Enamorada de un millonario - Teresa Southwick - E-Book

Enamorada de un millonario E-Book

TERESA SOUTHWICK

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Beschreibung

¿Era ella la respuesta a sus plegarias? Tres niñeras en un solo mes era más de lo que el padre soltero, Jason Garrett, podía soportar. Sin embargo, en cuanto Maggie Shepherd tomó en brazos a su pequeño hijo, supo que había encontrado lo que estaba buscando. Necesitaba una madre para Brady, y aquella niñera un lugar al que llamar hogar. Jason tenía la solución perfecta... Comprometerse con su jefe no era precisamente lo que Maggie andaba buscando, aunque tenía que admitir que padre e hijo eran una tentación irresistible. Sabía que un matrimonio con Jason sería únicamente una cuestión de negocios, algo efímero, pero eso no iba a impedirle luchar para hacerse un lugar permanente en el corazón de aquel multimillonario.

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Seitenzahl: 197

Veröffentlichungsjahr: 2021

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2009 Teresa Southwick

© 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Enamorada de un millonario, n.º 1828, junio 2021

Título original: Marrying the Virgin Nanny

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-1375-989-0

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 1

 

 

 

 

 

MARGARET Mary Shepherd nunca había sido una de esas mujeres que los hombres desnudan con la mirada.

Sin embargo, de haber tenido que elegir un trabajo basándose únicamente en el aspecto físico, se habría decantado por Jason Garrett sin dudarlo. Su cabello moreno rizado y sus ojos oscuros como el carbón eran suficientes para atraer a cualquier mujer directamente hasta su cama.

De pie en la puerta de su ático de Las Vegas, Maggie oyó el llanto de un niño, observó la expresión cercana al pánico de Jason, y supo que su desesperación era tan intensa que lo que ella llevaba debajo de sus pantalones vaqueros y su jersey azul no le importaba lo más mínimo.

—Espero que sea la señorita Shepherd —dijo él.

—La misma.

—Gracias a Dios —dijo abriendo la puerta de par en par para que pudiera entrar—. Ginger Davis me prometió que llegaría usted en una hora.

—Sí, dijo que se trataba de una emergencia, señor Garrett.

Por la forma en que se pasó la mano por el pelo, Maggie supo que no era la primera vez. Era tan alto que se veía obligada a mirar hacia arriba. Su camisa blanca remangada y su corbata desanudada sólo contribuían a aumentar su atractivo.

—Necesito una niñera —dijo él casi con desesperación—. Ginger me aseguró que los niños son su especialidad, y…

El llanto del pequeño se hizo más intenso de repente.

—Ése debe de ser él, ¿verdad? —preguntó Maggie.

—Sí, es mi hijo.

—Iré a ver…

—Un momento —dijo él mirando nervioso en la dirección de la que procedían los llantos—. Ginger me dijo que es usted la mejor en su especialidad, pero me gustaría algún tipo de confirmación.

—Perdone, señor Garrett, pero ¿no fue por eso por lo que contactó con Nanny Network? La empresa se distingue por ofrecer únicamente personal altamente cualificado y con experiencia.

—No he tenido el tiempo que me hubiera gustado para comprobar la reputación de Nanny Network. Además, no estoy contratando a Ginger ni a la empresa, la estoy contratando a usted, es usted la que va a cuidar a mi hijo. Por no hablar de que, dadas las circunstancias en las que me encuentro…

—¿A qué circunstancias se refiere?

—Desde que mi hijo nació el once de diciembre, es decir, hace sólo un mes, ya he tenido tres niñeras. No sólo necesito a alguien que sepa cuidar de él, necesito a alguien en quien poder confiar.

El llano se convirtió casi en un grito de ayuda, y Maggie empezó a impacientarse.

—Mire, señor Garrett. No sé exactamente cuáles son sus problemas ni por qué le es tan difícil encontrar una niñera, pero creo que la entrevista de trabajo que me está pidiendo puede esperar —dijo entrando en la casa y caminando hacia el lugar de donde procedía el llanto.

—Oiga, espere un momento…

—No cuando el bebé está llorando.

