempo, ni deseos, de empezar a examinar mujeres hasta que encontrara a una que le gustara y que no esperara que él estuviera siempre disponible.

Necesitaba una esposa que no se desilusionara cuando se diera cuenta de su entrega al cien por cien a la empresa y que no tenía tiempo para ella.

Todo o nada. Cuando se comprometía a algo, se entregaba en cuerpo y alma. Había averiguado que ese rasgo lo había heredado y trataba de no cometer los mismos errores que su padre.

Lo supo cuando conoció a Carmen, quien le enseñó las verdaderas profundidades de sus debilidades y lo fácilmente que una obsesión podía convertirse en el centro de su existencia. Se esforzó en dejar todo a un lado menos su objetivo hasta que se convirtió en algo intrínseco para él.

El amor o el éxito. Su personalidad no permitía las dos cosas. Después de haber conseguido salir del barrio marginal en el que había vivido, se negaba a poner en peligro su futuro.

Si tuviera una esposa comprensiva, su trabajo y su vida personal permanecerían completamente separados. Lo mejor de todo sería que él no tendría que empezar con lo de las citas con una nueva mujer ni experimentar el doloroso sentimiento de culpabilidad al tener que cancelar una de ellas.

Se puso la americana y fue a entregar en mano la propuesta a la secretaria de Garrett en la pequeña oficina que tenían en el centro de la ciudad. No lo sería durante mucho tiempo más. Todos los inversores estaban deseando trabajar con la nueva tecnología de Garrett. Cuando la empresa consiguiera la financiación que necesitaba, su valor alcanzaría niveles nunca vistos hasta entonces.

Por supuesto, tendría que conseguir firmar el trato con Tommy Garrett, y una cena sería una oportunidad fantástica para reafirmar todas sus posibilidades. Una esposa se ocuparía de toda la logística y dejaría que Leo se centrara completamente en explicarle a Garrett lo que Reynolds Capital podía hacer por él. La oferta que le había hecho a Garrett tenía unas cuantas semanas de validez, por lo que disponía de poco tiempo para encontrar una esposa.

Cuando regresó a su despacho, se sentó frente a su ordenador. Al cabo de quince minutos, Google le proporcionó una posible respuesta.

Observó atentamente el logotipo de EA International. El sitio web parecía ser bastante profesional, y resultaba atractivo y de buen gusto. Lo más importante era que parecía destinado a clientes exclusivos, prometían discreción y garantizaban la devolución del dinero. Tantas garantías y promesas tranquilizaron a Leo.

Su lema era «Permite que te ayudemos a encontrar tu media naranja».

Era genial. Aquella empresa se ocuparía de todo lo necesario para que Leo pudiera encontrar una esposa a la que jamás pudiera desilusionar. Lo único que tenía que hacer era realizar una llamada telefónica.

Después, con ese tema solucionado, podría volver a concentrarse en su trabajo.

 

 

Daniella White llevaba soñando con su boda desde que era una niña. En sus sueños, un apuesto novio la esperaría junto al altar con una tierna sonrisa en los labios. Después de la ceremonia, los dos se marcharían a una romántica luna de miel, que celebrarían en un lugar exótico y espectacular. Su matrimonio rebosaría pasión y amor eterno.

Dannie jamás se habría imaginado que, cuando llegó por fin el día de su boda, esta se celebraría con un novio al que no había visto nunca. Al cabo de unos pocos minutos, se iba a casar con Leo Reynolds en el salón de la persona que los había unido como pareja, con tan solo unos pocos invitados.

–¿Qué te parece, mamá? –le preguntó Dannie a su madre a través del espejo mientras se estiraba la manga del vestido.

A Dannie le gustaban todos los vestidos, pero aquel era demasiado sencillo. Habría querido que le encantara, pero no era así. Sin embargo, como siempre, trataría de ser positiva.

El sofisticado programa de EA International la había unido con un empresario llamado Leo Reynolds. Él esperaba una esposa con cierto refinamiento, que representara su papel y lo viviera. Dannie llevaba un mes bajo la intensiva tutela de su instructora para convertirse exactamente en lo que aquel hombre buscaba.

La madre de Dannie tosió ruidosamente.

–Estás muy hermosa, cariño –le dijo cuando se hubo recuperado–. La viva imagen de la esposa perfecta. Me enorgullece tanto lo que has conseguido…

«Sí, es muy difícil poner el nombre en una base de datos», pensó Dannie.

