En La Colonia Penitenciaria y Otros Relatos - Kafka Franz - E-Book

En La Colonia Penitenciaria y Otros Relatos E-Book

Kafka Franz

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Beschreibung

Franz Kafka es considerado uno de los grandes escritores del siglo XX. Asociado al expresionismo y existencialismo, sus creaciones literarias lograron abarcar temas tan complejos como la condición del hombre contemporáneo, la angustia, la culpa, la burocracia, la frustración o la soledad, entre otros. En este volumen de Kafka Esencial , el lector encontrará diez cuentos extraordinários de Franz Kafka, con énfasis en "En La Colonia Penitenciaria". El argumento del relato es demoledor: Un extraño explorador llega a una isla que alberga una colonia penitenciaria. En ella, los condenados son ejecutados por una máquina que los tortura durante horas grabando la sentencia en su propia piel: el condenado no puede conocer la sentencia ni tiene derecho a defensa alguna. Esta situación, desencadena una reflexión poderosa y un extraño devenir de los acontecimientos. Todo ello da lugar a una magnífica distopía filosófica, que en su aparente y engañosa sencillez esconde una reflexión pertinente sobre las sociedades y los estados. Nada más Kafkiano!

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Franz Kafka

EN LA COLONIA PENITENCIARIA

Y OTROS RELATOS

Kafka Esencial

Título original:

“In der Strafkolonie"

Primera edición

Sumario

PRESENTACIÓN

Sobre el autor y su obra

EN LA COLONIA PENITENCIARIA

UM MÉDICO RURAL

UN ARTISTA DEL TRAPECIO

JOSEFINA LA CANTORA

LA CONDENA

ONCE HIJOS

UN FRATRICIDIO

UN SUEÑO

ANTE LA LEY

CHACALES Y ÁRABES

PRESENTACIÓN

Sobre el autor y su obra

Franz Kafka fue un autor checo cuya obra, escrita en lengua alemana, está considerada como una de las más influyentes de la literatura del siglo XX.

Asociado al expresionismo y existencialismo, sus creaciones literarias lograron abarcar temas tan complejos como la condición del hombre contemporáneo, la angustia, la culpa, la burocracia, la frustración o la soledad, entre otros. Asimismo, sus obras mezclan lo onírico, lo irracional y la ironía.

De su legado destacan novelas como El proceso (1925), Diarios, (19910-1923), El Castillo (1926) Carta al Padre (1919), En la Colonia Penitenciaria (1914), La metamorfosis (1915), y una gran cantidad de relatos, epístolas y escritos personales. Kafka fue un escritor poco reconocido en vida, pero, no cabe duda, que fue una gran influencia para autores posteriores y también uno de los propulsores de la renovación de la novela europea del siglo XX.

Biografía resumida de Franz Kafka

Franz Kafka nació el 3 de julio de 1883 en Praga, entonces parte del Imperio austro húngaro, en el seno de una familia judía relativa a la pequeña burguesía.

Desde muy joven, Kafka deseaba dedicarse a la escritura, sin embargo, tuvo que lidiar con el difícil temperamento de su padre, con el cual mantuvo una tensa relación durante su vida.

Se matriculó en la Universidad Carolina (Praga) para estudiar la carrera de Química, la cual no terminó pues, influenciado por su padre, prefirió cursar los estudios de Derecho. Poco después, comenzó a tomar clases de arte y literatura de forma paralela.

Entorno al año 1907, Franz Kafka empezó a escribir sus primeros relatos al tiempo que trabajaba como asesor en una empresa de seguros, labor que le permitía compaginar con su verdadera vocación, la escritura.

Poco después, entabló una amistad con Max Brod, el que fuera el gran difusor de su obra. En el año 1912 conoció a Felice Bauer, mujer con la que mantuvo una relación amorosa, la cual finalmente fracasó.

En 1914 Kafka abandonó su hogar familiar y se independizó. En esta etapa de su vida surgen obras como El proceso y La metamorfosis.

Más tarde, el autor fue diagnosticado de tuberculosis, enfermedad que lo condujo al aislamiento en diferentes sanatorios. Con la llegada de los años 20 del siglo XX, Kafka se estableció en una casa de campo junto a su hermana. Allí creó obras como Un artista del hambre y la novela El castillo.

En el año 1923, el escritor conoció a la actriz polaca Dora Diamant, con la que mantuvo una breve e intensa relación durante su último año de vida. El 3 de junio de 1924 Kafka murió en Kiering, Austria.

La obra de Kafka no hubiese tenido reconocimiento de no ser por Max Brod, quien decidió desobedecer las últimas voluntades del escritor, quien pidió que sus escritos fuesen destruidos. Gracias a este hecho una de las obras literarias más influyentes del siglo XX pudo ver la luz.