Mientras cruzaba la casa con Jason Garrett pisándole los talones y bastante contrariado, Maggie observó que la decoración de la casa era sofisticada y sencilla al mismo tiempo. Eso sí, debía de haberle costado una fortuna.

Cuando encontró la habitación donde estaba el bebé, fue directa a la cuna. Gracias a Dios, estaba boca arriba. Tenía la carita roja y llena de lágrimas. Movía las manos y las piernas con agitación.

Sin dudarlo, lo tomó en brazos.

—Chiquitín… —susurró en voz baja—. Venga, pequeño… —añadió acariciándole la espalda intentando tranquilizarle—. Todo está bien, te lo prometo.

A los pocos segundos, el bebé se relajó un poco. Maggie le pasó el brazo por su pequeño hombro sujetándole la espalda mientras con la mano le acariciaba la cabecita. El llanto disminuyó progresivamente hasta convertirse en un murmullo inaudible y placentero.

—Lo sé, chiquitín. Este lugar es horrible, pero las cosas van a cambiar, ya verás —dijo en dirección a Jason Garrett, que la observaba con los ojos entrecerrados.

—No he acabado de hablar con usted —dijo él, que no estaba acostumbrado a tener una situación fuera de control.

—Yo tampoco, pero él es más importante, ¿no cree? —replicó ella—. ¿Cómo se llama? —preguntó sonriendo al pequeño.

—Brady —dijo Jason acercándose—. Brady Humer Garrett —y sonrió mientras acariciaba la manita de su hijo.

Maggie se conmovió al ver la ternura y el cariño con que Jason trataba a su hijo.

—Es un buen nombre, con mucha fuerza —valoró ella—. Encantado de conocerte, Brady Humer Garrett.

—¿Es usted siempre tan mandona?

—¿Y usted es siempre tan insistente?

—¿Qué quiere decir?

—Las necesidades de Brady son más importantes que las suyas.

—No cuando mi obligación es asegurarme de que está en buenas manos.

—Ya veo por qué contrata y despide niñeras como si fueran pañuelos desechables.

—No tengo ninguna obligación de darle explicaciones. Usted es la empleada, no lo olvide.

—Todavía no. Usted tiene la libertad de interesarse por mis servicios, y yo la de aceptar o no.

—¿Siempre irrita a todos los que intentan contratarla?

—No, ésta es la primera vez.

Maggie no estaba segura de por qué se estaba comportando así. Su especialidad eran los niños recién nacidos, con pocas semanas. Su trabajo consistía normalmente en ayudar a tranquilizarles y controlar la situación para que la verdadera madre pudiera tomarse un descanso o salir a tomar un poco el aire. Antes o después, Maggie acababa enamorándose perdidamente del bebé, y luego le costaba horrores separarse de él. Ginger Davis, la propietaria de Nanny Network, siempre le había encomendado trabajos donde estaba involucrada una pareja, ya fueran marido y mujer o cualquier otro tipo de relación. Siempre hablaba primero con la mujer. Aquella situación era nueva para ella.

—¿Dónde está la señora Garrett? —preguntó.

—No estoy casado.

—Pero Brady debe de tener una madre, ¿verdad?

—La mujer que le trajo al mundo no va a formar parte de su vida —dijo él frunciendo el ceño.

¿Era ésa su manera de decirle que no debía hacer aquella clase de preguntas? No había tenido tiempo para que Ginger le hiciera un breve resumen de la situación de aquella casa.

—¿Tuvo…? ¿Tuvo algún accidente o una enfermedad?

—No, nada parecido. Lo único que necesita saber es que no la verá por aquí —dijo dando por zanjado el tema.

Pero Maggie no lo tenía todo tan claro. Una madre que desaparecía de repente podía ser, a la larga, un problema muy grande. Ella lo sabía por experiencia.

—Y ahora, si no le importa —continuó Jason—, me gustaría hacerle algunas preguntas.

—Empiece cuando quiera.

—¿Puedo ver sus referencias?

—No las he traído conmigo.

—Es usted la primera que me dice algo así.