Alguien llamó a la puerta, lo que sobresaltó a Dannie. Se trataba de Elise Arundel, el hada madrina-instructora. Entró en la habitación con una radiante sonrisa.

–Oh, Dannie… Estás preciosa.

Dannie sonrió recatadamente. Necesitaba practicar mucho para ser recatada.

–Gracias a ti.

–Yo no elegí ese vestido –dijo Elise–. Lo elegiste tú. Es perfecto para tu esbelta figura. Nunca había tenido a nadie que apreciara el estilo y el corte con un talento tan natural.

–Eso compensa lo de no tener ni idea de cosméticos –comentó Dannie frunciendo el ceño.

¿Había sonado demasiado descarada o poco agradecida? Ese era el problema con lo de cambiar la personalidad para convertirse en una esposa de sociedad. Nada resultaba natural.

La mirada crítica de Elise recorrió el rostro de Dannie y descartó rápidamente aquel comentario con un movimiento de mano.

–Estás impecable. Leo se quedará sin palabras.

El pulso volvió a acelerársele. ¿Le gustaría a Leo su sofisticado recogido? ¿Su postura? ¿Le gustaría aquella mujer asustada con el vestido color crudo? ¿Y si no le gustaban las morenas?

Se estaba comportando de un modo ridículo. Por supuesto, él había visto su fotografía igual que ella había visto la de su futuro marido. Habían hablado por teléfono en dos ocasiones. Las conversaciones habían sido agradables y habían girado en torno a varios temas maritales importantes. Dejarían que el lado íntimo de su relación se desarrollara con el tiempo. Aquella aclaración había dejado todo bien rematado, dado que él había afirmado que no estaba comprando un «intercambio de servicios» y que estaba abierto a tener hijos en el futuro.

Ninguno de los dos iba engañado en cuando al propósito de aquel matrimonio. Se trataba tan solo de un medio para conseguir un fin.

Entonces, ¿por qué se sentía tan nerviosa sobre lo que, en realidad, era un matrimonio concertado?

Su madre le acarició el cabello.

–Muy pronto serás la señora de Leo Reynolds y todos tus sueños se harán realidad. Durante el resto de tu vida, tendrás la seguridad y la compañía de las que yo nunca he disfrutado.

Su madre volvió a toser. Una fibrosis pulmonar la estaba matando. Dannie se casaba con Leo para salvarla.

Su madre tenía razón. Dannie siempre había soñado con convertirse en esposa y madre y por fin tenía la oportunidad. Un matrimonio basado en la compatibilidad les proporcionaría seguridad a ella y a su madre. No tenía ningún derecho a estar triste por el hecho de que aquella seguridad no estuviera basada en el amor.

Tal vez el amor surgiría con el tiempo, al igual que la intimidad. Se aferraba a esa esperanza.

Con una emocionada sonrisa, Elise abrió un poco más la puerta.

–Leo te está esperando frente a la chimenea. Aquí tienes el ramo. Sencillo y con gusto, con orquídeas y rosas. Tal y como tú pediste.

El ramo de flores estuvo a punto de arrancar las lágrimas de los ojos de Dannie.

–Es muy bonito. Todo es muy bonito. Jamás podré darte las gracias lo suficiente.

Aún no se podía creer que Elise la hubiera elegido a ella para el programa de selección de parejas de EA International. Cuando presentó la solicitud, le había parecido algo muy improbable, pero no tenía elección. Su madre necesitaba un tratamiento muy caro, que ninguna de las dos podían pagar. Su padre las abandonó antes de que ella naciera, siempre habían estado solas.

Después de que la despidieran del tercer trabajo seguido, su situación se hizo desesperada. Buscó en vano un trabajo que pudiera realizar desde casa o uno que tuviera un horario flexible. Después de pasarse horas en el ordenador de la biblioteca, estaba a punto de rendirse cuando le llamó la atención un anuncio de EA International.

¿Has soñado alguna vez con una profesión diferente? La frase iba acompañada del anuncio de una novia. ¿Cómo no le iba a llamar la atención?

EA International invitaba a mujeres con buenas habilidades para la administración, con deseos de mejorar y la capacidad para convertirse en una mujer a la sombra de un hombre a solicitar un innovador programa de preparación.

Como no tenía nada que perder, Dannie envió sus datos. Jamás esperó recibir la llamada.