Sin duda, Franz Kafka supo retratar en sus libros la particularidad de la realidad del momento y la condición del hombre contemporáneo ante la misma.

Características de la obra de Kafka

La obra de Franz Kafka representa a menudo el espíritu del siglo XX. Por ello, sigue estando sujeta a todo tipo de interpretaciones, más é seguro que la obra de Kafka atiende al posible reflejo de la vida del autor en su obra. Especialmente, a la difícil situación familiar de Franz Kafka con su progenitor, su escepticismo y su naturaleza religiosa. La literatura de Kafka es compleja, casi equiparable a un laberinto. Estos son algunos rasgos más relevantes del denominado universo kafkiano:

- Temática de lo absurdo: se ha utilizado el término kafkiano para calificar a todo aquello que, pese a su aparente normalidad, es definitivamente absurdo. Y es que, las historias que se narran en sus obras pueden parecer corrientes, pero, después, se convierten en situaciones surrealistas.

- Personajes extraños: son, a menudo, individuos con características singulares. Suelen ser personajes apáticos, alineados que presentan frustración.

- Lenguaje elaborado y preciso, generalmente escritos desde la mirada de un narrador omnisciente.

Sobre “En la Colonia Penitenciária”

En la colonia penitenciaria (In der Strafkolonie) es un cuento escrito por Franz Kafka en octubre de 1914 durante unas vacaciones.

En noviembre de 1916, como parte de una serie de conferencias literarias expresionistas, Kafka presentó el cuento en Múnich a una pequeña audiencia, a la cual pertenecía Rainer Maria Rilke. La respuesta a la obra, tanto del público como de la crítica, fue en general negativa. Un crítico periodístico calificó a Kafka de "libertino del horror."

Kafka planeó originalmente publicar La colonia penal junto con El juicio y La metamorfosis bajo el título Penas, su editor, sin embargo, consideró el argumento invendible. Fuera de ello, se presentaba el problema de exponer el tema de los consejos de guerra en esa época. Debido a varios retrasos provocados por el escepticismo de Kurt Wolff, su editor, no se publicó como cuento separado hasta 1919.

En una carta del 11 de octubre de 1918, Kurt Wolff escribió a Kafka

“…esta fantasía, que yo amo extraordinariamente, si bien con cierto pavor y horror ante la aterradora intensidad de las cosas narradas..."

El joven periodista Kurt Tucholsky se sintió muy conmovido por la historia y escribió:

"Desde Michael Kohlhaas, no se ha escrito ninguna novela alemana que parezca suprimir conscientemente cualquier simpatía interna y, sin embargo, esté tan empapada de la sangre del su autor".

La obra de Franz Kafka recurre en numerosas ocasiones a este tipo de imágenes, presentes también en otros textos fundamentales del escritor, como El proceso y La Condena; así como en la mayoría de los relatos cortos, representados en esta edición, la frialdad de los personajes ante el horror es otra de sus constantes, que encontramos sin ir más lejos en La Metamorfosis.

El argumento del relato es tan imaginativo como sencillo, y a la vez, demoledor: Un extraño explorador llega a una isla que alberga una colonia penitenciaria. En ella, los condenados son ejecutados por una máquina que los tortura durante horas grabando la sentencia en su propia piel: el condenado no puede conocer la sentencia ni tiene derecho a defensa alguna. Esta situación, compartida por cuatro personajes, desencadena una reflexión poderosa y un extraño devenir de los acontecimientos. Todo ello da lugar a una magnífica distopía filosófica, que en su aparente y engañosa sencillez esconde una reflexión pertinente sobre las sociedades y los estados.

EN LA COLONIA PENITENCIARIA

 — Es un aparato singular — dijo el oficial al explorador, y contempló con cierta admiración el aparato, que le era tan conocido. El explorador parecía haber aceptado sólo por cortesía la invitación del comandante para presenciar la ejecución de un soldado condenado por desobediencia e insulto hacia sus superiores. En la colonia penitenciaria no era tampoco muy grande el interés suscitado por esta ejecución. Por lo menos, en ese pequeño valle, profundo y arenoso, rodeado totalmente por riscos desnudos, sólo se encontraban, además del oficial y el explorador, el condenado, un hombre de boca grande y aspecto estúpido, de cabello y rostro descuidados, y un soldado, que sostenía la pesada cadena donde convergían las cadenitas que retenían al condenado por los tobillos y las muñecas, así como por el cuello, y que estaban unidas entre sí mediante cadenas secundarias. De todos modos, el condenado tenía un aspecto tan caninamente sumiso, que al parecer hubieran podido permitirle correr en libertad por los riscos circundantes, para llamarlo con un simple silbido cuando llegara el momento de la ejecución.