—Me ha pillado entre dos trabajos, señor Garrett. Había planeado tomarme algunas semanas de descanso, pero Ginger me llamó, me dijo que era una emergencia y vine lo más rápido que pude. Me dijo que le facilitaría cualquier documentación que necesitara.

—Sin ella no puedo permitirle que cuide a mi hijo.

—Entonces, tenemos un problema.

Maggie miró al pequeño. Tenía agarrado uno de sus dedos con su pequeña manita. Era adorable. Era un bebé precioso, aunque no era extraño, a juzgar por lo atractivo que era su padre.

Normalmente no sentía nada especial en su trabajo, a excepción del intenso cariño que despertaban en ella los niños. ¿Era aquella situación distinta porque no había ninguna mujer alrededor? ¿Era por lo desesperado que estaba Jason Garrett? ¿O era él quien le interesaba a ella?

Era como la personificación de uno de los personajes de las novelas góticas románticas que solía leer. Era alto, musculoso y atractivo.

También era la primera en admitir que sus hormonas hacía tiempo que estaban encerradas sin salir. En cuanto había entrado por la puerta de aquella casa, se habían puesto a saltar como locas dentro de su cuerpo. Aquel padre atractivo y aquella hermosura de bebé eran una combinación demasiado peligrosa. Si dejaba a sus hormonas actuar con libertad, podía producirse un absoluto desastre.

—No creo que pueda trabajar para usted, señor Garrett —dijo poniendo al bebé en sus brazos, dándose cuenta nada más hacerlo que no estaba acostumbrado a sostenerle.

Tratando de no pensar más en ello para no conmoverse y cambiar de idea, Maggie salió de la habitación.

—Señorita Shepherd… —dijo él siguiéndola hasta conseguir detenerla—. Espere un momento…

—No creo que valga de nada que siga haciéndole perder el tiempo —dijo ella.

—Es mi tiempo, y le estoy pidiendo que me deje hacerle algunas preguntas más.

—No creo que haya mucho más que decir.

—Se equivoca.

—Ah, ¿sí? —dijo ella tomando el bolso que había dejado sobre una mesita al entrar.

—Está bien —dijo él cediendo—. Admito que he sido un poco brusco con usted. Pero, por favor, póngase en mi lugar.

—¿A qué se refiere?

—La primera niñera era incapaz de tranquilizarle, de modo que empezó a soltarme un rollo intentando convencerme de que lo mejor es dejar a los bebés llorar toda la noche. Si mi hijo llora, es porque necesita algo, y mi deber es dárselo, no hacerle esperar.

—Estoy de acuerdo.

En su opinión, siempre que los bebés lloraban era por alguna razón, y no podía ignorarse.

—¿Qué pasó con la número dos? —se interesó Maggie.

—Tuvo una emergencia familia que atender —dijo Jason mirando con ternura a su hijo—. Eso sí puedo entenderlo.

—Entonces, no fue culpa suya —comentó ella, que nunca había tenido una familia, al menos en el sentido tradicional.

—No, pero ahora es mi problema. Y ahora me gustaría saber… Usted llegó aquí, entró en la habitación y consiguió tranquilizarlo en treinta segundos… ¿Cómo lo hizo?

—Ya se lo he dicho, señor Garrett, soy buena en lo que hago.

—¿En todo lo que hace? —sonrió él bromeando—. Desde luego, con mi hijo conecta a la perfección.

—Brady es un niño muy guapo —dijo ella.

—Es mucho más que eso. Señorita Shepherd…

—Llámame Maggie, por favor.

—Como quieras —asintió él—. Maggie, Brady es mi hijo. Soy un jefe exigente, lo admito. No sé mucho de bebés, también lo admito. Pero lo que debes saber por encima de cualquier otra cosa es que soy un padre muy protector. Soy de la opinión de que, cuando uno habla de un bebé, hay principios que no son negociables.

—¿Como cuáles?

—Como hacer tu trabajo. Un día que volví de la oficina de forma inesperada, me encontré a la niñera número tres en la terraza con una copa de vino mientras Brady lloraba.

—No puedo creerlo —dijo Maggie escandalizada.

—Yo tampoco, por eso la despedí en el acto.