Elise la pulió hasta que brilló y luego la emparejó con un hombre que necesitaba una elegante esposa de sociedad. A cambio de organizar la casa y los eventos sociales de Leo, Dannie podría ocuparse de su madre sin más preocupaciones económicas.

Un matrimonio que no era más que un contrato parecía un precio muy pequeño para conseguir lo que tanto ansiaba.

–Eres una de mis alumnas más aventajadas –le dijo Elise mientras le ayudaba a sujetar el ramo–. Estoy segura de que serás una de mis uniones más exitosas. Leo y tú estáis hecho el uno para el otro.

Dannie sintió que se le hacía un nudo en el estómago. Quería que él le gustara. Disfrutar estando casada con él. ¿Se sentiría atraída por él? ¿Y si no era así? ¿Y si no ocurría nunca el lado más íntimo del matrimonio?

Ya no importaba. La atracción no era un factor importante, pero estaba segura de que los dos terminarían sintiendo un gran afecto el uno por el otro.

Se acercó el ramo al rostro y aspiró el aroma de las dulces flores.

–Tenemos objetivos comunes y los dos reconocemos el lado práctico de esta unión. Espero que seamos muy felices juntos.

Leo tenía mucho dinero. A ella le habría bastado con mucho menos. Aquel nivel de riqueza la intimidaba, pero Elise había insistido en que podría asimilarlo. Después de todo, Dannie ocuparía un lugar muy importante en la vida de Leo y podría terminar siendo la madre de sus hijos.

–Te aseguro que serás feliz –le dijo Elise–. Mi programa de ordenador jamás se equivoca.

–Es la mejor unión –apostilló la madre de Dannie–. La que durará para siempre porque se basa en la compatibilidad y no en los sentimientos. Es todo lo que Dannie busca en el matrimonio.

Dannie se obligó a asentir, aunque deseaba poder mostrar su desacuerdo. Sin poder evitarlo, pensó en Rob. Había estado tan locamente enamorada de él…

¿Y de qué le había servido? Había terminado con el corazón roto y ella se había encargado de fastidiar aquella relación.

No iba a hacerlo con esta. Su madre no se lo podía permitir.

–Sí –afirmó–. Seguridad y compañerismo. ¿Qué más podría yo pedir?

Los cuentos de hadas eran historias en las que los problemas se solucionan de un modo mágico y que estaban repletas de gente que se enamora, pero cuyas relaciones no podrían soportar la prueba del tiempo. En la vida real, las mujeres tenían que hacer sacrificios, y eso era precisamente lo que estaba haciendo Dannie.

Conteniendo la melancolía y los pensamientos menos sensatos, salió por la puerta y fue a la búsqueda de su destino rezando para que, al menos, Leo y ella pudieran tenerse aprecio. Si había más, sería un agradable añadido.

Su madre y Elise la siguieron. Dannie se detuvo en lo alto de la escalera y miró hacia abajo. Elise había colocado centros de flores sobre la chimenea y a ambos lados de esta. Dannie agradeció la consideración de la mujer que se había terminado por convertir en su amiga. Al otro lado del salón había un fotógrafo preparado para inmortalizar el momento. El pastor que Elise había recomendado estaba de pie junto a la chimenea.

A la derecha del pastor estaba Leo Reynolds. Su futuro esposo.

Él levantó la mirada y la cruzó con la de ella.

Una sensación repentina le recorrió a Dannie todo el cuerpo. Era igual que en la fotografía, pero en persona… El cabello moreno le acariciaba suavemente el cuello de un traje de diseño muy caro, que cubría un cuerpo muy masculino. Resultaba evidente que Leo estaba en forma. Unos rasgos clásicos formaban un rostro lo suficientemente atractivo como para aparecer en una portada de la revista GQ. Se parecía más a Ashley que a Rhett, lo que resultaba muy conveniente dado que ella se había desecho de su Scarlett O’Hara interior para enviarla a un lugar muy lejano.

Leo tenía también un aspecto amable, como si no fuera a dudar ni un solo instante en llevarle la compra a una ancianita hasta el coche. Dannie sonrió.

Una vez más, se preguntó por qué él había recurrido a EA International. Era un hombre guapo, rico y educado. Sin duda alguna, las mujeres dispuestas a casarse con él serían muchas.

Sin dejar de mirarlo, bajó por la escalera. No tardó en llegar al lugar donde él la esperaba.