El explorador no se interesaba mucho por el aparato y, se paseaba detrás del condenado con visible indiferencia, mientras el oficial daba fin a los últimos preparativos, arrastrándose de pronto bajo el aparato, profundamente hundido en la tierra, o trepando de pronto por una escalera para examinar las partes superiores. Fácilmente hubiera podido ocuparse de estas labores un mecánico, pero el oficial las desempeñaba con gran celo, tal vez porque admiraba el aparato, o tal vez porque por diversos motivos no se podía confiar ese trabajo a otra persona.

 — ¡Ya está todo listo! — exclamó finalmente, y descendió de la escalera. Parecía extraordinariamente fatigado, respiraba por la boca muy abierta, y se había metido dos finos pañuelos de mujer bajo el cuello del uniforme.

 — Estos uniformes son demasiado pesados para el trópico — comentó el explorador, en vez de hacer alguna pregunta sobre el aparato, como hubiese deseado el oficial.

 — En efecto — dijo éste, y se lavó las manos sucias de aceite y de grasa en un balde que allí había — pero para nosotros son símbolos de la patria; no queremos olvidarnos de nuestra patria. Y ahora fíjese en este aparato — prosiguió inmediatamente, secándose las manos con una toalla y mostrando aquél al mismo tiempo. Hasta ahora intervine yo, pero de aquí en adelante funciona absolutamente solo.

El explorador asintió, y siguió al oficial. Este quería cubrir todas las contingencias, y por eso dijo:

 — Naturalmente, a veces hay inconvenientes; espero que no los haya hoy, pero siempre se debe contar con esa posibilidad. El aparato debería funcionar ininterrumpidamente durante doce horas. Pero cuando hay entorpecimientos, son sin embargo desdeñables, y se los soluciona rápidamente.

–– "¿No quiere sentarse? — preguntó luego, sacando una silla de mimbre entre un montón de sillas semejantes, y ofreciéndosela al explorador; éste no podía rechazarla. Se sentó entonces, al borde de un hoyo estaba la tierra removida, dispuesta en forma de parapeto; del otro lado estaba el aparato.

 — No sé — dijo el oficial — si el comandante le ha explicado ya el aparato. El explorador hizo un ademán incierto; el oficial no deseaba nada mejor, porque así podía explicarle personalmente el funcionamiento.

 — Este aparato — dijo, tomándose de una manivela, y apoyándose en ella — es un invento de nuestro antiguo comandante. Yo asistí a los primerísimos experimentos, y tomé parte en todos los trabajos, hasta su terminación. Pero el mérito del descubrimiento sólo le corresponde a él.

–– ¿No ha oído hablar usted de nuestro antiguo comandante? ¿No? Bueno, no exagero si le digo que casi toda la organización de la colonia penitenciaria es obra suya. Nosotros, sus amigos, sabíamos aun antes de su muerte que la organización de la colonia era un todo tan perfecto, que su sucesor, aunque tuviera mil nuevos proyectos en la cabeza, por lo menos durante muchos años no podría cambiar nada. Y nuestra profecía se cumplió; el nuevo comandante se vio obligado a admitirlo. Lástima que usted no haya conocido a nuestro antiguo comandante. Pero — el oficial se interrumpió — estoy divagando, y aquí está el aparato.

–– Como usted ve, consta de tres partes. Con el correr del tiempo se generalizó la costumbre de designar a cada una, de estas partes mediante una especie de sobrenombre popular. La inferior se llama la Cama, la de arriba el Diseñador, y esta del medio, la Rastra.

 — ¿La Rastra? — preguntó el explorador.

No había escuchado con mucha atención; el sol caía con demasiada fuerza en ese valle sin sombras, apenas podía uno concentrar los pensamientos. Por eso mismo le parecía más admirable ese oficial, que, a pesar de su chaqueta de gala, ajustada, cargada de charreteras y de adornos, proseguía con tanto entusiasmo sus explicaciones, y además, mientras hablaba, ajustaba aquí y allá algún tornillo con un destornillador. En una situación semejante a la del explorador parecía encontrarse el soldado. Se había enrollado la cadena del condenado en torno de las muñecas; apoyado con una mano en el fusil, cabizbajo, no se preocupaba por nada de lo que ocurría. Esto no sorprendió al explorador, ya que el oficial hablaba en francés, y ni el soldado ni el condenado entendían el francés. Por eso mismo era más curioso que el condenado se esforzara por seguir las explicaciones del oficial. Con una especie de soñolienta insistencia, dirigía la mirada hacia donde el oficial señalaba, y cada vez que el explorador hacía una pregunta, también él, como el oficial, lo miraba.