—Hiciste muy bien.

—De modo que… Ya ves, me encuentro en esta situación, y tengo negocios que atender.

—Sí, he oído hablar de ellos. Industrias Garrett está diseñando un proyecto para hacerse con todas las construcciones de la zona suroeste.

—No hay nada que me guste más que quedarme en casa y estar con mi hijo, pero tengo obligaciones. Hay gente que confía en mí, gente a la que no puedo defraudar. Necesito tus servicios.

—¿Qué hay de mis referencias?

—Sé perfectamente que no hay ninguna manera de reflejar en un papel todo lo que una persona es capaz de hacer, pero me serviría de ayuda. De todas formas, me gustaría contratarte ahora mismo. Puedo comprobar las referencias cuando puedas dármelas.

El pequeño empezó a llorar de nuevo y Jason, preocupado, se lo dio de nuevo a Maggie.

—Chiquitín… —dijo ella meciéndolo entre sus brazos hasta que consiguió calmarlo de nuevo.

—Creo que ya he visto todas las referencias que necesitaba —dijo Jason—. De haber estado yo solo con él, no habría dejado de llorar aunque le hubiera dado mil dólares. La entrevista ha terminado. Estás contratada.

Maggie no estaba nada segura de que aquélla fuera una buena idea, pero no podía echarse atrás y separarse de aquel bebé.

—Trato hecho.

 

 

—Brady está dormido.

Jason alzó la vista y vio a Maggie en la puerta de su despacho. Había estado revisando la información que le había enviado Ginger Davis por mensajero. Comprobarla era una prioridad tan alta para él que se había olvidado por completo de pedirle que fuera a verle en cuanto el bebé estuviera tranquilo.

—Siéntate —dijo él recostándose en su silla y extendiendo la mano en señal de invitación.

Maggie se acercó y se sentó.

—¿Brady está bien?

—Es un ángel —dijo ella sonriendo por primera vez—. Le he bañado, le he dado de comer y ahora está durmiendo plácidamente.

—Bien —dijo él observando de nuevo los papeles—. Ginger es muy eficiente.

—Siempre ha sido una mujer de palabra.

Era bueno saberlo, porque Nanny Network no era una compañía precisamente barata. Cualquier cosa en la vida tenía un precio, pero uno nunca podía estar seguro de que lo valiera.

En el caso de su hijo, no estaba decepcionado. Nunca había sentido un amor tan intenso y tan profundo como el que había experimentado la primera vez que le había visto. La sensación había aumentado cuando le había llevado del hospital a casa nada más nacer. Cuando Catherine había dejado de hablar con él nada más quedarse embarazada, había intentado apartarle de él. Pero Jason no había permitido que nadie le arrebatara a su hijo como si fuera nada más que un inconveniente.

Después de una complicada negociación, había conseguido que la madre le cediera todos los derechos sobre el pequeño a cambio de una asignación económica. Le había dado el suficiente dinero para satisfacer sus deseos, que consistían en hacerse una operación de cirugía estética y otras mejoras corporales.

Lo que no había previsto habían sido las complicaciones de hacerse cargo del bebé.

—De modo que ya tienes mis referencias, ¿no?

Jason salió de sus pensamientos y la miró fijamente.

—¿Es usted huérfana?

—Eso implicaría que mis padres están muertos. En realidad, no sé dónde están. Nunca les conocí. Fui abandonada de pequeña en la puerta del orfanato Good Shepherd, donde me encontraron la hermana Margaret y la hermana Mary.

Brady intentó asimilarlo. Aquella mujer había sido abandonada a su suerte a la misma edad que tenía su hijo Brady.

—Las dos me dieron su nombre y un hogar —continuó Maggie.

Había pocas cosas que pudieran sorprender a Jason, pero ella lo había conseguido.

—Perdona, no sé qué decir.

—Deduzco que sientes lástima de mí.

—No, yo…

—No te preocupes. Yo me considero afortunada. Todo el mundo fue bueno conmigo. Nadie me dio la espalda de niña cuando pedí más comida o más agua. Tuve un tejado sobre mi cabeza, una cama donde dormir y personas que se preocuparon por mí en todo momento. Tengo un trabajo que me apasiona y buena salud. Pude haber tenido un final trágico, de los que salen en los titulares de los periódicos, pero me salvaron.