Los dos se observaron atentamente. ¿Qué se le decía a un hombre con el que una estaba a punto de casarse pero a quien veía por primera vez en persona?

Al pensar en las diferentes posibilidades, estuvo a punto de soltar la carcajada. No resultaba un buen comienzo.

–Hola –dijo. Aquello era mucho más seguro.

–Hola –contestó Leo. Entonces, él sonrió, lo que le provocó una extraña sensación en el pecho a Dannie.

De cerca, era un hombre sólido y poderoso. El cosquilleo que le provocó aquel pensamiento fue más cálido y descendió más bajo que el anterior. En teoría, sabía que Leo suponía seguridad para ella, pero la realidad resultaba mucho más… verdadera. Y la afectaba aún más profundamente.

Se colocaron frente a frente.

–Empecemos –dijo el pastor mientras levantaba la Biblia.

Las palabras fluían de la boca del pastor y sonaban completamente diferentes de lo que ella habría imaginado. En la salud y en la enfermedad. En la riqueza y en la pobreza. Nada de eso se aplicaba a ellos del mismo modo en el que lo hacía para la mayoría de las parejas. Esos votos ayudaban a recordar las razones por las que una persona se enamoraba cuando el matrimonio se ponía difícil.

De reojo, trató de mirar a Leo para ver cómo estaba reaccionando él. De repente, deseó haber hablado más con él para que pudiera saber mejor lo que él estaría pensando.

Elise jamás habría permitido que ella se casara con alguien horrible. El proceso de selección era diligente e impecable. En su caso, los dos habían coincidido en los cuarenta y siete punto del perfil de personalidad.

–¿Aceptas a Leo como tu esposo? –le preguntó el pastor.

Dannie se aclaró la garganta.

–Sí, acepto.

Con mano temblorosa, le deslizó una alianza de platino en el dedo. O al menos lo intentó. No pudo hacerlo pasar por el nudillo. Cuando él cubrió la mano de Dannie con la suya para ayudarla, lo miró y se fijo en los ojos azules.

Volvió a sentir lo mismo que en la escalera, pero en aquella ocasión fue más profundo, como si estuviera viendo a alguien que conocía pero que no sabía de qué.

Decidió que tan solo eran los nervios.

Leo repitió lo mismo.

–Sí, acepto –dijo con voz fuerte y reposada. No estaba nervioso. ¿Y por qué iba a estarlo?

Él le colocó la alianza, idéntica a la suya. Dannie la observó atentamente, sorprendida por el peso de un anillo tan sencillo.

El divorcio no era una opción.

Tanto Leo como ella habían indicado una profunda creencia a honrar el compromiso, había sido lo primero de lo que habían hablado en su conversación telefónica. Leo representaba la seguridad para ella. A cambio de esa seguridad, Dannie sería la esposa que él necesitaba.

Aquel matrimonio era una solución permanente a sus problemas, no una unión por amor. Perfecto para ella. Leo jamás la dejaría del modo en el que su padre lo había hecho y jamás tendría que preocuparse por el hecho de que él dejara de amarla si ella lo fastidiaba todo.

El pastor indicó que la breve ceremonia había terminado del modo más tradicional.

–Ahora, puedes besar a la novia.

¿Por qué había tenido que pedir aquella parte? Iba a resultar tan raro… Sin embargo, era su boda. ¿Acaso no debería besarla su esposo? Un beso para sellar el trato.

Leo se volvió para mirarle con una expresión inescrutable. A medida que los labios de él descendían, ella iba cerrando los ojos. Por fin, las bocas se tocaron.

Entonces, un tifón de sensaciones estalló en el abdomen de ella. La posibilidad de disfrutar de mucho más que afecto entre ellos no era tan remota como había pensado…

Él se apartó de ella y dio un paso atrás. ¿No lo había sentido él? Evidentemente, no.

Su madre y Elise comenzaron a aplaudir y se acercaron a ellos para darles la enhorabuena. Dannie tragó saliva. ¿Qué había esperado? ¿Que Leo se transformara mágicamente en su príncipe azul? El programa informático de Elise le había encontrado el marido perfecto, el que cuidaría de su madre y de ella y las trataría bien. Debería estar contenta. No debería estar pensando en cómo podría besarla si se hubieran conocido en circunstancias diferentes.

No debería pensarlo, pero no podía evitarlo. ¿Qué aspecto tendrían aquellos ojos azules cuando ardieran de pasión?