Catherine se había desentendido de Brady. Había aceptado el dinero y se había ido.

Maggie estaba tranquila. No parecía intimidada, tenía una forma de mirar clara y sosegada. Al principio se había sentido incómodo por su forma de actuar, pero sus ojos azul oscuro le habían llamado poderosamente la atención. Llevaba su largo pelo castaño atado en una coleta. Por alguna extraña razón, Jason sentía deseos de pedirle que se lo dejara suelto. Tal vez porque, de esa manera, no parecería una niñera adolescente de catorce años.

Cuando había tomado a su hijo en brazos y había sonreído, la belleza había iluminado su rostro.

—¿Alguna vez piensas en tus padres? —le preguntó cruzando los brazos.

—Es una pérdida de tiempo —respondió con franqueza.

—¿No sientes curiosidad? —insistió Jason, que estaba pensando en las preguntas que se haría Brady cuando tuviera la suficiente edad para echar de menos a su madre.

Jason no se sentía preparado todavía para contarle la verdad a su hijo, pero, al menos sabía cuál era. Maggie, en cambio, no tenía ni idea, no sabía qué había sido de sus padres.

—¿Alguna vez te preguntas quiénes eran? ¿Cómo eran? ¿Por qué te abandonaron?

Maggie le miró a los ojos.

—Si ésta es tu manera de decirme que no soy adecuada para el puesto…

Maggie se levantó de la silla. Jason se levantó al mismo tiempo y, de pronto, se dio cuenta de lo pequeña y frágil que era. Cuando se acercó a ella, se sintió como un animal gigante amenazando su tranquilidad.

—No pretendía decir nada parecido —dijo él—. Pero, como padre, creo que tengo derecho a conocer un poco a la persona que va a cuidarle.

—Si no confías en mí, te agradecería que me lo dijeras con sinceridad.

—No he visto nada en tus referencias que me haga dar marcha atrás en mi decisión.

—Bien, en ese caso, si estás de acuerdo, iré a instalarme aprovechando que Brady está durmiendo.

—¿Te importa quedarte un poco más? Tengo un par de preguntas pendientes.

—Como quieras —dijo sentándose de nuevo.

—¿Cuándo te diste cuenta por primera vez que lo tuyo era cuidar niños? —dijo tomando su silla y sentándose cerca de ella—. Sólo es curiosidad.

—Siempre he estado rodeada de niños. Donde yo vivía había que echar una mano, aunque nunca lo sentí como un trabajo, sino como un pasatiempo, como una forma de jugar. Cuando empecé a ir a la universidad, durante una temporada me pagué los estudios cuidando a los cuatro hijos de una familia adinerada. El mayor tenía veinte años. Fue entonces cuando descubrí que aquello me gustaba.

Pero había algo que no le había gustado, Jason podía presentirlo. Se preguntó qué había hecho al terminar los estudios. Su currículum no lo decía. Sólo revelaba que había pasado una temporada en el convento de la institución que siempre había sido su hogar, pero no se había decidido a tomar los hábitos.

—¿Por qué quisiste hacerte monja?

—Admiraba a las hermanas, quería ser como ellas. Para mí era muy importante devolver lo que habían hecho por mí, ayudar a la gente que lo necesitaba —dijo con el rostro lleno de inocencia y candor.

—Hay muchas profesiones altruistas que no son tan exigentes —apuntó él.

—Sabía perfectamente lo que implicaba llevar una vida lejos del mundo real —dijo ella.

De modo que había tenido citas durante su estancia en la universidad y, a pesar de eso, había preferido volver al convento. O, quizá, alguna de esas citas había hecho que volviera.

—¿Qué sucedió? ¿No encontraste lo que buscabas? —preguntó Jason, aunque sabía que estaba traspasando los límites de una entrevista profesional y metiéndose en su vida privada.

Maggie guardó silencio para elegir bien sus palabras.

—La cuestión no fue que no encontrara lo que buscaba. Simplemente, me di cuenta de que no valía para monja.

—¿Y eso?

—Antes de tomar los hábitos, debe hacerse un ejercicio de reflexión, de honestidad. Yo descubrí que tenía demasiadas dudas.

—¿Sobre qué?

—Sobre mí misma. Los hábitos exigían un sacrificio y un compromiso que no estaba segura de poder cumplir.

—Ya veo.

—Y, hablando de compromisos, creo que es hora de que me digas qué esperas de mí.

—Quiero que cuides de Brady. Ésa debe ser tu única responsabilidad. Tengo dos empleadas, una se encarga de la comida y la otra de la limpieza. Si necesitas cualquier cosa, pídeselo a Linda.

—Bien, pero no me refería a eso. Es evidente que no te sientes seguro de ti mismo cuando estás con Brady. ¿Esperas que te enseñe cómo cuidarle?

—No, ése es tu trabajo.

—Perdona si te ha sentado mal el comentario —dijo Maggie—. Simplemente, ésta es una situación nueva para mí.

—¿A qué te refieres?

—Eres un padre soltero.

—¿Eso es un problema? —preguntó recordando lo que le había contado sobre el primer trabajo que había tenido con la familia adinerada y sobre el hijo mayor.

¿Había tenido alguna relación él? ¿Había salido perjudicada? Sin saber por qué, pensarlo le hizo sentir furioso.

—Como he dicho antes, si pudiera cuidar personalmente de mi hijo, lo haría de todo corazón. Pero tengo mucho trabajo.

—Lo entiendo. La gente que trabaja para ti, ¿tiene tiempo libre?

—Sí, pero…

—Bien, porque yo también lo necesito. Quiero desde el sábado por la mañana hasta el domingo a mediodía. Creo que ese detalle está incluido en el contrato que te hizo llegar Ginger. ¿Puedes hacerte cargo del bebé un día? —le preguntó mirándole a los ojos—. Durante el tiempo que llevo en Nanny Network nunca ha sido un problema, aunque es cierto que nunca he estado en casa de un padre soltero.

—Como ya he dicho, la madre de Brady no va a aparecer por aquí nunca más. Yo te voy a pagar para…

—¿Para ser su madre? —replicó ella.

—No —respondió Jason inmediatamente.

Había pagado a una mujer para que trajera a su hijo al mundo e iba a pagar a Maggie para que le cuidara. No había que darle más vueltas.

—¿Por qué es esto tan importante?

—Porque eres un padre soltero —respondió ella—. Sería bueno que pensaras en una solución a largo plazo. De haber conocido con antelación la situación, no habría aceptado el trabajo.

—¿Por qué?

—Sólo puedo quedarme seis semanas, después…

—¿Cómo dices?

—Está también en el contrato.

Jason no quería que su hijo estuviera rodeado de extraños constantemente. La estabilidad era un principio necesario para una buena educación, y él estaba dispuesto a conseguirla a cualquier precio. Quería un compromiso a largo plazo.

—Estoy segura de que Ginger encontrará a alguien que…

—¿Y si no puede? —le interrumpió él.

Desde el momento en que aquella mujer había entrado en la casa y había antepuesto las necesidades de su hijo a cualquier otra consideración, se había ganado su respeto y su confianza. Tenía que ser ella.

—No me quedaré más tiempo del estipulado en el contrato. Es importante que lo asumas.

—¿Estás pidiéndome un aumento de sueldo?

—Esto no tiene nada que ver con el dinero.

—Mira —dijo él pasándose la mano por el cuello—. Creo que no es necesario que nos pongamos a discutir esto ahora. Cuando llegue el momento, trataremos el asunto.

—Seis semanas, señor Garrett —dijo ella levantándose.

—Llámame Jason.

—Como quieras, pero eso no me va a hacer cambiar de opinión. Sólo me quedaré seis semanas.

Mientras salían del despacho, Jason se fijó de forma inconsciente en la sensualidad con que Maggie movía sus caderas al caminar.

Era evidente que Margaret Mary Shepherd no estaba acostumbrada a negociar con personas desesperadas, dispuestas a pagar cualquier precio.